Cara a cara con la muerte
EL JOVEN estaba afligido. Bajo sus pies yacían los restos recién enterrados de su hermano mayor.
Con hombros temblorosos a causa del llanto, él murmuró: “¿Por qué tuvo que morir? ¿Por qué tiene que morir la gente? ¿Adónde se ha ido?” Conteniendo a duras penas su gemir, dijo: “Joel, mi hermano . . . ¿dónde estás?”
Joel, a quien le faltó poco para cumplir 28 años, era el primero de ocho hijos. Sus padres eran simples campesinos que se ganaban la vida por medio de cultivar una pequeña porción de terreno. Habían hecho grandes sacrificios para pagar los costos de la educación de Joel; pero cuando él se graduó de doctor en medicina, ellos se sintieron muy orgullosos de él. Pensaron también: “Ahora podrá ayudarnos a atender a los demás niños. Nuestra vida dejará de ser tan difícil.”
¡Pero cinco meses después de haber completado su internado en el Hospital de Enseñanza Universitaria Joel murió!
El joven pensaba en todas estas cosas y otras. Joel había sido más que un hermano para él. Había sido consejero, compañero de trabajo y amigo. ¡Y ahora se había ido tan repentinamente! Sucedió un domingo. Era un día de calor sofocante. Joel dijo a sus amigos del hospital que quería “darse una zambullida” en el río después de almorzar y los invitó a venir con él. Ellos no se sintieron dispuestos a ir, y él se fue solo.
No regresó vivo. ¡Qué dolor sintieron sus parientes y amigos cuando unas personas trajeron el cadáver al hogar más tarde aquel día!
El joven se esforzaba por aceptar la realidad de lo que había sucedido. En el funeral “cristiano” el sacerdote dijo que Joel había sido “llamado a un servicio superior.” Los aldeanos habían dicho que él estaba regresando a sus antepasados, para vivir entre ellos. Hasta estaban haciendo arreglos para celebrar un “segundo entierro,” para librar su espíritu para que fuera al mundo de los espíritus de sus predecesores.
El joven se preguntaba: “Pero, ¿está mi hermano realmente vivo ahora? ¿Está compartiendo mi tristeza? ¿Es feliz? ¿Dónde está? ¿Es su muerte el fin de todo?”
La mayoría de la gente ha tenido pensamientos similares en tiempos de dolor por la muerte de un ser amado. Piense en los que han perdido a sus amados en accidentes trágicos, en guerras, o debido a enfermedades repentinas. Piense en la madre cuyo hijito sucumbe a la muerte; o en la familia que pierde al padre o a la madre. Entonces, piense también en todos los que mueren de lo que algunos llaman causas naturales.
¿No se pregunta usted por qué, y cómo se ha llegado a aceptar a la muerte como lo “natural”? ¿No se ha preguntado si la muerte pone fin a todo? ¿Se puede derrotar a la muerte?