Italia
ITALIA ha sido descrita a menudo como la “bella bota” debido a que tiene más o menos la forma de una bota del siglo 18, con Apulia en el talón, Calabria en la punta y los Alpes al contorno de la parte superior de la pierna. Italia, por lo tanto, es una península larga que se extiende hacia el mar Mediterráneo. Su nombre se deriva de la palabra que los antiguos romanos utilizaron para referirse a la parte meridional de la península... Italia, que, según la leyenda, significa “país de bueyes” o “tierra de pastoreo.” La encantadora naturaleza del paisaje italiano es bien conocida: las planicies, las montañas, los lagos, las playas, los olivares, los viñedos, las laderas cubiertas de cipreses. Italia también tiene dos islas grandes, Sicilia y Cerdeña.
La población de unos 57 millones de habitantes es mayormente católica; no obstante, la participación de ésta en actividades relacionadas con la iglesia es extremadamente limitada.
¿Cómo fue que el cristianismo verdadero echó raíces aquí por primera vez, solo para extinguirse luego? ¿Cuándo y cómo empezó la predicación de los testigos de Jehová en este país?
LOS CRISTIANOS PRIMITIVOS EN ITALIA
En el año 59 de la E.C. un oficial del ejército llevó en un viaje peligroso y agotador a ciertos prisioneros entre los cuales se encontraba un hombre de mediana edad. Después de sobrevivir milagrosamente a un naufragio, fueron a parar a Malta, una isla al sur de Italia, y tres meses después lograron emprender su viaje de nuevo. El barco en el cual viajaron se llamaba “Hijos de Zeus,” en honor a los hijos mellizos de Zeus que, según se creía, protegían del peligro a los marineros. Pero uno de los prisioneros no era adorador de deidades grecorromanas. Era discípulo de Jesucristo y se llamaba Pablo. El viaje los llevó a Siracusa en Sicilia, donde permanecieron por tres días, y luego cruzaron el estrecho de Mesina e hicieron una parada en Regio. Poco después desembarcaron en Puteoli, cerca de Nápoles, donde los hermanos espirituales de la localidad les rogaron que permanecieran por un tiempo. Después de pasar otros siete días allí, partieron hacia Roma por la Vía Apia, la carretera principal del imperio para viajes de larga distancia de índole militar o comercial. La congregación de Roma se enteró de que Pablo pronto llegaría, y en un despliegue de amor los hermanos fueron a encontrarse con él en la plaza del mercado de Apio y las Tres Tabernas, y desde allí acompañaron a los viajeros hasta el final de su viaje.—Hech. 27:1–28:16.
Pablo tenía un concepto tan alto de los cristianos de Roma que anteriormente les había escrito lo siguiente: “Por todo el mundo se habla de la fe de ustedes.”—Rom. 1:8.
Sin embargo, después de haber prosperado por algún tiempo el cristianismo verdadero se sumió en la apostasía, cuyo advenimiento Jesús había predicho. (Mat. 13:26-30, 36-43) El poder temporal que ejercían los líderes religiosos siguió aumentando hasta que, en el tiempo del emperador Constantino, los elementos políticos y religiosos se aliaron. Esto resultó en el establecimiento del catolicismo y su papado.
LA OSCURIDAD ESPIRITUAL ENVUELVE A ITALIA
Durante la edad del oscurantismo, apenas se sintió en Italia la influencia de la llamada Reforma, de modo que la oscuridad espiritual siguió dominando a los habitantes de la península. Hubo unas cuantas personas que procuraron obtener un verdadero conocimiento de la Palabra de Dios, pero la mayor parte de ellas se refugiaron en el extranjero, donde podían compartir con otras personas su recién adquirido conocimiento de las Escrituras. A los que permanecieron en Italia, la Inquisición los encarceló y los condenó a muerte.
En 1870, con la excepción de la pequeña área que todavía ocupa la ciudad del Vaticano, los estados papales, grandes extensiones de terreno sobre los cuales la Iglesia Católica ejercía poder civil, fueron anexionados al reino de Italia. Ahora había buenas perspectivas de que hubiera mayor libertad religiosa en el país. Pero poco después de haber entrado en el poder Benito Mussolini en 1922 estas esperanzas se esfumaron. En 1929 éste firmó con la Iglesia Católica un concordato mediante el cual él concedía privilegios excepcionales a la Iglesia y el clero, y abrió el camino a un nuevo período de represión. Por eso, pudiéramos plantear la siguiente pregunta: ¿Cómo empezó la predicación de los testigos de Jehová en la Italia del día moderno?
EL COMIENZO
El renacimiento del cristianismo verdadero se remonta al final del siglo pasado en un pueblecito llamado Pinerolo, que queda a 38 kilómetros de Turín en el Piamonte. Pinerolo se encuentra en uno de los pintorescos valles de los Alpes Cottianos conocidos como “valles valdenses.” Este nombre se les dio con relación a los seguidores de Pedro de Valdo, comerciante de Lyon que llegó a comprender muchas verdades bíblicas.
En 1891 cierto viajero norteamericano hizo una parada en Pinerolo durante su primera serie de visitas a Europa. Este fue Charles Taze Russell, primer presidente de la Sociedad Watch Tower. En Pinerolo conoció al profesor Daniele Rivoire, valdense que enseñaba idiomas en el centro cultural valdense de Torre Pellice. Aunque el profesor Rivoire nunca llegó a ser testigo de Jehová, manifestó mucho interés en esparcir el mensaje bíblico tal como éste se explicaba en las publicaciones de la Sociedad Watch Tower.
Pasaron unos cuantos años, y mientras tanto, Fanny Lugli, una valdense de San Germano Chisone, una población cercana a Pinerolo, recibió de unos parientes suyos que vivían en Norteamérica un libro intitulado “El Plan Divino de las Edades.” Para 1903 ella se había dado cuenta de que aquel libro contenía la verdad y por eso había estado conduciendo reuniones con grupitos de personas en su hogar.
Por otra parte, alrededor de 1903 el profesor Rivoire tradujo al italiano el libro El Plan Divino de las Edades. En 1904 pagó con su dinero por la impresión de éste en la Tipografia Sociale. Esto se realizó antes de que apareciera una edición italiana de ese libro en los Estados Unidos. En la edición de 1904, el profesor Rivoire escribió lo siguiente a sus lectores: “Colocamos esta primera edición italiana bajo el cuidado protector del Señor. Que él la bendiga, de manera que, a pesar de las imperfecciones que contiene, pueda contribuir a magnificar su santísimo nombre y a animar a sus hijos de habla italiana a manifestar mayor devoción a él.” Jehová sí bendijo los resultados de la distribución de este libro.
El profesor Rivoire también comenzó a traducir al italiano la revista Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s Presence (La Torre del Vigía de Sión y Heraldo de la Presencia de Cristo). Esta se publicó cada tres meses en 1903 y se imprimió en Pinerolo. Es interesante notar que la revista se distribuyó por los medios regulares a los principales vendedores de periódicos en los centros más importantes de las provincias.
Durante este mismo período, Clara Cerulli Lantaret y Giosuè Vittorio Paschetto también adquirieron conocimiento de la verdad, y Remigio Cuminetti se unió a ellos unos años más tarde. Llegaremos a saber más acerca de todas estas personas a medida que vaya desarrollándose nuestro relato.
SE FORMA UNA CONGREGACIÓN
En 1908 se formó en Italia la primera congregación de los siervos de Jehová del día moderno. Las reuniones se celebraban los jueves por la noche en Pinerolo, en Piazza Montebello 7, el hogar de la hermana Cerulli, y los domingos por la tarde en Gondini, cerca de San Germano Chisone, en casa de la hermana Lugli.
Cuando el hermano Russell regresó a Italia en 1912 para visitar a la única congregación que existía entonces, unas 40 personas asistían a las reuniones. En aquel entonces la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Suiza estaba dirigiendo la obra, y este arreglo continuó hasta 1945. La hermana Cerulli, quien hablaba inglés y francés además de italiano, era la representante de la sucursal suiza en Italia.
SE ESPERA EN VANO
Durante la I Guerra Mundial, el grupito de hermanos italianos pasó por un período de prueba y purificación similar al que se experimentó en otras partes del mundo. En 1914 algunos Estudiantes de la Biblia, como entonces se llamaba a los testigos de Jehová, esperaban ‘ser arrebatados en las nubes al encuentro del Señor en el aire’ y creían que la predicación que ellos efectuaban en la Tierra había llegado a su conclusión. (1 Tes. 4:17) Un registro que se ha conservado hasta hoy dice: “Cierto día algunos de ellos fueron a un lugar aislado para esperar el acontecimiento. Pero, puesto que no sucedió nada, quedaron muy deprimidos cuando se vieron obligados a regresar a casa. Como resultado, varios de éstos se apartaron de la fe.”
Unas 15 personas permanecieron fieles, siguieron asistiendo a las reuniones y estudiando las publicaciones de la Sociedad. Respecto a aquel período, el hermano Remigio Cuminetti dijo: “En vez de la corona de gloria que habíamos estado esperando, recibimos un par de botas fuertes para usarlas en la predicación.”
EL JUICIO DEL HERMANO CUMINETTI
Cuando Italia entró en la guerra en mayo de 1915, empezó un período muy difícil para un miembro de la congregación, el hermano Remigio Cuminetti. Cuando se le reclutó para el servicio militar, él decidió mantener su neutralidad. (Isa. 2:4; Juan 15:19) Esto significaba que sería enjuiciado por el Tribunal Militar de Alessandria. La hermana Clara Cerulli asistió al juicio y envió un informe detallado de éste al hermano Giovanni DeCecca, quien estaba en el Betel de Brooklyn, pues ella sabía que él siempre se interesaba en lo que estaba sucediendo en el campo italiano. Su carta, con fecha del 19 de septiembre de 1916, constituye un relato auténtico de lo que sucedió:
“Mi estimado hermano en Cristo,
“Me parece que debo escribirle sin demora para relatarle las buenas nuevas acerca de cómo nuestro querido hermano, Remigio Cuminetti, defendió firmemente la fe y dio un buen testimonio durante su juicio en Alessandria.
“La hermana Fanny Lugli y yo tuvimos el gran privilegio de asistir al juicio y ser edificadas por la franca profesión de fe firme de nuestro hermano.
“El juez trató repetidas veces de entrampar a nuestro hermano para hacerle admitir una cosa u otra, pero Remigio no se dejó confundir ni una vez. He aquí un registro de lo que se dijo durante el juicio:
EL JUEZ: ‘¡Le advierto que a usted se le está enjuiciando debido a una acusación grave y aún así usted da la apariencia de tener algún motivo para reírse!’
EL HERMANO CUMINETTI: ‘No puedo evitar tener esta expresión en el rostro. El gozo que siento en el corazón se me debe estar reflejando en el rostro.’
EL JUEZ: ‘¿Por qué rehúsa usted ponerse el uniforme militar y servir en defensa de su patria?’
EL HERMANO CUMINETTI: ‘He comparecido ante el Tribunal por haber rehusado usar un uniforme militar, y nada más. No soy culpable de ningún otro delito. ¡Me parece impropio que un hijo de Dios use un uniforme que representa odio y guerra! Por la misma razón rehúso llevar una banda de identificación alrededor del brazo y participar en el esfuerzo bélico por medio de trabajar en una fábrica. Prefiero que se me identifique como un hijo de Dios por mi conducta apacible para con el prójimo.’
EL JUEZ: ‘¿Admite usted haberse quitado la ropa hasta quedar en ropa interior cuando estuvo en prisión en Cuneo?’
EL HERMANO CUMINETTI: ‘Sí, su señoría; es verdad. En tres ocasiones se me obligó a ponerme un uniforme y las tres veces me lo quité. Mi conciencia se rebela contra la idea de hacer daño a mi prójimo. Estoy dispuesto a dar mi vida por el bien de los demás, pero jamás levantaré un dedo a fin de hacerle daño a mi prójimo, pues Dios, mediante su espíritu santo, nos enseña a amar y no odiar a nuestro prójimo.’
EL JUEZ: ‘¿Qué clase de educación recibió usted?’
EL HERMANO CUMINETTI: ‘Eso es de poca importancia. ¡He estudiado la Biblia!’
EL JUEZ: ‘Conteste las preguntas que le hago. ¿Por cuánto tiempo asistió usted a la escuela?’
EL HERMANO CUMINETTI: ‘Por tres años, ¡pero repito que eso es de poca importancia cuando se compara con la preparación que he recibido en la escuela de Cristo!’
EL JUEZ: ‘Es una lástima que usted se haya comunicado con ciertas personas [señalando a la hermana Lugli y a mí] que le han dirigido por malos caminos. [En tono de desaprobación] ¿Por cuánto tiempo ha estudiado usted ese libro que usted llama “la Biblia”?’
EL HERMANO CUMINETTI: ¡‘Por seis años, y lo único que lamento es no haber empezado antes!’
EL JUEZ: ‘¿Quién le enseña a usted esta nueva religión?’
EL HERMANO CUMINETTI: ‘Dios mismo enseña a los suyos. Estudiantes más maduros me han ayudado a comprender las verdades bíblicas, pero solo Dios puede abrirnos los ojos del entendimiento.’
EL JUEZ: ‘¿Se da cuenta usted de la gravedad de su conducta desobediente? ¿Es su decisión lo suficientemente firme como para enfrentarse a las consecuencias?’
EL HERMANO CUMINETTI: ‘Sí, estoy seguro de que lo es. Estoy dispuesto a enfrentarme a cualquier cosa que pudiera ocurrirme. Aun si me condenaran a muerte, nunca violaría la promesa que he hecho de servir al Señor cabalmente.’
“Después de esto el fiscal pidió que se sentenciara al hermano Cuminetti a cuatro años y cuatro meses de prisión y entonces llegó el turno del abogado defensor para hablar.
“El abogado se puso de pie y dio un maravilloso testimonio respecto a la actitud de nuestro hermano, pues dijo que, en vez de condenar a tal hombre a la prisión, se le debería admirar por su valor y por su fidelidad a su Dios. Señaló que, a fin de no violar su conciencia, el acusado no quería ir en contra del mandato bíblico de no matar. Estaba obrando conforme a la Ley Divina.
“Después de esto los jueces se retiraron por cinco minutos y luego regresaron a la sala del tribunal para leer la sentencia. ‘Se sentencia a Remigio Cuminetti a cumplir tres años y dos meses en prisión por haber traicionado al rey y las leyes del país.’
“¡Nuestro hermano les dio las gracias con una sonrisa radiante en el rostro!
“Entonces el juez le preguntó si tenía algo más que decir.
“Remigio contestó: ‘Tendría muchísimo que decir en cuanto al amor de Dios y su maravilloso propósito para con la humanidad.’
“A esto el juez respondió de mal humor: ‘Ya hemos oído bastante al respecto. Repito la pregunta. ¿Tiene usted algo más que declarar con respecto a la sentencia?’
“‘No,’ contestó nuestro hermano, con el rostro iluminado de fervor, ‘¡Repito que estoy dispuesto a dar mi vida por el bien de los demás, pero no levantaré un dedo a fin de hacer daño a mi prójimo!’
“Con esto terminó el juicio.
“La hermana Fanny Lugli y yo tuvimos el privilegio de hablar con nuestro querido hermano. Todos le admiraban. Aun los jueces quedaron asombrados ante su actitud humilde, la cual estaba ligada al valor que despliegan los hijos de la luz al rehusar inclinarse ante los poderes terrestres. Ellos se inclinan únicamente ante Dios mientras le oran con espíritu y verdad.”
“LA ODISEA DE UN OBJETOR DE CONCIENCIA”
Lo que sucedió después del juicio constituye en sí otro relato. Este fue tan notable que se publicó años después en el número de julio/agosto de 1952 de la publicación L’Incontro. Los siguientes extractos son del artículo intitulado “La Odisea de un objetor de conciencia durante la I Guerra Mundial”:
“Este Testigo se llamaba Remigio Cuminetti, y había nacido en Porte di Pinerolo en 1890. . . .
“No obstante, cuando estalló la guerra, la fábrica de máquinas [la RIV de Villar Perosa] fue incorporada en el esfuerzo bélico y se requirió que los obreros usaran una banda de identificación y se pusieran bajo la autoridad militar. Cuminetti pudo haber optado por hacer esto y permanecer como civil. Si lo hubiera hecho, habría evitado las pruebas que tuvo que soportar después. Como obrero especializado se le hubiera concedido una prórroga permanente respecto a la llamada a rendir servicio militar, pero él inmediatamente pensó para sí: ‘Después de haber dedicado mi vida a Dios, ¿puedo seguir haciendo la voluntad de Él y, a la misma vez, contribuir al esfuerzo bélico? Estaría desobedeciendo, aunque indirectamente, los mandamientos que dicen: “No matarás,” y, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” ¿No son los alemanes y los austriacos mi prójimo al igual que los franceses, los ingleses y los rusos?’ A este hombre sincero la respuesta le parecía obvia y bien definida . . .
“Cuando se reclutó para el servicio militar a los de su edad, él se adhirió a sus convicciones y rehusó unirse al ejército. El resultado fue que se le arrestó de nuevo y se le enjuició ante el Tribunal Militar de Alessandria. Se le sentenció a tres años y medio de prisión [en realidad tres años y dos meses] y se le envió a la prisión militar de Gaeta . . . Pero a las autoridades militares les pareció injusto que él pasara su tiempo tranquilamente en la prisión mientras sus compatriotas arriesgaban la vida en el campo de batalla. . . . Decidieron sacarlo de la prisión y enviarlo a la comandancia, donde se le obligaría a ser soldado y pelear por su patria . . . cuando llegó allí, rehusó ponerse el uniforme y se le dejó en camisa afuera en el patio.”
“Después de pasar algún tiempo en esta condición, entre la mofa general de sus compañeros, reflexionó sobre el asunto y decidió que el simplemente usar cierta ropa no haría de él un soldado. Razonó que no se podía considerar como soldado ni someter a disciplina militar a nadie a menos que se pegara las estrellas a la chaqueta. Así que se puso el uniforme sin las estrellas y nadie pudo lograr que él se las pusiera en el cuello del uniforme. Le enviaron de nuevo a la prisión y de allí lo transfirieron a un manicomio, pues las autoridades llegaron a la conclusión de que tenía que estar loco. Puesto que nada le impedía razonar tan bien como cualquier otra persona, el director del asilo no pudo clasificarlo como demente y lo envió de nuevo a su regimiento. Debido a que se negaba resueltamente a usar estrellas militares o desempeñar cualquier tipo de servicio militar, no pasó mucho tiempo antes de que fuera a parar otra vez a la prisión. De modo que pasó varios meses yendo de la prisión al manicomio y viceversa.
“Finalmente se le envió a su regimiento, y esta vez cierto comandante del ejército decidió poner fin a la resistencia constante de Cuminetti de una vez para siempre. Un día le ordenó a punta de pistola que tomara sus armas y se fuera a las trincheras. Cuminetti . . . sabía que este comandante ya había matado a varios soldados debido a faltas mucho menores, . . . así que estaba seguro de que le había llegado la hora. No obstante, tranquilamente rehusó tocar las armas. Entonces el comandante dijo a otros dos soldados que le prepararan una mochila, se la pusieran en la espalda y que le ajustaran una cartuchera, un sable y otras cosas por el estilo alrededor de la cintura. Después de haber hecho que se le vistiera así, el comandante lo amenazó una vez más con el revólver y le ordenó irse a las líneas. Puesto que Cuminetti no se movía, se ordenó a dos soldados que lo llevaran por fuerza a las trincheras, sujetándolo por las piernas y los brazos. En ese momento, mientras se lo llevaban, Cuminetti comentó: ‘¡Pobre Italia! Si a sus soldados se les tiene que llevar a las trincheras por la fuerza, ¿cómo logrará ella ganar la guerra?’ Este comentario hizo que hasta aquel comandante feroz e implacable cediera y ordenara que a Cuminetti se le quitara todo el equipo militar y se le pusiera de vuelta en la prisión.
“Después de cierto tiempo, el coronel del regimiento lo mandó a buscar. Este oficial había decidido razonar amablemente con él para que se pusiera las estrellas militares. Le llamó a su oficina y le aseguró de toda manera posible que si él obedecía las órdenes, nunca tendría que tocar un arma, y que se harían arreglos para que él sirviera detrás de las líneas de combate. Cuminetti admitió luego . . . que ésta fue la prueba más difícil por la cual había tenido que pasar hasta entonces. En cierto momento, al ver la actitud humilde y respetuosa de Cuminetti, el coronel pensó que había ganado la batalla y dijo en un tono paternal: ‘Pobrecito, ¿cómo podría luchar usted solo contra la fuerza formidable de todo el ejército? Estaría destinado a quedar vencido. Ahora voy a prenderle las estrellas y usted va a usarlas sin rebelarse más. Estoy haciendo esto por su propio bien y le juro que usted no tendrá que disparar contra otros hombres y que respetaremos por completo sus ideas.’
“Cuminetti contestó sencillamente: ‘Señor coronel, si usted trata de prenderme las estrellas en el uniforme, dejaré que lo haga; ¡pero tan pronto salga me las quitaré de nuevo!’ Ante una decisión tan inflexible, el coronel no insistió más y lo abandonó a su destino.
“Debido a su fe, este hombre humilde y sencillo fue sometido a juicio cinco veces. Se le encarceló en Regina Coeli, Roma, Piacenza y Gaeta, y se le internó en el manicomio de Reggio de Emilia.”
Por fin, después que el hermano Cuminetti pasó unos cuantos meses más en prisión, se le llevó al frente para que sirviera de camillero. La revista informa lo siguiente:
“Cierto día, mientras estaba de servicio en el frente, se enteró de que un oficial herido estaba tendido frente a las trincheras y no tenía las fuerzas para regresar a éstas y refugiarse. Nadie quería salir a recogerlo. Cuminetti inmediatamente se ofreció para cumplir con esta misión peligrosa y logró sacar al oficial de la zona peligrosa, aunque fue herido en la pierna.”
Se le premió con una medalla de plata por tal acción, “pero él rehusó la condecoración porque había obrado por amor a su prójimo y no con la idea de ganarse una medalla.”
El veredicto que pronunció contra él el Tribunal Militar de Alessandria el 18 de agosto de 1916 está registrado bajo el número 10419 en el Registro de Litigios que se encuentra en los Archivos del Tribunal Militar en Turín. Sin duda alguna, el hermano Cuminetti fue el primer Testigo italiano que adoptó la posición de neutralidad cristiana y probablemente el primer objetor de conciencia en la historia de la Italia del día moderno.
SE ESTABLECE UNA OFICINA EN ITALIA
Terminó la guerra y tras ella quedaron rastros de muerte y ruina por toda la península. Aunque la sucursal de Suiza todavía estaba dirigiendo la obra, se estableció una oficina en Italia después de 1919. Esta estaba ubicada en una casa que se alquiló en Pinerolo en el número 11 de la Vía Silvio Pellico.
En 1922 el hermano Remigio Cuminetti reemplazó a la hermana Cerulli como representante de la Sociedad en Italia. Ya no parecía apropiado que una mujer ocupara este puesto de responsabilidad, si podía ocuparlo un hombre que había probado su integridad más allá de lo necesario. Sin embargo, la hermana Cerulli se sintió ofendida por este cambio y abandonó la verdad.
Después de la guerra, el profesor Giuseppe Banchetti se encargó de la tarea de traducir las publicaciones de la Sociedad Watch Tower. Él era un pastor valdense, pero había estudiado la verdad y reconocía lo valiosa que era. Hasta había tratado de incorporar ciertas creencias en su propia religión por medio de predicarlas desde el púlpito, pero no había tenido éxito. No obstante, dejó las semillas de la verdad en varias partes del país. Para el 1913 estuvo en Ceriñola, en la provincia de Foggia, lugar al cual la Sociedad le enviaba consignaciones de literatura con regularidad. Estas consignaciones siguieron llegando a la iglesia valdense de la localidad aun después que él murió, y luego, personas que habían leído la literatura formaron un grupo de Estudiantes de la Biblia.
Además de traducir La Atalaya, el profesor Banchetti tradujo los libros El Arpa de Dios y Liberación, así como varios folletos. Al igual que el profesor Rivoire, Banchetti nunca se separó por completo de la iglesia valdense, aunque creía en las explicaciones de la Biblia que publicaba la Sociedad Watch Tower y esparcía el mensaje.
Cuando el profesor Banchetti murió en 1926, la obra de traducir quedó, por un corto espacio de tiempo, en manos de cierta Sra. Courtial, quien tradujo el libro La creación. Pero en 1928 se asignó la tarea a una persona dedicada, el hermano Giosuè Vittorio Paschetto, quien se encargó de la obra de traducir hasta que fue arrestado por la policía fascista el 7 de noviembre de 1939. Durante los años que precedieron a esta fecha, él tradujo los libros Gobierno, Reconciliación, Vida, Profecía, Luz (2 tomos), Vindicación (3 tomos), Preparation (Preparación), Preservation (Preservación), Jehová, Riquezas, Enemigos y Salvación. Estas publicaciones verdaderamente fueron “alimento a su debido tiempo” para el pueblo de Dios. (Mat. 24:45) Una de ellas en particular, el libro Enemigos, resultó en que se levantara una tremenda ola de persecución contra el grupito de hermanos de aquel entonces debido a la franqueza con que trataba la cuestión de la neutralidad.
Después que se le permitió salir de la prisión el 23 de agosto de 1943, el hermano Paschetto continuó trabajando junto con otros traductores hasta terminar su carrera terrestre en 1956.
AYUDA DESDE EL EXTRANJERO
Ahora retrocedamos al final de la I Guerra Mundial. Poco después de 1918, el hermano Marcello Martinelli, quien había llegado a conocer la verdad en los Estados Unidos, regresó a Italia. Era nativo de Valtelina, uno de los hermosos valles de los Alpes Réticos que conduce al lago de Como, y abarcó este territorio varias veces con el mensaje del Reino. En 1923 llegó a ser repartidor, o “colporteur” (como se llamaba antes a los que participaban en la obra de predicar de tiempo completo), y participó en la obra con el hermano Cuminetti en la zona de Pinerolo. El hermano Martinelli era muy querido por su bondad de corazón, la cual, durante períodos de intensa persecución, le impulsó a escribir cartas que reflejaban su amor para con los pocos hermanos que estaban esparcidos por diferentes partes. Continuó activo en la predicación hasta el fin de su ministerio terrestre en 1960. En la provincia de Sondrio, donde él efectuó la obra del Señor, se formó un grupito de Estudiantes de la Biblia.
Entre los años 1920 y 1935, otros emigrantes que habían aceptado la verdad en Bélgica, Francia y los Estados Unidos, regresaron a Italia. Llevaron a cabo la predicación con entusiasmo en los lugares donde volvieron a establecerse y hallaron una buena cantidad de personas que prestaron atención a las enseñanzas bíblicas. Así se formaron otros grupos de Estudiantes de la Biblia.
En 1923 la sucursal de Suiza invitó a tres repartidores que estaban trabajando en Tesino, cantón suizo donde se habla italiano, a mudarse a Italia. Estos fueron Ignazio Protti y sus dos hermanas, Adele y Albina. El año siguiente la hermana Emma Hotz, otra repartidora, se unió a ellos.
LA ACTIVIDAD CELOSA DE CINCO REPARTIDORES
La actividad de estos repartidores celosos ciertamente es digna de mención. Las tres hermanas trabajaban en un territorio y los hermanos, Ignazio Protti y Marcello Martinelli, en otro. Desde 1923 hasta 1927 abarcaron varias partes del Piamonte y parte de Lombardía con la predicación. La hermana Adele Protti, quien más tarde se casó con el hermano Brun (de Suiza), escribió lo siguiente hace muchos años:
“En 1924, 20.000 ejemplares del folleto Un gobierno deseable se imprimieron en Pinerolo. Además habíamos recibido desde Berna 100.000 ejemplares del tratado Eclesiásticos denunciados. Este tratado contenía la denuncia que se había leído en la asamblea de Columbus, Ohio, en 1924. Denunciaba enérgicamente al clero. Este se distribuyó en todas las ciudades principales de Italia.”
Un informe que se publicó en La Atalaya del 1 de diciembre de 1925 dijo lo siguiente acerca de la campaña: “Nuestros hermanos italianos distribuyeron 100.000 ejemplares de la ‘Denuncia’; y se aseguraron de que particularmente el papa y otros funcionarios prominentes del Vaticano recibieran cada uno su ejemplar.”
¡Bien podemos imaginarnos lo emocionante que fue para esos repartidores distribuir un mensaje tan punzante! La hermana Brun continuó diciendo:
“En un solo día, el hermano Cuminetti, la hermana Hotz y yo distribuimos 10.000 ejemplares de la ‘Denuncia’ en Génova. Desde Suiza llegaron 100 mil ejemplares del tratado Testimonio a los gobernantes del mundo, pero las autoridades se apoderaron de la mayor parte de ellos. Más o menos cada tres meses íbamos a visitar a nuestros hermanos de San Germano Chisone para edificarnos espiritualmente en las reuniones. Es difícil expresar el anhelo, el deseo ardiente, que teníamos de reunirnos con los hermanos por algún tiempo.
