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Seamos valientes al andar con Dios
wcg págs. 246-255

CONCLUSIÓN

“No tendré miedo”

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1. ¿Qué más se puede decir sobre el valor?

DESPUÉS de leer este libro, ¿hay algo más que se pueda decir sobre el valor? Pues sí. Primero veremos que en la Biblia hay muchos otros ejemplos de valor que no están incluidos en esta publicación. Y después hablaremos de algo que hace falta para ser valientes de verdad.

2. ¿Qué otros siervos fieles de Dios nos dejaron un gran ejemplo de valor?

2 Además de los personajes bíblicos sobre los que ya hemos hablado, ¿se le ocurren otros amigos de Dios que fueran valientes? Quizás piense en algunos profetas muy conocidos de las Escrituras Hebreas, como Isaías, Jeremías, Ezequiel, Jonás o Malaquías. Cuando el apóstol Pablo escribió el capítulo 11 de Hebreos, probablemente estaba pensando en siervos de Dios como ellos. Él dijo que algunos “sufrieron la prueba de burlas y latigazos, e incluso más que eso, de cadenas y prisiones”. Otros estuvieron “pasando necesidad, sufriendo dificultades y siendo maltratados”. De hecho, algunos hasta fueron asesinados (Heb. 11:36, 37). Aun así, siempre sirvieron a Jehová con valor.

3, 4. ¿Qué hicieron dos mujeres para ayudar al rey David en una época muy difícil?

3 La Biblia también habla de muchas otras personas valientes, aunque no siempre dice sus nombres. Piense en dos mujeres que vivieron en la época del rey David. Ellas lo ayudaron cuando David tuvo que huir de Jerusalén porque su hijo Absalón, un hombre vanidoso y malvado, intentó derrocarlo. David le había pedido a un sacerdote valiente llamado Sadoc que regresara a la ciudad y se quedara allí para conseguir información sobre los planes de Absalón. Sadoc quería contarle algo a David. ¿Cómo lo haría? Una sierva, de la que no sabemos su nombre, arriesgó su propia vida para darles ese mensaje a dos siervos fieles de David. Pero, cuando ellos iban de camino a avisar a David, un joven los descubrió y los delató ante Absalón. Menos mal que tuvieron una buena idea: esconderse en un pozo. La esposa del dueño de aquel pozo, de la que tampoco sabemos su nombre, enseguida lo tapó con una tela y lo cubrió de grano. Y, cuando los hombres de Absalón vinieron a buscar a los mensajeros de David, ella los mandó en otra dirección. El valor de estas dos mujeres contribuyó a proteger al rey que Dios había elegido (2 Sam. 15:23-37; 17:8-22).

Imágenes de dos mujeres anónimas que, con valor, ayudaron a proteger al rey David. 1. Una sierva habla con dos hombres que servían a David. 2. La mujer que escondió a los dos siervos de David en el pozo de su esposo medita mientras ve a los dos hombres irse de su casa caminando.

Una sierva y la esposa del dueño de un pozo fueron valientes y ayudaron al rey David cuando su vida estaba en peligro.

4 Está claro: la Biblia está llena de hombres y mujeres valientes. De algunos sabemos sus nombres y de otros no. Unos eran ricos, y otros pobres. Y, aunque algunos tenían grandes responsabilidades, otros eran personas comunes y corrientes. Pero todos sin excepción tuvieron el valor de ponerse de parte de Jehová. ¡Cuánto aprendemos de ellos!

Por qué es tan importante orar

5-7. ¿De dónde sacó Pablo el valor necesario para seguir predicando a pesar de la oposición?

5 ¿Y nosotros? ¿Qué podemos hacer para ser igual de valientes que los personajes que destaca la Biblia? No es que todos ellos fueran valientes por naturaleza. Si se mantuvieron leales a Jehová, no fue gracias a sus propias fuerzas o capacidades. Les hizo falta algo más. ¿De qué se trata?

6 Recuerde el caso del apóstol Pablo. Cuando él y Silas estaban en Filipos, un grupo de personas violentas los atacaron, les desgarraron la ropa, los golpearon vez tras vez con varas, los metieron en una oscura prisión y les sujetaron los pies en un cepo (Hech. 16:12, 19-24). Es cierto que después los liberaron. Pero ¿qué pasó con Pablo? ¿Se quedó con miedo de volver a predicar? Eso habría sido lo normal. Pero Jehová le había dado a Pablo otra misión: tenía que ir a la ciudad de Tesalónica. ¿De dónde sacó el valor y las fuerzas que necesitaba?

