La lógica de creer en Dios
Casi toda la gente cree en Dios, pero hay algunos que no. ¿Cuáles son los puntos de lógica que respaldan a los que sí creen en Dios?
“¿CREÍAN todos ellos en Dios?” preguntó un escéptico asombrado después de leer la historia de pueblos antiguos y primitivos.
Sí, la idea de Dios predomina entre todas las naciones. Parece ser una característica de la raza humana. El antiguo judaísmo no dudó de la existencia de Dios... era un hecho establecido y aceptado. Los cristianos primitivos no se enfrentaron a tal problema... la existencia del Padre celestial de Jesús era indisputable. También todas las naciones paganas aceptaban alguna forma de dios. El filósofo Celestine N. Bittle escribió: “Jamás se ha descubierto un pueblo que, en el estricto sentido del vocablo, sea ‘ateo.’ Puede que haya individuos ateos; pero nunca un pueblo.” La creencia en Dios ha sido llamada “la más análoga, si es que no es idéntica, al instinto verdadero.”
Esto sigue siendo cierto aun hasta nuestro día. Aunque el materialismo tiene muchos adherentes entre los educados e ignorantes, aun muchos científicos —a los que a menudo se considera los precursores del materialismo— rehúsan negar que creen en Dios. Cuando se les preguntó a afamados científicos ingleses, todos Colegas de la Sociedad Real, si reconocían o no “la existencia de un dominio espiritual,” fueron casi diez veces más los que dijeron “Sí” que los que dijeron “No.” Y la revista Time dijo en una ocasión: “El universo que en otro tiempo parecía ser movimiento de reloj ahora vibra con poder que infunde temor reverencial, ante el cual los hombres modernos (incluso los científicos) se dirigen a Dios.”
Los hombres han adorado estrellas, al Sol, montes, a otros hombres, ídolos, gobiernos, a gobernantes políticos, la ciencia y su propia sabiduría. Pero prescindiendo de lo que el hombre adore, ¡ese impulso para adorar indiscutiblemente está allí! Puede ser dominado, dirigido erróneamente o corrompido, pero de alguna manera tiene que hacérsele frente, porque es tan real como lo son los instintos del hambre y la sed y los deseos de amor y compañerismo.
Pero ¿podrían estar equivocados los miles de millones de personas de la Tierra? Sí, es posible, y por lo tanto tiene que hallarse evidencia más segura de la existencia de Dios que el simple hecho de que la creencia en ello esté esparcida. Hay muchas de tales evidencias. Examinemos algunas de ellas.
Orden y diseño
Una de las bases lógicas más obvias para creer en Dios es el orden que existe en el universo. El orden inteligente se observa en todo desde las partículas atómicas más minúsculas hasta las extensiones más lejanas del universo. Esta sabiduría y orden solo pudieron haber sucedido de una de dos maneras: por casualidad o por medio de inteligencia. Si falta la inteligencia, entonces la casualidad tiene que explicarlo todo. Pero si la casualidad no pudiera haber producido los resultados evidentes, entonces la inteligencia debe haber desempeñado su parte.
Los que rehúsan creer que un Dios inteligente creó tienen que creer que el orden que existe en el universo solo es una casualidad, simplemente lo que la casualidad ha desarrollado. Pero no es mera casualidad. Demasiadas cosas están implicadas en la producción de la Tierra y el hombre y el resto de la creación viviente, en las maravillosas leyes de la naturaleza, en la unidad y medida del tiempo de los cuerpos celestes, en el calor y vegetación y la luz y humedad que nos mantienen vivos, así como en la lista incontable de otras cosas que el maravilloso cerebro del hombre —¿es éste también casualidad?— puede registrar, considerar y analizar.
Hombres que razonan consideran el orden que es evidente en el universo y concluyen de ello que lógicamente solo un Ser Supremo inteligente es su fuente. Por esto la existencia del orden conduce a una confianza firmemente establecida en la existencia de Dios. Bittle comenta: “La vasta mayoría de la gente está convencida de la existencia de un Ser Supremo superior y más allá del mundo, prescindiendo de cuán imperfecto sea su concepto de este Ser Supremo. Generalmente esta convicción tiene su fundamento en una contemplación del orden que existe en el universo. El orden presupone diseño. El diseño presupone un diseñador inteligente. De esta manera la razón del hombre concluye espontáneamente a causa del orden del mundo que hay un Inteligente Ser Supremo quien es el autor del orden que existe en todas partes de la naturaleza.”—God and His Creatures, página 80.
