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  • Uganda
  • Anuario de los testigos de Jehová 2010
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  • “LA PERLA DE ÁFRICA”
  • SUS ENCANTADORES HABITANTES
  • LLEGA EL MENSAJE DEL REINO
  • SE REANUDA LA PREDICACIÓN
  • SIRVEN DONDE HAY MÁS NECESIDAD
  • SACRIFICIOS Y BENDICIONES
  • LA IMPORTANTE LABOR DE LOS MISIONEROS
  • MEJOR ORGANIZACIÓN
  • AYUDA PARA LOS NUEVOS PUBLICADORES
  • LOS SUPERINTENDENTES VIAJANTES CONTRIBUYEN AL CRECIMIENTO ESPIRITUAL
  • JEHOVÁ LO HACE CRECER
  • ¿“GOBERNACIÓN DIVINA” O GOBERNACIÓN HUMANA?
  • UN “TIEMPO DIFICULTOSO”
  • ‘CONSTANTES E INMOVIBLES’
  • LAS REUNIONES, OCASIONES FELICES
  • CAUTELOSOS COMO SERPIENTES, PERO INOCENTES COMO PALOMAS
  • PRECURSORES TENACES
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  • SE NECESITAN MÁS LUGARES DE ADORACIÓN
  • ADAPTACIÓN AL RÁPIDO CRECIMIENTO
  • “AHORA ESTAMOS EN EL PARAÍSO”
  • EL VERDADERO CONOCIMIENTO SE HACE ABUNDANTE
Anuario de los testigos de Jehová 2010
yb10 págs. 66-125

Uganda

POR siglos, diversos exploradores dedicaron sus vidas a buscar el nacimiento del Nilo, el imponente río que recorre la mitad del continente africano y que desemboca en el mar Mediterráneo. Con el tiempo, algunos de ellos consideraron que el lago Victoria y las montañas que lo rodean eran la principal fuente de sus inagotables aguas. En décadas recientes, a un buen número de los habitantes de la zona les ha entusiasmado el descubrimiento de una fuente más valiosa, de la cual brota “agua viva” que da “vida eterna” (Juan 4:10-14). Esta es la historia de la gente de Uganda, un pueblo con “sed de justicia” (Mat. 5:6).

“LA PERLA DE ÁFRICA”

Uganda es un bello país de clima templado que se encuentra en el centro del África ecuatorial. El deshielo de los glaciares de la majestuosa cordillera del Ruwenzori —o montañas de la Luna— alimenta los incontables ríos y lagos de la región. El suelo fértil y las lluvias copiosas propician la siembra de café, té y algodón. Además, abunda una clase de banana que se utiliza para preparar el matooke, uno de los platos más populares. También se consume yuca (mandioca), harina de maíz, mijo y sorgo.

En este país tropical habitan leones, elefantes, hipopótamos, cocodrilos, leopardos, jirafas y antílopes. Es el hogar de los chimpancés —una especie fascinante de monos—, y de los gorilas de montaña, que están en peligro de extinción. Asimismo, aves hermosas llenan el aire con sus agradables melodías. Sin duda, Uganda posee una extraordinaria belleza; por eso se la conoce como “la perla de África”.

SUS ENCANTADORES HABITANTES

Uganda tiene unos treinta grupos étnicos, y su población supera los 30.000.000 de habitantes. Muchos de ellos tienen inclinación religiosa y pertenecen a alguna iglesia de la cristiandad. Pero, tal como sucede en otros lugares, a menudo la adoración formal se mezcla con los rituales tradicionales. En general, los ugandeses son muy simpáticos y hospitalarios, y no es raro que algunos se arrodillen al momento de saludar o de prestar ayuda a una persona mayor.

Lamentablemente, en las décadas de 1970 y 1980, los disturbios políticos empañaron la belleza del país y provocaron la muerte de miles de personas. Para colmo, los estragos del sida han agravado el dolor de sus habitantes. Ha sido en medio de estas difíciles circunstancias que los testigos de Jehová han llevado consuelo y esperanza a los ugandeses, un pueblo con capacidad de recuperación.

LLEGA EL MENSAJE DEL REINO

Las buenas nuevas se oyeron por primera vez en Uganda en 1931, cuando la sucursal de Sudáfrica supervisaba la predicación en los países africanos al sur del ecuador. Dos precursores, Robert Nisbet y David Norman, fueron enviados a predicar en el inmenso territorio que hoy se conoce como Kenia, Uganda y Tanzania.

Estos dos hermanos estaban decididos a llevar el mensaje del Reino hasta los lugares más recónditos del centro de África. Comenzaron su campaña de predicación en Dar es Salaam el 31 de agosto de 1931 y llevaron consigo 200 cajas de publicaciones. De camino a las tierras altas de Kenia pasaron por la isla de Zanzíbar y por el puerto de Mombasa. Mientras viajaban en tren, predicaban a lo largo de la vía férrea en los pueblos al este del lago Victoria. Posteriormente cruzaron el lago a bordo de un barco de vapor y llegaron a Kampala, la capital de Uganda. Tras distribuir una gran cantidad de publicaciones y obtener muchísimas suscripciones a la revista The Golden Age, estos intrépidos evangelizadores continuaron su travesía tierra adentro, esta vez en automóvil.

Cuatro años después, en 1935, Robert Nisbet emprendió una nueva expedición a África oriental, procedente de Sudáfrica. Llegó con uno de sus hermanos menores, llamado George, y con Gray Smith y su esposa, Olga. Vivían en dos camionetas muy bien equipadas en las que recorrían caminos en mal estado y se abrían paso a través de cierta clase de plantas que alcanzaban los tres metros (10 pies) de altura. “A menudo dormían en la selva —dice un informe— y podían ver, oír y sentir el latido del corazón de África con su abundante vida silvestre... leones rugientes de noche, cebras que pacían apaciblemente, jirafas y la presencia amenazadora de rinocerontes y elefantes.” Sin dejarse intimidar, siguieron adelante y llegaron a lugares donde nunca antes se había predicado.

Robert y George Nisbet se fueron más tarde a Nairobi (Kenia), mientras que Gray y Olga Smith estuvieron un tiempo en Tanganica (actual Tanzania). Luego estos últimos se marcharon a Kampala (Uganda), pues las autoridades coloniales les ordenaron abandonar el país. Allí las condiciones tampoco eran favorables. La policía los mantenía bajo vigilancia continua. No obstante, los Smith no se amedrentaron y en solo dos meses distribuyeron 2.122 libros y folletos, y celebraron seis reuniones públicas. Posteriormente, el gobernador expidió una orden de deportación, y la pareja se vio obligada a salir del país. Se encontraron con los Nisbet en Nairobi y regresaron a Sudáfrica.

Con la bendición de Jehová, estas campañas de predicación fueron muy productivas, y se dio un excelente testimonio. A pesar de la oposición religiosa y la creciente presión del gobierno colonial, los hermanos distribuyeron aproximadamente tres mil libros y siete mil folletos, y obtuvieron numerosas suscripciones. Después de estas campañas pasaron muchos años antes de que se volviera a predicar en Uganda.

SE REANUDA LA PREDICACIÓN

En abril de 1950 se mudaron a Kampala los hermanos Kilminster, una joven pareja de Inglaterra. Predicaron con entusiasmo las buenas nuevas y se alegraron muchísimo cuando dos familias, una griega y la otra italiana, aceptaron el mensaje del Reino.

En diciembre de 1952, los hermanos Knorr y Henschel —de la sede mundial de los testigos de Jehová, ubicada en Nueva York— visitaron Nairobi (Kenia). Como el hermano Kilminster no quería perderse la oportunidad de estar con ellos, hizo el viaje desde Kampala. Los hermanos Knorr y Henschel animaron al pequeño grupo e hicieron planes para que se estableciera una congregación en Kampala. Los resultados no se dejaron esperar, y en el año de servicio de 1954, un máximo de diez publicadores participaron en el ministerio.

Ese mismo año, Eric Cooke, de la sucursal de Rodesia del Sur (actual Zimbabue), viajó a África oriental y estuvo un tiempo en la congregación de Kampala. Aunque los hermanos disfrutaban semanalmente del estudio de La Atalaya, hacían muy poco en el ministerio del campo. El hermano Cooke animó al hermano Kilminster a celebrar todas las reuniones de congregación, incluida la Reunión de Servicio. Y a fin de dar un mayor impulso a la predicación, destacó la importancia de ir de casa en casa y capacitó amorosamente a varios de los publicadores para efectuar esta obra.

Hasta entonces se predicaba principalmente a los europeos que residían en el país. Pero el hermano Cooke notó que la mayoría de los ugandeses de Kampala hablaban luganda. Con la intención de llegarles al corazón, sugirió que se tradujera una publicación a ese idioma. Así, en 1958 los publicadores empezaron a utilizar el folleto “Estas buenas nuevas del reino”, que se había traducido al luganda poco antes. ¡Qué estimulante fue aquello! La obra siguió progresando, y para 1961, el país ya contaba con diecinueve evangelizadores de las buenas nuevas.

En el trabajo, el hermano Kilminster conoció a George Kadu, un entusiasta ugandés de cuarenta y tantos años que hablaba muy bien tanto el inglés como el luganda. Cuando George aprendió que el nombre de Dios es Jehová, se interesó más por la verdad y comenzó a estudiar la Biblia. Enseguida acompañó al hermano Kilminster en la predicación para interpretar lo que decía. En 1956 tuvo lugar el primer bautismo en Uganda, que se llevó a cabo en el lago Victoria, cerca de Entebbe. Aquel día, George simbolizó su dedicación a Jehová.

Lamentablemente, la obra del Reino sufrió un fuerte revés pasado un tiempo. Algunos hermanos extranjeros tuvieron que regresar a sus países porque sus contratos de trabajo se vencieron; unos cuantos hermanos más fueron expulsados de la congregación; otros tropezaron por lo que vieron y terminaron alejándose. A pesar de todo aquello, el hermano Kadu amaba a Jehová y estaba seguro de que había encontrado la verdad. Se mantuvo fiel “en tiempo favorable [y] en tiempo dificultoso”, y fue anciano de congregación hasta su muerte, en 1998 (2 Tim. 4:2).

SIRVEN DONDE HAY MÁS NECESIDAD

Se necesitaban muchos predicadores del Reino para abarcar el extenso territorio de África oriental. Pero había otra dificultad: el gobierno colonial no permitía la entrada de misioneros a la zona. ¿Qué se podría hacer?

En 1957 se extendió una invitación a hermanos espiritualmente maduros de todo el mundo para mudarse a territorios con mayor necesidad de publicadores. Dicha invitación fue parecida a la que recibió el apóstol Pablo cuando, en una visión, un hombre le suplicó: “Pasa a Macedonia y ayúdanos” (Hech. 16:9, 10). Ahora bien, ¿qué impacto tendría aquella llamada mundial en la obra del Reino en Uganda?

