Referencias para el libro Seamos valientes al andar con Dios. Sección 1
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CAPÍTULO 1
Andaba con Dios
w01 15/9 29 párr. 3
Enoc anduvo con Dios en medio de un mundo impío
Casi cuatro siglos antes del nacimiento de Enoc, en los días de Enós, “se dio comienzo a invocar el nombre de Jehová” (Génesis 4:26). Puesto que se había utilizado el nombre divino desde los inicios de la historia humana, lo que empezó en vida de Enós no estaba relacionado, claro está, con invocar a Jehová con fe y según la adoración pura. Algunos hebraístas afirman que Génesis 4:26 debería decir “empezó de manera profana” o “empezó la profanación”. Probablemente la gente empleaba el nombre de Dios para denominarse a sí misma o a las personas mediante las cuales intentaba adorar a Dios; o tal vez se asignaba a ídolos el nombre divino.
w01 15/9 31 párr. 5
Enoc anduvo con Dios en medio de un mundo impío
Es apropiado que imitemos la fe de las personas piadosas (Hebreos 13:7). Por fe, Enoc llegó a ser el primer profeta fiel de Dios. El mundo en los días de Enoc era como el nuestro: violento, blasfemo e impío. Sin embargo, él era diferente. Tenía fe verdadera, y su devoción piadosa fue ejemplar. Es cierto que Jehová le encomendó un mensaje de juicio de capital importancia, pero también le dio fuerzas para proclamarlo. De modo que Enoc cumplió con valor su comisión, y Dios cuidó de él cuando se vio acechado por sus enemigos u opositores.
w06 1/10 19 párrs. 13, 14
La fe y el temor de Dios nos infunden valor
13 Aprenderemos mucho acerca de la fe y el valor examinando el ejemplo de otro Testigo precristiano, Enoc. Puede que incluso antes de iniciar su carrera profética ya supiera que su fe y valor iban a ser sometidos a prueba. ¿Por qué decimos esto? Pues bien, Jehová había anunciado en el jardín de Edén que habría enemistad entre sus siervos y los del Diablo (Génesis 3:15). Y Enoc sabía que ese odio se había desatado en los comienzos de la historia, cuando Caín asesinó a su hermano Abel. No olvidemos que el padre de ellos, Adán, vivió hasta casi trescientos diez años después del nacimiento de Enoc (Génesis 5:3-18).
14 Pese a todo, el valiente Enoc “siguió andando con el Dios verdadero” y condenó “las cosas ofensivas” que decían contra Jehová algunas personas (Génesis 5:22; Judas 14, 15). Por lo visto, la intrepidez con que defendió la religión verdadera le ganó muchos enemigos, lo que puso en peligro su vida. En este caso, Jehová libró a su profeta de sufrir los dolores de la muerte. Primero le reveló que había “sido [de Su] agrado”, y luego lo transfirió de la vida a la muerte, tal vez durante un trance profético (Hebreos 11:5, 13; Génesis 5:24).
CAPÍTULO 2
Condenó al mundo
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¿Por qué pereció aquel mundo antiguo?
En ciertos sentidos, la civilización antediluviana gozaba de ventajas que nosotros no tenemos hoy día. Por ejemplo, toda la humanidad hablaba una misma lengua (Génesis 11:1). Tal circunstancia favorecería el adelanto de las artes y las ciencias, puesto que requieren el esfuerzo colectivo de muchas personas con diversos talentos. Además, la mayor duración del promedio de vida del que entonces disfrutaban les permitiría seguir sumando conocimientos a lo que ya habían aprendido con el paso de los siglos.
Algunos afirman que la vida en realidad no era tan larga en aquellos días y que los años mencionados en el relato bíblico equivalen a meses. ¿Es cierta dicha aseveración? Pues bien, tomemos el caso de Mahalalel. La Biblia dice: “Mahalalel siguió viviendo sesenta y cinco años. Entonces llegó a ser padre de Jared [...;] todos los días de Mahalalel ascendieron a ochocientos noventa y cinco años, y murió” (Génesis 5:15-17). Si un año representa un mes, ¡Mahalalel llegó a ser padre cuando solo tenía cinco años de edad! La verdad es que las personas de aquel tiempo estaban más cerca de la vitalidad perfecta del primer hombre, Adán. Realmente vivieron durante siglos. ¿Cuáles fueron sus logros?
Muchos siglos antes del Diluvio, la población mundial había aumentado a tal grado que Caín, hijo de Adán, edificó una ciudad, a la que llamó Enoc (Génesis 4:17). Durante la época antediluviana fueron surgiendo varias industrias. Había fraguas donde forjar “toda clase de herramienta de cobre y de hierro” (Génesis 4:22). Es muy probable que se utilizaran estos instrumentos en la construcción, la carpintería, la confección de ropa y la agricultura. Estos oficios se mencionan en los relatos de los primeros habitantes humanos de la Tierra.
El conocimiento acumulado habría permitido que las generaciones sucesivas desarrollaran ciertas especialidades, como la metalurgia, la agronomía, la ganadería, la literatura y las bellas artes. Jubal, por ejemplo, fue el “fundador de todos los que manejan el arpa y el caramillo” (Génesis 4:21). La civilización avanzó enormemente. Sin embargo, todo terminó de súbito. ¿Qué ocurrió?
¿Cuál fue el problema?
A pesar de todas sus ventajas, la sociedad antediluviana tuvo un mal comienzo. Su fundador, Adán, se rebeló contra Dios, y Caín, el edificador de la primera ciudad de la que hay constancia, asesinó a su propio hermano. ¡Con razón se agravó tanto la maldad! Las consecuencias del legado defectuoso que Adán dejó a su prole fueron acumulativas (Romanos 5:12).
Los asuntos estaban llegando a su punto culminante cuando Jehová determinó que permitiría que la situación continuara solo ciento veinte años más (Génesis 6:3). La Biblia dice: “La maldad del hombre abundaba en la tierra, [...] toda inclinación de los pensamientos del corazón de este era solamente mala todo el tiempo [...], y la tierra se llenó de violencia” (Génesis 6:5, 11).
w12 15/4 23 párrs. 5-8
Jehová sabe librar a su pueblo
5 La Biblia señala que Jehová dictó en los cielos la sentencia que hallamos en Génesis 6:3: “No obrará mi espíritu para con el hombre por tiempo indefinido, ya que él también es carne. Por consiguiente, sus días tendrán que llegar a ser ciento veinte años”. ¿Estaba indicando con estas palabras el promedio de vida del ser humano? No. Más bien, lo que estaba dictaminando era cuándo intervendría para borrar la maldad de toda la Tierra. Dado que el Diluvio tuvo lugar en el año 2370 antes de nuestra era, es lógico concluir que Dios hizo esta declaración en el 2490. Para entonces, Noé ya tenía 480 años de edad (Gén. 7:6). Y dos décadas más tarde, en el 2470, nació el primero de sus tres hijos (Gén. 5:32). Faltaban unos cien años para que llegara el Diluvio, y Jehová aún no le había revelado a Noé que desempeñaría una función esencial en la supervivencia del género humano. ¿Cuánto esperó antes de decírselo?
6 Todo indica que Noé no supo lo que iba a hacer Dios sino hasta décadas después. ¿En qué nos basamos para afirmarlo? En la crónica inspirada, la cual señala que cuando se le mandó construir el arca, sus hijos ya eran adultos y estaban casados. Jehová le dijo: “Establezco mi pacto contigo; y tienes que entrar en el arca, tú y tus hijos y tu esposa y las esposas de tus hijos” (Gén. 6:9-18). Por ello, es posible que cuando Noé recibió la comisión de hacer el arca solo quedaran cuarenta o cincuenta años para el Diluvio.
7 Al ir avanzando la construcción, Noé y su familia deben de haberse preguntado cómo se realizaría el propósito divino y cuándo se desataría el Diluvio. Pero su desconocimiento de los detalles no les impidió terminar el arca. Dicen las Escrituras: “Noé procedió a hacer conforme a todo lo que le había mandado Dios. Hizo precisamente así” (Gén. 6:22). Fue tan solo siete días antes de comenzar la inundación —el tiempo justo para que Noé y su familia introdujeran a los animales en el arca— cuando Jehová le reveló la fecha exacta del Diluvio. De este modo, todo estuvo listo “en el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, en el día diecisiete del mes”, el día en que “las compuertas de los cielos fueron abiertas” (Gén. 7:1-5, 11).
8 El relato del Diluvio no solo da fe de la capacidad de Jehová como Señor del Tiempo, sino también como Libertador. Cada vez falta menos para el fin de este mundo, y podemos estar seguros de que todo lo que él se ha propuesto se cumplirá en su momento, sí, en el mismo “día y hora” que ha establecido (Mat. 24:36; léase Habacuc 2:3).
it “Noé” núm. 1 párr. 12
Noé
Rebelión de Nemrod. Noé fue el primer patriarca de la sociedad postdiluviana. (Gé 10:1-32.) Sin embargo, durante su vida la religión falsa resurgió, entonces entre aquellos que estaban bajo el liderazgo de Nemrod, como puede verse en su intento rebelde de edificar “una torre con su cúspide en los cielos” por temor a ser dispersados “por toda la superficie de la tierra”. Esta acción contravenía el mandato de Dios de ‘llenar la tierra’ y también era una rebelión contra la posición de Noé como profeta de Dios. Noé murió aproximadamente dos años antes del nacimiento de Abrahán. Por lo tanto, llegó a ver el juicio de Jehová contra los edificadores de la Torre de Babel, así como la dispersión de esos rebeldes sobre la superficie de la Tierra. Como ni Noé ni Sem participaron en la construcción de la torre, su idioma no fue confundido, sino que continuaron hablando el lenguaje original del hombre, aquel que Dios le había dado a Adán. (Gé 9:1, 28, 29; 11:1-9.)
CAPÍTULO 4
El primer hombre que peleó una guerra justa
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Abrahán, profeta y amigo de Dios
¿Qué se puede decir de la victoria de Abrahán sobre Kedorlaomer, rey de Elam? A principios del siglo XIX se sabía poco de los elamitas. Los críticos de la Biblia rechazaban la idea de que Elam hubiera ejercido influencia en Babilonia, mucho menos en Palestina. Ahora los elamitas presentan una apariencia diferente. La arqueología los revela como una poderosa nación guerrera. La Funk & Wagnalls Standard Reference Encyclopedia dice: “Los elamitas destruyeron la ciudad de Ur alrededor de 1950 a.C. [...] Después ejercieron mucha influencia en los gobernantes de Babilonia”.
Además, se han hallado los nombres de reyes elamitas en inscripciones arqueológicas. Algunos empiezan con la expresión “Kudur”, similar a “Kedor”. Una de las diosas elamitas principales era Lagamar, similar a “laomer”. Por eso, fuentes seglares aceptan ahora a Kedorlaomer como gobernante histórico, y su nombre probablemente significa “Siervo de Lagamar”. Ciertas inscripciones babilonias contienen nombres como los de tres de los reyes invasores... Tudhula (Tidal), Eri-aku (Arioc), y Kudur-lahmil (Kedorlaomer). (Génesis 14:1.) En el libro Hidden Things of God’s Revelation (Cosas ocultas de la revelación de Dios), el Dr. A. Custance añade: “Además de estos nombres había detalles que parecían referirse a sucesos en Babilonia cuando los elamitas establecieron su soberanía sobre aquel país. [...] Estas tablillas concordaban tanto con las Escrituras que los representantes de la alta crítica se apresuraron a atacarlas e hicieron cuanto pudieron para deliberadamente restarles importancia”.
