I referenciajlel jiñi Jun chaʼan lac tempa bʌ I Subtʼan yicʼot i Melbal jiñi xÑoptʼan
5-11 I CHAʼAN JULIO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 11, 12
«¿Bajcheʼ yom Jehová chaʼan mi lac chʼujutesan?»
Chʌn ajñen bajcheʼ i yamigo Jehová
7 Yom mi lac pʌs chaʼan mucʼʌch laj cʼuxbin Jehová. Jesús tiʼ sube jiñi xcʌntʼañob chaʼan yom miʼ cʼuxbiñob Dios tiʼ pejtelel i pusicʼal, i cuxtʌlel yicʼot i ñaʼtʌbal (pejcan Mateo 22:37). ¿Chuqui yom i yʌl jiñi?
8 ¿Jasʌl ba yom mi la cʌl chaʼan mi laj cʼuxbin Jehová? Maʼañic. Mi mucʼʌch laj cʼuxbin tiʼ pejtelel lac pusicʼal, laj cuxtʌlel yicʼot lac ñaʼtʌbal mi caj lac pʌs ti lac melbal (Mateo 7:16-20). Jiñi Biblia jamʌl tsiquil miʼ pʌs chaʼan mi mucʼʌch laj cʼuxbin Dios mi caj lac jacʼben i mandar tac. ¿Wocol ba ti melol jiñi? Maʼañic, come i mandar tac Jehová mach wocolic ti jacʼol (pejcan 1 Juan 5:3).
it-1 104 párr. 5
Altar
A los israelitas se les mandó demoler todos los altares paganos y destrozar las columnas y los postes sagrados que se acostumbraban a construir junto a estos. (Éx 34:13; Dt 7:5, 6; 12:1-3.) Nunca deberían imitarlos ni ofrecer a sus hijos en el fuego como hacían los cananeos. (Dt 12:30, 31; 16:21.) En lugar de muchos altares, Israel solo debía tener un altar para la adoración del único Dios verdadero, y debía estar ubicado en el lugar que Jehová escogiera. (Dt 12:2-6, 13, 14, 27; contrástese con Babilonia, donde había 180 altares exclusivamente en honor a la diosa Istar.) Al principio se les ordenó que hicieran un altar de piedras sin labrar después de cruzar el río Jordán (Dt 27:4-8), orden que cumplió Josué al construir un altar en el monte Ebal. (Jos 8:30-32.) Después de la división de la tierra conquistada, las tribus de Rubén y Gad y la media tribu de Manasés construyeron un altar monumental junto al Jordán, lo que provocó una gran agitación entre las otras tribus hasta que se determinó que no se había construido con motivos apóstatas, sino como recordatorio de su fidelidad a Jehová como el Dios verdadero. (Jos 22:10-34.)
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
it-1 1058 párr. 2
Guerizim, Monte
En armonía con las instrucciones que Moisés había dado, las tribus de Israel se reunieron en los montes Guerizim y Ebal bajo la dirección de Josué poco después de conquistar Hai. Allí el pueblo oyó la lectura de las bendiciones que recibirían si obedecían a Jehová y las maldiciones que les esperaban si le desobedecían. Las tribus de Simeón, Leví, Judá, Isacar, José y Benjamín estuvieron de pie enfrente del monte Guerizim. Los levitas y el arca del pacto se situaron en el valle, mientras que las otras seis tribus estuvieron de pie enfrente del monte Ebal. (Dt 11:29, 30; 27:11-13; Jos 8:28-35.) Al parecer, las tribus situadas enfrente del monte Guerizim respondieron a las bendiciones leídas en su dirección, en tanto que las otras tribus respondieron a las maldiciones leídas en dirección al monte Ebal. Se ha sugerido que las bendiciones se leyeron frente al monte Guerizim por ser fértil y de gran belleza, en contraste con el monte Ebal, yermo y rocoso. Sin embargo, la Biblia no contiene información sobre este asunto. La Ley se leyó en voz alta “enfrente de toda la congregación de Israel, junto con las mujeres y los pequeñuelos y los residentes forasteros que andaban en medio de ellos”. (Jos 8:35.) Esta vasta multitud podía oír las palabras desde sus posiciones enfrente de cada montaña, probablemente debido, al menos en parte, a la excelente acústica de la zona. (Véase EBAL, MONTE.)
