¿Cuánto tiempo le gustaría a usted vivir?
Algunos piensan que puede ser posible que vivamos mucho más tiempo que ahora, pero los que así piensan pasan por alto la más grande posibilidad de todas.
EL HOMBRE no vive mucho tiempo. Oh, un niño tal vez piense que el hombre vive mucho tiempo, y quizás los jóvenes lo crean, pero muy pronto el hombre comienza a comprender que, aunque todavía disfruta de la vida tanto como antes, el tiempo que tiene para vivir rápidamente se acerca a su fin.
Aun a la edad temprana de treinta años los hombres han vivido casi la mitad de la duración máxima de la vida normal, y a medida que los años aumentan y la vejez se apresura llegan a estar conscientes cada vez más del hecho de que no vivirán mucho tiempo.
En el continente norteamericano hay árboles —pedazos de madera ciegos, irreflexivos— ¡que tienen cuatro mil años de edad! No obstante, la duración máxima de la vida media de las criaturas inteligentes, reflexivas, capaces de escoger su alimento, cuidar su cuerpo, cambiar su medio ambiente y tratar sus enfermedades, es solo de unos setenta años, y en algunos lugares es mucho menos que eso. ¡Verdaderamente, el hombre no vive mucho tiempo!
Aún más asombroso es el hecho de que la ciencia no sabe por qué muere el hombre. El tejido viviente puede ser mantenido vivo en el laboratorio casi indefinidamente; el Scientific American dijo: “probablemente por siglos, con tal que sea cuidado adecuadamente.” El Dr. Alexis Carrel conservó vivo un pedacito de tejido de gallina durante treinta y seis años... un experimento que fue terminado solo cuando pareció obvio que el tejido podría sobrevivir para siempre.
Pero aunque el material del cual está compuesto el cuerpo puede mantenerse vivo, no se puede hacer eso con el hombre. Envejece y muere demasiado pronto. Es difícil entender por qué tiene que ser así.
Con el deseo de postergar la muerte los hombres hasta se afianzan fuertemente de esperanzas ficticias. En una ocasión William L. Laurence, un encumbrado reportero médico y científico, escribió en un artículo que recibió prominencia especial en una revista estadounidense: “Ahora hay medios científicos disponibles para asegurar a todas las personas que ahora viven, durante todo tiempo venidero y mientras dure la vida sobre la Tierra, una continuidad de existencia de su cuerpo físico en un acto de volver a nacer eterno, que se renueva constantemente, que se autoperpetúa... en este mundo, no en el otro.”
Una promesa maravillosa... ¡pero una promesa que está muy lejos de ofrecer lo que se desea! Lo que se propone con esto simplemente es guardar unas cuantas células de su cuerpo y hacer que sean mantenidas vivas hasta el tiempo en que, quizás después de cien años desde ahora, se haya descubierto la naturaleza exacta del “secreto” de la vida y, piensa él, pueda hacerse crecer estas células y formar otro usted. Pero el nuevo “usted” no recordaría al anterior. Aun si una parte de su carne todavía existiera, usted no sabría nada acerca de ella.
Ciertamente no es solo la existencia continua de unas cuantas células de su cuerpo que siempre cambian lo que usted desea, sino la existencia continua de usted como persona, con sus ideas y actitudes, con su habilidad para ver y oír, para disfrutar del placer y la felicidad y para recordar estas cosas deleitables. Éstas son las cosas que hacen la vida tan deseable, que lo hacen a usted tan diferente de todas las otras personas, y éstas son las cosas que usted quiere retener.
¿Es necesaria la muerte?
Algunos hombres especulan que puede ser posible retener aun estas cosas. Creen que con el tiempo hasta el mismo envejecimiento sea innecesario. Dado que las células pueden ser mantenidas vivas en los laboratorios, y dado que los científicos no pueden explicar por qué muere el hombre, se preguntan si no pudiera ser posible que el hombre continuara viviendo.
El deseo de vivir incita declaraciones como las siguientes que se hicieron en la revista Life: “El hombre es egoísta: prescindiendo de las dificultades que su longevidad en masa le cause, éstas no aminoran sus deseos de sobrevivir como individuo.” “Si el hombre puede conquistar las enfermedades contagiosas, construir satélites para el espacio y dominar el átomo, ¿no debería ser capaz también de detener o en todo caso disminuir grandemente el proceso de envejecimiento? Parece razonable.” “¿Es inevitable la muerte por ‘causas naturales’? Nadie puede decir categóricamente que lo sea. Hay hasta alguna evidencia de que no lo es.” “En teoría, las deterioraciones que se notan en el envejecimiento humano no son ‘necesarias’ y por lo tanto, en un sentido ideal, la obtención de la inmortalidad humana debe ser la meta de la investigación médica.” “El control del envejecimiento de ninguna manera es trabajo sin esperanzas.”