¿Y qué se puede decir de la invasión que lanzaron los cuatro reyes? ¿Hay prueba arqueológica para esto en Transjordania y el Négueb? Sí. En su libro The Archaeology of the Land of Israel (La arqueología de la tierra de Israel), el profesor Yohanan Aharoni menciona que una civilización preisraelita que tenía “impresionantes” poblados en Transjordania y el Négueb desapareció “alrededor de 2000 a.E.C.”. Otros arqueólogos dicen que esto sucedió alrededor de 1900 a.E.C. “En esta época la cerámica del Négueb y la de Transjordania eran iguales, y lo que queda claro es que la civilización terminó de manera súbita y catastrófica”, declara el Dr. Harold Stigers en su Commentary on Genesis. Hasta críticos de la Biblia, como John Van Seters, aceptan la prueba de esto. “Un problema sin resolver es el de adónde se fue esta gente, si se fue a algún sitio, al fin de esta época”, declara en su libro Abraham in History and Tradition.
El capítulo 14 de Génesis da una posible solución a este problema. Según la cronología bíblica, Abrahán llegó a Canaán en 1943 a.E.C. La invasión destructiva por Kedorlaomer tiene que haber ocurrido poco tiempo después. Más tarde en aquel mismo siglo Dios destruyó por fuego las ciudades inmorales de Sodoma y Gomorra. Esto cambió para siempre la ecología del valle inferior del Jordán, que había sido fértil. (Génesis 13:10-13; 19:24, 25.) Ya no lo anhelaban los invasores extranjeros.
it “Mar Salado” párr. 6
Mar Salado
Sodoma y Gomorra. Por lo general se cree que Sodoma y Gomorra estaban situadas cerca del extremo S. del mar Salado. Los reyes de esas ciudades estaban entre los que guerrearon en “la llanura baja de Sidim, es decir, el mar Salado”, lo que da a entender que la llanura baja de Sidim llegó a quedar cubierta por el mar Salado. (Gé 14:3.) La región de Sodoma y Gomorra donde Lot se estableció estaba ‘bien regada, como el jardín de Jehová’. (Gé 13:10-12.) Incluso hoy en día hay abundante vegetación en la llanura situada a lo largo de la costa sudoriental, y se puede cultivar trigo, cebada, dátiles y vides. Las grandes cantidades de betún y sal que se encuentran especialmente en esta zona meridional también encajan con el relato bíblico de Sodoma y Gomorra. (Gé 14:10; 19:24-26.)
it “Salem”
Salem
(Paz).
Ciudad antigua donde Melquisedec fue rey y sacerdote. (Gé 14:18.) La grafía hebrea de “Salem”, incorporada en el nombre Jerusalén, aparece en forma dual, por lo que podría definirse como “paz doble”. Las palabras inspiradas de Hebreos 7:2 confirman que ese término significa “Paz”.
La antigua tradición judía identifica a Salem con Jerusalén, y la Biblia apoya esta conclusión. Abrahán se encontró con el rey de Sodoma y con Melquisedec en la “llanura baja del Rey”. Puesto que fue allí donde Absalón, el hijo del rey David, erigió siglos más tarde un monumento, esta llanura baja debe haber estado cerca de Jerusalén, la capital del reino. (Gé 14:17, 18; 2Sa 18:18.) De hecho, la palabra “Salem” está incorporada en el nombre “Jerusalén”, y el salmista la usó en paralelo con “Sión”. (Sl 76:2.) Además, habría sido propio que Melquisedec fuese rey y sacerdote en el mismo lugar donde más tarde sirvieron los reyes de la línea davídica y el sacerdocio levítico, y donde se ofreció en sacrificio a Jesucristo, el escogido para ser rey y sacerdote “a la manera de Melquisedec”. (Heb 3:1; 7:1-3, 15-17.)
it “Sumo sacerdote” párrs. 27, 28
Sumo sacerdote
El sumo sacerdocio de Jesucristo. El libro bíblico de Hebreos dice que desde que Jesucristo resucitó y entró en el cielo, es un “sumo sacerdote a la manera de Melquisedec para siempre”. (Heb 6:20; 7:17, 21.) Para indicar la grandeza del sacerdocio de Cristo y su superioridad en contraste con el sacerdocio aarónico, el escritor muestra que Melquisedec ocupaba los puestos de rey y sacerdote por designación del Dios Altísimo, no por herencia. Cristo Jesús, que no era de la tribu de Leví, sino de la de Judá, y de la línea de David, no heredó su puesto por ser descendiente de Aarón, sino por nombramiento directo de Dios, como en el caso de Melquisedec. (Heb 5:10.) La promesa registrada en el Salmo 110:4: “Jehová ha jurado (y no sentirá pesar): ‘¡Tú eres sacerdote hasta tiempo indefinido a la manera de Melquisedec!’”, convierte a Cristo en un Rey-Sacerdote celestial. Pero Cristo, además, posee la autoridad del Reino debido a ser descendiente de David, el heredero del Reino prometido en el pacto davídico. (2Sa 7:11-16.) De manera que Jesucristo ejerce las funciones combinadas de rey y sacerdote al igual que Melquisedec.
La sobrepujante excelencia del sumo sacerdocio de Cristo se muestra también por el hecho de que Leví, el progenitor del sacerdocio judío, presentó diezmos a Melquisedec, pues estaba en los lomos de Abrahán cuando el patriarca dio un diezmo al rey-sacerdote de Salem. Además, según ese razonamiento, Leví también fue bendecido por Melquisedec, y la regla es que el menor es bendecido por el mayor. (Heb 7:4-10.) El apóstol también subraya con respecto a Melquisedec que estuvo “sin padre, sin madre, sin genealogía, sin tener principio de días ni fin de vida”, por lo que pudo representar el sacerdocio eterno de Jesucristo, quien ha sido resucitado a “una vida indestructible”. (Heb 7:3, 15-17.)
CAPÍTULO 5
Superó el desafío más difícil de su vida
g 5/12 18, recuadro
La Biblia, un libro de profecías exactas. Parte 1
ABRAHÁN, UN PERSONAJE HISTÓRICO
◼ Unas tablillas de arcilla de principios del segundo milenio a. e. c. incluyen una lista de ciudades cuyos nombres son idénticos a los de algunos parientes de Abrahán. Entre ellas están Péleg, Serug, Nacor, Taré y Harán (Génesis 11:17-32).
◼ En Génesis 11:31 leemos que Abrahán y su familia emigraron de “Ur de los caldeos”, cuyas ruinas fueron descubiertas en el sureste de Irak. La Biblia también dice que su padre, Taré, murió en Harán, que al parecer se ubica en la actual Turquía. Además señala que su esposa, Sara, murió en Hebrón, una de las ciudades más antiguas del Medio Oriente que continúan habitadas (Génesis 11:32; 23:2).
it “Abrahán” párrs. 22, 23
Abrahán
Historicidad. Jesús y sus discípulos aludieron a Abrahán más de setenta veces en sus conversaciones y escritos. En su ilustración del hombre rico y Lázaro, Jesús se refirió a Abrahán en sentido simbólico. (Lu 16:19-31.) Cuando sus opositores se jactaron de que eran prole de Abrahán, él en seguida hizo notar su hipocresía con las palabras: “Si son hijos de Abrahán, hagan las obras de Abrahán”. (Jn 8:31-58; Mt 3:9, 10.) No es, evidentemente, el linaje carnal lo que cuenta, sino que, como dijo el apóstol Pablo, la persona debe tener una fe como la de Abrahán para ser declarada justa. (Ro 9:6-8; 4:1-12.) Pablo también mostró que la verdadera descendencia de Abrahán era Cristo, junto con los que le pertenecen como “herederos respecto a una promesa”. (Gál 3:16, 29.) También habla de la bondad y hospitalidad de Abrahán para con los extraños, y no le pasa por alto en su larga lista de ilustres testigos de Jehová del capítulo 11 de Hebreos. Es Pablo quien explica que las dos mujeres de Abrahán —Sara y Agar— protagonizaron un drama simbólico que tenía que ver con los dos pactos de Jehová. (Gál 4:22-31; Heb 11:8.) Por otra parte, el escritor bíblico Santiago añade que Abrahán apoyó su fe con obras justas y, por lo tanto, se le conoció como “amigo de Jehová”. (Snt 2:21-23.)
Los descubrimientos arqueológicos han confirmado aspectos de la historia bíblica de Abrahán: las ubicaciones geográficas de muchos lugares y costumbres de la época, como la compra del campo a los hititas, la selección de Eliezer como heredero y el trato dado a Agar.
rr 20 párr. 18
“Dios aprobó sus ofrendas”
18 En su larga vida, Abrahán ofreció muchos sacrificios. Pero esos actos solemnes de adoración siempre fueron dirigidos al legítimo destinatario de nuestra adoración: Jehová (Gén. 12:8; 13:18; 15:8-10). ¿Y qué hay de la calidad? ¿Estaba Abrahán listo para darle a Jehová lo mejor? La respuesta quedó clarísima cuando Abrahán demostró que estaba dispuesto a sacrificar a su querido hijo, Isaac. En ese caso, Jehová le explicó con todo detalle el método que debía usar para presentar su sacrificio (Gén. 22:1, 2). Y Abrahán estuvo dispuesto a seguir las indicaciones al pie de la letra. Fue Jehová quien le impidió que matara a su hijo (Gén. 22:9-12). Jehová aceptó los actos de adoración de Abrahán porque sus motivos eran puros. “Abrahán puso su fe en Jehová —escribió Pablo— y fue considerado justo” (Rom. 4:3).
CAPÍTULO 6
Se lanzó a lo desconocido
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En busca de esposa para Isaac
El hombre era un siervo de Abrahán, el “más viejo de su casa”. (Génesis 24:2.) Aunque el relato no lo nombra, por lo visto era Eliezer, a quien en una ocasión Abrahán había llamado “un hijo de mi casa”, y de quien había dicho que le ‘sucedería como heredero’. (Génesis 15:2, 3.) Por supuesto, aquello era cuando Abrahán y Sara no tenían hijos. Ya su hijo, Isaac, contaba 40 años de edad, y a pesar de que Eliezer había dejado de ser el principal heredero de Abrahán, aún era su siervo. Por eso accedió a la difícil petición que le hizo su amo. ¿Cuál fue esta?
w97 1/1 30 párr. 3
En busca de esposa para Isaac
En tiempos de Abrahán, el matrimonio no solo afectaba a la familia, sino también a toda la tribu, o comunidad patriarcal; por consiguiente, los padres acostumbraban elegir el cónyuge de sus hijos. Sin embargo, al buscar esposa para su hijo Isaac, Abrahán se vio en un dilema. Casarlo con una de las hijas de los cananeos de aquellos contornos era inaceptable debido a sus prácticas impías. (Deuteronomio 18:9-12.) Y si bien era uso común que los hombres se casaran dentro de su propia tribu, la parentela de Abrahán vivía a cientos de kilómetros de distancia, en el norte de Mesopotamia. Tampoco podía Abrahán simplemente mandar a Isaac a vivir allá, pues Jehová le había prometido: “A tu descendencia voy a dar esta tierra”, la tierra de Canaán. (Génesis 24:7.) Por lo tanto, Abrahán dijo a Eliezer: “Irás a mi país y a mis parientes, y ciertamente tomarás esposa para mi hijo, para Isaac”. (Génesis 24:4.)
it “Rebeca” párr. 4
Rebeca
El siervo de Abrahán reconoció que su oración había sido contestada, y le regaló a Rebeca una nariguera y dos hermosos brazaletes de oro (que hoy costarían unos 1.350 dólares [E.U.A.]). Ella se los enseñó a la casa de su madre y a su hermano Labán, quien a su vez mostró hospitalidad al visitante y a los servidores que estaban con él. (Gé 24:22-32.) No obstante, antes de comenzar a comer, el hombre comunicó su propósito. En respuesta, Labán y Betuel, su padre, dieron su consentimiento para que Rebeca se casase con Isaac. Luego, el siervo de Abrahán regaló a Rebeca y a su familia preciosos artículos de oro y plata, así como prendas de vestir finas, y después todos comieron juntos. (Gé 24:33-54.) Esta transacción constituyó un contrato matrimonial honorable, no entre Rebeca e Isaac, sino entre los padres de ambos, de acuerdo con la costumbre de la época. De esta forma Rebeca fue prometida a Isaac, y a partir de ese momento era su esposa a todos los efectos.