12-18 I CHAʼAN JULIO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 13-15
«Jiñi Mandar tsiʼ pʌsʌ chaʼan Jehová mucʼʌch i ñaʼtan jiñi pʼumpʼuñoʼ bʌ»
it-1 689 párr. 4
Diezmo
Parece ser que había otro diezmo, un segundo diezmo, que se apartaba cada año para otros propósitos distintos del apoyo directo al sacerdocio levítico, aunque los levitas recibían parte de él. Por lo general, las familias israelitas lo usaban y lo disfrutaban en gran medida cuando se reunían en las fiestas nacionales. En los casos en que la distancia a Jerusalén era demasiado grande para llevar hasta allí este diezmo, el producto se convertía en dinero, que se empleaba en Jerusalén para el mantenimiento y el disfrute de la familia durante la convocación santa. (Dt 12:4-7, 11, 17, 18; 14:22-27.) Hacia el final de cada tercer y sexto año del ciclo sabático de siete años, este diezmo, en vez de usarse para sufragar gastos en las asambleas nacionales, se apartaba para los levitas, residentes forasteros, viudas y huérfanos de la comunidad local. (Dt 14:28, 29; 26:12.)
it-1 148
Año sabático
Al año sabático se le llamó “el año de la liberación [hasch·schemit·táh]”. (Dt 15:9; 31:10.) Durante ese año la tierra se dejaba sin cultivar y así disfrutaba de un descanso completo o liberación. (Éx 23:11.) También tenía que haber un descanso o liberación de las deudas en las que se hubiese incurrido. Era una “liberación a Jehová”, en su honor. Aunque otros lo ven de manera diferente, algunos comentaristas opinan que las deudas no se cancelaban en realidad, sino que, más bien, el acreedor no debía apremiar a un compañero hebreo para que pagase su deuda, puesto que ese año el agricultor no tendría ingresos; sin embargo, el prestamista podía apremiar a un extranjero para que pagase. (Dt 15:1-3.) Algunos rabinos sostienen el punto de vista de que quedaban canceladas las deudas relacionadas con préstamos caritativos para ayudar a un hermano pobre, mientras que las deudas en las que se incurría debido a tratos comerciales pertenecían a otra categoría. Dicen que Hillel instituyó en el siglo I E.C. un procedimiento por medio del cual el prestamista podía ir a los tribunales y, mediante cierta declaración, asegurar que la deuda no se cancelase. (The Pentateuch and Haftorahs, edición de J. Hertz, Londres, 1972, págs. 811, 812.)
it-1 831
Esclavo
Las leyes que gobernaban las relaciones esclavo-amo. Entre los israelitas, la condición del esclavo hebreo difería de la del esclavo extranjero, residente forastero o poblador. Mientras que los esclavos que no eran hebreos permanecían como propiedad del dueño y podían pasar de padre a hijo (Le 25:44-46), el esclavo hebreo tenía que ser libertado en el séptimo año de su servidumbre, o en el año de Jubileo, dependiendo de cuál llegase antes. Durante el tiempo de su servidumbre, al esclavo hebreo debía tratársele como asalariado. (Éx 21:2; Le 25:10; Dt 15:12.) El hebreo que se vendía a sí mismo como esclavo a un residente forastero, a un miembro de una familia que residía como forastera o a un poblador, podía ser recomprado en cualquier momento, tanto por él mismo como por alguien que tuviera el derecho de recompra. El precio de redención se calculaba dependiendo del número de años que quedasen hasta el año de Jubileo o hasta el séptimo año de servidumbre. (Le 25:47-52; Dt 15:12.) Cuando se concedía la libertad a un esclavo hebreo, el amo debía darle un regalo para ayudarle a tener un buen comienzo como hombre libre. (Dt 15:13-15.) Si un hombre había llegado a ser esclavo cuando ya estaba casado, su esposa salía con él. Sin embargo, si el amo le había dado una esposa (probablemente una extranjera, que no tenía el derecho de ser libertada en el séptimo año de servidumbre), ella y los hijos que ambos hubieran tenido debían permanecer como propiedad del amo. En tal caso, el esclavo hebreo podía decidir quedarse con su amo. Si esa era la decisión, se le agujereaba la oreja con un punzón para indicar que continuaría en servidumbre hasta tiempo indefinido. (Éx 21:2-6; Dt 15:16, 17.)
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
w06 1/4 31
Preguntas de los lectores
¿Qué podemos aprender de la prohibición que aparece en Éxodo 23:19, que dice: “No debes cocer el cabrito en la leche de su madre”?
Esta directriz de la Ley mosaica —que aparece tres veces en la Biblia— nos ayuda a comprender el sentido que Jehová tiene de lo que es recto, así como su compasión y su ternura. Al mismo tiempo destaca el odio que siente hacia la adoración falsa (Éxodo 34:26; Deuteronomio 14:21).
Cocer un cabrito, o cualquier otro animal, en la leche de su madre sería contrario al orden natural establecido por Jehová. El Creador dispuso que la leche materna sirviera para alimentar a la cría y ayudarla a crecer. Por tanto, cocer al animalito en la leche de su propia madre constituiría, en palabras de cierto erudito, una muestra de “desprecio a la relación que Dios ha implantado y santificado entre progenitor y cría”.
