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¡Despertad! 2007
g 8/07 pág. 9

Paso 7

Predique con el ejemplo

¿Por qué dar este paso? Las acciones sirven para enseñar; las palabras, solo para informar. Por ejemplo, puede que los padres les digan a sus hijos que tienen que ser respetuosos y decir siempre la verdad; no obstante, si se gritan entre sí o les gritan a los hijos y mienten para librarse de obligaciones tediosas, les están enseñando que así es como deben comportarse los adultos. Imitar a los padres constituye “una de las formas de aprendizaje más eficaces para los niños”, escribe el doctor Sal Severe.

El problema. Los padres son imperfectos. “Todos han pecado y no alcanzan a la gloria de Dios”, escribió el apóstol Pablo (Romanos 3:23). En cuanto a controlar lo que uno dice, el discípulo Santiago escribió: “La lengua, nadie de la humanidad puede domarla” (Santiago 3:8). Además, no es raro que los niños prueben la paciencia de sus padres hasta el límite. “Me sorprendía la facilidad con que mis hijos me hacían perder los estribos”, confiesa Larry, padre de dos hijos que suele tener buen carácter y sabe controlarse.

La solución. Esfuércese por dar un buen ejemplo, aunque no sea perfecto. Y aproveche sus errores para enseñar una lección positiva. “Si los niños me sacan de quicio o tomo una mala decisión que los afecta, admito mi error y me disculpo —dice Chris, padre de dos hijos—. Esto les enseña que los padres también cometemos errores y tenemos que esmerarnos por mejorar nuestra conducta.” Kostas, a quien mencionamos antes, dice: “Como ven que me disculpo cuando pierdo la calma, mis hijas han aprendido a pedir perdón cuando se equivocan”.

Jehová Dios dice: “No estén irritando a sus hijos, sino sigan criándolos en la disciplina y regulación mental de Jehová” (Efesios 6:4). Que alguien con autoridad diga una cosa pero haga otra irrita a los niños tanto o más que a los adultos. Por consiguiente, pregúntese al final de cada día: “Si hoy no hubiera pronunciado una sola palabra, ¿qué lecciones les habría transmitido a mis hijos por mis acciones? ¿Serían las mismas que intento enseñarles verbalmente?”.

[Comentario de la página 9]

“Tú, [...] el que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” (Romanos 2:21)

[Ilustraciones de la página 9]

Cuando los padres se disculpan, los hijos aprenden a hacer lo mismo

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