CAPÍTULO 7
Se enfrentó al peligro para proteger a su familia
w95 15/9 21 párr. 5, nota
Las familias piadosas del pasado son un modelo para nuestros días
Sin embargo, parece que años más tarde, cuando Jacob se mudó a la tierra de Canaán, no se percató de que Dina, su hija, había adoptado la peligrosa costumbre de juntarse con los cananeos paganos. (Génesis 34:1.) Tampoco tomó medidas cuando se enteró de que había objetos paganos en su casa. No obstante, después que Dina fue trágicamente ultrajada por un cananeo, Jacob actuó con decisión. “Aparten los dioses extranjeros que hay en medio de ustedes y límpiense”, ordenó. (Génesis 35:2-4.)
[Nota]
Debe notarse que antes Jacob había tomado medidas firmes para proteger a su familia de la influencia de los cananeos. Había construido un altar cuyo estilo, sin lugar a dudas, lo distinguía de sus vecinos cananeos. (Génesis 33:20; Éxodo 20:24, 25.) Además, asentó su campamento fuera de la ciudad de Siquem y cavó su propio pozo para abastecerse de agua. (Génesis 33:18; Juan 4:6, 12.) Por lo tanto, Dina debió comprender claramente que su padre no deseaba que se juntara con los cananeos.
CAPÍTULO 8
Resistió la tentación
g 11/10 15 párr. 2
Un libro digno de confianza. Primera parte
Títulos y terminología. La exactitud histórica a menudo se manifiesta en los detalles: cosas como las costumbres, el protocolo, y los nombres y títulos de las autoridades. ¿Qué puede decirse a este respecto de Génesis y Éxodo, los dos primeros libros de la Biblia? En su obra New Light on Hebrew Origins (Descubrimientos recientes sobre los orígenes del hebreo), J. Garrow Duncan dice respecto al relato de Génesis sobre José, uno de los hijos del patriarca Jacob, y al libro bíblico de Éxodo: “[Su escritor] estaba totalmente familiarizado con el idioma, las costumbres, las creencias, la vida en la corte, el protocolo y la burocracia de los egipcios”. Y añade: “Utiliza el título correcto, tal como se usaba durante el período al que se hace referencia. [...] De hecho, nada prueba de forma más convincente el conocimiento detallado del mundo egipcio en el antiguo Testamento y la confiabilidad de los escritores que el uso de la palabra faraón en diferentes períodos”. Duncan afirma también: “Cuando [el escritor] lleva a sus personajes ante la presencia del faraón, les hace seguir el protocolo de la corte y utilizar el lenguaje adecuado”.
w96 1/5 11 párr. 4
Dios y el César
4 Jehová consintió que algunos de sus siervos de la época precristiana ocuparan importantes cargos públicos. Por ejemplo, en el siglo XVIII a.E.C. José fue constituido primer ministro de Egipto, el segundo del reino después de Faraón. (Génesis 41:39-43.) Los sucesos ulteriores evidenciaron que Jehová maniobró los asuntos con el fin de que José sirviera de instrumento para preservar la ‘descendencia de Abrahán’ y llevar a término Sus propósitos. Cabe indicar, además, que José fue vendido como esclavo en Egipto y que vivió en una época en que los siervos de Dios no disponían ni de la Ley mosaica ni de “la ley del Cristo”. (Génesis 15:5-7; 50:19-21; Gálatas 6:2.)
w07 1/6 28 párrs. 10, 11
Los mayores: una bendición para los jóvenes
10 Los mayores también pueden influir para bien en sus hermanos cristianos. José, hijo de Jacob, realizó en su vejez un sencillo acto de fe que tuvo un profundo efecto en millones de siervos verdaderos de Jehová que vivieron después. Tenía 110 años cuando “dio mandato respecto a sus huesos”, a saber, que cuando los israelitas por fin abandonaran Egipto, se los llevaran con ellos (Hebreos 11:22; Génesis 50:25). Ese mandato fue para los israelitas un motivo más de esperanza durante los largos años de dura esclavitud que sufrieron tras la muerte de José, pues les garantizaba que un día vendría su liberación.
11 Entre los que se sintieron fortalecidos por la demostración de fe de José estuvo Moisés. A la edad de 80 años, él tuvo el privilegio de sacar aquellos huesos fuera de la tierra de Egipto (Éxodo 13:19). Para aquel tiempo conoció a Josué, un hombre mucho más joven que por los siguientes cuarenta años fue su servidor personal (Números 11:28). Josué lo acompañó al monte Sinaí y lo esperó hasta que descendió con las tablas del Testimonio (Éxodo 24:12-18; 32:15-17). ¡Qué gran caudal de buenos consejos y sabiduría debió hallar Josué en el anciano Moisés!
CAPÍTULO 9
Por su fe, protegieron a Moisés
w03 1/11 8 párrs. 3, 4
Mujeres que regocijaron el corazón de Jehová
3 En los juicios de Nuremberg que tuvieron lugar en Alemania al término de la segunda guerra mundial, muchos acusados de genocidio trataron de excusar sus crímenes aduciendo que simplemente habían obedecido órdenes. Pues bien, comparemos a estas personas con dos parteras israelitas, Sifrá y Puá, que vivieron en el antiguo Egipto durante el reinado de un faraón tiránico a quien no se identifica. Temiendo que la población hebrea creciera, el Faraón ordenó a las parteras que dieran muerte a todo varón hebreo recién nacido. ¿Qué hicieron ellas ante una orden tan horrible? “No hacían como les había hablado el rey de Egipto, sino que conservaban vivos a los varoncitos.” ¿Por qué no sucumbieron estas mujeres al temor al hombre? Porque “temían al Dios verdadero” (Éxodo 1:15, 17; Génesis 9:6).
4 Así es, aquellas parteras se refugiaron en Jehová, y él fue un “escudo” para ellas, protegiéndolas de la ira del Faraón (2 Samuel 22:31; Éxodo 1:18-20). Pero Jehová no solo las bendijo de esta forma. También recompensó a Sifrá y Puá concediéndoles tener su propia familia, e incluso las honró haciendo que sus nombres y hechos quedaran recogidos en su Palabra inspirada para generaciones futuras, mientras que el nombre de aquel Faraón se ha perdido en las arenas del tiempo (Éxodo 1:21; 1 Samuel 2:30b; Proverbios 10:7).
it “Partera”
Partera
El término hebreo para “partera” es el participio femenino del verbo ya·ládh (alumbrar, dar a luz), y se refiere a la comadrona, la mujer que ayuda o asiste a la parturienta en el alumbramiento, corta el cordón umbilical y lava a la criatura. (Véase NACIMIENTO.) En tiempos antiguos frotaba al recién nacido con sal y lo envolvía en bandas de tela. (Eze 16:4.)
Tanto los amigos íntimos o parientes como las mujeres de más edad de la comunidad en ocasiones asistían en el alumbramiento, pero debido a que se necesita conocimiento especial, destreza y experiencia, sobre todo en los partos difíciles, solo unas pocas mujeres hacían de ello su profesión. En el caso del nacimiento de Benjamín, “mientras [Raquel] experimentaba dificultad en el parto”, la partera pudo asegurarle que tendría aquel hijo, aunque Raquel misma murió. (Gé 35:16-19.) Durante el complicado parto que tuvo Tamar al dar a luz gemelos —Pérez y Zérah—, la partera estuvo alerta para determinar quién sería el primogénito. Cuando Zérah “extendió la mano”, rápidamente le ató un marcador de color escarlata. Sin embargo, él retiró la mano y su hermano salió primero, lo que le provocó a Tamar una ruptura perineal. (Gé 38:27-30.)
Durante la esclavitud de los israelitas en Egipto, las parteras se encontraron en una situación muy crítica y peligrosa: el Faraón llamó a dos de ellas, Sifrá y Puá, y les mandó que dieran muerte a todos los hijos varones de los hebreos en cuanto nacieran. Probablemente estas dos mujeres eran las parteras principales y tenían la responsabilidad de transmitir las órdenes del rey a sus compañeras. No obstante, “las parteras temían al Dios verdadero, y no hacían como les había hablado el rey de Egipto, sino que conservaban vivos a los varoncitos”. Por esta razón el Faraón les pidió explicaciones cuando dijo: “¿Por qué han hecho esta cosa[?]”. A esto las parteras fingieron que el asunto estaba fuera de su control e insistieron en que las mujeres hebreas eran “vigorosas”, por lo que daban a luz ‘antes que la partera pudiera entrar a donde ellas’. (Éx 1:15-19.) Por haber temido a Jehová y haberse negado a cometer infanticidio, Jehová las bendijo y recompensó concediéndoles tener su propia familia. (Éx 1:20, 21.)
w03 1/11 8, 9 párrs. 3-5
Mujeres que regocijaron el corazón de Jehová
3 En los juicios de Nuremberg que tuvieron lugar en Alemania al término de la segunda guerra mundial, muchos acusados de genocidio trataron de excusar sus crímenes aduciendo que simplemente habían obedecido órdenes. Pues bien, comparemos a estas personas con dos parteras israelitas, Sifrá y Puá, que vivieron en el antiguo Egipto durante el reinado de un faraón tiránico a quien no se identifica. Temiendo que la población hebrea creciera, el Faraón ordenó a las parteras que dieran muerte a todo varón hebreo recién nacido. ¿Qué hicieron ellas ante una orden tan horrible? “No hacían como les había hablado el rey de Egipto, sino que conservaban vivos a los varoncitos.” ¿Por qué no sucumbieron estas mujeres al temor al hombre? Porque “temían al Dios verdadero” (Éxodo 1:15, 17; Génesis 9:6).
4 Así es, aquellas parteras se refugiaron en Jehová, y él fue un “escudo” para ellas, protegiéndolas de la ira del Faraón (2 Samuel 22:31; Éxodo 1:18-20). Pero Jehová no solo las bendijo de esta forma. También recompensó a Sifrá y Puá concediéndoles tener su propia familia, e incluso las honró haciendo que sus nombres y hechos quedaran recogidos en su Palabra inspirada para generaciones futuras, mientras que el nombre de aquel Faraón se ha perdido en las arenas del tiempo (Éxodo 1:21; 1 Samuel 2:30b; Proverbios 10:7).
