Del Paraguay a Surinam
EL HIDROAVIÓN gigantesco zumbaba en su progreso hacia el norte de Buenos Aires. Entre sus pasajeros estaba el presidente de la Watch Tówer Bible and Tract Socíety, N. H. Knorr, su secretario, M. G. Hénschel, y el siervo de distrito que servía junto con los hermanos en la Argentina, G. Hughes. Fué interesante el vuelo; siempre teníamos a la vista el imponente río Paraná y sus tributarios. El terreno abajo estaba bien poblado y muy verde. Bastantes laguitos se veían en este territorio campestre. Aparentemente esta parte de la Argentina estaba recibiendo mucha lluvia y una parte considerable del terreno se veía pantanoso. Nos bajamos en el río cerca de Rosario, una de las ciudades principales de la Argentina. Tenía el aspecto de una ciudad moderna, pues había grandes edificios blancos que se levantaban en el centro de la ciudad y la ribera del río estaba equipada con facilidades modernas de puerto. Muchas embarcaciones extranjeras de carga se estaban cargando. El avión fué asegurado en medio del río por unos diez minutos. Una lancha de motor trajo a los pasajeros con sus equipajes, y también un poco de carga y correo, y cuando regresó llevó a unos pasajeros que se desembarcaron en Rosario. Se hicieron paradas por el estilo en Corrientes y Formosa. Después de partir de Formosa el vuelo se agitó y muchos de los pasajeros se enfermaron.
Un poco después del mediodía del 4 de abril llegamos a nuestro destino, Asunción, capital del Paraguay. El lugar que se escogió para fundar la ciudad era un morro dominando el río Paraguay, una de las arterias vitales para la transportación de la República del Paraguay, que carece de costa marítima. Nos bajamos en la superficie del río y mientras la tripulación atracaba el avión cerca del lado opuesto del río se acercó velozmente una lancha de motor del otro lado, procedente de los muelles municipales, para llevarnos. Al salir de la puertecita del lado del avión para ir abordo de la lancha, una brisa cálida anunció que no sentiríamos frío en el Paraguay. Al acercarnos a los muelles, ellos a prueba de fuego, pudimos ver a algunos graduados de Galaad, la escuela de la Wátchtower, que nos estaban esperando. Los cinco misioneros se regocijaron porque el avión llegó a tiempo, y manifestaron gusto al vernos. Iba a haber una asamblea en Asunción el día siguiente, de modo que hubo hermanos de otros puntos del país en la capital, y ellos también nos dieron la bienvenida. Duró poco la revisión para entrar al país y pronto estuvimos en un taxímetro dirigiéndonos al hogar misionero y la oficina de Sucursal de la Sociedad, ubicada en la esquina de Río de Janeiro y Mary Lyons, una buena sección de la ciudad.
Asunción hace mucho contraste con Buenos Aires. Por supuesto es una ciudad mucho más pequeña. A los caminos les falta mucho para ser tan buenos. No hay abastecimiento municipal de agua; cada individuo tiene que proveerse de su propio pozo o comprar el agua de alguien que la tiene. Las facilidades de transportación necesitan mejorarse. Al andar por la ciudad notamos las evidencias de las revoluciones recientes. Las fachadas de los edificios en el centro comercial de Asunción tienen huellas de balas. Los postes de acero que portan los alambres eléctricos habían sido atravesados por los balazos. Naturalmente el cuartel de policía había llevado la peor parte. Se ha empobrecido el país por las condiciones políticas instables y el pueblo sigue sufriendo. Así es que existe mucha necesidad del consuelo que trae el mensaje del Reino al pueblo angustiado.
Nuestros tres días y medio en Asunción volaron. Encontramos que el hogar misionero era un lugar muy cómodo donde vivir, en un ambiente agradable. Cuatro de los cinco misioneros eran recién llegados y empezaban a luchar con sus problemas de adquirir buenos conocimientos del español y familiarizarse con las costumbres de la gente. (Entre el pueblo muchos emplean el idioma indio, el guaraní, y eso contribuye a hacer algo más complicado el trabajo.) Pero daba gusto ver su afán por atacar sus problemas y el interés que tenían por ayudar a las personas de buena voluntad a quienes habían encontrado ya. Comprendieron que a pesar de haber aumentado el número de publicadores del Reino en el Paraguay de 21 en 1945 a la cifra actual de 67, queda mucho que hacer todavía en ese pequeño país.
