Medio siglo bajo tiranías totalitarias
Relatado por Lembit Toom
En 1951 me sentenciaron a diez años de trabajos forzados en Siberia. Nos deportaron a miles de kilómetros de distancia, a un campo que estaba muy por encima del círculo polar ártico. El trabajo era agotador; el clima, riguroso, y las condiciones de vida, horribles. Permítame contarle cómo llegué allí y por qué no fue en vano nuestro sufrimiento.
A MI padre se le consideraba un intelectual en Estonia, el país báltico en el que nací el 10 de marzo de 1924. No obstante, en sus últimos años administró la granja familiar de Järvamaa, en el centro del país. Éramos una familia grande, y profesábamos el luteranismo. Yo fui el más pequeño de los nueve hijos. Cuando tenía 13 años, papá falleció.
Al año siguiente me gradué de la escuela elemental. En septiembre de 1939, con el estallido de la II Guerra Mundial, llamaron a filas a mi hermano Erich, así que no pude seguir estudiando. En 1940, la Unión Soviética se anexionó Estonia, y un año después fueron los alemanes quienes la ocuparon. Estos encarcelaron a mi hermano Erich, pero fue liberado y regresó al país en agosto de 1941. En 1942 pude asistir a la escuela de Agronomía.
En las Navidades de 1943, mientras estaba de visita en casa durante las vacaciones de la escuela, mi hermana Leida me contó que el médico de cabecera le había hablado de la Biblia y le había dado algunos folletos editados por la Sociedad Watch Tower Bible and Tract. Los leí, e inmediatamente busqué al doctor Artur Indus, quien entonces me dio clases de la Biblia.
Obligado a tomar una decisión
Mientras tanto, la guerra entre Alemania y la Unión Soviética se intensificaba. En febrero de 1944, los rusos habían avanzado hasta cerca de la frontera de Estonia. A Erich lo reclutó el ejército alemán, y yo también recibí los documentos de alistamiento. Como yo estaba convencido de que la ley de Dios prohíbe matar al semejante, el doctor Indus me dijo que me ayudaría a encontrar un lugar donde esconderme hasta que terminara el conflicto.
Cierto día, un alguacil y un dirigente de la defensa civil local llegaron a nuestra granja. Tenían órdenes de detenerme como sospechoso de tratar de evadir el servicio militar. Sabía que, o huía de casa, o iría a un campo de concentración alemán.
Me refugié en la granja de un testigo de Jehová. A fin de fortalecer mi fe, leí todo lo que pude la Biblia y las publicaciones de la Sociedad Watch Tower mientras permanecí escondido. Una noche regresé sigilosamente a casa para recoger algo de comida. La casa estaba llena de soldados alemanes, pues mi hermano Erich había vuelto con algunos de sus amigos para pasar unos días de vacaciones. Logré hablar en secreto con él aquella noche en la era. Fue la última vez que lo vi.
Me salvo por poco
Aquella misma noche, cuando regresé a la granja donde me escondía, la allanaron. El alguacil local y unos hombres de la defensa civil actuaron basándose en informes de que alguien se escondía allí. Me metí sin que me vieran en la cámara de inspección que había debajo del piso, y poco después sentí encima de la cabeza el ruido que hacían las botas con clavos. El agente amenazó con un fusil al granjero y gritó: “¡Hay un hombre escondido en esta casa! ¿Por dónde se entra a la cámara de inspección que se encuentra debajo del piso?”. Yo veía el haz de luz de su linterna que alumbraba el lugar buscándome. Retrocedí lentamente un poco más y me quedé inmóvil, esperando. Después que se fueron, permanecí allí un rato más para cerciorarme de que había pasado el peligro.
Antes del amanecer, me marché de la casa, agradecido a Jehová de que no me hubieran descubierto. Los hermanos cristianos me ayudaron a encontrar otro escondite, donde estuve hasta el final de la ocupación alemana. Después me enteré de que el alguacil y el dirigente de la defensa civil local habían muerto, por lo visto a manos de partisanos rusos. El 19 de junio de 1944 simbolicé mi dedicación a Dios mediante el bautismo en agua, y mi hermana Leida también se hizo testigo de Jehová.