“En cierta ocasión, trabajé todo el día en una aldea y obtuve resultados muy satisfactorios. Tenía el corazón lleno de gozo al encaminarme a casa por el único camino disponible, el cual atravesaba un bosque. Mientras iba caminando con la mente llena de pensamientos alegres, repentinamente me di cuenta de que un joven con una bicicleta estaba caminando a mi lado. No me alarmé en absoluto, sino que comencé a testificarle acerca del régimen de paz y justicia que habría bajo el Reino. Nos tomó unas dos horas recorrer el trayecto de regreso a Alessandria. Cuando estábamos llegando al final de nuestro viaje, el joven me dijo:
“‘Señorita, creo que tengo que decirle que usted ha evitado que yo cometiera un delito atroz. Cuando le alcancé tenía la intención de hacerle daño. Si usted hubiera opuesto resistencia, tal vez hasta la habría matado. Pero cuando ví su rostro radiante de alegría y su expresión confiada e inocente, me sentí incapaz de abusar de su confianza. Luego usted comenzó a hablarme de tantas cosas maravillosas que yo nunca había oído. Estas dos horas han bastado para cambiar mi actitud hacia la vida, y ahora comprendo que he sido una criatura vil. Quisiera cambiar mi modo de vivir. Por favor, deme cualquier material de lectura que tenga acerca de estas cosas.’
“Le di todo lo que me quedaba en la bolsa y él me pagó. Después me dio la mano y se despidió. En esa ocasión, así como en otras, he sido protegida de manera verdaderamente maravillosa.”
La hermana Brun permaneció fiel hasta su muerte en Zurich en 1976, después de 50 años de servicio devoto. Su hermano, Ignazio, quien fue otro de los cinco repartidores, escribió en 1970:
“Ni siquiera contábamos las horas que pasábamos en el servicio. Simplemente solíamos trabajar desde por la mañana hasta por la noche. A menudo se nos arrestaba y poco tiempo después se nos dejaba de nuevo en libertad. En Gallarate (cerca de Varese), el hermano Martinelli y yo fuimos arrestados y encarcelados bajo falsas acusaciones que el clero había tramado. Se nos permitía salir al patio de la prisión una hora al día, y esto nos daba la oportunidad de testificar a otros prisioneros. Muchas veces nos veíamos rodeados de un grupo de oyentes, y hasta los guardias pasaban por donde estábamos con el fin de escuchar. Un día el director de la prisión se acercó también. Cuando los prisioneros supieron que se nos iba a poner en libertad, nos abrazaron y nos expresaron cordial agradecimiento. Esto nos conmovió mucho a nosotros también y dimos gracias a Dios por habernos dado la oportunidad de hacer llegar el mensaje a estas personas.”
“Cierto día,” continuó diciendo el hermano Protti, “mientras iba de casa en casa, noté que un hombre me estaba siguiendo. Poco después me detuvo cuando estaba saliendo de una casa y me dijo que él era un agente de la policía de seguridad. Me pidió que le mostrara mi tarjeta de identidad y quería saber lo que yo estaba haciendo. Contesté: ‘Estoy proclamando el advenimiento de un gobierno deseable,’ pues pensaba presentarle el folleto sobre ese mismo tema. Al oír esto, el agente se sintió un poco ofendido y respondió que ya había un gobierno deseable... refiriéndose obviamente al régimen fascista. Le expliqué: ‘El gobierno al que usted se refiere es solo transitorio. El que yo estoy anunciando durará para siempre.’ Entonces saqué mi Biblia y le pedí que leyera Daniel 2:44 y Da 7:14. Daba gusto ver el cuidado con que él leyó esos dos versículos. Me devolvió la Biblia y en vez de arrestarme, como yo había pensado que haría, me dejó ir. Después de todos estos años, todavía me pregunto si aquel agente se habría acordado de nuestra conversación cuando cayó el régimen fascista.”
El hermano Protti permaneció fiel en el servicio del Reino hasta el fin. Murió en Basilea en 1977, a la edad de 80 años.
1925... LA PRIMERA ASAMBLEA
La obra siguió expandiéndose a pesar de muchas dificultades, y la primera asamblea se celebró en Pinerolo del 23 al 26 de abril de 1925. El hermano A. H. Macmillan, de las oficinas centrales de la Sociedad, pudo estar presente pues estaba haciendo una serie de visitas por el extranjero. La asamblea se celebró en una sala espaciosa del hotel Corona Grossa.
Hubiera sido absurdo esperar que las autoridades fascistas dieran su permiso para que se celebrara esta asamblea. Así que los hermanos hicieron que la reunión aparentara ser una fiesta de bodas. Durante la asamblea, el hermano Remigio Cuminetti se casó con la hermana Albina Protti, una de las repartidoras de Suiza. A aquella asamblea histórica asistieron 70 personas y 10 de ellas se bautizaron.
“Nuestros días estaban llenos de bendiciones, regocijo y felicidad,” escribió la hermana Brun, quien estuvo presente en la asamblea. Ella agregó: “El dueño del hotel trajo a sus otros huéspedes y clientes al salón y les dijo: ‘¡Vengan y vean todos, tenemos la iglesia primitiva bajo nuestro techo!’ . . . Todo estaba bien organizado y por lo general lográbamos despejar el piso y colocar las sillas en su lugar en un corto espacio de tiempo. Luego las guardábamos y dejábamos todo en orden. Todos estábamos alegres y dispuestos a ayudar. Esto sirvió de gran testimonio.”
No obstante, durante aquella primera asamblea hubo un inconveniente curioso. “Aunque éramos muy diferentes en muchos sentidos, lográbamos llevarnos bien unos con otros. Sin embargo, no lográbamos ponernos de acuerdo en cuanto a la manera de cantar los cánticos. Los hermanos del norte cantaban con un ritmo rápido y alegre, mientras que los del sur cantaban lentamente y con tanto sentimiento que era una lástima hacerles cambiar su estilo. Así que el hermano que estaba presidiendo la asamblea decidió hacer que los hermanos del sur de Italia cantaran primero y luego los hermanos del norte.”
LA OBRA EMPIEZA A DECAER
La predicación se veía muy prometedora. En el informe que se publicó en La Atalaya del 1 de diciembre de 1924 (edición en inglés) se hizo el siguiente comentario: “Se han proporcionado bicicletas a tres repartidores que están viajando por el país distribuyendo literatura y vendiendo libros. Tenemos muchas esperanzas de que la verdad se esparza extensamente por Italia en el futuro cercano.”
Algún tiempo antes de eso, el hermano Cuminetti había heredado 10.000 liras, una suma considerable en aquellos días. Por lo tanto, pudo dedicarse de lleno a la obra de testificar y de animar a los hermanos por medio de ir a visitarlos en los territorios donde vivían. La Atalaya del 1 de mayo de 1925 (edición en italiano) contenía un artículo intitulado “Relato de un viaje a través de Italia,” el cual tenía que ver con el viaje que hicieron los hermanos Cuminetti y Martinelli a fines de 1924. Viajaron tanto como 5.000 kilómetros para visitar a hermanos en zonas aisladas y a personas que estaban interesadas en las verdades bíblicas y vivían en diversas regiones desde Lombardía hasta Sicilia. El relato menciona que en Porto Sant’Elpidio (en el centro de Italia) se sometieron documentos a fin de obtener permiso para utilizar un salón en el cual pronunciar un discurso y, “aunque las autoridades trataron de postergar el asunto por algún tiempo, finalmente tuvieron que darnos permiso debido a nuestra insistencia . . . El día del discurso vinieron más de 200 personas a escuchar el discurso intitulado ‘El regreso de los muertos está cerca.’” Sin lugar a duda fue un gran éxito.
Luego, por varias razones la obra empezó a decaer gradualmente. Entre 1926 y 1927, tres de los repartidores tuvieron que regresar a Suiza por razones de salud y otras razones. Pero, lo que principalmente hizo que decayera la obra fue el concordato que se firmó en 1929 entre la Iglesia Católica y el Estado fascista, el cual concedía privilegios excepcionales a la Iglesia. Esto señaló el comienzo de un deplorable período de represión religiosa.
Aquí y allá unas cuantas lamparitas de verdad continuaron alumbrando. En algunos lugares había grupitos de hermanos o solo personas aisladas, y en tales casos era difícil comunicarse con ellos y mantenerlos unidos. Estas personas eran más bien como ascuas encendidas que estaban escondidas debajo de las cenizas, en peligro de apagarse por completo. De hecho, algunas sí se apagaron. En una de sus cartas, el hermano Cuminetti describió la situación como sigue:
“Quisiéramos hacer mucho más, pero se nos está observando cada vez más de cerca . . . se intercepta todo. Recibimos The Golden Age [ahora ¡Despertad!] hasta marzo y entonces dejó de llegar. Se nos informó desde Brooklyn que se nos habían enviado varios paquetes que contenían los libros y folletos más recientes, pero nada nos ha llegado. Cada vez son menos los ejemplares de La Atalaya que llegan a sus destinatarios y el enemigo arresta a cualquier hermano que despliega celo . . . a otros se les amenaza con exiliarlos a otra parte del país y exponerlos a toda clase de maltrato.”
LA OBRA DEL REINO NO SE SUPRIME POR COMPLETO
No hubiera sido muy difícil para el clero, con el apoyo de sus secuaces fascistas, controlar la actividad de unas cuantas docenas de personas y con el tiempo acabar con ella del todo, si no hubiera sido porque ‘la mano de Jehová no se había acortado demasiado de modo que no pudiera salvar, ni había hecho su oído demasiado pesado de modo que no pudiera oír.’ (Isa. 59:1) Él no permitió que se venciera a sus leales.
En uno y otro lugar grupitos de publicadores del Reino lograron sobrevivir. Y el mismísimo hecho de que llegaron a existir y perseveraron, demuestra que Jehová los protegió mediante Su poderosa fuerza activa.
EL GRUPO DE PRATOLA PELIGNA
En 1919, un emigrante que había llegado a conocer la verdad en los Estados Unidos fue el primero que trajo las buenas nuevas del Reino a Pratola Peligna, en la provincia de Aquila. Este hermano, Vincenzo Pizzoferrato, permaneció fiel al llamamiento celestial hasta su muerte en 1951. Trabajaba como vendedor ambulante de fruta en los pueblos cercanos de Sulmona, Raiano y Popoli, a los cuales solía llegar con su carreta cargada de frutas y literatura que distribuir. Así distribuyó El Plan Divino de las Edades, El Arpa de Dios y otras publicaciones, y pronto un grupito de personas interesadas en la Biblia empezó a reunirse en torno a él.
En 1924, mientras este hermano estaba cerca del cementerio de Popoli (Pescara) a punto de terminar la distribución del tratado The Return of the Dead Is Imminent (El regreso de los muertos es inminente), un sacerdote acompañado de unos jóvenes fascistas interrumpieron lo que hacía y lo llevaron a la comisaría de policía para que se le interrogara. Sin embargo, se hizo patente que el maresciallo (el jefe de policía) tenía una actitud muy favorable para con el mensaje. Este llamó a todos los carabinieri (miembros de la policía nacional) que estaban en la comisaría para que vinieran y escucharan al hermano, de modo que se dio un excelente testimonio y se distribuyó literatura. Para asegurarse de que el hermano Pizzoferrato no tuviera más problemas con los fascistas, el maresciallo hizo que dos policías lo escoltaran hasta la estación de ferrocarril.
En 1925, cuando se celebró la asamblea en Pinerolo, el hermano Pizzoferrato asistió con su esposa y una persona interesada en la Biblia, quien luego llegó a ser hermano. En aquel entonces, un grupo de unas 30 personas ya se reunía en su hogar y luego, cuando una familia edificó una casa nueva, apartaron un cuarto para usarlo como Salón del Reino.
En 1939 el clero se las arregló para meternos en problemas con las autoridades, de modo que nuestros hermanos se vieron en graves dificultades. Las autoridades se apoderaron de la literatura y prohibieron que se celebraran reuniones. Arrestaron al hermano Pizzoferrato e hicieron que compareciera ante el Tribunal Especial de Roma, donde lo sentenciaron a prisión. Poco después lo pusieron en libertad debido a su salud delicada y él inmediatamente se puso a esparcir las “buenas nuevas” otra vez, a pesar del peligro de volver a ser arrestado. Así que nunca se suprimió por completo al grupo local de hermanos.
EL GRUPO DE ROSETO DEGLI ABRUZZI
Roseto degli Abruzzi es una aldea costanera de la provincia de Teramo. Los habitantes de la localidad oyeron acerca de la verdad por primera vez mediante una hermana llamada Caterina Di Marco. Ella, quien había nacido en Roseto, emigró a los Estados Unidos, donde llegó a conocer la verdad en 1921 en Filadelfia. Se bautizó un año después y regresó a Roseto degli Abruzzi en 1925. ¿Qué hizo al regresar? La hermana narra lo siguiente:
“Tan pronto como llegué comencé a hablar a otras personas acerca de la fe. Hasta solía distribuir tratados y folletos en la playa, cerca de las cabañas del balneario. Cierto hombre de la localidad leyó uno de aquellos folletos y exclamó: ‘¡Ah! Esta debe ser la nueva religión que Caterina ha traído consigo desde los Estados Unidos.’ Este quería leer el resto de la literatura que yo tenía. Lo hizo, y quedó convencido de que era la verdad.” Él fue el primero que respondió al mensaje, y luego le siguieron otras personas sinceras. El hermano DeCecca en cierta ocasión describió a la hermana Di Marco como “una verdadera espada” contra los opositores religiosos. Aunque está enferma, esta hermana de 85 años de edad sigue manteniendo su integridad y adhiriéndose firmemente a su esperanza.
Domenico Cimorosi, el primero que aceptó la verdad como resultado de la predicación de esta hermana, sirvió de precursor regular hasta su muerte a los 87 años de edad. Unos cuantos años antes de morir escribió el siguiente relato de cómo se dio comienzo a la obra en aquella zona:
“Empecé a hablar acerca de la verdad a mi hermano, mi padre, mi primo y mis compañeros de trabajo. Al cabo de cierto tiempo, unos cinco o seis de nosotros estábamos leyendo el único folletito que yo tenía, Conforto per il Popolo (Consuelo para los pueblos), y buscando los textos bíblicos en nuestras Biblias. Decidimos visitar a Caterina Di Marco, la señora que había regresado de los Estados Unidos. Inmediatamente nos dimos cuenta de que eran lógicas las explicaciones que ella nos daba y empezamos a celebrar reuniones en su hogar. Aunque poco después los fascistas trataron de descubrir dónde estábamos, con la ayuda de Jehová logramos mantener en secreto los lugares donde nos reuníamos.”
Dentro de poco aquel grupito de personas sinceras empezó a sentir los efectos de la intolerancia religiosa. “El párroco entabló acción judicial contra mí por haber distribuido el tratado Eclesiásticos denunciados,” relata Caterina Di Marco. “Se me absolvió de las acusaciones, pero ahí no terminaron mis problemas. Más tarde me arrestaron por primera vez porque no fui a escuchar un discurso que pronunció Il Duce [El caudillo, Mussolini]. El magistrado me preguntó por qué no había ido. A manera de respuesta le cité el tercer capítulo de Daniel cap. 3, donde se da el relato acerca de los tres hebreos que rehusaron inclinarse ante la imagen de oro. Me sentenciaron a cinco años de exilio en otra parte de Italia.”
Vittorio Cimorosi, hijo de Domenico, recuerda que durante los años treinta las autoridades frecuentemente se apoderaban de la literatura. No obstante, unos cuantos ejemplares de La Atalaya y de otras publicaciones llegaban a su destino. Él relata: “El hermano DeCecca frecuentemente escribía a mi padre y a otras personas que estaban interesadas en la Biblia y les enviaba alimento espiritual. A menudo empleaba expresiones indirectas a fin de no comprometernos. En cierta ocasión escribió: ‘Si usted no tiene “enemigos” los hallará en Montone.’ En armonía con esta sugerencia, el hermano Guerino Castronà fue a la aldea de Montone, donde halló a un hombre que tenía el libro Enemigos y otras publicaciones.”
EL GRUPO DE MALO
“Jamás podré cansarme de dar gracias a Jehová por el precioso don que tengo de haber sido temeroso de Dios desde la juventud.” Estas palabras las escribió Girolamo Sbalchiero, hermano que permaneció fiel a su asignación cristiana hasta su muerte en 1962. Su relato personal está estrechamente relacionado con el de un grupo de Testigos que con el tiempo había de llegar a ser una congregación floreciente.
Originalmente, el hermano Sbalchiero era un católico acérrimo. Llevaba alrededor de la cintura una cuerda con nudos para azotarse y castigarse la carne como penitencia por sus pecados. A menudo oraba arrodillado sobre piedrecitas a fin de ofrecer su sufrimiento a Dios. También participaba en largas peregrinaciones a pie, y en cierta ocasión recorrió una distancia de 50 kilómetros. Entonces, en 1924, Girolamo oyó por primera vez el mensaje del Reino que le presentó una persona que había estado en comunicación con los Testigos en los Estados Unidos. ¿Cómo respondió él? Este carpintero devoto proveniente de Malo, aldehuela cerca de Vicenza en Veneto, escribió lo siguiente:
“Trabajaba de día y leía las Escrituras de noche. Mi patrón me había dado una Biblia porque él no la quería y, aunque yo no comprendía mucho de lo que leía, me impresionó muchísimo el relato acerca de la batalla de Har–Magedón e inmediatamente comencé a hablar a otros sobre ello. Escribí al hermano Cuminetti, quien servía en Pinerolo, y sus cartas me ayudaron muchísimo. No obstante, puesto que no tenía cerca a alguien que me ayudara, me tomó ocho años entender a cabalidad la verdad. Cuando llegué a comprenderla, dejé de ir a la iglesia y recibir la comunión, lo cual había estado haciendo todas las mañanas de mi vida hasta entonces.”
La persecución no tardó. “Para estudiar la Biblia,” narró él, “nos ocultábamos detrás de arbustos en lugares aislados. En cierta ocasión, hasta celebramos el Memorial en una caverna. Otros se interesaron en el mensaje y se unieron a mí. Un domingo por la tarde, cinco de nosotros nos reunimos en un hogar particular para estudiar las Escrituras. Pasado un rato, el sacerdote de la aldea entró a trancos y nos insultó, diciendo que éramos demasiado ignorantes para entender la Biblia. Y añadió que los sacerdotes eran los únicos que tenían el poder de salvar almas.”
Después de una discusión acalorada, durante la cual el sacerdote no pudo contestar ninguna de las preguntas que se le plantearon, éste mandó llamar a la policía. Pero el maresciallo (jefe de policía) conocía al hermano y también sabía que el hermano era sumamente respetado en aquella zona debido a su bondad, de modo que no tomó medidas contra él.
El hermano Sbalchiero continúa su relato diciendo: “Poco después, la Sociedad decidió llevar a cabo una campaña con el folleto El Reino, la esperanza del mundo. Emprendí un viaje en bicicleta hacia Padua con 165 folletos, pero en el camino la policía me detuvo y me arrestó y se preparó un caso para que fuera exiliado a otra parte de Italia. Felizmente, las autoridades de mi pueblo natal se enteraron de esto e intervinieron a mi favor. Finalmente lograron que me pusieran en libertad y me llevaran a casa. Cuando llegamos a la plaza principal, alguien me dijo: ‘¿No está usted harto de todo esto?’ Contesté: ‘De ninguna manera. Estoy más resuelto que nunca.’ Al oír esto, se miraron atónitos unos a otros.”
Giuseppe Sbalchiero, el hijo de Girolamo, relata lo siguiente: “Un día dije a mi padre: ‘¿Cómo podemos arreglárnoslas para resistir a las miles de personas poderosas que se oponen a nosotros y continuar dando el testimonio?’ Él me contestó: ‘No tengas miedo, hijo mío, porque esta obra no “proviene de hombres, sino de Dios.”’”—Compare con Hechos 5:33-40.
EL GRUPO DE FAENZA
¿Se acuerda usted de Ignazio Protti, el repartidor que llegó a Italia desde Suiza en 1923? Bueno, en 1924 éste tuvo la oportunidad de dar testimonio en el lugar donde nació, la aldehuela de Marradi, que está rodeada de montañas y bosques de castaño. Las semillas de la verdad cayeron sobre “tierra excelente” y varias personas aceptaron el mensaje. (Mat. 13:8) Estas a su vez compartieron este conocimiento con otras.
Varios años después, en Sarna, Faenza, no lejos de Marradi, un agricultor llamado Domenico Taroni recibió literatura. Aceptó las “buenas nuevas” con prontitud. En 1927 se suscribió a La Atalaya, pero le llegaron solo unos cuantos ejemplares. Probablemente, las autoridades dejaron pasar algunos inadvertidamente, y otros le llegaron clandestinamente. El hermano Taroni fue uno de los primeros testigos de Jehová en la zona fértil de Romagna. Una de las primeras personas con quienes se encontró fue Vincenzo Artusi, quien llegó a ser un hermano fiel y luego sirvió de anciano en una de las tres congregaciones de Faenza hasta su muerte en 1981. A su vez, Vincenzo logró transmitir la verdad a otras personas, entre ellas Emilio Babini y su hermano Antonio. Ambos permanecieron fieles a Jehová hasta la muerte.
Estos hermanos celosos se reunían en hogares particulares. Tan pronto como fueron identificados por el clero, sufrieron persecución. Unos cuantos de ellos se separaron del grupo, pero otros mantuvieron su integridad. Los nueve hermanos que todavía quedaron en aquella zona para 1939 eran más que el número suficiente para iniciar la actividad extensa de la posguerra.
EL GRUPO DE ZORTEA
En 1931 y 1932 dos emigrantes regresaron del extranjero con la verdad en el corazón. Estos eran Narciso Stefanon, quien llegó de Bélgica, y Albino Battisti, quien regresó de Francia. Inmediatamente se pusieron a predicar... el primero en Zortea, aldea pequeña de unos cuantos centenares de habitantes situada a mil metros de altura en la ladera de una montaña; el otro, quien había llegado a conocer la verdad por medio de hermanos polacos, predicó en Calliano, a unos 15 kilómetros de Trento.
Antes de regresar a Italia, Narciso Stefanon apenas tuvo tiempo para suscribirse a la revista La Atalaya y leer otras publicaciones de la Sociedad. Cuando estuvo de regreso en Zortea, continuó asistiendo a la iglesia por un tiempo, y fue allí mismo, en la iglesia, donde dio su primer testimonio. Un día, durante la misa, el sacerdote de la parroquia pronunció un sermón en el cual explicó ciertas partes del Evangelio, y Narciso puso en tela de juicio públicamente lo que el cura había dicho y utilizó la versión Diodati de la Biblia para mostrar los puntos sobre los cuales el sacerdote estaba errado.
La congregación se dividió en dos facciones opuestas, una a favor de Stefanon y otra a favor del sacerdote. Pero, con el tiempo, el primer grupo gradualmente fue disminuyendo debido a la influencia del sacerdote y solo unas cuantas personas realmente aceptaron el mensaje del Reino. Narciso Stefanon dejó la Iglesia Católica una vez para siempre, y otras personas se unieron a él para estudiar las publicaciones del “esclavo fiel y discreto.” (Mat. 24:45-47, Traducción del Nuevo Mundo) Estas personas se reunían en heniles, establos y cualquier otro sitio donde pudieran escapar de la vigilancia del clero y de los fascistas. En aquel entonces el régimen perseguía a los cristianos verdaderos despiadadamente.
Una de las personas ‘con oídos que oían’ fue Francesco Zortea. Su apellido y el nombre de la aldea eran iguales. Cuando oyó la verdad por primera vez, en 1933, él tenía 25 años de edad; y desde entonces siguió demostrando su fe invencible en Jehová hasta morir en 1977.
En un relato acerca de su ministerio cristiano, el hermano Zortea escribió lo siguiente:
“Se nos vigilaba, perseguía y controlaba a tal grado que teníamos que ocultarnos cuando queríamos consultar las Escrituras. Tuve muchas experiencias personales de esta índole, y todas sirvieron para fortalecer mi fe más bien que debilitarla. En abril de 1934 fui a pie a Fonzaso (Belluno), a unos 20 kilómetros de mi hogar, para dar el testimonio allí. En una ocasión en que iba de casa en casa con el mensaje del Reino, los carabinieri me detuvieron y me llevaron a la comisaría. Allí me interrogaron, me quitaron la literatura y me encerraron en una celda, donde permanecí hasta la mañana siguiente.
“Luego, en julio de 1935, se me notificó que debía presentarme en la comisaría para recibir un urgente comunicado oficial. Cuando llegué, el maresciallo me dijo: ‘Señor Zortea, tenemos que informarle que su caso se ha referido a la pretura [el tribunal del magistrado de la localidad] de Trento, y esta autoridad exige que usted declare específicamente en qué clase de actividad está envuelto.’ Les dije que estaba ‘anunciando el reino de Dios’ a las personas.
“Poco después, en el mes de agosto, se me volvió a pedir con urgencia que me presentara en la comisaría. Esta vez me dijeron que la pretura de Trento no estaba satisfecha con mi primera declaración. Querían que hiciera otra, en la cual explicara lo que significaba la expresión ‘anunciando el reino de Dios.’ Así, expliqué el significado bíblico de esta expresión en armonía con las palabras: ‘Venga tu reino,’ que se encuentran en el Padre Nuestro. ¡De seguro habían entendido mal y creído que el Reino se refería a un gobierno político!”—Mat. 6:9, 10.
Pero los verdaderos problemas de este hermano quedaban para el futuro. En octubre de 1935, Italia declaró la guerra a Etiopía, y cuando se llamó al hermano Zortea al servicio militar, él decidió mantenerse neutral. Escribió lo siguiente: “Rehusé llevar uniforme y luchar contra mi prójimo.” Por consiguiente, se le sentenció a cinco años de exilio en otro lugar de Italia. Los hermanos Stefanon y Battisti pasaron por la misma experiencia.
Mientras estuvo en exilio en Muro Lucano, en la provincia de Potenza, el hermano Zortea siguió activo en la predicación. Informó: “Tan pronto como me hube establecido, me comuniqué con el hermano Remigio Cuminetti, para pedirle literatura a fin de llevar a cabo la obra de predicar. Poco después recibí un paquete de folletos, y empecé a distribuirlos con cautela. Me valí de varios métodos. Distribuí algunos en persona; dejé otros en asientos públicos a lo largo del camino o dentro de automóviles estacionados.”
Gracias a una amnistía del gobierno, el hermano Zortea pudo regresar a su hogar en Zortea en 1937 para presenciar otro episodio de la intolerancia del clero contra los testigos de Jehová. Una de las hermanas de la localidad murió, y el sacerdote rehusaba permitir que la enterraran en el cementerio de la parroquia bajo el pretexto de que al hacerlo se estaría profanando tierra santa. Pasaron tres días y el asunto todavía estaba atascado. Entonces los sacerdotes de la parroquia de Zortea y de la aldea cercana de Prade se reunieron con el secretario del concilio y el podesta (el alcalde bajo el sistema fascista). Lo que sucedió después bien pudiera haber formado parte de un relato acerca de los cristianos primitivos. El hermano Zortea escribió:
“No fue sino hasta el mediodía del tercer día cuando nos dijeron que los funerales se celebrarían inmediatamente y que el cadáver se enterraría en Prade, donde una parcela del cementerio pertenecía al ayuntamiento. Nos encaminamos a Prade. Éramos cuatro y nos seguían los miembros de la familia de la hermana y otras personas interesadas en el asunto. Un oficial del ayuntamiento y un policía de escolta nos acompañaron. Por el camino la gente nos recibió con risa, silbidos y mofas, y cuando llegamos a Prade encontramos a una multitud que nos esperaba para observar el acto final de la comedia, el cual habría de ser el más interesante.
“Habían decidido que no se nos podía permitir entrar en el cementerio por la puerta debido a que ésta había sido ‘bendecida.’ Por consiguiente, tendríamos que pasar el ataúd por encima de la pared y, para esto, utilizar dos escaleras, una dentro del cementerio y la otra afuera. La multitud había venido para disfrutar del espectáculo que se produciría cuando tratáramos de pasar el ataúd por encima de la pared. En este momento intervino el oficial del ayuntamiento para preguntar quién era el responsable de que se hubiera hecho tal arreglo. Se le dijo que el sacerdote de la localidad había tomado la decisión. A eso, el oficial respondió que el alcalde había dado órdenes de que el cortejo fúnebre pasara por la puerta, y aquello fue lo que se nos permitió hacer.”
LOS GRUPOS DE MONTESILVANO, PIANELLA Y SPOLTORE
A principios de los años treinta Luigi D’Angelo regresó a Spoltore, en la región de Abruzos. Había llegado a conocer la verdad en Francia, y al regresar demostró amor cristiano a sus parientes, amistades y vecinos por medio de compartir con ellos lo que sabía. Hermanos que todavía se acuerdan de él dicen lo siguiente:
“Era muy activo y sumamente celoso. A menudo viajaba muchos kilómetros para visitar a hermanos que vivían en lugares aislados, a pesar de las muchas dificultades que estaban envueltas en tales viajes. En aquellos días la bicicleta era el medio de transporte más común y nos anima hoy el recordar uno de los más largos viajes del hermano, en el cual él recorrió en bicicleta una distancia total de casi 600 kilómetros a través de los Apeninos para visitar a un hermano que vivía en Avellino. Antes de partir, fue a buscar un palo grueso, el cual ató a su bicicleta por si se encontrara con lobos al pasar por las montañas. También aseguró una almohada al asiento y emprendió el viaje lleno de entusiasmo, con el deseo ardiente de edificar a otro hermano por medio de la asociación cristiana que todos necesitamos tanto. Su ministerio duró poco tiempo, pues en 1936 enfermó y murió.”
Pero las semillas de la verdad que este hermano plantó no murieron. Más bien, estas semillas germinaron conforme a la voluntad de Dios, quien “lo hace crecer.” (1 Cor. 3:7) Así fue que mediante los esfuerzos de un solo Testigo se formaron grupos de publicadores en los pueblos de Montesilvano, Pianella y Spoltore, en la provincia de Pescara. Estos hermanos también tuvieron que ‘tomar su madero de tormento’ y sufrir persecución como seguidores de Jesucristo.—Luc. 9:23.