En abril 6 y 7 se celebró la asamblea en el Salón de la Sociedad España. Se abrió la asamblea con una asistencia de 50 hermanos de varias partes del país. Fué con mucho regocijo y gran ánimo que se unieron estos publicadores en el servicio del campo y en anunciar la conferencia pública. Muchos publicadores nuevos iniciaron su trabajo de casa en casa durante esta asamblea. Los residentes de Asunción comprendieron que una gran convención estaba en sesión.
El jueves por la noche fué cuando se iba a celebrar la reunión pública. En Asunción la gente se ha acostumbrado a quedarse en sus casas de noche, y por eso los hermanos locales no tenían idea de cuánta gente se presentaría a oír el discurso. Sintieron gusto cuando vieron a 185 personas apretarse esa noche en el saloncito para oír la conferencia “¡Es más tarde de lo que usted piensa!” Hizo especialmente bien el hermano Hughes con su interpretación para el hermano Knorr. Con eso la asamblea terminó.
En el camino de regreso a la oficina de la Sucursal notamos que casi no había más gente en las calles que las que habían asistido a la conferencia. Unos cuantos cafés estaban abiertos pero aparte de eso había completa quietud.
El día siguiente, abril 8, a las cuatro estábamos levantados. Nos desayunamos con la familia en el hogar misionero y entonces llegó nuestro taxímetro para llevarnos al aeropuerto. Los hermanos fueron al aeropuerto en otro taxímetro. Era un viaje de varios kilómetros en el campo. Apenas estaba aclarando cuando partimos del hogar, pero cuando llegamos al aeropuerto ya era de día. Pensamos en la perspectiva para la expansión de la obra en el Paraguay y estuvimos de acuerdo que progresaría. Los misioneros y los hermanos locales revelaban un espíritu magnífico y se había logrado buen progreso en el establecimiento de nuevas compañías de testigos de Jehová durante los últimos meses. Ahora se arregló que el hermano Hughes pasara varias semanas en el país visitando a las compañías nuevas y viejas como también visitando a los publicadores aislados y a las personas de buena voluntad esparcidas por todo el país. El buen consejo y la ayuda que daría él a los hermanos en el Paraguay indudablemente los equiparía para lograr mayores resultados al extenderse la obra. Habíamos gozado de nuestro recorrido con el hermano Hughes en el Uruguay, la Argentina y el Paraguay y ya había llegado la hora de separarnos. Nosotros teníamos que seguir al Brasil y él tenía que quedarse en el Paraguay. Así es que a las 6:15 nos despedimos de los seis hermanos en el aeropuerto y nos fuimos abordo del avión de máquina doble de la línea Panair do Brasil.
BRASIL
Voló el aeronave arriba de colinas unduladas. Mucho del terreno fértil estaba cultivado. Había buena pastura y bastante bosque. Notamos que al acercarnos a la confluencia de los ríos Paraná e Iguazú, lugar en donde la Argentina, el Brasil y el Paraguay se juntan, había evidencias de la industria maderera. Grandes cantidades de troncos flotaban en los tributarios y mucho del terreno undulado había sido desnudado de sus árboles. Entonces estábamos volando muy bajo porque nos acercábamos a nuestro primer aterrizaje en Iguazú, Brasil. Al dar sus vueltas el avión antes de aterrizar percibimos una neblina que se levantaba desde cierto punto en la selva hacia el oriente, heraldo de la presencia de la famosa cascada Iguazú. Allí el Brasil ha establecido un lugar de recreo y parque nacional, como también un fuerte para defender el país. Los árboles que circundaban el aeropuerto atestiguaban el hecho de ser éste un lugar ideal para pasar festividades. Después de un registro con las autoridades de la inmigración y después de un nuevo ascenso al aire, pudimos ver la cascada magnífica. A propósito el capitán voló arriba de la cascada para que todos los pasajeros la pudieran ver. De verdad presentaba un espectáculo majestuoso. Habíamos visto la cascada de Niágara en la frontera de los Estados Unidos y el Canadá, y parecía mayor la de Iguazú. Con razón se había establecido un gran lugar de recreo en el lado argentino del río, porque aquí había una cascada de las más grandiosas del mundo.
