La Cartografía: esencial para conocer el mundo
De nuestro corresponsal en Canadá
“El paraíso está en algún lugar del Lejano Oriente, Jerusalem es el centro de todas las naciones y países, y el mundo es un disco plano rodeado por océanos de agua. De este modo veían el mundo que habitamos los monjes y cartógrafos de la Edad Media.”
ASÍ introducen El Atlas de nuestro tiempo, de Selecciones del Reader’s Digest, sus editores. Esta creencia religiosa, sin fundamento bíblico, explica en parte el lento progreso de la cartografía, el arte de hacer mapas, durante la Alta Edad Media.
Los mapas son fundamentales a la hora de aprender geografía, ciencia esencial para comprender el mundo que nos rodea. Sin embargo, muchas personas no parecen haber superado las nociones geográficas medievales. Hace unos cien años, el escritor Mark Twain se valió de un personaje ficticio, Huck Finn, para representar esta deficiencia de su época. Montado en un globo, Huck aseguró a su amigo Tom Sawyer que no habían llegado a Indiana, pues el terreno aún era verde, cuando sabía por el mapa que dicho estado era de color rosa.
En fechas más recientes, un profesor de secundaria estadounidense abrió durante diez años el curso de Geografía pidiendo a un alumno que señalara a Estados Unidos en un mapamundi. Según cuenta, ni una sola vez logró indicar el primer estudiante —ni el segundo— dónde estaba dicha nación. Quizás sea aún más extraño que, como indica la revista Time, “3 de cada 10 estadounidenses no sepan distinguir el norte del sur en los mapas”.
Crónica de la cartografía
La cartografía es una de las formas más antiguas y destacadas de comunicación. Se han elaborado mapas tallándolos en piedra o madera; dibujándolos en arena, papel y pergamino; pintándolos en piel y tela, e incluso modelándolos en la nieve.
Según The World Book Encyclopedia, el mapa más antiguo de que hay constancia se elaboró en torno al año 2300 antes de nuestra era, y consiste en “una tablilla babilónica de arcilla que probablemente represente una finca situada en un valle entre montañas”. Los babilonios también realizaron en arcilla dibujos de murallas para fomentar en fecha temprana el desarrollo de la comunidad.
Tolomeo de Alejandría, geógrafo griego del siglo II, sabía que la Tierra era redonda, tal como había revelado la Biblia en el siglo VIII antes de nuestra era al referirse a Dios como “Uno que mora por encima del círculo de la tierra” (Isaías 40:22). De acuerdo con la revista Equinox, los dibujos de Tolomeo figuran “entre los primeros intentos constatados de cosmografía, la representación en un mapa de la forma del mundo conocido”.
Hasta que se imprimieron en un atlas a finales del siglo XV, los mapas tolemaicos eran poco conocidos. Desde entonces se convirtieron en fuente de datos geográficos para navegantes tales como Colón, Caboto, Magallanes, Drake y Vespucio. Aún hoy, los mapamundis que se elaboran son parecidos al de Tolomeo, si bien este representa Eurasia sobredimensionada. La obra Reader’s Digest Atlas of the World indica que dicha exageración “indujo a Colón a subestimar la distancia que debía recorrer en el Atlántico para llegar a Asia, por lo que no comprendió que había descubierto un Nuevo Mundo intermedio”. Este “Nuevo Mundo”, América —bautizado así en honor de Américo Vespucio—, se añadió por vez primera a un mapa en 1507.
Los viajes subsiguientes durante la era de los descubrimientos (entre 1500 y 1700) aportaron a los cartógrafos información más exacta. Sus cartas, o mapas, se convirtieron en documentos estratégicos, calificados de “instrumentos de poder del estado” y “armas bélicas”. A los cartógrafos se les exigía que juraran actuar con sigilo, trabajar solos y proteger los mapas a costa de su vida. Si los enemigos abordaban un barco, los mapas, que se guardaban en un saco con peso, eran arrojados al mar. Por mucho tiempo, las naciones custodiaron con sumo cuidado los mapas oficiales, y en tiempo de guerra solo podían verlos muy pocas personas.