Frank y Mary Smith manifestaron la misma disposición que el profeta Isaías e inmediatamente comenzaron a hacer los preparativos para mudarse a África oriental (Isa. 6:8).a En julio de 1959 zarparon de Nueva York con destino a Mombasa, vía Ciudad del Cabo. Desde allí se trasladaron en tren hasta Kampala, donde Frank consiguió empleo como químico en el Departamento de Estudios Geológicos del gobierno. Entonces se establecieron en Entebbe, una ciudad ubicada a unos 35 kilómetros (22 millas) al sur de Kampala. Nunca se habían predicado las buenas nuevas en ese hermoso lugar, a orillas del lago Victoria. Frank y Mary asistían regularmente a las reuniones de la pequeña, pero floreciente, congregación de Kampala.

Pronto los Smith les hablaron de la verdad a Peter Gyabi, funcionario de la administración pública, y a Esther, su esposa. Peter ya tenía el libro ¿Qué ha hecho la religión para la humanidad?b Pero no lo había leído porque estaba demasiado ocupado en el trabajo, y lo transferían de un lugar a otro continuamente. Cierto día, Peter tuvo que atender un complicado caso en el que dos tribus estaban disputándose un terreno. Oró diciendo: “Dios, si me ayudas con esto, prometo buscarte”. Cuando la situación se resolvió pacíficamente, recordó su promesa y comenzó a leer el libro. Entonces se dio cuenta de que lo que estaba leyendo era la verdad y buscó a los Testigos. Sintió una gran felicidad cuando conoció a Frank Smith, quien acordó darles clases bíblicas a él y a su esposa. Como resultado, esta encantadora pareja se bautizó, y hoy, después de cuatro décadas, ambos siguen siendo fieles proclamadores del Reino.

Otros Testigos extranjeros también se mudaron a zonas de mayor necesidad. Algunos consiguieron trabajo fuera de Kampala, lejos del territorio de la congregación. Por ejemplo, una pareja se estableció en Mbarara, un pequeño pueblo en las colinas del suroeste de Uganda, a 300 kilómetros (180 millas) de Kampala. En su casa se celebraban el Estudio de La Atalaya y el Estudio de Libro de Congregación. De vez en cuando viajaban a Kampala o a Entebbe para disfrutar del compañerismo de los hermanos. Además, se mantenían en contacto con la sucursal de Rodesia del Norte (actual Zambia) —localizada en Luanshya—, la cual estaba a cargo de la obra en África oriental. Harry Arnott, que supervisaba aquella sucursal, visitó Kampala en calidad de superintendente de zona y animó al puñado de publicadores que había en Uganda. ¡Qué agradecidos se sintieron los hermanos por el amor e interés que les mostró!

Tom y Ann Cooke, de Inglaterra, también estaban deseosos de servir en una zona donde se necesitaran publicadores del Reino. Tom solicitó empleo en varios países y, finalmente, obtuvo un puesto administrativo en el Ministerio de Educación de Uganda. Al principio, esta pareja y su hijita de cuatro años, Sarah, vivieron en un pequeño pueblo llamado Iganga, a unos 130 kilómetros (80 millas) al este de Kampala. Y tras el nacimiento de la segunda hija, Rachel, la familia se mudó a Jinja, lugar donde se cree que está el nacimiento del río Nilo. Posteriormente se establecieron en Kampala.

SACRIFICIOS Y BENDICIONES

Todas estas familias cumplieron un papel importante en la difusión de las buenas nuevas en Uganda. Es cierto que dejaron atrás sus estilos de vida y las comodidades acostumbradas, pero tuvieron el inmenso placer de ver cómo el mensaje del Reino cambiaba la vida de personas de corazón humilde. También formaron fuertes lazos de amor cristiano y de amistad con las familias ugandesas que adoraban a Jehová junto con ellos.

“Quedamos muy impresionados por la cortesía y la humildad de las personas del territorio —recuerda Tom Cooke—. Ha sido un gran honor aportar mi granito de arena al crecimiento de la congregación.”

Hablando de esta experiencia, Tom añade: “No podríamos haber elegido mejor ambiente para servir a Jehová y criar a nuestra familia. Aprendimos mucho de hermanos de diferentes países, disfrutamos de la compañía de los locales, recibimos privilegios de servicio, nos liberamos de la mala influencia de la televisión y, además, gozamos de las maravillas de la campiña africana. Estas fueron solo algunas de nuestras muchas bendiciones”.

El profundo aprecio que sentían los hermanos extranjeros por la organización de Jehová también se evidenció cuando tuvieron que viajar hasta Kenia para asistir a la asamblea de circuito. Muchos hicieron el recorrido de 750 kilómetros (500 millas) en tren, y otros, en autobús.

Estar presente en las asambleas de distrito requirió mayor esfuerzo. Por ejemplo, en 1961, hermanos de Uganda y Kenia viajaron hasta Kitwe, en Rodesia del Norte (actual Zambia). Uno de ellos relata: “El viaje nos tomó cuatro días. Tuvimos que recorrer 1.600 kilómetros [1.000 millas] por las peores carreteras de Tanganica [actual Tanzania], muchas de ellas sin pavimentar. Y para regresar a Uganda, tuvimos que atravesar la sofocante y polvorienta sabana africana. Pero fue toda una aventura, y estar con los hermanos, una gran bendición”. Sin duda, el arduo esfuerzo produjo grandes beneficios en sentido espiritual.

LA IMPORTANTE LABOR DE LOS MISIONEROS

En 1962, Uganda se independizó de Gran Bretaña. Al año siguiente, el hermano Henschel visitó Nairobi (Kenia) y habló de la posibilidad de enviar misioneros a Uganda. ¿Quiénes irían a este territorio?

Tom y Bethel McLain, graduados de la clase 37 de Galaad, habían llegado a Nairobi hacía poco. ¡Qué sorpresa se llevaron cuando los reasignaron a Kampala! Con gusto aceptaron el cambio de asignación y se convirtieron en los primeros misioneros de Galaad en ir a Uganda. “Al principio extrañamos Kenia —dice Tom—, pero enseguida comenzamos a disfrutar de los encantos de Uganda: sus amables habitantes y su interés por las buenas nuevas.”

En Kenia, Tom y Bethel habían estado aprendiendo suajili, pero ahora tenían que aprender un nuevo idioma, el luganda. Para lograrlo, contaban con lo siguiente: fuerte determinación, confianza en Jehová... y un manual para autodidactas. El primer mes que estuvieron en Uganda pasaron doscientas cincuenta horas estudiando, y el segundo mes, ciento cincuenta; claro, esto sin contar las cien horas que dedicaban al ministerio. Poco a poco fueron dominando el nuevo idioma y cosechando buenos resultados en la predicación.

En enero de 1964, a Tom y Bethel se les unieron Gilbert y Joan Walters, dos graduados de la clase 38 de Galaad. Otras dos parejas de aquella clase —Stephen y Barbara Hardy, y Ron y Jenny Bicknell— habían sido asignadas a Burundi, pero como tuvieron problemas para conseguir el visado, terminaron en Uganda. De pronto se necesitaba otra casa misional en Kampala.

La congregación de Kampala era inolvidable. Estaba compuesta por el hermano Kadu y su familia, por Margaret Nyende y sus hijos, por John y Eunice Bwali, que eran precursores especiales de Rodesia del Norte, y por sus tres hijas. Las reuniones se celebraban prácticamente al aire libre. Gilbert Walters recuerda: “Aunque éramos pocos, todo el mundo podía vernos y escucharnos. La familia Bwali empezaba cantando los cánticos; unían sus voces en contrapunto sin ningún tipo de instrumento. No se cohibían ante la gente que pasaba, y eso nos daba el valor para cantar con ellos”.

Los hermanos Walters fueron asignados poco después a abrir un hogar misional en Jinja, donde aún no se había predicado de manera organizada. Con el tiempo se abrieron otros dos hogares misionales: uno en Mbale, cerca de la frontera con Kenia, y otro en Mbarara. Precursores especiales que venían de otros países ayudaban a los misioneros. Sin duda, los campos estaban “blancos para la siega” (Juan 4:35). Ahora bien, ¿qué se podría hacer para acelerar la obra de recolección?

MEJOR ORGANIZACIÓN

Los siervos de tiempo completo intentaban por todos los medios predicar organizadamente el inmenso territorio. Entre semana visitaban las urbanizaciones, donde las calles y las casas estaban mejor identificadas. Pero ¿qué hacían en las zonas que no eran así?

“Trabajábamos el territorio montaña por montaña —explica el hermano McLain—. Dos publicadores se iban por un lado, y otros dos por el otro. Subíamos y bajábamos por los caminos predicando en toda la montaña, hasta que nos encontrábamos.”

Los extranjeros pronto se beneficiaron del apoyo de la creciente cantidad de Testigos ugandeses, ya que estos conocían muy bien tanto el territorio como las costumbres de la gente. Y trabajar hombro a hombro con los hermanos de otros países les dio a los ugandeses la oportunidad de adquirir experiencia en la predicación. En Jinja, por ejemplo, los hermanos locales acompañaban a los misioneros en el servicio del campo. Los domingos predicaban de casa en casa de ocho a diez de la mañana. Luego hacían revisitas durante una hora y conducían estudios bíblicos hasta el mediodía. De esta manera, todos en la congregación se beneficiaban del intercambio de estímulo a la vez que adquirían mayor habilidad en el ministerio.

Para aquel entonces, Jinja era la segunda ciudad más grande del país y hasta contaba con una planta de energía hidroeléctrica. Esto la convertía en una atrayente opción para el desarrollo industrial. Los misioneros tuvieron éxito al predicar en las bulliciosas estaciones de autobuses y taxis. Viajeros de lugares distantes con gusto se quedaban con las publicaciones bíblicas para leerlas durante su viaje. De esta forma, la semilla del Reino siguió esparciéndose hasta las partes más lejanas del país.

Los hermanos también se valieron de la radio para comunicar las buenas nuevas al mayor número de personas. Semanalmente transmitían a todo el país un programa titulado “Cosas en las que piensa la gente”. Mediante un diálogo entre el “señor Robbins” y el “señor Lee” se analizaban temas muy interesantes, tales como: “Lo que usted puede hacer para protegerse del delito y la violencia” y “Cómo enfrentar los problemas familiares”. Un hermano recuerda: “Era un poco extraño escuchar en la radio africana una conversación entre un hombre con acento americano y otro con acento escocés. A menudo, las personas del territorio nos hacían comentarios sobre el programa. No cabe duda de que este cumplió su propósito”.

AYUDA PARA LOS NUEVOS PUBLICADORES

El grupo de Jinja celebraba sus reuniones en el centro comunal de Walukuba, la urbanización más importante de la ciudad. “Muchos de los hermanos habían empezado a servir a Jehová hacía poco —dice Tom Cooke— y casi no tenían publicaciones para preparar sus discursos.” ¿Qué se hizo para ayudarlos?

El hermano Cooke añade: “Los misioneros improvisaron una biblioteca en la casa de un hermano que vivía en un lugar céntrico de la urbanización. Y todos los lunes por la noche, quienes tenían discursos llegaban a la biblioteca, y los misioneros les ayudaban a prepararse”. Actualmente, Jinja cuenta con varias congregaciones, y la pesca espiritual sigue siendo productiva en este punto del río Nilo.