La familia Di Censo, de Montesilvano, fue una de las que aceptó el mensaje del Reino. Se deshicieron de sus imágenes religiosas y poco después su hogar se convirtió en lugar de reunión para los que querían estudiar las Sagradas Escrituras. Entonces, ¿qué sucedió? La hermana Mariantonia Di Censo, quien todavía sigue fiel en el camino de la verdad, relata lo siguiente:
“El clero muy pronto empezó a oponerse a nosotros. Organizaron una procesión impresionante en la cual participó toda la aldea. La procesión desfiló lentamente alrededor de nuestra casa y entonces los participantes clavaron una cruz en tierra y se pusieron a gritar: ‘¡Protestantes, sálganse! ¡Regresen a la iglesia!’ Nos habíamos convertido en espectáculo público. Estábamos solos ante esta oposición, y únicamente Jehová podía sostenernos y darnos las fuerzas necesarias para defender la verdad y seguir adelante.”
Gerardo Di Felice, otro miembro del grupo de Montesilvano, pasó por pruebas de su fe en varias ocasiones. En una de éstas, mientras conducía un estudio bíblico en su hogar, una banda de fascistas fanáticos, instigados por el clero, entró a la fuerza y lo golpeó hasta dejarlo inconsciente en el suelo.
Cierto tiempo después él mantuvo su neutralidad con firmeza y denuedo. Escribió lo siguiente: “Primero me enviaron a Bari, al hospital militar, y entonces al manicomio de Bisceglie [donde le dieron de alta porque sufría de ‘paranoia’]. Un día yo estaba leyendo la Biblia, que escondía debajo de mi almohada, y una monja me sorprendió. Se apoderó de la Biblia y dijo que era un libro lleno de veneno.”
El hermano Francesco Di Giampaolo, relojero de Montesilvano, narra lo siguiente: “Yo estaba ocupado haciendo mi trabajo cuando una banda de maleantes, instigados por el sacerdote, se puso a tirar terrones pesados de barro al edificio donde yo vivía. Mis vecinos y otros inquilinos salieron corriendo inmediatamente y gritaron: ‘¡Nosotros no somos protestantes!’ Ellos sufrieron golpes, pero yo quedé ileso.”
UNA CAMPAÑA RELÁMPAGO
Retrocedamos ahora al año 1932. Al hermano Martin Harbeck, superintendente de la sucursal de Suiza, le parecía que la obra en Italia adelantaría más si la oficina estuviera ubicada en el punto más centralizado de una ciudad importante, en vez de estar en Pinerolo. Así, en aquel año se estableció una oficina en Milán. Al hermano Cuminetti no le pareció prudente mudarse a otro pueblo en ese tiempo de severa persecución, de modo que permaneció en Pinerolo y se mantuvo en comunicación con los hermanos por métodos clandestinos.
La nueva oficina se estableció en Corso di Porta Nuova, número 19. Era un apartamento decoroso dispuesto en forma de oficinas bien amuebladas. Se asignó a la hermana María Pizzato para que trabajara allí como secretaria del hermano Harbeck.
La hermana Pizzato aprendió la verdad de una manera interesante. Tal vez el lector recuerde que a principios de siglo los principales vendedores de periódicos de las más importantes ciudades provincianas eran quienes efectuaban la distribución de La Atalaya. Pues bien, durante los años 1903 y 1904 la madre de María Pizzato compró unos cuantos ejemplares de la revista en Piazza Vittorio Emanuele, en Vicenza, de uno de los principales vendedores de periódicos del pueblo. No fue sino hasta muchos años más tarde, en 1915, cuando María Pizzato leyó estas revistas de nuevo con mayor interés. Esta vez las revistas despertaron su interés y ella decidió enviar una carta a Pinerolo. Clara Cerulli, quien era hermana en aquel entonces, le contestó y le envió unas cuantas publicaciones. Así María Pizzato empezó a apreciar el verdadero conocimiento dador de vida.
La nueva oficina de Milán fue registrada en la Cámara de Comercio de la localidad bajo el nombre de “Società Watch Tower,” una sociedad para la impresión y distribución de libros y tratados bíblicos. El hermano Harbeck fue puesto a cargo de la oficina. Se abrió una cuenta con la oficina de correos y se alquiló una casilla en ésta. Todo estaba listo y se esperaba que ahora, con seguridad, se pudiera llevar a cabo una obra extensa por todo el país.
La obra había de iniciarse con una campaña en la cual se utilizaría el folleto El Reino, la esperanza del mundo. Se efectuaría con tanta rapidez que tomaría por sorpresa a la temible O.V.R.A. (la policía secreta que se ocupaba en actividades antifascistas). Había muy pocos hermanos italianos entonces, apenas más de 50 en total. Así, la oficina de Berna hizo arreglos para que 20 hermanos de Suiza efectuaran la distribución misma a fin de no crear problemas para los hermanos de la localidad. Cada uno de los publicadores suizos fue a un pueblo diferente en los distritos norteños y centrales de Italia y bajó hasta Florencia, para distribuir el folleto de puerta en puerta, en las calles y en las plazas públicas.
También se envió por correo un ejemplar gratuito del folleto a todos los profesionales e intelectuales de la provincia de Milán. En aquel tiempo la ley prohibía que se importara literatura del extranjero. Por eso, se hizo que la Archetipografia de Milán imprimiera el folleto. Se sometieron tres ejemplares a la Oficina de Imprenta de la prefettura (prefectura) para obtener el permiso requerido, y se concedió el permiso.
¿Cómo reaccionarían las autoridades políticas y eclesiásticas ante este repentino ataque teocrático lanzado por sorpresa? Todo estaba listo varios días antes de la fecha que se había fijado, la cual caía unos cuantos días antes del 19 de marzo, día de San José según el calendario católico. Respecto a esta campaña especial, la hermana Adele Brun, una de los 20 Testigos de Suiza que participaron, escribió lo siguiente:
“Fui enviada a Turín. El hermano Boss de Berna me estaba esperando. Él ya me había conseguido alojamiento, y en un almacén local se habían colocado 10.000 ejemplares del folleto, divididos en lotes y envueltos en varios paquetes. El hermano me dijo que me pusiera en comunicación con las vendedoras de periódicos de la localidad e hiciera arreglos para que ellas me ayudaran a efectuar la distribución, puesto que la obra había de efectuarse lo más rápidamente posible. Hice esto. Entonces el hermano se fue y todo quedó en mis manos.
“En total, me puse en comunicación con 12 vendedoras de periódicos, y convinimos en que ellas recibieran 20 liras cada una por distribuir el folleto aquel día. Escogí a la más experimentada de ellas para que dirigiera la actividad, y le prometí 10 liras más si la organizaba bien. También designé a cuatro vendedoras para que guardaran un aprovisionamiento de los folletos de modo que las demás pudieran abastecerse de éstos a medida que los necesitaran. La actividad se llevó a cabo con mucho éxito. Se dejaron folletos por todas partes, incluso en restaurantes y oficinas.
“Entonces, al mediodía, el dueño del almacén donde estaban depositados los folletos vino a decirme que él iba a cerrar el almacén el día de San José, es decir, el día siguiente. ¿Qué podía hacer? Si esperaba hasta después del día feriado, esto daría tiempo a los sacerdotes para apoderarse de la literatura.
“A eso de las tres de la tarde las 12 vendedoras de periódicos empezaron a regresar, una tras otra. Estaban cansadas y querían regresar a casa porque todavía no habían tenido la oportunidad de almorzar. En vez de mandarlas a casa, salí a comprar unos comestibles y entonces tuvimos una comida juntas. Entonces les hice la siguiente propuesta: ‘Si terminan el trabajo para esta noche, les daré 10 liras más.’ Convinieron en continuar con el trabajo, y después de un breve descanso salieron a trabajar de nuevo. Para el final de la noche habían distribuido todos los folletos.”
Después que la hermana Brun pasó a la ciudad de Novara para participar en la campaña allí, fue tiempo de que partiera. Relató lo siguiente: “Tomé un tren para Milán, donde las autoridades se habían apoderado de 200.000 ejemplares del folleto, y me fui esa misma noche para Suiza, donde mi esposo esperaba ansiosamente mi llegada. La distribución se había llevado a cabo tan rápidamente y de manera tan inesperada que ninguno de los 20 hermanos fueron arrestados.”
Se calculó que, a pesar de la cantidad de literatura que las autoridades confiscaron, ¡se habían distribuido unos 300.000 folletos!
Los efectos no tardaron en manifestarse. “Tan solo dos o tres días después de la campaña,” relata la hermana Pizzato, “los periódicos, especialmente los que estaban bajo influencia clerical, emprendieron un ataque furioso contra nosotros. La oficina de Corso di Porta Nuova fue inundada con cartas que contenían preguntas y cartas de todas partes de Italia en las que se pedían libros y explicaciones.
“En este momento crítico, llegaron a la oficina dos agentes de la policía y ordenaron al hermano Harbeck y a mí que compareciéramos inmediatamente en la oficina de prensa de la questura [la jefatura de policía]. Allí, después de someter al hermano Harbeck a un interrogatorio, le ordenaron que cerrara la oficina. Convinieron en devolvernos los folletos que habían confiscado con la condición de que los exportáramos a Suiza. Se nos explicó que se estaban tomando estas medidas para proteger el prestigio y la dignidad de la Iglesia Católica, conforme al Acuerdo de Letrán.”
Al cerrarse la oficina de Milán, solo pocos meses después de haberse abierto, el hermano Cuminetti quedó a solas para desempeñar con paciencia la obra de mantener correspondencia clandestinamente con los hermanos. De vez en cuando él les enviaba piezas de literatura o cartas personales y, cuando era posible, los visitaba para animarlos en la obra del Señor.
En 1935 el hermano Cuminetti se mudó de Pinerolo a Turín, a 18 Via Borgone, donde siguió llevando a cabo su obra clandestina. Este arreglo se mantuvo hasta el 18 de enero de 1939, cuando el hermano Cuminetti murió después de haberse sometido a una intervención quirúrgica. Él testificó a médicos y enfermeras hasta el fin, y aunque apenas tenía 50 años de edad, la muerte probablemente le libró de tener que aguantar otra “odisea” durante la II Guerra Mundial. Otros Testigos tendrían el privilegio de demostrar su integridad para con Jehová durante aquel tiempo de gran persecución.
LA GRAN PERSECUCIÓN
El que Italia declarara la guerra a Etiopía en 1935 y decidiera participar en la II Guerra Mundial en junio de 1940 contribuyó al aumento de la persecución en contra de los pocos Testigos que había en el país. Con el transcurso del tiempo se les hizo más y más difícil a los hermanos mantener su neutralidad.
La sucursal de Suiza hizo todo lo posible por mantenerse en comunicación con los publicadores del Reino, y en 1939 se asignó a la hermana Adele Brun para que visitara a los hermanos del norte y la parte central de Italia. Las visitas de ella se efectuaron durante un período de tres semanas. Algunos hermanos todavía pueden recordar el placer y ánimo que les proporcionaron aquellas edificantes visitas. Al regresar a Suiza, la hermana Brun se enteró mediante su hermana viuda, Albina, de que la policía había estado siguiéndole la pista constantemente.
Aunque había pocos publicadores y éstos estaban muy dispersados, hubo quienes organizaron la predicación clandestina entre ellos, en particular el hermano Martinelli. Personas que trabajaban al otro lado de la frontera, en Suiza, traían la literatura al país. Solían regresar a casa de noche, y llevaban consigo la literatura bien escondida.
Entonces el hermano Harbeck tuvo una reunión secreta con la hermana Pizzato para animarla a comunicarse con los hermanos que no habían podido ponerse en comunicación con la organización desde la muerte del hermano Cuminetti. La sucursal de Berna dio a ella 50 direcciones. Su provisión de literatura fue depositada en Milán, en el hogar de una persona que aparentemente estaba interesada en la Biblia, la hija de una hermana cristiana difunta. Pero ésta tiene que haber colaborado de alguna manera con la policía. La hermana Pizzato relata lo siguiente:
“Esta nueva fase de la obra duró muy poco tiempo. En septiembre de 1939 empezamos a enviar paquetes. Estos no pesaban más de tres kilos, pues según los reglamentos postales que estaban en vigor en aquel entonces no era necesario indicar la dirección del expedidor en paquetes de este peso. Yo solía empaquetar la literatura de noche y, para no dar lugar a sospecha, dejaba los paquetes en diferentes oficinas de correo por la mañana al encaminarme al trabajo.”
Pero sucedió algo que causó que se persiguiera a los Testigos. Lamentablemente, el 28 de octubre de 1939 un empleado de la oficina del correo de Montesilvano abrió uno de los paquetes. Este contenía varios folletos y el libro Enemigos. El contenido del paquete se entregó a la policía inmediatamente, y como resultado de la investigación se supo de dónde había provenido, aunque el nombre del remitente no se había indicado. La literatura se había enviado a la hermana Mariantonia Di Censo, y al día siguiente ella fue arrestada. Entonces, el 1 de noviembre, miembros de la policía fascista, la O.V.R.A., visitaron a la hermana Pizzato. Ella relata lo siguiente: “Muy temprano por la mañana la policía entró a la fuerza en mi hogar, en el número 28 de Via Vincenzo Monti, en Milán. Eran siete... seis agentes de la policía y un commissario. Entraron precipitadamente en el cuarto y me ordenaron bruscamente que levantara las manos, como si yo fuera una peligrosa pandillera. Pronto hallaron lo que consideraron material acriminador... ¡una Biblia y literatura bíblica!”
La O.V.R.A. había encontrado en el apartamento de la hermana Pizzato las direcciones de varios otros hermanos, y por ello la policía invadió los hogares de éstos. Desde octubre hasta principios de diciembre la policía interrogó a aproximadamente 300 personas, y muchas de éstas eran solamente suscriptores de La Atalaya o tenían publicaciones de la Sociedad en su poder. Entre 120 y 140 hermanos y hermanas fueron arrestados y sentenciados. Entre éstos, 26 comparecieron ante el Tribunal Especial en calidad de cabecillas.
Guerino D’Angelo, uno de este grupo, relata lo que sucedió cuando se le arrestó: “Estaba sembrando maíz para una familia de hermanos cuyos varones ya estaban todos en la prisión. En el hogar solo quedaban las personas de edad avanzada y los niños. La policía llegó y me ordenó que dejara la máquina de sembrar donde estaba. Entonces me llevaron a la fuerza a la prisión, donde me golpearon severamente.”
Vincenzo Artusi relató lo siguiente: “El 15 de noviembre de 1939, al salir para el trabajo, me encontré con dos agentes de la policía que me esperaban al pie de las escaleras. Me preguntaron si yo era el Sr. Artusi. Cuando confirmé mi identidad, me hicieron regresar a la casa y esperar mientras la registraban de arriba abajo. Trastornaron todo y abrieron cajones para hallar evidencia en contra mía. Por fin lograron dar con lo que estaban buscando... la Biblia y el libro Enemigos. Me llevaron consigo y no me permitieron siquiera dar un beso de despedida a mis tres hijos. Me llevaron a un cuarto lleno de agentes de la policía, y allí me interrogaron por tres horas.”
Arrestaron a la hermana Albina Cuminetti, quien acababa de perder a su esposo, y la llevaron ante el Tribunal Especial. Ella escribió lo siguiente:
“Me arrestaron y me llevaron a la prisión en automóvil. Dos agentes de policía, un commissario y un alto oficial del Ministerio de Asuntos Domésticos, iban en el automóvil conmigo. Mientras me llevaban, me hizo sonreír el pensar que se necesitaran cuatro hombres, dos de ellos oficiales de alto rango, para arrestar a una mujer tan débil como yo. Yo no les tenía miedo; al contrario, les hablé sinceramente acerca del reino de Dios. Se echaron a reír, pero les dije que no se estaban burlando de mí, sino de las promesas de Jehová Dios, y que esto no podía hacerse impunemente. Agregué que su sarcasmo se convertiría en amargura. De hecho, tanto aquel commissario como el oficial murieron en prisión después de la caída del fascismo.”
EL GOBIERNO FASCISTA TOMA MEDIDAS ESPECIALES
Ya hemos mencionado que la persecución en contra de los verdaderos cristianos se hizo más severa después de 1935. ¿Por qué?
El 9 de abril de 1935 el Departamento de Cultos del Ministerio de Asuntos Domésticos emitió una circular sobre “Asociaciones pentecostales.” En aquel entonces las autoridades no habían identificado correctamente a los testigos de Jehová y pensaban que éramos parte de la comunidad “pentecostal.” La circular se envió a los centros de administración provincial acompañada de una orden que mandaba que se disolvieran inmediatamente las asociaciones cuya actividad se hubiera declarado “contraria a nuestro orden social y dañina al bienestar físico y mental de nuestra raza.”
El 22 de agosto de 1939 se emitió otra circular (Número 441/027713), en la cual se hacía referencia a las “Sectas religiosas pentecostales y otras parecidas,” y en ésta se declaraba:
“Hace varios años se ha observado que existen ciertos grupos religiosos evangélicos que se han introducido en Italia desde el extranjero, y más específicamente desde los Estados Unidos. Sus doctrinas están en contra de todo gobierno establecido. . . .
“Los ‘pentecostales’ son propagandistas extremadamente activos y tenaces y, después de las medidas que se tomaron recientemente en contra de ellos, procuran reunirse dondequiera que puedan, hasta en campo abierto. Pero la mayoría de las veces se reúnen en el hogar de uno de sus adeptos, sea de día o de noche, para escapar de la vigilancia de las autoridades. . . .
“Recientemente ha habido casos de personas llamadas al servicio militar que han rehusado participar en el tiro al blanco porque, por ser ‘pentecostales,’ se oponen al uso de las armas por principio. . . .
“Por lo tanto es necesario que nos opongamos a estas sectas con la más vigorosa resolución. . . .
“Con este fin, pedimos que se lleven a cabo investigaciones con exactitud para determinar si en las varias provincias existen estos grupos ‘pentecostales,’ u otras sectas similares. Se debe tomar acción legal contra cualquier persona a quien se encuentre participando en reuniones, ritos religiosos o actividades propagandistas. Deben solicitarse instrucciones del Ministerio en cuanto a cómo proceder en otros casos. Además, recomendamos que se vigile estrechamente a toda persona a la que se conozca como partidaria de las sectas en cuestión, que se les registre con regularidad cuando haya la menor sospecha para determinar si llevan en su poder material impreso con motivos propagandistas, o si están manteniéndose en comunicación con compañeros de creencia con miras a practicar su culto. . . .
“Todos los folletos que hasta la fecha se han confiscado de los partidarios de la secta ‘pentecostal’ son traducciones de publicaciones estadounidenses, casi todas ellas escritas por un tal J. F. Rutherford e impresas por la ‘Sociedad Watch Tower Bible and Tract —Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia— Brooklyn, N.Y., E.U.A.’ . . . Los folletos llevan los siguientes títulos . . . [siguió a esto una lista de las publicaciones de la Watch Tower].
“Hay que impedir que tales folletos se introduzcan en el [país] y luego se distribuyan.
“En conclusión, debe observarse que, aunque la secta de los ‘pentecostales’ es la única que se identifica distintivamente, nos referimos aquí a sectas y no a una sola secta, pues los folletos mencionados arriba dan la impresión de que otras sectas o corrientes de pensamiento han brotado de las varias religiones evangélicas que originalmente se reconocían . . .”
La ola de detenciones que culminó en el encarcelamiento en masa de testigos de Jehová a fines de 1939 puede atribuirse a las medidas que se recomendaron en esta circular.
SE EMITE UN INFORME SOBRE LOS TESTIGOS
El Dr. Pasquale Andriani, superintendente general de la policía de Avezzano (Abruzos), llevó a cabo una investigación conforme a las disposiciones establecidas en la circular que se menciona arriba. El 12 de enero de 1940 envió su informe al fiscal del Tribunal Especial para la Protección del Estado. También envió una copia al jefe de la policía. El tema de su informe era: “La secta religiosa de los ‘testigos de Jehová.’” He aquí algunos de los puntos sobresalientes:
“En una circular que se emitió en agosto del año pasado, el Ministerio de Asuntos del Interior dio instrucciones respecto a la identificación de miembros de aquellas sectas cuyas actividades se extienden al campo político. Por lo tanto, a estas sectas se les debería considerar y tratar como se trata a movimientos políticos de índole subversiva.
“Nos pareció que para ejecutar de manera eficiente estas instrucciones sería necesario llevar a cabo una investigación más amplia a fin de distinguir entre las varias sectas cuyos partidarios forman grupos bastante compactos en ciertas provincias. . . .
“La secta [de los testigos de Jehová] es particularmente peligrosa desde el punto de vista político. . . .
“En resumen, puede decirse [basándose en el folleto, Amonestación] que Il Duce es asemejado al gigante Goliat y que la ‘odiosa monstruosidad de hoy es el régimen totalitario bajo un dictador absoluto y arbitrario’ que tiene el apoyo de la Iglesia de Roma, ‘la gran ramera.’ Después de haber subyugado al pueblo italiano, este régimen ha emprendido la conquista de Etiopía ‘a costa de tantas vidas humanas.’
“Pero el aspecto más grave del asunto resulta del respeto que tienen al precepto cristiano que dice: ‘no matarás,’ y de su convicción de que no deberían tomar armas en contra de su prójimo por razón alguna.
“Por lo tanto, opinan que se les debería eximir de toda forma de servicio militar. Los jóvenes entre ellos rehúsan someterse al entrenamiento preliminar y si se les mete en la cárcel debido a su posición, al cumplir con su sentencia, otra vez rehúsan participar.”
El informe también menciona una circular que la hermana Pizzato acostumbraba enviar a los hermanos y cita partes de ésta. Dice el informe: “Mediante esta circular, de la cual adjuntamos un ejemplar de los muchos que tenemos en nuestro poder . . . , se animaba a los creyentes a que no se privaran del ‘alimento espiritual tan necesario en estos tiempos calamitosos’ y se les informaba que en Milán se había establecido un depósito donde se llenaban pedidos de ‘literatura’ y se renovaban suscripciones a ‘La Atalaya.’ A los que recibían la circular también se les informaba que ‘en vista de la situación difícil que existe en este país,’ era necesario ejercer “gran prudencia” al hacer pedidos de literatura. Los pedidos habían de formularse conforme a un código conocido en el cual se había de usar un grupo de números o letras para indicar los libros que se requerían: ‘Enemigos’ 1-33-1; ‘Amonestación’ 2-44-2; ‘El Reino’ 3-55-3; ‘Watchtower’ W.T.”
SE DESCUBRE A LOS INSTIGADORES
No cabía duda; las autoridades se estaban dirigiendo contra nosotros. Pero, ¿por qué? ¿Quién realmente estaba detrás de la campaña de detenciones? Refiriéndose al cierre de la oficina de Milán, el informe que se menciona arriba declaró explícitamente: “Tan solo unos meses después la policía de Milán cerró la oficina debido al tono antifascista de los libros que se distribuían y a la reacción del clero católico.” (Las bastardillas son nuestras.)
A continuación, el informe menciona la actividad de 26 Testigos a quienes se arrestó por ser los principalmente responsables del movimiento en Italia.
Las falsas acusaciones de un artículo que se publicó en el periódico católico Fides de febrero de 1939 son prueba adicional de que el clero era el principal culpable de fomentar dificultades ante las autoridades fascistas. Este artículo, escrito por un “sacerdote y guardián de las almas” anónimo declaró:
“Rutherford [el segundo presidente de la Sociedad Watch Tower] . . . socava los principios básicos que sostienen a las naciones y los pueblos. Su idea es la de preparar el camino para una revolución mundial inminente durante la cual todas las religiones, y la Iglesia Católica en particular, serán derrocadas junto con todos los gobiernos y reinos, a fin de que pueda introducirse un sistema utópico de comunismo ateo . . . . El movimiento de los testigos de Jehová es una expresión del comunismo ateo y un ataque abierto en contra de la seguridad del Estado.”
Las autoridades fascistas difícilmente podían hacer caso omiso de estas acusaciones provenientes del clero altamente respetado. Por lo tanto, se persiguió a los testigos de Jehová y se les acusó de ‘derrocar reinos y gobiernos’ y de esforzarse por establecer una ‘utopía comunista atea.’
SE PROSCRIBE POR COMPLETO LA OBRA
Después de recibir este informe, el Ministerio para Asuntos del Interior envió otra circular, la última de esa índole, en la cual se identificó claramente a los testigos de Jehová y se les proscribió. Fue la circular número 441/02977 del 13 de marzo de 1940, en la cual se hizo referencia a “La secta religiosa de los ‘testigos de Jehová’ o ‘Estudiantes de la Biblia’ y otras sectas religiosas cuyos principios son contrarios a nuestras instituciones.” Declaraba:
“Después de la distribución de la circular ministerial número 441/027713 del 22 de agosto de 1939, se han investigado más de cerca las sectas religiosas que son distintas y separadas de la conocida secta ‘pentecostal’ y cuyas doctrinas son contrarias al sistema de nuestro Estado.
“Mediante esta investigación, se ha podido establecer que la ‘Sociedad Watch Tower Bible and Tract - Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia - de Brooklyn, Nueva York - E.U.A.’ . . . es una secta evangélica independiente que se conoce comúnmente como ‘Testigos de Jehová’ o ‘Estudiantes de la Biblia.’ Al considerar las declaraciones que hicieron muchos de sus [miembros] después de ser arrestados, y al examinar el material impreso que hallamos en su poder, hemos podido bosquejar claramente las características de la secta. . . .
“La única ley que reconocen los ‘Testigos de Jehová’ es la ley de Dios; no obstante, ellos sí dan lugar a que se observe la ley civil siempre y cuando ésta no esté en conflicto con la ley divina. . . .
“‘Los Testigos de Jehová’ proclaman que el Diablo es el originador tanto de “Il Duce” como del fascismo y que, después de un corto período de victoria, estos fenómenos inevitablemente tienen que fracasar como se predice en el libro de Revelación. . . .
“Por lo tanto debe hacerse todo esfuerzo posible por reprimir la más mínima manifestación de la actividad de esta secta. Puesto que esta obra está sostenida por el material impreso que publica la ‘Watch Tower,’ se les autoriza a ustedes para tomar medidas enérgicas para que sea confiscada esta literatura siempre que se presente la oportunidad de hacerlo o que sea interceptada cuando se envíe por correo.”a
ANTE EL TRIBUNAL ESPECIAL
El Tribunal Especial Fascista se formó después que se hizo un atentado contra Mussolini en Bolonia en octubre de 1926. Fue una de las muchas medidas que se tomaron para cortar de raíz la disensión antifascista. A este tribunal se le conoció oficialmente como “El Tribunal Especial para la Protección del Estado,” y ejerció su autoridad desde 1927 hasta 1943, período durante el cual pronunció más de 5.000 veredictos, incluso 42 sentencias de muerte (de las cuales 31 se llevaron a cabo). Sus oficinas principales estuvieron ubicadas en Roma, en el Palacio de Justicia.
El 19 de abril de 1940, en la austera sala del Tribunal del Palacio de Justicia, los jueces estaban sentados en sus imponentes asientos semicirculares bajo la dirección de Tringali Casanova, a quien se reconocía extensamente como personaje temible. Los acusados estaban sentados en fila a un lado de la corte bajo la vigilancia de varios carabinieri (oficiales). Había cuatro mujeres y 22 hombres, y a éstos les habían puesto esposas. El suceso era una repetición de lo que ocurrió a los cristianos verdaderos en los días de la Roma antigua.
La hermana Pizzato relata: “El juicio no era nada más que una farsa. Terminaron con el proceso en un solo día y era claro que las sentencias se habían dictado por adelantado. Al reflexionar sobre aquel suceso después de tantos años, recuerdo un incidente que casi causa risa. Fui la primera en ser llamada ante el tribunal, y, debido a lo nerviosa que estaba, salté y me lancé hacia el presidente del tribunal. Parece que los carabinieri esperaban que yo cometiera un acto de violencia o lanzara una serie de insultos, de modo que corrieron tras de mí, me alcanzaron y me mantuvieron a distancia del presidente. ¡El príncipe Tringali Casanova, quien ejercía la presidencia del tribunal, se quedó lívido!
“El tribunal había asignado nuestra defensa a varios abogados del foro de Roma. ¡Tengo que admitir que ellos presentaron un buen caso en defensa nuestra y hablaron a favor nuestro con tanto ardor que el presidente, con tono evidentemente sarcástico, preguntó a uno de ellos si por casualidad no se había convertido a la religión de los testigos de Jehová!”
Los siete abogados defensores hicieron todo lo que pudieron, pero era inevitable que se declarara culpables a los hermanos. Uno de los abogados tuvo el valor de decir que los 26 Testigos eran “la flor de la nación italiana.” Otro preguntó: “Si el régimen fascista es tan fuerte como afirma ser, ¿por qué le tiene miedo a esta gente?” Otro más dijo: “Este juicio me recuerda otro que tuvo lugar hace 19 siglos, cuando Pilato planteó la pregunta: ‘¿Qué es la verdad?’” Entonces hizo un ademán en dirección a los hermanos y dijo: “Esta gente nos está diciendo la verdad y no obstante ustedes quieren ponerlos en la prisión; se debería tener en alta estima a esta buena gente debido a su fe.” Otro abogado declaró: “Aunque son 26, hablan como un solo hombre porque todos tienen el mismo Maestro.”—Juan 18:33-38.