5 ¿Hay en la actualidad mujeres como Sifrá y Puá? Desde luego que sí. Año tras año, miles de mujeres predican sin temor el mensaje bíblico de salvación en países donde lo prohíbe “la orden del rey”, arriesgando así su libertad e incluso su misma vida (Hebreos 11:23; Hechos 5:28, 29). Motivadas por el amor a Dios y al prójimo, estas valientes mujeres no permiten que nadie les impida llevar las buenas nuevas del Reino de Dios, por lo que muchas de ellas afrontan oposición y persecución (Marcos 12:30, 31; 13:9-13). Al igual que en el caso de Sifrá y Puá, Jehová está muy al tanto de los hechos de estas intrépidas y excelentes mujeres, y les demostrará su amor conservando sus nombres en “el libro de la vida” si aguantan fielmente hasta el fin (Filipenses 4:3; Mateo 24:13).
CAPÍTULO 10
Tomó la mejor decisión
w02 15/6 10 párrs. 2-5
Algo mayor que los tesoros de Egipto
“[Jokébed] se llevó al niño y lo crió. Y creció el niño. Entonces ella lo trajo a la hija de Faraón, de modo que él vino a ser para esta un hijo.” (Éxodo 2:9, 10.) La Biblia no dice cuánto tiempo vivió Moisés con sus padres naturales. Hay quienes creen que fue hasta el destete, cuando contaría dos o tres años de edad, pero pudo ser más tiempo. Éxodo solo dice que “creció” con sus padres, no hasta cuándo estuvo con ellos. En cualquier caso, Amram y Jokébed sin duda usaron el tiempo del que dispusieron para hacer consciente a su hijo de su origen hebreo y enseñarle los caminos de Jehová. Solo el tiempo diría qué efecto tendrían la fe y el amor a la justicia que ellos habían inculcado en el corazón de Moisés.
Una vez devuelto a la hija de Faraón, Moisés fue instruido “en toda la sabiduría de los egipcios” (Hechos 7:22), lo que implicaba educarlo para desempeñar cargos gubernamentales. Los amplios conocimientos egipcios incluían matemáticas, geometría, arquitectura, construcción y otras artes y ciencias. Es de suponer que la familia real también quisiera que aprendiera la religión egipcia.
Moisés posiblemente recibió esa educación privilegiada junto con otros descendientes reales. Entre los que se beneficiaron de ella estuvieron “los hijos de gobernantes extranjeros enviados a Egipto o hechos cautivos para ser ‘civilizados’ y que luego regresaban para gobernar como vasallos” fieles a Faraón (The Reign of Thutmose IV, de Betsy M. Bryan). Parece ser que las guarderías de los palacios reales preparaban a los jóvenes para que fueran oficiales de la corte. Algunas inscripciones del Imperio medio y nuevo de Egipto revelan que varios asistentes de Faraón y gobernantes de alto rango conservaron, aun de adultos, el honorable título de “Hijo de la guardería”.
La vida en la corte sometería a prueba a Moisés. Ofrecía riqueza, lujo y poder. También presentaba peligros morales. ¿Cómo reaccionaría Moisés? ¿A qué sería leal? ¿Era en su corazón un adorador de Jehová, un hermano de los hebreos oprimidos, o prefería todo lo que podía ofrecerle el Egipto pagano?
it “Egipto, egipcio” párr. 28
Egipto, egipcio
Creencias con respecto a los muertos. En la religión egipcia se daba mucha importancia al cuidado de los muertos y a la preocupación por asegurar su bienestar y felicidad después del “cambio” o muerte. La creencia en la reencarnación o transmigración del alma fue una de las doctrinas más extendidas. Se creía que debía conservarse el cuerpo humano a fin de que el alma pudiese regresar y usarlo de vez en cuando. Los egipcios embalsamaban a sus muertos debido a esta creencia. La tumba en la que se colocaba al difunto momificado se consideraba el “hogar” del difunto. Las pirámides eran residencias colosales para los regios difuntos. Las necesidades y lujos de la vida, como joyas, ropa, muebles y suministros de alimento, se almacenaban en las tumbas para uso futuro del difunto, junto con sortilegios escritos y encantamientos (por ejemplo, el “Libro de los Muertos”) para protegerle de los espíritus inicuos. (GRABADO, vol. 1, pág. 533.) Sin embargo, estos encantamientos no los protegieron de los ladrones de tumbas, que con el tiempo saquearon casi todas las tumbas de cierta importancia.
it “Madián, madianitas” núm. 2 párrs. 1, 2
Madián, madianitas
2. A los descendientes de Madián, el hijo de Abrahán, se les llama de manera genérica “Madián” y “madianitas” (Nú 31:2, 3), aunque parece que la Biblia se refiere a ellos en algunas ocasiones como ismaelitas. (Compárese con Gé 37:25, 27, 28, 36; 39:1; Jue 8:22, 24.) Esto puede indicar que los descendientes de Abrahán por la línea de sus hijos Ismael y Madián tenían costumbres muy parecidas, y que tal vez ambos pueblos llegaron a unirse al casarse sus miembros entre sí. También parece ser que al menos a algunos de los quenitas se les conocía como madianitas, como, por ejemplo, Hobab, el cuñado de Moisés. Puesto que a los quenitas se les menciona como pueblo antes del nacimiento de Madián, debe entenderse que Hobab era madianita solo desde un punto de vista geográfico. (Gé 15:18, 19; Nú 10:29; Jue 1:16; 4:11; véanse ISMAELITAS; QUENITA.)
Siendo descendientes de Abrahán, es probable que la lengua madianita fuera muy parecida a la hebrea. Gedeón al parecer no tuvo ninguna dificultad en entender a los madianitas. (Jue 7:13-15; 8:18, 19.) Sin embargo, también es posible que hubiera aprendido ese idioma, pues Israel estuvo bajo dominación madianita durante siete años. (Jue 6:1.)
CAPÍTULO 11
“Preséntate ante el faraón”
w14 15/4 8 párr. 1
¿Vemos a “Aquel que es invisible”?
EL FARAÓN era un poderoso gobernante. Los egipcios lo consideraban un dios. Según cierta obra, creían que “superaba en sabiduría y fuerza a todo otro ser” (When Egypt Ruled the East [Cuando Egipto gobernaba el Este]). Para que sus súbditos le temieran, llevaba una corona con la figura de una cobra lista para atacar: una advertencia de que los enemigos del rey serían aniquilados rápidamente. Podemos imaginar cómo se sintió Moisés cuando Jehová le dijo: “Déjame enviarte a Faraón, y saca tú de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel” (Éx. 3:10).
it “Dioses y diosas” párrs. 24-26
Dioses y diosas
Las diez plagas. Por medio de las plagas con las que Jehová azotó a los egipcios, humilló a sus dioses y ejecutó juicio sobre ellos. (Éx 12:12; Nú 33:4; GRABADOS, vol. 2, pág. 530.) La primera plaga, la transformación del Nilo y de todas las aguas de Egipto en sangre, trajo deshonra sobre el dios-Nilo Hapi. La muerte de los peces en el Nilo también fue un golpe a la religión de Egipto, pues ciertas clases de peces se veneraban y hasta se momificaban. (Éx 7:19-21.) La rana, símbolo de fertilidad y resurrección para los egipcios, estaba consagrada a la diosa-rana Heqet. Por lo tanto, la plaga de las ranas humilló a esta diosa. (Éx 8:5-14.) La tercera plaga llevó a los sacerdotes practicantes de magia a reconocer su derrota cuando resultaron incapaces de convertir el polvo en jejenes por medio de sus artes ocultas. (Éx 8:16-19.) Al dios Thot se le atribuía la invención de la magia o las artes ocultas, pero ni siquiera este dios pudo ayudar a los sacerdotes practicantes de magia para que imitaran la tercera plaga.
La línea de demarcación entre los egipcios y los adoradores del Dios verdadero quedó trazada claramente a partir de la cuarta plaga. Aunque los enjambres de tábanos invadieron las casas de los egipcios, en la tierra de Gosén los israelitas no fueron afectados. (Éx 8:23, 24.) La siguiente plaga, la peste sobre el ganado, humilló a deidades como la diosa-vaca Hator, Apis y la diosa-cielo Nut, a la que se imaginaban como una vaca con las estrellas fijadas en su vientre. (Éx 9:1-6.) La plaga de diviesos supuso la deshonra de las deidades que, según se creía, poseían facultades curativas, como Thot, Isis y Ptah. (Éx 9:8-11.) La severa tormenta de granizo humilló a aquellos dioses que se pensaba que controlaban los elementos de la naturaleza, como por ejemplo: Reshpu, quien según se creía controlaba los relámpagos, y Thot, de quien se decía que tenía poder sobre la lluvia y el trueno. (Éx 9:22-26.) La plaga de langostas fue una derrota para los dioses que, según los egipcios, aseguraban una cosecha abundante, uno de los cuales era el dios de la fertilidad, Min, al que consideraban un protector de las cosechas. (Éx 10:12-15.) Entre las deidades que la plaga de oscuridad vejó estuvieron los dioses solares, como Ra y Horus, y también Thot, el dios de la Luna, que, según opinaban, era quien controlaba el Sol, la Luna y las estrellas. (Éx 10:21-23.)
La muerte del primogénito resultó en la máxima humillación para los dioses y las diosas egipcios. (Éx 12:12.) Los gobernantes de Egipto en realidad se llamaban a sí mismos dioses, los hijos de Ra o Amón-Ra. Se alegaba que Ra o Amón-Ra tenía coito con la reina. Por lo tanto, a su hijo se le consideraba un dios encarnado y era dedicado a Ra o Amón-Ra en su templo. De modo que la muerte del primogénito del faraón suponía en realidad la muerte de un dios. (Éx 12:29.) Este hecho en sí debió ser un golpe severo para la religión de Egipto, sin mencionar la completa impotencia de todas las deidades para salvar de la muerte a los primogénitos de los egipcios. (Véase AMÓN núm. 4.)
it “Éxodo” párrs. 46-51
Éxodo
Anchura y profundidad del lugar por donde pasaron. Puesto que Israel cruzó el mar en una noche, difícilmente se podría pensar que la división de las aguas dejó solo un canal estrecho. La anchura bien pudo haber sido de un kilómetro o más. Un grupo tan grande, con sus carros, su equipaje y su ganado, ocuparía una superficie de unos 8 Km.2, aunque avanzara en formación compacta. Parece, por lo tanto, que la abertura del mar permitió a los israelitas cruzar en una formación bastante ancha. Si la formación hubiera sido de 1,5 Km. de ancho, la columna israelita habría tenido unos 5 Km. de largo. Si el ancho hubiese alcanzado los 2,5 Km., su largo habría sido al menos de 3 Km. A una columna de estas dimensiones le hubiera tomado varias horas atravesar el lecho del mar. Mientras mantuvieran la formación de batalla y no fueran presa del pánico, avanzarían con considerable rapidez.
Si no hubiera sido por la nube, los egipcios los habrían alcanzado con facilidad y hubieran dado muerte a muchos. (Éx 15:9.) Cuando los israelitas entraron en el mar y la nube empezó a moverse hacia adelante para revelar este hecho a los egipcios, estos emprendieron la persecución. De nuevo se ve la necesidad de que el lecho seco del mar tuviese suficiente anchura, pues el tamaño de las fuerzas militares de Faraón era considerable. Concentrados en la destrucción y la recuperación de sus esclavos, todo el ejército se adentró en el lecho seco del mar. Luego, durante la vigilia matutina (de las dos a las seis de la mañana, aproximadamente), Jehová miró desde la nube y empezó a poner en confusión el campamento de los egipcios, quitando las ruedas de sus carros. (Éx 14:24, 25.)