LOS SUPERINTENDENTES VIAJANTES CONTRIBUYEN AL CRECIMIENTO ESPIRITUAL

A partir de septiembre de 1963, la nueva sucursal de Kenia se encargó de supervisar la predicación en Uganda. William y Muriel Nisbet fueron asignados a un circuito del área de Nairobi, pero que también abarcaba Uganda. Curiosamente, William estaba siguiendo los pasos de sus hermanos mayores, Robert y George, quienes habían estado entre los primeros predicadores de las buenas nuevas en Uganda treinta años antes. Ahora los hermanos se beneficiarían del denodado esfuerzo de otros miembros de la familia Nisbet.

El interés de la gente por la verdad seguía creciendo; cada vez se establecían más grupos, y los publicadores estaban esparcidos en una extensa zona. Por tanto, las visitas regulares de los superintendentes viajantes fueron muy provechosas, pues capacitaron y animaron a los hermanos. Además, ayudaron a los que vivían en zonas aisladas a tener presente que “los ojos de Jehová están sobre los justos” (1 Ped. 3:12).

En 1965, Stephen y Barbara Hardy visitaron las congregaciones de un circuito que se extendía desde Uganda hasta las islas Seychelles, localizadas a unos 2.600 kilómetros (1.600 millas) en el océano Índico. En cierto momento emprendieron una excursión por toda Uganda para determinar en qué territorios podrían obtener mejores resultados los precursores. Viajaron por casi todo el país en una furgoneta Volkswagen que la sucursal de Kenia les había prestado. En solo seis semanas visitaron Masaka, Mbarara, Kabale, Masindi, Hoima, Fort Portal, Arua, Gulu, Lira y Soroti.

“La travesía fue muy emocionante —relata el hermano Hardy—, y la predicación, una delicia. Todos, incluyendo las autoridades locales, fueron muy amables y serviciales. A veces tocábamos la puerta de una casa y comenzábamos a predicar. Poco a poco, los vecinos y otras personas que pasaban por el lugar se acercaban a escuchar la conversación. Al final, una simple visita casi se convertía en un discurso público. Cuando llegábamos a sitios muy aislados, las personas se acercaban rápidamente a nosotros, nos regalaban una sonrisa y nos trataban como si hubieran estado esperándonos. Las publicaciones se nos acababan en un abrir y cerrar de ojos. Dejamos más de quinientos libros y obtuvimos muchas suscripciones a La Atalaya y ¡Despertad!”

Todo parecía indicar que en el país había gran potencial de crecimiento espiritual, pues los ugandeses, además de ser simpáticos y curiosos, estaban muy interesados en las cosas espirituales. Se veía claramente la bendición de Jehová sobre la predicación en este fructífero territorio, y aquello emocionó mucho a los Hardy.

JEHOVÁ LO HACE CRECER

El 12 de agosto de 1965 se marcó un hito en la historia del pueblo de Jehová en Uganda: quedó registrada la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia, por lo que la obra de hacer discípulos obtuvo reconocimiento legal. En la década de los sesenta, George Mayende, Ida Ssali y Peter y Esther Gyabi se contaban entre los ugandeses de buen corazón que componían el fiel grupito de Testigos. En 1969 se informaron 75 publicadores en esta nación que entonces contaba con 8.000.000 de habitantes (una proporción de 1 Testigo por cada 100.000 personas). En 1970, el número de publicadores aumentó a 97, y en 1971, a 128. Para 1972 había 162 testigos de Jehová activos en Uganda.

El crecimiento espiritual animaba a los hermanos. Sin embargo, estaban al tanto de que su fortaleza no provenía de las cifras, sino de Jehová, el “Dios que lo hace crecer” (1 Cor. 3:7). Ahora bien, jamás se imaginaron que en la década de los setenta sus vidas cambiarían drásticamente y tendrían que enfrentarse a fuertes pruebas de fe. Un golpe militar llevó al general Idi Amin al poder en 1971. Entonces su gobierno dictatorial sumió al país en el caos, y, como resultado, miles de personas murieron. Cada día eran más los enfrentamientos entre el gobierno y los grupos que se oponían al nuevo sistema político. A veces cerraban las fronteras con los países vecinos; también se imponían toques de queda. Empezó a haber personas desaparecidas, y se comenzó a vigilar a otras. ¿Cómo reaccionarían nuestros hermanos ugandeses —quienes amaban la paz— ante la agitación social, la intimidación y la violencia?

¿“GOBERNACIÓN DIVINA” O GOBERNACIÓN HUMANA?

Justamente en aquel tiempo se estaban haciendo planes para celebrar en Kampala la Asamblea de Distrito de 1972 “Gobernación Divina”. Esta sería la primera asamblea de este tipo que se llevaría a cabo en Uganda. Asistirían siervos de Jehová de Kenia, Tanzania e incluso Etiopía. Pero ¿podría celebrarse a pesar de la enorme inestabilidad, los crecientes conflictos políticos y tribales, y las dificultades para cruzar la frontera? ¿Sería mejor cancelarla? Los hermanos pidieron con fervor a Jehová que bendijera los esfuerzos que se estaban haciendo para celebrar la asamblea y que protegiera a los asambleístas.

Más tarde, la situación política empeoró. Los hermanos visitantes llegaron a la frontera y vieron que grandes grupos de personas estaban huyendo del país. ¿Por qué? El gobierno había emitido la orden de expulsar de Uganda a todos los asiáticos —en su mayoría indios y paquistaníes— que no fueran ciudadanos del país. Otros extranjeros, entre ellos muchos maestros de escuela, también se marcharon, pues temían que aquel decreto los perjudicara posteriormente. Pese a todo, los asambleístas seguían llegando. ¿Qué les esperaría en una ciudad llena de conflictos políticos?

Para sorpresa de todos, la paz reinaba en Kampala. Los hermanos y otras personas interesadas estaban esperando alegremente la llegada de sus invitados en el lugar donde se celebraría la asamblea. Además, las autoridades habían permitido que los hermanos colocaran, en la calle más transitada de la ciudad, una enorme pancarta donde se anunciaban la fecha y el lugar de la asamblea. También contenía en letra negrita el tema del discurso público: “Gobernación divina... la única esperanza de toda la humanidad”. Este resultó ser muy oportuno en vista de la tensión política que atravesaba el país.

El programa se presentó sin contratiempos, y la asistencia máxima fue de 937 personas, lo cual representó un importante logro en la historia de la adoración pura en Uganda. Aunque al volver a casa los asambleístas extranjeros enfrentaron algunos problemas en las fronteras, su celo no disminuyó; además, pudieron llegar sanos y salvos. Incluso en medio de la creciente confusión política, los hermanos demostraron valerosamente su lealtad al Soberano del universo. En esos momentos cruciales, Jehová hizo de su pueblo uno “denodado [...,] con fuerza” (Sal. 138:3).

Entre los ugandeses presentes en la asamblea estuvieron George y Gertrude Ochola. Ella cuenta: “Era la primera asamblea a la que iba, y en ella me bauticé”. Aunque George no era Testigo, fue a la asamblea, pues, como buen fanático del fútbol, estaba muy interesado en ver el estadio. Pero con el tiempo, el buen ejemplo de su esposa y lo que aprendió de la Biblia lo llevaron a simbolizar su dedicación a Dios mediante el bautismo en 1975 en Kenia.

Gertrude fue una de las primeras personas que aprendieron la verdad en el norte del país. Ella recuerda: “En 1972, cuando me bauticé, estaba muy feliz. Pero ahora mi felicidad es mucho mayor. En aquel entonces, la zona donde vivía estaba muy aislada. Hoy, en cambio, tenemos un Salón del Reino, un hogar misional y una oficina de traducción”.

UN “TIEMPO DIFICULTOSO”

De manera repentina, el 8 de junio de 1973 se anunció por radio y televisión que las actividades de doce grupos religiosos, incluidos los testigos de Jehová, quedaban proscritas. El nuevo gobierno comenzó a sembrar el terror y la desconfianza entre los habitantes y acusó falsamente a los extranjeros de ser espías. A los misioneros se les hacía cada vez más difícil participar en la predicación. En realidad, para los testigos de Jehová de Uganda había comenzado un “tiempo dificultoso” (2 Tim. 4:2). ¿Qué sería de ellos?

Dos parejas de misioneros abandonaron Uganda ese año, pues no les concedieron permiso para vivir más tiempo en el país. A mediados de julio, los doce misioneros que se habían quedado fueron obligados a irse. Pero los extranjeros que se habían mudado a zonas de mayor necesidad pudieron quedarse debido a sus trabajos, aunque no por mucho tiempo, ya que al año siguiente se les dijo que se marcharan.

‘CONSTANTES E INMOVIBLES’

Como es lógico, los publicadores ugandeses lamentaron la partida de sus queridos hermanos extranjeros. No obstante, Jehová les dio las fuerzas para permanecer ‘constantes e inmovibles’ (1 Cor. 15:58). La lealtad que manifestaban los siervos de Jehová se refleja en las palabras de un hermano de edad avanzada llamado Ernest Wamala, quien, tras enterarse de que la obra había sido proscrita, dijo: “¿Pero cómo van a proscribir lo que ya tengo en el corazón?”.

¿Cómo manejarían los asuntos los ancianos ugandeses, como George Kadu y Peter Gyabi, ahora que los ancianos de congregación extranjeros no estaban? Estar fuertes en sentido espiritual y conocer bien la cultura del país les ayudó mucho. “Un ugandés que aprende la verdad y sirve a Jehová —explica el hermano Gyabi— necesita mucha autodisciplina para abandonar las costumbres que están en conflicto con las normas de Dios. En aquel entonces, la autodisciplina era especialmente importante para los hermanos que ocupaban puestos de responsabilidad, ya que solo disponían de las instrucciones escritas de la organización de Jehová.” El estudio profundo los ayudó a protegerse de falsas enseñanzas humanas. En efecto, el pueblo de Jehová siguió progresando incluso durante este período lleno de dificultades.

Por otro lado, la población en general se sentía cada vez más insegura. Muchas personas eran perseguidas, y otras temían a los militares. Había corrupción en todos lados, lo que ocasionó que la economía colapsara. La bella Uganda estaba sufriendo. ¿Encontrarían los hermanos razones para regocijarse a pesar de tantos problemas?

LAS REUNIONES, OCASIONES FELICES

El gobierno hacía todo lo posible para frustrar cualquier reunión política que pareciera ser una amenaza. Aunque los testigos de Jehová siempre mantuvieron estricta neutralidad cristiana, siguieron obedeciendo el mandato bíblico de reunirse para animarse unos a otros (Heb. 10:24, 25). Se requirió mucho valor e ingenio para celebrar las reuniones a pesar de la vigilancia estrecha de las desconfiadas autoridades. Ahora bien, ¿cómo podrían los siervos de Dios reunirse sin llamar la atención?

