Lunes 25 de agosto
Aunque ustedes nunca lo vieron, lo aman (1 Ped. 1:8).
Jesús tuvo que enfrentarse a Satanás, que lo tentó e incluso puso a prueba su lealtad a Jehová de manera directa (Mat. 4:1-11). Satanás estaba decidido a hacer que Jesús pecara para que no pudiera pagar el rescate. Durante su ministerio, Jesús aguantó otras pruebas. Por ejemplo, sus enemigos lo persiguieron y amenazaron con matarlo (Luc. 4:28, 29; 13:31). Tuvo que lidiar con las imperfecciones de sus discípulos (Mar. 9:33, 34). En el juicio en el que lo condenaron a muerte, lo torturaron y se burlaron de él. Después lo ejecutaron como si fuera un delincuente y sufrió muchísimo (Heb. 12:1-3). Y, cuando estaba a punto de morir, Jehová le retiró su protección, así que tuvo que aguantar la parte final de la prueba por sí solo (Mat. 27:46). Está claro que Jesús pagó un precio muy alto para rescatarnos. Cuando pensamos en todos los sacrificios que Jesús estuvo dispuesto a hacer por nosotros, se nos llena el corazón de amor por él. w24.01 2:7-9
Martes 26 de agosto
Todo el que se precipita acabará en la pobreza (Prov. 21:5).
La paciencia nos ayuda a llevarnos bien con los demás. Si somos pacientes, escucharemos con atención cuando otros hablen (Sant. 1:19). También promoveremos la paz. No reaccionaremos de manera impulsiva ni diremos algo hiriente cuando estemos bajo presión. Además, si alguien nos ofende, no nos enojaremos con facilidad ni le pagaremos con la misma moneda. Más bien, seguiremos soportándonos unos a otros y perdonándonos con generosidad (Col. 3:12, 13). La paciencia también nos ayuda a tomar mejores decisiones. En vez de actuar de forma precipitada o sin pensar, dedicaremos tiempo a informarnos bien sobre las opciones que tenemos para ver cuál es la mejor. Por ejemplo, si estamos buscando trabajo, quizás nos sintamos tentados a aceptar lo primero que nos ofrezcan. Pero, si somos pacientes, tendremos en cuenta qué efecto tendrá en nuestra familia y en nuestra relación con Jehová. La paciencia nos ahorrará malas decisiones. w23.08 35:8, 9
Miércoles 27 de agosto
En mi cuerpo veo otra ley que lucha contra la ley de mi mente y que me hace prisionero de la ley del pecado que está en mi cuerpo (Rom. 7:23).
Si se siente frustrado por tener que luchar contra los malos deseos, pensar en la promesa que le hizo a Jehová cuando le dedicó su vida le dará las fuerzas para resistir las tentaciones. ¿Por qué lo decimos? Cuando una persona le dedica su vida a Jehová, renuncia a sí misma. Esto significa que les dice que no a los deseos y las ambiciones personales que le desagradan a Jehová (Mat. 16:24). Así que, cuando nos enfrentemos a una prueba, no tendremos que andar pensando en lo que vamos a hacer. Para nosotros, solo habrá una opción posible: ser leales a Jehová. Estaremos totalmente decididos a complacerlo. Cuando le dedicamos nuestra vida a Jehová, les dijimos que no a todas las otras opciones. Seremos como Job, que aunque pasó por dificultades terribles afirmó con absoluta convicción: “No renunciaré a mi integridad” (Job 27:5). w24.03 10:6, 7