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¡Despertad! 1983
g83 8/2 págs. 8-9

¿Qué se puede hacer para salvar la Tierra?

¿Será arruinada la Tierra en una guerra nuclear?

LA GRAVEDAD del peligro debería impeler a los hombres a desmontar sus armas nucleares. ¿Qué los conduce, entonces, a seguir un derrotero contrario? ¿Espera usted con confianza que los líderes mundiales se reúnan como consejo y prohíban las armas nucleares algún día?

¿Qué perspectivas hay de que ellos lo harán alguna vez? ¿Cuándo, en la historia, han prohibido los hombres las más horribles armas de guerra? ¿Lo hicieron permanentemente? Esta generación aprendió a dividir y fusionar el átomo. ¿Puede el hombre proscribir dicho conocimiento para sí mismo con mayor rapidez que el tiempo que él tarda en desarmar la materia? ¿Puede privar a la siguiente generación de tal conocimiento?

Al igual que su padre, los hijos de Adán han procurado decidir por sí mismos lo que ha de ser bueno y lo que ha de ser malo. El conocimiento de cómo dividir el átomo se difunde. Cruza fronteras, que envuelven soberanías, y divide a la sociedad en facciones hostiles. ¿Qué se puede esperar?

En una guerra nuclear total simplemente no habría lugar donde esconderse. Los refugios serían inútiles. La evacuación equivaldría a huir de un hongo atómico a otro. Las dos superpotencias nucleares suponen que los mísiles nucleares, montados en submarinos y listos para ser lanzados desde éstos, pueden alcanzar los respectivos blancos costaneros del lado contrario en diez minutos. Los mísiles balísticos intercontinentales que se lanzaran desde cada país podrían llegar a su destino quince o veinte minutos más tarde. Los bombarderos transcontinentales podrían seguir el ataque dentro de unas horas. Sin embargo, la advertencia más temprana que se podría dar a cualquiera de las dos poblaciones sería quince minutos después que se hubieran lanzado los mísiles. Es decir, cinco minutos después que las bombas hubieran comenzado a caer.

¿Por qué aceptan los hombres la idea de que el practicar la violencia es parte innata de la naturaleza humana? No se nos hizo para que fuéramos así. ‘Dios hizo a la humanidad recta, pero ellos mismos han buscado muchos planes.’ (Eclesiastés 7:29.)

¿Cree usted que una fuerza superior a la de los seres humanos está conduciendo a los hombres al desastre? La Biblia identifica la fuente de tal influencia.

Esa fuerza emana de una invisible persona de espíritu. Es la misma criatura invisible que maquinó la rebelión en Edén. En las Santas Escrituras se le identifica como “el gran dragón”, o devorador; “la serpiente original”, o engañador; el difamador y adversario de Dios llamado “Diablo y Satanás”. Y la Biblia dice que “está extraviando a toda la tierra habitada”. (Revelación 12:9.)

Créalo, Satanás no es una simple figura retórica ni una alegoría. Es una persona. Es el gran maestro de los mentirosos. Es el primer homicida (Juan 8:44). Junto con él hay otros espíritus rebeldes, demonios. Ellos constituyen “los gobernantes mundiales de esta oscuridad”, “las fuerzas espirituales inicuas en los lugares celestiales”. (Efesios 6:12.)

¿Se ha preguntado usted por qué han dominado a la humanidad imperios seculares de gobernación política opresiva? Estos son obras de Satanás, “el dios de este sistema de cosas”, quien “ha cegado las mentes de los incrédulos” (2 Corintios 4:4). A estos sistemas gubernamentales se les describe en las Santas Escrituras como monstruosidades bestiales. Los demonios, dice la Biblia, pronuncian “expresiones inspiradas inmundas” mediante ellos. (Revelación 16:13, 14, 16; Daniel 8:20-22; Revelación 13.)

Satanás también ha establecido sobre los reinos de la Tierra a una prostituta compuesta de la religión falsa, “Babilonia la Grande”. Ella también “ha venido a ser lugar de habitación de demonios”. (Revelación 17:5, 18; 18:2.)

Para el tiempo del fin del mundo, la humanidad sufre grandes ayes “porque el Diablo ha descendido a ustedes, teniendo gran cólera, sabiendo que tiene un corto período de tiempo”. (Revelación 12:12.)

¿Tiene usted una mejor explicación para los tiempos en que vivimos? Si la tiene, ¿cómo detendrán los hombres dicho derrotero catastrófico que conduce a la muerte? Digamos que pareciera que resolvieran este asunto con un despliegue momentáneo de “paz y seguridad”. ¿Qué anunciaría su proclamación de “paz y seguridad”? ¿Tranquilidad, o destrucción? (1 Tesalonicenses 5:3.)

Si la Tierra ha de permanecer para que los mansos la hereden, entonces tiene que librarla de la ruina alguna ayuda externa... ajena a cualquier fuerza que opere en los hombres o en los demonios. Ningún parlamento político, ni consejo religioso, ni escuela de filosofía, ni ciencia, ni tecnología ofrece siquiera un solo destello de esperanza. Estas fuerzas humanas también son mísiles mortíferos, descaminados, contraproducentes para los que los lanzan, y acaban con cualquier esperanza de supervivencia dondequiera que caen.

¿A quién podemos acudir para salvar la Tierra? Tenemos que acudir a Aquel que la creó.

[Comentario en la página 8]

¿Cree usted que una fuerza superior a la de los seres humanos está conduciendo a los hombres al desastre?

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