7 Él mismo escribió después: “Como saben, sufrimos y fuimos maltratados en Filipos, pero por medio de nuestro Dios cobramos valor para hablarles de las buenas noticias de Dios a pesar de una fuerte oposición” (1 Tes. 2:2). Entonces, ¿qué le ayudó a tener valor? Él no tenía ningún superpoder; más bien, sabía que para ser valiente necesitaba a Jehová. Así que humildemente le pidió a Jehová el valor que necesitaba, y él le contestó su oración.

8. Igual que Pablo, ¿qué tenemos que hacer para ser más valientes?

8 Usted puede hacer lo mismo que Pablo. Recuerde que para ser valiente tampoco necesita tener un superpoder. Si le ora a Jehová y le suplica que le dé el valor que necesita, puede estar seguro de que él le contestará su oración (Hech. 4:29).

9. ¿Qué buenas razones tenemos para pedirle a nuestro Padre que nos dé más fe?

9 Además, hay una cualidad muy relacionada con el valor que también podemos pedirle a Jehová: la fe. Esta cualidad es parte del fruto del espíritu santo de Jehová (Gál. 5:22, 23). También forma parte de la armadura espiritual que todos los cristianos debemos llevar (Efes. 6:16). La fe cristiana es tan poderosa que la Biblia dice que “ha vencido al mundo” (1 Juan 5:4). La fe en Jehová es el mejor fundamento para que crezca nuestro valor. Si estamos totalmente seguros de que Jehová nos ayudará en los momentos difíciles, seremos cada vez más valientes. Así que tenemos buenas razones para pedirle a Jehová lo mismo que querían los apóstoles. Supliquémosle a nuestro Padre vez tras vez: “Danos más fe” (Luc. 17:5).

“¡Sean valientes!”

10, 11. ¿Por qué destacó Pablo la importancia del valor en su carta a los hebreos?

10 Jesús había profetizado que Jerusalén sería destruida. Unos años antes de que eso pasara, Pablo les escribió a los cristianos hebreos que estaban en Jerusalén y sus alrededores. ¿Por qué? Quería ayudarles a estar preparados para los tiempos difíciles que vendrían (Luc. 19:41-44; 21:20-24). ¿Y cómo lo hizo? Les recordó una promesa de Jehová que les ayudaría a ser valientes. Como vimos en la introducción de este libro, Jehová promete: “Nunca te dejaré y jamás te abandonaré”. Estas palabras tan cariñosas podían tener un efecto muy poderoso en ellos. Pablo continuó: “Así que podemos decir llenos de confianza: ‘Jehová es mi ayudante. No tendré miedo. ¿Qué puede hacerme el hombre?’” (Heb. 13:5, 6).

11 La Biblia no dice exactamente lo que pasó cuando Jerusalén fue destruida en el año 70 de nuestra era. Pero sí podemos estar seguros de que aquellas palabras inspiradas de Pablo calaron hondo en los cristianos fieles. Gracias a ellas, reunieron el valor para obedecer a tiempo el mandato de Jesús: “Huyan a las montañas” (Luc. 21:20, 21).

12. a) ¿Qué ideas puede recordar para ser valiente en los momentos difíciles? b) ¿Cómo han mostrado valor algunos hermanos de tiempos modernos, y qué está decidido a hacer usted? (Vea el recuadro “Seamos valientes como ellos”).

12 Jehová también puede darle a usted valor siempre que lo necesite, tanto ahora como en el futuro (Ezeq. 38:1, 2, 10-12; Mat. 24:21). Nunca olvide que Jehová mismo ha prometido protegerlo (Ezeq. 38:19-23; 2 Tes. 3:3). Jehová nunca abandona a quienes lo aman y ponen su fe en él. Recuerde que las palabras que Jehová le dijo a Josué son también para usted: “Sé valiente y muy fuerte” (Jos. 1:7, 9, 18). Y también recuerde que Jesús les dijo a sus discípulos: “¡Sean valientes!”. Además, él nunca falla y, tal como prometió, hará que usted reciba el espíritu santo de Jehová. Gracias a ese espíritu, su valor aumentará y podrá afrontar cualquier dificultad que venga (Juan 14:26; 15:26, 27; 16:33). Usted puede decir lleno de confianza: “No tendré miedo”.

Imágenes de hermanos y hermanas enfrentándose a diferentes pruebas con valor. 1. En un aula, una hermana joven sonríe con confianza mientras sostiene un libro de texto y el folleto “¿Es la vida obra de un Creador?”. 2. En un campo de refugiados, unos padres abrazan a su hijita y todos sonríen. 3. Un hermano joven sonríe a través de los barrotes de su celda.

Sin importar cuáles sean nuestras circunstancias, Jehová promete darnos su espíritu santo para que seamos más valientes y podamos afrontar cualquier desafío.