Los soviéticos volvieron a ocupar Estonia a partir de junio de 1944, y un par de meses después era libre de volver a casa para ayudar con las labores de la granja. Pero en el mes de noviembre, poco después de mi retorno, me ordenaron que me incorporara al ejército ruso. Con mucho valor, di testimonio audazmente al comité de reclutamiento. Ellos me dijeron que al sistema soviético no le interesaban mis creencias y que todo el mundo debía servir en el ejército. No obstante, me las arreglé para permanecer libre el resto de la guerra, y me dediqué a colaborar en suministrar publicaciones bíblicas a mis compañeros Testigos.
Actividad posbélica
Cuando acabó la guerra, en mayo de 1945, se concedió una amnistía a los objetores de conciencia, y volví a la escuela. A principios de 1946 llegué a la conclusión de que no tenía futuro en la agricultura en Estonia, pues el sistema soviético de colectivización había reemplazado al sector privado. Así que dejé los estudios y me puse a participar más plenamente en la predicación del Reino.
Bajo el dominio soviético, ya no podíamos efectuar nuestro ministerio libremente. En realidad, el contacto con la Sociedad Watch Tower se había cortado durante la II Guerra Mundial. Por tanto, con un viejo mimeógrafo colaboré en reproducir las publicaciones que habíamos conservado. También hicimos lo posible para tener las reuniones de congregación.
La persecución de los testigos de Jehová por parte de la KGB (el Comité de Seguridad del Estado soviético) dio comienzo en agosto de 1948. Se detuvo y encarceló a cinco de los hermanos que encabezaban la obra, y enseguida quedó claro que la KGB tenía intenciones de detener a todo el mundo. Se formó un comité de cuatro personas para organizar la predicación, animar a los hermanos cristianos y ayudar a los que estaban en prisión. Como yo todavía tenía cierta libertad de movimientos, se me utilizó para entrar en contacto con otros Testigos.
Se envió una protesta escrita formal con fecha del 22 de septiembre de 1948 a los funcionarios soviéticos de Estonia. En ella se describía nuestra organización y el propósito de la obra que efectuamos, y se exigía la liberación de nuestros hermanos en la fe encarcelados. ¿Cuál fue la respuesta? Más detenciones. El 16 de diciembre de 1948 enviamos otra declaración de protesta al Consejo del Tribunal Supremo de la República Socialista Soviética de Estonia, en la que exigíamos la absolución y liberación de los hermanos. En los archivos municipales de Tallinn aún se encuentran copias de esta y otras peticiones.
Era peligroso viajar porque no podíamos conseguir los documentos adecuados. Aun así, visitamos las congregaciones de Aravete, Otepää, Tallinn, Tartu y Võru en una potente motocicleta con sidecar y un motor de cuatro cilindros que habíamos comprado a un oficial ruso y a la que llamábamos cariñosamente el Carro.
La protesta a Stalin
El 1 de junio de 1949 se envió otra protesta a las más altas instancias de la República Socialista de Estonia, así como a Nikolái Shvérnik, presidente del presidium del soviet supremo. Este documento, del cual sacamos una copia de los archivos de Tallinn, lleva el sello de Nikolái Shvérnik, lo que indica que lo recibió y remitió una copia a Joseph Stalin, jefe de gobierno de la Unión Soviética. La última parte de la petición dice:
“Reclamamos que se saque de la cárcel a los testigos de Jehová y que cese la persecución contra ellos. Debe permitirse a la organización de Jehová Dios, mediante la Sociedad Watchtower Bible and Tract, predicar sin estorbos las buenas nuevas del Reino de Jehová a todos los habitantes de la Unión Soviética; de lo contrario, Jehová destruirá completamente a la Unión Soviética y al Partido Comunista.
”Hacemos esta reclamación en el nombre de Jehová Dios y del Rey de su Reino, Jesucristo, así como en el nombre de todos nuestros hermanos en la fe encarcelados.
”Firmado: testigos de Jehová de Estonia (1 de junio de 1949).”
Se intensifica la persecución
A principios de 1950, alguien que regresó de Alemania nos entregó tres números de La Atalaya. Para que todos los hermanos cristianos se aprovecharan de ese alimento espiritual, decidimos organizar una asamblea el 24 de julio de 1950 en el pajar de un estudiante de la Biblia cerca del pueblo de Otepää. Pero la KGB se enteró de algún modo de nuestros planes y se preparó para un arresto masivo.