Los hermanos se mantuvieron valerosos y fuertes ante el Tribunal, aunque a algunos se les había amenazado mientras se les interrogaba y temían que tal vez se les sentenciara a muerte. El hermano Guerino D’Angelo recuerda lo siguiente:
“Solo uno de nuestro grupo de 26 se dejó vencer por el temor al hombre y transigió. Firmó una declaración de sumisión al Estado Fascista, la cual uno de los jueces leyó en voz alta. No obstante, se le sentenció a pesar de todo. Volviéndose a los hermanos, el juez hizo el siguiente comentario: ‘Este hombre no es de ningún valor ni para nosotros ni para ustedes.’ Más tarde esta persona dejó la verdad y fue una de las muy pocas que no mantuvieron su integridad.”
A estos hermanos se les condenó a un total de 186 años y 10 meses de encarcelamiento. Individualmente, las sentencias variaron entre dos a 11 años. El fallo de este tribunal era definitivo y no había posibilidad de apelar. Los hermanos condenados permanecieron en la cárcel hasta la caída del régimen fascista. Con la excepción de algunos, se les puso en libertad después de agosto de 1943.
El libro intitulado Aula IV—Tutti i processi del Tribunale Speciale fascista (Sala de tribunal núm. IV... Todos los procesos del Tribunal Especial fascista) menciona el veredicto número 50 del 19 de abril de 1940, con relación a los 26 testigos de Jehová, y da el siguiente comentario:
“Un movimiento religioso que se originó en los EE. UU. empezó a esparcirse por Italia. Sus seguidores, llamados ‘Testigos de Jehová,’ constantemente sufrieron persecución de parte de los fascistas. No obstante, persistieron en proclamar su aversión a la guerra, pues rehusaban tomar armas en contra de su prójimo y consideraban al régimen fascista como una ‘emanación satánica.’ La ola más grande de detenciones ocurrió en el otoño de 1939. (Formación de una asociación contraria al interés nacional; los afiliados de la misma propaganda; insultos dirigidos al ‘duce’ y al papa.)”
El documento que el Procura del Re (oficina del fiscal) de Vicenza presentó a la hermana Pizzato nos da una idea de las acusaciones que se hicieron contra los hermanos. A ella la habían sentenciado por cinco cargos: “Cinco años de encarcelamiento por asociarse con otras personas con miras a tramar una conspiración política; un año de encarcelamiento por ofender la dignidad y el prestigio del ‘Duce’ del fascismo, cabeza del gobierno; dos años de encarcelamiento por ofender al Sumo Pontífice; un año de encarcelamiento por ofender la dignidad del cabeza de un Estado extranjero [Hitler] y dos años de encarcelamiento por ofender el prestigio del rey y emperador.”
Puesto que 13 de los 26 Testigos acusados provenían de la región de Abruzos, el libro Abruzzo, un profilo storico (Un bosquejo histórico de la región de Abruzos), por Raffaele Colapietra (publicado por Rocco Carabba), declara: “[En la región de Abruzos] no hay ningún grupo político, ni siquiera los comunistas, que pueda jactarse de tener tantos miembros y de haber sido tan severamente atacado como estos campesinos humildes e inofensivos de la región costera.”
LOS HERMANOS EN PRISIÓN
Además de proporcionarnos un ejemplo de denuedo y fe, las experiencias de los hermanos que sufrieron encarcelamiento durante los años de la guerra muestran que ellos nunca dejaron de tener la ayuda amorosa de Jehová. Dentro de la prisión, continuaron hablando a otros celosamente acerca de las “buenas nuevas,” y aun allí sufrieron persecución de parte del clero.
Santina Cimorosi, de Roseto de los Abruzos, quien tenía 25 años de edad cuando fue arrestada, relata lo siguiente:
“Nos llevaron a la comisaría debido a que, según decían, poníamos en peligro al Estado porque no favorecíamos la guerra. Metieron a mi padre [Domenico Cimorosi] en una celda y a mí en otra. Las celdas eran oscuras. El carabiniere alumbró la celda con su linterna para mostrarme la tarima de madera donde yo tendría que dormir. Entonces me encerró en la celda. Cuando le oí cerrar la puerta con llave, me sobrecogió una ola de preocupación y temor. Me puse a llorar. Me arrodillé y oré a Jehová Dios en voz alta. Poco a poco se me fue disipando el temor y dejé de llorar. Jehová contestó mi oración al proporcionarme fuerza y valor, y me di cuenta de que, sin su ayuda, yo no era nada en absoluto. Pasé la noche orando y la mañana siguiente me llevaron a la prisión de Teramo, donde me pusieron en una celda junto con mi padre, Caterina Di Marco y otros tres hermanos... seis en total.
“De vez en cuando nos interrogaban para saber quiénes eran nuestros ‘cabecillas.’ Frecuentemente me preguntaban: ‘¿Es usted todavía testigo de Jehová?’ y naturalmente yo siempre contestaba: ‘¡Sí!’ Trataban de asustarme, diciéndome que jamás sería librada de la prisión, pero yo confiaba en la ayuda de Jehová y en Su poder. Luego, colocaron un altar frente a la puerta de la celda. Habían mandado ponerlo allí especialmente para mi beneficio, y por varias semanas el sacerdote siguió diciendo la misa allí. Dejaban la puerta de mi celda abierta, fuera para ver si yo quería regresar a la Iglesia Católica, o con la esperanza de que yo causara un disturbio durante el servicio y así mereciera una sentencia más larga. Pero permanecí tranquila en mi celda como si nada estuviera sucediendo afuera y agradecí el que Jehová me ayudara a proceder de manera sensata. Al ver que yo no reaccionaba, quitaron el altar después de cierto tiempo y el sacerdote no volvió más.”
El hermano Dante Rioggi, quien aprendió la verdad con la ayuda del hermano Marcello Martinelli, relató lo siguiente: “En la prisión no se me permitió escribir a mis parientes ni a ninguna otra persona. Me quitaron la literatura, el dinero y el reloj pulsera. Desde noviembre [de 1939] hasta fines de febrero yo temblé de frío, pues no solo faltaba calefacción en la celda, sino que la ventana no tenía vidrio. Ni siquiera se me dio ropa para cambiarme, y pronto me convertí en una criatura desgraciada y repugnante que sufría de parásitos. Dos o tres veces me visitaron sacerdotes para asegurarme que se me libraría si volvía a la religión de mis padres. Solicité una Biblia de la questura [prefectura de policía] y la obtuve. Desde entonces me proporcionó valor el ejemplo de hombres fieles que habían mantenido su integridad aun a riesgo de su vida y que habían sido bendecidos por Jehová. La oración fue otro medio de fortalecer la fe en las promesas de Jehová.”
Domenico Giorgini, hermano que se ha mantenido fiel en el servicio por más de 40 años y que todavía sirve en capacidad de anciano en una congregación de la provincia de Teramo, relata lo siguiente: “Era el 6 de octubre de 1939. Mientras estábamos en el viñedo cosechando las uvas, vi detenerse delante de mi casa un camión en el cual estaban dos carabinieri (oficiales). Me llevaron a la prisión de Teramo, donde permanecí por cinco meses. Entonces me sentenciaron a tres años de exilio en la isla de Ventotene. Allí me encontré con otros cinco hermanos y unos 600 prisioneros políticos. En este grupo había varios personajes políticos bien conocidos, entre ellos un hombre que luego llegó a ser presidente de la República, y tuve el privilegio de darles el testimonio acerca del reino de Dios. Puesto que el gobierno fascista consideraba excepcionalmente peligrosos a muchos de estos prisioneros políticos, la isla estaba bajo vigilancia estrecha. Una lancha de motor y equipada con ametralladora patrullaba la isla, lista para disparar contra cualquiera que tratara de escapar.”
LAS HERMANAS EN LA PRISIÓN
La hermana Mariantonia Di Censo, a quien el Tribunal Especial sentenció a 11 años de encarcelamiento, narra lo siguiente: “Nunca olvidaré las palabras del magistrado que me interrogó. Dijo: ‘He leído la literatura de ellos para enterarme de lo que se trata y he interrogado a los 26 acusados. Todos concuerdan en sus creencias y están dispuestos a condenarse a sí mismos a fin de salvar a sus compañeros. La situación no es tan grave como se había pensado. El clero ha hecho demasiado alboroto sobre el asunto.’”
La hermana Di Censo cumplió su sentencia en Perugia. Otra hermana que se vio encarcelada en Perugia fue Albina Cuminetti, quien permaneció fiel a su llamamiento celestial hasta su muerte en 1962. En un relato escrito se nos dice: “En cierta ocasión otra prisionera preguntó a Albina qué había hecho. Albina contestó: ‘No he hecho nada. Estamos aquí porque rehusamos matar a nuestro prójimo.’
“‘¡Cómo!’ exclamó la mujer, ‘¿Usted está aquí porque rehúsa matar? ¿A cuántos años la han sentenciado?’
“‘A once,’ contestó la hermana Cuminetti.
“Al oír esto la otra exclamó: ‘¿Qué más falta? A usted la han sentenciado a 11 años por rehusar matar a su prójimo, y en cambio a mí me han sentenciado a 10 años por matar a mi esposo. Eso es el colmo. ¡O yo estoy loca, o lo están ellos!’”
“Un día,” dice el relato a continuación, “Albina tuvo la oportunidad de testificar al director de la prisión en presencia de una monja que estaba a cargo de vigilar a las prisioneras.”
UNA CARTA DEL DIRECTOR DE LA PRISIÓN
En 1953, cuando la hermana Cuminetti y otras tres hermanas con quienes ella había estado en la prisión se encontraron en una asamblea, escribieron una carta al director de la prisión de Perugia. En el ínterin este director había sido transferido a Alessandria, pero al fin y al cabo recibió la carta y envió la siguiente respuesta significativa fechada el 28 de enero de 1954:
“Estimada señora:
“Agradezco los bondadosos comentarios que usted hizo de mí en su carta. Todos ustedes fueron sentenciados por un delito inexistente y me alegra saber que, en la mismísima ciudad en la que se les hizo comparecer para juicio, Roma, ustedes han podido reunirse de nuevo, esta vez para cantar alabanzas a su Dios, Jehová, en una asamblea.
“Si usted puede verse con las otras señoras que sufrieron tanto por el Dios en quien creen y en quien siguen creyendo, o si corresponde con ellas, haga el favor de darles mis recuerdos. Siempre las recordaré y las admiraré por su fe y firme convicción.
“Le agradezco el libro que me envió, y quedo de usted, atentamente,
Dr. Antonio Paolorosso,
Director principal de los Establecimientos Penales de Alessandria.”
“La cualidad probada de su fe,” escribió el apóstol Pedro, es “de mucho más valor que el oro.” (1 Ped. 1:7) Los hermanos que mantuvieron su integridad bajo persecución reconocen que estas dificultades sirvieron para fortalecerlos.
LA NEUTRALIDAD ES UNA PROTECCIÓN
Como ha sucedido en otros países, en Italia también, el mantener la neutralidad ha servido de protección para los hermanos. Por ejemplo, Aldo Fornerone, hermano fiel de 76 años de edad que fue encarcelado y exiliado durante la II Guerra Mundial, relata la siguiente experiencia:
“Aunque los nazis se habían retirado, todavía tenían en su poder la región donde yo vivía y, durante una expedición punitiva, tres soldados alemanes entraron a la fuerza en nuestro hogar. Al echar un vistazo, el oficial vio sobre la mesa una Biblia y en la pared un cuadro que ilustraba la escena que se describe en Isaías 11:6-9 de un lobo, corderos, un leoncillo, un cabrito y un becerro, todos en compañía de un niñito. El oficial preguntó en alemán: ‘¿Bibelforscher?’ o sea: ‘¿Estudiantes de la Biblia?’ Asentí con la cabeza en respuesta.
“Entonces, en francés, pidió a mi esposa que le diera algo de comer y a sus hombres ordenó a que cerraran la puerta y permanecieran dentro de la casa. Hablando otra vez en francés, explicó: ‘He dicho a mis hombres que estaremos bien aquí porque ustedes son testigos de Jehová, las únicas personas en quienes podemos confiar.’ También nos dijo que en Alemania él tenía parientes que habían sido enviados a un campo de concentración por ser Testigos. Mientras estos soldados comían, se oían disparos afuera, y muchas casas fueron incendiadas y un gran número de civiles fueron muertos. Al final de la expedición punitiva, estos soldados se fueron de la aldea, y el oficial nos dio la mano en despedida.
“Poco después llegó el comandante del grupo de resistencia italiano con 16 hombres. ‘¿Por qué no los llevaron a ustedes junto con los demás civiles?,’ preguntó. Él me conocía y también sabía que yo había sido encarcelado y exiliado por haberme negado a participar en la guerra. Todos ellos escucharon mientras les di un testimonio, y aceptaron el folleto Conforto per il Popolo (Consuelo para los pueblos). Después de haber comido y bebido, ellos también se fueron. El comandante dijo: ‘Si todos fueran como ustedes no se nos perseguiría para matarnos como a animales salvajes, y no habría tantos problemas en el mundo.’ Esta experiencia me hizo apreciar más que nunca el valor de mantener la neutralidad.”
AYUDA DE LOS HERMANOS
Muchos de los hermanos que fueron encarcelados dejaron a sus esposas y pequeñuelos en casa. ¿Hubo quien les ayudara? Vincenzo Artusi relata lo siguiente:
“Cuando fui exiliado a otra parte de Italia por un año, estaba muy preocupado por mi esposa y mis tres hijos. También temía que el clero tal vez se aprovechara de mi ausencia para incitar a mi esposa a dejar la verdad, pues hacía poco tiempo que ella la había conocido. Pero Jehová estaba cuidando de mi familia, y con la ayuda de los hermanos que todavía estaban libres mi familia recibió sostén material y espiritual. Mi esposa se separó definitivamente de la Iglesia Católica como resultado de las visitas de los hermanos, las cuales eran una expresión de amor cristiano y también eran espiritualmente edificantes.”
LA OBRA CONTINÚA A PESAR DE LA GUERRA
El fascismo cayó alrededor de 1943, y a la mayor parte de los hermanos se les liberó de la prisión después de esto. No obstante, la guerra todavía estaba haciendo estragos por todo el país, y a medida que las fuerzas aliadas avanzaban desde el sur, las tropas nazis lentamente se retiraban hacia el norte, dejando detrás de sí muertos y propiedad destruida.
Aun durante lo peor de la guerra se hicieron esfuerzos por restablecer la comunicación con hermanos que todavía estaban en sus hogares y disfrutaban de una medida de libertad de movimiento. Agostino Fossati, hermano que se mantuvo fiel hasta morir en 1980, había sido expulsado de Suiza debido a la verdad. Durante el período de 1940 a 1941 hizo todo lo posible por mantener correspondencia con ciertos hermanos, y les envió varias publicaciones, incluso artículos de La Atalaya que él había traducido del francés. Fue arrestado en enero de 1942 y enviado al exilio.
Después de cierto tiempo, el hermano Narciso Riet se refugió en Italia. Nacido en Alemania y de padres italianos provenientes de la provincia de Udine, él vivió en Mülheim an der Ruhr hasta que la gestapo descubrió su actividad clandestina de introducir en los campos de concentración ejemplares de La Atalaya. Cuando se hizo claro que era peligroso para él permanecer por más tiempo donde estaba, un hermano que trabajaba en el ferrocarril le ayudó a llegar adonde estaba su esposa, quien, poco tiempo antes, había ido a vivir a Italia, en Cernobbio, al lado del lago de Como, cerca de la frontera suiza.
La sucursal de Suiza asignó al hermano Riet el trabajo de traducir la revista La Atalaya del alemán al italiano y de enviar ejemplares a los hermanos. Para asegurarse de que la policía no interceptara las revistas en el correo, las entregas habían de hacerse en persona a hermanos que no vivían muy lejos en las regiones norteñas y centrales de Italia.
El hermano Riet se compró una máquina de escribir e inmediatamente emprendió la obra de traducir los artículos principales de las revistas. Le ayudó el hermano Agostino Fossati, quien había regresado de un año de exilio, y más tarde le prestó ayuda también la hermana María Pizzato, después de haber sido puesta en libertad en 1943. Las revistas se introducían en Italia por métodos clandestinos. Después que se había hecho la traducción, se hacían copias en una máquina copiadora y éstas se pasaban al hermano Fossati, quien estaba encargado de hacer las entregas. Él viajaba a Pescara, Trento, Sondrio, Aosta y Pinerolo para llevar alimento espiritual a los hermanos, bajo constante peligro de que se le arrestara y encarcelara.
Después que llegó la hermana Pizzato, los nazis, con la ayuda de sus secuaces fascistas, descubrieron dónde vivía el hermano Riet y, según relata la hermana Pizzato: “Un día, a fines de diciembre, rodearon la casa del hermano, y un oficial de la SS junto con sus hombres entraron a la fuerza. Arrestaron a Narciso y lo mantuvieron en custodia a punta de pistola mientras los soldados registraban la casa. Pronto hallaron la evidencia ‘criminal’ que estaban buscando... ¡dos Biblias y unas cuantas cartas! Enviaron a Narciso en un largo viaje de regreso a Alemania, donde fue encarcelado en el campo de concentración de Dachau. Allí fue torturado terriblemente. Por largo tiempo lo mantuvieron encadenado como un perro en una celda angosta de techo bajo, de modo que él se veía obligado a permanecer acurrucado día y noche. Después de pasar por mucho sufrimiento en un campo de concentración tras otro, se le dio muerte junto con otros prisioneros desafortunados antes de que los aliados ocuparan a Berlín. Nunca se hallaron sus restos.”
La hermana Pizzato continuó la obra que había empezado el hermano Riet, y cuando arrestaron al hermano Fossati de nuevo, ella misma también tuvo que hacer las entregas del alimento espiritual. Después de haber hecho unas 70 copias de cada artículo que se había traducido, ella hacía las entregas en persona siempre y cuando fuera posible viajar.
Cuando todas las vías de comunicación quedaron interrumpidas debido al bombardeo, ella decidió enviar la traducción del artículo principal de La Atalaya del 1 de enero de 1945 (edición en inglés) por correo a los hermanos que estaban en Castione Andevenno, en la provincia de Sondrio. El artículo fue interceptado y entregado a la policía, de modo que nuevamente llevaron a la hermana Pizzato a la comisaría para someterla a interrogatorio. No obstante, le permitieron regresar a casa después, y ella en seguida decidió aprovechar la oportunidad para irse de la región a fin de que otras personas no se vieran implicadas en el asunto. Aquella misma noche ella destruyó la evidencia de la actividad en la que ella había estado envuelta desde diciembre de 1943 hasta marzo de 1945, y unos amigos la ayudaron a llegar a Suiza junto con la viuda del hermano Riet.
Al fin de la guerra todos los refugiados tuvieron que regresar a Italia, de modo que las dos hermanas regresaron a Cernobbio. La sucursal de Suiza asignó a la hermana Pizzato el trabajo de establecer comunicación nuevamente con los hermanos, ahora que el fascismo había sido definitivamente eliminado y la guerra había terminado. Los hermanos habían pasado por una prueba severa, pero estaban agradecidos a Jehová y llenos de celo. Muy pocos de ellos habían caído en las trampas del Diablo. Ahora quedaba abierta ante ellos una puerta grande que conducía a actividad extensa.—1 Cor. 16:9.
SE REORGANIZA LA OBRA Y SE ABRE LA SUCURSAL
Hacia fines de 1945 el hermano N. H. Knorr, que en aquel entonces era presidente de la Sociedad Watch Tower, y su secretario M. G. Henschel, hicieron una visita a Europa. La sucursal de Suiza invitó a la hermana Pizzato a que fuera a Berna para dar al hermano Knorr un informe sobre la actividad en Italia. Respecto a aquella reunión la hermana Pizzato escribe lo siguiente:
“El hermano Knorr inmediatamente se dio cuenta de que era necesario hacer arreglos para imprimir folletos en italiano a fin de que se pudiera volver a emprender la obra de predicar. Con este fin, mientras esperábamos que llegara literatura de los Estados Unidos, él mandó que se hicieran arreglos para que los folletos se imprimieran, fuera en Milán o en Como. También me dijo que, aunque se apreciaba mi ayuda en estos asuntos, solo podía considerarse como un arreglo provisional y que ya se habían hecho planes para enviar a un hermano de los Estados Unidos para que se ocupara del trabajo tan pronto como fuera posible.”
Umberto Vannozzi, un hermano joven que residía en Suiza pero que era de nacionalidad italiana también, estuvo presente en aquella reunión. Por cierto tiempo se le asignó a visitar a grupitos de hermanos a fin de fortalecerlos e instruirlos en el camino de Jehová.
Tan pronto como se encontraron facilidades de imprenta en Como, se imprimieron 20.000 ejemplares de los folletos Libertad en el Nuevo Mundo y ‘Los mansos heredan la tierra,’ así como 25.000 ejemplares de “Regocijaos, oh naciones” y 50.000 ejemplares de El gozo de todos los pueblos.
En aquel entonces Cernobbio era un pueblecito de unos 3.000 habitantes y difícilmente se prestaba para centro de operaciones en vista de la expansión que se esperaba. Por eso, en la primavera de 1946 el hermano Knorr dio a los hermanos la instrucción de encontrar un lugar adecuado que sirviera de hogar para una pequeña familia de Betel compuesta de seis o siete personas. Con la ayuda de un hermano de las oficinas de Berna, se compró una casa de seis habitaciones en 20 Via Vegezio, en Milán, y transferimos a ésta el centro de nuestra actividad recién establecida. Esto se hizo en julio de 1946. En aquel año hubo un promedio de 95 proclamadores del Reino, y un máximo de 120 en 35 congregaciones pequeñas. Esto había de ser la base para nuestra expansión futura.
En octubre de 1946 llegó de los Estados Unidos el hermano George Fredianelli. Él se había graduado en 1943 de la primera clase de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower y había servido desde entonces en calidad de superintendente de circuito. Ahora se le asignó a visitar a los hermanos en nuestro único circuito, el cual se extendía desde los Alpes hasta la isla de Sicilia.
En enero de 1947 llegaron otros dos misioneros, Joseph Romano y su esposa Angela. Puesto que al hermano Romano se le había asignado como superintendente de la sucursal, él inmediatamente se puso a trabajar en el nuevo hogar Betel de Milán. Unos cuantos meses después, se envió allí a otro matrimonio de graduados de Galaad. Eran Carmelo y Constance Benanti. ¡Entonces, el 14 de marzo de 1949, se nos bendijo ricamente con la llegada de 28 misioneros! Ellos realmente fueron una de las provisiones de Jehová para dar ímpetu a la actividad con miras a la expansión. Al principio se les asignó a trabajar con ciertos grupos en cinco ciudades: Milán, Génova, Roma, Nápoles y Palermo.
En 1946, cuando hubo un nuevo comienzo después de la guerra, había solo poco más de 100 publicadores esparcidos aquí y allá por todo el país. No se comunicaban los unos con los otros ni con la organización. No se celebraban reuniones con regularidad, aunque los publicadores hacían todo lo que podían para reunirse dondequiera que podían hacerlo, en hogares particulares y aun en pesebres de vacas. Leían una u otra publicación, consultaban las Escrituras y comentaban sobre ellas lo mejor que podían. En su mayor parte, la obra de predicar consistía en hablar a amigos o parientes, y la estructura teocrática de la congregación cristiana casi no se conocía.
“Fue tan solo alrededor de 1944,” escribió Domenico Cimorosi, “cuando llegamos a saber que las asignaciones de responsabilidad debían hacerse teocráticamente y no por medio de un voto común. Puesto que no sabíamos cómo proceder, nos pareció bien adoptar el método que se utilizó para seleccionar a Matías. (Hech. 1:23-26) Escribíamos sobre pedacitos de papel los nombres de 10 hermanos, a quienes habíamos seleccionado de entre los mayores del grupo, y, después de doblar los pedacitos de papel, los colocábamos dentro de una urna. Una niñita entonces sacaba los papeles uno por uno, y la persona cuyo nombre fuera el primero en salir habría de ser el superintendente. A mí se me escogió de esta manera, y procedimos así hasta que llegó nuestro primer superintendente de circuito.”
Los hermanos se edificaban espiritualmente con los medios escasos que tenían a su disposición, y evidentemente el espíritu santo compensaba mucho por lo demás. No obstante, ahora había llegado el tiempo en que Jehová ‘aceleraría’ el aumento de su pueblo.—Isa. 60:22.
LA PRIMERA ASAMBLEA DE LA POSGUERRA
Después que se abrió la sucursal en Milán, el hermano Knorr decidió visitarnos para dar mayor ímpetu a la actividad recién organizada. Con motivo de su visita se hicieron arreglos para una asamblea de un día. Había de ser la primera asamblea de la posguerra. Todos los hermanos y las personas interesadas en la Biblia estaban esperando entusiásticamente la asamblea y la reunión con los hermanos Knorr y Henschel.
El 16 de mayo de 1947 todos llegaron al Cinema Zara, donde había de celebrarse la asamblea. Estuvieron presentes para las sesiones de la mañana y la tarde 239 personas de varias partes de Italia, aun desde la distante Sicilia, y se bautizaron 31 personas, 13 de las cuales fueron hermanas. Es sorprendente notar que este último grupo incluía a algunos de los que habían sido sentenciados por el Tribunal Fascista y que, debido a su conocimiento limitado de los requisitos cristianos, todavía no se habían bautizado. El programa culminó con el discurso público intitulado: “El gozo de todos los pueblos,” el cual se pronunció a las 8:30 de la noche. Setecientas personas estuvieron presentes.
Los hermanos tuvieron que hacer grandes sacrificios para asistir a aquella asamblea, no solo debido a que ellos eran tan pobres que el costo de viajar y pasar la noche parecía muy caro, sino también debido a que el servicio de los ferrocarriles todavía estaba trastornado como resultado de la guerra. Teresa Russo, una hermana de edad avanzada de Ceriñola, narra lo siguiente:
“Éramos tan pobres en aquel tiempo que no teníamos dinero para asistir a la asamblea. ¿De dónde lo conseguiríamos? Recuerdo, como si hubiera sucedido ayer, que nos pusimos a guardar el azúcar en vez de utilizarla. Entonces hallábamos los medios de vender esta reserva a fin de pagar nuestros boletos de tren y cubrir los gastos de pasar la noche fuera de casa. Llenamos nuestros maletines de azúcar y nos colgamos sacos llenos de azúcar alrededor de la cintura, más o menos como los cazadores llevan su alimento. Todos nos veíamos muy gordos. Pero fue así como siete de nosotros pudimos ir a Milán y disfrutar de la gozosa experiencia de ver a los muchos hermanos allí.”
Algunos de los que estuvieron presentes allí todavía recuerdan cómo se sintieron cuando se encontraron en libre asociación con hermanos a quienes anteriormente habían conocido en la prisión o en el exilio. Aldo Fornerone, quien estuvo presente en aquella asamblea, dice:
“Jamás olvidaré lo conmovido que me sentí al ver y abrazar a aquellos queridos hermanos de la parte central y del sur de Italia que habían estado en la prisión o el exilio conmigo. Solo Jehová sabe lo agradecidos que estábamos de poder reunirnos en un país donde se había restablecido la libertad de cultos. A Él le expresamos las gracias, al gran Dios Jehová, por haber intervenido a favor de su pueblo.”
Durante la asamblea el hermano Knorr delineó el programa para la expansión teocrática en el país. Desde el mes de junio en adelante había de publicarse mensualmente una hoja de instrucciones para las congregaciones, llamada el Informador. Un superintendente de circuito había de visitar a los grupos y a las congregaciones cada seis meses, y también se celebrarían asambleas de circuito.
El primer número del Informador fue el de junio de 1947, y por varios meses se hicieron copias en una máquina copiadora. El primer número, al comentar sobre el programa de actividad que había anunciado el presidente de la Sociedad, concluyó con la siguiente exhortación conmovedora: “¡Por lo tanto, hermanos, avancemos con la esperanza de que, aquí en Italia, el Dios verdadero tendrá un rebaño de personas dedicadas que le cantará alabanzas junto con los de su pueblo que se encuentran en otras naciones!”
COMIENZAN LAS ACTIVIDADES DE CIRCUITO
No hay lugar a duda de que la expansión de los intereses del Reino recibió un gran ímpetu como resultado de la actividad de los superintendentes viajantes que visitaron a las congregaciones para edificar a los hermanos y les enseñaron principios teocráticos y los entrenaron en la obra de predicar. ¿Recuerda usted a Umberto Vannozzi, quien se reunió con el hermano Knorr y con la hermana María Pizzato en 1945? Durante los años treinta él había servido de precursor en Francia, Bélgica y Holanda, mayormente en clandestinidad. Después de reunirse con el hermano Knorr, procedió a la obra de visitar a hermanos que estaban esparcidos por varias partes de Italia, a fin de restablecer la comunicación con ellos antes de que llegaran los misioneros. Así fue que durante los meses de mayo y junio de 1946 él visitó a los grupos que en aquel entonces tenían la mayor cantidad de hermanos.
Pero el primer hermano que fue asignado como siervo de circuito fue George Fredianelli, quien empezó a hacer sus visitas en noviembre de 1946. La primera vez fue acompañado del hermano Vannozzi.
En 1947 se formó el segundo circuito y el primero en ser asignado a éste fue el hermano Giuseppe Tubini. Cuando este hermano emprendió el servicio de Betel unos cuantos meses después, el hermano Piero Gatti lo reemplazó. Ambos hermanos habían llegado a conocer la verdad en Suiza en uno de los muchos campos de refugiados que estaban llenos de miles de soldados italianos que habían escapado de los nazis. Muchos hermanos más que habían aprendido la verdad en el extranjero regresaron a principios de la posguerra para llevar el mensaje del Reino a Italia. Después de 33 años los hermanos Tubini y Gatti todavía están en el servicio de tiempo completo, el primero en Betel y el segundo en la obra de circuito.