Formaban pequeños grupos en casas particulares. Y para poder reunirse en grupos más grandes, organizaban una comida al aire libre, guardando así las apariencias. Una vez al mes, por ejemplo, toda la congregación se juntaba en un parque o en el patio de alguna casa para tener el discurso público y el Estudio de La Atalaya. Llevaban la Biblia y otros libros con discreción y, además, iban cargando con lo necesario para una comida; eran todos unos expertos. La estrategia funcionó, pues como los ugandeses son muy sociables, no es raro que los amigos o familiares se reúnan para divertirse. Aquellas ocasiones hacían pensar a los hermanos en la alegría que debieron sentir los israelitas de la antigüedad al celebrar sus fiestas religiosas (Deu. 16:15).

Durante la proscripción de la obra usaron esa misma táctica para llevar a cabo asambleas de circuito cuyo programa era más corto. Los hermanos nunca dejaron de reunirse ni de predicar las buenas nuevas a pesar de la oposición del gobierno. Algunos incluso tuvieron la oportunidad de asistir a las asambleas en Nairobi y de animar a los demás con sus experiencias al volver a casa.

CAUTELOSOS COMO SERPIENTES, PERO INOCENTES COMO PALOMAS

Los hermanos encargados de dirigir la obra tenían motivos para pensar que si eran “cautelosos como serpientes, y, sin embargo, inocentes como palomas”, la proscripción no se aplicaría con tanto rigor y las actividades teocráticas podrían continuar (Mat. 10:16). Por eso, tomando las debidas precauciones, los precursores especiales permanecieron en sus asignaciones y los publicadores también siguieron predicando de casa en casa.

Por supuesto, no todo el mundo se alegraba de ver a los testigos de Jehová en su puerta. En cierta ocasión, a mediados de la década de 1970, Peter Gyabi se hallaba predicando en compañía de un adolescente llamado Fred Nyende. La madre del joven había conocido la verdad en 1962, cuando él era muy pequeño. Pero Fred había crecido, y su madurez estaba a punto de verse sometida a prueba.

En una casa salió un señor muy enojado —al parecer un policía vestido de civil— que se dio cuenta de que Peter y Fred eran testigos de Jehová. Así que los arrestó y los obligó a subir a su vehículo. Como es natural, ellos se pusieron nerviosos, pues miles de personas detenidas de esa forma habían desaparecido sin dejar rastro. Además, era habitual que se torturara a la gente con cualquier pretexto, o sin él. De camino a la comisaría, Peter y Fred tuvieron tiempo de pedirle a Jehová que les diera fuerzas para mantenerse calmados y fieles. El hombre los condujo ante su superior, hostigándolos con acusaciones y preguntas. No obstante, Peter y Fred comprobaron la veracidad de las palabras de Proverbios 25:15: “Por paciencia se induce a un comandante, y una lengua apacible misma puede quebrar un hueso”. Afortunadamente, aquella tarde no se quebró ningún hueso literal. La serenidad con que Peter explicó nuestra postura de obediencia a las leyes seglares y a los principios bíblicos, así como el respeto que ambos hermanos mostraron mediante su conducta y sus respuestas, acabaron con los prejuicios del jefe de policía. ¿Con qué resultado?

Aquel hombre no solo dejó en libertad a Peter y a Fred, sino que ordenó al policía que los había arrestado llevarlos de vuelta al territorio. El humillado “escolta” aceptó a regañadientes, y los hermanos dieron gracias a Jehová por haberlos salvado.

Otros encuentros con la policía no fueron tan tensos. Por ejemplo, Emmanuel Kyamiza y su esposa celebraban secretamente reuniones en su casa, en Entebbe, a las que asistían su familia y un pequeño grupo de personas interesadas. Además, a fin de evitar que alguien pudiera rastrear sus actividades, Emmanuel iba cambiando los lugares donde se reunía con cada persona para impartirle enseñanzas bíblicas. Pasado algún tiempo creyó que sus métodos para eludir a la policía funcionaban. Pero un día, cuando acababa de reunirse con un estudiante en el Jardín Botánico de Entebbe, se le acercó un policía. Emmanuel trató rápidamente de quitar de la vista las publicaciones que estudiaban, pero el policía le dijo: “¿Por qué esconde los libros? Estamos al tanto de lo que hace. Sabemos que es testigo de Jehová, e incluso sabemos dónde se reúne con los demás. Si hubiéramos querido, lo habríamos arrestado hace mucho tiempo. No se preocupe, puede continuar como hasta ahora”. Así que Emmanuel continuó con su labor, y hay que decir que lo hizo fielmente.

Tiempo después, cuando se jubiló y volvió a la aldea de su familia, tuvo que soportar muchas burlas y oposición. Al igual que Jesús, careció de honra “en su propio territorio” (Mar. 6:4). A pesar de todo, Emmanuel siguió “medrando durante la canicie” hasta bien entrados los 70 años, pues para asistir a las reuniones recorría en bicicleta 30 kilómetros (18 millas) de ida y otros tantos de vuelta (Sal. 92:14). En la actualidad tiene cerca de 90 años y todavía es un fiel siervo ministerial, aunque ya no viaja en bicicleta tanto como le gustaría.

PRECURSORES TENACES

A pesar de la inestabilidad reinante, siempre hubo quienes encontraron la forma de emprender el precursorado. James Luwerekera, un empleado del gobierno que se bautizó en 1974, fue un precursor muy entregado. Poco después de su bautismo empezó a trabajar de granjero para poder llevar las buenas nuevas a quienes vivían cerca de su aldea natal. Su esposa también estudió durante algún tiempo, pero luego fue volviéndose cada vez más hostil.

Por ejemplo, cierto día James y algunos hermanos salieron de viaje antes del amanecer para asistir a una asamblea de distrito en Nairobi. Más tarde, cuando el vehículo en que viajaban tuvo que detenerse en un control de carretera, los hermanos notaron algo extraño: James llevaba ropa que ni le quedaba bien ni combinaba, y esa no era su costumbre. En un principio, él dijo bromeando que se había vestido a oscuras y deprisa. Pero cuando sus amigos siguieron haciendo preguntas, les confesó que su esposa le había escondido la ropa de vestir para evitar que fuera a la asamblea. Así que no tuvo más remedio que ponerse lo primero que encontró. Sus compañeros de viaje amablemente le prestaron algo de ropa, y James llegó bien vestido a la asamblea.

Aunque el rechazo que James soportaba en su hogar y en el vecindario a veces no era más que una mera incomodidad, en otras ocasiones se hacía más intenso. A pesar de que la situación se prolongó durante años, James aguantó pacientemente todo ese tiempo y siguió fiel hasta su muerte, ocurrida en 2005. Los hermanos todavía recuerdan su fe, y sin duda Jehová también la recuerda.

“UN HERMANO NACIDO PARA CUANDO HAY ANGUSTIA”

“Un compañero verdadero ama en todo tiempo, y es un hermano nacido para cuando hay angustia.” (Pro. 17:17.) Los Testigos de Kenia demostraron ser compañeros verdaderos durante las angustias y peligros que afrontaron sus hermanos ugandeses en la década de 1970. Los superintendentes viajantes y los representantes de la sucursal necesitaron valor para cruzar la frontera de Uganda a fin de proporcionar apoyo y estímulo a sus queridos hermanos de aquel país.

El caos político estalló en 1978 cuando una facción del ejército ugandés invadió territorio de Tanzania. El ejército tanzano respondió derrocando al gobierno ugandés en abril de 1979 y obligando a huir al temido dictador de Uganda, Idi Amin. La apresurada huida de Amin supuso muchos cambios en el país. Un hermano explica: “Al irse Amin, se acabó la proscripción”. El periódico Uganda Times anunció: “Los misioneros ya pueden regresar”. El pueblo de Jehová tenía de nuevo libertad religiosa.

“IRÉ INCLUSO SI QUIEREN MATARME”

Tras el cambio de gobierno, la situación en Uganda era caótica. Aunque había libertad, los robos y saqueos eran frecuentes, y la violencia, indescriptible. Con todo, los hermanos de la sucursal de Kenia dispusieron enseguida que Günter Reschke y Stanley Makumba fueran a Uganda y comenzaran a celebrar asambleas de circuito.

“Dos semanas antes de visitar el país —recuerda Günter—, habíamos impartido un curso de la Escuela del Servicio de Precursor en Meru, cerca del monte Kenia. Recuerdo que estaba leyendo en el periódico que en Kampala había muchos asesinatos, sobre todo de noche. Tras leer en voz alta parte de una noticia, me lamenté: ‘¡Y este es el lugar adonde se supone que vayamos la semana que viene!’. Pero entonces pensé: ‘¿Voy a ser como Jonás y a huir de mi asignación?’. Inmediatamente dejé a un lado mis temores y me dije: ‘Iré incluso si quieren matarme. No huiré como Jonás’.”

Los hermanos siguieron con sus planes: Stanley visitó las congregaciones del interior del país, mientras que Günter fue a las ciudades más grandes. Ellos recuerdan: “Tras la guerra hubo que reorganizar muchas cosas. En aquel entonces solo había 113 publicadores activos en Uganda. Todos estaban contentos de poder reunirse libremente de nuevo. Se celebró una asamblea, y tuvimos la alegría de contar con 241 asistentes”. Aunque las semillas de la verdad habían sido terriblemente pisoteadas, se veía que aún podían dar fruto.

TIEMPOS PELIGROSOS

Cuando visitaron Mbale, cerca de la frontera oriental de Uganda, Günter y Stanley dejaron su vehículo estacionado frente al hogar de su anfitrión. De noche oyeron a unos ladrones mientras estos se llevaban partes del vehículo. Günter estaba a punto de gritar a los ladrones cuando recordó que, a principios de semana, unos matones habían asesinado a tiros a una persona que trataba de impedir un robo. Así que se lo pensó mejor y, teniendo en cuenta que el valor del vehículo no podía compararse con el de su vida, decidió no intervenir. Cuando amaneció, vieron que faltaban dos neumáticos y el parabrisas. Denunciaron el robo a la policía, que les aconsejó: “Llévense el vehículo antes de que los ladrones vuelvan por más piezas”.

Los hermanos partieron hacia Kampala tan pronto como fue posible. Claro, sin parabrisas, el viaje de 250 kilómetros (155 millas) resultó bastante incómodo, pues para protegerse de la lluvia y el viento, Günter solo contaba con una manta, y Stanley, con un sombrero. ¿Y los neumáticos? En su lugar, usaron el de repuesto y otro que pidieron prestado, al cual se le salía el aire. Para colmo, les dijeron que debían devolver el neumático prestado en dos días. Así que ambos contuvieron el aliento, esperando que los neumáticos contuvieran el aire.

La situación se complicaba aún más porque tenían que recorrer un tramo de carretera por la selva en el que los asaltos eran comunes. Su anfitrión les había aconsejado: “Conduzcan rápido y no permitan que nadie los rebase”. Los intrépidos hermanos se sintieron aliviados cuando llegaron sanos y salvos a Kampala, y en un tiempo récord. De hecho, todavía pudieron encontrar a alguien que llevara de vuelta a Mbale el neumático prestado.