Dejando la cascada, pronto alcanzamos una altura mucho mayor que las nubes y poco había que ver hasta acercarnos a la ciudad de Curityba. Allí descendimos a la tierra para el desayuno en la estación aérea. Hay algunas montañas entre Curityba y Sao Paulo, lo que hizo interesante el último brinco del vuelo. El piloto siguió el litoral del Océano Atlántico por un rato y en seguida se dirigió hacia el interior a la mesa alta en donde está Sao Paulo.
Una bienvenida animada nos esperó en Sao Paulo. Había como 150 hermanos quienes se habían congregado en el aeropuerto que aún está en construcción. Fué verdaderamente placentero contemplar el regocijo que revelaban las caras de los hermanos. Estaban posesionados del espíritu de la convención, la cual contemplaban como la mejor asamblea que se había celebrado jamás en Sao Paulo, que ha sido llamada ‘el Chicago del Brasil’. La ciudad y sus suburbios cubren muchos kilómetros cuadrados y toda el área constituye una metrópoli próspera. Se está levantando un gran número de edificios nuevos, muchos de ellos de más de diez pisos. Con motivo de la intromisión de tantos moradores nuevos, es difícil encontrar habitaciones y se espera que pronto llegará Sao Paulo a ser una de las ciudades más grandes del mundo. Nos alojamos en uno de los hoteles grandes y después de hospedarnos decidimos irnos al hogar misionero en Santo Amaro, suburbio de Sao Paulo, para pasar las primeras horas de la noche con los graduados de Galaad. El grupo había sido asignado a Sao Paulo, pero con motivo de la escasez de casas sólo pudieron encontrar un local residencial en los suburbios. Pero parece que el haberse ido a Santo Amaro era un paso muy feliz. Han llevado a cabo una obra excelente allí y la compañía ha crecido tanto que el territorio ha llegado a ser insuficiente para los publicadores de compañía y los misioneros. Se terminó el trabajo de los misioneros allí; por lo tanto se hicieron arreglos durante la visita para trasladar el grupo a otra sección de la ciudad más cerca al centro de la población y en seguida empezarán a trabajar en un distrito en donde se ha atestiguado muy poco.
No era fácil encontrar un local para la asamblea pero por fin los hermanos en Sao Paulo arreglaron el uso del Ginastico Paulista en la Rua Couto Magalhaes. Los socios de la sociedad gimnástica resultaron ser muy amigables y les dió gusto que la asamblea se celebrara en su salón. La asistencia a la asamblea era muy diferente de lo que fué hace cuatro años, puesto que en la primera sesión a las 9 horas el día 9 de abril hubo 484 asistentes, listos para el servicio en el campo. Esta asistencia excedió el total del número de publicadores en la verdad en todo el Brasil cuando hizo el presidente su primera visita hace cuatro años. Al desarrollarse el programa durante el día la asistencia siguió en aumento hasta que hubo 843 convencionistas en el salón.
Todo el mundo tenía interés en la reunión pública, la cual fué bien anunciada, especialmente durante la tarde del sábado. Algunos trabajaron con las revistas y otros distribuyeron los sueltos. Convenía que un hermano brasileño pronunciara el discurso público; y lo hizo muy bien ese domingo por la tarde. La asistencia de 1,500 prestó buena atención y aplaudió con frecuencia al comprobar el conferenciante sus puntos.
Un servicio de bautismo se celebró durante la asamblea. El discurso se pronunció en el salón de la asamblea pero la inmersión se hizo en una alberca de una sociedad atlética en las cercanías de Santo Amaro. Se ofreció el uso de la alberca sin precio alguno. Como buena prueba de expansión se bautizaron ese día, 10 de abril, a 74 publicadores recientemente consagrados.