Con el descubrimiento de nuevas tierras hubo que redefinir las viejas fronteras. Por ello, el geógrafo flamenco Gerhard Mercator (1512-1594) dibujó la primera colección científica de mapas, en la que aparecía un gigante mitológico, el titán Atlas, sosteniendo el mundo. Desde entonces se designó a tales colecciones con la palabra atlas.
La cartografía moderna
Al aumentar los conocimientos geográficos, mejoró la calidad de los mapas, a lo que contribuyeron en gran manera las nuevas técnicas cartográficas. La revista Canadian Geographic describe así la epopeya de los topógrafos de fines del siglo XIX y principios del XX: “Hiciera frío o calor, iban a caballo, en canoa, en balsa y a pie [...] a medir ciudades y haciendas, bosques y campos, caminos fangosos y ciénagas infestadas de insectos. Medían las distancias con cadenas y los ángulos con teodolitos. Fijaban cotas valiéndose de las estrellas [...] y sondeaban la profundidad de las aguas costeras”.
En el siglo XX, la cartografía se eleva por los aires, en el sentido más estricto de la expresión. Primero se tomaron imágenes aéreas con aviones provistos de cámaras. Luego, en los años cincuenta, los satélites orbitales introdujeron la cartografía en la era espacial. A finales de los ochenta, los topógrafos, equipados con receptores del sistema de posicionamiento global, podían determinar desde el suelo la ubicación geográfica en menos de una hora, tarea que les llevaba meses unos años antes.
Hoy día, los cartógrafos dibujan con medios electrónicos. Actualizan los mapas mediante aparatos que se hallan en órbita y que complementan en la Tierra con avanzados instrumentos. Gracias a equipos y programas informáticos especializados, almacenan billones de datos cartográficos y de otro tipo, lo que les permite elaborar mapas a la medida de cada necesidad en cuestión de minutos, pues ya no realizan el laborioso esgrafiado manual.
Los sistemas de información geográfica permiten superponer casi cualquier dato en los mapas. Estos sistemas tienen la capacidad de producir un plano urbano actualizado al minuto a fin de facilitar el tránsito rodado en las horas de máxima intensidad. También pueden realizar un seguimiento de los camiones que circulan por las autopistas y dirigirlos, e incluso controlar la producción de heno para las granjas lecheras.
¿Reflejan los mapas la realidad?
“El mapa tal vez mienta, pero nunca se anda con bromas”, escribió el poeta Howard McCordin. Por ejemplo, si en el croquis que le han dibujado no le indican la rampa de salida que ha de tomar para llegar a su destino, es probable que no le haga mucha gracia. Nos hemos acostumbrado a que los mapas sean exactos y reflejen la realidad. Pero lo cierto es que no es así en todos los casos.
Un archivero adquirió un colorido mapa mural de Quebec (Canadá) y descubrió un aparente error de bulto. “Toda la península de Labrador aparecía como parte de Quebec —explicó—. Cuando le señalé la equivocación a un colega, me dijo, para mi asombro, que probablemente no era un fallo, sino una acción deliberada.” Por lo visto, Quebec nunca ha estado satisfecha con la decisión de 1927, que trazó la frontera de Labrador con Quebec, por lo que el mapa no reflejaba esta realidad no aceptada.
El colega del archivero le mostró otros ejemplos de manipulaciones intencionales. Más tarde, el archivero publicó en Canadian Geographic el artículo “Maps That Deceive” (“Mapas que engañan”), donde destacó que “es fácil manipular la cartografía para respaldar un determinado punto de vista”. Añadió: “Siempre me habían enseñado que los mapas eran representaciones fieles de la realidad, y sin embargo, vi algunos plagados de engaños”.
En 1991, el diario The Globe and Mail, de Toronto, dijo que “una delegación de funcionarios de Japón, cuyo gobierno afirma su soberanía sobre las islas Kuriles, bajo el dominio de Rusia, pidió a la [National Geographic Society] que indicara el territorio en disputa con diferente color”. ¿Por qué solicitaban la modificación? John Garver, hijo, jefe de cartografía de National Geographic, explica la razón: “Deseaban que se cambiara al color verde porque con este aparecía Japón en el mapa”.