También hacen surgir dudas acerca de que sea necesario morir artículos como el que John Pfeiffer escribió para una revista estadounidense en el que dijo: “En un sentido importante, no hay tal cosa como muerte ‘natural.’ La muerte puede considerarse como una enfermedad, o complejo de enfermedades, que ha de entenderse alguna vez... y quizás algún día sea curada.” Él dijo que los experimentos en cuanto a cómo se puede ayudar a los fermentos a romper los eslabonamientos que existen dentro de las proteínas podrían capacitar al hombre a añadir mil años o más a su vida, logrando “su sueño más ambicioso... la conquista de la muerte.”
Sean razonables o no algunas de estas proposiciones, varios hechos resaltan al examinarlas. El primero es que el hombre está muy preocupado por su duración máxima de vida que es relativamente corta, y está muy ansioso de vivir tanto tiempo como le sea posible. El segundo es que las células humanas pueden vivir indefinidamente, o hasta ser reemplazadas, de modo que la potencialidad para vida ilimitada verdaderamente existe. El tercero es que cuando los hombres creen que hay siquiera la más remota posibilidad de prolongar la vida indefinidamente, ciertamente no se pueden mofar de la promesa de Dios de que él realmente logrará tal cosa.
¿Dios ha prometido eso? Con toda certeza lo ha prometido. Lo que la Biblia dice acerca de ello es claro y sencillo. Lea los capítulos uno y dos de Génesis, en su propia Biblia (el único relato confiable de la creación que se puede hallar), piense en lo que allí se dice y a usted le llamará la atención el hecho de que no hay ni una sola declaración que diga que los hombres han de morir, salvo como castigo por la desobediencia.
El hombre recibió una prueba, sencilla. El asunto era si tenía o no tenía suficiente amor a Dios para obedecer la instrucción clara: “Pero en cuanto al árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo no debes comer de él, porque en el día que comas de él positivamente morirás.” El hombre desobedeció. Él mereció la muerte y la transmitió a su prole.—Gén. 2:17.
Esto no es mito, es un hecho. Si hubiera sido mito Jesús no lo habría reconocido como verdadero, y sus apóstoles no hubieran tenido confianza en ello. Pero Jesús lo reconoció como verdadero, y el apóstol Pablo escribió: “Así como por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo y la muerte por medio del pecado, y así la muerte se extendió a todos los hombres porque todos habían pecado.” De modo que sin esa desobediencia no hubiera habido muerte, sino que el hombre habría continuado viviendo, como Dios se había propuesto para las criaturas obedientes.—Rom. 5:12.
Condición anormal aceptada
Por lo tanto, la vida es la cosa normal, la muerte es la cosa anormal. Pero la situación anormal ha predominado por tanto tiempo que ha llegado a ser aceptada como normal. Como a la gente de tierras totalitarias a veces se le han dicho mentiras por tanto tiempo que las ha aceptado como verdad, así el mundo de hoy ha llegado a estar tan acondicionado a la situación contranatural de la muerte que la acepta como algo que es natural.
Es verdad que los animales siempre han muerto. Pero el hombre no es simplemente otro animal. Él fue creado superior a los animales, fue creado a la imagen de Dios. La sabiduría e inteligencia de él muestran esta creación superior, como lo muestran su justicia y amor. Estos atributos confirman las declaraciones de la Biblia acerca de que el hombre es diferente, que fue hecho superior a los animales, y que fue hecho para vivir, no para morir.
Pero alguien dice: “¡Imposible! El hombre tiene que morir o de otro modo la Tierra llegaría a estar poblada con exceso.” Esta teoría común es falsa. Lo que Dios dijo al primer hombre y a la primera mujer concerniente a dar a luz hijos fue: “Sean fructíferos y háganse muchos y llenen la tierra.”—Gén. 1:28.
Ahora bien, ¿qué significa para usted esa palabra “llenen”? ¿Qué hace usted cuando llena un vaso con agua? ¿Vierte usted agua en el vaso hasta que se derrama sobre la orilla, sobre la mesa y sobre el piso? Naturalmente que no. El llenar algo da a entender que usted parará cuando el recipiente esté lleno. El mandato de “llenen la tierra” no significa poblarla con exceso, más bien muestra que el dar a luz hijos terminaría cuando se completara el trabajo.