Se apostaron dos camiones de soldados en la estación de ferrocarril de Palupera, donde iban a bajarse los hermanos. Además, en la carretera de Otepää a Palupera, a poca distancia del lugar donde tendríamos la asamblea, había al acecho un soldado con un radiotransmisor. Cuando algunos hermanos a los que esperábamos temprano no aparecieron en el momento previsto, sospechamos que se habían descubierto nuestros planes.
Acompañado de Ella Kikas, una hermana en la fe, fui a toda velocidad en motocicleta hasta la estación del ferrocarril que estaba dos paradas antes de Palupera. El tren acababa de llegar, así que Ella y yo nos subimos a él, cada uno por un extremo, y fuimos corriendo por los vagones gritando a todos que se bajaran. Cuando los Testigos lo hicieron, programamos tener la asamblea en otro pajar al día siguiente. Así se frustró el plan de la KGB de detener a un gran grupo de Testigos.
Pero dos meses después de la asamblea, comenzaron las detenciones a gran escala. A mí me llevaron para interrogarme el 22 de septiembre de 1950, igual que a los otros tres miembros del comité que supervisaba la predicación en Estonia. Nos retuvieron en la prisión de la KGB de Tallinn, en la calle Pagari, durante ocho meses. Después, nos trasladaron a la prisión general de la calle Kalda, a la que se llamaba la Batería. Allí nos tuvieron tres meses. Comparada con la prisión de la KGB, donde nos habían tenido encerrados en un sótano, esta cárcel a orillas del mar Báltico parecía un centro vacacional.
La difícil vida en Siberia
Al poco tiempo me condenaron a diez años en un campo de la lejana Norilsk (Siberia), junto con Harri Ennika, Aleksander Härm, Albert Kose y Leonhard Kriibi. Allí, en el verano el sol no se pone durante dos meses, y en el invierno no sale en dos meses.
En agosto de 1951 emprendimos en tren la primera etapa del viaje de Tallinn a Norilsk. Viajamos unos 6.000 kilómetros, pasando por Pskov, San Petersburgo (anteriormente Leningrado), Perm, Yekaterinburg (anteriormente Sverdlovsk), Novosibirsk y Krasnoiarsk, en la ribera del río Yeniséi. Finalmente, a principios de octubre nos embarcamos en una gabarra en Krasnoiarsk y viajamos al norte más de 1.600 kilómetros. Dos semanas después llegamos a la ciudad de Dudinka, muy por encima del círculo polar ártico. Allí nos montaron de nuevo en un tren para recorrer los siguientes 120 kilómetros hasta Norilsk. Desde la estación caminamos bajo una fuerte nevada los últimos 15 kilómetros hasta el campo, que estaba fuera de la ciudad.
Como me habían robado la ropa de invierno cuando estábamos en la gabarra, solo tenía una chaqueta de verano, una gorra y unas sandalias. Estábamos débiles a causa de las muchas semanas de viaje desde Tallinn, y no nos habían dado la escasa ración diaria de comida. Así que algunos prisioneros se desmayaron. Los ayudamos hasta que pudimos colocarlos en unos trineos tirados por caballos que alguien fue a buscar.
Al llegar al campo, nos registraron, nos llevaron a una sauna y nos dieron la ración de comida del día. En los barracones hacía calor, así que enseguida me dormí profundamente. Pero a mitad de la noche me despertó un dolor agudo causado por una inflamación de oídos. A la mañana siguiente, me prestaron atención médica y me eximieron de trabajar. Pero los funcionarios de la prisión estaban enfadados porque no podía trabajar y me dieron una paliza. Me incomunicaron durante un mes, pues dijeron que estaba “perturbando la paz del campo”. Afortunadamente, me suministraron la medicación de la enfermería, y el tiempo que pasé aislado me permitió recuperar la salud.
El primer invierno en el campo fue el más duro. El trabajo, en su mayor parte en un yacimiento de níquel a cielo abierto, era agotador, y el poco alimento que recibíamos era de mala calidad. Cuando muchos reclusos presentaban síntomas de escorbuto, nos administraban inyecciones de vitamina C para aliviar la enfermedad. Felizmente, en el campo encontramos a muchos Testigos de Moldova, Polonia y Ucrania.
Cambios en la vida carcelaria
En la primavera de 1952 empezaron a dar a los reclusos un pequeño salario, gracias al cual comprábamos comida para complementar la dieta. Además, algunos Testigos comenzaron a recibir comida en cajas con doble fondo, en el que se habían escondido publicaciones bíblicas. En una ocasión, un hermano moldavo recibió una lata de manteca de cerdo. Cuando se consumió la manteca, aparecieron las paredes del estómago de un cerdo, y dentro, tres números de La Atalaya.