LOS VIAJES DEL HERMANO VANNOZZI
Al leer el relato de los viajes del hermano Vannozzi nos daremos cuenta de las muchas incomodidades que tenían que aguantar los superintendentes viajantes en aquel entonces. Él escribió:
“Partí de Como y, después de pasar por toda clase de experiencias, llegué por fin a Foggia, en la región de Puglia. Busqué la estación, pero en vano... había sido destruida por completo durante un bombardeo. Tomé un tren con rumbo a Ceriñola, y allí se me dijo el lugar que visitaría primero, pero cuando llegamos a cierto punto se me dijo que el tren no iba más allá y tuve que hacer el viaje en camión. Llegué a mi destino a las siete de la noche del día siguiente, muy cansado y polvoriento. A pesar de todo, me sentí recompensado cuando, en la reunión, un hermano agradeció a Jehová en oración el que, después de tantos años de espera, por fin habían recibido la visita de un representante de la organización. Los hermanos lloraron al final de la visita y yo también me sentí profundamente conmovido.
“Viajé por toda Italia sobre carreteras que todavía estaban dañadas debido a los estragos de la guerra, y no vi ni un solo puente que estuviera todavía en pie. Veintidós mil puentes habían sido bombardeados y los que se podían atravesar eran los que habían sido reparados provisionalmente por los aliados. Vi centenares de coches de ferrocarril y locomotoras quemados y todos los pueblos habían sufrido estragos debido a los bombardeos.
“Salí de Ceriñola a las seis de la mañana para visitar al grupo que estaba en Pietrelcina, en la provincia de Benevento. ¡Llegué a Benevento a las siete de la noche, después de haber pasado tres horas sentado sobre mi equipaje en un vagón de ganado! Cuando llegué a la estación, esperé con una revista La Atalaya en la mano como habíamos convenido a fin de que los hermanos pudieran reconocerme. Pero nadie apareció. ¿Qué hacer?
“Todavía me faltaban unos 12 kilómetros para llegar a Pietrelcina, y a esa hora de la noche no había medio de transportación para llegar allí. Mientras estuve allí parado esperando, apareció un coche de dos ruedas arrastrado por un caballo, y el hombre que lo dirigía ofreció llevarme. Eran las 9:30 de la noche y en la oscuridad empecé a buscar la casa del hermano Michele Cavalluzzo. La tarea no fue fácil. Pero el ángel de Jehová estaba cuidando de mí y no me dejó desamparado. Por fin, encontré la casa y el hermano Cavalluzzo gozosamente hizo que en seguida se me preparara una comida. ¡Qué hambre tenía yo! No había comido nada desde la noche antes. También me sentía muy cansado y anhelaba acostarme, pero el querido hermano Cavalluzzo tenía muchas preguntas que hacerme y quería decirme, desde el principio hasta el fin, cómo había llegado a conocer la verdad. Así que nos quedamos despiertos hasta la medianoche. La mañana siguiente llegó el telegrama que anunciaba mi visita, pero yo había ganado la carrera... ¡había llegado primero!
“Casi cada noche asistían a las reuniones unas 35 personas, aunque casi no había hermanos bautizados. Partí de Pietrelcina con rumbo a Foggia a las 4 de la mañana. Subí a un coche tirado por caballos y conducido por uno de los hermanos y nos acompañó el superintendente, el hermano Donato Iadanza. Aunque ya no estábamos en los años veinte, éste era el medio de transporte más común inmediatamente después de la guerra. Llegamos a Benevento a las 6 de la mañana, pero, lamentablemente, el tren ya había partido.
“En ese momento alguien sugirió que yo hablara con un maquinista que estaba llevando una locomotora a Foggia. Lo alcancé en el preciso momento en que él estaba quejándose delante de otras personas que también estaban tratando de lograr que él las llevara. Le oí decir que no tenía campo para pasajeros. A pesar de esto todos subimos al tren, y el hermano Iadanza corrió tras la locomotora precisamente a tiempo para pasarme la maleta. Me metí en el espacio angosto dentro de la locomotora con otras 10 personas, y allí permanecimos, embutidos como sardinas durante el entero viaje de cinco horas. Todos estábamos transpirando debido al calor y a la falta de aire y sufrimos muchas quemaduras a causa de las chispas que volaban desde debajo de la caldera. Cuando nos acercamos a Foggia el conductor detuvo la locomotora en pleno campo y todos bajamos.
“Después de eso visité a los grupos de Spoltore, Pianella, Montesilvano, Roseto de los Abruzos y Villa Vomano. Mi última visita de la serie fue a Faenza, donde unas 50 personas asistían a las reuniones. Animé a los jóvenes a emprender el servicio de precursor, y en mi informe acerca del grupo escribí lo siguiente: ‘Espero que algún día algunos de estos jóvenes decidan unirse a los que están llevando a cabo este servicio, que es un privilegio.’”
EL HERMANO FREDIANELLI EN EL CIRCUITO
El hermano George Fredianelli, ahora miembro del Comité de la Sucursal, recuerda los siguientes sucesos de su actividad en la obra de circuito:
“Cuando visitaba a los hermanos hallaba a parientes y amigos de hermanos esperándome y deseosos de escuchar. Hasta cuando hacía revisitas a algunas personas, éstas llamaban a sus parientes. En realidad, el superintendente de circuito no pronunciaba un solo discurso público a la semana, sino uno de varias horas de duración en cada revisita. En estas visitas se podía hallar hasta a 30 personas presentes, y a veces muchas más se reunían para escuchar atentamente.
“Las repercusiones de la guerra a menudo dificultaban la vida del superintendente de circuito. Los hermanos, como la mayoría de la gente, eran muy pobres, pero la bondad amorosa que desplegaban compensaba por ello. De todo corazón compartían el poco alimento que tenían, y a menudo insistían en que yo durmiera en la cama mientras ellos se acostaban en el suelo sin mantas, pues eran demasiado pobres para tener mantas adicionales. A veces me veía obligado a dormir sobre un montón de paja u hojas secas de maíz en el establo, donde estaban las vacas.
“En cierta ocasión llegué a la estación de Caltanissetta, en Sicilia, con la cara tan negra como un deshollinador debido al hollín que salía de la locomotora de vapor que halaba al tren. Aunque me había tardado 14 horas en viajar más o menos de 80 a 100 kilómetros, el soñar con el buen baño que pensaba tomar, seguido de un descanso muy merecido en algún hotel u otro lugar, me levantó el ánimo al llegar. Sin embargo, esto no se realizaría. Caltanissetta estaba llena de gente que había venido para la celebración del Día de San Miguel y todos los hoteles del pueblo estaban atestados de sacerdotes y monjas. Finalmente regresé a la estación con la idea de recostarme en un banco que había visto en la sala de espera, pero hasta esa esperanza se esfumó cuando encontré que la estación había cerrado después de haber llegado el último tren de la tarde. El único lugar que me sirvió para sentarme y descansar un poco fue los escalones del frente de la estación.”
Con la ayuda de los superintendentes de circuito, las congregaciones comenzaron a celebrar con regularidad el estudio de La Atalaya y el estudio de libro de congregación. Además, a medida que mejoramos la calidad de las reuniones de servicio los hermanos llegaron a estar cada vez más capacitados en la obra de predicar y enseñar.
CONDICIÓN ESPIRITUAL DEL GRUPO DE CERIÑOLA
¿Recuerda usted el grupo de Ceriñola, el que se formó como resultado de la predicación que efectuó el profesor Banchetti? “La condición espiritual de este grupo no era como debería ser,” dice el hermano Fredianelli. Él explica:
“Allí había una situación extraña. La congregación, si puedo describir así al grupo, estaba compuesta principalmente de protestantes y comunistas que afirmaban ser testigos de Jehová. Tuve que razonar con ellos durante varias horas para convencerlos de lo necesario que era que se separaran de la religión falsa y mantuvieran una actitud neutral para con la política.
“Durante una visita posterior pronuncié el discurso del Memorial y expliqué claramente que solo la clase ungida podía participar de los emblemas. Todo fue bien hasta después de la reunión. Tan pronto ésta terminó, un hombre del grupo, quien se consideraba a cargo del grupo, se opuso a mí abiertamente y sostuvo que lo que yo había dicho acerca de los emblemas no era cierto. Fue patente la confusión que esto causó en el grupo, así que pensé que lo mejor era pedir a los presentes que tomaran una decisión de inmediato. Dije: ‘¡Los que estén a favor de la verdad y los testigos de Jehová, síganme afuera! Los que estén en contra de la verdad pueden quedarse.’
“Para mi tranquilidad, casi todos me siguieron. Solo tres o cuatro permanecieron con el opositor, quien era un líder prominente del partido comunista de la localidad. Entonces, con la excepción de muy pocas personas, los presentes me siguieron hasta otro cuarto y más tarde continuaron progresando en la verdad.”
PRIMERA ASAMBLEA DE CIRCUITO
En septiembre de 1947 se celebró la primera asamblea de circuito en Roseto degli Abruzzi. Debió haberse celebrado en Pescara, pero allí, como resultado de la oposición clerical, se canceló el permiso para usar el salón que se quería. Intrépidos, los hermanos se reunieron en un callejón particular sin salida, al que solo podía llegarse cruzando por el jardín del hermano Domenico Cimorosi. Se cerró el camino y se cubrió la entrada con lonas alquitranadas, y bajo la sombra de una cubierta de vides se colocó una mesa que sirvió de atril para el orador. Asistieron alrededor de 100 hermanos felices.
A principio de los años cincuenta las asambleas empezaban con un auditorio de solo 40 a 60 personas, mientras que para el discurso público usualmente había un promedio de asistencia de 200 personas. ¡Los hermanos pensaban que era maravillosa la presencia de tantas personas!
La obra siguió progresando, y en 1954 el hermano George Fredianelli fue asignado a servir de superintendente de distrito.
OTRAS PROVISIONES
En enero de 1945 la Sociedad emprendió una campaña de discursos públicos en la mayoría de los países. En Italia ésta se postergó hasta algunos años después. El Informador de febrero de 1948 anunció que la campaña comenzaría el 28 de marzo, y durante el mes siguiente se pronunciaron 13 discursos públicos. Habrían de pasar varios años antes de que estas conferencias pudieran celebrarse con regularidad en cada congregación.
Puesto que era patente que los hermanos necesitaban entrenamiento, en 1948 se estableció la Escuela del Ministerio Teocrático. Al principio los hermanos celebraban estas reuniones como mejor podían, ya que no había publicaciones apropiadas en italiano. En las congregaciones donde había alguien que pudiera entender inglés, las lecciones se traducían de la publicación Theocratic Aid to Kingdom Publishers (Ayuda teocrática para los publicadores del Reino). Pero en 1948 había muy pocos hermanos que supieran inglés. Más tarde, hacia fines del 1950, las congregaciones comenzaron a recibir copias de las lecciones del libro “Equipado para toda buena obra,” las cuales ayudaron a mejorar considerablemente la calidad de la Escuela.
En 1956 se alcanzó mayor progreso. En La Atalaya del 1 de enero de 1956 (edición en italiano) se comenzaron a publicar de manera consecutiva las lecciones del libro “Equipado,” mientras que en ¡Despertad! del 8 de enero de 1956 (edición en italiano) se comenzó a publicar una serie similar del libro Capacitados para ser ministros. El libro “Equipado” finalmente se imprimió en italiano en 1960, seguido del libro Capacitados para ser ministros en 1963, para que los hermanos que empezaban a asociarse también pudieran sacar provecho del programa y prepararse para las reuniones.
LA SUCURSAL SE MUDA A ROMA
Puesto que Milán está ubicada en el extremo norte de Italia, se creyó que sería más fácil encargarse de la creciente actividad si se mudaba la oficina de sucursal a un lugar más céntrico. Roma era la elección obvia porque, como capital del país, también es el centro de la administración nacional. En septiembre de 1948 se consiguió una casa de tres pisos con un sótano. Además de tener una docena de habitaciones e instalaciones modernas, también estaba ubicada en una zona muy atrayente en la cual había árboles y jardines en Vía Monte Maloia. La oficina se trasladó a este lugar aquel mismo mes. Más tarde se vendió la propiedad de Milán, pero la casa de Vía Monte Maloia todavía pertenece a la Sociedad Watch Tower y se utiliza de lleno hasta el día de hoy.
La traducción del libro “Sea Dios veraz” se completó en el nuevo Betel y salió de la imprenta el año siguiente, en 1949. Este libro trataba puntos doctrinales de gran interés para las personas de antecedentes religiosos, y ha ayudado a miles de personas a hallar la verdad.
CONSPIRACIÓN PARA EXPULSAR A LOS MISIONEROS
En este país, donde por siglos la gente nunca había oído nada acerca de la Biblia, la actividad misional ha llevado fruto en abundancia. Como se mencionó antes, el grupo más grande de misioneros llegó a Italia en la primavera de 1949 y adondequiera que se les asignó a trabajar surgieron congregaciones. La gente realmente estaba “sedienta” de la Palabra de Dios.
Aparte de los problemas usuales relacionados con establecerse en un país extranjero y aprender el idioma, nuestros misioneros tuvieron que superar un obstáculo mucho más difícil. Este fue el de obtener permiso de las autoridades para quedarse en el país después que hubiesen expirado los visados de sus pasaportes. Para el año 1949 la sucursal había presentado ante el Ministerio de Asuntos del Interior una petición de permisos. En vez de los permisos, como acontecimiento imprevisto los misioneros recibieron la orden de salir del país, y solo después de mucha insistencia se les permitió quedarse hasta el 31 de diciembre de 1949. Para esa fecha todos tendrían que haber salido del país. ¡Esto hubiera sido un golpe serio a la actividad de ellos, la cual había tenido un comienzo tan prometedor!
¿Por qué se había ordenado a los misioneros que salieran de Italia? ¿Quién era responsable de todo esto? Un informe de 1951 que apareció en el Anuario (edición en inglés), y que también se imprimió en La Atalaya (edición en italiano) del 1 de marzo de 1951, reveló las maniobras que estaban llevándose a cabo entre bastidores. En el informe se declaró:
“Aun antes de que los veintiocho misioneros llegaran a Italia en marzo de 1949, la oficina había llenado una solicitud regular mediante la cual se pedían visados por un año para todos ellos. Al principio los funcionarios señalaron que el gobierno enfocaba el asunto desde un punto de vista económico y por lo tanto la situación parecía bastante prometedora para nuestros misioneros. Después de seis meses, repentinamente recibimos del Ministerio del Interior un comunicado que ordenaba a nuestros hermanos salir del país para fines de mes, cuando faltaba menos de una semana para cumplirse el término. Por supuesto, rehusamos aceptar esta orden sin presentar una batalla legal e hicimos todo esfuerzo posible por llegar al meollo del asunto para averiguar quién era responsable de este golpe sucio. Por medio de ponernos en comunicación con personas que trabajaban en el Ministerio nos enteramos de que nuestros expedientes no revelaban acusaciones que la policía u otras autoridades hubieran hecho en contra nuestra y que, por lo tanto, solo alguien ‘superior’ podía ser responsable. ¿Quién podría ser? Un amigo que trabajaba en el Ministerio nos informó que la acción que se tomaba contra nuestros misioneros era bastante extraña, pues la norma del gobierno era muy favorable y poco severa respecto a los ciudadanos estadounidenses.
“Quizás la embajada pudiera ayudar. Todas las visitas personales a la embajada y varias entrevistas con el secretario del embajador resultaron en vano. Era muy obvio, tal como admitieron funcionarios estadounidenses, que alguien que ejercía mucha influencia en el gobierno italiano no quería que los misioneros de la Watch Tower predicaran en Italia. Contra esta poderosa influencia los diplomáticos estadounidenses solo se encogieron de hombros y dijeron: ‘Bueno, como ustedes saben, aquí la Iglesia Católica es la religión estatal y ellos prácticamente hacen lo que les place.’
“Desde septiembre hasta diciembre retardamos la acción que había tomado el Ministerio contra los misioneros. Finalmente se fijó una fecha límite; los misioneros tenían que estar fuera del país para el 31 de diciembre. No podíamos hacer nada sino acatar aquellas órdenes. Enviamos los misioneros al sector de habla italiana de Suiza. En unos cuantos meses todo el grupo estuvo de regreso para predicar otra vez en Italia.
“Esta vez fueron asignados a diferentes ciudades, pero, después de todo, esto sólo haría que la obra se esparciera mejor.
“Y, ¿qué pasaría con las personas que habían mostrado interés en el mensaje y a quienes los misioneros habían hallado en las ciudades a las que habían sido asignados antes? No se abandonaría a las ‘ovejas.’ El hermano Knorr aprobó la selección de nuevos precursores especiales italianos que vivirían en las casas de los misioneros y continuarían efectuando el buen trabajo. No se perdió tiempo en realizar la transición y la obra no sufrió contratiempos. El resultado de este incidente fue que la Palabra llegó a nuevos campos vírgenes.”
¿Cómo se las arreglaron los misioneros para regresar al país después de su expulsión? Hicieron esto por medio de valerse cada uno de un visado de turista por tres meses, lo cual significaba que cada tres meses tenían que salir al extranjero y regresar a Italia unos días más tarde... cada vez con el temor de que no les renovaran el visado. En ciertos pueblos el clero consiguió identificarlos y presionó a las autoridades locales para que los echaran. En estos casos los misioneros se vieron obligados a mudarse a otro lugar, mientras siempre se mantenían alerta y obraban con toda cautela posible.
El clero había llegado a esta conclusión: “Si nos deshacemos de los misioneros, su grupito de seguidores desaparecerá como la nieve al sol.” Lo que ellos no comprendían era que no podrían estorbar el propósito de Dios ni luchar contra Su poder irresistible.
EXPERIENCIAS DE LA OBRA MISIONAL
Carmelo y Constance Benanti han estado en el servicio misional en Italia por más de 33 años. El hermano Benanti relata:
“Mientras estábamos en Brescia, mi esposa concentró sus esfuerzos en una zona donde la gente estaba bajo la influencia de una institución religiosa cercana y, en particular, de uno de los frailes. A pesar de esta influencia, 16 personas aceptaron la verdad. Muchos años más tarde mi esposa y yo regresamos a Brescia para visitar a los hermanos que con ayuda nuestra habían conocido la verdad. Mientras cenábamos con un grupo de hermanos, éstos nos pidieron que les relatáramos cómo había comenzado la obra en aquella zona. De modo que mi esposa les habló acerca de cierta ocasión en que el fraile animó a una multitud de niños para que la acosaran. Estos estaban escondidos detrás de la pared de una casa que había sido bombardeada, listos para salir de repente y apedrear a mi esposa. Al darse cuenta de esto, ella pidió a Jehová en oración que la librara de daño. En ese momento un superintendente de una de las congregaciones de Brescia dijo: ‘¡Hermana, yo era uno de aquellos niños! Por supuesto, yo era muy joven entonces y el fraile nos había prometido caramelos si la apedreábamos. Nosotros mismos no entendimos por qué al fin y al cabo no lo hicimos.’”
Otro misionero relató: “Mientras estaba en Nápoles, alguien me tomó por una persona bastante rica debido a que estaba vestido de manera apropiada. A medida que caminaba por la calle me di cuenta de que un hombre me seguía, probablemente con la idea de asaltarme. Decidí volverme y hablarle de la verdad. Esto lo tomó por sorpresa y el mensaje le impresionó mucho... de hecho, con el tiempo aceptó la verdad. Luego supe que él ciertamente había tenido la intención de asaltarme. Desde luego, cuando abrió su corazón a la verdad cambió de modo de ser. Este ex ladrón llegó a ser precursor especial y fue fiel a Jehová hasta la muerte.”
LOS PRIMEROS SALONES DE REUNIÓN
Una descripción breve de los lugares donde los hermanos se reunieron durante los primeros años de la posguerra ayudará al lector a comprender cómo ha progresado la obra en este país desde entonces. En un tiempo casi todos los Salones del Reino estaban en casas particulares. Una de las razones para ello era que el clero solía intimidar a los dueños de los edificios que eran convenientes para reuniones, de modo que éstos rara vez accedían a alquilarlos a los testigos de Jehová. El hermano William Wengert, graduado de Galaad y quien ahora está en la obra de distrito, relata:
“En aquellos días, en las ciudades a menudo utilizábamos sótanos como salones. No había calefacción central y algunos salones ni siquiera tenían retrete. En vez de tener alumbrado eléctrico, muchas veces teníamos que arreglárnoslas con dos lámparas de aceite, una para alumbrar la plataforma y otra para el auditorio. No obstante, cuando pienso en el pasado me doy cuenta de que en aquel tiempo aceptábamos aquellas circunstancias como algo bastante normal, y, como resultado de ello, los hermanos siempre estaban alegres y llenos de amor afectuoso unos por otros. Me impresionó particularmente el vigor conque cantaban los cánticos, y debo decir que los italianos cantan con entusiasmo. Jehová ha bendecido la obra en este país y ha suministrado salones muy hermosos donde los hermanos ahora pueden reunirse para alabar Su santo nombre.”
Aunque tenían que conformarse con salones improvisados, aquellos amados hermanos de los años cincuenta eran un grupo feliz y mostraban gran aprecio por las reuniones. Esto lo confirman las siguientes palabras del hermano Nicola Magni: “A menudo el atril era una caja de cartón vuelta boca abajo sobre una mesa de cocina, pero bastaba para el propósito. El gozo de los hermanos presentes impartía resplandor a sus ojos y hacía que el brillo de sus miradas vívidas se esparciera por todo el cuarto en penumbra, alumbrado por una lámpara.”
A causa de las condiciones en que solían hallarse algunos lugares de reunión, a veces se presentaban situaciones poco comunes. El hermano Francesco Bontempi, superintendente viajante, recuerda uno de los primeros Salones del Reino que hubo en Milán y dice:
“Aunque el Salón del Reino estaba en un sótano, estaba muy limpio por dentro. Cierta noche la reunión ya había comenzado cuando recibimos una visita poca común... ¡un ratoncito! El roedor entró en el salón y subió por la pata de la silla de una hermana bastante gruesa que estaba prestando profunda atención al programa. Se detuvo cerca de uno de los travesaños de la silla y se quedó allí por unos cuantos minutos que parecieron interminables. No me atreví a intervenir porque no quería interrumpir la reunión, ¡y solo podía imaginarme cómo reaccionaría la hermana! Finalmente, el ratón dio la vuelta a la silla y pasó a poca distancia los pies de la hermana y entonces desapareció silenciosamente... lo cual me causó gran alivio. Pero a pesar de estos pequeños inconvenientes, ¡la congregación mostraba mucho amor fraternal y celo por el servicio!”
Según el Anuario para 1975 se cree que el primer Salón del Reino que construyeron los hermanos de los Estados Unidos fue el de Roseto, en Pensilvania, en 1927, el cual el hermano Giovanni DeCecca inauguró mediante un discurso público. Por extraña casualidad, el primer salón que construyeron los hermanos de Italia fue también en un lugar llamado Roseto, Roseto degli Abruzzi. Este se completó en 1953, 26 años después del que le precedió en los Estados Unidos.
EL CLERO PROVOCA MÁS PROBLEMAS
La libertad de la que ahora se disfruta en Italia se remonta a la importante fecha del 27 de diciembre de 1947, cuando la Constitución de la República Italiana entró en vigor. La Constitución reconoció los derechos fundamentales relacionados directamente con nuestra obra de anunciar el reino de Jehová y que habían sido pisoteados implacablemente durante la dictadura.
Sin embargo, a pesar de la nueva Constitución, todavía no habían terminado las dificultades para los testigos de Jehová. Aunque la jerarquía católica ya no tenía una dictadura en la cual apoyarse, todavía podía jactarse de tener fuertes vínculos con el partido político más importante del país. El clero hizo lo más que pudo por ahogar los intereses del Reino por medio de recurrir a la parte de la ley fascista que no estaba en armonía con la Constitución y que aún no había sido abolida.
A veces los sacerdotes levantaban chusmas de fanáticos contra los hermanos mientras los hermanos se hallaban en sus reuniones o en el ministerio del campo. Por ejemplo, en un artículo intitulado: “Un sacerdote levanta una chusma de mujeres y niños contra ‘testigos de Jehová’ en Molfetta,” el diario L’Unità del 22 de septiembre de 1954 declaró:
“El fanatismo religioso fomentado por un sacerdote [entonces se dio el nombre y la dirección de éste] contra ciudadanos honrados, cuya única falta es que profesan una religión diferente de la del clérigo susodicho, es de índole particularmente grave . . .
“Hace unos días la industriosa y tranquila ciudad de Molfetta presenció una escena de persecución religiosa muy desagradable, propia del período más oscuro de la Inquisición. Unas diez personas de esta ciudad estaban reunidas como de costumbre en el núm. 7 de la Vía Zuppetta, cuando el sacerdote [se dio el nombre] pasó por allí salmodiando himnos al frente de una chusma de mujeres, niños y jóvenes. El sacerdote entonces dio la señal para comenzar un alboroto que se extendió por más de dos horas. La manifestación incluyó el apedreamiento constante de las puertas y ventanas del lugar de reunión, junto con ruido y gritos de amenazas e insultos por parte de la multitud. . . .
“Al verse obligadas a salir del lugar para evitar lo peor, estas personas fueron objeto de burla, insultos y amenazas y luego se vieron rodeadas de mujeres y niños revoltosos. Recibieron puñetazos y pedradas antes de que lograran llegar a la comisaría de policía, no solo para obtener protección, sino también para pedir que los instigadores de esta agresión ilegal fueran castigados. No obstante, el funcionario encargado, quien evidentemente simpatizaba con el otro bando, no tenía la intención de intervenir para garantizar el respeto a la ley y a los derechos constitucionales. Así que los instigadores y perpetradores quedaron sin castigo con la aprobación tácita de aquellos cuyo deber debería ser el salvaguardar los derechos fundamentales y la seguridad de cada individuo. En este caso en particular estos derechos fueron pisoteados y violados de la manera más vil y degradante.”
El mismo periódico, en su número del 3 de enero de 1959, publicó un artículo intitulado “Brote de intolerancia religiosa contra los ‘testigos de Jehová’ en Lapio.” ¿Qué ocurrió esta vez? El 29 de diciembre de 1958, dos publicadores, Antonio Puglielli y Francesco Vitelli, estaban predicando las “buenas nuevas” en Lapio, un pueblecito de la provincia de Avellino. A eso de las once de la mañana se toparon con una chusma de jóvenes y niños dirigidos por el sacerdote católico local, quien comenzó a gritar: “¡Váyanse de aquí!” y luego: “¡Ustedes son vendedores de mentiras, ignorantes, inútiles! No entienden la Biblia. Lo único que hacen es arruinar el rebaño.”
Puesto que la chusma evidentemente hablaba en serio, los dos hermanos se refugiaron en la casa del ayuntamiento, y el sacerdote los siguió por las escaleras hasta el piso superior, donde el alcalde intervino para protegerlos. ¿Qué pasó con los demás hermanos que estaban predicando en el pueblo? Los dos hermanos declararon: “En compañía de guardias municipales, fuimos a la parte del pueblo donde estaban trabajando los demás. Los hallamos rodeados por una muchedumbre conducida por un sacerdote amenazador y fue solo con alguna dificultad que pudimos librarlos y traerlos al autobús que iba a sacarnos de allí. Cuando estuvimos dentro del autobús, el sacerdote se paró enfrente de éste para que no pudiéramos partir y trató de incitar a la muchedumbre a cometer otros actos de violencia. Afortunadamente, la gente ya no le obedeció.”
Estos son solo algunos de los incidentes fomentados por el clero. Por razones obvias, los periódicos que denunciaban estos actos estaban generalmente bajo la dirección de la oposición política, mientras que los que estaban bajo la dirección de la mayoría católica generalmente los pasaban por alto sin hacer comentarios.
Apenas sorprende que la Iglesia Católica presentara esta oposición tenaz. Más bien, tal oposición es consecuente con la actitud que ella generalmente ha mantenido al tratar con otras religiones. El “padre” Cavalli expone claramente esta norma en la publicación quincenal jesuita Civiltà Cattolica del 27 de marzo de 1948:
“La Iglesia Católica está convencida de su derecho divino, como la única iglesia verdadera, a reclamar libertad de acción para sí misma solamente, de modo que este privilegio se reserve exclusivamente para la verdad y se le niegue al error. En cuanto a otras religiones, la Iglesia nunca levantará la espada literal contra ellas, pero se servirá de vías legítimas y medios respetables para encargarse de que a ellas no se les permita esparcir sus doctrinas falsas. Por consiguiente, en un estado predominantemente católico la Iglesia insistirá en que se niegue el reconocimiento legal a las creencias erróneas y que, si ciertas minorías religiosas persisten, a éstas debe permitírseles una simple existencia de facto y negárseles la posibilidad de esparcir sus creencias. En los casos en que las circunstancias existentes hagan que la aplicación estricta de este principio sea imposible, sea debido a la hostilidad del gobierno o a la cantidad de miembros de grupos disidentes, la Iglesia tratará de conseguir para sí las mayores concesiones y tolerará la existencia legal de otros cultos como una desgracia menor. En algunos países los católicos se verán obligados a admitir el derecho irrevocable a la libertad de religión y resignarse a coexistir con otros cultos, cuando solamente ellos deberían tener el derecho a prosperar . . .” (Las bastardillas son nuestras.)
En otras palabras, el clero católico dice claramente a los que están en una situación similar a la de los testigos de Jehová: ‘Si pudiéramos hacer nuestra voluntad, nos desharíamos de ustedes.’ Pero Jehová no ha permitido que esta oposición prevalezca contra el pueblo que ‘ha llegado a conocer Su nombre.’—Sal. 91:14.
