¿Por qué salvar las pluviselvas?
LOS espectadores presencian un partido de fútbol y gritan vítores a voz en cuello. Quisieran que el partido no acabase nunca, pero al mismo tiempo no dejan de disparar a los jugadores. Uno a uno, los muertos son sacados del campo y al ver que el juego se hace cada vez más lento, la multitud se enfurece.
Lo que sucede con la deforestación es muy parecido. El ser humano disfruta de las selvas, en realidad, depende de ellas, pero no deja de matar lo que equivale a los jugadores: las especies individuales de plantas y animales, cuya compleja interacción es lo que mantiene vivas las selvas. Sin embargo, en este caso, no se trata de un juego. La deforestación le afecta a usted personalmente, afecta la calidad de su vida, aunque usted nunca haya visto una pluviselva.
Algunos afirman que lo más importante de las pluviselvas es la inmensa variedad de formas de vida que hay en ella, lo que los científicos llaman biodiversidad. En medio kilómetro cuadrado de pluviselva de Malaysia pueden crecer unas ochocientas treinta y cinco especies de árboles, más que en Estados Unidos y Canadá juntos.
No obstante, este lujuriante conjunto de vida resulta frágil. Un científico comparó las especies individuales con los remaches de un aeroplano. Cuantos más remaches saltan, mayor es la tensión que tienen que soportar los demás y más son los que empiezan a fallar. Si esa comparación es válida, nuestro planeta es un “aeroplano” en apuros. Algunos calculan que, con la desaparición progresiva de las pluviselvas, se extinguen cada año diez mil especies de plantas y animales, con lo que el índice de extinción es ahora unas cuatrocientas veces mayor de lo que jamás ha sido en la historia del planeta.
Los científicos lamentan la enorme pérdida de conocimiento que resulta de esta disminución de biodiversidad y dicen que es como quemar una biblioteca antes de haber leído sus libros. Sin embargo, también se producen pérdidas más tangibles. Por ejemplo, alrededor del 25% de los medicamentos que se recetan en Estados Unidos toman su materia prima de las plantas de las pluviselvas. Uno de tales medicamentos consiguió aumentar el índice de remisión de la leucemia infantil de un 20% en la década de los sesenta a un 80% en 1985. Por consiguiente, según el Fondo Mundial para la Naturaleza, las pluviselvas “constituyen una inmensa farmacia”. Todavía queda una cantidad incontable de plantas que no se han descubierto, y mucho menos examinado para posibles usos en la medicina.
Además, pocos de nosotros nos damos cuenta de cuántas de nuestras cosechas de alimentos se derivan de plantas que originalmente crecían en las pluviselvas. (Véase el recuadro de la página 11.) Hasta el día de hoy, los científicos recogen genes de las variedades de plantas selváticas más fuertes y los utilizan para reforzar la resistencia a las enfermedades en sus descendientes más frágiles: las plantas cultivadas. De esa manera, los científicos han ahorrado centenares de millones de dólares en concepto de pérdidas de cosechas.
Y eso no es todo. No sabemos qué alimentos procedentes de las pluviselvas pueden convertirse todavía en los favoritos del mundo. La mayoría de los norteamericanos no saben que tan solo cien años atrás los plátanos eran una fruta extraña y exótica para sus antepasados, se vendía envuelta por unidades y la gente pagaba dos dólares por un solo plátano.
Los efectos a escala mundial
La víctima final de la deforestación es el hombre mismo. Los efectos de esta en el medio ambiente mundial se van extendiendo hasta abarcar todo el globo terráqueo. ¿Cómo? Echemos otro vistazo a la pluviselva típica. Como su mismo nombre indica, su rasgo sobresaliente es la lluvia. Las precipitaciones pueden ser de hasta 200 milímetros de lluvia al día, más de 9.000 milímetros al año. Sin embargo, las pluviselvas están perfectamente diseñadas para hacer frente a estos torrenciales aguaceros.
El dosel continuo de copas de árboles frena la fuerza de las gotas de lluvia para que no erosionen el suelo. Muchas de las hojas disponen de terminaciones alargadas que disgregan las gotas pesadas en otras más pequeñas. De ese modo, la lluvia fuerte se reduce a un goteo continuo que al caer al suelo produce un impacto menor. Dichas terminaciones también les permiten escurrir el agua con mayor rapidez, y así volver a transpirar y devolver la humedad a la atmósfera. Los sistemas de raíces absorben el 95% del agua que llega al suelo selvático. En conjunto, la selva actúa como una gigantesca esponja que absorbe la lluvia y luego la va soltando poco a poco.
Sin embargo, al desaparecer las selvas, la lluvia cae directamente y con fuerza sobre el terreno desprotegido y provoca la pérdida de toneladas de suelo. Por ejemplo, en Costa de Marfil, país de África occidental, una hectárea de pluviselva tropical cuyo suelo esté un poco inclinado solo pierde unas tres centésimas de tonelada de suelo al año. La misma hectárea, deforestada y convertida en tierra de cultivo, pierde 90 toneladas de suelo al año, y si lo que queda no es más que el suelo desnudo, la pérdida es de 138 toneladas.
