Los jóvenes preguntan...
¿Son tan malos los juegos de azar?
ANDREW y Julian, de doce y diez años respectivamente, evadieron por fin la supervisión de sus padres. Su familia estaba haciendo un crucero y los muchachos se habían quedado boquiabiertos ante las diversas máquinas tragaperras que había a bordo. Viendo su curiosidad, un jugador les dio a cada uno una moneda para que pudieran probar por sí mismos las máquinas. Pero había un problema. ¿Cuál? Sus padres les habían prohibido acercarse a aquellas máquinas.
De todas formas, Andrew y Julian decidieron correr el riesgo. Aunque todavía resonaban en sus oídos las advertencias de sus padres, jugaron y... ¡doblaron su dinero! Así que volvieron a jugar. Esta vez quedaron atónitos ante la cantidad de dinero que salió de allí. ‘¿Qué tiene esto de peligroso? —pensaron—. ¡Resulta tan fácil ganar dinero! ¿Son tan malos los juegos de azar?’
Al igual que muchos jóvenes de países en los que el juego es común, Andrew y Julian no vieron que fuese perjudicial. Esto es fácil de comprender si se tiene en cuenta el ejemplo que algunos adultos han puesto a este respecto. Además de jugar, muchos presentan excusas plausibles para justificar su hábito. Por ejemplo, dicen que el juego en realidad hace mucho bien, y para demostrarlo señalan los donativos que se consiguen con las loterías para contribuir a causas dignas. (Pero eso no tiene mucho más sentido que razonar que el hecho de que un magnate de la droga haga un donativo para alguna obra caritativa justifica el narcotráfico.) Otros alegan que el juego es una forma de diversión o entretenimiento inofensiva que añade cierto interés a la vida.
Sea como fuere, miles de jóvenes se han enviciado en el juego en Gran Bretaña e Irlanda, así como en otros países. Y la perspectiva de obtener mucho dinero con poco esfuerzo puede que también te atraiga a ti.
Los peligros ocultos del juego
No obstante, el juego plantea problemas muy reales a los jóvenes. Hay informes que hablan de “yonquis del juego” y de “las desgracias a las que pueden conducir los juegos de azar cuando un juego inofensivo se hace compulsivo y convierte a la persona en un autómata”. Según The Buzz (el guión de un documental de la televisión británica del mismo nombre), en el caso de los niños, el juego “puede llevarles a hacer novillos [faltar a la escuela para irse a jugar], a la violencia, la extorsión y el robo, a que se vuelvan jugadores compulsivos y se dediquen a la prostitución y, en casos extremos, al suicidio o al intento de suicidio”. Hay experiencias de la vida real que demuestran que el juego efectivamente puede conducir al desastre.
“Empecé a jugar cuando tenía unos once años —dice Adrian—. Iba con mi tío y mi primo a las carreras de galgos. Al principio tuve bastante suerte y gané muchas veces.” ¿Qué efecto tuvo eso en Adrian? “No dudaba en inventarme una historia para conseguir dinero de mi padre —explica—, y siendo todavía adolescente, no me daba ningún escrúpulo robar de la caja registradora de la tienda de mi padre para costearme el vicio del juego.”
Adrian señala otro efecto indeseable. “Uno puede convertirse fácilmente en un holgazán —explica—, porque el dinero que se gana con un trabajo honrado puede parecer una miseria en comparación con lo que uno piensa que puede ganar [con el juego].” (Compárese con Proverbios 13:4; Eclesiastés 2:24.)
Robert (nombre imaginario), que comenzó a jugar a los doce años, pone de relieve otro peligro más: “Te puedes volver muy supersticioso”. Explica: “Mi padre tenía máquinas tragaperras en nuestra tienda. Aunque yo sabía exactamente cómo funcionaban, hacía cosas supersticiosas para tratar de cambiar el resultado, como pulsar la palanca de cierta manera o dejar un rato el dinero ganado en la bandejita de la máquina, sin recogerlo. Algunas personas hasta hablaban a las máquinas”. Sí, muchos jugadores se vuelven adoradores supersticiosos del dios de la buena suerte sin darse cuenta, una práctica que Dios condena. (Isaías 65:11.)
El peligro de convertirse en un jugador compulsivo
Otro peligro insidioso es el de que el juego se convierta prácticamente en una obsesión. “Todos los años, más de dos mil menores de dieciséis años son llevados por sus padres a Jugadores Anónimos, y se cree que este índice actual de casos [...] en Gran Bretaña no es más que la punta del iceberg.” (The Buzz.) ¿Hasta qué punto se vuelven adictos al juego? Según un informe: “Una vez ‘enganchados’, tienen que jugar tanto si ganan como si pierden”.