Así pues, los tonos utilizados en cartografía logran que se realicen ciertas asociaciones o que se destaque algún aspecto particular. Por ejemplo, cuando se descubrió oro a orillas de un afluente del río Klondike en 1897, los mapas fueron muy útiles para promover la estampida de unos cien mil buscadores de oro. Los productores de mapas colorearon Alaska y el Yukón de amarillo intenso para insinuar un gran potencial de hallazgos.
La apariencia del mapa también puede verse modificada más radicalmente por ciertas actitudes. Por ejemplo, en 1982 se editó un “mapa invertido” que situaba el hemisferio sur en la parte de arriba. ¿Por qué? Por la creencia de que la parte de arriba denota superioridad y dignidad, de modo que un mapa así tendría un efecto positivo en los países pobres del hemisferio meridional.
Un reto que afrontan los cartógrafos
Aunque el cartógrafo desee ser fiel a la realidad, se halla ante el siguiente problema: al acoplar una superficie curva (la esfera terrestre) a otra plana (el mapa) se producen distorsiones. Es como tratar de aplanar toda la cáscara de una naranja. La forma de los continentes tal vez sea exacta, pero los tamaños resultan desproporcionados. Por ello, John Garver, hijo, señala que “el único mapa exacto es un globo terráqueo”. No obstante, dado que los globos no son tan portátiles, suele preferirse por su utilidad el mapamundi plano.
En 1988, National Geographic sacó un nuevo mapa del mundo. Al reseñar este acontecimiento, la revista Time explicó a qué dificultad se enfrentan los cartógrafos: “Las imágenes de los mapas no suelen reflejar las formas reales ni los tamaños relativos de continentes y mares”. Una manera fácil de constatarlo es comparar el mapamundi de 1988 con los que había publicado en años anteriores la National Geographic Society.
Con respecto a los cambios radicales que hay en ellos, Time dijo: “En el nuevo mapamundi que envía la [National Geographic Society] a sus once millones de afiliados, la Unión Soviética ha perdido 47 millones de kilómetros cuadrados, más de dos tercios del territorio que parecía abarcar en los mapas de la National Geographic de los últimos cincuenta años”.
Desde tiempos de Tolomeo, los cartógrafos lidian con la dificultad de representar los tamaños relativos de las regiones del mundo. Por ejemplo, en una proyección que utilizó National Geographic durante sesenta y seis años, Alaska es cinco veces mayor que en la realidad. Tales problemas con la distorsión nos ayudan a entender por qué Arthur Robinson, considerado por muchos el decano de los cartógrafos estadounidenses, dijo: “La cartografía tiene tanto de arte como de ciencia”. El mapa que adoptó la National Geographic Society en 1988 es, en palabras de Garver, “el mejor equilibrio existente entre la geografía y la estética”.
¿Qué depara el futuro?
Es patente que la cartografía implica bastante más de lo que muchos se imaginan. Cuanto más se conozca la Tierra, tanto más exactos serán los mapas. Sin embargo, este conocimiento no es siempre fácil de obtener. Es tal como indicó hace años el escritor Lloyd A. Brown: “Hasta que no llegue el día en que todos los hombres naveguen sin miedo hasta la orilla vecina, y puedan desplazarse por tierra o por aire sin que les disparen o detengan, habrá que esperar por el gran mapa del mundo con el que sueñan los hombres desde hace siglos. Quizás se concluya algún día”.
Felizmente, las profecías de la Biblia muestran que todo el planeta se va a unir bajo el dominio del Rey que Dios ha nombrado, Jesucristo. De él proclama una profecía bíblica: “Tendrá súbditos de mar a mar y desde el Río hasta los cabos de la tierra” (Salmo 72:8). Eliminadas ya las disputas fronterizas, las rivalidades políticas y las soberanías nacionales encontradas, será posible elaborar un mapamundi perfecto.
[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]
Tolomeo y su mapamundi
Gerhard Mercator
[Reconocimientos]
Tolomeo y Mercator: Culver Pictures; Mapamundi de Tolomeo: Gianni Dagli Orti/Corbis; globo terráqueo: Mountain High Maps® Copyright © 1997 Digital Wisdom, Inc.; fondo de las páginas 16-19: The Complete Encyclopedia of Illustration/J. G. Heck