Tan ajena a la razón es la creencia de que todo esto simplemente es una casualidad sin diseño que el Dr. A. Rendle Short escribió que ni siquiera un “Dios impersonal” satisfaría como explicación de las indicaciones. “Una Mente ha estado trabajando,” él dice, “con propósitos que prever y efectuar, trabajando por medio de leyes, y con materiales, que hasta cierto punto podemos entender; es una Mente que trabaja a semejanza de nuestra propia mente, pero en un nivel sumamente superior. Y la mente no es algo que flota en el espacio. No está inherente en un bloque de granito. Está conectada con una personalidad, con planes, habilidad ejecutiva, gustos y aversiones. Por eso no sorprende el que la Biblia nos informe que Dios dijo: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.’”
La inteligencia manifestada en el universo es mucho mayor que la del hombre. ¿Quién tuvo esta inteligencia? ¿De dónde vino? No del hombre... existía mucho antes que él viniera a la existencia. No de ninguna otra fuente visible, porque el hombre tiene mayor inteligencia que cualquier otra criatura que podamos ver. Seguramente no de materia muerta, falta de inteligencia. Entonces, dado que el universo da testimonio de otra mente que es superior, más inteligente, y que existió mucho antes que el hombre, ¿por qué vacilar y dudar en cuanto a llamar al Poseedor de ella Dios?
Por lo tanto, el hecho de que el universo no es caos, sino que tiene diseño ordenado e inteligente ¡es una evidencia del hecho sencillo de que DIOS EXISTE!
La gran causa primera
Además, cuanto viene a la existencia tiene que tener una causa. Un edificio tiene un edificador, una pintura un pintor, una producción un productor. Cuantas cosas comiencen a existir tienen que tener una causa para su comienzo. Algo que existe tiene que traerlas de la inexistencia a la existencia. Cuanto viene a la existencia solo puede ser producido por otra cosa, no por sí mismo. Así, conforme retrocedemos en tiempo hallamos que cada cosa que ha sido producida fue producida por algo que existía antes de ella. Efectos fueron producidos por causas precedentes, y esta serie de causas y efectos penetra en el pasado muy remoto.
Ya sea que esta serie de causas y efectos se mencione como siendo finita o infinita en número, queda claro el hecho de que finalmente debe haber habido una sola causa que no fue causada por alguna otra cosa, y que, dado que no pudo haberse traído por sí misma a la existencia, por lo tanto debe haber existido siempre. Los filósofos han llamado a ésta la ‘Causa Primera no causada.’ Sencillamente viene a parar en el hecho de que puesto que todo lo que comienza a existir debe haber tenido una causa para venir a la existencia, ha de haber habido algo en el pasado muy remoto que no comenzó a existir, que siempre ha existido, que no fue producido y existe de sí mismo. Esta Causa original que no comenzó a existir, que no fue producida y que existe de sí misma, la llamamos Dios. Por lo tanto, Dios existe.
Una inteligencia que supera a la del hombre
Otro argumento concerniente a Dios tiene que ver con el principio de la razón suficiente. Este principio, fundamental de la ciencia y la filosofía, dice que nada puede venir a la existencia sin que haya una razón adecuada para su existencia. La razón adecuada para la existencia de un niño yace en sus padres, porque sin los padres no habría niño. La causa que efectúa la existencia por lo menos tiene que ser igual o mayor que el efecto que produce. Un niño no puede ser producido por un perro, ni un hombre por un bebé, porque en estos casos las causas (el perro o el bebé) serían menores que los efectos producidos (el niño o el hombre). Si el efecto fuera mayor que aquello que está contenido en la causa, entonces el efecto no tendría una causa adecuada, y por lo tanto no podría venir a la existencia.