Cuando se acercaba la mañana, los israelitas habían llegado a salvo a la orilla oriental del mar Rojo. Entonces Jehová le ordenó a Moisés que extendiera su mano para que las aguas retrocedieran sobre los egipcios. Con esto, “el mar empezó a volver a su estado normal” y los egipcios comenzaron a huir para no encontrarse con él. Este detalle también indica que las aguas se habían abierto con amplitud, porque un canal estrecho los habría engullido en un momento. Los egipcios huyeron de los muros de agua que los encerraban con la intención de ganar la orilla occidental, pero las aguas siguieron convergiendo hasta que se hicieron tan profundas que cubrieron todos los carros de guerra y a los soldados de caballería que pertenecían a las fuerzas militares de Faraón. No sobrevivió ni un egipcio.
Es obvio que sería imposible que una inundación de este tipo se produjera en una zona pantanosa, y más en caso de que fuera poco profunda, ya que los cuerpos muertos no habrían sido arrojados a la orilla, como en realidad sucedió, de manera que “Israel alcanzó a ver a los egipcios muertos en la orilla del mar”. (Éx 14:22-31; MAPA y GRABADO, vol. 1, pág. 537.)
Aguas “cuajadas”. De acuerdo con el relato bíblico, las aguas agitadas se cuajaron para permitir el paso de Israel. (Éx 15:8.) Aunque varias versiones indican que las aguas “se congelaron” (BC; CI; MK; Val, 1989), la mayoría de las traducciones (NC, NBE, Val y otras) emplean el verbo “cuajar”. Otras dicen que ‘se hicieron compactas’ (LT) o “se condensaron” (Ga). Este mismo verbo hebreo aparece en Job 10:10 con relación al proceso de cuajar la leche. Por consiguiente, la expresión mencionada no significa necesariamente que las paredes de agua se congelaron hasta solidificarse, sino que su consistencia cuajada bien pudo asemejarse a la de la gelatina. No había nada visible que contuviese las aguas del mar Rojo, por lo que daban la apariencia de estar endurecidas, cuajadas o espesadas, de manera que podían mantenerse como muros a cada lado de los israelitas, sin desplomarse sobre ellos y engullirlos. Así le parecieron a Moisés cuando un fuerte viento del E. dividió las aguas y secó el lecho para que no estuviera fangoso ni helado, sino que la multitud pudiera atravesarlo con facilidad.
El paso abierto en el mar tenía la suficiente anchura como para que unos tres millones de israelitas pudieran llegar a la orilla oriental a la mañana siguiente. Luego, las aguas cuajadas a ambos lados empezaron a volver a su estado normal, y arrollaron y sumergieron a los egipcios mientras Israel contemplaba desde la orilla oriental cómo Jehová libraba milagrosamente a una nación de manos de una potencia mundial. Vieron el cumplimiento literal de las palabras de Moisés: “Los egipcios que ustedes realmente ven hoy, no los volverán a ver, no, nunca jamás”. (Éx 14:13.)
CAPÍTULO 12
Luchó lealmente a favor de su Dios
w06 15/6 16 párrs. 1, 2
“Cuida de esta vid”
LOS doce espías exploraron la Tierra Prometida. Moisés les había dicho que observaran a los habitantes y que trajeran muestras del producto de la tierra. ¿Qué producto les llamó más la atención? Cerca de Hebrón encontraron una viña cuyas uvas eran tan grandes que se requirieron dos espías para cargar un solo racimo. Tan impresionante era la cosecha que los espías llamaron a aquella zona fértil “el valle torrencial de Escol”, o “Racimo [de Uvas]” (Números 13:21-24; nota).
Una persona que visitó Palestina en el siglo XIX informó: “En Escol, o valle de la Uva [...], aún abundan las vides, y las uvas son las mejores y más grandes de Palestina”. Aunque las vides de Escol eran sobresalientes, en tiempos bíblicos se producían buenas uvas en muchas regiones de Palestina. Los registros egipcios indican que los faraones importaban vino de Canaán.
w04 15/10 17 párrs. 11, 12
“Ve de un sitio a otro en la tierra”
11 Los mapas se usan para encontrar lugares, pero ¿cree usted que podrían ayudarnos a entender cómo piensa la gente? Tomemos como ejemplo a los israelitas que se dirigieron a la Tierra Prometida desde el monte Sinaí. Tras algunas paradas en el camino, por fin llegaron a Qadés (o Qadés-barnea). Deuteronomio 1:2 dice que se necesitaban once días para cubrir esta distancia de unos 270 kilómetros. Desde allí, Moisés envió a los doce espías a la Tierra Prometida (Números 10:12, 33; 11:34, 35; 12:16; 13:1-3, 25, 26). Los espías se dirigieron hacia el norte atravesando el Négueb, probablemente pasaron por Beer-seba y luego por Hebrón, para alcanzar los límites septentrionales de la Tierra Prometida (Números 13:21-24). Por hacer caso del informe desalentador de los diez espías, los israelitas tuvieron que vagar cuarenta años por el desierto (Números 14:1-34). ¿Qué revela este incidente respecto a su fe y su disposición a confiar en Jehová? (Deuteronomio 1:19-33; Salmo 78:22, 32-43; Judas 5.)
12 Reflexione en este asunto desde un punto de vista geográfico. Si los israelitas hubieran ejercido fe y hubieran seguido el consejo de Josué y Caleb, ¿habrían tenido que viajar mucho para llegar a la Tierra Prometida? Qadés estaba a unos 16 kilómetros del lugar donde habían residido Isaac y Rebeca, Beer-lahai-roí, el cual se hallaba a menos de 95 kilómetros de Beer-seba, la ciudad que constituía el límite meridional de la Tierra Prometida (Génesis 24:62; 25:11; 2 Samuel 3:10). Si tenemos en cuenta que habían viajado desde Egipto hasta el monte Sinaí y desde allí habían recorrido 270 kilómetros hasta Qadés, podría decirse que estaban a las puertas de la Tierra Prometida. En nuestro caso, estamos en el umbral del prometido Paraíso terrestre. ¿Qué lección nos enseña este relato? El apóstol Pablo enlazó lo ocurrido a los israelitas con este consejo: “Hagamos, por lo tanto, lo sumo posible para entrar en ese descanso, por temor de que alguien caiga en el mismo modelo de desobediencia” (Hebreos 3:16-4:11).
w06 1/10 18 párr. 11
La fe y el temor de Dios nos infunden valor
11 La fe verdadera no es estática, sino que crece a medida que vivimos la verdad y vamos ‘gustando’ los beneficios de la conducta cristiana, ‘viendo’ las respuestas a nuestras oraciones y percibiendo de otras maneras que Jehová dirige nuestros pasos (Salmo 34:8; 1 Juan 5:14, 15). Estamos seguros de que la fe de Josué y Caleb se fortaleció al constatar por sí mismos la bondad de Dios (Josué 23:14). Tan solo pensemos en lo siguiente: en conformidad con la promesa divina, habían sobrevivido cuatro décadas en el desierto (Números 14:27-30; 32:11, 12). Luego se les había dejado participar activamente en la conquista de Canaán los siguientes seis años. Ahora, por fin podían disfrutar de larga vida, buena salud e incluso de sus propias tierras. ¡Qué generoso es Jehová al recompensar a quienes le sirven con valor y lealtad! (Josué 14:6, 9-14; 19:49, 50; 24:29.)
w06 1/10 16-19 párrs. 1-12
La fe y el temor de Dios nos infunden valor
EN EL año 1473 antes de nuestra era, la nación de Israel estaba lista para entrar en la Tierra Prometida. Como bien indicó Moisés, haría frente a dificultades: “Hoy vas a cruzar el Jordán para entrar y desposeer a naciones más grandes y más fuertes que tú, ciudades grandes y fortificadas hasta los cielos, un pueblo grande y alto, los hijos de los anaquim, acerca de quienes [...] has oído decir: ‘¿Quién puede mantenerse firme delante de los hijos de Anaq?’” (Deuteronomio 9:1, 2). En efecto, el tamaño de aquellos guerreros era proverbial. Y algunos ejércitos cananeos estaban muy bien equipados, pues disponían de caballería y de carros armados con hoces en las ruedas (Jueces 4:13).
2 Por otro lado, la nación de Israel había vivido en esclavitud y acababa de pasar cuarenta años en el desierto. Humanamente hablando, las probabilidades de derrotar a los cananeos eran muy pocas. No obstante, Moisés tenía fe; podía ‘ver’ a Jehová dirigiéndolos (Hebreos 11:27). Por eso le dijo al pueblo: “Jehová tu Dios va a cruzar delante de ti. [...] Él los aniquilará, y él mismo los sojuzgará delante de ti” (Deuteronomio 9:3; Salmo 33:16, 17). Después de la muerte de Moisés, Jehová volvió a prometer su apoyo a Josué: “Levántate, cruza este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que les voy a dar a ellos, a los hijos de Israel. Nadie se plantará con firmeza delante de ti en todos los días de tu vida. Tal como resulté estar con Moisés resultaré estar contigo” (Josué 1:2, 5).
3 Para recibir el apoyo y la dirección de Jehová, Josué tenía que leer la Ley de Dios, meditarla y aplicarla en su vida. Si así lo hacía, contaba con la siguiente garantía divina: “Entonces tendrás éxito en tu camino y entonces actuarás sabiamente. ¿No te he dado orden yo? Sé animoso y fuerte. No sufras sobresalto ni te aterrorices, porque Jehová tu Dios está contigo adondequiera que vayas” (Josué 1:8, 9). Josué escuchó a Dios; por ello fue animoso y fuerte y cosechó grandes éxitos. Sin embargo, la inmensa mayoría de las personas de su edad no hicieron caso a Jehová, de modo que fracasaron y murieron en el desierto.
Un pueblo incrédulo y cobarde
4 Cuarenta años antes, cuando Israel se acercaba por primera vez a Canaán, Moisés envió a doce hombres a espiar la tierra. Diez de ellos regresaron asustados y se pusieron a decir: “Toda la gente que vimos en medio de ella son hombres de tamaño extraordinario. Y allí vimos a los nefilim, los hijos de Anaq, que son de los nefilim; de modo que llegamos a ser a nuestros propios ojos como saltamontes”. Pero ¿era “toda la gente” tan gigantesca como los anaquim? De ningún modo. ¿Y eran los anaquim descendientes de los nefilim antediluvianos? ¡Claro que no! Lo cierto es que, a consecuencia de estas exageraciones, cundió el pánico en el campamento y la gente hasta quería volverse a Egipto, donde había vivido en esclavitud (Números 13:31-14:4).