También, hay quienes dicen que la costumbre formaba parte de un rito pagano para hacer llover. Si tal fuese el caso, la disposición serviría para proteger a los israelitas de las tradiciones religiosas inútiles y crueles que practicaban las naciones de su alrededor. La Ley mosaica les prohibía claramente andar en los estatutos de dichas naciones (Levítico 20:23).
Por último, este mandato en particular deja ver la tierna compasión de Jehová. De hecho, la Ley contenía varios preceptos similares que condenaban la crueldad hacia los animales y que impedían atentar contra el orden natural. Por ejemplo, prohibía sacrificar un animalito que no hubiera estado por lo menos siete días con la madre; degollar a un animal y su cría el mismo día, y llevarse de un nido los huevos o los polluelos junto con la madre (Levítico 22:27, 28; Deuteronomio 22:6, 7).
Queda claro, pues, que la Ley no era solo un complicado sistema de mandatos y prohibiciones. Entre otras cosas, sus principios nos inculcan una elevada sensibilidad moral que refleja a todas luces las maravillosas virtudes de Jehová (Salmo 19:7-11).
19-25 I CHAʼAN JULIO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 16-18
«Principio tac chaʼan miʼ yujtel toj bʌ meloñel»
it-1 454 párr. 2
Ceguera
Se usó el símbolo de la ceguera para representar la corrupción judicial. En la Ley se exhorta muchas veces contra el soborno, los regalos o el prejuicio, pues tales cosas pueden cegar a un juez e impedirle la administración imparcial de la justicia. “El soborno ciega a hombres de vista clara.” (Éx 23:8.) “El soborno ciega los ojos de los sabios.” (Dt 16:19.) Sin importar la rectitud y discernimiento de un juez, puede verse afectado, consciente o inconscientemente, por el regalo que reciba de los implicados en un caso. La ley de Dios trata con atención no solo el efecto cegador de un regalo, sino también el del sentimentalismo, pues dice: “No debes tratar con parcialidad al de condición humilde, y no debes preferir la persona de un grande”. (Le 19:15.) De modo que el juez no debía fallar contra el rico solo porque era rico a fin de congraciarse con la muchedumbre. (Éx 23:2, 3.)
it-2 507
Número
Dos. El número 2 aparece con frecuencia en un marco legal. Los relatos coincidentes de dos testigos añaden fuerza al testimonio. Se precisaban dos testigos, o incluso tres, para probar un asunto ante los jueces. Este principio también se aplica en la congregación cristiana. (Dt 17:6; 19:15; Mt 18:16; 2Co 13:1; 1Ti 5:19; Heb 10:28.) Dios se adhirió a este principio cuando presentó a su hijo a la nación como el salvador de la humanidad. Jesús dijo: “En la propia Ley de ustedes está escrito: ‘El testimonio de dos hombres es verdadero’. Yo soy quien doy testimonio acerca de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio acerca de mí”. (Jn 8:17, 18.)
it-2 892 párr. 4
Sacerdote
Los sacerdotes eran los que principalmente tenían el privilegio de explicar la ley de Dios y desempeñaban un papel importante en juzgar a Israel. En las ciudades asignadas a ellos, ayudaban a los jueces y participaban con ellos en casos extraordinarios que no podían decidir los tribunales locales. (Dt 17:8, 9.) Tenían que estar presentes junto con los ancianos de la ciudad en los casos de asesinato aún no resueltos, a fin de asegurarse que se siguiera el procedimiento debido para quitar de la ciudad la culpa por derramamiento de sangre. (Dt 21:1, 2, 5.) Si un esposo celoso acusaba a su esposa de haber cometido adulterio en secreto, tenía que llevarla al santuario, donde el sacerdote efectuaba la ceremonia prescrita, en la que se apelaba al conocimiento que Jehová tenía de la inocencia o la culpabilidad de la mujer, con el fin de que Él juzgara directamente. (Nú 5:11-31.) En todos los casos tenía que respetarse el juicio emitido por los sacerdotes o los jueces nombrados; la falta de respeto o desobediencia deliberada se castigaba con la pena de muerte. (Nú 15:30; Dt 17:10-13.)
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
it-1 900
Expulsión
Para que se castigara a una persona con esa pena, las pruebas debían demostrarse por el testimonio de, al menos, dos testigos (Dt 19:15), y estos testigos tenían que ser los primeros en lapidar al culpable (Dt 17:7), lo que demostraría su celo por la ley de Dios y por la pureza de la congregación de Israel. Por otra parte, sería un factor disuasivo para no dar un testimonio falso, descuidado o precipitado.
