Por qué somos ministros de las buenas nuevas
1 AL ENVIAR a su Hijo a la Tierra, Jehová nos proporcionó un modelo perfecto para que lo siguiéramos (1 Ped. 2:21). A quienes siguen a Jesús y se hacen sus discípulos, él los ayuda a predicar las buenas nuevas como ministros de Dios. Jesús indicó lo reconfortante que les resultaría esto en sentido espiritual al decir: “Vengan a mí, todos los que se afanan y están cargados, y yo los refrescaré. Tomen sobre sí mi yugo y aprendan de mí [“háganse mis discípulos”, según la nota], porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas” (Mat. 11:28, 29). Todo el que ha respondido a esa invitación ha experimentado el cumplimiento de su promesa.
2 Jesús, en calidad de Ministro Principal de Dios, invitó a algunos hombres a que fueran sus seguidores (Mat. 9:9; Juan 1:43). Los preparó para el ministerio y los envió a efectuar la misma labor que él estaba llevando a cabo (Mat. 10:1–11:1; 20:28; Luc. 4:43). Más adelante designó a otros 70 para declarar las buenas nuevas del Reino de Dios (Luc. 10:1, 8-11). Cuando los comisionó, les dijo: “El que les escucha a ustedes me escucha a mí también. Y el que los desatiende a ustedes me desatiende a mí también. Además, el que me desatiende a mí desatiende también al que me envió” (Luc. 10:16). De esta forma, Jesús destacó la responsabilidad tan seria que se les asignaba. ¡Iban a representar al Dios Altísimo! Lo mismo sucedería con todos los que respondieran a la invitación de Jesús de ‘ser sus seguidores’, incluso en nuestros días (Luc. 18:22). Todos los que aceptan esa propuesta tienen la comisión divina de predicar las buenas nuevas del Reino y hacer discípulos (Mat. 24:14; 28:19, 20).
3 Como hemos acudido a Jesús en respuesta a su invitación de seguirlo, se nos ha bendecido con el conocimiento de Jehová Dios y Jesucristo (Juan 17:3). Se nos han enseñado los caminos de Jehová. Con Su ayuda hemos logrado rehacer la mente, cambiar de personalidad y amoldar nuestra conducta diaria a Sus justas normas (Rom. 12:1, 2; Efe. 4:22-24; Col. 3:9, 10). La gratitud sincera nos ha impulsado a dedicarnos a él y simbolizarlo por medio del bautismo en agua. El bautismo constituye nuestra ordenación como ministros.
4 Recordemos siempre que debemos servir a Dios con manos limpias y un corazón puro (Sal. 24:3, 4; Is. 52:11; 2 Cor. 6:14–7:1). Mediante la fe en Jesucristo hemos obtenido una conciencia limpia y franqueza de expresión (Heb. 10:19-23, 35, 36; Rev. 7:9, 10, 14). El apóstol Pablo instó a los cristianos a hacer todas las cosas para la gloria de Dios, a fin de no causar tropiezo a nadie. El apóstol Pedro, por su parte, señaló cuánto puede contribuir la conducta piadosa a que los no creyentes acepten la verdad (1 Cor. 10:31, 33; 1 Ped. 3:1).¿Cómo puede usted ayudar a alguien a reunir los requisitos para ser ministro de las buenas nuevas?