Sección de preguntas
◼ ¿Debemos usar Internet para predicar o dar cursos de la Biblia a personas desconocidas que viven en otros países?
Algunos publicadores usan Internet para ofrecer cursos de la Biblia a personas que viven en países donde nuestra obra está proscrita o en los que casi no hay Testigos. En ocasiones, se han obtenido buenos resultados. Sin embargo, puede ser peligroso intercambiar correos electrónicos o chatear con personas desconocidas (vea Nuestro Ministerio del Reino de julio de 2007, página 3). Aunque la intención sea dar a conocer el mensaje del Reino a personas de buen corazón, esas conversaciones pueden ponernos en contacto con malas compañías, incluso con apóstatas (1 Cor. 1:19-25; Col. 2:8). Además, en lugares donde la obra del Reino está prohibida o tiene ciertas restricciones, puede que las autoridades inspeccionen la correspondencia. Esto podría poner en peligro a los Testigos que viven allí. Por eso, no debemos buscar por Internet a personas de otros países para hablarles de las buenas nuevas.
Si predicamos informalmente a alguien de otro país que está de visita, no debemos intentar cultivar su interés una vez haya regresado a su casa, a menos que la sucursal local haya dado otras pautas. Lo que podemos hacer es enseñarle a usar jw.org para encontrar información o para contactar con la sucursal que supervisa la obra en su país. Si hay Salones del Reino donde vive la persona, podemos animarla a que los visite. En el caso de que desee que los Testigos contacten con ella, debemos rellenar el formulario Persona que mostró interés (S-43) y dárselo al secretario, quien lo enviará a Betel utilizando el sitio jw.org. La sucursal que supervisa la obra en el país donde ella reside está en mejor posición de darle la ayuda necesaria, pues conoce mejor las circunstancias del lugar (vea Nuestro Ministerio del Reino de junio de 2014, artículo 4, párrafos 1, 2).
Si una persona a la que ya estamos visitando se muda a otro país, o si estamos dando clases de la Biblia a una persona que vive en el extranjero y que solo conocemos a través de Internet, debemos hacer lo que se ha indicado en el párrafo anterior. Ahora bien, podemos seguir cultivando el interés de la persona hasta que un publicador de la zona contacte con ella. No obstante, si la persona vive en un lugar donde nuestra obra está prohibida o tiene ciertas restricciones, hay que ser muy cuidadosos si se mencionan temas bíblicos al escribir cartas, hablar por teléfono o enviar mensajes electrónicos (Mat. 10:16).