Nuestros primeros padres no llenaron la Tierra con criaturas justas. En vez de eso, produjeron criaturas pecaminosas. Habían perdido el favor de Dios y entregaron a la familia humana a un vórtice de enfermedad, pesar, sufrimiento y muerte, así como a todas las guerras, hambres y actos viles de la historia que han venido bajo el gobierno inicuo de Satanás.
Cómo llega a ser posible la vida
No obstante, a través de todo este tiempo ha habido hombres de fe e integridad hacia Dios. Una larga línea de tales hombres comenzó con el segundo hijo de Adán, Abel, y sigue hasta nuestro mismísimo día. ¿Recibirán esos hombres de fe alguna vez la bendición de la vida eterna sobre la Tierra que Dios originalmente se propuso para el género humano obediente?
Sí, la recibirán. Los propósitos de Dios no fracasan. Las condiciones inicuas que existen bajo el gobierno de Satanás serán destruidas. En Génesis 3:15 se registra la profecía de que la descendencia de la mujer de Dios, Cristo Jesús, magullaría la cabeza de la Serpiente. Job oró para que Dios lo escondiera en el sepulcro “hasta que tu cólera [de Dios] se volviera atrás, que me fijaras un límite de tiempo y te acordaras de mí.” A Daniel le fue dicho: “Te pondrás de pie para tu porción al fin de los días.”—Job 14:13; Dan. 12:13.
¿Cómo es posible esto? El don de vida eterna, la mismísima cosa que Adán perdió, se hace posible por medio de un acto específico, a saber, el rescate provisto por Cristo Jesús. El apóstol Pablo explicó esto cuando escribió: “Porque el salario que el pecado paga es muerte, mas el don que Dios da es vida eterna por Cristo Jesús nuestro Señor.”—Rom. 6:23.
La muerte de criaturas humanas aquí mismo sobre la Tierra ha de ser abolida. Es la muerte que Adán transmitió a la raza humana, de la cual hemos de ser librados. La vida eterna en una Tierra perfecta entonces será el galardón de los que continúen obedeciendo a Dios.
Estas no son simplemente palabras vacías o promesas inútiles, sino que son la verdad de la Palabra de Dios. Cuando los textos bíblicos hablan de “vida eterna” lo dicen de veras. Con claridad inequívoca la Biblia nos dice que Cristo suministró el rescate, el precio correspondiente, la vida humana perfecta para recobrar lo que Adán perdió para la raza humana. ¿Qué perdió Adán? Perdió el favor de Dios y la vida sin fin sobre la Tierra. Estas son las cosas que el rescate de Cristo recobró. Si los hombres temerosos de Dios no pueden recibir vida permanente aquí mismo sobre la Tierra, entonces ese rescate solo efectuó la mitad del trabajo. Pero el rescate de Cristo no efectuó solo la mitad del trabajo. No fue un fracaso. Efectuó su propósito cabal. La vida eterna positivamente será posible aquí sobre la Tierra, pero a la manera de Dios, no a la manera del hombre. Ese hecho es veraz porque se promete en la Palabra de Dios, la Santa Biblia.
¿Se aprovechará usted?
Pero, recuerde, la pregunta fue: “¿Cuánto tiempo le gustaría a usted vivir?” El hecho de que esta vida está disponible no significa necesariamente que usted la recibirá. Usted tiene que hacer algo para aceptarla. ¿Qué tiene usted que hacer? Juan 3:16 dice: “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna.” ¿Quiénes dice ahí que recibirán la vida? Los ‘que ejercen fe en él.’
¿Cómo puede usted ejercer esa fe? Primero tiene que conseguir conocimiento de la Palabra de Dios. De ella usted aprenderá los logros de Dios, sus propósitos y sus requisitos. Este conocimiento lleva a la fe. La fe es una confianza segura en el poder de Dios y en el hecho de que él efectuará las cosas que ha prometido. Esta fe que viene por medio del conocimiento correcto de Dios y de sus propósitos entonces lo incitará a usted a acción. Lo llevará a hacer las buenas obras que Dios requiere de usted. Estas buenas obras incluyen el llevar una vida cristiana limpia y también el enseñar a otros, ayudándolos a aprender las cosas buenas que usted ha aprendido.
¿Hará usted estas cosas, desplegando su fe en Dios y en su Palabra? ¿Creerá usted a Dios o lo que él ha dicho acerca de la razón por la cual hay muerte y el proceder que verdaderamente lleva a la vida? El creerlo y obrar de acuerdo con ese conocimiento es vital. No es de menos importancia que aquello de que dependiera la mismísima vida de usted. Porque, en realidad, ¡su vida depende de ello!