En la sesión que clausuró esta asamblea, en la cual habló el hermano Knorr, 990 asistieron. La mayoría había llegado del sur del país y los que residían en el norte tenían en contemplación la asamblea en Río de Janeiro. Unos cuantos hermanos de la mitad septentrional del país sí lograron asistir a la asamblea de Sao Paulo, incluyendo a los hermanos O. Claus y C. Anderson asignados a Sao Salvador. Estos dos misioneros, graduados de Galaad, acompañados por un hermano precursor brasileño, viajaron aproximadamente 1,600 kilómetros por agua, ferrocarril, ómnibus, automóvil y camión. Empezaron su viaje con tres semanas de anticipación, llevando consigo 600 libros empastados y mil folletos. Arreglaron su itinerario de tal modo que visitarían ciertas villas que jamás habían recibido el mensaje del Reino. Eran verdaderamente maravillosas las experiencias que relataron estos hermanos, las cuales mostraron la dirección del Señor de sus esfuerzos afanosos y de su espíritu misionero. En el viaje, en cada villa donde esperaban trabajar, tenían que encontrar una casa para guardar su literatura y luego conseguir hospedaje. La siguiente fué una de sus muchas experiencias:
Al llegar a cierta población se fueron a la cuarta casa en la calle donde recibieron permiso de guardar su literatura. Uno de los tres se quedó con los libros, mientras los otros dos se dirigieron a una pensión para arreglar su hospedaje para la noche. El que se quedó con la literatura explicó a esta gente lo que hacían los precursores y quería dar alguna prueba de su agradecimiento por el privilegio de dejar los libros allí durante la noche. Pero esta gente mostró más que una simple amabilidad; estaba interesada en la verdad. Tanto fué su interés que ellos dijeron que volvieran los tres esa noche para hablar de las Escrituras. No comprendieron que los hermanos ya tenían diez días de viajar y que habían tenido que dormir en camiones o como fuera para conseguir un poco de descanso y que estaban rendidos; sentían los hermanos que era preciso descansar bien esa noche. Pero querían estas almas hambrientas que se les hablara; por tanto se asearon los precursores, tomaron alimento y se dirigieron los tres a la casa de estas personas interesadas, encontrando que catorce individuos se habían congregado para oír su mensaje. Ocuparon más de dos horas en esta revisita y la gente insistió que los hermanos volvieran el día siguiente para explicar más. Pero dieron a entender los hermanos que tenían que seguir hacia el sur para asistir a la asamblea. Sin embargo esa gente interesada se empeñó en que los hermanos volvieran en la tarde para predicar. Por fin los hermanos, convencidos del verdadero interés que se había despertado, consintieron. La mañana del domingo los precursores dieron el testimonio en la población y colocaron 55 libros empastados, aparte de muchos folletos, y luego en la tarde regresaron al hogar de las personas de buena voluntad donde habían estado la noche anterior. Allí se habían congregado más de 20 personas, pues comprendieron que el mensaje era bueno. Después de esta reunión los asistentes, antes de dejar partir a los hermanos, hicieron que les prometieran regresar después de la asamblea al encaminarse a su residencia, para organizarlos en una compañía.
Experiencias por el estilo son la vida para el misionero; y al oír a los hermanos dar el relato, junto con todas sus otras experiencias en el viaje, uno aprecia el amor que tienen por las “otras ovejas”, dondequiera que vivan. Las incomodidades de su viaje eran duras, pero por fin lo concluyeron sin ningún contratiempo y tuvieron la satisfacción de haber colocado casi todos los 600 libros empastados y mil folletos. Visitaron a varios pueblos y encontraron a personas interesadas y de buena voluntad en todos. Por lo tanto el hermano Knorr arregló que el viaje de regreso a su hogar misionero ocupara mucho más tiempo. Sin duda, organizarán varias compañías, después de lo cual serán servidas por un siervo de circuito.
