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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová (estudio) 2025
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Philip Brumley.

BIOGRAFÍA

“La batalla es de Jehová”

RELATADA POR PHILIP BRUMLEY

RECUERDO que el 28 de enero de 2010 era un frío jueves de invierno en Estrasburgo (Francia). Aunque es una hermosa ciudad, yo no estaba allí para hacer turismo, sino como parte de un equipo jurídico asignado a defender los derechos de los testigos de Jehová ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. ¿Por qué? Porque el Gobierno de Francia les estaba exigiendo de manera ilegal a los hermanos que pagaran un gigantesco impuesto de casi 64 millones de euros (89 millones de dólares). Pero había en juego algo más importante que el dinero: el nombre de Jehová, la reputación de sus siervos y su capacidad para practicar libremente su religión. Lo que pasó allí confirmó que “la batalla es de Jehová” (1 Sam. 17:47). Permita que se lo cuente con más detalle.

Todo comenzó a finales de los noventa, cuando el Gobierno francés le exigió de forma injustificada a la sucursal de Francia que pagara un impuesto por todas las donaciones que había recibido entre 1993 y 1996. Llevamos el caso a los tribunales del país, pero no dio resultado. Cuando perdimos una apelación, el Gobierno confiscó más de 4.500.000 euros (6.300.000 dólares) de la cuenta bancaria de la sucursal. Nuestra última esperanza era el Tribunal Europeo. Pero, antes de tomar ninguna decisión, este tribunal exigía que el equipo jurídico del Gobierno y el nuestro nos reuniéramos ante cierta funcionaria del Tribunal Europeo para intentar llegar a un acuerdo prejudicial.

Imaginábamos que la funcionaria nos iba a presionar para que aceptáramos pagar una parte del dinero que nos exigía el Gobierno y así resolver el asunto. Pero nosotros teníamos muy claro que pagar aunque fuera un solo euro iría en contra de los principios bíblicos. Los hermanos habían hecho sus donaciones para apoyar el Reino, así que ese dinero no le pertenecía al Gobierno (Mat. 22:21). En cualquier caso, por respeto al Tribunal, acudimos a aquella reunión.

Nuestro equipo jurídico delante del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, en el 2010.

El encuentro tuvo lugar en una sala de reuniones muy elegante del Tribunal Europeo. Efectivamente, pasó lo que temíamos: lo primero que dijo la funcionaria fue que esperaba que los testigos de Jehová de Francia pagaran una parte del impuesto. De repente, sentimos el impulso de preguntarle: “¿Está al tanto de que el Gobierno ya ha confiscado más de cuatro millones y medio de euros de nuestra cuenta bancaria?”.

A la funcionaria le cambió la cara. Era evidente que no lo sabía. Cuando el equipo jurídico del Gobierno le confirmó que eso era cierto, ella se indignó y, después de regañarlos, le puso fin a la reunión. Me di cuenta de que Jehová le había dado un vuelco a la situación de manera totalmente inesperada. Salimos de aquella reunión “flotando” de la emoción. ¡No lo podíamos creer!

El 30 de junio de 2011, el Tribunal Europeo falló a nuestro favor unánimemente. Declaró nulo el impuesto y le ordenó al Gobierno que nos devolviera el dinero, ¡y con intereses! Aquella decisión histórica sigue beneficiando a los hermanos de Francia hasta ahora. Resulta que aquella sencilla pregunta improvisada fue como la piedra que se hundió en la cabeza de Goliat y nos permitió ganar la batalla. ¿Por qué? Porque, como le dijo David a Goliat, “la batalla es de Jehová” (1 Sam. 17:45-47).

Y esta no es la única victoria que hemos logrado. A pesar de la oposición de líderes religiosos y políticos muy poderosos, hemos ganado 1.225 casos en los tribunales de mayor autoridad de 70 países y en varios tribunales internacionales. Estas sentencias protegen nuestros derechos fundamentales, como recibir reconocimiento legal como religión, predicar públicamente, negarnos a participar en ceremonias patrióticas y rechazar sangre.

Ahora bien, ¿cómo es que yo, que servía en la central mundial de los testigos de Jehová (Nueva York, Estados Unidos), acabé formando parte de aquel equipo jurídico en Europa?