Robert recuerda haber visto a una mujer gastarse diariamente en las máquinas 90 libras esterlinas (140 dólares [E.U.A.]). Un jugador joven estaba tan desesperado por conseguir dinero para saciar su obsesión con las máquinas tragaperras, que trató de asesinar a su propia madre. Paddy, que empezó a jugar a una edad muy temprana, también se sentía incapaz de controlar su afán por el juego. “Me crié en el seno de una familia de jugadores —recuerda—. Apostaba dinero en cualquier cosa. Cuando crecí y me casé, me jugaba parte del dinero destinado a dar de comer a mi esposa y mis hijos, y con el tiempo llegué al borde del suicidio.”
El señuelo de las tragaperras
Cualquier tipo de juego de azar puede producir resultados igualmente calamitosos, pero uno de los mayores peligros para los jóvenes de hoy son las tragaperras. Estas “se consideran actualmente como el mayor problema de los jugadores jóvenes”, dice la publicación Journal of Gambling Behavior, edición de primavera de 1989. Estas máquinas, que efectivamente ‘se tragan’ tu dinero, son unos “aparatos sutiles y tentadores —dice The Buzz—. Cuanto más juegas, más probabilidades hay de que quieras seguir jugando”.
¿Qué sentido tiene participar en un juego, por tentador que sea, si todas las probabilidades indican que casi siempre perderás más de lo que ganarás? La revista Young People Now describió así tus posibilidades de ganar: “Nunca des al inexperto la oportunidad de ganar algo, reza el dicho. Las tragaperras no lo hacen [...]. [Si] metes diez libras esterlinas en una máquina, se quedará como promedio con siete y te devolverá tres”.
No es de extrañar que Mark Griffiths, investigador de los efectos del juego en los jóvenes, diga: “La única manera de ganar dinero con una máquina tragaperras es ser el dueño”. ¿Te parece razonable enredarte en una actividad tan fútil?
Sin embargo, estas máquinas están ingeniosamente diseñadas para enviciarte en el juego. ¿Cómo? Mostrándote tres líneas de símbolos de frutas en lugar de solo la línea que indica lo que se gana. La revista Young People Now explica: “Las líneas de arriba y de abajo de la que cuenta para el premio sirven para dar a los jugadores la ilusión de que han ‘fallado por muy poco’ y les anima a intentarlo de nuevo”. El jugador suele considerar esos ‘fallos por muy poco’, cuando aparecen dos símbolos ganadores y uno perdedor, como “casi ganar”, y eso le anima a intentarlo una vez más... y otra... y otra.
Pero esto es típico del negocio del juego. Los fabricantes diseñan las máquinas y los juegos de manera que den la ilusión de que en lugar de haber perdido, se ha fallado por muy poco, casi se ha ganado. La euforia que se experimenta al estar tan cerca de “ganar” condiciona a la persona para seguir jugando. Añádase a esto los destellos de luz y los hipnotizadores efectos sonoros, y puedes hacerte un poco la idea de las potentes presiones psicológicas que se utilizan para impulsarte a jugar, para que sigas jugando... y sigas perdiendo.
Cómo tomar la decisión correcta
De modo que la mejor manera de evitar convertirse en un jugador compulsivo es evitar el juego desde el mismo principio. Evítalo en todas sus formas, incluidas las apuestas de pequeñas cantidades de dinero. Muchos jugadores de toda la vida empezaron jugándose unas pocas monedas. Y si se te presentase la oportunidad de jugar, piensa en el principio que declaró Jesucristo y que se registra en Mateo 7:17: “Todo árbol bueno produce fruto excelente, pero todo árbol podrido produce fruto inservible”. (Mateo 7:17.)
Piénsalo bien: en realidad, ¿qué resultados produce el juego en la vida de la gente? ¿Ayuda a cultivar los frutos del espíritu de Dios, como el gozo, la paz y el autodominio, o genera contiendas, arrebatos de cólera y avidez? (Gálatas 5:19-23.) Recuerda, Dios condena la avidez. Un solo acto de avidez podría hacerte reprensible a Sus ojos. Pregúntate si los jugadores constituyen una buena compañía para los jóvenes cristianos. (1 Corintios 15:33.) Recuerda también que “el mundo entero yace en el poder del inicuo”. (1 Juan 5:19.) ¿No se ve claramente que el juego satisface el propósito de Satanás el Diablo? Entonces, ¿por qué dejarse engañar y tomar parte en él?
Cuando se inauguró la lotería nacional en Irlanda, en seguida se la denominó ‘un impuesto sobre los tontos’. Con eso se resume todo. ¿Quién quiere que se le tome por tonto y se le despoje de sus recursos necesarios, introduciéndole con engaños en el fantasioso mundo del jugador? Afortunadamente, Andrew y Julian (mencionados al principio) vieron a tiempo que el juego de azar es un juego de tontos. Han comprendido los peligros que eso encierra, y lo evitan. “De todas formas —dicen—, en la vida hay muchas cosas que valen más la pena que malgastar tu dinero en el juego.”
[Fotografía en la página 20]
Aunque solo se jueguen pequeñas cantidades de dinero, el juego puede enviciar a la persona