Viaje por las nubes... ¡con confianza!
Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Australia
UN AVIÓN de cierta compañía aérea comercial despegó de la pista del aeropuerto O’Hare, de Chicago, con destino a Los Ángeles. A unos 500 pies [152,4 m] de altura perdió un motor de reacción de su ala izquierda, se balanceó hacia la izquierda y se precipitó a tierra, lo cual causó la muerte de los 272 pasajeros que había a bordo.
En la investigación que se realizó se descubrió que el motor de reacción se había desprendido debido a un procedimiento de mantenimiento deficiente que se empleaba para ahorrar tiempo cuando se sacaba de su lugar el motor y, después de una reparación, se volvía a poner en su sitio.
Desastres aéreos como ése reviven los temores que algunas personas tienen en cuanto a cuán seguros son realmente los viajes en avión. Para aminorar parte de esos temores, echamos un vistazo entre bastidores a una mediana compañía aérea internacional con el fin de ver precisamente cuánta atención prestan las compañías aéreas a transportar sin peligro al pasajero hasta su destino.
Inspecciones de seguridad
La mayoría de los que viajan en avión saben que cada vez que aterriza un avión, equipos especializados caen sobre él para efectuar lo que se conoce como una inspección de paso. En dos horas puede revisarse por completo un avión de tipo “Jumbo”. No obstante, si la escala dura más de cuatro horas, se remolca el avión hasta un hangar de servicio para aviones de reacción, donde recibe mantenimiento más extenso.
Aunque tal vez algunos aviones parezcan estar un poco viejos, cada tres o cuatro meses durante la vida del avión, o después de 1.400 horas de vuelo, todo avión de reacción es “hospitalizado” para recibir una importante inspección de mantenimiento. Luego, cada cinco años, o cada 20.000 horas de vuelo aproximadamente, se vuelven a habilitar por completo la estructura y los motores del avión. El resultado es un avión casi nuevo internamente.
La atención que prestan los expertos a la revisión de un solo motor de reacción que tiene un empuje o fuerza propulsiva de 50.000 libras (23.000 kg) es mucho más escrupulosa que la que presta un relojero a un reloj fino. Los motores de reacción son limpiados de manera meticulosa antes de ser examinados de modo exhaustivo con microscopios, equipo de rayos X, equipo fluorescente de penetración y comprobadores de partículas magnéticas para detectar defectos y resquebrajaduras demasiado diminutos para que pueda verlos el ojo humano.
La exactitud extrema que se procura y obtiene se refleja en el taller de ingeniería, donde las máquinas trabajan a una tolerancia de una millonésima parte de una pulgada (1 pulgada=2,54 cm). ¡El espesor de la página que usted está leyendo es de más de 3.000 veces esa medida, pues mide nada menos que tres gruesas milésimas de una pulgada!
Sistemas de navegación
Los compases giroscópicos que sirven de guía en el avión se someten a prueba de modo que resultan tan precisos que el índice de deriva es menos de 0,1 de un grado por hora. Esto significa que después de efectuar un vuelo de diez horas (de Sydney a Honolulú) sin realizar ninguna inspección ni recibir ayuda externa de otro sistema de dirección durante el vuelo, el avión se alejaría de su objetivo, como máximo, solo 7 millas (11 km), después de haber volado una distancia de 5.000 millas (8.000 km). Sin embargo, en el avión no hay un solo sistema de dirección en funcionamiento, sino que hay otros dos que sirven de sustitutivos, en caso de que uno falle.
La más leve contaminación de polvo que se introduzca en los sensibles sistemas de navegación durante la revisión de los mismos pudiera perjudicar el alto grado de rendimiento que se exige de ellos. Como garantía contra dicha contaminación, al taller del hangar de servicio se le ha dado apropiadamente el apodo de el “cuarto limpio”. La norma de limpieza de éste despertaría envidia en cualquier ama de casa o sala de operaciones de un hospital.
Antes de entrar en él, el personal se restrega hasta quedar limpio, luego se le provee ropa especial que cubre hasta el pelo y los pies. La posibilidad de que entren impurezas cuando se abre la puerta de entrada queda minimizada al hacer que el personal entre al lugar por un sitio por donde pasa una suave corriente de aire a aproximadamente 1,2 millas (2 km) por hora.
Hay cierto equipo electrónico que filtra cada cavidad llena de aire y no permite que haya más de tres y media partículas contaminadoras llevadas por el aire, el tamaño de las cuales no pasa de 0,5 de un micrón, en cada litro de aire (un cabello del pelo de su cabeza tiene un amplio espesor de 100 micrones). Una máquina extremadamente sensible determina a cuánto asciende la contaminación en el aire del “cuarto limpio”. Cuando existen condiciones ideales se registra una lectura de cero en el contador digital.
Al principio, cuando el taller adquirió la máquina, los técnicos dudaban un poco de que ésta estuviera funcionando apropiadamente debido a que mostraba una lectura de cero o casi cero constantemente. Para realizar una prueba sencilla, la sacaron del ambiente del “cuarto limpio” y la llevaron a un pasillo adyacente. La lectura del contador dio un salto a centenares de miles en unos segundos, lo cual ilustró precisamente lo limpio que realmente estaba el lugar donde trabajaban.
Contribuciones de los ordenadores
Como producto de la tecnología de la era espacial, los ordenadores se han empleado en la seguridad y el servicio de las compañías aéreas. La memoria de un ordenador contiene una lista de todas las tarjetas de identificación que tiene que presentar cada miembro del personal del hangar de servicio para tener acceso a éste. Se impide la entrada a cualquiera que trate de utilizar una tarjeta que se haya informado perdida.