5 Sin embargo, los otros dos espías, Josué y Caleb, estaban deseosos de entrar en la Tierra Prometida, de modo que dijeron: “[Los cananeos] son pan para nosotros. Su amparo se ha apartado de sobre ellos, y Jehová está con nosotros. No los teman” (Números 14:9). ¿Se trataba acaso de ciego optimismo? Ni mucho menos. Al igual que el resto de la nación, ellos habían visto cómo Jehová humillaba con las diez plagas al poderoso Egipto y sus dioses; y luego habían contemplado cómo ahogaba a Faraón y sus ejércitos en el mar Rojo (Salmo 136:15). Es obvio que el miedo de los diez espías y de quienes les hicieron caso carecía de justificación. De ahí que Jehová expresara cuánto le dolía esa actitud: “¿Hasta cuándo me tratará sin respeto este pueblo, y hasta cuándo no pondrán fe en mí por todas las señales que he ejecutado en medio de ellos?” (Números 14:11).
6 Jehová señaló directamente la raíz del problema: la cobardía del pueblo se debía a la falta de fe. Ciertamente, la fe y el valor van de la mano; tanto es así que el apóstol Juan escribió lo siguiente acerca de la congregación cristiana y su lucha espiritual: “Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). En tiempos modernos, una fe comparable a la de Josué y Caleb ha permitido que los testigos de Jehová prediquemos las buenas nuevas del Reino, sin importar que seamos jóvenes o ancianos, fuertes o débiles. No ha habido un solo enemigo capaz de acallar a este ejército lleno de fuerza y valentía (Romanos 8:31).
No nos ‘retraigamos’
7 Hoy, los siervos de Jehová predicamos con valor las buenas nuevas porque tenemos la misma actitud que Pablo, quien escribió: “No somos de la clase que se retrae para destrucción, sino de la clase que tiene fe que resulta en conservar viva el alma” (Hebreos 10:39). Cuando el apóstol habla de ‘retraerse’, no se refiere a un temor pasajero, pues muchos siervos fieles de Dios han sentido a veces miedo (1 Samuel 21:12; 1 Reyes 19:1-4). Más bien, como explica un diccionario bíblico, Pablo utiliza un verbo que significa “retroceder, retirarse”, “ser remiso en mantener la verdad”, y pudiera aludir a una metáfora basada en la técnica de “arriar una vela y por ello reducir la velocidad” en el servicio a Dios. Claro, las personas firmes en la fe ni siquiera se plantean “reducir la velocidad” ante la persecución, la mala salud o cualquier otra dificultad. Más bien, continúan sirviendo a Jehová, conscientes de que él las ama muchísimo y de que conoce a la perfección lo limitadas que están (Salmo 55:22; 103:14). ¿Tiene usted una fe así?
8 En cierta ocasión, los apóstoles vieron que les faltaba fe, y por ello le pidieron a Jesús: “Danos más fe” (Lucas 17:5). Aquella súplica sincera recibió respuesta, particularmente el día de Pentecostés del año 33, al descender sobre los discípulos el espíritu santo prometido y concederles un mayor entendimiento de la Palabra y el propósito de Dios (Juan 14:26; Hechos 2:1-4). Así, con su fe fortalecida, los discípulos emprendieron una campaña de predicación que superaría la hostilidad que afrontaban y difundiría las buenas nuevas por “toda la creación que está bajo el cielo” (Colosenses 1:23; Hechos 1:8; 28:22).
9 Si queremos que nuestra fe crezca y nos permita seguir en el ministerio, nosotros también debemos leer y meditar las Escrituras, y pedirle a Jehová espíritu santo. Al igual que Josué, Caleb y los primeros cristianos, hemos de tener grabada la verdad divina en nuestra mente y corazón. Solo así contaremos con la fe que nos dará el valor necesario para perseverar en la lucha espiritual hasta obtener el triunfo (Romanos 10:17).
La fe no es solo cuestión de creer
10 Como mostraron los fieles de la antigüedad, la fe que produce valor y perseverancia implica más que creer en Dios (Santiago 2:19). Exige conocer a Jehová como persona y confiar plenamente en él (Salmo 78:5-8; Proverbios 3:5, 6). Significa creer de todo corazón que lo mejor en la vida es seguir las leyes y principios divinos (Isaías 48:17, 18). La fe también implica tener la certeza absoluta de que Jehová cumplirá todas sus promesas y será “remunerador de los que le buscan solícitamente” (Hebreos 11:1, 6; Isaías 55:11).
11 La fe verdadera no es estática, sino que crece a medida que vivimos la verdad y vamos ‘gustando’ los beneficios de la conducta cristiana, ‘viendo’ las respuestas a nuestras oraciones y percibiendo de otras maneras que Jehová dirige nuestros pasos (Salmo 34:8; 1 Juan 5:14, 15). Estamos seguros de que la fe de Josué y Caleb se fortaleció al constatar por sí mismos la bondad de Dios (Josué 23:14). Tan solo pensemos en lo siguiente: en conformidad con la promesa divina, habían sobrevivido cuatro décadas en el desierto (Números 14:27-30; 32:11, 12). Luego se les había dejado participar activamente en la conquista de Canaán los siguientes seis años. Ahora, por fin podían disfrutar de larga vida, buena salud e incluso de sus propias tierras. ¡Qué generoso es Jehová al recompensar a quienes le sirven con valor y lealtad! (Josué 14:6, 9-14; 19:49, 50; 24:29.)
12 La bondad amorosa con que Dios trató a Josué y Caleb nos trae a la memoria las siguientes palabras del salmista: “Has engrandecido tu dicho aun sobre todo tu nombre” (Salmo 138:2). Así es: cuando Jehová vincula su nombre a una promesa, el cumplimiento de dicha promesa queda “engrandecido”, pues supera toda expectativa (Efesios 3:20). Como vemos, Jehová nunca defrauda a quienes se ‘deleitan’ en él (Salmo 37:3, 4).
CAPÍTULO 13
Siguió instrucciones extrañas
w09 1/12 17 párr. 4, nota
Él quiere que nos vaya bien
Para que así fuera, Jehová le aconsejó lo siguiente: “Cuid[a] de hacer conforme a toda la ley que Moisés mi siervo te mandó” (versículo 7). En efecto, Josué podría encontrar fuerza y valor en los libros de la Biblia que ya se habían escrito para aquella época. Ahora bien, no era suficiente con poseer aquellos libros; si quería obtener verdadero provecho, tenía que hacer más.
[Nota]
Seguramente, los únicos escritos inspirados disponibles en ese tiempo eran los que se atribuyen a Moisés: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Job y uno o dos salmos.
w98 15/9 21 párr. 8
¿Es Dios real para usted?
Por ejemplo, lea la profecía sobre el castigo por la reconstrucción de Jericó y luego analice su cumplimiento. Josué 6:26 dice: “Josué hizo que en aquel tiempo en particular se pronunciara un juramento, y dijo: ‘Maldito sea delante de Jehová el hombre que se levante y de veras edifique esta ciudad, aun a Jericó. Pagando con la pérdida de su primogénito eche los fundamentos de ella, y pagando con la pérdida del menor de los suyos ponga sus puertas’”. El cumplimiento llegó unos quinientos años más tarde, pues leemos en 1 Reyes 16:34: “En sus días [del rey Acab] Hiel el betelita edificó a Jericó. Pagando con la pérdida de Abiram, su primogénito, colocó el fundamento de ella, y pagando con la pérdida de Segub, el menor de los suyos, puso sus puertas, conforme a la palabra de Jehová que él había hablado por medio de Josué hijo de Nun”. Solo un Dios real pudo inspirar esas profecías y hacer que se cumplieran.
CAPÍTULO 14
Puso a Jehová por encima de su propio pueblo
it “Prostituta” párr. 16
Prostituta
Rahab. Rahab es un ejemplo de una prostituta que expresó fe en Dios y fue declarada justa. (Snt 2:25.) Los espías que Josué envió a Jericó se alojaron en la casa de Rahab. (Jos 2:1.) No sería razonable suponer que lo hicieron movidos por un interés inmoral. A este respecto, C. F. Keil y F. Delitzsch hacen el siguiente comentario en su obra Commentary on the Old Testament (1973, vol. 2, “Joshua”, pág. 34): “Entrar en la casa de una mujer de su condición no hubiese despertado mucha sospecha. Además, el hecho de que la casa estuviese junto al muro o sobre él les facilitaría la huida. Pero el Señor guió de tal modo a los espías, que hallaron en esta pecadora a la persona idónea para sus propósitos, una mujer en cuyo corazón hicieron tal impresión los informes sobre la liberación milagrosa que el Dios vivo había realizado en favor de Israel, que no solo les informó del abatimiento que había sobrecogido a los cananeos, sino que, además, con plena confianza en el poder del Dios de Israel, escondió a los espías de todas las pesquisas de sus coterráneos, pese al gran riesgo que eso supuso para ella”. Si se tiene presente que Israel tenía la comisión divina de echar a los cananeos de aquella tierra debido a sus prácticas inmorales y que Dios bendijo la conquista de Jericó y a la propia Rahab, resulta del todo irrazonable suponer que los espías tuvieron relaciones inmorales con ella o que Rahab continuó después con la práctica de la prostitución. (Le 18:24-30.)
it “Lino, I” párrs. 2-4
Lino, I
Planta que se cultiva desde la antigüedad y de cuyo tallo se obtiene una fibra con la que se fabrican los tejidos del mismo nombre. El lino (Linum usitatissimum) puede alcanzar de 30 cm. a algo más de 1 m. de altura. Es ramosa en su extremo y tiene un tallo delgado con hojas lanceoladas de color verde pálido. Todas las ramas terminan en una flor de cinco pétalos de color azul intenso o pálido (en raras ocasiones, blanco). (GRABADO, vol. 1, pág. 544.)
Cuando el lino tenía “botones de flor”, estaba listo para ser cosechado. (Éx 9:31.) La recolección se hacía arrancando las plantas de raíz o levantándolas con una azada, y a continuación se dejaban secar. Es probable que los tallos de lino que había sobre el techo de la casa de Rahab en Jericó hayan estado allí con ese fin. (Jos 2:6.)
El método que empleaban los hebreos en la preparación del lino tal vez corresponda a la descripción del proceso que hace Plinio el Viejo, autor del siglo I E.C., en su Historia Natural (XIX, III, 17, 18), y a la representación gráfica que se conserva en Beni Hasán (Egipto). Una vez que se quitaban las cápsulas a los tallos, se les sumergían completamente en agua y se les ponían piedras encima con el fin de impedir que flotasen. Al empaparse bien de agua, la parte leñosa se pudría y quedaba la fibra aprovechable. Cuando la corteza se desprendía de la fibra, el tallo se sacaba del agua y se ponía al sol, dándole vueltas hasta que quedaba completamente seco. Luego se les golpeaba con un mazo sobre un bloque de piedra, y por un proceso de peinado se separaban y limpiaban las fibras. Las que estaban más próximas a la corteza se utilizaban para mechas (véanse Isa 42:3; 43:17; Mt 12:20), mientras que las interiores, más blancas y de mejor calidad, se hilaban, golpeándolas una y otra vez sobre una piedra.
w04 1/12 9 párr. 1
Puntos sobresalientes del libro de Josué
2:4, 5. ¿Por qué engaña Rahab a los hombres del rey que buscan a los espías? Rahab arriesga su vida para proteger a los espías porque ha puesto fe en Jehová. Por tanto, no está obligada a revelar su paradero a hombres que pretenden hacer daño al pueblo de Dios (Mateo 7:6; 21:23-27; Juan 7:3-10). De hecho, Rahab fue “declarada justa por obras”, entre ellas la de enviar por otro camino a los emisarios del rey (Santiago 2:24-26).
