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  • El rescate engrandece la justicia de Dios
    La Atalaya 2005 | 1 de noviembre
    • El rescate engrandece la justicia de Dios

      TRAS la rebelión de Adán y Eva, Jehová declaró su propósito de levantar una Descendencia que sería magullada en el talón (Génesis 3:15). Esta profecía se cumplió cuando los enemigos de Dios dieron muerte a Jesucristo en un madero de tormento (Gálatas 3:13, 16). Jesús no tuvo pecado, pues fue concebido milagrosamente en la matriz de una virgen por el poder del espíritu santo. Por tal razón, su sangre derramada podía emplearse como el precio de rescate para liberar a los seres humanos, que heredaron de Adán el pecado y la muerte (Romanos 5:12, 19).

      Nada puede impedir que el Dios todopoderoso, Jehová, lleve a cabo cuanto se propone. Por eso, después de que el hombre pecó, Jehová obró como si el rescate ya se hubiera pagado y pudo tener tratos con los que ponían fe en el cumplimiento de sus promesas. Esto permitió que algunos descendientes imperfectos de Adán —como Enoc, Noé y Abrahán— pudieran andar con Dios y gozar de su amistad, sin que ello menoscabara Su santidad (Génesis 5:24; 6:9; Santiago 2:23).

      Algunas personas que tenían fe en Jehová cometieron pecados graves, como el rey David. Puede que usted se pregunte: “¿Cómo es posible que Jehová continuara bendiciendo a David después de que este cometió adulterio con Bat-seba y causó la muerte de su esposo, Urías?”. Un factor importante fue su arrepentimiento sincero y fe (2 Samuel 11:1-17; 12:1-14). Basándose en el futuro sacrificio de Jesucristo, Dios podía perdonar los pecados del arrepentido David y aun así mantener su propia justicia y rectitud (Salmo 32:1, 2). Como prueba de ello, la Biblia explica que el logro más maravilloso del rescate de Jesús es “exhibir su propia justicia [la de Dios], porque estaba perdonando los pecados que habían ocurrido en el pasado” y “en esta época presente” (Romanos 3:25, 26).

      Así es, gracias al valor de la sangre de Jesús, la humanidad recibe grandes beneficios. En virtud del rescate, los pecadores arrepentidos pueden gozar de una estrecha relación con Dios. Además, el rescate hace posible que haya una resurrección de los muertos en el nuevo mundo de Dios. Entre ellos estarán los siervos fieles de Dios que murieron antes de que Jesús se entregara en sacrificio, incluso muchas personas que murieron en ignorancia y que no adoraron a Jehová. La Biblia dice: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos” (Hechos 24:15). Gracias al rescate, en ese tiempo Jehová les concederá la vida eterna a todos los seres humanos obedientes (Juan 3:36). Jesús mismo explicó: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). La humanidad recibirá todas estas bendiciones debido a la provisión divina del sacrificio redentor.

      No obstante, lo más sobresaliente del rescate de Cristo no son las bendiciones que nosotros recibimos. De mayor importancia es lo que hace a favor del nombre de Jehová. Prueba que Jehová es un Dios de justicia perfecta que puede tratar con humanos pecaminosos y seguir siendo puro y santo. Si Dios no se hubiera propuesto proveer el rescate, ningún descendiente de Adán —ni siquiera Enoc, Noé o Abrahán— habría podido andar con Jehová ni ser su amigo. Así lo reconoció el salmista al escribir: “Si errores fuera lo que tú vigilas, oh Jah, oh Jehová, ¿quién podría estar de pie?” (Salmo 130:3). ¡Cuánto agradecemos que Jehová haya enviado a su amado Hijo a la Tierra y que Jesús haya estado dispuesto a entregar su vida como rescate por nosotros! (Marcos 10:45.)

  • La buena conducta produce fruto
    La Atalaya 2005 | 1 de noviembre
    • La buena conducta produce fruto

      EN UNA pequeña isla del sur de Japón, una madre, junto con sus tres hijos, empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Ante esto, los habitantes de aquella zona aislada y apegada a las tradiciones dejaron de dirigirle la palabra. Ella comenta: “Lo que más me dolió no fue que dejaran de saludarme, sino que trataran con frialdad a mi esposo y a mis hijos”. Sin embargo, les dijo a sus pequeños: “Hemos de seguir saludando a nuestros vecinos porque eso es lo que quiere Jehová” (Mateo 5:47, 48).

      En su hogar, la madre les enseñaba que debían ser educados a pesar del rechazo de la gente. Siempre que iban a las fuentes termales de la localidad, los niños practicaban sus saludos en el auto, y al llegar decían sonriendo: “¡Konnichiwa!”, que significa “¡Buenos días!”. Pese a la frialdad de los vecinos, la familia siguió saludando pacientemente a todo el que encontraban. Ahora bien, los buenos modales de los niños no pasaron inadvertidos.

      Por fin, uno tras otro, los vecinos fueron devolviéndoles el saludo con un “Konnichiwa”. Al cabo de dos años, casi todos respondían a los saludos de la familia. Pero no solo eso, sino que también habían empezado a saludarse y a ser más amables entre ellos. El vicealcalde quiso premiar a los niños por haber contribuido a generar ese cambio. Sin embargo, la madre le dijo que ellos tan solo estaban cumpliendo con su deber como cristianos. Tiempo después, en un concurso de oratoria que abarcó toda la isla, uno de los muchachos explicó cómo su madre les había enseñado a saludar con educación a los demás sin importar cuál fuera su respuesta. Ganó el primer premio, y su discurso se publicó en el periódico local. Actualmente, la familia se siente feliz al ver los buenos resultados de seguir los principios cristianos, pues predicar las buenas nuevas resulta mucho más fácil cuando la gente es cortés.

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