NUEVOS PELIGROS Y MÁS OPORTUNIDADES

En 1980, mientras el hermano Reschke visitaba la sede mundial en Brooklyn (Nueva York), se le invitó a presentar un informe a la familia Betel sobre la situación en Uganda. Después, algunos miembros del Cuerpo Gobernante expresaron su deseo de poder enviar de nuevo misioneros a ese país. Todo el mundo veía que era un buen momento para aumentar la actividad misional. Ya era posible reunirse en grupos más grandes, y en 1981, el número de publicadores llegó a 175. De hecho, en julio de aquel mismo año hubo un nuevo máximo de 206 publicadores, que causó gran emoción.

Por desgracia, las luchas de los diez años anteriores habían dejado armas y municiones al alcance de muchas personas sin escrúpulos, así que la frecuencia de los robos y los tiroteos era alarmante. Los hermanos fueron prudentes al distribuir nuestras consoladoras publicaciones bíblicas por todo el territorio, y en el mes de julio distribuyeron un promedio de 12,5 revistas por publicador. Sin embargo, limitaban la predicación —así como el resto de sus actividades— a las horas del día porque con la caída de la noche aumentaba muchísimo el riesgo de asaltos. A pesar de los peligros, era indudable que había posibilidades de crecimiento.

SE RECIBEN MISIONEROS DE NUEVO

Los graduados de Galaad Jeffrey Welch y Ari Palviainen llegaron a Kampala procedentes de Kenia en septiembre de 1982. Desde el principio, Jeff y Ari, como los llamaban los hermanos ugandeses, obtuvieron resultados muy satisfactorios. Jeff recuerda: “En aquel tiempo, la gente estaba hambrienta en sentido espiritual, y nuestras revistas, con sus atractivos temas, prácticamente se distribuían solas”.

En diciembre, a Jeff y Ari se les unieron Heinz y Marianne Wertholz, graduados de la Extensión de la Escuela de Galaad en Wiesbaden (Alemania). Desde el principio, a los Wertholz les impresionó mucho la forma en que sus hermanos de Uganda eran capaces de salir adelante en medio de condiciones tan inadecuadas y peligrosas.

Heinz recuerda: “Muchos servicios, como el suministro de agua y las comunicaciones, no funcionaban. La situación política se mantenía tensa. En más de una ocasión corrieron rumores de un golpe de estado, y había muchos controles militares en las carreteras. Además, los tiroteos y los robos eran comunes, sobre todo de noche. Cuando oscurecía, nadie andaba por las calles. Todo el mundo permanecía en su casa esperando —y a menudo pidiéndole a Dios— que la noche pasara sin visitas inesperadas”.

A Heinz y Marianne se les invitó a alojarse con Sam Waiswa y su familia mientras encontraban una casa que pudiera usarse como hogar misional. Aunque Sam era maestro de profesión, sus recursos se habían reducido muchísimo debido a las condiciones económicas del país, lo que hacía verdaderamente notable la hospitalidad de su familia.

“Resultó difícil encontrar casa en una zona segura —recuerda Heinz—, así que tuvimos que quedarnos cinco meses en el hogar de Sam. Durante ese tiempo llegamos a conocernos muy bien. Algunas veces la familia, que era grande, solo podía comer una vez al día, pero siempre estaban contentos, y los niños eran respetuosos y obedientes. Como el suministro de agua de la ciudad era deficiente, los niños tenían que traer el agua en recipientes de plástico de 20 litros (cinco galones), que transportaban sobre la cabeza. Cuando llegábamos a casa después de predicar, siempre encontrábamos agua limpia. Sobra decir que aprendimos a economizar. Por ejemplo, solo usábamos unos litros de agua para bañarnos y poníamos en una palangana el agua con que nos habíamos enjuagado, para luego usarla en el inodoro.”

En abril de 1983, unos diez años después de que los misioneros anteriores se vieran obligados a salir de Uganda, los cuatro nuevos misioneros encontraron casa en una zona relativamente tranquila. La inseguridad general y la escasez de provisiones ocasionaban muchos problemas, pero el amor de los hermanos del país compensó con creces aquellos inconvenientes.

“Siempre disfrutábamos de impartir las buenas nuevas a los ugandeses —explica Marianne—. Eran religiosos, casi todos tenían la Biblia y les gustaba conversar. Eran de trato fácil, muy educados y, a pesar de los problemas económicos y de otro tipo, siempre se les veía felices y sonrientes.”

LOS DE EDAD AVANZADA QUIEREN HACER MÁS

Muchas personas mayores, a las que se tiene en gran estima en la cultura ugandesa, han aceptado las buenas nuevas y dedicado su vejez a servir a Jehová. Un ejemplo fue Paulo Mukasa, un maestro retirado que tenía 89 años cuando conoció la verdad bíblica. Había vivido las dos guerras mundiales, un gobierno colonial, una dictadura violenta y varios períodos de agitación política. Por ello, estaba ansioso de aprender sobre el Reino de Dios. A Paulo le encantó descubrir que el Rey Mesiánico, Jesucristo, librará a los pobres y a los afligidos de la opresión y la violencia (Sal. 72:12, 14).

Dos años más tarde, cuando Paulo reunió los requisitos para el bautismo, los hermanos no estaban seguros de que se pudiera sumergir en el agua a una persona tan mayor. Pero no tenían por qué haberse preocupado. Mientras un candidato joven no se decidía a meterse en el agua por los nervios, Paulo fue bautizado y, a sus 91 años, salió del agua con una sonrisa de oreja a oreja. Aunque tenía algunas limitaciones para predicar, hablaba con entusiasmo de las buenas nuevas del Reino a cualquier persona que lo visitara, y siguió haciéndolo hasta que murió algunos años después.

Lovinca Nakayima también tuvo que lidiar con la vejez y la mala salud. Tenía las piernas tan hinchadas que no podía moverse por sí sola. Sin embargo, cuando se animó a la congregación a hacer el precursorado auxiliar durante un mes en la época de la Conmemoración, ella quiso intentarlo. Para ayudarla, los hermanos daban cursos bíblicos en la casa de Lovinca a las personas interesadas. Los misioneros también le enseñaron a ella cómo escribir cartas a gente de otras aldeas, algo que podía hacer en cualquier momento conveniente. Además, un anciano la llevaba los sábados a una zona pública muy concurrida de Kampala donde podía sentarse cómodamente sobre un muro bajo y dar testimonio a los transeúntes durante todo el día. Feliz y satisfecha al final del mes, Lovinca dijo: “Ahora veo que puedo lograrlo y disfrutar de ello”. Así que no solo hizo el precursorado auxiliar durante aquel mes; gracias al apoyo bondadoso de la congregación, ¡consiguió hacerlo durante once meses seguidos!

“¿CÓMO SE DICE...?”

En la década de 1980, a los diligentes publicadores de Uganda les alegró mucho que llegaran con regularidad misioneros celosos. Algunos acababan de graduarse de Galaad, y otros se habían visto obligados a salir de sus asignaciones misionales en Zaire (actual República Democrática del Congo). El aumento de misioneros en Kampala y Jinja permitió abarcar mejor estos territorios densamente poblados, y los misioneros se emocionaron al ver que el campo de Uganda estaba listo para la siega. De hecho, el problema no era hallar interés, sino cultivarlo.

Lleno de entusiasmo tras el curso de varios meses en Galaad, Mats Holmkvist estaba deseando dominar el idioma del lugar a fin de cultivar el interés de la gente en la verdad. Por aquel entonces, Fred Nyende era precursor especial en Entebbe, y sus habilidades como intérprete y traductor sirvieron para enseñar a los nuevos misioneros a lograr un buen dominio del luganda, un idioma lleno de palabras que podían resultar difíciles de pronunciar. De hecho, a Mats se le hizo verdaderamente difícil aprender el nuevo idioma.

—¿Cómo se dice “Reino de Dios” en luganda? —preguntó Mats en una de sus primeras clases.

—“Obwakabaka bwa Katonda” —fue la rítmica respuesta de Fred.

“Eso no hay quien lo pronuncie”, pensó Mats, arrepentido de haber preguntado. Sin embargo, Mats progresó de forma sorprendente y consiguió hablar el luganda bastante bien.

LA COSECHA AUMENTA

A pesar de las dificultades que atravesaron los ugandeses durante la mayor parte de los años ochenta, su respuesta a la verdad bíblica fue extraordinaria. El número de publicadores aumentó más del ciento treinta por ciento —pasando de 328 en 1986 a 766 en 1990—, y por todo el país se formaron grupos nuevos. La cantidad de congregaciones de Kampala se duplicó. La congregación de Jinja vio con alegría cómo su número de publicadores se triplicaba, mientras que el grupo de Iganga no tardó en convertirse en congregación.

“El crecimiento era tan rápido —recuerda un anciano de Jinja— que nos preguntábamos de dónde salían todos aquellos nuevos publicadores. Durante una temporada tuvimos que dedicar tiempo cada domingo para hablar con quienes deseaban ser publicadores no bautizados.”

LA COSECHA EN UN CAMPO MAYOR

Uno de los factores que contribuyeron al enorme crecimiento fue el excepcional espíritu de precursor de los hermanos. Al igual que Pablo, Silas y Timoteo en el primer siglo, los siervos de tiempo completo de Uganda fueron un ejemplo digno de imitar (2 Tes. 3:9). Con tanta necesidad y con tan buenos modelos, muchos publicadores entusiastas se sintieron motivados a ampliar su ministerio. A las filas de los diligentes precursores se unieron jóvenes y mayores, solteros y casados, hombres y mujeres, e incluso algunos con familias que mantener. Por término medio, más del veinticinco por ciento del total de publicadores participaron en alguna modalidad del precursorado a finales de la década de 1980, y algunos de ellos han podido seguir en el servicio de tiempo completo hasta el día de hoy.

Los precursores apoyaban de buena gana las campañas especiales de predicación que se efectuaban cada año, a las que allí se llamaba cariñosamente campañas de Macedonia (Hech. 16:9, 10). En la actualidad siguen realizándose: las congregaciones predican por un máximo de tres meses en territorios no asignados o que rara vez se trabajan. Y a fin de predicar en territorios donde hay más necesidad, algunos precursores regulares son nombrados precursores especiales por un tiempo. Los resultados han sido muy alentadores: muchas personas sinceras han expresado su agradecimiento por estas campañas que las pusieron en contacto con la verdad, y se han formado numerosos grupos y congregaciones.

En cierta campaña, los misioneros Peter Abramow y Michael Reiss predicaron en la ciudad de Kabale y se pusieron en contacto con Margaret Tofayo, que había estudiado la Biblia tiempo atrás. Ella estaba convencida de que los Testigos le habían enseñado la verdad, y ya había estado hablando de sus creencias de manera informal. Los misioneros querían ayudarla en todo lo posible, así que le dieron el único ejemplar que tenían del libro Razonamiento a partir de las Escrituras. Antes de marcharse, los hermanos visitaron a Margaret por última vez, y ella los sorprendió con una comida especial. Se sintieron muy agradecidos por su bondad y generosidad, pero incómodos al darse cuenta de que había guisado para ellos la única gallina que tenía. Sabían que los huevos de aquella gallina habían servido para mejorar la limitada dieta de su familia. Pero ella les dijo: “No se preocupen. Durante su visita, ustedes me han dado más de lo que yo puedo darles con esta comida”. Con el tiempo, ella se bautizó y siguió siendo una publicadora fiel hasta su muerte.