Este viaje de tres semanas jamás se borrará en la memoria de los tres hermanos y, como dijo uno de ellos, podían ver “la dirección del Señor en todo, puesto que cuando queríamos salir de un pueblo lo impedía el Señor, habiendo allí ‘ovejas’ que apacentar. Intentamos evitar el paso por ciertas poblaciones para ahorrar tiempo y nos encontramos obligados a visitarlas con motivo de las transferencias a otros omnibuses o por tener que viajar en otros camiones, dando lugar a que pasáramos en tales poblaciones una noche, o quizá un día entero. Estas variaciones no concordaban con nuestros planes pero seguramente estaban de acuerdo con los propósitos del Señor de apacentar las ‘otras ovejas’, porque en cada ocasión cuando tuvimos que variar nuestros planes, recibíamos bendiciones ricas porque predicamos en cada parte donde tuvimos que quedarnos.”
Podrían relatarse muchas experiencias por el estilo relativas a la obra maravillosa en el Brasil, pero tenemos que seguir con nuestro relato y referirnos a la asamblea en Río de Janeiro.
Habíamos propuesto salir de Sao Paulo por la línea aérea Panair do Brasil, pero al llegar al aeropuerto supimos, a nuestra sorpresa, que había una huelga y que no volaban los aviones de PAB. Sin embargo, por la cortesía de los representantes de PAB, nos transfirieron a otras líneas aéreas, obligándonos a ir por Santos para llegar a Río. Nos asignaron a la línea VASP, y resultó el vuelo espeluznante. Generalmente, al empezar el vuelo, se alcanza una altura de varios miles de metros, para proseguir hacia el destino. Pero en este vuelo el piloto hizo cosa rara. Mirando por las ventanas, vimos que seguíamos cerca de la superficie. Parecía que estábamos acariciando las copas de los árboles y que producíamos rizos en los lagos. Volábamos debajo de las nubes y en esta ocasión el “cielo” aeronáutico estaba bajo. Se empinaba el avión cerca del techo de alguna que otra casa a tal grado de poder apreciar las facciones de los niños que jugaban cerca. El camino de hormigón hacía sus vueltas entre las colinas y luego desaparecía como lo hacía también la misma tierra cuando volábamos por la tierra baja del litoral donde las montañas parecían meterse abruptamente en las aguas del mar. No veíamos el motivo que tenía el piloto para hacer esto, y se lo preguntamos cuando llegamos a Santos y nos informó que él había recibido permiso especial de volar a poca altura durante todo el vuelo a Santos con motivo de las nubes espesas arriba de nosotros. Nuestro vuelo de Sao Paulo a Santos, distante unos 96 kilómetros, se hizo en menos de quince minutos.
RÍO DE JANEIRO
Está ubicado el aeropuerto de Santos en una isla frente a la ciudad, pero a lo lejos podíamos ver un buen número de embarcaciones atracadas, y la ciudad parecía estar edificada en una isla con un cerro en medio. Aquí existe uno de los centros del movimiento de café más importantes del mundo. Estuvimos en tierra nada más que unos diez minutos.
De Santos el avión se dirigió hacia el océano, metiéndose entre las nubes. De cuando en cuando veíamos una isla o playa a lo largo del litoral. Después de una hora desaparecieron las nubes y hacia el poniente podíamos ver la playa encorvada de Copacabana y las casas altas modernas de habitaciones. Y allí estaba el famoso Pão de Acucar o pico de Pan de Azúcar, conocido en todo el mundo como símbolo de uno de los mejores puertos que existen, a saber, Río de Janeiro. Pasamos el pico y luego se veía el puerto y a la base de las montañas estaban las construcciones dispersas de la ciudad de Río de Janeiro, con sus muchos edificios modernos de oficinas y casas de habitaciones. Era todo esto hermoso de contemplar y muy interesante, pero lo que más nos interesaba al aterrizar era saber si alguien estaba en el aeropuerto para recibirnos. Nos felicitábamos por estar acompañados por el hermano C. D. Leathco, el siervo de Sucursal del Brasil, pues sabíamos que poseía el idioma portugués.