Cuando Stalin murió, el 5 de marzo de 1953, la vida en la prisión cambió de manera espectacular. Al principio estallaron huelgas y levantamientos porque los presos exigían la liberación. Así que se enviaron tropas del ejército para reprimirlos. En Norilsk murieron 120 reclusos en un levantamiento; pero los Testigos no participaron, por lo que ninguno resultó muerto ni herido. En el verano de 1953 se paralizaron los trabajos en la explotación de níquel durante dos semanas. Después, la vida en la prisión se hizo más fácil. Se liberó a algunos reclusos y a otros se les redujo la sentencia.
Un Testigo fiel
Tras esa temporada de agitación en el campo, me trasladaron a otro que estaba al sur, cerca de la ciudad de Taishet, en la provincia de Irkutsk. Allí encontré a Artur Indus, quien me había dirigido el estudio de la Biblia al principio. Se había negado a ejercer como médico en el campo, y en su lugar había decidido hacer un trabajo más agotador. Él me explicó la razón: “Mi conciencia no me permitía conceder permiso de enfermedad a prisioneros sanos que habían recibido puestos de responsabilidad, en tanto que a los prisioneros que de verdad estaban enfermos se les obligaba a trabajar”.
El hermano Indus estaba entonces escuálido y enfermo, pues no estaba acostumbrado a un trabajo físico tan duro. No obstante, me dijo que sentía que el sufrimiento había refinado su corazón en sentido espiritual. Estuvimos juntos por unas tres semanas. Entonces lo llevaron al hospital del campo, donde falleció en enero de 1954. En algún lugar del interminable bosque subártico está su sepultura anónima. Murió siendo un fiel cristiano, y espera la resurrección.
La liberación y el viaje a casa
En 1956 se envió a nuestro campo una comisión del presidium del soviet supremo para revisar los expedientes de los prisioneros. Cuando comparecí ante la comisión, el general que estaba al mando me preguntó: “¿Qué hará cuando se le libere?”.
—Lo sabremos cuando llegue ese momento—contesté.
Me dijeron que saliera de la habitación, y cuando me pidieron que entrara de nuevo, el general dijo: “Usted es el peor enemigo de la Unión Soviética; es un enemigo ideológico”, aunque añadió: “Vamos a ponerle en libertad, pero le seguiremos”. Me liberaron el 26 de julio de 1956.
Durante dos días visité a unos Testigos ucranianos en Suietikha, un pueblo cercano a Taishet, a donde habían sido deportados en 1951. Luego me quedé cuatro días en el distrito de Tomsk, cerca de donde habían deportado a mi madre. Caminé 20 kilómetros desde la estación del ferrocarril hasta el pueblo de Grigorievka, donde encontré condiciones aún peores que las que habíamos soportado muchos de nosotros en los campos. Mi hermana Leida había salido de un campo de prisioneros de Kazajstán y había ido allí unos meses antes para estar con mamá. Pero como le habían confiscado el pasaporte, aún no había podido regresar a nuestro país.
Bajo presión en Estonia
Con el tiempo, volví a Estonia, y fui directamente a la granja de mis padres. Descubrí que, como se rumoreaba en Siberia, el gobierno había destruido todos nuestros edificios. Unos días después contraje la polio. Estuve en el hospital mucho tiempo y después continué con el tratamiento. Todavía cojeo al andar.
Enseguida encontré un empleo en una empresa para la que había trabajado en el verano de 1943: la Empresa de Turba de Lehtse. Mediante ella me dieron un apartamento, y cuando mamá y Leida regresaron del exilio, en diciembre de 1956, se vinieron a vivir conmigo a Lehtse.
En noviembre de 1957 me casé con Ella Kikas, que también acababa de regresar de un campo de prisioneros de Siberia. Dos meses después nos mudamos a Tartu, donde conseguimos un pequeño apartamento en una casa particular. Finalmente, obtuve un empleo de conductor en la Cooperativa de Consumidores del distrito de Tartu.