CAPÍTULO 16
“Claro que iré contigo”
w05 15/1 25 párr. 5
Puntos sobresalientes del libro de Jueces
5:20. ¿Cómo pelearon desde el cielo las estrellas a favor de Barac? La Biblia no dice si hubo ayuda angelical, meteoritos que los sabios de Sísara interpretaron como malos augurios o predicciones astrológicas para Sísara que resultaron falsas. Como quiera que fuera, lo que está claro es que hubo algún tipo de intervención divina.
CAPÍTULO 17
“La más bendita de las mujeres”
it “Héber” núm. 2
Héber
2. Esposo quenita de Jael (la mujer que dio muerte a Sísara, el jefe del ejército de Jabín) y descendiente de Hobab, “de quien Moisés fue yerno”. Al parecer, Héber se había separado de los demás quenitas y mantenía relaciones pacíficas con Jabín, el rey de Hazor. (Jue 4:11, 17, 21; 5:24.)
w08 15/10 14, 15 párrs. 12-15
La respuesta de Jehová a una oración ferviente
12 Observemos la fe inquebrantable que el salmista tenía en que Jehová puede frustrar los planes de las naciones enemigas. En el salmo menciona dos victorias decisivas de Israel sobre sus enemigos. Ambas se produjeron cerca de la antigua Meguidó, ciudad que dominaba una llanura-valle del mismo nombre. El río Cisón atraviesa esta llanura, y durante el verano puede verse su lecho seco y serpenteante. Pero, tras un aguacero invernal, sus aguas inundan la llanura, y quizás por esa razón el río también recibe el nombre de “las aguas de Meguidó” (Jue. 4:13; 5:19).
13 A unos quince kilómetros (diez millas) de Meguidó, cruzando el valle, se encuentra la colina de Moré. En los días del juez Gedeón, una coalición de tropas madianitas, amalequitas y orientales se reunieron allí para la guerra (Jue. 7:1, 12). La pequeña tropa de Gedeón contaba solo con 300 hombres, pero con la ayuda de Jehová, consiguieron derrotar al gran ejército enemigo. ¿Cómo? De acuerdo con las instrucciones divinas, rodearon el campamento contrario de noche, llevando consigo jarrones que ocultaban antorchas encendidas. Cuando Gedeón dio la señal, sus hombres hicieron añicos los jarrones y aparecieron las antorchas. Al mismo tiempo, hicieron sonar sus cuernos y gritaron: “¡La espada de Jehová y de Gedeón!”. Aquello provocó confusión entre sus enemigos, y estos empezaron a matarse entre sí. Los que sobrevivieron cruzaron el río Jordán para escapar. Entretanto, más israelitas se sumaron a la persecución de los escapados. En total, cayeron 120.000 soldados enemigos (Jue. 7:19-25; 8:10).
14 También al otro lado del valle de Meguidó, unos seis kilómetros (cuatro millas) más allá de la colina de Moré, se encuentra el monte Tabor. Allí, el juez Barac había reunido anteriormente a 10.000 soldados israelitas para que se enfrentaran a las tropas de Jabín, el rey cananeo de Hazor, dirigidas por su comandante militar Sísara. Los 900 carros de guerra del ejército cananeo estaban dotados de largas cuchillas de hierro que giraban a la par que las ruedas. Mientras las tropas de Israel, escasamente equipadas, se reunían en el monte Tabor, el ejército de Sísara se lanzó confiado hacia el valle. Entonces, “Jehová empezó a poner en confusión a Sísara y todos sus carros de guerra y todo el campamento”. Es probable que los carros quedaran atascados en el fango debido a un aguacero repentino que desbordara el río Cisón. Los israelitas acabaron con todo aquel ejército (Jue. 4:13-16; 5:19-21).
15 El salmista ruega a Jehová que le haga algo parecido a las naciones que en su día amenazaban la existencia de Israel. Le pide: “Hazles como a Madián, como a Sísara, como a Jabín en el valle torrencial de Cisón. Fueron aniquilados en En-dor; llegaron a ser estiércol para el suelo” (Sal. 83:9, 10). Resulta significativo que la guerra final de Dios contra el mundo de Satanás reciba el nombre de Har-magedón (que significa “Montaña de Meguidó”). Ese nombre, que también se vierte “Armagedón”, nos recuerda las dramáticas batallas que tuvieron lugar cerca de Meguidó. La victoria de Jehová en esas guerras antiguas nos garantiza que él vencerá en la batalla de Armagedón (Rev. 16:13-16).
CAPÍTULO 18
Valiente pero prudente
it “Cebada” párr. 7
Cebada
De cualquier forma, la cebada era un alimento común y barato, por lo que algunos comentaristas piensan que son estas cualidades las que se quieren representar en la “torta redonda de pan de cebada” que vio un madianita en un sueño y que simbolizó al humilde ejército de Gedeón. (Jue 7:13, 14.)
it “Cuerno” párr. 3
Cuerno
El schoh·fár se empleaba sobre todo para emitir señales. Servía para reunir a las fuerzas israelitas, emitir la “señal de alarma” para atacar una ciudad o dirigir otras maniobras bélicas. (Jue 3:27; 6:34; 2Sa 2:28; Joe 2:1; Sof 1:16.) En caso de un ataque del enemigo, con el schoh·fár se daba advertencia. (Ne 4:18-20.) Puesto que por lo general solo una persona tocaba este instrumento para emitir señales en la batalla, en circunstancias normales el sonido de 300 de estos cuernos podía indicar un ejército de tamaño considerable. Por esa razón, “el campamento entero [de los madianitas] echó a correr” sobrecogido de terror cuando oyó a los 300 hombres de Gedeón tocar sus cuernos. (Jue 7:15-22.)
w04 15/10 16 párrs. 9, 10
“Ve de un sitio a otro en la tierra”
9 Otro relato en el que las distancias constituyen un factor clave es el de la victoria de Gedeón sobre los madianitas. La mayoría de los lectores de la Biblia saben que el juez Gedeón y sus 300 hombres derrotaron a una coalición de 135.000 invasores madianitas, amalequitas y de otros pueblos que se hallaban acampados en la llanura de Jezreel, cerca de la colina de Moré. Los hombres de Gedeón tocaron los cuernos, rompieron los jarrones que tapaban las antorchas y gritaron: “¡La espada de Jehová y de Gedeón!”. Confundidos y asustados por aquello, sus enemigos se pusieron a luchar entre sí (Jueces 6:33; 7:1-22). ¿Eso fue todo, un suceso veloz en la oscuridad de la noche? Siga leyendo los capítulos 7 y 8 de Jueces y verá que Gedeón continuó el ataque. De los muchos lugares mencionados, hay algunos cuya ubicación no se ha logrado determinar, de modo que tal vez no aparezcan en los mapas bíblicos. Pero los que sí pueden localizarse son suficientes para seguir la secuencia de los acontecimientos.
10 Gedeón persiguió a lo que quedaba de las fuerzas de la coalición hasta más allá de Bet-sitá y entonces en dirección sur hasta Abel-meholá, junto al río Jordán (Jueces 7:22-25). El relato dice así: “Gedeón llegó al Jordán, y lo cruzó, él y los trescientos hombres que estaban con él, cansados, pero continuando con el seguimiento”. Una vez en la otra ribera, los israelitas siguieron en pos de sus enemigos hacia el sur hasta llegar a Sucot y Penuel, cerca del río Jaboq, y entonces hasta las colinas de Jogbehá (cerca de la moderna Ammán, en Jordania). En total, fueron unos 80 kilómetros de persecución y lucha. Gedeón capturó y dio muerte a dos reyes madianitas para entonces regresar a su ciudad, Ofrá, situada en las proximidades del lugar donde empezó la batalla (Jueces 8:4-12, 21-27). Como vemos, la proeza de Gedeón no se limitó a tocar cuernos, agitar antorchas y gritar durante unos pocos minutos. Y piense en la fuerza que imprime tal hecho a este comentario sobre los hombres de fe: “Me faltará tiempo si sigo contando de Gedeón [...] [y de otros que] de un estado débil fueron hechos poderosos, se hicieron valientes en guerra” (Hebreos 11:32-34). Aunque los cristianos también nos cansamos físicamente, ¿verdad que es importantísimo que sigamos haciendo la voluntad de Dios? (2 Corintios 4:1, 16; Gálatas 6:9.)
w00 1/8 16-18 párrs. 11-15
“La sabiduría está con los modestos”
11 Gedeón, un joven fiel de la tribu de Manasés, vivió durante un tiempo turbulento de la historia de Israel. El pueblo de Dios había sufrido durante siete años la opresión madianita. Sin embargo, había llegado el tiempo para que Jehová liberara a su pueblo. De modo que un ángel se apareció a Gedeón y le dijo: “Jehová está contigo, oh valiente y poderoso”. Gedeón era un hombre modesto, y por ello no le deleitó este inesperado cumplido. Por el contrario, dijo con respeto al ángel: “Dispénsame, señor mío, pero si Jehová está con nosotros, ¿entonces por qué nos ha sobrevenido todo esto?”. El ángel le aclaró: “Ciertamente salvarás a Israel de la palma de la mano de Madián”. ¿Cómo respondió este? En vez de aceptar rápidamente la comisión como una oportunidad de convertirse en héroe nacional, replicó: “Dispénsame, Jehová. ¿Con qué salvaré yo a Israel? ¡Mira! El millar mío es el más pequeño de Manasés, y yo soy el más chico de la casa de mi padre”. ¡Qué modestia! (Jueces 6:11-15.)
12 Antes de enviar a Gedeón a la batalla, Jehová lo probó. ¿Cómo? Le dijo que demoliera el altar de Baal que pertenecía a su padre y que cortara el poste sagrado que se alzaba junto a él. Esa comisión requería valor, pero Gedeón fue modesto y discreto en la manera de llevarla a cabo. En vez de convertirse en un espectáculo público, trabajó al amparo de la noche para pasar inadvertido. Además, acometió la tarea con la debida cautela. Tomó consigo a diez siervos, quizá para que algunos se quedaran de guardia mientras el resto lo ayudaba a demoler el altar y el poste sagrado. En cualquier caso, con la bendición de Jehová, Gedeón cumplió su comisión y con el tiempo Dios lo utilizó para liberar de los madianitas a Israel (Jueces 6:25-27).
Demostremos modestia y discreción
13 Podemos aprender mucho de la modestia de Gedeón. Por ejemplo, ¿cómo reaccionamos cuando recibimos un privilegio de servicio? ¿Pensamos primero en la reputación o el prestigio que este comporta? ¿O reflexionamos, con modestia y oración, sobre nuestra capacidad para cumplir con las exigencias de la tarea? El hermano A. H. Macmillan, que terminó su vida en la Tierra en 1966, dio un buen ejemplo a este respecto. C. T. Russell, el primer presidente de la Sociedad Watch Tower, le preguntó en una ocasión quién creía que podía encargarse de la obra durante su ausencia. El hermano Macmillan no se promovió a sí mismo en la conversación, aunque podía haber aprovechado la oportunidad. Al final, el hermano Russell lo invitó a que pensara si podía aceptar el cargo. “Me quedé de pie medio aturdido —escribió años después el hermano Macmillan—. Lo pensé muy en serio y oré al respecto durante algún tiempo hasta que finalmente le dije que con gusto haría todo lo que pudiera para ayudarle.”