Nos dió gusto distinguir a Harry Black, graduado de Galaad, y siervo de circuito en el Brasil, y luego vimos a una multitud de otros. Había caras conocidas entre los hermanos presentes, caras de misioneros que servían bien los intereses del Reino en Río de Janeiro. Tuvimos que andar una distancia regular entre el avión y los edificios del aeropuerto. Sólo pudimos pararnos por un momento y entonces proseguimos a la oficina de la Sucursal en otra sección de la ciudad. Pero como era el 12 de abril, fecha para la celebración memorial de la muerte de Cristo, dijimos a todos que más tarde ese mismo día les veríamos.
Cuando el hermano Knorr hizo su viaje anterior a Río, sirvió en una reunión en el salón del Reino con un grupo pequeño de 23 publicadores. Ahora, después de cuatro años, había un número mayor en el aeropuerto y nos relataron cómo iban a juntar sus tres unidades para celebrar el Memorial. La compañía había arreglado el uso del Liceu Literario Portugues en Largo do Carioca, para tener juntos la celebración. Habló el hermano Knorr por un intérprete. El salón estaba rebosando y había gente de pie en los balcones en el exterior del edificio, y muchos en los pasillos y en el corredor de entrada del salón. Altoparlantes servían a todos. Al contar el total resultó que 520 personas asistieron al servicio del Memorial, y 26 tomaron los emblemas. ¡Qué aumento en cuatro años de los 23 de entonces! ¡Verdaderamente se efectúa la expansión en el Brasil!
Siguieron días de mucha ocupación porque aquí en Río hay varios misioneros y también está la oficina de la Sucursal brasileña. Se pasó un día en la sección Olaria de Río con los misioneros en su hogar allí. Habían encontrado mucho interés en esa sección y la compañía que se organizó allí había crecido tanto que ya era capaz de llevar adelante con eficacia la obra; por lo tanto se hicieron planes para la traslación de los misioneros a otra parte de la ciudad. Daba gusto oír a los hermanos hablar el portugués con quienes se encontraban; se esforzaban para dominar el idioma para los propósitos del servicio del Señor.
La mañana del sábado se iba a abrir la segunda asamblea de distrito que había de celebrarse en el país. Algunos de los hermanos de Sao Paulo querían asistir a las dos asambleas; así es que 150 de ellos hicieron los arreglos para venir a Río. Lograron añadir coches especiales a uno de los convoys ferrocarrileros destinado a llegar la noche del viernes. Estaban gozando mucho en su viaje cuando repentinamente supieron que, con motivo de un descarrilamiento más adelante, habría una demora considerable. Esto significaba que llegarían con atraso de muchas horas a Río. Pero no iban estos hermanos a desperdiciar su tiempo. Obligados a estar cinco horas en una estación de ferrocarril, se resolvieron a aprovechar la ocasión. Así es que cuando el convoy llegó a la próxima estación a esperar hasta encarrilarse los carros y abrir el camino más adelante, los hermanos empezaron a anunciar oralmente que iba a pronunciarse luego un discurso en la plataforma de la estación. Se seleccionó a un hermano que había dado recientemente un discurso público y se invitó a todos los pasajeros del convoy a que asistieran. Antes de pasar mucho tiempo muchos de los pasajeros estuvieron en la plataforma escuchando el discurso del hermano y muchos de los residentes del pueblo que pasaron por la estación oyeron también. Más de cien personas escucharon y al terminarse el discurso se anunció que si les interesaba podían obtener literatura. Un precursor colocó diez libros empastados y muchos folletos y otros hermanos colocaron grandes cantidades de literatura. Algunos de los residentes locales dijeron que nunca habían oído de esto y querían saber cómo aprender más. Se apuntaron sus nombres y direcciones y así el siervo de circuito tendrá la oportunidad de visitar a ese pueblo y averiguar lo que puede hacer para organizar una compañía nueva, o quizá cuando se hayan inscrito más precursores en el Brasil podrán ir a este pueblo y ayudar a las “otras ovejas”. No se dieron cuenta los hermanos del paso rápido del tiempo y fué un grupo muy contento que por fin llegó a Río a la medianoche.
