Miércoles 13 de agosto
Te convertiré en una gran nación (Gén. 12:2).
Cuando Jehová le hizo esa promesa, Abrahán tenía 75 años y no tenía ningún hijo. ¿Pero vio Abrahán el cumplimiento de esta promesa? Solo en parte. Para ello, después de cruzar el río Éufrates, tuvo que esperar 25 años. Entonces, de manera milagrosa, fue padre de Isaac. Y 60 años más tarde nacieron sus nietos Esaú y Jacob (Heb. 6:15). Pero Abrahán no llegó a ver que sus descendientes se convirtieran en una gran nación y heredaran la Tierra Prometida. Aun así, este hombre fiel disfrutó de una estrecha amistad con su Creador (Sant. 2:23). ¿Y se imagina lo feliz que se sentirá Abrahán cuando resucite? Se enterará de que, gracias a su fe y su paciencia, todas las naciones consiguieron una bendición (Gén. 22:18). ¿Qué aprendemos? Puede que no veamos el cumplimiento de todas las promesas de Jehová en nuestros días. Pero, si somos pacientes como Abrahán, podemos estar seguros de que Jehová nos bendecirá ahora y muchísimo más en el nuevo mundo (Mar. 10:29, 30). w23.08 35:14
Jueves 14 de agosto
Mientras buscó a Jehová, el Dios verdadero hizo que le fuera bien (2 Crón. 26:5).
De joven, el rey Uzías era humilde y aprendió a “temer al Dios verdadero”. Vivió 68 años, y durante la mayor parte de su vida Jehová lo bendijo (2 Crón. 26:1-4). Uzías derrotó a muchas naciones enemigas y se aseguró de que Jerusalén estuviera bien protegida (2 Crón. 26:6-15). Seguro que se sentía muy contento por todo lo que estaba logrando con la ayuda de Jehová (Ecl. 3:12, 13). El rey Uzías estaba acostumbrado a dar órdenes. Y quizás eso le hizo pensar que podía hacer lo que quisiera. Un día, entró en el templo de Jehová y se atrevió a quemar incienso en el altar, algo que los reyes no podían hacer (2 Crón. 26:16-18). El sumo sacerdote Azarías lo corrigió, y Uzías se puso furioso. Tristemente, Uzías echó a perder su historial de servicio fiel, y Jehová lo castigó con lepra (2 Crón. 26:19-21). ¡Qué distinta habría sido su vida si hubiera seguido siendo humilde! w23.09 38:9, 10
Viernes 15 de agosto
Se separó de ellos por miedo a los del grupo de los circuncisos (Gál. 2:12).
Incluso después de ser ungido, el apóstol Pedro tuvo que seguir luchando con sus debilidades. En el año 36, Pedro vio como un gentil incircunciso llamado Cornelio recibía el espíritu santo. Esto fue una prueba clara de que “Dios no es parcial” y de que personas de otras naciones podían ser parte de la congregación cristiana (Hech. 10:34, 44, 45). A partir de ese momento, Pedro no tuvo ningún problema en comer con gentiles, algo que antes jamás habría hecho. Ahora bien, algunos cristianos de origen judío pensaban que estaba mal que gentiles y judíos comieran juntos. Cuando algunos que pensaban así llegaron a Antioquía, Pedro dejó de comer con sus hermanos gentiles, probablemente por miedo a ofender a los cristianos de origen judío. Al ver este comportamiento hipócrita de Pedro, el apóstol Pablo lo reprendió delante de todos (Gál. 2:13, 14). A pesar de este error, Pedro no se rindió; siguió adelante. w23.09 40:8