Ese tipo de pérdida de suelo no se limita a hacer que el terreno quede inservible para la agricultura o la ganadería. Aunque resulte irónico, los embalses, causa de tantísima deforestación, quedan totalmente inutilizables por culpa de esta. Como consecuencia de la gran cantidad de cieno que arrastran los ríos desde las zonas deforestadas, los embalses se obstruyen en seguida y ya no sirven. El exceso de cieno también ensucia las regiones costeras y las zonas de desove.
Los efectos en los ritmos pluviométricos y en los patrones climáticos son aún más desastrosos. Los ríos que salen de las pluviselvas tropicales por lo general van llenos de agua todo el año. Sin embargo, si no hay selva que regule el caudal de agua que entra en ellos, cuando se producen lluvias repentinas, se desbordan y luego se secan. Comienza un ciclo de inundaciones y sequías. Los ritmos pluviométricos pueden ser afectados en miles de kilómetros a la redonda, ya que, por medio de la transpiración, una pluviselva aporta hasta la mitad de la humedad que hay en esa parte de la atmósfera. Por consiguiente, es posible que la deforestación haya contribuido tanto a las inundaciones de Bangladesh como a las sequías de Etiopía, que durante la pasada década causaron la muerte de muchas personas.
La deforestación también puede afectar el clima de todo el planeta. Debido a que absorben dióxido de carbono del aire y lo utilizan para fabricar sus troncos, ramas y corteza, las pluviselvas han recibido el calificativo de pulmón verde de la Tierra. Cuando se quema una selva, todo ese carbono va a parar a la atmósfera. El problema es que el hombre está enviando tanto dióxido de carbono a la atmósfera (por medio de quemar combustibles fósiles y de la deforestación) que quizás ya ha desencadenado una tendencia hacia el calentamiento mundial que recibe el nombre de efecto invernadero, y que amenaza con derretir los casquetes polares del planeta y producir una subida de los niveles del mar, con la consiguiente inundación de las regiones costeras.a
No es de extrañar entonces que por todo el mundo haya gente que quiera remediar esta crisis. ¿Están ayudando esas personas? ¿Se ha ofrecido alguna solución? ¿Qué esperanza hay de que se solucione esta funesta situación?
[Nota a pie de página]
a Véase la revista ¡Despertad! del 8 de septiembre de 1989.
[Ilustración en la página 9]
El papel que desempeñan las selvas
Las selvas aportan humedad y oxígeno a la atmósfera
Las copas de los árboles protegen el suelo de las fuertes lluvias
La vegetación absorbe y almacena carbono
Los sistemas de raíces ayudan a regular el caudal de agua que va a parar a los ríos
[Ilustración en la página 10]
Efectos de la deforestación
La menor aportación de humedad a la atmósfera supone más sequías
La lluvia erosiona el suelo desprotegido. Aumentan las inundaciones
La quema de árboles libera carbono y contribuye al efecto invernadero
[Recuadro en la página 11]
La generosidad de las pluviselvas
¿Se encuentra usted cerca de alguna pluviselva tropical? Piense en algunos de los alimentos que originalmente se encontraron en las pluviselvas del mundo: el arroz, el maíz, la batata o boniato, la yuca (mandioca o tapioca), el azúcar de caña, el plátano, la naranja, el café, el tomate, el chocolate, el ananás o piña americana, el aguacate, la vainilla, el pomelo o toronja y diversas nueces, especias y tés. Por lo menos la mitad de las cosechas alimenticias que se cultivan en el mundo se originan de plantas procedentes de las pluviselvas, y estos son solo algunos de los alimentos que se han obtenido de ellas.
Hablemos ahora de los medicamentos. Los alcaloides de las vides se utilizan para relajar los músculos antes de operaciones quirúrgicas; los componentes activos de la hidrocortisona sirven para combatir la inflamación; la quinina se usa contra el paludismo; la digitalina, para trastornos cardiacos; la diosgenina, en la composición de píldoras anticonceptivas, y la ipecacuana, para provocar el vómito. Todos estos medicamentos se extraen de plantas que se crían en las pluviselvas. Otras plantas han demostrado ser prometedoras para combatir el SIDA y el cáncer, así como la diarrea, la fiebre, las mordeduras de serpiente, la conjuntivitis y otros trastornos oculares. Se desconoce qué remedios estarán todavía escondidos entre la multitud de las plantas de las pluviselvas, pues los científicos solo han podido examinar menos del 1% de las especies vegetales de las pluviselvas. Un botánico se lamentó diciendo: “Estamos destruyendo cosas que ni siquiera sabemos que existen”.
Y eso no es todo, de estas selvas que están desapareciendo se sacan también otros productos: látex; resinas; ceras; ácidos; alcoholes; condimientos; edulcorantes; tintes; fibras, como las que se utilizan en los chalecos salvavidas; gomorresina, que se usa para hacer chicle; bambú, y rota, que constituye por sí sola la principal materia prima de una enorme industria mundial.