Las listas de miembros de la tripulación que trabaja para una compañía aérea están también controladas por ordenadores, para asegurar que los pilotos sean experimentados. Los pilotos, en especial, son objeto del examen profundo del ordenador. Es preciso que tengan experiencia reciente en volar la ruta requerida, que hayan hecho un aterrizaje nocturno cada 90 días y uno mediante instrumentos cada 45 días, y que satisfagan muchos otros requisitos antes que se les permita pilotar el avión.
El trazado automático de vuelo, que también lo efectúan unos ordenadores, también ha aumentado la seguridad del pasajero. El avión volará por la ruta más corta posible —no obstante, evadirá las zonas de mal tiempo— a fin de consumir la menor cantidad posible de combustible. En tan solo un sector de vuelo, de Sydney a Singapur, se pueden ahorrar hasta tres toneladas de combustible mediante el trazado automático de vuelo por ordenadores.
Adiestramiento de la tripulación
Hay mucho más tras la voz del capitán, que refleja seguridad, que lo que la mayoría de los pasajeros percibe claramente. Debido a que de la tripulación de vuelo, compuesta de pilotos y mecánicos de a bordo, se exige rendimiento perfecto, la habilidad, el estado de salud y la pericia de ellos se examinan constantemente durante toda su carrera en la aviación.
El adiestramiento de tripulaciones ha dado un gigantesco paso de adelanto con la introducción (y modernización constante) de los simuladores de vuelo. Éstos son idénticos al verdadero puesto de pilotaje de un avión, con todos los sistemas electrónicos de control y otros dispositivos electrónicos utilizados en la aviación. Aunque nunca despegan de tierra, en dichos simuladores se puede reproducir cada momento, y cada movimiento en algunos casos, de un reactor en vuelo. El piloto oye el ruido de los motores de reacción y los sonidos de la cabina; siente las protuberancias de la pista mientras rueda a lo largo de ella; ve desaparecer la pista tras sí y a los árboles y los edificios del aeropuerto pasar como un rayo cuando despega el avión, y pilota a través de una mayor variedad de ejemplos de condiciones atmosféricas en el vuelo por simulador que las condiciones que probablemente afronte en un vuelo normal. También se le adiestra para identificar distintos aeropuertos y sus alrededores mediante una presentación nocturna a través del simulador, y a hacer aterrizajes nocturnos. A bordo hay un instructor que, con la ayuda de un ordenador, puede crear cualquiera de 350 situaciones de emergencia —desde fallas en los sistemas hasta extremas condiciones atmosféricas— e incluso someter la tripulación de vuelo a múltiples emergencias. Así se adiestra a la tripulación de vuelo a un grado superior al que requieren las circunstancias normales, antes de avanzar a la etapa en que realice un vuelo auténtico.
De igual modo, la tripulación de la cabina, compuesta de auxiliares de vuelo y azafatas, es adiestrada para que se encargue de todo lo que probablemente tenga que efectuar en un día de trabajo; también se le instruye y examina de manera rigurosa en situaciones de emergencia. En un modelo a escala de un Boeing 747 “Jumbo”, que nunca despega de tierra, se instruye de modo intensivo a las tripulaciones de cabina en asuntos que varían desde preparar un cóctel hasta servir de parteras, cómo evacuar más de 400 pasajeros en menos de 90 segundos mientras se utilizan solo la mitad de las diez salidas de emergencia del avión, y cómo hacer un amaraje forzoso.
El tiempo y lo imprevisto
La Biblia nos recuerda, en Eclesiastés 9:11, que, a pesar de toda la destreza y preparación, “el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos”. Por consiguiente, asuntos ajenos al campo técnico programado afectan la seguridad de los viajes aéreos. El cansancio, los ataques cardíacos y simples errores de apreciación han hecho muchas víctimas.
Las balizas luminosas atraen insectos y arañas, que a su vez atraen aves. Incidentes en que aviones han chocado con aves han costado millones de dólares en daños, junto con la pérdida de vidas humanas.
Desde que en 1973 se ordenó aumentar las medidas de seguridad, más de 2.500 millones de pasajeros y 4.000 millones de maletas y paquetes de mano han pasado por los sistemas de seguridad de los aeropuertos de los Estados Unidos. Se han detectado más de 19.000 armas de fuego desde entonces, lo cual ha resultado en más de 7.000 arrestos. Solo ha habido un caso, en 1979, en que un pirata aéreo logró meter de contrabando en el avión un arma de fuego. En los demás atentados, el pirata aéreo sólo afirmó que tenía un arma.
La ambición que tuvo el hombre de volar con éxito y seguridad en una máquina más pesada que el aire ha logrado una sobresaliente medida de éxito. El saber un poco más acerca de lo que sucede tras bastidores para asegurar nuestra seguridad ciertamente nos ha hecho respirar con mayor tranquilidad. Nuestro vuelo es el más seguro que la tecnología del siglo XX puede producir.
[Comentario en la página 14]
Cada tres o cuatro meses, o después de 1.400 horas de vuelo, todo avión de reacción es “hospitalizado” para recibir una importante inspección de mantenimiento
[Comentario en la página 15]
El trazado automático de vuelo, que también lo efectúan unos ordenadores, aumenta la seguridad del pasajero
[Comentario en la página 15]
El adiestramiento de la tripulación de vuelo ha dado un gigantesco paso de adelanto con la introducción de los simuladores de vuelo