26 I CHAʼAN JULIO-1 I CHAʼAN AGOSTO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 19-21
«Jehová wen ñuc miʼ qʼuel jiñi laj cuxtʌlel»
Laʼ lac mel chuqui toj yicʼot laʼ lac pʌs pʼuntaya bajcheʼ Jehová
4 Jehová tsiʼ wen qʼuele chaʼan mach wocolic ti cʼotel yaʼ ti 6 tejclum chaʼan putsʼijib. Tsiʼ yʌlʌ chaʼan yom miʼ yajcʌntel uxpʼejl tejclum tiʼ jujunwejlel jiñi Jordán jaʼ. Cheʼ bajcheʼ iliyi, jiñi stsʌnsa mach wocolic miʼ cʼotel yicʼot ti orajach (Nm. 35:11-14). Jiñi israelob yom wen cʌntʌbil i chaʼañob jiñi bij majlen bʌ yaʼ ti tejclum tac (Dt. 19:3). Cheʼ jaʼel, miʼ yʌjlel chaʼan jiñi judíojob ñʌmʌl i yʌcʼob letrero ti bij chaʼan miʼ ñaʼtañob jiñi stsʌnsajob baqui yom miʼ majlelob. Come tsaʼ waʼchoconti jiñi tejclum tac chaʼan putsʼijib, jiñi stsʌnsajob mach wersajic miʼ majlelob ti putsʼel ti ñajt bʌ tejclum mach bʌ i cʌñʌyobic baqui tajol miʼ mejlel i mulañob i chʼujutesañob diosteʼ tac.
Laʼ lac mel chuqui toj yicʼot laʼ lac pʌs pʼuntaya bajcheʼ Jehová
9 Jiñi tejclum tac tsaʼ cʼʌjñibʌyi chaʼan miʼ cʌntan jiñi israelob i maʼañic miʼ chaʼleñob tsʌnsa (Dt. 19:10). Jehová miʼ qʼuel ti ñuc laj cuxtʌlel i miʼ tsʼaʼlen jiñi muʼ bʌ i yʌlol tsʌnsan jiñi toj bʌ (Pr. 6:16, 17). Come Dios chʼujul yicʼot toj, maʼañic miʼ mulan cheʼ an majqui miʼ chaʼlen tsʌnsa anquese mach yʌlolic i chaʼan. Isujm chaʼan mucʼʌch i pʼuntʌntel jiñi mach bʌ yʌlolic miʼ chaʼlen tsʌnsa. Pero yomʌch miʼ sub i bʌ ti ancianojob. Mi tsaʼ qʼuejli chaʼan mach yʌlolic tsiʼ mele, yom miʼ cʌytʌl ti jiñi tejclum chaʼan putsʼijib cʼʌlʌl miʼ chʌmel (sajtel) jiñi ñuc bʌ motomaj. Ili yom i yʌl chaʼan an i tajol yaʼ yom miʼ cʌytʌl ti chumtʌl tiʼ pejtelel ora. Cheʼ bajcheʼ jiñi, Jehová tsiʼ colta i chʼʌmben isujm jiñi israelob chaʼan chʼujulʌch laj cuxtʌlel. Chaʼan miʼ qʼuelob ti ñuc jiñi tsaʼ bʌ i yʌqʼueyonla laj cuxtʌlel, mach yomic miʼ yʌcʼob ti wocol i cuxtʌlel yambʌ wiñicob xʼixicob (quixtañujob) tiʼ caj chuqui tsiʼ meleyob o maʼañic bʌ miʼ melob.
it-2 930
Sangre
El hombre tenía el derecho de disfrutar de la vida que Dios le había concedido, y cualquiera que le privara de esa vida sería responsable ante Dios. Esto se mostró cuando Dios dijo al asesino Caín: “La sangre de tu hermano está clamando a mí desde el suelo”. (Gé 4:10.) Incluso si alguien odiaba a su hermano hasta el grado de desear verlo muerto, o lo calumniaba o daba un falso testimonio contra él con el objeto de poner en peligro su vida, se hacía culpable de la sangre de su prójimo. (Le 19:16; Dt 19:18-21; 1Jn 3:15.)
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
it-2 1157 párr. 8
Tribunal judicial
El tribunal local estaba situado en la puerta de la ciudad. (Dt 16:18; 21:19; 22:15, 24; 25:7; Rut 4:1.) Por “puerta” se quiere decir el espacio abierto que solía haber dentro de la ciudad cerca de la puerta propiamente dicha. Las puertas eran los lugares donde se leía la Ley al pueblo congregado y donde se proclamaban los decretos. (Ne 8:1-3.) En la puerta era fácil conseguir testigos para un trámite civil, como la venta de una propiedad, etc., puesto que la mayoría de las personas entraban y salían por la puerta durante el día. Además, el carácter público que tenía cualquier juicio llevado a cabo en la puerta contribuía a que los jueces fuesen cuidadosos y justos durante el proceso y en sus decisiones. Por lo visto, los jueces disponían de un lugar cerca de la puerta desde el que podían presidir cómodamente. (Job 29:7.) Samuel viajó en un circuito de Betel a Guilgal y Mizpá, y “juzgaba a Israel en todos estos lugares”, así como en Ramá, donde estaba su casa. (1Sa 7:16, 17.)
