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¡Despertad! 1971
g71 8/5 págs. 5-7

¿Se puede orar con los Salmos?

¿Qué clase de oración oye Dios?

MUCHOS se han maravillado de la manera en que las voces de los astronautas en la Luna fueron transmitidas a través de centenares de miles de kilómetros y se oyeron por todas partes de la Tierra en un intervalo muy breve de tiempo. Esta hazaña fue posible debido al funcionamiento de las ondas de radio.

Estos desenvolvimientos dramáticos del viaje espacial y la transmisión del sonido sugieren a las mentes no predispuestas que no es imposible que las criaturas humanas se comuniquen con Aquel que creó la Luna y todas las estrellas esparcidas a través de la inmensidad del espacio. Sí, la oración dirigida al Creador debe ser tanto más posible y deseable.

Pero, la pregunta vital es de qué manera debemos orar para obtener los mejores resultados. Los hombres siempre han sentido la necesidad de buscar alivio contando sus dificultades a un oyente poderoso, a alguien que pueda ayudarles a vencer sus problemas. Es por eso que gente de todas las religiones —budistas, hindúes, adoradores de Alá, miembros de las religiones de la cristiandad— participan en orar. Algunos se dirigen directamente al dios que adoran. Otros oran por medio de varios intermediarios, como los “santos,” las imágenes y las reliquias.

Sin embargo, no hay ningún libro de religión que diga tantas cosas sensatas e instructivas acerca de la oración como la Santa Biblia. Desde el principio hasta el fin dice cómo oraron los hombres de tiempos antiguos, hombres que tuvieron fe en el único Dios verdadero. Relata lo que ellos dijeron en sus oraciones y la actitud con la cual se acercaron al Gran Oidor de oraciones. (Sal. 65:2) Dice acerca de qué oraron y por qué.

Oración supersticiosa

Muchas personas de la cristiandad, como, por ejemplo, en algunos países del Caribe, participan en oración supersticiosa, quizás sin saberlo. ¿De qué manera? Parece que algunos creen que solo porque cierta oración está en la Biblia tiene gran influencia con Dios. Llega a ser para ellos como una fórmula mágica.

Una porción de la Biblia que recibe atención especial en cuanto a esto es el libro de los Salmos. Contiene muchas oraciones que el rey David y otros hombres fieles pronunciaron bajo una gran variedad de circunstancias. Pero lo que a menudo se pasa por alto es que éstas son mucho más que oraciones personales de individuos. De hecho, se ve que muchas de ellas son proféticas y se refieren a Jesucristo y al papel que él desempeña en los propósitos de Dios. Note, por ejemplo, que el apóstol Pablo aplica el Salmo 40 al Señor Jesucristo.—Heb. 10:5-10.

Pero las personas supersticiosas creen que pueden usar un Salmo específico para afrontar cada problema en su vida. Se dice que un Salmo en particular promueve el éxito en los negocios, que otro aleja los espíritus malos, que otro sirve para conseguir trabajo y todavía otro para asegurar buen éxito al ir de pesca. Uno puede oír a alguna de tales personas preguntar: “¿Qué Salmo me aconseja que use en tal y tal situación?” Hasta hay especialistas a quienes consultar si uno está en dudas.

¿Se encuentra sin trabajo? Le dirán que se ponga de pie en una encrucijada y recite los Salmos 21 y 22. ¿Está experimentando dificultades con su cónyuge? Entonces, dicen ellos, todo lo que tiene que hacer es recitar los Salmos 1 al 9 durante nueve días; el Salmo 1 en el primer día, los Salmos 1 y 2 en el segundo día, etc., hasta recitar todos los nueve en el noveno día. ¿No está teniendo mucho éxito en los negocios? Entonces se recomienda el Salmo 25.

Se dice que el Salmo 109, cuando se recita, tiene el poder de proteger contra los enemigos, de quitarlos o hasta destruirlos para siempre. Se supone que debe decirse de frente al Sol naciente y con una vela encendida en la mano. La gente hasta deja la Biblia en su cama u otro mueble, con las páginas abiertas, ¡a veces hasta colocan una vela encendida sobre esta página en particular! Se cree que así se puede mantener a raya a los espíritus inicuos o impedir que entren en la casa.

¡Ay! Todos esos usos supersticiosos de los Salmos no han resuelto el desempleo ni los muchos otros problemas. Los enemigos no se han reducido. Todavía parece que los espíritus inicuos molestan la vida de los supersticiosos. La miseria y la pobreza todavía están afligiendo a los mismísimos países donde se recitan estos Salmos para conseguir alivio.

¿Qué entonces? ¿Es ésta la clase de confianza que la gente debe cifrar en la Biblia? ¿Es éste el modo apropiado de acercarse a Dios en oración? ¿Ha de esperarse que Dios oiga algunas de esas oraciones?

El consejo de la Palabra de Dios

La Biblia misma suministra la respuesta de Dios a esas preguntas. No solo contiene muchos ejemplos de oración, sino que también contiene instrucción para los adoradores en cuanto a cómo se debe orar. La oración ocupó un lugar importante en la vida y el ministerio del propio Hijo de Dios, Jesucristo. Él enseñó a sus seguidores a que imitaran su ejemplo y les enseñó a orar. En Mateo 7:7, 8, él dijo: “Sigan pidiendo, y se les dará; sigan buscando, y hallarán; sigan tocando, y se les abrirá. Porque todo el que pide recibe, y todo el que busca halla, y a todo el que toca se le abrirá.”