Se abrió la asamblea en la Banda Portugal en la ancha Avenida Presidente Vargas. Sábado por la mañana 520 personas llenaron el salón, todas preparadas para salir al servicio en el campo. Es difícil encontrar salones amplios en Río, por lo cual los hermanos se aprovecharon lo más posible de lo que había. La noche del sábado, de alguna manera acomodaron a 863 personas en el salón.
Se había señalado la mañana del domingo para el servicio bautismal y 155 simbolizaron su consagración por la inmersión en la playa de la bahía cerca del centro de la ciudad. Se paseaban miles de personas por una calle céntrica cercana de modo que un grupo numeroso se congregó con los hermanos para ver el bautismo.
Se nombró a un hermano que es precursor en el Brasil para pronunciar el discurso “¡Es más tarde de lo que usted piensa!” El auditorio estaba en uno de los edificios más finos de Río, la Associação Brasileira de Imprensa. Todo lo que había allí era de lo más fino. Estuvo adecuadamente acondicionado con aire enfriado. El anuncio había sido extensamente circulado y por consiguiente no bastaba el salón; muchos tuvieron que quedarse en el corredor. Pero un total de 1,064 asistió. En seguida se pronunciaron otros discursos para los hermanos, pero la mayoría de los demás se quedaron para oír.
Esa noche después del discurso final por el presidente de la Sociedad, se juntaron los 19 graduados de Galaad que estaban en el país. Uno de ellos relató cómo varios de los publicadores desde arriba en la región amazona alrededor de Manaos habían asistido a la reunión; así es que casi todas las compañías del país habían estado representadas en una u otra de las dos asambleas. Dió gusto oír el relato de sus experiencias y de su goce al servir al Señor en esa asignación.
Al reflexionar sobre la obra maravillosa que se ha desempeñado, los corazones se regocijan; pues en 1945 había un promedio de 344 publicadores, mientras que en el mes de marzo de 1949 se alcanzó el nuevo máximum de 1,820 para todo el Brasil. Los misioneros de Galaad han hecho mucho para adelantar la obra en el Brasil, y los hermanos locales han cooperado admirablemente. El espíritu de expansión que los ministros tienen en el corazón se ha compartido con los publicadores y precursores locales, de manera que, todos unidos siguen adelante, señalando al pueblo la Señal, Cristo Jesús. Lado a lado luchan como un solo grupo para fomentar la verdadera adoración. Se sentía gozo al estar con estos hermanos en el Brasil, pues es grande su celo. Su blanco es alcanzar 2,000 publicadores antes del fin del año.
Nos levantamos temprano el lunes para despedirnos de los hermanos en la oficina de la Sucursal. Se habían portado muy bien para con nosotros, lo cual agradecimos mucho. Un hermano nos llevó en su automóvil al aeropuerto del Pan American Airways en el centro de la ciudad, y antes que saliéramos llegaron algunos de los misioneros para despedirse. Entonces un ómnibus nos llevó al aeródromo Galeão, el cual está bajo custodia militar y restringido en cuanto a los civiles. Se nos anunció a las 9:15 que ya era hora de salir cuando en ese momento recibimos la sorpresa de ver a tres hermanos brasileños que no dieron con nosotros en el centro y que se habían apresurado para ir al aeropuerto para despedirse, los cuales nos aseguraron que seguramente les veríamos en la ciudad de Nueva York en la convención internacional de 1950. No alcanzaba el tiempo para decir más.
Unos momentos después estuvimos de nuevo en el aire, volando otra vez sobre la hermosa ciudad de Río de Janeiro. Nos alcanzó el tiempo para contemplarla una vez más y luego nos dirigimos al norte arriba de las ásperas montañas verdes que circundan la bahía en Río. Hubo sólo siete pasajeros en el aeroplano, así es que lo teníamos casi exclusivamente para nosotros. Nuestro vuelo fué largo, pues Belem, en el río Amazonas, iba a ser el primer aterrizaje. Esa tarde pasamos una hora en el aeropuerto de Belem. Si existe un lugar húmedo y cálido es Belem. La ciudad, sobre la cual habíamos volado, no se parecía en nada a Río; consistía, en lo general, de casitas con techos de lámina, construídas sobre pilotaje. Antes que partiéramos empezó a llover, lo cual es muy usual allí.