CRIADO POR MISIONEROS DE CORAZÓN

Mis padres, George y Lucille, asistieron a la clase 12 de la Escuela de Galaad, y en 1956 estaban sirviendo en Etiopía cuando nací yo. Me pusieron Philip, por “Felipe el evangelizador” (Hech. 21:8). Al año siguiente, el Gobierno prohibió nuestra obra. Aunque yo era muy pequeño, recuerdo claramente a mi familia yendo a las reuniones y predicando a escondidas. ¡A mí me parecía tan emocionante! Por desgracia, en 1960 nos obligaron a irnos del país.

Nathan Knorr (el primero a la izquierda) visitando a mi familia en Adís Abeba (Etiopía), en 1959.

Nos fuimos a vivir a Wichita (Kansas, Estados Unidos). Mis padres nunca perdieron su espíritu de misioneros, y su amor por la predicación era contagioso. Vivían la verdad y nos inculcaron valores espirituales a mí, a mi hermana mayor, Judy, y a mi hermano menor, Leslie, quienes por cierto también nacieron en Etiopía. Me bauticé con 13 años y, tres años después, nos mudamos a Arequipa (Perú), donde se necesitaba ayuda para predicar.

En 1974, cuando yo tenía solo 18 años, la sucursal de Perú nos nombró precursores especiales a mí y a otros cuatro hermanos. Nos enviaron a abrir territorio en la zona de las montañas de la cordillera central de los Andes. Allí también les pudimos predicar a las comunidades indígenas quechua y aimara. Viajábamos en un vehículo acondicionado para dormir, que apodábamos el Arca por su forma rectangular. Recuerdo con cariño usar la Biblia para enseñarles a los indígenas que Jehová pronto acabará con la pobreza, las enfermedades y la muerte (Apoc. 21:3, 4). Muchos aceptaron el mensaje del Reino.

Un vehículo acondicionado para dormir atravesando unas aguas.

El Arca, en 1974.

ME INVITAN A LA CENTRAL MUNDIAL

En 1977, Albert Schroeder fue a visitar Perú. Él era miembro del Cuerpo Gobernante, y me animó a mandar la solicitud para servir en la central mundial. Y eso hice. Poco después, el 17 de junio de 1977, empecé a servir en el Betel de Brooklyn. Trabajé en los departamentos de Limpieza y Mantenimiento durante los siguientes cuatro años.

El día de nuestra boda, en 1979.

En junio de 1978 conocí a Elizabeth Avallone en una asamblea internacional en Nueva Orleans (Luisiana). Los padres de ella, igual que los míos, vivían la verdad. Elizabeth llevaba cuatro años siendo precursora regular, y su meta era servir a tiempo completo toda la vida. Nos mantuvimos en contacto y no tardamos en enamorarnos. Nos casamos el 20 de octubre de 1979 y empezamos a servir juntos en Betel.

Nuestra primera congregación fue Brooklyn Spanish, y los hermanos de allí nos dieron todo su amor. A lo largo de los años, hemos estado en otras tres congregaciones, que también han sido muy cariñosas y nos han animado a seguir en Betel. Agradecemos mucho su apoyo y el de los amigos y los familiares que nos ayudaron a atender a nuestros padres durante la vejez.

Philip con otros betelitas en un Salón del Reino.

Grupo de betelitas que asistía a la congregación Brooklyn Spanish, en 1986.

MIS INICIOS EN EL MUNDO DE LAS LEYES

En enero de 1982 pasó algo inesperado: me trasladaron al Departamento de Asuntos Legales de Betel. Tres años después me asignaron ir a la universidad y sacarme el título de abogado. Mientras estudiaba, me encantó descubrir que las victorias legales de los testigos de Jehová han contribuido a consolidar libertades fundamentales que muchas personas dan por sentadas, tanto en Estados Unidos como en otros países. En clase dedicábamos muchas horas a analizar estos casos tan importantes.

En 1986, cuando tenía 30 años, me nombraron superintendente del Departamento de Asuntos Legales. Me sentía honrado de que hubieran confiado tanto en mí siendo tan joven, pero a la vez sabía que era una gran responsabilidad y me sentía abrumado por la complejidad de lo que tenía por delante.

Obtuve mi licencia de abogado en 1988, pero no era consciente de cuánto habían perjudicado mi espiritualidad los estudios superiores. La universidad puede despertar la ambición en una persona y hacerle creer que todo lo que sabe la pone por encima de quienes no tienen la misma preparación académica. Pero Elizabeth vino al rescate y me ayudó a recuperar mi rutina espiritual poco a poco. Ahora sé por experiencia que lo más importante en la vida no es llenar la cabeza de conocimiento, sino ser un buen amigo de Jehová y amarlos mucho a él y a sus siervos.