Seamos valientes como ellos

Martin y Gertrud Poetzinger

Martin y Gertrud Poetzinger.

Martin y Gertrud eran evangelizadores de tiempo completo. Solo llevaban tres meses y medio casados cuando el régimen nazi de Adolf Hitler los separó. Resulta que en 1936 arrestaron a Martin y luego se lo llevaron al campo de concentración de Dachau. Más tarde, también arrestaron a Gertrud. En total, estuvieron nueve largos años sin verse. Durante la mayor parte de esos años, ninguno de los dos sabía si el otro estaba vivo. Pero a pesar de todo eso los dos estaban decididos a ser leales a Jehová. A Martin se lo llevaron a Mauthausen, un campo de concentración donde lo trataron de forma inhumana. ¿Y qué pasó con Gertrud? Ella estuvo tres años y medio en una celda de aislamiento y, cuando salió, la obligaron a pasar cuatro años más en el campo de concentración de Ravensbrück. Al terminar la guerra, descubrió que Martin estaba vivo. Entonces fue a hablar con un oficial del ejército y le suplicó que lo liberara. Para su sorpresa, no solo lo liberó a él, sino también a unos 100 Testigos más que habían sobrevivido a los horrores de Mauthausen. Una vez juntos, Martin y Gertrud volvieron a ser evangelizadores de tiempo completo. Más tarde los invitaron a Brooklyn (Nueva York), donde Martin sirvió como miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová. Él tenía la costumbre de decirles a los hermanos: “Nuestra posesión más valiosa es la valentía”. Los dos fueron fieles y disfrutaron de muchas alegrías sirviendo a Jehová hasta su muerte.

“Nuestra posesión más valiosa es la valentía” (M. Poetzinger).

Valentina Garnovskaya

Valentina Garnovskaya.

Valentina habló por primera vez con un testigo de Jehová en 1945. Ella tenía 20 años y vivía en Bielorrusia. El hermano que habló con ella fue a verla dos veces más, y a Valentina le encantó lo que aprendió sobre la Biblia. Sin embargo, ella nunca volvió a ver a ese hermano. Y, como nuestra obra estaba prohibida, era muy difícil localizar a los Testigos. A ella no le daba miedo hablarles a los demás de lo que había aprendido. Por hacer eso, la arrestaron y la condenaron a ocho años de prisión en un campo de trabajos forzados. En 1953, la liberaron y enseguida se puso a predicar de nuevo. Así que después de un tiempo la volvieron a arrestar, pero esta vez la condena fue de 10 años. En uno de los campos en los que estuvo, había varias hermanas. Una de ellas le enseñó un libro que tenían, un libro prohibido: la Biblia. ¡Hacía años que no veía una Biblia! La última que había visto era la que tenía el hermano que le enseñó la verdad. En 1967, salió libre y por fin pudo bautizarse como testigo de Jehová. Predicaba con toda el alma, pero en 1969 la volvieron a arrestar y la condenaron a tres años de cárcel. Aun así, nunca lograron que dejara de predicar. A lo largo de su vida, ayudó a 44 personas a conocer la verdad de la Biblia. Recordando su historia, ella dijo: “Nunca tuve un lugar propio donde vivir. Todas mis pertenencias cabían en una maleta. A pesar de eso, yo era feliz y me sentía satisfecha de servir a Jehová”. Valentina murió en el 2001 y fue fiel a Jehová hasta el final.

“Nunca tuve un lugar propio donde vivir. Todas mis pertenencias cabían en una maleta. A pesar de eso, yo era feliz y me sentía satisfecha de servir a Jehová” (V. Garnovskaya).

Alfredo Fernández

Alfredo Fernández.

Alfredo tenía unos 19 años cuando quisieron reclutarlo para que sirviera en el ejército argentino. Pero él se negó rotundamente a hacerlo, ni siquiera quiso ponerse el uniforme militar. Su conciencia educada por la Biblia le decía que no podía involucrarse en las guerras de este mundo. Como resultado, lo encarcelaron. En la prisión, lo torturaban y a veces simulaban que lo iban a ejecutar. A pesar de los maltratos, él siguió leyendo la Biblia y tomaba notas de lo que iba aprendiendo. Durante el juicio, el juez le dio la oportunidad de liberarlo con una condición: que se pusiera el uniforme militar y se presentara ante el tribunal. Alfredo rechazó inmediatamente esa propuesta, y por eso lo mandaron de vuelta a la cárcel. Lo torturaron tantas veces que su salud se deterioró muchísimo. De hecho, el médico de la prisión dijo que estaba seguro de que la próxima vez que viera a Alfredo sería dentro de un ataúd. Al ver que le quedaba poco tiempo de vida, Alfredo envió una carta a su casa. “Mi muy amada familia”, empezó diciendo. Y luego continuó: “Nunca deseé escribirles una carta como esta. No obstante, las circunstancias así lo han hecho necesario”. Entonces les agradeció todo el apoyo que le habían dado durante el tiempo que estuvo encarcelado. Luego añadió: “Agradezco infinitamente a nuestro Dios, Jehová, haber nacido en el seno de una familia como esta. [...] La congoja que experimentarán al leer estas palabras yo la comprendo. Solo les solicito que no permitan que el dolor los arrastre, sino que prevalezcan contra él, remitiéndose a la inextinguible fuente de consuelo que son las Santas Escrituras. [...] Recuerden siempre que la muerte es un estado transitorio, de modo que solo deseo que mi recuerdo les sirva de aliciente para seguir firmes”. En 1982, tres años después de haber sido encarcelado, Alfredo murió. Tenía apenas 21 años y fue leal hasta el último momento.