El rápido crecimiento también puede atribuirse al modo en que los hermanos utilizaron las excelentes publicaciones disponibles. Mats, mencionado anteriormente, indica: “Aunque siempre nos esforzamos por mejorar nuestras habilidades como maestros, la Biblia y las publicaciones son lo que más influye en la gente y la motiva a hacer cambios en su vida. Nuestros prácticos folletos incluso llegan al corazón de quienes, aunque no saben leer bien, tienen sed de la verdad”.

LA LUCHA CONTRA LOS OBSTÁCULOS

Sin embargo, para lograr el notable aumento que se produjo a fines de la década de 1980, también hubo que superar obstáculos. Mediante un golpe de estado perpetrado en julio de 1985, los militares recuperaron el poder. Resurgió la inseguridad, y se intensificó la guerra de guerrillas. En su huida, las tropas del gobierno depuesto saquearon y destrozaron todo a su paso, y dispararon indiscriminadamente contra la población. Durante algún tiempo se produjeron batallas encarnizadas en la zona de Jinja donde vivían los misioneros. Cierto día, el hogar misional fue asaltado por los soldados, pero cuando estos se enteraron de quién vivía allí, no destruyeron nada y se llevaron muy pocas cosas. Más adelante, en enero de 1986, un régimen distinto llegó al poder e intentó devolverle cierta estabilidad al país.

Este gobierno pronto tuvo que enfrentarse a un enemigo nuevo y devastador, el sida. Cuando la pandemia azotó en los años ochenta, Uganda fue uno de los países más afectados. Se cree que murieron 1.000.000 de personas, cifra que posiblemente supere a la de las muertes ocurridas durante quince años de agitación política y guerra civil. ¿Cómo afectó la enfermedad a nuestros hermanos?

“Había quienes comenzaban a servir a Jehová con mucho celo y energía —explica un precursor regular llamado Washington Ssentongo—, pero luego morían de sida. Habían contraído el virus antes de aprender la verdad.” A otros se lo habían transmitido cónyuges que no eran creyentes.

“A veces parecía que no pasaba ni un solo mes sin que llegara a nuestros oídos que se había enterrado a alguien que conocíamos y amábamos —recuerda Washington—. Todos estaban perdiendo a miembros de su familia. Además, había mucha superstición en torno al sida. Numerosas personas lo relacionaban con la brujería y las maldiciones. Y este modo de pensar equivocado las hacía víctimas del temor y los prejuicios infundados, y les impedía ver los asuntos con claridad y equilibrio.” A pesar de todo, nuestros fieles hermanos se consolaban mutuamente con la esperanza de la resurrección y se mostraban auténtico amor cristiano.

A finales de los años ochenta había un clima de optimismo en Uganda. Se iba restableciendo la seguridad, y el país estaba logrando la recuperación económica. Las infraestructuras mejoraron, y se reanudaron o implementaron diversos programas sociales.

Sin embargo, como cada vez había más gente que ponía su confianza en los ideales políticos, en ocasiones se malinterpretó la neutralidad de los testigos de Jehová. En un caso, las autoridades detuvieron arbitrariamente la construcción de un Salón del Reino. Además, se denegó la autorización para celebrar algunas asambleas, y varios misioneros tuvieron que dejar el país cuando caducaron sus permisos de residencia. A finales de 1991 solo quedaban dos misioneros. ¿Qué podría hacerse para mejorar la situación?

Al final, se decidió que una delegación de hermanos se reuniera con las autoridades para explicarles nuestra postura neutral. Cuando estas la comprendieron, se permitió que los misioneros volvieran a Uganda. La obra prosiguió sin estorbos, y en 1993, Uganda informó con satisfacción que tenía 1.000 publicadores. Después de solo cinco años, la cifra aumentó a 2.000. En la actualidad hay unos cuarenta misioneros que realizan una labor excelente por todo el país.

LA TRADUCCIÓN DE PUBLICACIONES ACELERA LA COSECHA

Se habla inglés en todo el país, y el idioma vernáculo más utilizado es el luganda. Además, los diversos grupos étnicos hablan más de treinta idiomas. Por ello, el progreso en la labor de traducción ha desempeñado un papel clave en el crecimiento más rápido de los últimos años.

“Aunque mi madre era una testigo fiel —explica Fred Nyende—, les sacaba mayor provecho a las reuniones cuando yo traducía artículos de estudio del inglés al luganda. Lo que no me imaginaba es que estaba adquiriendo práctica para un trabajo de traducción a mayor escala.” ¿A qué se refería Fred?

Poco después de que Fred empezara el precursorado en 1984, se le pidió que impartiera un curso de luganda a los misioneros. Al año siguiente se le invitó a formar parte del equipo de traducción a dicho idioma. Tanto él como los demás traductores realizaban el trabajo en casa durante su tiempo libre, pero luego todos pudieron trabajar juntos a tiempo completo en una pequeña habitación anexa al hogar misional. Resulta interesante que durante la proscripción que hubo a mediados de los años setenta, algunos números de La Atalaya se tradujeron al luganda y se mimeografiaron. Sin embargo, aquella labor se interrumpió después de un tiempo, y La Atalaya no volvió a publicarse en luganda hasta 1987. Desde entonces se han añadido miembros al equipo de traducción, y todos han trabajado duro a fin de traducir más publicaciones para el creciente número de congregaciones en que se habla el luganda, que ahora son casi la mitad de las que hay en el país.

Con el tiempo, nuestras publicaciones también se tradujeron a otros idiomas, y hoy existen equipos permanentes de traducción para los idiomas acholi, lhukonzo y runyankore. Además, se han traducido ciertas publicaciones a otros idiomas, como ateso, lugbara, madi y rutoro.

Los equipos que traducen al acholi y al runyankore trabajan en oficinas de traducción ubicadas respectivamente en las ciudades de Gulu y Mbarara, donde dichos idiomas son mayoritarios. Vivir allí ayuda a los traductores a mantenerse en contacto con su lengua materna y a elaborar una traducción fácil de entender. Al mismo tiempo, las congregaciones de estas ciudades cuentan con el apoyo de los traductores.

Sin duda, el trabajo de traducción requiere mucho esfuerzo y recursos. Los equipos de diligentes traductores ugandeses, al igual que muchos otros de todo el mundo, se han beneficiado de cursos avanzados de comprensión del lenguaje y de técnicas de traducción. El esfuerzo y los gastos han merecido la pena: más personas que nunca, de diversas “tribus y pueblos y lenguas” de Uganda, se están beneficiando de leer las verdades bíblicas en su propio idioma (Rev. 7:9, 10). Como resultado, en el año 2003 hubo más de tres mil publicadores del Reino en el país, y solo tres años después, en 2006, la cifra llegó a 4.005.

SE NECESITAN MÁS LUGARES DE ADORACIÓN

Cuando empezó la obra en Uganda, los hermanos llevaban a cabo sus reuniones en casas particulares, centros comunales y escuelas. Los primeros edificios que se utilizaron exclusivamente para reuniones cristianas eran estructuras de adobe y techo de paja ubicadas en las zonas rurales de Namaingo y Rusese. Se vio con claridad que la iniciativa y los esfuerzos de los hermanos de ambas zonas contaban con la bendición de Jehová, y las congregaciones quedaron firmemente establecidas.

La situación en las ciudades siempre ha sido diferente: por modesto que sea un edificio, su costo es elevado. En vista de las condiciones económicas en Uganda, construir Salones del Reino no parecía un objetivo realista. Hubo que esperar hasta marzo de 1988 para dedicar el primer Salón del Reino permanente, ubicado en Jinja. Su construcción requirió un esfuerzo enorme: talar árboles en la selva cercana, transportar los troncos en camión por carreteras fangosas y, por último, edificar el salón. Posteriormente, hermanos emprendedores y hábiles de Mbale, Kampala y Tororo también construyeron Salones del Reino.

La edificación de Salones del Reino cobró fuerza en 1999 cuando se formó un grupo de construcción que contaba con el apoyo y la asesoría de la Oficina Regional de Ingeniería de la sucursal de Sudáfrica. Dicha sucursal nombró a un equipo de nueve personas, que incluía a dos siervos internacionales y sus esposas. Aquellos hermanos entusiastas aprendieron rápidamente cómo hacer el trabajo y también enseñaron a los hermanos de Uganda. El programa de construcción fue adquiriendo velocidad, y se edificaron 67 Salones del Reino. Se invertía más o menos un mes y medio en construir cada salón, un ritmo notable teniendo en cuenta que había pocas herramientas eléctricas, que el agua escaseaba a menudo y que el suministro de materiales de construcción era muy irregular.

En la actualidad, la mayoría de las congregaciones de Uganda se reúnen en Salones del Reino propios y notan los beneficios de tenerlos en su comunidad. Las personas interesadas prefieren acudir a un auténtico lugar de adoración en vez de a una sala de clases, así que la asistencia a las reuniones se ha multiplicado, y las congregaciones crecen con rapidez.

ADAPTACIÓN AL RÁPIDO CRECIMIENTO

Las congregaciones aumentaban de forma extraordinaria, pero, por otra parte, había pocos recursos disponibles para las asambleas. Había que hacer algo para que los hermanos, especialmente los de zonas rurales, pudieran reunirse en lugares adecuados sin necesidad de hacer viajes largos. A fin de solucionar el problema se autorizó la edificación de Salones del Reino que pueden agrandarse. Se trata de salones de tamaño normal con un anexo grande al aire libre que solo cuenta con techo y suelo. Cuando hay una asamblea, se abre la pared de atrás del salón para dar cabida en el anexo a más asistentes. Hasta la fecha se han construido tres salones de ese tipo en Kajansi, Rusese y Lira; además, se está construyendo otro en Seta.

La bendición de Jehová sobre el crecimiento espiritual en Uganda también ha requerido cambios organizativos. Antes de 1994 solo había un circuito para todo el país. Posteriormente se formaron más circuitos para atender al creciente número de grupos y congregaciones de distintos idiomas. Hoy día, el país cuenta con 111 congregaciones y cerca de cincuenta grupos repartidos en ocho circuitos, en tres de los cuales el idioma es el luganda.

Apollo Mukasa, quien es superintendente de circuito, se bautizó en 1972. En vez de ir en pos de una educación universitaria, emprendió el ministerio de tiempo completo en 1980. ¿Se arrepiente de su decisión?

“De ninguna manera —asegura Apollo—. A lo largo de los años he tenido muchísimas experiencias gratificantes como precursor especial y como superintendente viajante visitando grupos y congregaciones. Algo que disfruté especialmente fue la instrucción avanzada en temas espirituales y de organización que recibí en la Escuela de Entrenamiento Ministerial.”