2-8 I CHAʼAN AGOSTO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 22, 23
«Jiñi Mandar miʼ pʌs chaʼan Jehová miʼ cʌntan jiñi añimal tac»
it-1 428 párr. 2
Carga
En tiempos antiguos se solía usar a los animales para transportar las cargas. A los israelitas se les dijo que cuando vieran al asno de alguien que les odiaba caído debajo de su carga, no debían dejarlo, sino que ‘sin falta habían de librarlo’. (Éx 23:5.) A la cantidad de material que un animal podía transportar se la llamaba una “carga”, como “la carga de un par de mulos”. (2Re 5:17.)
it-1 673 párr. 1
Deuteronomio, Libro de
También se tenía consideración a los animales. Se prohibía de forma específica que se arrebatase del nido un ave que tuviese cría, porque su vulnerabilidad se debía al instinto de protección de su prole. A ella se la dejaba escapar, pero el israelita podía quedarse con los polluelos; de ese modo la madre quedaba libre para tener más cría. (Dt 22:6, 7.) No se le permitía al labriego enyuntar un asno con un toro, pues en ese caso se haría trabajar demasiado al animal más débil (22:10), ni poner bozal al toro durante la trilla del grano, para que no sufriese por tenerlo tan al alcance de la boca y no poder comerlo a pesar del hambre y del esfuerzo (25:4).
w03 15/10 32 párr. 1, 2
“No lleguen a estar unidos bajo yugo desigual”
COMO se aprecia en la ilustración, el camello y el buey que están arando juntos parecen muy incómodos. El yugo que los une —pensado para dos animales de estructura y fuerza similares— hace sufrir a ambos. Dios mostró su interés en los animales de tiro ordenando a los israelitas: “No debes arar con un toro y un asno juntos” (Deuteronomio 22:10). En el caso de un buey y un camello aplicaría el mismo principio.
Por lo general, el campesino no imponía semejante penuria a sus animales. Pero si no poseía dos bueyes para ponerlos bajo el mismo yugo, quizás utilizara dos animales diferentes. Aparentemente, eso es lo que decidió el campesino del siglo XIX que aparece en la ilustración. Debido a la diferencia de peso y tamaño, el animal más débil tendría que esforzarse para mantener el paso, y el más fuerte habría de soportar una carga mayor.
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
it-1 669
Deuda, deudor
Una deuda es la obligación de pagar o devolver a otro dinero u otro valor material o moral. La principal causa por la que se contraían deudas en el antiguo Israel eran los reveses económicos. Para un israelita era una desgracia llegar a ser un deudor, ya que el que tomaba prestado llegaba a ser siervo del que le hacía el préstamo. (Pr 22:7.) Por eso se mandaba al pueblo de Dios que fuese generoso y desinteresado al prestar a sus compañeros israelitas necesitados, sin tratar de aprovecharse de su adversidad imponiéndoles un interés. (Éx 22:25; Dt 15:7, 8; Sl 37:26; 112:5.) Sin embargo, se podía exigir que los extranjeros pagasen interés. (Dt 23:20.) Los comentaristas judíos han interpretado que esta medida aplicaba a préstamos comerciales, no a casos de necesidad. Por lo general, los extranjeros solo estaban en Israel por un tiempo, a menudo como mercaderes, y era razonable esperar que pagasen interés, sobre todo si se tiene en cuenta que ellos también prestarían a otros con interés.
9-15 I CHAʼAN AGOSTO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 24-26
«Jiñi Mandar miʼ pʌs chaʼan Jehová miʼ cʼuxbin jiñi xʼixicob»
it-2 432 párr. 1
Mujer
Incluso las leyes militares favorecían tanto a la esposa como al esposo al eximir del ejército durante un año al hombre recién casado. De este modo la pareja podía ejercer su derecho de tener un hijo, que sería de gran consuelo para la madre en ausencia de su esposo, y más aún en el caso de que perdiese la vida en la batalla. (Dt 20:7; 24:5.)
it-2 792
Rebusca
Es evidente que esta era una magnífica disposición para los pobres de la tierra, y aunque promovía la generosidad, el altruismo y la confianza en la bendición de Jehová, en absoluto fomentaba la pereza. Esto aclara las palabras de David: “No he visto a nadie justo dejado enteramente, ni a su prole buscando pan”. (Sl 37:25.) Al valerse de las disposiciones de la Ley a este respecto, ni siquiera los pobres, debido a su duro trabajo, pasarían hambre, y ni ellos ni sus hijos tendrían que mendigar pan.
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¿Lo sabía?