GUAYANA HOLANDESA
Llovió durante todo el resto del viaje. Después de obscurecerse aterrizamos en el aeropuerto de Cayena, la Guayana francesa. Percibimos el olor de la rociada contra insectos que se había hecho en el salón de espera y, por lo tanto, no sufrimos la molestia de los moscos. Se hacía tarde y sentimos gusto cuando salimos para nuestro destino, el aterrizaje de Zandery en Surinam. Llegamos en cosa de una hora. Había muchos individuos afuera del edificio del aeródromo, pero no podíamos reconocer a nadie. Apenas vieron al hermano Knorr y empezaron a cantar y reconocimos uno de los cantos del Reino y sabíamos que había hermanos allí. Después del despacho rutinario por la aduana y la inmigración supimos que 40 hermanos habían caminado en un ómnibus los muchos kilómetros que les separaban del aeropuerto. También había lugar en el ómnibus para nosotros y gozamos durante el viaje de regreso a la ciudad. Cantaban los hermanos, a veces en inglés y a veces en holandés. Traían algo para comer y con todo y el canto se hizo corto el viaje. Estuvieron muy entusiasmados y contentos los hermanos.
Íbamos a pasar sólo tres días en la colonia holandesa de Surinam, dos de los cuales estaban destinados para la convención. Hay una oficina de Sucursal y un hogar misionero en Paramaribo, capital de la colonia, y fuimos invitados a hospedarnos con los hermanos allí. Paramaribo está sólo unos pies arriba del nivel del mar o del río y cuando llueve no corre pronto el agua. Sucedió que estuvimos allí durante el tiempo de las aguas anuales. Pero no llovió durante todo el día y así podían los hermanos seguir con el anuncio de la reunión pública que se iba a celebrar el día 20 en el Teatro Bellevue a las 17 horas y media.
Paramaribo es una ciudad muy interesante. Los habitantes son de muchas nacionalidades y razas. Además de los holandeses hay negros, javaneses, indios y chinos. Daba gusto ver entre los publicadores algunos cuyos padres eran de la India británica, uno de los cuales recibió la inmersión durante la asamblea. Gozamos estar entre estos hermanos y ver que todos, de la nación o raza que fuera, están unidos en espíritu. Se juntaban en las actividades del campo y en el anuncio por medio de cartelones y en bicicletas, dando a conocer a todos los habitantes de la ciudad que la convención se celebraba.
El programa para su asamblea era interesante. Todo era en el idioma holandés, menos un discurso que se dió en el dialecto vernáculo local. Todos los graduados de Galaad dieron experiencias o conferencias, y daba gusto oírlos hablar el idioma holandés, así dando a conocer que habían luchado para adquirir la lengua y estar posibilitados para ejercer su ministerio entre los habitantes de ese país. Hubo 85 que asistieron durante la asamblea. Varios fueron bautizados.
Estando pues en la estación de aguas, hubo aguaceros fuertes durante el día. Estorbaron algo la asistencia en la conferencia pública, la cual se celebró a las 17 horas y media en el Teatro Bellevue, junto al que había una urna electoral, pues era día de elecciones. Sin embargo llegó a 200 la asistencia. Se veía cuánto apreciaban el mensaje porque estuvieron muy atentos. El hermano Knorr puso en circulación el nuevo folleto en holandés “El Reino de Dios Se Acerca”. Lo agradecieron mucho los hermanos, puesto que no tienen mucha literatura en ese idioma. Fungió de intérprete uno de los graduados de Galaad y cumplió bien.
Después de la reunión pública los hermanos regresaron al Salón del Reino y 92 presenciaron las sesiones finales de la asamblea. Expresaron su agradecimiento por la visita del presidente de la Sociedad porque fué motivo de la solución de muchos de los problemas de su compañía. Durante los últimos tres años el número de publicadores en Surinam ha aumentado de 21 a 90, y se hicieron arreglos para mejorar la obra en ese país. Queda todavía mucho que hacer y los misioneros allí están haciendo todo lo posible, dadas las circunstancias. Todos están convencidos de que se logrará mayor progreso durante el año venidero.