Lo que tiene propuesto el hacedor del hombre
NUNCA fue el propósito de Dios que el hombre viviera unos cuantos años en la Tierra y entonces muriera. La Biblia muestra claramente que la perspectiva que él puso delante de las primeras criaturas humanas fue vida sin fin en la Tierra. Un “árbol de la vida” en su agradable hogar que se parecía a parque servía como símbolo de la garantía inmutable del Creador de dar vida a los que él juzgara dignos de participar de su fruto.—Gén. 2:9; 3:22.
Hoy no existe un “árbol de la vida” literal en ningún lugar de la Tierra. También ha desaparecido el encantador hogar paradisíaco de que los primeros seres humanos, Adán y Eva, disfrutaron cuando eran perfectos. ¿Significa esto que el propósito de Dios para el hombre ha cambiado?
Lo que uno ve hoy quizás lo haga pensar que Dios ha cambiado de parecer respecto a la Tierra y el género humano. Pero las apariencias pueden ser engañosas. La Palabra de Dios, la Biblia, nos da una seguridad positiva de que no ha habido cambio en el propósito del Creador. Leemos: “Dios no es un hombre para que diga mentiras, ni hijo de la humanidad para que sienta pesar. ¿Lo ha dicho él mismo y acaso no lo hará, y ha hablado y no lo llevará a cabo?” (Núm. 23:19) “Yo soy Jehová; no he cambiado.”—Mal. 3:6.
En realidad, el hecho de que las criaturas humanas han estado muriendo durante miles de años confirma la confiabilidad de lo que Dios dice. ¿Cómo es eso? Porque se le dijo a Adán respecto a las consecuencias de la desobediencia: “Positivamente morirás.” (Gén. 2:17) Cediendo a la persuasión de su esposa, Adán violó la ley de Dios. El Creador, apegándose fielmente a su palabra, sentenció a muerte a Adán en ese mismo día. Dios dijo: “Con el sudor de tu rostro comerás pan hasta que vuelvas al suelo, porque de él fuiste tomado. Porque polvo eres y a polvo volverás.”—Gén. 3:19.
Puesto que a Adán y a su esposa se les permitió vivir por un tiempo y llegar a ser progenitores, una familia humana moribunda vino a la existencia. Habiendo perdido sus derechos a la vida, Adán no pudo transmitir éstos como una herencia a su prole. Es por eso que la Biblia dice: “Por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.”—Rom. 5:12.
Así es que la expresión del juicio de Dios sobre Adán ha resultado cierta y todavía estamos sintiendo sus efectos. Entonces, ¿no deberíamos esperar que el propósito del Todopoderoso de hacer que la humanidad viva para siempre en una Tierra paradisíaca también se materialice? ¡Muy ciertamente!
En armonía con el propósito original de Dios de que el hombre viva y no muera, la Biblia da esta seguridad: “[Dios] se tragará a la muerte para siempre.” (Isa. 25:8) Se ve, pues, que tiene que haber una restauración de la familia humana a la perfección de la cual disfrutaron en un tiempo Adán y Eva.
Base para la restauración
Hace muchos siglos Dios mismo puso la base para esta restauración. Puesto que Adán, por su desobediencia, perdió los derechos de la familia humana a la vida, el Altísimo proveyó lo necesario para redimirlos. Él transfirió la vida de su Hijo principal desde los cielos a la matriz de una virgen judía llamada María. El médico Lucas del primer siglo informa lo que se le dijo a María precisamente antes de su concepción milagrosa: “Espíritu santo vendrá sobre ti, y poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso también lo que nace será llamado santo, Hijo de Dios.”—Luc. 1:35.
Este, Jesucristo, le manifestó obediencia sin tacha a su Dios y Padre. Por eso cuando entregó sus derechos a la vida humana, pudo comprar de vuelta los derechos a la vida que Adán perdió para toda su prole. Concerniente a esto, las Santas Escrituras nos dicen: “Por medio de una sola ofensa el resultado a toda clase de hombres fue la condenación, así mismo también por medio de un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida. Porque así como por la desobediencia de un solo hombre muchos fueron constituidos pecadores, así mismo también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos justos.”—Rom. 5:18, 19.
El hecho de que Jesucristo mantuvo una conducta sin tacha como hombre probó que esto era posible para las criaturas humanas perfectas. Sobre esta base, Dios podría considerar como justas aun a personas imperfectas si mostraban la misma clase de devoción que su Hijo. Porque, si estas personas devotas también tuvieran perfección, ellas podrían de igual modo mantener una conducta absolutamente impecable. Por lo tanto, había un fundamento para que Jehová Dios introdujera a la humanidad en unidad consigo mismo por medio de su Hijo.
¿Por qué han transcurrido tantos siglos?