En el antiguo Israel, si un hombre moría sin hijos varones, se esperaba que su hermano se casara con la viuda a fin de darle descendientes que perpetuasen el nombre de la familia (Génesis 38:8). Esta costumbre, que fue incorporada más tarde a la Ley mosaica, se conocía como matrimonio de cuñado, o de levirato (Deuteronomio 25:5, 6). Si el fallecido no tenía más hermanos vivos, otros varones de la familia tenían que cumplir con este deber, como lo muestra el caso de Boaz, narrado en el libro bíblico de Rut (Rut 1:3, 4; 2:19, 20; 4:1-6).
En Marcos 12:20-22 leemos que unos miembros de la secta de los saduceos hicieron referencia al matrimonio de levirato, lo que indica que en los días de Jesús seguía celebrándose. ¿Cuál era el objetivo de esta práctica? Flavio Josefo, historiador judío del siglo primero, explica que no solo conservaba el nombre familiar, sino que también mantenía las propiedades en la familia y protegía a la viuda. En aquella época, la mujer no tenía derecho a heredar los bienes de su difunto esposo, mientras que el hijo nacido del matrimonio de levirato sí podía recibir las posesiones del fallecido.
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
¿Bajcheʼ tsiʼ pʌsʌ i cʼuxbiya Jehová yicʼot tsiʼ mele chuqui toj yaʼ ti tejclum Israel? (Ñaxam bʌ ti jiñi chʌmpʼejl temaj)
Jehová miʼ wen qʼuel bajcheʼ miʼ chaʼleñob i bʌ jiñi ñujpuñemoʼ bʌ. Yaʼ ti Israel, tsiʼ wen chʼʌmʌ ti ñuc bajcheʼ miʼ chaʼlentelob jiñi ijñamʌlob. Jiñi ñoxiʼal muʼ bʌ i qʼuel ti ñuc jiñi Mandar miʼ cʼuxbin i yijñam, i maʼañic miʼ chaʼlen i bʌ ti divorciar tiʼ caj chuqui tac jach (Dt. 24:1-4; Mt. 19:3, 8). Pero mi tsaʼ ujti tsʌts bʌ wocol i miʼ chaʼlen i bʌ ti divorciar yicʼot i yijñam, yom miʼ yʌqʼuen jumpʼejl i juñilel cʌy bʌ. Jiñi jun miʼ coltan chaʼan maʼañic miʼ jopʼbentel i mul chaʼan tsʼiʼlel. Cheʼ jaʼel, cheʼ maxto aqʼuenti ili jun, jiñi ñoxiʼal yom miʼ ñaxan pejcan jiñi ancianojob yaʼ ti tejclum. Cheʼ bajcheʼ jiñi, miʼ mejlel i coltañob jiñi xñujpuñel. Jehová mach tiʼ pejtelel ora miʼ yotsan i bʌ, tajol tiʼ tojlel jiñi ancianojob o xʼaltʼañob i chaʼan, cheʼ juntiquil ti Israel miʼ chaʼlen i bʌ ti divorciar chaʼan toʼol yom jach, pero mucʼʌch i chʼʌm ti ñuc i yuqʼuel jiñi ijñamʌl i cʼux miʼ yubin (Mal. 2:13-16).
16-22 I CHAʼAN AGOSTO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 27, 28
«Mi caj lac taj pejtelel ili bendición»
w10 15/12 19 párr. 18
Las bendiciones que nos ofrece el Rey que Dios guía con su espíritu
18 Sin duda, escuchar a Jehová significa tomar muy en serio su Palabra y el alimento espiritual que él nos brinda (Mat. 24:45). Además, exige obedecer tanto a Dios como a su Hijo. El propio Jesús advirtió: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21). Escuchar a Dios también implica someterse de buena gana a la organización que él ha establecido: la congregación cristiana, en la que contamos con “dádivas en [la forma de] hombres”, los ancianos nombrados (Efe. 4:8).
w01 15/9 10 párr. 2
¿Nos alcanzarán las bendiciones de Jehová?
2 El verbo hebreo que se traduce “sigues escuchando” en Deuteronomio 28:2 denota acción continua. El pueblo de Jehová no debía limitarse a escucharle de vez en cuando; tenía que hacerlo en todo momento de su vida. Solo así los alcanzarían las bendiciones divinas. El verbo hebreo que se vierte “alcanzarte” era un término de caza que la mayoría de las veces significaba “dar alcance” o “llegar a”.
w10 15/9 7 párr. 4
Busquemos con empeño la bendición de Jehová
4 ¿Con qué actitud debían obedecer a Dios los israelitas? La Ley señalaba que tenían que servirle “con regocijo y gozo de corazón”, pues si no, incurrirían en su desagrado (léase Deuteronomio 28:45-47). Ciertamente, Jehová merece algo más que el cumplimiento mecánico de sus mandamientos; en realidad, los animales e incluso los demonios son capaces de seguir órdenes (Mar. 1:27; Sant. 3:3). Quien obedece de verdad a Jehová lo hace con un corazón lleno de amor y de gozo, pues confía plenamente en que él nunca pone mandamientos irrazonables y en que es “remunerador de los que le buscan solícitamente” (Heb. 11:6; 1 Juan 5:3).