ESFUERZOS POR CAUSAR DISTURBIO EN LAS ASAMBLEAS
Por la adopción de diversas tácticas encaminadas a interrumpir nuestras asambleas, el clero hizo cuanto estuvo a su alcance por desbaratar nuestra actividad pacífica. Por ejemplo, en el auditorio solían infiltrarse sacerdotes acompañados de otras personas, generalmente jóvenes, que interrumpían al orador por medio de hacerle preguntas molestas. Estas personas entraban y se sentaban tranquilamente entre los delegados por algún tiempo, y después comenzaban a trastornar el orden de la reunión por medio de gritar y crear un alboroto. En ese momento la policía intervenía, pero, en vez de sacar del auditorio a los responsables del problema, a menudo detenía la asamblea con el pretexto de que la reunión estaba “alterando la paz.”
William Wengert recuerda lo siguiente: “Cuando comenzábamos a celebrar una asamblea, nunca estábamos seguros de que podríamos terminarla. ¡Había tantas interrupciones y dificultades en aquellos días!”
Los superintendentes de circuito y distrito que organizaban las asambleas hallaron un remedio simple y práctico. Se encargaban de que hubiera un grupo muy eficiente de acomodadores robustos y colocaban un buen número de éstos cerca de la entrada. Un superintendente viajante dice: “La asamblea de circuito apenas había comenzado y se esperaba la intromisión del clero. El superintendente de distrito había dado instrucciones a los acomodadores que estaban de servicio en la entrada para que detuvieran a cualquier persona a quien no conocieran y de paso le hicieran un par de preguntas, tales como: ‘¿De dónde es usted?’ o ‘¿Quién es el superintendente de su congregación?’ A los que contestaban de modo convincente se les permitía entrar.
“Pero, ¿qué hay si un alborotador lograba meterse entre el auditorio? En este caso aparecía la ‘brigada rápida,’ un grupo de acomodadores muy resueltos, y pedía bondadosamente a los opositores que guardaran silencio. Si el alboroto continuaba, la ‘brigada’ levantaba muy discretamente de su asiento al alborotador y lo ‘ayudaban’ a salir del salón. Puesto que la policía no sostenía nuestro derecho a celebrar reuniones en paz, tuvimos que resolver el problema nosotros mismos.”
Veamos ahora algunos de los muchos incidentes que provocó el clero. El primero de éstos ocurrió en una asamblea de circuito celebrada en Sulmona, un pueblecito del centro de Italia en un valle fértil de la región de Abruzos. El domingo 26 de diciembre de 1948 había unas 2.000 personas presentes para oír el discurso público... una enorme muchedumbre, si tomamos en cuenta que solo había 472 publicadores en todo el país en aquel tiempo. ¿Qué sucedió en esta ocasión? Un extracto del Anuario para 1950 (edición en inglés) relata:
“El domingo a las 10:30 de la mañana más de 2.000 personas abarrotaron el teatro más grande de la ciudad, y hubo que cerrar las puertas minutos antes del tiempo señalado para el discurso. Hubo que despedir a muchos, pero no antes de darles un folleto; simplemente no había más espacio disponible, ¡hasta los pasillos estaban llenos! Dentro, un auditorio sumamente atento mostró su aprecio y aprobación de la verdad al aplaudir varias veces durante el discurso y después de su conclusión.
“Sin embargo, antes de terminarse la reunión, un joven de religiosidad extremada que había estado de pie en la parte trasera del salón tomando notas que le dictaban dos sacerdotes se abrió paso hasta la plataforma, levantó las manos y comenzó a gritar y exigir que se le escuchara. El presidente explicó con calma que las preguntas del auditorio se contestarían personalmente y en privado después de concluir la reunión. Era evidente que este fanático estaba empeñado en causar problemas y usar nuestra reunión pública para esparcir su propaganda religiosa. Sin duda él, como el clero, estaba consciente de los bancos vacíos de las iglesias en estos días y estaba buscando otros lugares donde arengar a la gente. Incitado por sus furtivos consejeros sacerdotales, trepó hasta la parte superior de la plataforma tan pronto como se declaró terminada la asamblea, agitó los brazos como un demente y gritó a voz en cuello pidiendo atención. Los dos sacerdotes que se hallaban en la parte de atrás se agacharon para ocultar el cuello de su vestidura que los identificaba como sacerdotes, gritaron y silbaron en aprobación, con la esperanza de que así levantarían una ola de entusiasmo a favor de su alquilón. Esto no tuvo éxito. El auditorio rechazó su intento no solicitado de hacer proselitismo religioso. En lugar de aplaudir y dejarle hablar, el auditorio ahogó la voz de protesta del joven con gritos de: ‘¡Fascistone!’ [¡Fascista!] ‘¡Vergogna!’ [¡Debería darte vergüenza!] ‘¿Cuánto te están pagando por hacer eso?’ Al ver que las cosas no iban tan bien, el frustrado intruso pronto bajó de un salto del escenario y rápidamente desapareció con sus compañeros sacerdotales. Luego, en orden y sin alboroto, el auditorio salió del teatro y aceptó alegremente el folleto gratis que se le ofreció.”
El relato concluyó así: “Se les había vuelto la tortilla y una vez más Jehová dio la victoria.”
PRIMERA ASAMBLEA DE DISTRITO
Ahora permítasenos describir otro episodio de intolerancia religiosa. Íbamos a celebrar la primera asamblea de distrito que tendría lugar en Italia, en el Teatro dell’Arte de Milán, del 27 al 29 de octubre de 1950. A última hora el jefe de policía canceló el permiso que habíamos obtenido para celebrar la asamblea de distrito allí. A los dos hermanos a cargo de la organización de la asamblea se les dijo que se había tomado esta medida para evitar el peligro de una reacción por parte de los católicos, ¡a quienes pudiera ofender una reunión protestante! ¡Esto era absurdo! Simplemente era una excusa para privar a ciudadanos honrados de su derecho a reunirse pacíficamente.
Aunque estos y otros argumentos que presentaban los hermanos eran obviamente lógicos, el jefe de policía no quiso retractar su decisión. Cuando, como último recurso, los hermanos amenazaron con informar a la prensa de este abuso de autoridad, él no supo qué decir y los echó de su oficina. Al asociar lo que se había dicho con otras pruebas que teníamos, estábamos seguros de que el clero había intervenido en el asunto. Esta vez habían ideado un método diferente: usar su influencia en la fuerza policíaca.
El hermano George Fredianelli, superintendente auxiliar de aquella asamblea, recuerda lo siguiente:
“Esta era la situación: faltaban apenas 24 horas para comenzar la asamblea, a Milán estaban llegando hermanos de todas partes de Italia, ¡y no podíamos hallar otra sala en ningún sitio! ¿Qué podíamos hacer? Estábamos muy preocupados. Pero una vez más Jehová intervino a favor nuestro.
“La mañana antes de comenzar la asamblea, tanto el hermano Antonio Sideris, el superintendente de la asamblea, como yo estábamos buscando otra sala. Mientras íbamos pasando por un lote de terreno rodeado por una verja, de repente tuvimos una idea: ‘¿Por qué no preguntar al propietario si nos permitiría usarlo por tres días?’ Este nos alquiló el terreno a un precio muy razonable, y nos fuimos en busca de algunas tiendas de campaña grandes para celebrar la asamblea bajo ellas. Finalmente encontramos una fábrica de tiendas de campaña bien conocida que estuvo dispuesta a alquilarnos grandes tiendas de campaña y hasta ayudarnos a levantarlas. Les complacía la expectativa de adquirir más publicidad.
“El próximo problema al que nos enfrentábamos era el de obtener permiso de las autoridades nuevamente. Puesto que había poca o ninguna probabilidad de que recibiéramos el permiso a tiempo, decidimos presentarles un hecho consumado. No había otra manera. Simplemente no podíamos enviar a todos los hermanos de vuelta a casa. Levantamos las grandes tiendas de campaña y organizamos los diferentes departamentos durante la noche para que nadie lo notara, y a las nueve en punto de la mañana se dio comienzo puntualmente a la asamblea.
“La policía llegó poco después. Saltaron de su yip armados hasta los dientes. ¡Qué contraste evidente hicieron! ¡Qué ridícula era la situación! Policías armados enviados a controlar a personas que estaban sentadas pacíficamente allí cantando himnos religiosos. El hermano Sideris les dijo que si interrumpían la asamblea lo lamentarían. Nosotros informaríamos el hecho a la prensa local e internacional para mostrar que no se estaba observando la nueva constitución de Italia y que se estaba volviendo a la dictadura fascista. Los policías intimidados se fueron para pedir instrucciones a sus superiores y luego volvieron para informarnos que podíamos continuar con la asamblea.”
Hubo unas 800 personas presentes para el discurso público y 45 personas se bautizaron. Puesto que las tiendas de campaña habían sido erigidas en una zona donde había varias fábricas, los hermanos tuvieron la oportunidad de dar testimonio a muchos obreros que aprovecharon su período de almuerzo para ver lo que estaba sucediendo. ¿Cómo se sintió el auditorio bajo aquellas grandes tiendas de campaña en los días fríos y húmedos de octubre? Fern Fraese recuerda la situación: “Mientras prestábamos atención al programa permanecimos con nuestros abrigos puestos, y muchos de nosotros estábamos sujetando botellas de agua caliente para mantenernos calientes. Sin embargo, estábamos muy alegres y regocijados de recibir tan buen alimento espiritual.”
INTOLERANCIA DEL CLERO RESULTA CONTRAPRODUCENTE
Otro episodio de intolerancia incitada por el clero ocurrió la última semana de junio de 1951 con relación a una asamblea de circuito que iba a celebrarse en Ceriñola. ¿Qué ocurrió en esa ocasión? El informe del Anuario para 1952 (edición en inglés) declara:
“Al mediodía dos policías pasaron por el salón para advertirnos que las reuniones que celebrábamos en privado allí habían sido prohibidas. Inmediatamente visitamos la oficina local del comisario de la policía para investigar lo que ocurría. Mientras entrábamos en la comisaría, un sacerdote joven salía del lugar con una gran sonrisa en el rostro. Evidentemente estaba muy alegre, y pronto nos dimos cuenta de que la policía le había dado razón para sentirse así. El mismo comisario de la policía nos dijo claramente que nuestro permiso policíaco había sido cancelado por razones sobre las cuales él no tenía control. Las autoridades dieron como ‘razón’ el que el salón estaba en condiciones que ofrecían poca seguridad, pero no se esperaba que nadie creyera eso. Después de una discusión bastante acalorada sobre el asunto, se nos aconsejó que fuéramos a la capital de la provincia y habláramos al ‘jefe’ provincial, el questore.
“Unas cuantas horas después estábamos entrando en los cuarteles generales de la policía provincial, y para sorpresa nuestra hallamos allí al mismo sacerdote católico con quien nos habíamos topado al entrar en la oficina del comisario, esta vez acompañado por un sacerdote de más edad y de apariencia más importante. Descubrimos más tarde que el último era el vicario de la ciudad donde estábamos celebrando nuestra asamblea. Los sacerdotes estaban esperando para hablar con el questore, pero cuando entró su ayudante, el jefe de policía, ellos pidieron que se les hiciera pasar a la oficina de éste en vez de a la del questore. Unos cuantos minutos más tarde llegó el questore . . . Claramente mostró que ya le habían hecho tomar una decisión antes de escuchar lo que íbamos a decir y . . . comenzó por amenazarnos con arrestarnos por haber alquilado un salón que era, en su opinión, inadecuado para reuniones. Lo que quería hacer era atemorizarnos y dar la apariencia de que éramos nosotros quienes habíamos hecho algo incorrecto y por lo tanto éramos merecedores de censura. . . .
“Estábamos resueltos a no darnos por vencidos sin luchar ante esta acción arbitraria, de índole fascista, de la policía, y por más de una hora permanecimos en la oficina del questore y debatimos el aspecto legal de nuestro caso.”
A pesar de esto, el questore no cambió la decisión. Así que, ¿qué ocurrió con la asamblea? El informe continúa:
“Regresamos e hicimos arreglos para celebrar la asamblea en dos casas privadas, y por medio de altoparlantes tuvimos el mismo programa en ambos lugares al mismo tiempo. La intolerancia del clero despertó la indignación de muchas personas sinceras, aunque los sacerdotes trataron de ocultar el asunto por medio de anunciar en la iglesia la siguiente mañana que nadie debía asistir a la reunión pública de los testigos de Jehová ese día (¡aun cuando todo el tiempo ellos sabían que ésta había sido prohibida y por lo tanto no habría de celebrarse!). . . . Pero en esto los sacerdotes fueron derrotados de nuevo, porque los testigos de Jehová no mantienen la boca cerrada sino continúan desenmascarando la hipocresía y las enseñanzas erróneas de los religiosos falsos, lo cual resulta en que más personas de buena voluntad abran los ojos.”
UNA LARGA BATALLA LEGAL
En 1956, en Italia había unas 190.000 personas que no eran católicas. Para entonces los publicadores del Reino llegaban solo a unos cuantos miles, pero estaban activos y eran celosos. En contraste con el crecimiento extraordinario del pueblo de Jehová, otras religiones generalmente han ido decayendo constantemente. La verdad se propagó como un reguero de pólvora, especialmente a lo largo de la costa del Adriático, en las dos regiones de Abruzos y Romagna, adonde publicadores celosos fueron en autobuses repletos a predicar en pueblos de aquella zona hasta que se establecieron congregaciones allí también.
La jerarquía católica, al percibir el peligro inminente, trató de organizar una campaña contra nuestra obra de predicar. L’Osservatore Romano, el portavoz del Vaticano, en su número del 1 y 2 de febrero de 1954, animó al clero y a los miembros de la iglesia a oponerse a la obra que efectuaban los testigos de Jehová. Aunque el artículo no menciona nombre alguno, es obvio que iba dirigido principalmente contra los Testigos. Declara:
“También queremos llamar la atención a una intensificación de propaganda protestante, usualmente de origen extranjero, que tiene el propósito de sembrar en este país errores dañinos . . . Invitamos a todos los párrocos, organizaciones eclesiásticas y miembros del rebaño a que estén constantemente en guardia contra cualesquier manifestaciones de tal propaganda e informen a las autoridades competentes con la debida prontitud.” (Las bastardillas son nuestras.)
Las “autoridades competentes” que se mencionan aquí solo pudieran ser la policía. De modo que el Vaticano realmente estaba incitando a los sacerdotes a encargarse de que se arrestara a los publicadores. De hecho, la policía encerró bajo arresto a cientos de publicadores después de haberlos detenido. Muchos fueron puestos en libertad de inmediato; a otros se les multó o arrestó. El pueblo de Jehová tuvo que pelear una larga batalla legal que se extendió justamente hasta principios de los años setenta. Desde 1947 hasta 1970 se sometieron a los tribunales más de 100 casos en los que estuvieron envueltos testigos de Jehová.
Se acusó a los publicadores de violar los artículos 113, 121 y 156 del código fascista de la ley policíaca. Estos artículos requerían que los que distribuyeran material impreso (art. 113), vendedores ambulantes (art. 121), o los que recaudaran dinero para una causa específica (art. 156), deberían tener una licencia o estar inscritos en registros oficiales.
Es patente que los publicadores del Reino no llevan a cabo una actividad comercial, ni participan en recaudar dinero. Al predicar las “buenas nuevas” ellos dejan revistas u otras publicaciones por una contribución que cubre los gastos de impresión cuando la persona puede contribuir. Por lo tanto, nuestra obra debe clasificarse como diseminación de convicciones religiosas, o, como aprueba el artículo 19 de la Constitución italiana, un medio de “hacer propaganda” acerca de la fe de uno. Queda manifiesto que en aquella ocasión se intentaba poner en vigor leyes que reprimieran la libertad de cultos. Finalmente, en 1956, se reconoció que la parte del artículo 113 que prohibía la distribución de material impreso sin una licencia estaba en contra de la Constitución, y aquella parte fue abolida.
Casi todos los casos tuvieron resultado favorable, y los pocos hermanos a quienes se declaró culpables fueron absueltos cuando apelaron de la sentencia. Unos cuantos casos tuvieron que ser examinados por el Tribunal de Casación, el tribunal supremo de Italia en cuestiones de jurisdicción; pero todos éstos fueron decididos a favor de los hermanos.
Examinemos solo uno de estos casos para ilustrar cómo las acusaciones que se levantaron contra nuestros hermanos eran simples pretextos para detener la obra. El hermano Romolo Dell’Elice, quien hasta ahora ha servido en Betel por más de 32 años, fue sentenciado por el tribunal de distrito de Roma a pagar “la multa de cuatro mil liras . . . por haber llevado a cabo actividades de mendicidad con relación a distribuir folletos y hojas sueltas.” El hermano Dell’Elice apeló y fue absuelto por el Tribunal de Roma el 2 de diciembre de 1959. Se reconoció que “la distribución de los susodichos folletos y hojas sueltas de ninguna manera es mendigar; más bien, fue parte de la propaganda religiosa que se efectuaba a favor de . . . los testigos de Jehová.”
¡ASAMBLEA DE DISTRITO EN ROMA!
Una asamblea de distrito en Roma era algo que por muchos años los hermanos habían anhelado. Hasta los hermanos que habían sido sometidos a juicio ante el Tribunal Especial se habían preguntado secretamente: “¡Quién sabe si algún día tendremos una asamblea en Roma y podremos reunirnos libremente en esta misma ciudad donde ahora se nos aprisiona!”
Estas expectativas se cumplieron en diciembre de 1951, cuando se celebró una asamblea nacional en el local de la Feria de Comercio de Roma. El tema de la asamblea, “Adoración Pura,” estuvo en contraste significativo con la religión que tradicionalmente ha prosperado en esa ciudad histórica. Puesto que hermanos de otras 14 naciones europeas estuvieron presentes, la asamblea adquirió carácter internacional. El Anuario para 1953 (edición en inglés) publicó el siguiente informe:
“La asamblea de distrito de Roma fue el acontecimiento inolvidable del año. Cuando se anunció que el presidente de la Sociedad presidiría la asamblea, los hermanos italianos se resolvieron a hacer grandes sacrificios para llegar a ella. La pobreza en Italia hace difícil que uno salga del país para asistir a una asamblea internacional. Por eso, cuando el hermano Knorr sugirió que se invitara a países vecinos a asistir a la asamblea de Roma, la respuesta fue excelente. Hubo entre 700 y 800 delegados que vinieron de Inglaterra, Dinamarca, Francia, Bélgica, Suiza y muchos otros países europeos. Esto hizo que la asamblea de Roma fuera una asamblea internacional que los hermanos italianos nunca olvidarán. Ahora por primera vez pudieron disfrutar del amor y unidad que existe entre hermanos de diferentes nacionalidades y razas. Ahora podemos esperar con anhelo que en Italia, así como en otros países, se celebren reuniones benditas del pueblo de Jehová como la que hemos tenido, y sabemos que nuestros hermanos harán mayores esfuerzos por asistir a las asambleas que se celebren en el futuro.”
CAMPAÑA DEL FOLLETO ESPECIAL
Hubo dos acontecimientos importantes en 1955. El primero de éstos fue una campaña mundial especial con el folleto La cristiandad o el cristianismo—¿cuál es “la luz del mundo”? Se pidió que cada publicador distribuyera 30 ejemplares de este folleto, y todos los miembros del clero del país recibirían un ejemplar por correo. Se requirió una enorme cantidad de trabajo para conseguir todas las direcciones y enviar 100.000 ejemplares, cada uno con una carta adjunta.
Casi ningún clérigo contestó la carta de los publicadores, pero algunos sí reaccionaron violentamente y enviaron cartas a los periódicos. Por ejemplo, el 4 de septiembre de 1955 el periódico católico Il Piccolo de Faenza publicó un artículo que llevaba el llamativo título: “Cuidado con los falsos profetas— Nuestra respuesta a los testigos de Jehová.” En el artículo leemos:
“Recientemente los testigos de Jehová (llamados fanáticos de la Biblia por la mayoría de la gente) han enviado un folleto de su propaganda a sacerdotes e instituciones religiosas y les piden una respuesta.” Después de haber descrito a los Testigos como “pobres tontos” que poseen una “ignorancia increíble y una desmedida presunción y obstinación,” el artículo concluyó aconsejándoles que ‘meditaran’ en un extracto de la Divina Comedia de Dante.
Artículos de esta clase, y otros parecidos, se escribieron contra el pueblo de Jehová. A veces los artículos despertaron la curiosidad de las personas y esto las llevó a hacer muchas preguntas cuando se les visitó en las casas.
ASAMBLEA DEL “REINO TRIUNFANTE”
El otro acontecimiento sobresaliente del año 1955 fue la Asamblea del “Reino Triunfante.” Entre las 4.351 personas que asistieron a esta asamblea internacional hubo delegados de 32 naciones, y 378 personas se bautizaron. Esto quiso decir que casi el 10 por ciento de las personas presentes simbolizaron su dedicación por bautismo en agua, una cifra verdaderamente extraordinaria. Desde París llegaron cinco trenes especiales llenos de hermanos, quienes en su mayoría venían de los Estados Unidos. Su llegada ocasionó bastante revuelo porque era la primera vez que a Roma había llegado de una sola vez un grupo tan grande de turistas estadounidenses.
No había sido fácil conseguir el Palazzo dei Congressi para nuestra asamblea. En aquel tiempo éste era uno de los mejores salones de asamblea de Europa, un local revestido por completo de mármol blanco y rodeado de parques verdes para el uso de los delegados. Nuestra primera solicitud había sido aceptada, y todo pareció ir bien hasta que, 10 días antes de la fecha que se había fijado para el comienzo de la asamblea, se nos dijo que el permiso para usar el salón había sido denegado. Oficialmente se nos dijo que el lugar se necesitaba para celebrar otra actividad. Finalmente, dos días antes de la fecha fijada, cuando parecía que la asamblea ya no se podría celebrar en Roma, la administración nos informó que, después de todo, podríamos celebrar nuestra asamblea.
¿Qué había detrás de estas maniobras misteriosas? La respuesta se halla en un artículo intitulado “La torre de Babel... un cuervo en Campidoglio,” que se publicó en el periódico Meridiano d’Italia del 30 de octubre de 1955, en el cual se declaró:
“Parece que el Sr. Cornacchiola [su nombre literalmente significa ‘cuervito’] concejal demócrata cristiano de la ciudad de Roma, favorece aún más al Vaticano que el Sr. Rebecchini [entonces alcalde de Roma], quien tiene una posición, aunque solamente de carácter honorario, en la ciudad del Vaticano.
“De hecho, el Sr. Cornacchiola —sí, ése es su nombre, Cornacchiola— interrogó al alcalde de Roma para averiguar ‘por qué la secta protestante de los “testigos de Jehová” iba a utilizar el local de la EUR [Esposizione Universale Roma] para su asamblea.’ En nombre de la gente de Roma, el concejal Cornacchiola dijo que deseaba ‘protestar por esto y reprender a los responsables de todo el asunto. Roma, como residencia del Vicario de Nuestro Señor Jesucristo, no puede tolerar semejantes reuniones que ofenden la residencia del Papa.’”
“Ahora,” continúa diciendo el periódico, “aparte del hecho de que el permiso en cuestión se ha conseguido de la Prefettura (en la persona del ministro, el Sr. Tambroni, un miembro importante de Azione Cattolica [Acción Católica]), debe tenerse presente que Roma es la residencia del Cabeza de Estado de la República Italiana, mientras que el Vicario de Cristo reside en la ciudad del Vaticano.
“Entre otras funciones, el presidente Gronchi tiene el cometido de salvaguardar la Constitución de la República Italiana, la cual declara, en el artículo 8, que ‘todos los credos tienen igual derecho al libre ejercicio de sus creencias y a organizarse según sus estatutos individuales.’
“Si el Sr. Cornacchiola objeta a la Constitución italiana, debe empezar por renunciar a su posición en el Concejo Municipal de Roma.”
La prensa también hizo comentarios favorables tocante a la conducta de los Testigos. Il Giornale d’Italia del domingo 7 de agosto de 1955 hizo el siguiente comentario:
“El observador imparcial quedará impresionado por tres cosas en particular: primero, la conducta ejemplar de las personas presentes, mientras en respetuoso silencio y con patente afinidad espiritual siguen lo que se dice; segundo, el hecho de que tantas razas puedan reunirse en el nombre de una religión que obviamente inspira sus pensamientos y acciones, tanto con serenidad como con rectitud moral; tercero, la excepcional cantidad de niños desde uno hasta trece años de edad... negros, blancos o amarillos, pero todos comportándose extrañamente bien y hasta ocupados en buscar versículos en la Santa Biblia, mientras siguen las palabras de su predicador.”
Las nuevas publicaciones que se presentaron fueron recibidas con gran entusiasmo, y un momento particularmente emocionante fue cuando se anunció que la revista ¡Despertad! se publicaría en italiano comenzando con el número del 8 de agosto de 1955. La literatura que se presentó en italiano incluía el libro “Nuevos cielos y una nueva tierra” y los folletos Base para creer en un nuevo mundo, Conquista del mundo pronto—por el reino de Dios y “Estas buenas nuevas del reino.”
DOS VICTORIAS SIGNIFICATIVAS EN 1957
En 1957 el pueblo de Jehová ganó dos victorias significativas en Italia. La primera de éstas fue en relación con 26 hermanos a quienes el Tribunal Especial había declarado culpables. Después de la caída del fascismo muchas personas que habían sido declaradas culpables por este tribunal lograron que sus casos fueran revisados y fueron absueltas. Los fieles hermanos sabían que ellos habían sido víctimas de una injusticia debido a su posición; y, aunque no estaban excesivamente preocupados por su reputación personal a los ojos del mundo, decidieron solicitar una revisión de sus casos para vindicar los derechos de los testigos de Jehová como pueblo. Esto era necesario porque el Tribunal Especial acusó a la organización teocrática de ser “una sociedad secreta cuya actividad tiene el propósito de cambiar el tipo de gobierno y esparcir propaganda perjudicial a la identidad nacional,” y dedicarse a “intenciones criminales.”
Por lo tanto, resultaría en el bien nuestro lograr que se anulara esta sentencia con miras a establecer buenas relaciones con las autoridades gubernamentales.
El caso fue revisado por el Tribunal de Apelaciones de Aquila el 20 de marzo de 1957 en la presencia de 11 de los 26 hermanos que tenían que ver con el caso. Nicola Romualdi fue uno de los abogados defensores. Aunque no era Testigo, este abogado no ha titubeado en defender los derechos de nuestros hermanos desde principios de los años cincuenta, cuando era muy difícil hallar abogados que estuvieran dispuestos a defendernos en nuestros casos jurídicos. Durante más de 30 años hasta ahora él ha defendido de buena gana a varios centenares de nuestros hermanos en la lucha que efectúan por sostener el derecho que tienen a la neutralidad cristiana y la libertad de predicar las “buenas nuevas.”
El registro del proceso muestra que cuando el Sr. Romualdi explicó al tribunal que los testigos de Jehová consideraban a la jerarquía católica como una prostituta debido al entremetimiento de ella en asuntos políticos, “los jueces sonrieron e intercambiaron miradas significativas.” El tribunal decidió anular las sentencias anteriores y como resultado reconoció que la obra de los testigos de Jehová no era ni ilegal ni subversiva.
La otra victoria se obtuvo en la asamblea de distrito de Milán a fines de junio. La asamblea comenzó el jueves por la tarde en la sala de los Jardines Invernales de Odeón, y todo fue bien hasta justamente antes de la conclusión de la sesión de la noche, cuando ocurrió algo poco común. El hermano Roberto Franceschetti dice:
“Todavía faltaban 10 minutos para finalizar el programa cuando el último orador, Giuseppe Tubini, concluyó su discurso bastante apresuradamente e invitó a todos los presentes a prepararse para la oración final. Todos notaron la rápida conclusión y el que se pasara por alto el cántico de conclusión. ¿Por qué se había omitido el cántico? Mientras los Testigos que estábamos de pie cerca de la entrada principal respetuosamente inclinamos nuestras cabezas en oración, nos rodearon individuos que mantuvieron la cabeza erguida y los sombreros puestos mientras se pronunció la oración. ¡Solo podían ser agentes de la policía!
“Más tarde supimos los detalles. Por lo menos de 30 a 40 agentes policíacos habían venido a la sala y ordenado que se concluyera la asamblea. El pretexto era que los dueños de la sala no habían solicitado el permiso necesario. Los responsables de la asamblea trataron de hacer claro que la orden de cierre perjudicaría a los Testigos y no a los dueños, pero todo fue en vano. Se había apartado la mañana del viernes para testificar en el campo; los hermanos pusieron a funcionar los departamentos de territorio, revistas y literatura en una calle cercana. A todos se les suministró lo necesario y el trabajo siguió efectuándose según lo planeado. Pero el tiempo transcurrió rápidamente mientras buscábamos febrilmente otra sala. Cuando solo faltaban dos horas para el comienzo del programa no habíamos hallado solución al problema.
“Entonces los dueños de los Jardines Invernales avisaron que ellos habían hallado un lugar para nosotros en el cine Arenella. Todos los hermanos ayudaron y los departamentos se transfirieron de un lugar al otro con entusiasmo. ¡Precisamente a tiempo! A pesar de todo, la sesión comenzó puntualmente.