Pero, ¿por qué, siglos después, todavía nos hallamos atormentados por debilidades e imperfecciones? La razón es que Dios tiene un tiempo específico para obrar. Jesucristo, al ser resucitado de entre los muertos, les dijo a sus leales discípulos: “No les pertenece a ustedes adquirir el conocimiento de los tiempos o sazones que el Padre ha colocado en su propia jurisdicción.”—Hech. 1:7.
Por lo tanto, tenemos que esperar pacientemente los tiempos y las sazones de Dios, no mirando los asuntos desde el punto de vista humano. El hombre que quiere alcanzar cierta meta, tiene que obrar dentro de un tiempo comparativamente corto. Debido a la corta duración de su vida, no le conviene diferir el asunto indefinidamente.
Sin embargo, el Creador no está limitado por el tiempo de modo alguno. Para él, “mil años” son “como el día de ayer cuando ha pasado, y como una vigilia [de cuatro horas] durante la noche.” (Sal. 90:4) Él es desde “tiempo indefinido hasta tiempo indefinido.” (Sal. 90:2) Él no tiene que hacer frente a incertidumbres. El futuro no es para él una página en blanco. La Biblia se refiere a él como “Aquel que declara desde el principio el final, y desde hace mucho las cosas que no se han hecho.” (Isa. 46:10) Por lo tanto, Jehová Dios puede tener en cuenta el pasado, presente y futuro al decidir el mejor tiempo para obrar a favor de la humanidad. Puesto que él también puede resucitar a los muertos, el hecho de que su día para restaurar a la humanidad a la perfección todavía está en el futuro no le resulta en daño duradero al hombre. Es por eso que el Altísimo no está bajo premura para obrar antes de su debido tiempo, el tiempo apropiado.
¿Hay algún modo de saber exactamente cuándo podemos esperar ser librados de las debilidades e imperfecciones humanas? La Biblia muestra que esto se llevará a cabo después que se haya destruido el actual sistema impío y haya sido reemplazado por un nuevo orden justo. El “día y hora” para la ejecución del juicio de Dios sobre el actual sistema no se ha revelado en las Santas Escrituras. (Mat. 24:36-42) Pero la Biblia sí nos dice acerca de la situación que existiría en la Tierra precisamente antes de ese acontecimiento.
Leemos: “En los postreros días sobrevendrán tiempos difíciles. Porque abundarán los hombres egoístas, codiciosos, jactanciosos, orgullosos, maldicientes, desobedientes a sus padres, desagradecidos, impíos. Faltos de amor, desleales, calumniadores, incontinentes, inhumanos, enemigos de todo lo bueno. Traidores, temerarios, infatuados, amigos de placeres más que amigos de Dios. Hombres que usan la religión como un disfraz.” (2 Tim. 3:1-5, Franquesa y Solé) ¿No es cierto que lo que aquí se describe está haciendo la vida cada vez más difícil para la gente hoy? ¿No muestra esto que el tiempo de Dios para poner fin a los “postreros días” está muy cerca?
Se realizará un magnífico propósito
Después que este sistema llegue a su fin, Jehová Dios se propone restaurar la familia humana a la perfección por medio de su Hijo, Jesucristo, y un cuerpo de gobernantes celestiales, los miembros del cual han sido comprados de la Tierra. Los que formarán este cuerpo dirigente son hombres y mujeres que han demostrado su firme lealtad a Dios y su interés altruista en sus semejantes humanos.—Rev. 14:5.
Jesucristo y sus intachables gobernantes asociados tomarán el control de los asuntos de la Tierra inmediatamente después que se haya desarraigado de la Tierra el actual sistema imperfecto de cosas. Esto significa que los que están arruinando la Tierra serán ellos mismos arruinados o destruidos. (Rev. 11:18) Después de eso los que sobrevivan a la destrucción de los arruinadores de la Tierra experimentarán maravillosos cambios. Tendrán la atención amorosa de Jesucristo y sus gobernantes asociados ‘por mil años.’ (Rev. 20:6) Durante ese tiempo la Tierra será transformada en un paraíso. Todas las dificultades y los sufrimientos del pasado serán eliminados. Y los muertos serán resucitados. El último libro de la Biblia, Revelación, describe lo que Dios hará por medio de su gobierno celestial:
“Él limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor.”—Rev. 21:4.
¡Ciertamente es maravillosa la perspectiva de estar presente y ver el cumplimiento del propósito original de Dios... sí, de ver a la humanidad restaurada a la perfección y esta Tierra transformada en un hermoso hogar paradisíaco! ¿Hay algo que usted pueda hacer ahora para participar de la segura realización de ese propósito?
[Ilustración de la página 9]
Jehová Dios hizo al hombre para vivir, no para morir, y puso a las primeras criaturas humanas en un deleitable hogar semejante a parque, un paraíso