Además de Apollo, más de cincuenta hermanos ugandeses han recibido una valiosa preparación en la Escuela de Entrenamiento Ministerial desde 1994, año en que se celebraron las clases por primera vez en la sucursal de Kenia. Muchos de estos hermanos dispuestos son ahora precursores especiales que proporcionan ayuda esencial a grupos y congregaciones más pequeños, mientras que otros sirven a sus hermanos como superintendentes viajantes.

En 1995 se nombró en Uganda a un Comité del País, que funcionaría bajo la supervisión de la sucursal de Kenia. Una de las casas misionales de Kampala se convirtió en el hogar de una recién formada familia de ocho voluntarios de tiempo completo, que incluía al equipo de traducción al luganda. En septiembre de 2003, Uganda pasó a tener su propia sucursal.

“AHORA ESTAMOS EN EL PARAÍSO”

A fin de mantenerse al paso con el crecimiento de los equipos de traducción y de atender una cantidad cada vez mayor de tareas administrativas, el Comité del País compró dos edificios colindantes con la oficina de Kampala. Sin embargo, con el tiempo volvieron a hacer falta instalaciones más grandes. En el año 2001, el Cuerpo Gobernante aprobó la compra de un terreno de cuatro hectáreas (10 acres) para levantar una nueva sucursal a las afueras de Kampala, muy cerca del lago Victoria.

En principio, la empresa mejor preparada no aceptó realizar el trabajo porque ya tenía demasiados compromisos. Pero de pronto cambió de opinión y, para sorpresa de todos, presentó la oferta más económica. Al parecer, había perdido inesperadamente un contrato muy importante, y eso hizo que se comprometiera a construir la sucursal lo antes posible.

En enero de 2006, la familia Betel tuvo la alegría de trasladarse a una nueva residencia de dos pisos y 32 habitaciones. El complejo incluía un edificio de oficinas, un amplio comedor, una cocina y una lavandería. La propiedad contaba además con un sistema de alcantarillado ecológico, un almacén para los departamentos de Envíos y de Publicaciones, así como otros edificios para el depósito de agua, el generador eléctrico y el taller de mantenimiento. “Ahora estamos en el Paraíso —dijo un hermano con entusiasmo—. Ya solo nos falta la vida eterna.” El hermano Anthony Morris, del Cuerpo Gobernante, pronunció el discurso de dedicación el sábado 20 de enero de 2007.

EL VERDADERO CONOCIMIENTO SE HACE ABUNDANTE

En las últimas décadas y en todo tipo de circunstancias, el pueblo de Jehová en Uganda ha aprendido lo que significa predicar la palabra en “tiempo favorable [y] en tiempo dificultoso” (2 Tim. 4:2). Durante el año 2008, los 4.766 publicadores del país dirigieron 11.564 estudios bíblicos, y hubo 16.644 asistentes a la Conmemoración de la muerte de Cristo. Teniendo en cuenta que la proporción de publicadores es de 1 por cada 6.276 habitantes, es obvio que los campos siguen estando “blancos para la siega” (Juan 4:35).

Nuestros hermanos ugandeses han aprendido por amarga experiencia que las circunstancias pueden cambiar inesperadamente y que la fe puede verse sometida a prueba en cualquier momento. Pero también han aprendido a confiar en Jehová, en la guía de Su Palabra y en el apoyo de la hermandad mundial.

Un ángel le reveló a Daniel, un fiel profeta de edad avanzada, que en el tiempo del fin “el verdadero conocimiento se [haría] abundante” (Dan. 12:4). Gracias a la bendición de Jehová, eso es lo que ha sucedido en Uganda. Sin duda, en esta región donde tiene sus fuentes el majestuoso río Nilo, las abundantes aguas de la verdad seguirán brotando para satisfacer a los que tienen sed espiritual. Mientras Jehová sigue bendiciendo la obra por toda la Tierra, esperamos ansiosos el tiempo en que la humanidad entera dé un poderoso grito de alabanza a Jehová por toda la eternidad.

[Notas]

a Encontrará más información sobre la vida de Frank Smith en La Atalaya del 1 de agosto de 1995, páginas 20 a 24. Su padre, Frank W. Smith, y sus tíos Gray y Olga Smith, fueron de los primeros siervos de Jehová que predicaron en África oriental. De camino a Ciudad del Cabo, el padre de Frank murió de malaria, solo dos meses antes de que este naciera.

b Editado por los testigos de Jehová; agotado.

[Comentario de la página 84]

“Era un poco extraño escuchar en la radio africana una conversación entre un hombre con acento americano y otro con acento escocés”

[Comentario de la página 92]

“¿Pero cómo van a proscribir lo que ya tengo en el corazón?”

[Comentario de la página 111]

—¿Cómo se dice “Reino de Dios” en luganda?

—“Obwakabaka bwa Katonda”

[Recuadro de la página 72]

Información general

Territorio

Uganda es una tierra de contrastes. Posee densas selvas tropicales, amplias sabanas, abundantes ríos y lagos, y la imponente cordillera nevada del Ruwenzori. Ocupa una superficie de 241.551 kilómetros cuadrados (93.263 millas cuadradas), y dentro de su territorio se encuentra casi la mitad del lago Victoria, el más extenso de África.

Población

Se compone de unos treinta grupos étnicos, y más del ochenta y cinco por ciento de la gente vive en zonas rurales.

Idioma

Los idiomas oficiales son el inglés y el suajili, pero se hablan más de treinta y dos. De todos, el luganda es el más utilizado.

Recursos económicos

Uganda es un país de actividades mayormente agrícolas. Se cultivan café, té, algodón y otros productos. Aunque el grueso de los habitantes trabajan en el campo y viven de sus propias cosechas, hay quien recurre a la pesca o al turismo para ganarse la vida.

Alimentación

El matooke, que aparece en la fotografía, es una comida a base de plátano que se cuece al vapor. Es muy popular en gran parte del sur. En Uganda también se consume camote (batata), harina de maíz, pan de mijo y pan de yuca (mandioca), así como una variedad de verduras.

Clima

El clima es templado en este país tropical, pues se ubica en una meseta cuya altura disminuye desde aproximadamente los 1.500 metros (5.000 pies) en el sur hasta alrededor de los 900 metros (3.000 pies) en el norte. En casi todas partes se presentan tanto épocas secas como lluviosas.

[Ilustración y recuadro de la página 77]

El amor genuino conmueve el corazón

PETER GYABI

AÑO DE NACIMIENTO 1932

AÑO DE BAUTISMO 1965

OTROS DATOS Sirve de anciano, y durante la proscripción ayudó a traducir publicaciones. Crió a cuatro hijos con su esposa, Esther.

◼ CUANDO los primeros misioneros arribaron a Uganda, había un marcado prejuicio racial, por lo que muchos blancos guardaban las distancias con los africanos de raza negra. Pero el amor genuino de los misioneros nos conmovió el corazón, y llegamos a quererlos de verdad.

En la década de 1970, nuestra familia disfrutó de la compañía de los misioneros, que vivían en Mbarara, a unos 65 kilómetros [40 millas]. También nos gustaba acompañarlos a predicar. Cierto día, mientras íbamos a visitarlos, unos soldados nos detuvieron. “Si quieren morir, sigan adelante”, nos dijo uno de ellos. De modo que nos pareció conveniente volver a casa. Pero a medida que pasaban los días, crecía nuestra preocupación por los hermanos. ¡Cuánto deseábamos ir lo antes posible al hogar misional para ver cómo estaban! Había mucha vigilancia en esa zona. Así que para pasar los controles de carretera, hice referencia a mi posición como autoridad administrativa del hospital y mostré la etiqueta del automóvil que me identificaba como tal. Finalmente logramos reunirnos con los hermanos, y fue un alivio ver que estaban a salvo. Les llevamos suministros de comida y pasamos unos días con ellos. Después seguimos visitándolos cada semana hasta que les fue posible mudarse a Kampala sin correr riesgos. Mientras más difíciles fueron las circunstancias, más pudo sentirse el vínculo amoroso de nuestra valiosa hermandad.

[Ilustración y recuadro de la página 82]

Pensaba que no me atrevería a hablar

MARGARET NYENDE

AÑO DE NACIMIENTO 1926

AÑO DE BAUTISMO 1962

OTROS DATOS Fue la primera Testigo de Uganda. Sirvió de precursora más de veinte años y hoy sigue muy activa.

◼ MI ESPOSO disfrutaba mucho de estudiar la Biblia con el hermano Kilminster y me decía que la estudiara yo también, pues sabía de mi amor por la Palabra de Dios. Así que se hicieron planes para que Eunice, la esposa de John Bwali, me diera clases bíblicas.

Aunque me fascinaba lo que estaba aprendiendo, sentía temor de predicarles a los demás. Soy tímida por naturaleza, y pensaba que no me atrevería a hablar. Pero Eunice fue paciente conmigo. Primero me enseñó a leer un versículo de la Biblia a las personas. Después, mientras hacíamos revisitas, me decía cómo podría explicarlo. Gracias a Jehová, logré vencer el temor.

Poco antes de bautizarme, mi esposo dejó de estudiar la Biblia y nos abandonó a mí y a nuestros siete hijos. Aquello fue devastador. No obstante, los hermanos fueron maravillosos y cuidaron de nuestras necesidades físicas y espirituales. Por ejemplo, una pareja de extranjeros nos llevaba en su automóvil hasta Kampala, donde todos asistíamos a las reuniones. ¡Cuánto agradezco que cuatro de mis hijos y sus familias hayan elegido servir a Jehová!

Con el tiempo fui precursora regular. Y cuando la artritis me quitó algo de movilidad, arreglé una mesa con publicaciones fuera de mi casa y empecé a abordar a quienes pasaban. Así pude permanecer en el precursorado.

[Ilustración y recuadro de las páginas 98 y 99]

Dios bendijo nuestra cosecha espiritual

SAMUEL MUKWAYA

AÑO DE NACIMIENTO 1932

AÑO DE BAUTISMO 1974

OTROS DATOS Representó muchos años a la organización en asuntos legales. Fue anciano y precursor.

◼ NUNCA olvidaré lo que ocurrió mientras visitaba la sucursal de Kenia, ubicada en Nairobi.

—¿Para qué son esos alfileres de colores? —pregunté mientras miraba un mapa de Uganda.

—Sirven para indicar los lugares donde hay mucho interés —me explicó Robert Hart, miembro del Comité de Sucursal.

Entonces, señalando un alfiler de color brillante que estaba situado sobre Iganga, mi ciudad natal, inquirí: “¿Cuándo enviarán precursores a este lugar?”.

“Allí no vamos a enviar a nadie”, contestó él. Luego me miró y, guiñando un ojo, dijo: “Tú serás quien vaya”.

La respuesta del hermano Hart me sorprendió, pues yo no era precursor y tampoco vivía en mi ciudad natal. Sin embargo, parece que aquella conversación se quedó grabada en mi mente, y, tras jubilarme como funcionario, decidí mudarme a Iganga y emprender el precursorado regular. Fue maravilloso ver cómo el pequeño grupo de publicadores aumentaba rápidamente hasta convertirse en una congregación estable con su propio Salón del Reino.