La existencia de sustancias sin inteligencia e inorgánicas no es razón suficiente para la existencia de la vida inteligente. Puede que los elementos materiales de la materia inorgánica y los de las criaturas inteligentes sean semejantes, pero la materia inorgánica de ninguna manera ofrece una explicación para la existencia del conocimiento, sentido o del propósito natural que es evidente en la vida. ¡En realidad, la vida inteligente es tan nueva y superior a la materia inorgánica y a las fuerzas materiales del universo que su existencia puede explicarse únicamente por medio de una causa suficiente que sea completamente ajena a toda materia existente y aun al entero universo material!
Esta Razón suficiente para la existencia de la vida inteligente, esta Fuerza poderosa que tiene dentro de sí causa adecuada para la existencia de criaturas inteligentes, la llamamos Dios. Por lo tanto, otra vez, ¡Dios existe!
La más grande prueba
Pero hay una prueba mucho más poderosa de la existencia de Dios. La prueba más grande es la existencia de la Biblia misma. La Biblia es la mejor prueba de su propia autenticidad, y si se ve que este libro realmente fue inspirado, ¡entonces sin duda su Inspirador tiene que existir! ¿Cuáles son las evidencias de que la Biblia es un libro inspirado?
Primero, la Biblia es reconocida como el más grande código moral del mundo. ¿Es imaginable que el más elevado código de moralidad que haya visto el mundo sea un engaño? Si sus escritores no fueron inspirados, entonces fueron mentirosos y timadores, inimaginablemente faltos de escrúpulos y tuvieron éxito casi mágico en su improbidad. Pero ¿es posible que hombres que estuvieron muy separados, que escribieron durante un período de más de 1.600 años, pudieran haber producido una falsificación que ha resultado ser la obra más poderosa en la historia del mundo? No, eso es sumamente ilógico. La Biblia está más allá de lo que el hombre puede producir con sus facultades.
Pero aún más, este libro ofrece prueba indisputable de su autenticidad. ¿Cómo? Por medio de predecir fidedignamente en detalle los acontecimientos futuros... cosa que ningún hombre puede hacer. Contiene muchas de tales profecías. Una profecía sobresaliente tuvo que ver con la caída de Jerusalén en 70 E.C. Con más de treinta y cinco años de anticipación Jesús había hecho la asombrosa predicción concerniente al templo: “De ningún modo se dejará aquí piedra sobre piedra que no sea derribada.” (Mat. 24:2) Y, aunque la gente puso su confianza en ese templo y la adoración efectuada allí, efectivamente, más de treinta y cinco años después que Jesús declaró esa profecía y mucho tiempo después de haber sido escrita en el relato bíblico los ejércitos de Roma destruyeron a Jerusalén y dejaron el templo en completa ruina.
En una ocasión anterior Jerusalén había sido conquistada, pero fue restaurada más tarde a los judíos. Pero la profecía de Jesús también había incluido el hecho de que en esta ocasión el atropello que las naciones causarían a Jerusalén continuaría hasta que los tiempos señalados de las naciones se cumplieran. (Luc. 21:24) ¡Eso duró hasta nuestro presente siglo veinte! ¡Verdaderamente, ésta fue una profecía asombrosa! ¿Cómo pudo haber sabido Jesús que este suceso inesperado ocurriría? ¡Solo por la inspiración que él y sus discípulos alegaron tener y que realmente tuvieron!
“Pero ¿qué hay del relato de la creación y la historia de Adán y Eva en Génesis?” alguien quizás pregunte. Pues, ¿qué hay de ello? Como A. Rendle Short dice en Modern Discovery and the Bible (páginas 113, 114): “Deseamos presentar una protesta contra la prontitud con que en tiempos modernos se desecha todo lo de la Biblia que no se ajusta inmediatamente a las ideas pasajeras de nuestro propio día. Vez tras vez, como veremos, lo que se ha considerado increíble ha resultado ser histórico.” Él continúa: “La doctrina de la caída del hombre de la inocencia al pecado, y la doctrina del Tentador, ambas son básicas para la enseñanza cristiana como se manifiesta en el Nuevo Testamento. Así, también, Cristo basa la doctrina cristiana del matrimonio en la unión que se efectuó en el Jardín de Edén. Además, es un asunto importante el que la entera familia humana desciende de una sola pareja.”—Hech. 17:26.