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
it-1 1160
Hito
La ley de Jehová prohibía que se movieran hacia atrás los hitos. (Dt 19:14; véase también Pr 22:28.) De hecho, el que movía hacia atrás “el hito de su semejante” era maldito. (Dt 27:17.) Dado que los terratenientes por lo general dependían del producto de sus terrenos, mover hacia atrás un hito significaría privar a otra persona de parte de sus medios de subsistencia. Esta acción equivalía a robo, y es así como se veía en tiempos antiguos. (Job 24:2.) Sin embargo, había personas sin escrúpulos que cometían tales abusos, y en los días de Oseas a los príncipes de Judá se les asemejó a los que movían hacia atrás un lindero. (Os 5:10.)
23-29 I CHAʼAN AGOSTO
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 29, 30
«Mach wen wocolic ti melbentel i yeʼtel Jehová»
w09 1/11 31 párr. 2
Jehová nos da la libertad de elegir
Puede que alguna vez hayamos pensado que obedecer a Dios no es tarea sencilla y que incluso cuesta entender qué es lo que él espera de nosotros. Pero analicemos las siguientes palabras: “Este mandamiento que te estoy mandando hoy no es demasiado difícil para ti, ni está lejos” (versículo 11). Así es, Jehová no nos pide imposibles. Sus requisitos son razonables y pueden satisfacerse. Además, todos podemos conocer cuáles son. Para ello no tenemos que ascender “a los cielos” ni viajar “al otro lado del mar” (versículos 12 y 13). La Biblia nos explica claramente lo que tenemos que hacer (Miqueas 6:8).
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Jehová nos da la libertad de elegir
“A MENUDO, el miedo de fallarle a Jehová se apodera de mí”, dijo una cristiana que creía que las malas experiencias de su niñez inevitablemente la harían pecar contra Dios. Pero ¿tenía razón para pensar así? ¿Acaso somos víctimas indefensas de nuestras circunstancias? No. Dios nos ha dado la libertad de decidir cómo será nuestra vida. De hecho, él desea que tomemos decisiones acertadas, y su Palabra nos dice cómo hacerlo. Veamos lo que escribió Moisés en el capítulo 30 de Deuteronomio.
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Jehová nos da la libertad de elegir
¿Le interesa a Jehová la decisión que tomemos? Claro que sí. “Tienes que escoger la vida”, dijo Moisés por inspiración divina (versículo 19). Pero ¿cómo se hace eso? Moisés mismo dio la respuesta: “Amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a él” (versículo 20). En efecto, el amor por Jehová nos impulsará a obedecerle y a ser leales a él pase lo que pase. Esa es la manera en que escogemos la vida. Y no cualquier clase de vida, sino la mejor que podemos tener ahora. Además, si somos fieles a Dios, tendremos la posibilidad de vivir para siempre en un nuevo mundo (2 Pedro 3:11-13; 1 Juan 5:3).
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
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Oído
Jehová dijo por medio de sus siervos que los tercos y desobedientes israelitas tenían ‘oídos incircuncisos’ (Jer 6:10; Hch 7:51), es decir, cerrados con algo que les impedía oír. No los había abierto Jehová, quien da oídos de entendimiento y obediencia a los que le buscan, pero permite que el oído espiritual de los desobedientes se embote. (Dt 29:4; Ro 11:8.) El apóstol Pablo predijo un tiempo en que algunos cristianos profesos apostatarían de la fe verdadera y no querrían oír la verdad de la Palabra de Dios, sino que desearían que se les ‘regalara’ los oídos con cosas agradables, y por lo tanto escucharían a maestros falsos. (2Ti 4:3, 4; 1Ti 4:1.) Los oídos también pueden ‘retiñir’ debido a noticias sorprendentes, especialmente noticias calamitosas. (1Sa 3:11; 2Re 21:12; Jer 19:3.)