DEFENDEMOS Y ESTABLECEMOS LEGALMENTE LAS BUENAS NOTICIAS

Después de graduarme, pude dedicarme de lleno a atender las necesidades legales de Betel y a defender los intereses del Reino en los tribunales. Hacer mi trabajo era emocionante pero todo un reto por lo rápido que cambiaban las cosas en la organización. Por ejemplo, en 1990 le pidieron a nuestro departamento que preparara las pautas necesarias para dejar de solicitar una cantidad sugerida por nuestras publicaciones. A partir de entonces, los testigos de Jehová empezaron a ofrecerlas sin cobrar por ellas. Esto simplificó el trabajo en Betel y en las congregaciones, y ha evitado que nos exijan impuestos indebidos. Algunos pensaron que este cambio nos dejaría sin recursos y perjudicaría la predicación. Pero pasó todo lo contrario. Ahora hay más del doble de siervos de Jehová que en 1990, y las personas pueden recibir el alimento espiritual sin tener que pagar nada. He visto por mí mismo que cambios tan grandes salen bien solo gracias a la ayuda de Jehová y a la guía que nos da mediante el esclavo fiel (Éx. 15:2; Mat. 24:45).

Muchas de nuestras victorias legales se deben más a la buena conducta de nuestros hermanos que a la habilidad de nuestros abogados. Por poner un ejemplo, tres miembros del Cuerpo Gobernante y sus esposas asistieron a unas asambleas históricas que se celebraron en Cuba en 1998. Su actitud amable y respetuosa convenció mucho más a las autoridades de nuestra neutralidad política que todo lo que les dijimos nosotros en reuniones formales.

Sin embargo, a veces la única manera de resolver ciertos asuntos es acudir a los tribunales para seguir “defendiendo y estableciendo legalmente las buenas noticias” (Filip. 1:7). Por ejemplo, durante décadas las autoridades de Europa y de Corea del Sur no reconocieron nuestro derecho a negarnos a hacer el servicio militar. Como resultado, unos 18.000 hermanos en Europa y más de 19.000 en Corea del Sur estuvieron en la cárcel por negarse a hacer el servicio militar por motivos de conciencia.

Finalmente, el 7 de julio de 2011, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos emitió un veredicto histórico en el caso Bayatyan contra Armenia, en el que ordena a todos los países europeos ofrecer un servicio civil alternativo. Tiempo después, el 28 de junio de 2018, el Tribunal Constitucional de Corea del Sur tomó una decisión parecida. Estas victorias no hubieran sido posibles si no fuera porque todos los jóvenes hermanos se mantuvieron firmes.

Tanto en la central mundial como en las sucursales, los departamentos de asuntos legales trabajan incansablemente para defender los intereses del Reino. Es un honor representar a los hermanos que sufren la oposición de las autoridades. Sea que ganemos los casos o no, lo que siempre logramos es darles un testimonio a gobernadores y reyes, y a las naciones (Mat. 10:18). Los jueces, los representantes de las autoridades, los medios de comunicación y el público en general se ven obligados a leer los textos bíblicos que incluimos en nuestros documentos y a escuchar los que citamos en nuestras argumentaciones orales. Las personas sinceras llegan a conocer a los testigos de Jehová y ven que nuestras creencias están basadas en la Biblia, y hay quienes han aceptado la verdad.

¡GRACIAS, JEHOVÁ!

Durante los pasados 40 años, he tenido la oportunidad de colaborar con distintas sucursales a nivel mundial atendiendo asuntos legales y de comparecer ante varios tribunales supremos y funcionarios de alto rango. Quiero y admiro a mis compañeros del Departamento de Asuntos Legales de la central mundial y los de todo el mundo. Mi vida ha estado llena de bendiciones y me siento muy feliz.

Philip y Elizabeth Brumley.

Elizabeth ha estado siempre a mi lado apoyándome con cariño durante 45 años, en las buenas y en las malas. Y eso a pesar de que sufre una enfermedad que afecta su sistema inmunológico y limita sus fuerzas. ¡Me quito el sombrero!

Elizabeth y yo hemos visto que podemos ser fuertes y obtener la victoria no por nuestras propias habilidades, sino porque, como dijo David, “Jehová es una fuerza para su pueblo” (Sal. 28:8). Sin duda, “la batalla es de Jehová”.

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