14 El hermano Russell murió poco después, dejando vacante la presidencia de la Sociedad Watch Tower. Ya que el hermano Macmillan estuvo al cargo de la Sociedad durante la última gira de predicación del hermano Russell, un hermano le dijo: “Mac, tienes muchas posibilidades de quedarte con el puesto. Eras el representante especial del hermano Russell cuando se ausentaba, y él nos indicaba a todos que hiciéramos lo que tú decías. Pues bien, ahora se ha ido para siempre. Parece ser que tú eres el sucesor”. El hermano Macmillan respondió: “Hermano, ese no es el enfoque apropiado. Esta es la obra del Señor y la única posición que se consigue en la organización del Señor es la que él tiene a bien conceder; estoy seguro de que no soy el hombre indicado”. Luego, el hermano Macmillan recomendó a otra persona para el puesto. Tenía una opinión modesta de sí mismo como la tuvo Gedeón y como la deberíamos tener nosotros.
15 Nosotros también deberíamos cumplir nuestra comisión con modestia. Gedeón fue discreto y procuró no encolerizar innecesariamente a sus opositores. De igual modo, debemos ser modestos y discretos cuando hablamos a otras personas en la predicación. Es cierto que participamos en una guerra espiritual y tenemos que derrumbar ‘cosas y razonamientos fuertemente atrincherados’ (2 Corintios 10:4, 5). Pero no deberíamos hablar con aires de superioridad ni darle a nadie ninguna causa válida para sentirse ofendido por nuestro mensaje. Por el contrario, debemos respetar las opiniones de nuestros interlocutores, destacar aquello en lo que concordamos y centrarnos en los aspectos positivos del mensaje (Hechos 22:1-3; 1 Corintios 9:22; Revelación [Apocalipsis] 21:4).
CAPÍTULO 19
Cumplieron un voto muy difícil
it “Jefté” párr. 6
Jefté
Amenaza ammonita de guerra. La opresión de los ammonitas continuó durante dieciocho años. Dios lo permitió porque los israelitas habían sido infieles y se habían vuelto a servir a los dioses de las naciones circundantes. Por fin, los hijos de Israel recobraron el juicio, se arrepintieron de su insensatez, clamaron a Jehová por socorro y se pusieron a eliminar los ídolos y servir a Jehová. Entonces, Ammón se reunió en Galaad para entrar en una guerra a gran escala. (Jue 10:7-17; 11:4.) Este hecho indica que en realidad era el gran enemigo invisible de Dios, Satanás el Diablo, quien incitaba a las naciones paganas contra Israel, y que la cuestión que de verdad estaba en juego era la adoración al Dios verdadero. (Compárese con Rev 12:9; Sl 96:5; 1Co 10:20.)
it “Jefté” párr. 11
Jefté
Voto de Jefté. Jefté comprendió que Dios quería que lucharan contra Ammón. Con la fuerza del espíritu de Dios, condujo a su ejército a la batalla. De manera parecida a la acción de Jacob unos seiscientos años antes, Jefté hizo un voto, demostrando su deseo de todo corazón de que Jehová le dirigiera y atribuyéndole a Él cualquier éxito que obtuviera. (Jue 11:30, 31; Gé 28:20-22.) Jehová oyó con favor su voto, y los ammonitas fueron sojuzgados. (Jue 11:32, 33.)
it “Jefté” párr. 2
Jefté
Juez de Israel de la tribu de Manasés. (Nú 26:29; Jue 11:1.) Administró justicia en el territorio de Galaad durante seis años, probablemente en el transcurso de la judicatura de Elí y los primeros años de la vida de Samuel. (Jue 12:7.) La referencia de Jefté a los “trescientos años” del control israelita al E. del Jordán permiten situar el comienzo de los seis años de su judicatura alrededor de 1173 a. E.C. (Jue 11:26.)
CAPÍTULO 20
Se armó de valor cuando estaba débil
w04 15/10 15 párrs. 7, 8
“Ve de un sitio a otro en la tierra”
7 En Jueces 16:2 leemos que Sansón estuvo en Gaza. Hoy en día, el nombre de esa ciudad aparece en las noticias, de modo que quizá usted tenga una idea de dónde estuvo Sansón, en el territorio filisteo cercano a la costa mediterránea. Ahora observe lo que dice Jueces 16:3: “Sansón se quedó acostado hasta la medianoche, y entonces se levantó a la medianoche y agarró las hojas de la puerta de la ciudad y los dos postes de los lados y los arrancó junto con la barra, y se los echó sobre los hombros y los llevó arriba a la cima de la montaña que está enfrente de Hebrón”.
8 Las hojas y los postes laterales de las puertas de una ciudad fortificada como Gaza sin duda eran grandes y pesados. ¡Imagínese tratar de cargarlos! Sansón lo logró, pero ¿adónde se los llevó, y cómo era el trayecto que tuvo que recorrer? Pues bien, Gaza está en la costa, casi al nivel del mar, mientras que Hebrón se halla al este, a 900 metros de altitud: toda una ascensión. Desconocemos la ubicación exacta de “la montaña que [estaba] enfrente de Hebrón”, pero esta ciudad se encuentra a unos 60 kilómetros de Gaza y, además, el recorrido es cuesta arriba. ¿No es cierto que el factor de la distancia hace que la proeza de Sansón adquiera nuevas dimensiones? Y recuerde que lo que le permitió ejecutar tales hazañas fue que “el espíritu de Jehová entró en operación sobre él” (Jueces 14:6, 19; 15:14). Los cristianos de hoy no esperamos que el espíritu de Dios nos dé una fuerza muscular excepcional, pero ese mismo espíritu poderoso puede aumentar nuestra comprensión de asuntos espirituales profundos y hacernos poderosos conforme al hombre que somos en el interior (1 Corintios 2:10-16; 13:8; Efesios 3:16; Colosenses 1:9, 10). En efecto, entender el relato sobre Sansón refuerza nuestro convencimiento de que el espíritu de Dios puede ayudarnos.
w05 15/3 28 párr. 3
Sansón triunfa gracias a la fuerza de Jehová
Si estas piezas de plata eran siclos, la cantidad de 5.500 piezas era un soborno gigantesco. Abrahán pagó 400 siclos por un lugar donde enterrar a su esposa, y un esclavo costaba treinta (Génesis 23:14-20; Éxodo 21:32). El hecho de que los señores del eje —gobernantes de cinco ciudades filisteas— apelaran a la codicia de Dalila en vez de a la lealtad a su pueblo parece dar a entender que ella tal vez fuera israelita. En cualquier caso, lo cierto es que Dalila aceptó la oferta.
it “Sansón” párr. 10
Sansón
Mientras Sansón languidecía en la prisión, los filisteos prepararon un gran sacrificio a su dios Dagón, a quien atribuían su éxito por haber capturado a Sansón. Se reunieron grandes muchedumbres, entre ellos todos los señores del eje, en la casa que se utilizaba para el culto a Dagón. Tan solo sobre el techo había 3.000 hombres y mujeres. Los exultantes filisteos sacaron de la prisión a Sansón —a quien ya le había crecido copiosamente el cabello— para que les sirviera de entretenimiento. Al llegar, Sansón pidió al lazarillo que lo guiaba que le dejase palpar las columnas que sostenían el edificio. A continuación oró a Jehová: “Acuérdate de mí, por favor, y fortaléceme, por favor, solo esta vez, oh tú el Dios verdadero, y deja que me vengue de los filisteos con venganza por uno de mis dos ojos”. (Jue 16:22-28.) Puede que le orase acerca de vengarse solo por uno de sus ojos debido a que reconocía que la pérdida de ambos en parte se había debido a su propio error. O puede ser que entendiese que como representante de Jehová no podía ser vengado totalmente.
CAPÍTULO 21
Un niño que anunció con valor un mensaje de Jehová
w02 15/12 8 párrs. 5, 6
‘Acerquémonos a Dios’
5 Según Juan 17:3, Jesús dijo: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. Muchas traducciones difieren un poco de la Traducción del Nuevo Mundo en este pasaje, ya que en vez de usar la expresión “estén adquiriendo conocimiento” de Dios, emplean otras como “conocerte” o “que te conozcan”. Sin embargo, varios eruditos observan que el sentido de la palabra griega original implica algo más: revela un proceso continuo que puede incluso llevar a una amistad íntima.
6 El concepto de llegar a conocer a Dios íntimamente no era nuevo en los días de Jesús. En las Escrituras Hebreas, por ejemplo, leemos que cuando Samuel era niño, “todavía no había llegado a conocer a Jehová” (1 Samuel 3:7). ¿Significa esto que Samuel sabía muy poco de Dios? No. Sin duda había aprendido mucho de él, gracias a sus padres y los sacerdotes. Sin embargo, la palabra hebrea utilizada en este versículo, según cierto especialista, “se emplea para referirse a la relación más íntima”. Samuel aún no había llegado a conocer a Jehová al grado que lo haría más adelante sirviéndole de portavoz. A medida que crecía, iba conociendo realmente a Jehová, cultivando así una estrecha relación con él (1 Samuel 3:19, 20).
it “Elí, I” párrs. 5-7
Elí, I
Con el transcurso del tiempo, un profeta de Dios fue con un mensaje de calamidad: el poder y la influencia de la casa de Elí serían cortados, de manera que ya no llegaría a haber un viejo en su casa. Además, se anunció que sus hijos corruptos morirían en un mismo día. (1Sa 2:27-36.) Cabe resaltar que Jehová corroboró su juicio sobre la casa de Elí a través del joven Samuel. (1Sa 3:11-14.) Samuel temía explicar el mensaje, pero lo hizo por petición de Elí, quien se resignó con humildad, diciendo: “Es Jehová. Lo que sea bueno a sus ojos, que lo haga”. (1Sa 3:15-18.)
Jehová juzga a la casa de Elí. La retribución llegó según la palabra de Dios: Israel perdió unos 4.000 hombres en la batalla contra los filisteos. Luego, los israelitas decidieron transportar el Arca desde Siló al campamento, pensando que esta acción resultaría en victoria sobre sus enemigos, pero los filisteos atacaron con más fuerza. Como resultado, 30.000 israelitas murieron, el Arca fue tomada y Hofní y Finehás, que estaban con el Arca, murieron. Un benjamita se apresuró desde las líneas de batalla para llevar el informe a Elí. Ciego y débil, Elí, que para entonces contaba con noventa y ocho años de edad, estaba “sentado en el asiento al lado del camino”, y “su corazón se había puesto tembloroso a causa del arca del Dios verdadero”. Al oír que esta había sido tomada, cayó hacia atrás “y se le quebró la nuca, de modo que murió”. (1Sa 4:2-18.)
Con el tiempo, la casa de Elí sufrió otro castigo, en este caso por medio del rey Saúl, cuando este ordenó sin piedad el asesinato de los sacerdotes de Nob, que eran descendientes de Elí por medio de Ahitub, hijo de Finehás. (1Sa 14:3; 22:11, 18.) Solo escapó de la masacre Abiatar, un hijo de Ahimélec, que siguió siendo sacerdote durante el reinado de David. (1Sa 22:20; 2Sa 19:11.) Sin embargo, Salomón destituyó a Abiatar como sacerdote debido a haber apoyado al conspirador rebelde Adonías. (1Re 1:7; 2:26, 27.) Así pues, el juicio de Jehová sobre la casa de Elí se cumplió, y se desposeyó a sus descendientes del sumo sacerdocio para siempre. (1Sa 3:13, 14.)