“Pero la policía no se dio por vencida. Vino también a la otra sala para crear más dificultades. Yo había sido asignado como acomodador y se me había dicho que no dejara entrar en la sala a ningún intruso, ni siquiera a la policía. Pronto me enfrenté a un commissario de policía y a dos de sus hombres. Los detuve y les pedí que esperaran un momento. Esto de ninguna manera les impresionó e insistieron en sus intenciones de entrar. De modo que, para detener al commissario, me vi obligado a echarle mano y asirlo al nivel de la cadena de su reloj. Las rodillas me estaban temblando, pero afortunadamente el superintendente de asamblea intervino en este momento.”
La asamblea se celebró y los hermanos recibieron excepcional edificación y se regocijaron como resultado de esta significativa victoria. No obstante, esto no fue el fin del asunto. En la prensa también se efectuó una campaña sin precedente a favor nuestro. Muchos periódicos describieron la manera en que la policía había cometido un “inaudito abuso de autoridad,” y la intervención ilegal fue objeto de indagaciones en el parlamento durante una sesión senatorial. Al respecto, Il Paese del 8 de febrero de 1958 declaró:
“La parte más animada de la sesión vino durante el período de preguntas. De hecho, hubo varias preguntas sobre un tema bastante delicado... el de la interferencia en actividades religiosas. El senador republicano, el Sr. Spallicci, quería saber por qué la Questura de Milán había ordenado la clausura inmediata de una asamblea celebrada por la Asociación cultural y religiosa de los ‘testigos de Jehová’ (Estudiantes de la Biblia), la cual se estaba celebrando en una sala privada. El subsecretario de Asuntos del Interior, el muy honorable Bisori, fue algo evasivo en su respuesta. Explicó que se habían dado pasos por razones de organización. En una atmósfera de ironía general, el representante del gobierno dijo que la acción que se había tomado no tenía la intención de restringir la libertad de adoración. Más bien, la había provocado la falta de observancia a los reglamentos de seguridad pública.”
Como resultado de esta cuestión, ¡se trajo a la atención general, incluso en altos círculos del gobierno, el nombre de Jehová y su pueblo! Pero, ¿quién estaba realmente interesado en detener la asamblea? Il Mondo, un semanario liberal de Roma, en su número del 30 de julio de 1957 comentó:
“El artículo 17 de la Constitución garantiza el derecho de todos los ciudadanos a reunirse de modo ordenado, y especifica en su primer párrafo que ‘las autoridades no exigirán notificación por adelantado para reuniones públicas.’ Además, la asamblea en el Odeón se había reservado para los adherentes de una asociación religiosa, y puesto que la sala en cuestión había sido alquilada por cuatro días, debió haberse considerado como lugar de reunión privado mientras durara el contrato. Por eso, no solo todo había sido arreglado de acuerdo con la ley, sino que debería haberse dado alguna honra a los organizadores por su exactitud escrupulosa de notificar a la Questura sobre la reunión al debido tiempo. Después de todo, los testigos de Jehová no son sospechosos que conspiren contra la seguridad del Estado ni agitadores peligrosos.
“Es evidente que el respeto escrupuloso a la ley y la responsabilidad cívica cuentan muy poco cuando, para satisfacer al arzobispo [Giovanni Battista Montini, quien más tarde llegó a ser el papa Paulo VI], los funcionarios del Estado se aprovechan de reglamentos de seguridad que se remontan a los días del fascismo.”
UNA RESOLUCIÓN FRANCA
El verano de 1958 fue un verano memorable para los testigos de Jehová por todo el mundo. Lo caracterizó la Asamblea Internacional “Voluntad Divina,” que se celebró simultáneamente en el Estadio Yankee y el Polo Grounds de la ciudad de Nueva York. Entre los 253.922 delegados que asistieron hubo un grupito de italianos. Estos regresaron a Italia rebosantes de alegría y maravillados por las cosas que habían visto y oído.
El programa de la asamblea de Nueva York se repitió en las tres asambleas de distrito que se celebraron en Florencia, Nápoles y Mesina, y de seguro los que estuvieron presentes no olvidarán jamás la resolución franca intitulada: “¿Cómo le ha fallado la cristiandad a toda la humanidad?,” que se adoptó durante el transcurso del programa.
Como era de esperarse, había mucho entusiasmo entre los hermanos, especialmente cuando supieron que la resolución se distribuiría durante una campaña especial. En diciembre de 1958 se pidió que cada publicador repartiera 100 ejemplares, y se distribuyó medio millón de ejemplares por todo el país.
VERDADERA LIBERTAD EN SAN MARINO
A medida que los turistas viajan en auto por la carretera principal hacia San Marino, la república más antigua del mundo, se les saluda con el lema “Bienvenido a la muy antigua tierra de la libertad.” La obra de los testigos de Jehová en esta república independiente, que está rodeada por todas partes por territorio italiano, está bajo la supervisión de la sucursal de Italia.
¿Cuándo se trajo verdadera libertad a este pequeño estado de apenas 60 kilómetros cuadrados? Precursores especiales comenzaron a trabajar el territorio en 1958. Más de 10 años después se estableció un grupito de nueve publicadores. El grupo se convirtió en congregación en 1971. En 1972 se celebró la primera asamblea de circuito en la república, con 1.700 concurrentes. Este acontecimiento poco común ciertamente dio a los habitantes de la localidad materia de reflexión. Hoy día hay 81 publicadores trabajando en la congregación, ¡lo cual es excelente si consideramos que en San Marino hay un Testigo por cada 252 habitantes!
LA CUESTIÓN DE LA NEUTRALIDAD
Los jóvenes de la congregación cristiana han tomado a pecho la exhortación inspirada de “batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas” (Isa. 2:4) y personalmente han adoptado la actitud firme de mantener neutralidad respecto a las controversias del mundo.—Juan 17:14, 16.
Ya hemos descrito la “odisea” de Remigio Cuminetti y las pruebas que experimentaron jóvenes Testigos durante los años treinta. Sin embargo, el problema respecto a la neutralidad cristiana se agudizaría más aún después de la II Guerra Mundial, cuando habría una mayor cantidad de jóvenes cristianos que por conciencia desearan mantenerse separados del mundo.
Los primeros hermanos sometidos a juicio durante este período recibieron sentencias muy severas y pasaron un tiempo dificultoso en prisión. Algunos fueron juzgados cinco y seis veces, y recibieron sentencias que sumaron cuatro años o más de aprisionamiento. Esto se debía a que cuando un joven Testigo salía de la prisión se le reclutaba para el servicio militar de nuevo y se le enviaba a prisión cada vez que rehusaba obedecer. En teoría, esta cadena de sucesos pudiera haber continuado hasta que la persona cumpliera 45 años de edad, cuando ya no estaría sujeta a recibir la llamada a las filas militares. No obstante, después de repetir la sentencia unas cuantas veces, las autoridades militares generalmente eximían a los hermanos por razones de salud para evitar convertirlos en mártires. Se les clasificaba como personas con “paranoia religiosa” o “delirio religioso.” En otras palabras, se les consideraba enfermos mentales.
Nos será edificante a todos examinar unas cuantas experiencias breves de hermanos que salieron victoriosos de esta prueba. Ennio Alfarano, quien fue sentenciado cinco veces durante los años cincuenta, recuerda cómo se las arregló para salir de esta difícil experiencia:
“Fui encarcelado en Gaeta. El capitán trató de obligar a tres de nosotros a hacer el saludo militar, y cuando todos rehusamos, nos castigó haciendo que nos ataran fuertemente los brazos y las piernas detrás de las espaldas por ocho horas. Fue muy doloroso. No obstante, nos mantuvimos denodados por medio de orar y cantar cánticos para animarnos unos a otros, lo cual nos ayudó. Después de esto, se suponía que nos mantuvieran a pan y agua por tres días, pero otros hermanos que estaban en la prisión, al enterarse de esto, siempre se las arreglaban para traernos suficiente alimento como para que siguiéramos adelante.”
Giuseppe Timoncini, quien también fue sentenciado cinco veces desde 1956 hasta 1961, recuerda lo siguiente:
“Las autoridades militares trataban de desanimarme diciendo: ‘Ninguno de los testigos de Jehová resiste por mucho tiempo. A lo sumo se les enjuicia una vez y luego deciden cumplir con el servicio militar.’ Yo les contestaba que eso no era cierto. En ese momento sacaban una lista con los nombres de los que habían accedido a unirse al ejército. Por supuesto, los nombres eran invención de ellos.
“Como ayuda para soportar los meses de encierro traté de pensar lo menos posible en el final de la sentencia, y a veces olvidaba por completo la cantidad de meses y días que me quedaban de prisión. Creo que este período de mi vida me suministró entrenamiento muy útil. Me ayudó a aprender a adaptarme a cualquier situación y a ser humilde y confiar más vigorosamente en Jehová Dios.”
Gino Tosetti, quien estuvo más de cuatro años en prisión, relata lo siguiente:
“Mis primeros días en aislamiento penal fueron muy difíciles de soportar. Recuerdo lo que sucedió en Palermo. Cierta mañana el guardia me despertó y dijo: ‘¡Sal de esa cama, Tosetti; hay muchísima leña esperando que la cortes!’ Él me había tenido cortando leña cada mañana hasta entonces, pero ese día yo no estaba en condiciones de hacerlo. Tenía las manos tan cubiertas de ampollas y tan adoloridas que no habría podido agarrar el hacha.
“Pedí ver al médico. ‘Solo puedes quedarte en cama si tienes fiebre. ¡Si no tienes fiebre tendrás problemas!’ me dijo en tono amenazador mientras salía. Pensando en que lo peor estaba por ocurrir, oré a Jehová por ayuda, y cuando vinieron a tomarme la temperatura, me sorprendí tanto como ellos al ver que el termómetro registró 39° C (102° F.).
“Tuve muchas oportunidades de testificar. Una vez pude hablar a un grupo de unos 40 soldados que se pararon a mi alrededor para escucharme cuidadosamente por casi dos horas. Nuestra buena conducta animó a muchos, incluso a nuestros guardias, a aceptar la verdad. Cierta mañana un soldado que estaba de guardia me dijo: ‘Tosetti, por favor, perdóname todas las cosas malas que te he hecho. A pesar de mi comportamiento, tú nunca has tratado de vengarte de mí. Anoche mientras estaba de guardia leí una revista La Atalaya y ésta me ayudó a entender muchas cosas que no pensé que fueran importantes. Quiero que me ayudes a entenderlas mejor.’
“Este joven soldado siempre había estado listo para causarme problemas, pero yo estaba más que dispuesto a perdonarle. Después dejamos de vernos y transcurrieron varios años. Para entonces yo había recobrado la libertad y estaba en una asamblea de distrito, cuando una persona se me acercó y dijo: ‘¡Vaya! ¿no te acuerdas de mí [me dijo su nombre] cuando abría y cerraba las puertas de la prisión para ti, y tú me hablabas acerca de la verdad?’ Había llegado a ser hermano. Nos abrazamos con los ojos llenos de lágrimas.”
A medida que aumentó la cantidad de Testigos, la cuestión de la neutralidad se trajo de continuo a la atención del público así como de las autoridades. Finalmente se aprobó una ley que decretaba que los que no accedieran a rendir servicio alternativo deberían recibir un solo término de prisión, de modo que nuestros hermanos jóvenes ahora reciben de 12 a 15 meses de encarcelamiento.
Mientras tanto, las condiciones de vida en las prisiones militares también han mejorado. Los Testigos pueden celebrar reuniones con regularidad y tener una biblioteca teocrática como ayuda para su estudio personal. Pueden celebrar programas de asambleas de circuito y de distrito y hasta presentar los dramas bíblicos con el vestuario correspondiente. También se les ha permitido bautizar a algunos que han decidido dedicar la vida a Jehová mientras todavía están en prisión. Cada prisión militar recibe con regularidad la visita de ancianos cristianos que han recibido la asignación especial de rendir este servicio.
Desde 1978 hasta 1980 ha habido, como promedio, 500 hermanos jóvenes en prisión cada año debido a la cuestión de la neutralidad. Se calcula que hasta el presente varios miles de Testigos han mantenido la conciencia limpia delante de Jehová Dios a este respecto. En diciembre de 1980 el ministro de defensa anunció por la estación de televisión nacional que en el parlamento se está considerando un proyecto de ley que mejoraría la situación de nuestros hermanos. Durante la entrevista describió a los Testigos como “personas decentes” y declaró que con la nueva ley “el Estado mostrará respeto a todas las religiones.”
La conducta de los jóvenes Testigos con relación a la neutralidad cristiana ha servido para realzar la estima de que disfruta el pueblo de Jehová. Por ejemplo, Il Corriere di Trieste declaró:
“A los testigos de Jehová debe admirárseles por su firmeza y cohesión. Contrario a otras religiones, su unidad como pueblo evita que oren al mismo Dios, en el nombre del mismo Cristo, para que bendiga a dos lados opuestos de un conflicto, o que mezclen la política con la religión para el interés de los Cabezas de Estado o los partidos políticos. Como última razón, pero no menos importante: están prestos a encararse a la muerte antes que violar el precepto fundamental que se ha expuesto para la salvación del hombre: el mandamiento ¡NO MATARÁS!”
LA ASAMBLEA “BUENAS NUEVAS ETERNAS”
La Asamblea “Buenas Nuevas Eternas” fue un acontecimiento muy importante en nuestra historia. Sin embargo, no fue posible celebrarla en Roma. La Iglesia Católica había decidido celebrar el Concilio Vaticano II en 1963, y un funcionario del gobierno dijo claramente a nuestro representante que no se consideraba conveniente permitir que una religión no católica celebrara una asamblea en Roma en aquel tiempo. También dijo que se consideraría a Roma como zona prohibida para los no católicos en 1963. Se les permitiría visitar la ciudad como turistas, pero se impedirían las manifestaciones colectivas.
Por esa razón, nuestra asamblea internacional de ocho días se celebró en Milán, en el Velódromo Vigorelli, una pista de carreras ciclistas. La organización de tan grande asamblea, la cual se esperaba que atrajera a unos 20.000 delegados, fue una nueva experiencia para los hermanos italianos. ¿Qué problema les ofreció más dificultad? El hermano Giuseppe Cialini, superintendente viajante que participó en el trabajo que precedió a la asamblea en aquella ocasión, dice: “Además del alojamiento que los varios hoteles pusieron a nuestra disposición, necesitábamos miles de habitaciones adicionales. Así que se decidió buscar alojamiento en hogares privados y se asignó a precursores especiales para realizar la obra de hallar alojamiento. Esta era la primera vez que en Italia se había buscado alojamiento en hogares privados, y se consiguieron cuartos para unos 6.000 hermanos de este modo.”
No nos sorprendió mucho que el clero pronto comenzara a oponerse a nuestros esfuerzos. Unos cuantos días antes de la fecha señalada para el comienzo de la asamblea, los sacerdotes comenzaron a advertir a sus feligreses que no alojaran a los testigos de Jehová. El párroco de la iglesia de San Andrés, en Milán, pegó en la pared de su iglesia un anuncio llamativo que decía: “Los testigos de Jehová no son cristianos.” Como resultado de la propaganda clerical algunas personas cancelaron su oferta de alojamiento.
Sin embargo, no todos los sacerdotes eran hostiles hacia la organización de la asamblea, como puede verse por la experiencia de un precursor especial. Este relata lo siguiente:
“Consideré con el ama de casa el precio que habría de pagarse por las habitaciones, y descubrí que ella estaba dispuesta a reducir la cantidad que habíamos propuesto en la primera visita. Ella explicó por qué. Había ido a preguntar a su sacerdote si debía alquilarnos los cuartos, y él había dicho: ‘Desde luego, hospede a los testigos de Jehová que vienen a celebrar su asamblea. Son las únicas personas sinceras que se reúnen para hablar acerca de su Dios. En estos días nos convendría tener más personas como ellos... prestos a reunirse con el excelente propósito de llegar a conocer mejor a Dios. Los que muestran hospitalidad a los testigos de Jehová están haciendo un favor a la humanidad.’”
La obra de hallar alojamiento también tuvo éxito desde otro punto de vista. Resultó en que se diera un testimonio concentrado por toda la ciudad de Milán, y muchos amos de casa aprendieron a apreciar la conducta de los testigos de Jehová, como lo relata una precursora especial:
“Una señora contestó mi llamada a la puerta. Después que le expliqué el propósito de mi visita, me dijo que tenía alojamiento para unas 10 personas, pero que quería pedir el consejo de un amigo de ella, un oficial de la policía, antes de prometer algo. Cuando volví el día siguiente, la señora me recibió con una sonrisa radiante y me dijo: ‘Mi estimada joven, estaré muy complacida en hospedar a diez personas. ¿Sabe usted lo que me dijo mi amigo? Bueno, quiero citarle sus mismísimas palabras. Dijo: “Señora, no solo puede alojar sin peligro a estas personas, sino que puede darles las llaves de la puerta e irse a los Estados Unidos si quiere.” Realmente lamento no poder irme durante su asamblea, porque quisiera dejarles todo el apartamento.’”
Una de las tareas más arduas que precedieron a la asamblea fue la de limpiar la pista de ciclismo. ¿Por qué envolvía tanto trabajo? El hermano Antonio Capparelli recuerda lo siguiente: “Algún tiempo antes de nuestra asamblea, en el Velódromo se había celebrado una reunión católica convocada por el cardenal Montini, poco antes de la muerte del papa Juan XXIII. Cada uno de los católicos presentes en aquella reunión tenía una vela encendida y por eso las gradas estaban cubiertas de cera y goma de mascar. Se requirió la ayuda de cientos de hermanos, algunos de los cuales vinieron de tan lejos como Turín, para raspar y limpiar por todos lados. Tomó toda una semana hacer aquel trabajo.”
En esta asamblea hubo delegados de hasta 52 naciones. El auditorio estaba dividido en cuatro secciones según cuatro idiomas: español, francés, italiano y portugués, de modo que el programa pudiera presentarse simultáneamente en estos idiomas. También hubo varias sesiones en inglés. Al final de la sesión del miércoles por la tarde, ¡el auditorio se llenó de alegría al oír de boca del hermano Knorr que ahora podían obtener ejemplares de la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas en los idiomas de los cuatro grupos nacionales presentes en la asamblea, así como en alemán y holandés!
Unos cuantos de los 70 participantes de la mismísima primera asamblea que se celebró en Pinerolo en 1925 estaban presentes en esta ocasión memorable. Como pudiera usted imaginarse, el hallarse entre una multitud de 20.516 personas para el discurso público fue una emoción inolvidable para ellos. Una de estas hermanas escribió: “Después de haber asistido a la asamblea de Pinerolo, usted puede imaginarse lo que significó para mí el estar en Milán casi 40 años después. Esta experiencia por sí sola bastaría para explicar la profundidad de mi gozo.”
Al final de la asamblea nadie quería irse, y hermanos de diferentes nacionalidades no se daban prisa en despedirse; se sentían algo tristes de que ya hubiera llegado el tiempo de partir. Muchos de nosotros todavía recordamos el cuadro de hermanos españoles y portugueses sentados en los escalones, despidiéndose de sus hermanos por la agitación de centenares de pañuelos.
SUPERINTENDENCIA DE LA SUCURSAL
Al llegar a Italia en 1947, el hermano Joseph Romano fue nombrado superintendente de sucursal, y sirvió en esta capacidad hasta mayo de 1954. Desde 1954 hasta 1960 el hermano Antonio Sideris fue asignado a este puesto, y luego el hermano Romano lo reemplazó por un tiempo, hasta que en 1964 el hermano Valter Farneti llegó a ser superintendente de sucursal. Usted quizás recuerde la visita del hermano Vannozzi a la congregación de Faenza años antes, después de la cual él escribió: “Esperemos que algún día algunos de estos jóvenes decidan entrar en las filas de los que efectúan este servicio privilegiado [servicio de precursor].” Pues bien, uno de estos jóvenes fue el hermano Farneti. Después de servir como superintendente de distrito, asistió a un curso de 10 meses de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower y entonces fue nombrado superintendente de sucursal. Todavía es el coordinador de la sucursal.
DOS PUBLICACIONES IMPULSAN EL PROGRESO
¿Qué mejores medios de impulsar el progreso hay que la provisión de nuestra propia versión de la Santa Biblia junto con una pequeña guía que la explica en palabras claras? Verdaderamente puede decirse que la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras y el libro La verdad que lleva a vida eterna llegaron en el momento apropiado para edificar a los adoradores verdaderos.
La Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas ha estado disponible en italiano desde 1963, pero aunque esta publicación representaba un gran paso adelante, era patente que el pueblo de Dios necesitaba la traducción de toda la Biblia. Los Testigos italianos habían estado comprando grandes cantidades de Biblias católicas y protestantes a precios considerablemente altos. En las reuniones, cuando el orador leía un texto en cierta versión, el auditorio tenía que mentalmente hacer ajustes para adaptar lo que oían a las palabras escritas en las distintas versiones que tenían ante sí. Aun cuando se usaba la Traducción del Nuevo Mundo de las Escrituras Griegas Cristianas, había que tener lista otra versión para las citas de las Escrituras Hebreas.
¡Qué emocionados se sintieron los hermanos cuando recibieron las noticias de que finalmente se había impreso toda la Traducción del Nuevo Mundo en italiano! El primer envío, que llegó en la primavera de 1968, se agotó muy pronto debido a que se celebró una campaña especial para distribuir estas Biblias en el mes de junio. Desde entonces se han distribuido más de 1.600.000 ejemplares. El pueblo de Dios ha podido desarrollar unidad en el habla a medida que alaban al Autor de este libro y enseñan los preceptos de éste a personas sinceras.
La verdad que lleva a vida eterna puede describirse apropiadamente como el “libro apropiado al tiempo apropiado.” En las asambleas del verano de 1968 se anunció esta publicación, y para el otoño las congregaciones pudieron conseguir ejemplares de él. Esta publicación, de la cual ya se habían distribuido 4.000.000 de ejemplares en italiano para 1980, ciertamente ha ayudado a acelerar el progreso de la obra del Reino.
ASAMBLEA INTERNACIONAL “PAZ EN LA TIERRA”
En el verano de 1969 se celebró otro gran banquete espiritual en Roma: la Asamblea Internacional “Paz en la Tierra.” Los hermanos españoles, quienes en aquel tiempo no tenían la dicha de reunirse libremente en su propio país, estaban presentes también. Los italianos tuvieron su programa en el hermoso Palazzo dello Sport, mientras que los españoles se reunieron en el Palazzo dei Congressi, donde se había celebrado la Asamblea “Reino Triunfante” en 1955.
Entre los concurrentes hubo delegados de 35 naciones, y 25.648 personas asistieron al discurso público. La cantidad de bautizados llegó a 2.212. Nadie se hubiera imaginado que la cantidad de candidatos al bautismo llegara a ser tan grande. Esto era señal de que se estaba efectuando un gran aumento.
La prensa dio a la asamblea publicidad extraordinaria. El diario Roma del 15 de agosto de 1969, en el informe que dio sobre el bautismo, comentó: “Todo [se llevó a cabo] en un ambiente de gran paz y tranquilidad, a tal grado que los carabinieri, a quienes se había enviado allí para enfrentarse a sabe Dios qué emergencia, parecían completamente fuera de lugar. Al ver tanto orden y paciencia ayer por la mañana, hubiera sido inevitable pensar en que si hubiera más testigos de Jehová en Italia muchas cosas, tales como el subir a un autobús, hacer turnos en lugares públicos, formar filas en el estadio y (¿por qué no?) el viajar en un día festivo, serían cosas mucho más fáciles.”
LA OBRA EN LIBIA
Libia ocupa una región extensa, casi toda desértica, que bordea el mar Mediterráneo. Tiene una población de aproximadamente 2.500.000 habitantes, quienes en su mayoría son árabes de la religión musulmana. Antes de la II Guerra Mundial y de los resultados de ésta, el país estaba bajo el dominio italiano y tenía una floreciente comunidad italiana. No obstante, para fines de los años sesenta se obligó a la mayor parte de los italianos a salir de Libia.
La obra de los testigos de Jehová en Libia comenzó en abril de 1950, cuando Michel Antonovic llegó a Trípoli desde Egipto para seguir adelante con su actividad seglar. La predicación de este hermano comenzó a dar frutos pronto, especialmente entre la población italiana. Así fue que, en enero de 1953, se decidió transferir la superintendencia de la obra en este país de la sucursal egipcia a la sucursal italiana. Surgieron varias dificultades a medida que la obra fue progresando. Hubo arrestos, causas judiciales, confiscación de literatura, y así por el estilo.
En 1957 se solicitó el reconocimiento legal de la obra, pero la solicitud fue rechazada a causa de las acusaciones falsas que se levantaron en contra de nosotros, entre las cuales estuvieron alegaciones de que éramos una sociedad secreta afiliada al movimiento sionista. A pesar de esto, la obra siguió progresando hasta que, en 1959, había 89 publicadores y un precursor especial. Poco después la obra decayó debido a que las autoridades echaron del país a muchos hermanos y los obligaron a regresar a Italia.
En 1964 se proscribió la obra y, después del cambio de gobierno en 1969, casi todos los italianos, incluso los demás hermanos, tuvieron que salir del país. Así, pues, aunque se puede decir que Libia produjo fruto excelente en el pasado, el futuro queda ahora en manos de Jehová.
CONSTRUCCIÓN DEL NUEVO BETEL
Durante su visita a la sucursal de Italia en 1968, el hermano Knorr dijo a los hermanos que buscaran un solar adecuado para la construcción de un nuevo complejo de Betel. Se halló un lugar que era particularmente adecuado al nordeste, en las afueras de Roma. Además, el área quedaba cerca de la “Autopista del Sol,” la autopista más importante de Italia, y por eso era conveniente para la transportación.
Se sometieron los planos al Ayuntamiento de Roma para conseguir el permiso de construcción, pero surgieron dificultades debido a que la organización teocrática todavía no había sido reconocida oficialmente por el Estado. No obstante, en 1969 las personas responsables del Plan de Desarrollo Urbano se enteraron, mediante la prensa, de que más de 25.000 personas habían participado en nuestra asamblea internacional. Como resultado de esto, al fin se convencieron de que esta religión se había convertido en una realidad que ya no podía ser pasada por alto. Finalmente, en marzo de 1971, se obtuvo el permiso de construcción y el trabajo se comenzó inmediatamente. Casi todos los que participaron en la obra de construcción eran hermanos, y en la primavera de 1972 se finalizó la construcción del edificio de tres pisos y su sótano.
El nuevo Betel se inauguró el 27 de mayo de 1972. El día siguiente el hermano Knorr pronunció ante un auditorio de 15.700 personas reunidas en el Estadio Flaminio una conferencia intitulada: “Una casa para instrucción espiritual.” Muchos de estos hermanos visitaron el nuevo Betel y se alegraron mucho de ver que Jehová estaba bendiciendo la obra en el campo italiano.
ASAMBLEA “VICTORIA DIVINA”
“Victoria Divina” fue el tema electrizante de la asamblea nacional que se celebró en agosto de 1973 en el Estadio Flaminio. Los 30.000 publicadores de Italia se emocionaron al tener una concurrencia de 57.000 personas. El estadio estaba abarrotado, y esta impresionante muchedumbre era en sí una evidencia clara del gran recogimiento de personas que se estaba efectuando. El bautismo, mediante el cual 3.366 personas simbolizaron su dedicación a Jehová, fue el mayor bautismo colectivo por inmersión que se había efectuado hasta entonces en Italia.
Columnas periodísticas que alcanzaron a unos 6.000 centímetros de largo hablaron acerca de “una muchedumbre excepcionalmente grande” y del “aumento espectacular” que se observaba entre los testigos de Jehová.
Il Messaggero del 11 de agosto de 1973 declaró: “Todos aquellos creyentes, tan jóvenes, tan celosos, tan fervorosos y llenos de amor fraternal . . .”
Il Tempo del 14 de agosto de 1973 comentó: “En un mundo donde las instituciones se están derrumbando y donde la gente tiende a inventar su propio código moral y hasta su propia religión, es interesante ver que personas de toda condición y de antecedentes culturales muy diferentes se reúnan en perfecta armonía para dar adelanto a su creencia en que existe un medio seguro de salvación común.”
LA BENDICIÓN DE JEHOVÁ SOBRE SU PUEBLO
“Tu bendición está sobre tu pueblo,” dijo el salmista. (Sal. 3:8) ¿Recuerda usted el grupito de 120 publicadores que había en 1946? Bueno, después de un comienzo lento y dificultoso, estos adoradores leales han sido bendecidos y han participado en el recogimiento de “cosechas” cada vez más abundantes. Las tablas adjuntas muestran el aumento maravilloso que ha experimentado el pueblo de Jehová, especialmente después de mediados de los años sesenta. En 1980 había 84.847 publicadores en Italia, y en junio de 1981 la cantidad de publicadores había aumentado a 90.191.
Las cifras de las tablas adjuntas no solo dan evidencia de la expansión que ha habido en los intereses del Reino, sino que también revelan que hay excelentes perspectivas para el futuro.
Las 1.357 congregaciones que hay al momento de escribirse esto están organizadas en 84 circuitos y cinco distritos. Estadísticas confiables también indican que, aparte de la religión católica, los testigos de Jehová cuentan con más miembros que cualquier otra religión en el país. No obstante, dejando las estadísticas a un lado, nos damos cuenta de que lo importante a los ojos de Jehová es que recibamos Su aprobación y bendición.—Pro. 10:22.
SE IMPRIMEN LAS REVISTAS EN BETEL
A medida que aumentaba la cantidad de publicadores del Reino y de suscriptores a las revistas, aumentaba cada vez más la demanda de ejemplares de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! en italiano. En un tiempo recibíamos las revistas directamente de Brooklyn. Después de 1969 se imprimieron en la sucursal de Londres por algún tiempo. Entonces, desde abril de 1971 en adelante, se imprimieron en la sucursal suiza. Pero todo esto creó algunos problemas. Por eso, comenzando con los números de junio de 1972, La Atalaya y la ¡Despertad! fueron impresas por una firma comercial de Roma. Como resultado de huelgas y otros inconvenientes, pronto nos dimos cuenta de lo poco adecuado que era este arreglo, ya que frecuentemente había retrasos en el recibo de las revistas.