Además, el relato bíblico de la creación es mucho más científico de lo que muchas personas comprenden. El orden en que la vida vino a existir, como los científicos lo han demostrado, no prueba necesariamente su teoría de la evolución, ¡porque en el capítulo uno de Génesis, Moisés dio el mismo orden como el orden de la creación! ¿Hubiera sido posible esto si Moisés no hubiese sido inspirado divinamente para compilar el registro?
Se ve, pues, que tanto la lógica como el maravilloso poder de profecía de la Biblia se combinan para probar que este libro realmente fue inspirado por una Fuente superior al hombre. ¡Y otra vez se prueba que su Inspirador, Jehová Dios, realmente existe!
Un testimonio exacto
Para los cristianos la prueba sobresaliente de la existencia de Dios siempre será la persona, las palabras y las obras de Cristo. ¡Odiado, despreciado y perseguido, él probó mediante su proceder, mediante las profecías que cumplió y mediante las profecías que pronunció que él sabía de qué hablaba, y que él era, verdaderamente, el Mesías prometido por tanto tiempo! Él fidedignamente habló acerca de Dios como ningún otro hombre pudo haberlo hecho, porque, como él explicó, él había tenido millones de años de existencia con su Padre celestial antes de venir a la Tierra.—Luc. 2:49; Juan 8:58; 17:5.
“¡Pero la Biblia dice que él efectuó milagros!” Sí. ¿Qué es un milagro? Se define como “un acontecimiento en el mundo natural, pero fuera de su orden establecido, posible solo por la intervención de poder divino.” Pero ¡seguramente es más lógico creer que ocurrió un milagro por poder divino que por ningún poder, como la evolución sostiene acerca de sus milagros de la existencia, vida y autocreación! Los milagros de Jesús, su muerte y su resurrección no pudieron haber sido solo un mito o leyenda. Los hombres que vieron estos milagros los pusieron por escrito. Claramente fueron puestos por escrito en el transcurso, a lo más, de veinte años después de haber acontecido. Estos escritos fueron distribuidos extensamente. La gente recordaba cómo habían ocurrido los acontecimientos. Hombres que todavía vivían los habían presenciado. Los registros falsos habrían producido protestas veloces y violentas.
Jesús cambió el proceder de un sinnúmero de hombres y mujeres. Su influencia subsiste hasta este día. No fue engaño. ¡Fue un milagro! Los milagros habían corroborado el poder de Dios a la nación de Israel, y también corroboraron lo que Jesús sostenía acerca de su ministerio. Él dijo: “Las obras mismas que yo hago, dan testimonio acerca de mí de que el Padre me despachó.” (Juan 5:36) El que Jesús efectuara tales milagros prueba que él proviene del Padre. ¡El que él proviene del Padre suministra prueba concluyente de que el Padre realmente existe!
Así, hemos visto que la existencia de la Biblia como un libro inspirado prueba que su Inspirador existe; que la existencia de materia, vida e inteligencia prueba que la Causa de estas cosas existe, el Creador; que el maravilloso orden, inteligencia, sabiduría y diseño del universo, muy fuera de la posibilidad de ser mera casualidad, prueban que su Diseñador existe. ¡Todas estas evidencias se combinan para dar prueba indisputable de que Dios realmente existe!
Además, la Biblia, la inspirada comunicación de Dios con nosotros, nos da su nombre, Jehová. Habla de sus propósitos, explica la razón de la existencia de la iniquidad y manifiesta que estamos viviendo en el tiempo en que se pondrá fin a la iniquidad por medio de destruir al inicuo instigador de ella, Satanás el Diablo.—Éxo. 6:3; Gén. 3:1; Job 1:6-12; Rev. 12:12.
Sí, gente de todas las naciones en cada generación ha creído en un dios. Pero ¿quiere usted saber acerca de El Dios que certísimamente existe? La Biblia habla acerca de él. Usted se asombrará por lo que este libro dice, por lo que usted puede aprender de él, y por la fortaleza y fe que suministra si lo estudia sincera, diligente y cabalmente. ¿Por qué no se propone estudiarlo y ver que esto es cierto?