Sin embargo, ¿quiso decir Jesús con esas palabras que se nos concedería todo lo que pidiéramos? De ninguna manera, pues su discípulo Santiago escribe de los que no obtienen respuestas a sus oraciones “porque piden con un propósito malo.” (Sant. 4:3) Y Jesús mismo de manera conmovedora señaló el peligro de orar por algo que no esté de acuerdo con la voluntad de Dios, pues, mientras oraba en el Jardín de Getsemaní, dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa. Sin embargo, no como yo quiero, sino como tú quieres.” (Mat. 26:39) Uno no puede orar en la manera de Salmo 25:4, “Hazme conocer tus propios caminos, oh Jehová; enséñame tus propias sendas,” y a la vez no hacer ningún esfuerzo por estudiar la Palabra escrita de Dios, la Biblia, para averiguar más acerca de la voluntad de Dios.

También está el asunto de orar por el desastre de nuestros enemigos. ¿Debería hacer eso el cristiano? Jesucristo enseñó a sus seguidores: “Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen; para que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos.”—Mat. 5:44, 45.

¿Es imposible que los humanos sigan ese principio? Jesús mismo se apegó a él en el momento más doloroso de su ejecución, pues al ser fijado en el madero clamó: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Luc. 23:34) Y Esteban, mientras estaba siendo lapidado por los judíos, oró, diciendo: “Jehová, no les imputes este pecado.” (Hech. 7:60) Los cristianos no deben permitir que el odio o las ideas de venganza personal influyan en ellos. La venganza le pertenece a Dios.—Deu. 32:35; Rom. 12:19.

Se hace patente que no es apropiado orar a Dios por misericordia y al mismo tiempo negar misericordia a enemigos personales. (Mat. 6:12) Entonces, ¿qué hay del Salmo 109 y el Salmo 83? ¿No revelan un espíritu vengativo? No, no si los entendemos correctamente. Están completamente en armonía con el propósito de Dios de castigar y destruir a los inicuos incorregibles, a los que son voluntariosamente inicuos, a los que verdaderamente son enemigos de Dios. (Sal. 83:2) Y debe notarse que el primero de esos Salmos es una oración profética que envolvió circunstancias relacionadas con la vida de Jesucristo. Así lo aplicaron los apóstoles. (Hech. 1:20) Esas oraciones expresan principalmente el deseo de que el nombre de Dios sea honrado como resultado de sus actos en relación con su pueblo.—Sal. 83:16, 18; 109:21, 27.

Uso correcto de los Salmos

Los Salmos forman parte de las Santas Escrituras acerca de las cuales el apóstol Pablo escribió: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente competente, completamente equipado para toda buena obra.” (2 Tim. 3:16, 17) Por lo tanto es bueno estudiar los Salmos junto con todo el resto de las Escrituras para sacar de ellas los principios justos de Dios que nos sirven para disciplinar nuestra vida. Si nuestros pensamientos y hechos están en armonía con esos principios, entonces Jehová concederá nuestras oraciones fervorosas. Pero si alguien utiliza los Salmos de una manera supersticiosa pasando por alto el resto de las Escrituras, posiblemente viviendo en fornicación o adulterio, ¿entonces qué? Proverbios 28:9 responde: “El que está apartando su oído de oír la ley... hasta su oración es cosa detestable.”

Dios no puede oír favorablemente al que se apoya exclusivamente en las oraciones del libro de los Salmos, sin tener en cuenta lo que el Hijo de Dios enseñó tocante a la oración. Uno tiene que aceptar y aplicar las instrucciones y los principios que Cristo Jesús dio, a saber, abstenerse de la oración en la que se participa solo para ser visto por los hombres, abstenerse de oraciones repeticiosas, ofrecer oraciones en el nombre de Cristo Jesús. (Mat. 6:5-8; Juan 14:13) Como Jesús mismo testifico: “Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie viene al Padre [aun en oración] sino por mí.”—Juan 14:6.

Las oraciones que Dios acepta no son las que se dicen de memoria, ni tampoco las oraciones escritas de antemano por otra persona. Más bien son las oraciones espontáneas, aunque no se expresen en gramática perfecta, ni se digan con facilidad de palabra, sino brotando del corazón. Un salmista de la Biblia dijo: “He llamado con todo mi corazón. Respóndeme, oh Jehová.” (Sal. 119:145) ¿Pudiera él haber dicho eso si simplemente hubiera leído alguna oración escrita? Ciertamente que no.

Aquel cuyas oraciones son un deleite para Dios es el que ha estudiado para conocer a Dios y su voluntad y sus principios de justicia, y cuyo corazón por lo tanto se ha llenado de aprecio y gratitud al Creador. Entonces las oraciones de tal persona no son simples peticiones de algo a Dios, sino que incluyen alabanza y acción de gracias al Gran Dador de “toda dádiva buena y todo don perfecto.”—Sant. 1:17.

Los testigos de Jehová son un pueblo que tiene plena fe en Dios y que evalúa a grado cabal la oración como un medio de acercamiento a Dios. Aceptan las Santas Escrituras, incluso los Salmos, como la Palabra del único Dios verdadero. Sin embargo, no atribuyen a los Salmos ningún poder sobrenatural o mágico. Fueron escritos, como el resto de las Escrituras, para nuestro consuelo y para vigorizar nuestra esperanza. (Rom. 15:4) Muchos de los Salmos de la Biblia contienen profecías acerca del reino de Dios bajo Cristo. Ese reino, acerca del cual Jesús enseñó a sus seguidores a orar, diciendo: “Venga tu reino,” es el reino que los testigos de Jehová están proclamando por todo el mundo como la esperanza de todos los que anhelan disfrutar del don de la vida de Dios.—Mat. 6:9, 10.

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