Mientras estuve en Siberia, traduje diez artículos de estudio de La Atalaya del ruso al estonio y me los llevé a casa. Más tarde, recibimos el libro De paraíso perdido a paraíso recobrado, que también tradujimos al estonio. Luego hicimos copias mecanografiadas de este. Mientras tanto, la KGB continuaba al acecho. Pero como conocíamos los métodos que utilizaba para seguirnos, siempre estábamos vigilantes y teníamos cuidado, como animales perseguidos.
El blanco de la KGB
A principios de los años sesenta, la KGB emprendió una campaña de difamación contra los Testigos. Mi esposa y yo éramos el blanco principal. Los periódicos empezaron a publicar artículos difamatorios, y se nos censuraba por radio y televisión. La KGB celebró reuniones públicas en mi lugar de empleo en dos ocasiones. Además, en el Teatro Estonia, en Tallinn, actores profesionales representaron una comedia satírica sobre mí. La situación me recordó las palabras de David: “Los que se sientan en la puerta empezaron a interesarse intensamente en mí, y yo era el tema de las canciones de los bebedores de licor embriagante” (Salmo 69:12).
Sus intentos de desacreditarnos continuaron hasta 1965, cuando tuvo lugar una última reunión en el Edificio de Salud Pública de los Trabajadores de Tartu. Tanto Ella como yo nos encontrábamos allí, al igual que los agentes de la KGB y una multitud que abarrotaba el lugar. En varias ocasiones que se interrogó a Ella, el auditorio reaccionó con aplausos. Era obvio que estaba de nuestra parte. Los agentes de la KGB estaban decepcionados y enfadados por el resultado.
Se sacia el hambre espiritual
Aunque los comunistas trataron de detener la distribución de nuestras publicaciones, más o menos a partir de 1965 pudimos abastecer bastante bien a nuestros hermanos cristianos. No obstante, la obra clandestina de traducirlas e imprimirlas en escondites secretos exigía mucho tiempo y energías. Un agente de la KGB me dijo en cierta ocasión sobre mi actividad clandestina y el método de transportar las publicaciones: “Toom, usted es como una maleta con doble fondo”.
Las reuniones, claro está, tenían que celebrarse en secreto y en grupos pequeños, y la predicación se hacía informalmente. Los hermanos debían estar preparados para que les registraran la casa en cualquier momento. Así que tenían que esconder muy bien las publicaciones de la Sociedad Watch Tower. Pero incluso en estas condiciones se encontró a muchas personas que amaban la verdad bíblica y que se ponían de parte del Reino.
Cuando el dirigente soviético Mijaíl Gorbachov dio inicio a sus reformas, en la década de los ochenta, logramos más libertad para servir a Dios. Con el tiempo, en 1991, la Unión Soviética se desintegró, y los testigos de Jehová recibimos reconocimiento legal. Actualmente tenemos cuatro congregaciones en Tartu, y hace poco finalizó la construcción de nuestro complejo de Salones del Reino. Más de tres mil ochocientos Testigos efectúan ahora el ministerio en Estonia, en comparación con los cuarenta o cincuenta que tal vez había cuando yo empecé a predicar, hace bastante más de medio siglo.
Una vida cristiana satisfactoria
Jamás he dudado de que hice lo correcto cuando tomé la decisión de servir a Jehová. Miro atrás con el corazón profundamente satisfecho, feliz de ver que su organización sigue adelante con energía y que cada vez más personas quieren servirle a Él.
Estoy muy agradecido a Jehová de que su amor y protección nos hayan sustentado a mi esposa y a mí todos estos años. La convicción de que su justo sistema está muy cerca nos ha dado fortaleza espiritual. Desde luego, cuando pensamos en el maravilloso aumento en la cantidad de adoradores de Jehová, estamos convencidos de que nuestro sufrimiento no ha sido en vano (Hebreos 6:10; 2 Pedro 3:11, 12).
[Mapa de las páginas 12 y 13]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
Mapa del viaje de dos meses desde Tallinn hasta el infame campo de Norilsk
Tallinn
Pskov
San Petersburgo
Perm
Yekaterinburg
Novosibirsk
Krasnoiarsk
Dudinka
Norilsk
CÍRCULO POLAR ÁRTICO
[Reconocimiento]
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[Ilustraciones de la página 14]
Artur Indus, un fiel mártir cristiano
Prisioneros en Siberia (1956). Soy el cuarto de la fila de atrás contando desde la izquierda
[Ilustración de la página 15]
Con mi esposa enfrente del que fue cuartel general de la KGB, donde se nos interrogó en muchas ocasiones