Nuestra unidad internacional honra a Jehová
INTERÉS MUTUO
1 Como bien ilustró el apóstol Pablo, los miembros de la congregación nos pertenecemos unos a otros y nos preocupamos los unos por los otros (1 Cor. 12:14-26). Lo que afecta a una parte, o sección, de la organización repercute en todo el pueblo de Dios. Puede que algunos miembros de la hermandad mundial vivan muy lejos de nosotros, pero no por ello nos importa menos su bienestar. Si nuestros hermanos son perseguidos, sufrimos. Si algunos pasan por penurias o son víctimas de catástrofes, guerras o contiendas civiles, los demás tratamos por todos los medios de ayudarlos tanto espiritual como materialmente (2 Cor. 1:8-11).
2 Todos deberíamos orar a diario por nuestros hermanos. Algunos de ellos afrontan tentaciones para hacer cosas malas. Aunque el sufrimiento de unos sea de conocimiento público, puede que la oposición que otros afrontan diariamente por parte de los compañeros de trabajo y en hogares divididos sea casi desconocida (Mat. 10:35, 36; 1 Tes. 2:14). Todo esto nos concierne, pues somos una hermandad mundial (1 Ped. 5:9). Por otro lado, hay cristianos que trabajan muy arduamente en el servicio a Jehová, dirigiendo la predicación y supervisando las congregaciones. Y también están los que tienen a su cargo la dirección de la obra mundial. Todos ellos necesitan nuestras oraciones, con las que demostramos interés sincero por nuestros hermanos, así como el amor que les tenemos, aun cuando personalmente no podamos hacer nada más por ellos (Efe. 1:16; 1 Tes. 1:2, 3; 5:25).
3 En estos últimos días son muy frecuentes los actos violentos y las catástrofes de diverso tipo, como terremotos e inundaciones. En vista de las situaciones de emergencia que provocan, los testigos cristianos de Jehová debemos estar dispuestos a ayudarnos, lo cual a veces quizás implique organizar intensas labores de socorro y preparar enormes cantidades de ayuda material. Los cristianos del siglo primero pusieron un magnífico ejemplo al respecto. Cuando azotó el hambre en Judea, los discípulos de otros países recordaron las palabras de Jesús y enviaron gustosamente provisiones a los hermanos de aquel lugar (Hech. 11:27-30; 20:35). El apóstol Pablo se encargó de que las labores de socorro se llevaran a cabo de manera organizada (2 Cor. 9:1-15). En la actualidad, cuando nuestros hermanos padecen necesidades debido a circunstancias díficiles, los cristianos, como organización e individualmente, respondemos enseguida y suministramos lo que hace falta.