30 I CHAʼAN AGOSTO-5 I CHAʼAN SEPTIEMBRE
ÑUC TAC BɅ I CʼɅJÑIBAL TI BIBLIA | DEUTERONOMIO 31, 32
«Laʼ laj cʌn ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal ti jiñi lajiya tac am bʌ ti jiñi cʼay tilem bʌ ti Dios»
«Aqʼueñon jumpʼejl c pusicʼal mach bʌ tʼoxolic chaʼan mic bʌcʼñan a cʼabaʼ»
8 Cheʼ bʌ lʌcʼʌlix yom chaʼan miʼ yochelob jiñi israelitajob yaʼ ti Lum tsaʼ bʌ wʌn subentiyob, Jehová tsiʼ cʌntesʌbe Moisés jumpʼejl cʼay, i tiʼ sube chaʼan miʼ cʌntesʌbeñob jaʼel jiñi tejclum (Dt. 31:19). Cheʼ mi lac wen ñaʼtan muʼ bʌ i tʼox al jiñi cʼay, tsiquil mi laj qʼuel chaʼan Jehová mach yom chaʼan mi lac mucben i cʼabaʼ yicʼot chaʼan yom mi laj cʼʌn anquese chʼujulʌch (pejcan Deuteronomio 32:2, 3). Yom chaʼan pejtelel quixtañujob miʼ cʌñob. Tiʼ sujm, wen ñuc tsiʼ qʼueleyob jiñi israelitajob cheʼ Moisés tsiʼ cʌntesayob majqui jiñi Jehová yicʼot jiñi i cʼabaʼ. Jiñi tsaʼ bʌ i cʌñʌyob tsiʼ coltayob yicʼot tsiʼ pʼʌtʼesayob lajal bajcheʼ jiñi jaʼal miʼ mul jiñi pimel tac. ¿Bajcheʼ miʼ mejlel lac ñaʼtan chaʼan jiñi laj cʌntesa wolʌch i coltan jiñi yambʌlob?
9 Cheʼ mi lac chaʼlen subtʼan ti jujumpʼejl otot o yaʼ baqui an cabʌl quixtañujob, laʼ laj cʼʌn jiñi Biblia chaʼan mi laj cʌntesʌbeñob i cʼabaʼ Dios. Miʼ mejlel laj cʼʌn eʼtijibʌl tac muʼ bʌ i yʌqʼuen i ñuclel Jehová, bajcheʼ jiñi lac jun tac ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal, wem bʌ video tac yicʼot jiñi lac página chaʼan Internet jw.org®. Mi añonla ti la queʼtel, ti escuela o an baqui mi lac majlel, laʼ laj qʼuel bajcheʼ miʼ mejlel lac subeñob jiñi lac piʼʌlob chaʼan jiñi cʼuxbibil bʌ lac Tat yicʼot bajcheʼ yilal bʌ Dios. Laʼ lac subeñob chuqui ñaʼtʌbil i chaʼan Dios ti lac tojlel yicʼot chaʼan ili Pañimil. Cheʼ bʌ miʼ ñʌchʼtañob, tajol jiñi quixtañujob mi cajel i ñaʼtañob chaʼan Jehová miʼ wen cʼuxbiñonla. Cheʼ mi lac sub chaʼan jiñi i sujmlel chaʼan lac Tat, mi la cʌcʼ laj coltaya chaʼan miʼ sʌqʼuesʌntel i cʼabaʼ i mi lac pʌs chaʼan lot jach am bʌ i yʌlʌyob tiʼ tojlel. Miʼ wen coltan jiñi quixtañujob cheʼ mi laj cʌntesʌbeñob am bʌ ti Biblia (Is. 65:13, 14).
w09 1/5 14 párr. 4
Las figuras retóricas de la Biblia: ¿le gustaría comprenderlas?
La Biblia también compara a Jehová con cosas inanimadas; dice, por ejemplo, que es “la Roca de Israel”, un “peñasco” y una “plaza fuerte” (2 Samuel 23:3; Salmo 18:2; Deuteronomio 32:4). ¿Qué idea transmiten todas estas imágenes? Que, al igual que una roca grande y sólida, Dios es un refugio seguro para nosotros.
w01 1/10 9 párr. 7
Imitemos a Jehová al educar a los hijos
7 Pensemos en el afecto que demostró Jehová al tratar con los israelitas. Moisés empleó esta hermosa analogía para describir el amor que Dios le tenía a la joven nación de Israel: “Tal como el águila revuelve su nido, revolotea sobre sus polluelos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas remeras, solo Jehová siguió [guiando a Jacob]” (Deuteronomio 32:9, 11, 12). Para enseñar a volar a los polluelos, el águila “revuelve su nido” batiendo las alas y hace que estos emprendan el vuelo. Cuando por fin un aguilucho salta del nido, situado a menudo en un risco, la madre “revolotea sobre” él. Si parece que va a caer al suelo, esta se lanza en picado y, colocándose debajo, lo lleva “sobre sus plumas remeras”. De manera similar, Jehová cuidó con cariño a la recién constituida nación de Israel. Le dio la Ley de Moisés (Salmo 78:5-7) y veló por su bienestar, siempre dispuesto a acudir en su ayuda cuando estuvo en apuros.
Laʼ lac sʌclan ñuc tac bʌ i cʼʌjñibal
w04 15/9 27 párr. 11
Puntos sobresalientes del libro de Deuteronomio
31:12. Los jóvenes deben sentarse con los adultos en las reuniones de congregación y esforzarse por escuchar y aprender.