En vista de esta situación, la Sociedad hizo planes para instalar una prensa rotativa en el Betel de Roma. Estos planes se pusieron en vigor con el tiempo. Finalmente, a fines de 1975 la imprenta de Roma quedó lista para empezar a imprimir sus propias revistas. Los primeros números que se imprimieron fueron la ¡Despertad! del 22 de enero de 1976 y La Atalaya del 1 de febrero de 1976.
Durante el año de servicio de 1980 se imprimieron más de 18.500.000 revistas en Italia. La Atalaya en italiano alcanzó como promedio una tirada de 520.000 ejemplares por número, y ¡Despertad! aproximadamente 470.000 ejemplares por número.
DISTRIBUCIÓN DE LAS REVISTAS EN LAS CALLES
Hasta 1974 los publicadores italianos estuvieron distribuyendo las revistas La Atalaya y ¡Despertad! de casa en casa, pero no en las calles ni en las plazas públicas. ¿A qué se debió esto? Usted recordará que los hermanos se habían visto envueltos en más de 100 causas judiciales a fin de establecer su derecho a predicar las “buenas nuevas.” Bueno, aunque no había ninguna ley en contra de distribuir las revistas en las calles, los asesores legales de la Sociedad habían sugerido que sería mejor proceder por etapas. Primero queríamos establecer nuestro derecho a predicar de casa en casa, y después podíamos llevar el asunto más lejos.
Ya que la obra marchaba sin asperezas por todo el país, se pensó que era tiempo de dar expansión a nuestras actividades. No obstante, antes de empezar a ofrecer las revistas en las calles por toda la nación, se puso a prueba una campaña experimental en unas cuantas ciudades, tales como Milán, Florencia y Nápoles. En vista de los resultados excelentes que se obtuvieron, y del hecho de que no había surgido ninguna dificultad, en el Ministerio del Reino de noviembre de 1975 se dieron instrucciones acerca de cómo distribuir las revistas por las calles de acuerdo con la ley del país. Desde entonces esta obra en particular se ha efectuado por todas partes de Italia.
LA ORGANIZACIÓN RECIBE RECONOCIMIENTO LEGAL
En 1951 se intentó conseguir reconocimiento oficial para la organización teocrática. Se formó una sociedad legal en Milán, y se presentó una solicitud de reconocimiento legal. Pero el 11 de febrero de 1953 la prefettura (prefectura) de Milán rechazó nuestra solicitud sobre la base de que no existían “las condiciones necesarias para conceder la petición.” ¿Cuáles eran estas “condiciones necesarias” de las que dependía el reconocimiento legal? Por ley, fundamentalmente había que satisfacer dos condiciones: (1) la religión tenía que ser “conocida” por el gobierno y, (2) los objetivos de la misma no deberían ir en contra de los intereses de la ley y el orden o la moral pública.
A fines de los años cincuenta se hizo otro intento ante el Ministerio de Asuntos del Interior, y éste tampoco fue coronado por el éxito. La razón principal de esto fue que nuestra organización era poco conocida en los círculos gubernamentales y a menudo era presentada por otros bajo luz desfavorable. El abogado a cargo de nuestra causa escribió que en Italia todavía se percibía “la falta de un espíritu tradicionalmente liberal.”
Transcurrieron varios años. La obra de los testigos de Jehová prosperó con la ayuda del espíritu santo de Dios, y los hermanos llegaron a ser bien conocidos en el país por sus excelentes cualidades morales. En febrero de 1976 se renovó la solicitud y, por fin, ésta fue aprobada. En junio de ese mismo año se notificó la decisión a la sucursal que la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania había sido reconocida legalmente.
Como resultado, se presentaron nuevas perspectivas. De hecho, a fines de 1976 obtuvimos permiso del Estado para nombrar ministros religiosos que estaban autorizados a celebrar matrimonios. Además, en 1976 y en 1979 se emitieron dos decretos ministeriales que hacían posible que los que participaban en el servicio de tiempo completo se beneficiaran de los servicios de salud y las pensiones disponibles para los ministros religiosos. Recientemente se ha concluido otro acuerdo mediante el cual se autoriza a cierta cantidad de superintendentes a visitar a personas encarceladas que soliciten la ayuda de los testigos de Jehová.
El reconocimiento de la Sociedad Watch Tower significa que ahora se puede efectuar el registro de la propiedad bajo ese nombre, y varias congregaciones están comprando o construyendo sus propios Salones del Reino y están registrando la propiedad a nombre de la Sociedad. Antes, casi todos los Salones del Reino eran alquilados. Muy pocos eran propiedad de los testigos de Jehová porque las congregaciones se veían obligadas a registrarlos a nombre de uno o más de los hermanos.
Ahora hay dos salones de asamblea en Italia. El primero, que se inauguró en Milán en octubre de 1977, era anteriormente un cine que se reconstruyó y se adaptó a nuestras necesidades. El otro, en las afueras de Turín, se construyó especialmente con ese propósito y se inauguró en mayo de 1979.
Sin lugar a dudas, desde que la organización fue reconocida oficialmente por el gobierno italiano los testigos de Jehová han podido llevar a cabo su labor con mayor libertad y están usando medios cada vez más eficaces para dar adelanto a los intereses de la adoración pura.
PROGRAMAS DE RADIO Y DE TELEVISIÓN
Se informa que en Italia hay 3.000 radioemisoras y 600 teletransmisores, además de las redes nacionales. En 1976 comenzamos a usar estas redes privadas para difundir más extensamente las “buenas nuevas.” Actualmente hay 280 emisoras de radio y 30 estaciones de televisión que con regularidad transmiten gratuitamente nuestros programas. Respecto a los programas de televisión, la sucursal suministra a los hermanos bosquejos para las conversaciones o entrevistas e incluso les provee programas ilustrados que se basan en diapositivas tomadas de conferencias pronunciadas por superintendentes de circuito. Hasta ahora hemos puesto en circulación unos 200 programas de radio y 50 programas de televisión.
De los informes que se han recibido, parece que estos programas están teniendo mucho éxito. A veces se obtienen resultados inmediatos, tal como sucedió en Oristano, Cerdeña, donde 15 personas solicitaron que los testigos de Jehová las visitaran en sus hogares. En tres pueblos de la provincia de Salerno unas 35 personas han comenzado a estudiar la Biblia con nosotros después de haber oído nuestros programas. Un superintendente informa lo siguiente: “En la provincia de Ragusa [Sicilia], un publicador que iba de casa en casa habló con un señor que le dijo: ‘Lo estaba esperando. Escucho el programa de ustedes cada jueves y estaba seguro de que tarde o temprano me visitarían.’ Aceptó la oferta de estudiar la Biblia.”
Por supuesto, no siempre se obtienen resultados de inmediato. Pero gracias a nuestros programas muchas personas de algunas partes del territorio tienen una mejor actitud hacia el mensaje del Reino, y cuando los publicadores visitan, los amos de casa escuchan con mayor atención.
LA CAMPAÑA CON EL FOLLETO SOBRE LA “SANGRE”
En Italia, el tema de las transfusiones de sangre empezó a recibir publicidad en los años sesenta. En aquel tiempo los médicos consideraban que las transfusiones de sangre eran una terapia indispensable en muchos casos y daban muy poca atención a los riesgos envueltos en éstas. Por lo tanto, era muy difícil hallar cirujanos que estuvieran dispuestos a operar sin sangre, y a menudo los publicadores tenían que ir de una ciudad a otra para hallar a un cirujano que estuviera dispuesto a operarlos. Cuando surgían ciertos casos de emergencia, en los periódicos se publicaban artículos que equivalían a campañas de publicidad en contra de nosotros. En tales circunstancias, a los hermanos se les hacía muy difícil enfrentarse a la gran hostilidad de que eran objeto en ciertos sectores.
Para mediados de los años setenta la situación fue mejorando a medida que más y más médicos comenzaron a entender nuestro punto de vista. Pero no cabe duda de que se experimentó una mejora notable después de diciembre de 1977. ¿Por qué? En aquel mes tuvimos una campaña nacional con el folleto Los testigos de Jehová y la cuestión de la sangre. En Italia el folleto se distribuyó a 87.000 médicos, 48.000 abogados y magistrados y unos 200.000 enfermeros o enfermeras. Los resultados de esta campaña fueron muy positivos; ciertamente superaron lo que esperábamos.
En primer lugar, se ha limpiado el nombre de Jehová del oprobio que injustamente se había amontonado sobre él debido a que firmemente nos ‘abstenemos de sangre.’ (Hech. 15:19, 20, 28, 29) Ahora los hermanos mismos comprenden mejor los principios relacionados con esta cuestión y se sienten más seguros cuando se ponen en comunicación con los de la profesión médica. Además, ahora se han presentado muchos más médicos que están dispuestos a respetar nuestras convicciones.
CONFERENCIAS SOBRE LAS TRANSFUSIONES DE SANGRE
Como resultado del interés que despertó la distribución del folleto, expertos en la materia pidieron cierto número de conferencias que profundizaran en el asunto. El 21 de febrero de 1978 se celebró en la bien conocida “Fundación Carlo Erba,” en Milán, una conferencia en la cual se trató el tema de “La cirugía, las transfusiones de sangre y los testigos de Jehová.” La conferencia, presidida por el profesor Carlo Sirtori, científico de fama mundial, resultó en muchas expresiones que mostraban entendimiento de nuestra posición en cuanto a esta cuestión.
El Instituto Universitario de Medicina Legal de Siena organizó otra conferencia el 21 de abril de 1979. El tema de la conferencia, “La negativa a las transfusiones de sangre por testigos de Jehová adultos y el orden constitucional,” fue presentado por el orador, el profesor Mauro Barni, director del Instituto de Medicina Legal y ex rector de la Universidad. Él declaró:
“La cuestión fundamental que hay que resolver es cómo debemos considerar la conducta de un médico que decide administrar una transfusión de sangre a pesar de la negativa explícita del testigo de Jehová. Ahora bien, no hay duda de que tal conducta es inadmisible desde el punto de vista ético y ciertamente se puede clasificar bajo el artículo 610 del Código Penal respecto al uso de coerción violenta para imponer algo que se ha rehusado expresamente.”
En Ripatransone, un pueblecito de la provincia de Ascoli Piceno (Italia central), el hospital de la localidad organizó una conferencia, que se celebró el 7 de julio de 1979, en la cual se consideró el tema: “Transfusiones de sangre y terapia de alternativa.” Uno de los oradores principales, el Dr. Cesare Buresta, consideró los resultados de más de 240 operaciones quirúrgicas que se efectuaron con éxito sin utilizar transfusiones de sangre. La publicación periódica Panorama del 23 de julio de 1979 dijo lo siguiente:
“Por años no se les ha admitido en los hospitales, los médicos los han evitado, se les ha abandonado a su suerte, engañado, condenado. . . . No obstante, hoy, gracias al desarrollo de nuevas técnicas de alternativa, parece que hasta los testigos de Jehová, una de las minorías religiosas más activas y organizadas en funcionamiento en Italia . . . están acercándose al fin de una larga pesadilla. . . . Según el Dr. Buresta, el uso de estas técnicas [de alternativa], hace posible operar sin sangre en el 99 por ciento de los casos. Los resultados de esta investigación redundarán en considerables ventajas.”
Nunca, en nuestros más caros anhelos, hubiéramos esperado que se manifestara tanta comprensión de nuestra posición respecto a las transfusiones de sangre, después de la publicidad persistente y desfavorable que se efectuó por tantos años. El pueblo de Jehová agradece a Dios que Él haya bendecido la distribución del folleto Los testigos de Jehová y la cuestión de la sangre.
LA ASAMBLEA “FE VICTORIOSA”
La enorme muchedumbre que se congregó para la asamblea “Fe Victoriosa” fue evidencia innegable de que la fe en el Dios verdadero había resultado victoriosa a pesar de la oposición que se le había presentado en los años anteriores. En 1978, para conveniencia de todos los hermanos se hizo necesario celebrar dos asambleas, una en Milán y otra en Roma. En conjunto, hubo una concurrencia de 111.320 personas.
En 1981 se obtuvo el máximo de asistencia a una serie de asambleas cuando la concurrencia a las 22 Asambleas de Distrito “Lealtad al Reino” alcanzó un total de 132.200 personas.
LOS PRECURSORES: UNA GRAN AYUDA
La seguridad de que Jehová no olvida nuestros esfuerzos ni el amor que mostramos para con su nombre ha animado a muchos a servirle a mayor grado. (Hebreos 6:10) En 1946 había solamente un precursor en todo el país. Entonces, al ir pasando los años, la cantidad de los que emprendieron este precioso servicio fue aumentando progresivamente. En 1980 había más de 500 precursores especiales. En febrero de 1981 se alcanzó un nuevo máximo de 2.142 precursores regulares. En mayo de 1981, 10.051 publicadores participaron en la obra de predicar el Reino como precursores auxiliares.
Las islas de Sicilia y Cerdeña tienen asignada la mayor cantidad de precursores especiales, y, como resultado, se está logrando progreso excelente en estos dos territorios. En Sicilia hay siete circuitos y 125 congregaciones. En Cerdeña, donde la obra comenzó hace menos tiempo, hay tres circuitos y 53 congregaciones, a pesar de que la población de esa región está mucho más esparcida. Gracias al trabajo hecho por los precursores, el 99 por ciento del territorio nacional está asignado y se trabaja con regularidad. El restante 1 por ciento del territorio se trabaja a veces.
HERMANOS EN TIEMPOS DE NECESIDAD
Ya que Italia está situada en una de las zonas de elevada sismicidad del mundo, no es de extrañar que la mayor parte de los desastres naturales que afectan al país sean de origen sísmico. En mayo de 1976 uno de estos terremotos devastó casi toda la región del Friul que queda arriba cerca de la frontera austro-yugoslava y causó la muerte de unas 1.000 personas y la destrucción de miles de hogares. Aunque muchos Testigos perdieron sus viviendas, ninguno de ellos murió o resultó seriamente herido. Inmediatamente después del desastre, hermanos de lugares cercanos se pusieron a trabajar para atender las necesidades más urgentes de los que vivían en la zona del terremoto.
El terremoto que sacudió una extensa zona del sur de Italia el domingo 23 de noviembre de 1980 a las 7:34 de la noche fue de proporciones más desastrosas aún. Hubo temblores de tierra por todo el país. Informes procedentes de las regiones de Campania y Basilicata indicaron que miles de personas murieron o resultaron heridas, mientras que pueblos enteros fueron arrasados. Había 130 congregaciones en la región, y los registros de la sucursal indicaban que había unos 8.500 publicadores y unas 4.500 personas que se interesaban en el mensaje bíblico, un total de 13.000.
Al principio hubo bastante ansiedad con relación a lo que pudiera haberles pasado. Para la mañana que siguió al desastre ya la sucursal tenía información precisa. ¡Ninguno de los testigos de Jehová o de los que mostraban interés en la Biblia había muerto ni resultado herido! A pesar de nuestra tristeza por la cantidad de muertes y por los sufrimientos de muchos sobrevivientes, sentimos gran alivio al saber que nuestros hermanos estaban vivos.
Los publicadores que vivían en la zona afectada mostraron su confianza en Jehová durante aquellos momentos críticos en que el suelo y los edificios que los rodeaban eran sacudidos, y continuaron confiando en Jehová cuando, más tarde, tuvieron que enfrentarse a los rigores del invierno bajo circunstancias difíciles. Algunas congregaciones estaban celebrando sus reuniones cuando comenzó el terremoto. Un anciano de la congregación de Eboli (Salerno) dice lo siguiente:
“Precisamente habíamos empezado el estudio de La Atalaya cuando repentinamente sentimos que el piso del Salón del Reino temblaba violentamente mientras las paredes y el techo arriba crujían perturbadoramente y se movían de lado a lado. Por un instante todos quedamos petrificados y, antes de que pudiéramos darnos cuenta de lo que estaba sucediendo, hubo otra sacudida más violenta. Pensamos que el edificio de cuatro pisos se nos iba a derrumbar encima. ¡Aquellos terribles momentos fueron los más largos que pudiéramos recordar!
“Como conductor del estudio me di cuenta de que tenía que tomar una decisión inmediatamente para proteger a los presentes. Pero ¿qué hacer? Podíamos quedarnos juntos en el salón o salir afuera. Oré intensamente a Jehová para que me guiara a tomar la decisión correcta. Entonces recordé que los hermanos de Gemona, en Friul, habían pasado por una situación parecida unos años antes. Pedí a los hermanos que permanecieran en el salón mientras yo hacía una oración. Ninguno de los 130 presentes corrió afuera o mostró señales de miedo. Entonces, confiando en Jehová, continuamos con el estudio de La Atalaya, mientras afuera todo el pueblo se hallaba en confusión.
“Concluimos la reunión con una sincera oración de gracias, y muchos de los presentes derramaron lágrimas de gratitud porque habían sido protegidos de manera tan manifiesta. ¡Cuán agradecidos nos sentimos de haber obedecido la exhortación del apóstol Pablo que se halla en Hebreos 10:24, 25! ¡La obediencia a este mandamiento nos había salvado la vida! Inmediatamente nos pusimos en comunicación con nuestros hermanos que vivían en un pueblo cercano, donde 50 de ellos habían asistido a la reunión. Ellos también se hallaban seguros y sanos, mientras que todos los edificios de alrededor recibieron serios daños; y las dos iglesias más grandes del pueblo quedaron parcialmente destruidas.”
Un superintendente de la congregación de Bellizzi (Salerno) recuerda lo siguiente: “Cinco minutos después de haber terminado la reunión, repentinamente nos hallamos en medio de una pesadilla. Parecía que el Salón del Reino se desplomaría. Alguien exclamó: ‘¡Jehová, sálvanos!’ Grité a los hermanos: ‘¡Mantengan la calma, no bajen las escaleras!’ Todos salimos ilesos.”
Los hermanos de la zona del terremoto estuvieron prestos a ayudarse unos a otros, y Testigos de todo el país y de otras naciones europeas no vacilaron en contribuir dinero, ropa y otros artículos. Se estableció un centro de ayuda de emergencia para dirigir la ayuda a los lugares donde más se necesitaba. El primer camión de la Sociedad llegó a la zona la noche después del terremoto y estaba cargado de alimento, tiendas de campaña, mantas y ropa.
“Los hermanos se asombraron por lo rápido que llegó la ayuda necesaria,” dijo un superintendente viajante que estaba asignado a la zona. También relata lo siguiente: “Inmediatamente establecimos nuestra propia cocina, y desde allí, todos los días, se distribuía a los hermanos el alimento que las hermanas cocían. Los otros habitantes del pueblo todavía no habían recibido ayuda y se las estaban arreglando como mejor podían. Por supuesto, los hermanos no eran egoístas, y compartían su alimento con muchos que no eran Testigos. Cuando llevamos comestibles a la villa de Montella, dimos pastas, arroz, aceite, azúcar, pan y leche a las familias que vivían cerca de los hermanos, en tanto que a sus niños les dimos galletitas.”
En el mes del desastre se alcanzó un nuevo máximo nacional de 86.192 publicadores, y esto quiere decir que los hermanos que vivían en la zona del terremoto contribuyeron a este aumento al mantener su celo excelente por la obra del Señor. Estamos agradecidos por el amor que compañeros de adoración de varias naciones mostraron a estos hermanos y porque, además de enviar ayuda material, no olvidaron a sus hermanos en sus oraciones. Nuestras gracias van a Jehová debido a que él es Quien viene en nuestra ayuda en tiempos de dificultad.—Sal. 54:4.
SE AMPLÍA BETEL
Cuando se inauguró el nuevo Betel en la primavera de 1972, nadie se imaginaba que en solo cuatro años éste resultaría demasiado pequeño. En aquel tiempo había alrededor de 25.000 adoradores del Dios verdadero en el país, pero para 1976 el edificio ya resultaba inadecuado para atender las necesidades de nuestros publicadores, pues para entonces la cantidad de publicadores había aumentado, increíblemente, a 60.000.
En 1975 y 1976 se compraron dos solares adicionales contiguos a nuestra propiedad original, así que el área total que entonces tuvimos a nuestra disposición ascendió a unas 14 hectáreas. No obstante, los responsables del Plan de Desarrollo Municipal de Roma únicamente nos permitían construir un edificio para uso agrícola en el nuevo terreno. Presentamos una solicitud para modificar el plan, y mientras tanto pedimos permiso para establecer una pequeña granja, con un establo para vacas y graneros, a fin de cultivar los productos agrícolas que consumiría la familia de Betel. Comenzamos a trabajar en este proyecto en 1978 y terminamos de construir la pequeña unidad agrícola en la primavera de 1980.
Finalmente, en octubre de 1979, recibimos el permiso para construir el nuevo hogar Betel y una estructura donde se ubicaría la imprenta. Comenzamos a trabajar inmediatamente, y en octubre de 1980 terminamos el edificio donde estaría la imprenta. La prensa rotativa y el departamento de revistas ya están instalados. Por otro lado, todavía tenemos mucho que hacer para terminar la construcción del hogar Betel. Únicamente hermanos han participado en la construcción. Es animador verlos llegar de todas partes de Italia para participar en esta obra porque se dan cuenta de que se necesita para responder a la expansión que está aconteciendo en el país. Cuando se complete, el edificio tendrá 70 habitaciones, comedor, cocina, un Salón del Reino y otras instalaciones necesarias.
Actualmente hay 98 hermanos asignados a Betel, y éstos forman una familia feliz al servicio de sus compañeros cristianos. Algunos de ellos trabajan en la granja para satisfacer las necesidades materiales de la familia, mientras que otros han sido asignados al departamento de envíos y se hallan ocupados en enviar literatura, revistas y otros suministros necesarios a las congregaciones.
ENVIANDO LITERATURA A LAS CONGREGACIONES
En un tiempo, como resultado de los atrasos y las huelgas en el correo, a menudo las congregaciones que se hallaban más distantes no recibían a tiempo su pedido de literatura. Un superintendente de circuito recuerda: “Durante la visita que hice a una congregación de Sicilia estuve trabajando de casa en casa con una hermana. Me sentí obligado a aludir al hecho de que ella estaba distribuyendo revistas que tenían dos meses de atraso. En respuesta, la hermana me dijo que éstas eran las últimas revistas que había recibido la congregación.”
En vista de estos atrasos, la mayoría de nuestras entregas se hacen en los cuatro camiones que la Sociedad compró con ese propósito. Uno de éstos, al que se engancha un remolque, tiene la capacidad de cargar 34 toneladas y también se usa para recoger la literatura de la sucursal alemana en Wiesbaden. Los pedidos de las congregaciones se distribuyen a más de 120 almacenes esparcidos por toda la península y las islas de Sicilia y Cerdeña. A su vez, desde estos almacenes se vuelve a distribuir la literatura en la localidad. Bajo este arreglo, las congregaciones reciben a tiempo el alimento espiritual necesario y los gastos se han reducido considerablemente.
GRATITUD POR LA PROTECCIÓN DIVINA
Esta es la historia moderna de la actividad de los testigos de Jehová en Italia. No se puede dar al hombre la honra por lo que se ha logrado durante estos años. Aunque se han dado los nombres de ciertas personas, esta historia es la crónica de cómo llegó a existir un pueblo, de cómo éste hizo frente a la oposición intensa por parte del clero, y de cómo ha prosperado, gracias a la guía y protección de Dios.
Han pasado más de 1.920 años desde que el apóstol Pablo satisfizo el deseo intenso que tenía de ver a los de la congregación cristiana de Roma “para impartirles algún don espiritual.” (Rom. 1:11) Desde entonces la gran apostasía mantuvo al país en densa oscuridad espiritual por muchos siglos. Pero ya no es así. Además, tiempos como los que hubo al principio de este siglo, cuando los primeros rayos tenues de la verdad iluminaron el sendero de unas cuantas personas dispersas, quedan en el pasado junto con la ola de persecución religiosa persistente que el pueblo de Jehová toleró lealmente.
La situación actual ciertamente nos alegra el corazón. En comparación con el promedio de unos 90 publicadores del Reino al final de la II Guerra Mundial, ¡actualmente Italia tiene más de 90.000 proclamadores de las “buenas nuevas”! Hay muchas excelentes perspectivas para el futuro. En mayo de 1981, Italia alcanzó un máximo de 62.068 estudios bíblicos. ¡Y para el Memorial de 1981 hubo una concurrencia de 187.165 personas! Actualmente hay 51 congregaciones funcionando activamente en la histórica ciudad de Roma.
Estas cifras son un indicio de que, con el favor divino, tendremos aumento adicional que dará más alabanza aún a nuestro Dios Jehová. Sus felices adoradores no vacilan en atribuir solo a Él el mérito por la condición próspera en que se encuentran actualmente. Y, al recordar estos capítulos de la historia moderna del cristianismo verdadero en Italia, expresan su gratitud, como lo hizo el salmista David cuando se sintió impulsado a exclamar:
“De no haber sido porque Jehová resultó estar con nosotros cuando hombres se levantaron contra nosotros, entonces nos habrían tragado aun vivos, cuando ardía su cólera contra nosotros. Bendito sea Jehová, que no nos ha dado como presa a los dientes de ellos. Nuestra alma es como un pájaro que ha escapado de la trampa de los que usan señuelo. La trampa está quebrada, y nosotros mismos hemos escapado. Nuestra ayuda está en el nombre de Jehová, el Hacedor del cielo y de la tierra.”—Sal. 124:2, 3, 6-8.
[Nota a pie de página]
a Los pasajes citados de las tres circulares se han tomado del libro Provvedimenti ostativi dell’autorità di polizia e garanzie costituzionali per il libero esercizio dei culti ammessi (Medidas represivas de las autoridades policíacas y la libertad para practicar ciertos cultos según la garantiza la Constitución), por Giorgio Peyrot y publicado por Giuffrè.
[Fotografía en la página 119]
El hogar de Fanny Lugli cerca de Pinerolo, donde se celebraron las primeras reuniones en el primer piso bajo el balcón.
[Fotografía en la página 127]
Remigio Cuminetti, el primer Testigo italiano que adoptó la posición de neutralidad cristiana y el primer hermano italiano a cargo de la obra en Italia
[Fotografías en la página 135]
Ignazio Protti y sus dos hermanas, Albina y Adele, quienes se mudaron a Italia desde Suiza para servir celosamente de repartidores en Italia
[Fotografía en la página 137]
Hotel Corona Grossa, en Pinerolo, donde, en 1925, se celebró la primera asamblea en Italia
[Fotografía en la página 153]
María Pizzato, cuya madre compró unos ejemplares de “La Atalaya” en este puesto de periódicos en Vicenza durante 1903 y 1904, lo cual llevó a que María aprendiera la verdad
[Fotografía en la página 177]
Aldo Fornerone, quien experimentó personalmente lo valioso de la neutralidad cristiana durante la II Guerra Mundial, todavía sirve de anciano
[Fotografía en la página 193]
Primera asamblea de circuito en Italia, celebrada en 1947 en Roseto degli Abruzzi; los hermanos se reunieron bajo una higuera y una cubierta de vides a lo largo de un camino particular
[Fotografía en la página 209]
Primera asamblea de distrito en Italia, celebrada en grandes tiendas de campaña en Milán, del 27 al 29 de octubre de 1950, a pesar de oposición clerical
[Fotografía en la página 223]
Palazzo dei Congressi, donde, en 1955, se celebró la asamblea internacional del “Reino Triunfante,” en Roma
[Fotografías en las páginas 240, 241]
Edificios de la sucursal. Parte superior izquierda: El edificio adquirido en 1948 en Roma. Parte superior derecha: El edificio de la sucursal terminado en 1972. Parte interior derecha: Vista, desde un lado, del complejo de Betel; se ven las añadiduras más recientes
[Fotografías en la página 250]
Salón de Asambleas de Turín, inaugurado en 1979
[Mapas en la página 114]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
ITALIA
Gemona
Sondrio
Aosta
Varese
Como
Gallarate
Brescia
Vicenza
Novara
Milán
Turín
Piacenza
Pinerolo
Alessandria
Bolonia
Génova
Cuneo
Faenza
Florencia
Siena
Perugia
Teramo
Popoli
Avezzano
Sulmona
Roma
Foggia
Ceriñola
Bisceglie
Molfetta
Gaeta
Nápoles
Avellino
Bari
Salerno
SICILIA
Palermo
Mesina
Caltanissetta
CÓRCEGA
CERDEÑA
FRANCIA
SUIZA
AUSTRIA
HUNGRÍA
YUGOSLAVIA
MAR MEDITERRÁNEO
[Tabla en la página 247]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
AUMENTO EN LA CANTIDAD DE PUBLICADORES
100.000
90.191
75.000
60.156
50.000
25.000
22.196
10.278
120 1.742 3.491 6.304
0 1946 1951 1956 1961 1966 1971 1976 1981
[Tabla en la página 248]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
AUMENTO EN LA CANTIDAD DE CONGREGACIONES
1.600
1.357
1.200
1.141
800
433
400
35 97 139 242 275
0 1946 1951 1956 1961 1966 1971 1976 1981
[Tabla en la página 249]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
AUMENTO EN LA CONCURRENCIA AL MEMORIAL
200.000
187.165
150.000
130.348
100.000
53.590
50.000
200 2.897 5.790 12.113 19.682
0 1946 1951 1956 1961 1966 1971 1976 1981