Cuando Patrick Baligeya fue asignado a Iganga como precursor especial, vivió en mi casa, e hicimos el precursorado juntos. Además, plantamos un maizal para poder comer. Muy temprano cada mañana analizábamos el texto del día y después trabajábamos unas horas en el maizal. Luego, alrededor de las nueve, nos íbamos al territorio y disfrutábamos de la predicación durante el resto del día.

A medida que las plantitas de maíz iban creciendo, algunos vecinos nos decían que estábamos descuidando el maizal por culpa de la predicación. Sabíamos muy bien que durante el proceso de maduración de las mazorcas hay que protegerlas en todo momento para que no se las coman los monos. No obstante, no queríamos interrumpir nuestra cosecha espiritual para espantar monos.

Poco tiempo después vimos dos perros grandes merodeando por el maizal. No sabíamos ni de dónde habían salido ni quién era su dueño, pero en vez de espantarlos, decidimos dejarles comida y agua cada día. Como es natural, mientras los perros rondaban por nuestro campo, los monos ni siquiera se dejaban ver. Unas cuatro semanas después, los perros desaparecieron tan de repente como habían llegado, justo cuando nuestro maíz ya estaba fuera de peligro. Recogimos una cosecha enorme, que nos sirvió de alimento a nosotros en vez de a los monos, y le dimos las gracias a Jehová por ello. Pero lo que es más importante, también nos sentimos agradecidos porque Dios bendijo nuestra cosecha espiritual.

[Ilustración y recuadro de las páginas 101 y 102]

Aun en prisión, Jehová me sostuvo

PATRICK BALIGEYA

AÑO DE NACIMIENTO 1955

AÑO DE BAUTISMO 1983

OTROS DATOS Emprendió el servicio de tiempo completo tras bautizarse. Ahora sirve de superintendente viajante acompañado de su esposa, Symphronia.

◼ CUANDO un nuevo gobierno subió al poder en 1979, a todos los que habían tenido alguna relación con el régimen anterior se les comunicó que debían ingresar en prisión preventiva. Se anunció que si no lo hacían voluntariamente, serían considerados enemigos del nuevo gobierno y tratados como tales. Como yo había sido músico en las fuerzas armadas, tuve que ir a prisión.

Me sentí agradecido de poder leer la Biblia a diario en la prisión para mantener activa mi mente. Además, estaba buscando la verdad y me gustaba hablar con otros reclusos sobre temas bíblicos. En aquel mismo lugar conocí a John Mundua, un testigo de Jehová que estaba detenido porque había sido funcionario y pertenecía a la tribu considerada partidaria del régimen anterior.

John me habló con entusiasmo de las buenas nuevas, y yo las acepté enseguida. Solo teníamos dieciséis números de La Atalaya y un libro Buenas nuevas... que le harán feliz,c pero de inmediato comprendí que lo que estaba aprendiendo era la verdad. Cuando llevaba tres meses estudiando la Biblia, John pensó que yo estaba preparado para ser publicador. Poco tiempo después, él fue absuelto de todos los cargos y puesto en libertad, así que perdí mi único contacto con la organización de Jehová. A pesar de todo, seguí impartiendo clases de la Biblia lo mejor que pude a otras personas interesadas que se hallaban en la prisión.

Me pusieron en libertad en octubre de 1981, y volví a mi aldea, en la que no había Testigos. Mis parientes intentaron presionarme para que me uniera a ellos en sus prácticas religiosas. No obstante, Jehová vio mi deseo de servirle y me sostuvo. Sabía que debía seguir el ejemplo de Jesús, así que empecé a predicar por mi cuenta y, en poco tiempo, ya estaba enseñando a muchas personas. Cierto día, un hombre sacó el libro La verdad que lleva a vida eternad y me comentó: “Lo que usted dice se parece mucho a lo que he leído en este libro”. Aquel señor no mostraba mucho interés, pero yo me moría de ganas de leer tanto el libro como el montón de ejemplares de La Atalaya que él tenía. Así que en aquella ocasión, en vez de ofrecer las publicaciones, las pedí, y el hombre estuvo dispuesto a dármelas.

Pero aún debía encontrar a mis hermanos cristianos. El hermano Mundua había mencionado que había Testigos en Jinja, así que decidí buscar allí. Tras pasar casi toda una noche orando, salí temprano a la mañana siguiente sin siquiera desayunar. El primer hombre que encontré mientras caminaba llevaba una bolsa de plástico transparente. Apenas podía creerlo cuando vi una revista ¡Despertad! dentro de la bolsa. ¡Había encontrado a uno de mis hermanos!

En 1984 asistí emocionado a la primera clase de la Escuela del Servicio de Precursor que se celebró en Uganda. ¿Y quién estaba en la misma clase? Nada menos que mi querido hermano John Mundua, que en la actualidad tiene 74 años y sigue siendo un fiel precursor regular.

[Notas]

c Editado por los testigos de Jehová; agotado.

d Editado por los testigos de Jehová; agotado.

[Ilustración y recuadro de la página 113]

Por fin logró encontrar la religión verdadera

Una hermana le pidió a un misionero llamado Mats Holmkvist que visitara a Mutesaasira Yafesi, quien había sido pastor de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Ahora estaba interesado en las creencias de los testigos de Jehová y había preparado una lista con veinte preguntas cuidadosamente escritas. Cuando conoció a Mats, le entregó la lista.

Tras una conversación de dos horas sobre temas bíblicos, Mutesaasira admitió: “Creo que por fin he logrado encontrar la religión verdadera. Por favor, vengan a visitarme a mi aldea. Allí hay otras personas que desean saber más sobre los testigos de Jehová”.

Cinco días después, Mats y otro misionero emprendieron viaje en motocicleta hacia Kalangalo para visitar a Mutesaasira. Recorrieron 110 kilómetros (70 millas) por caminos difíciles y cubiertos de lodo que atravesaban plantaciones de té. Al llegar, se sorprendieron cuando Mutesaasira los llevó a una choza con techo de paja y un letrero que decía “Salón del Reino”. En efecto, ya tenía preparado un lugar que podía usarse para impartir clases bíblicas y celebrar reuniones cristianas.

Tras escuchar las verdades de las que Mutesaasira había hablado, otras diez personas habían manifestado interés, así que comenzaron a estudiar la Biblia. Sin dejarse intimidar por la gran distancia que debía recorrer, Mats les impartía clases bíblicas dos veces al mes. Los estudiantes progresaron bien, y desde entonces más de veinte personas se han hecho publicadores en Kalangalo. Además, en la vecina ciudad de Mityana hay una floreciente congregación. Mutesaasira progresó rápido en sentido espiritual y se bautizó. En la actualidad tiene cerca de ochenta años y es anciano de congregación.

[Ilustraciones y tabla de las páginas 108 y 109]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

DATOS HISTÓRICOS: Uganda

1930

1931 Robert Nisbet y David Norman predican en África oriental.

1940

1950

1950 Los Kilminster se mudan a Uganda.

1952 Se forma la primera congregación.

1956 Primer bautismo en el país.

1959 Hermanos extranjeros prestan ayuda espiritual.

1960

1963 Llegan misioneros de Galaad.

1972 Tiene lugar la primera asamblea de distrito.

1973 Se proscribe a los testigos de Jehová y se expulsa del país a los misioneros.

1979 Concluye la proscripción.

1980

1982 Se vuelve a permitir la entrada de misioneros en el país.

1987 Comienza a traducirse La Atalaya al luganda de forma regular.

1988 Dedicación del primer Salón del Reino permanente.

1990

2000

2003 Se establece una sucursal.

2007 Dedicación de las nuevas instalaciones de la sucursal.

2010

[Tabla]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Publicadores

Precursores

5.000

3.000

1.000

1930 1940 1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

[Mapas de la página 73]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO

SUDÁN

KENIA

UGANDA

KAMPALA

Arua

Gulu

Lira

Soroti

Lago Kyoga

Masindi

Hoima

Mbale

Tororo

Namaingo

Iganga

Jinja

Seta

Kajansi

Entebbe

Mityana

Kalangalo

Fort Portal

Rusese

Lago Alberto

Cordillera del Ruwenzori

Ecuador

Lago Eduardo

Masaka

Mbarara

Kabale

KENIA

LAGO VICTORIA

TANZANIA

BURUNDI

RUANDA

UGANDA

KAMPALA

KENIA

NAIROBI

Meru

Monte Kenia

Mombasa

TANZANIA

DAR ES SALAAM

Zanzíbar

[Ilustración y mapa de la página 87]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

UGANDA

KAMPALA

Arua

Gulu

Lira

Soroti

Masindi

Hoima

Fort Portal

Masaka

Mbarara

Kabale

LAGO VICTORIA

[Ilustración]

El hermano Hardy y su esposa viajaron por casi toda Uganda en seis semanas

[Ilustraciones a toda plana de la página 66]

[Ilustración de la página 69]

David Norman y Robert Nisbet llevaron las buenas nuevas a África oriental

[Ilustración de la página 71]

George y Robert Nisbet, y Gray y Olga Smith con sus camionetas sobre una balsa antes de cruzar un río

[Ilustración de la página 75]

Mary y Frank Smith en 1956, poco antes de casarse

[Ilustración de la página 78]

Ann Cooke, sus hijas y los hermanos Makumba

[Ilustración de la página 80]

Tom y Bethel McLain, los primeros misioneros de Galaad que fueron a Uganda

[Ilustración de la página 81]

El primer hogar misional de Jinja

[Ilustración de la página 83]

Los misioneros de Galaad Barbara y Stephen Hardy

[Ilustración de la página 85]

Mary Nisbet (centro) y sus hijos Robert (izquierda), George (derecha) y William, con su esposa, Muriel (atrás)

[Ilustración de la página 89]

Tom Cooke pronunciando un discurso en la Asamblea de Distrito “Gobernación Divina” celebrada en Kampala

[Ilustración de la página 90]

George y Gertrude Ochola

[Ilustraciones de la página 94]

Nuestros hermanos continuaron reuniéndose a pesar de la proscripción

[Ilustración de la página 95]

Fred Nyende

[Ilustración de la página 96]

Emmanuel Kyamiza

[Ilustración de la página 104]

Stanley Makumba con su esposa, Esinala, en 1998

[Ilustración de la página 107]

Heinz y Marianne Wertholz asistieron a la primera clase de la Extensión de la Escuela de Galaad en Alemania

[Ilustraciones de la página 118]

Equipos de traducción

Luganda

Acholi

Lhukonzo

Runyankore

[Ilustraciones de la página 123]

Los Salones del Reino actuales son muy diferentes de los antiguos (izquierda)

[Ilustraciones de la página 124]

Sucursal de Uganda

Comité de Sucursal: Mats Holmkvist, Martin Lowum, Michael Reiss y Fred Nyende; oficinas (abajo) y viviendas (derecha)

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