“Solo les solicito que no permitan que el dolor los arrastre, sino que prevalezcan contra él” (A. Fernández).

Karen Oehm

Karen y Rainer Oehm.

Desde muy jovencita, Karen empezó a servir a Jehová. Era una chica muy alegre y sociable que amaba ser precursora. Y más tarde disfrutó de servir junto a su esposo, Rainer, en Betel de Estados Unidos. Tristemente, como a los 55 años, le diagnosticaron una enfermedad terminal: esclerosis lateral amiotrófica (ELA). Esta enfermedad ataca las células nerviosas y las va matando hasta hacer que la persona pierda el control de los músculos, quede paralizada y al final muera. Desde el principio, Karen se decidió a hacerle frente a esta situación con una actitud positiva y se entregó de lleno a su estudio personal y al ministerio. Hacía todo lo que podía mientras luchaba por aprender a vivir con su enfermedad. Por ejemplo, cuando empezó a perder la capacidad para hablar, aprendió a usar una computadora que seguía los movimientos de los ojos para escribir palabras. Aunque manejar este sistema era todo un lío, Karen era capaz de escribir sus comentarios para las reuniones de congregación y de escribir cartas para la predicación. Una de las hermanas que fue su enfermera recuerda: “Ella nunca preguntó: ‘¿Por qué me pasa esto a mí?’. Tan solo dos semanas antes de que muriera, le escribió una carta a una mujer a la que yo le había predicado y, al final de la carta, dijo: ‘Si necesitas alguien para desahogarte, aquí me tienes’”. Otra de las enfermeras dijo: “Nunca lloró por tener esa enfermedad. Tenía razones de sobra para estar triste, pero su fe en la resurrección era tan grande que le parecía absurdo perder el ánimo. Sabía que iba a despertar y que Jehová le daría un cuerpo saludable y una vida perfecta”. Al principio de su enfermedad, su hermana gemela le preguntó: “No sé cómo puedes ser tan fuerte. ¿Cómo lo logras?”. Y Karen sencillamente le contestó: “La verdad es que Jehová siempre te da las fuerzas y el valor que necesitas”. Y Jehová le dio esas fuerzas hasta el final. Cuando Karen murió, su esposo repartió un montón de cartas que ella les había escrito a familiares y amigos para darles las gracias, consolarlos y animarlos.

“La verdad es que Jehová siempre te da las fuerzas y el valor que necesitas” (K. Oehm).

13. ¿Qué lo motiva a usted a seguir siendo valiente?

13 Ahora imagínese en el Paraíso. Hay paz en todas partes, y todos los que estaban en la memoria de Jehová han vuelto a vivir. Por fin puede conocer en persona a muchos hombres y mujeres que hemos visto en este libro, y a muchos otros amigos de Dios que también fueron valientes. ¡Qué emoción! En el mundo de Satanás, ellos pasaron por muchos problemas o hasta perdieron la vida por ser fieles a Dios. Pero ya están en el nuevo mundo, ¿y verdad que no se les ve arrepentidos de haber sido leales y valientes? ¿Y qué hay de usted? Usted está con ellos trabajando para que toda la Tierra sea un paraíso. Todo el mundo es tan feliz... ¿Usted cree que, en un ambiente así, se arrepentirá de haber sido valiente ahora, en este mundo difícil? ¡Claro que no! Así que ¡no se rinda, sea valiente hasta el final! Pasarán miles..., millones de años, y siempre se alegrará de haber tomado esa decisión.

Hermanos, hermanas y niños disfrutando del Paraíso. Algunos cocinan pizzas, hablan o tocan instrumentos musicales, y otros les dan de comer a unas jirafas y observan un caracal, un tipo de felino salvaje.
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