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El feto ya está preparado para la lucha
Meses antes del nacimiento, el feto se apresta para la batalla produciendo armas para el sistema inmunológico. Cuando el niño nace, sus defensas se preparan para detectar y neutralizar sustancias extrañas: en su sangre los anticuerpos procedentes de la madre alcanzan una concentración mayor a la que tiene la propia sangre materna y los fagocitos están a la espera en sus tejidos para engullir a cualquier invasor extraño. Estas y otras defensas contra la enfermedad están en las trincheras, listas para la lucha. Y menos mal que es así, porque en el momento del parto el recién nacido se ve expuesto a un ataque masivo de los siempre presentes microorganismos.
Poco después del nacimiento, el sistema inmunológico del bebé recibe refuerzos en su lucha contra los agentes invasores, cuando toma por primera vez la leche materna, que en esos primeros días recibe el nombre de calostro y está repleta de diversos anticuerpos que equipan bien al niño para la guerra.
“A los dos o tres meses, [...] los fabricantes de armas en la médula ósea y el timo trabajan a pleno rendimiento. A los diez años, el sistema inmunológico goza de plena fuerza, está armado hasta los dientes. Después, su resistencia se deteriora gradualmente.” (The Body Victorious, páginas 34, 35.)
La guerra empieza nada más comenzar la vida y no termina hasta que se exhala el último aliento.
[Reconocimiento en la página 2]
Lennart Nilsson