Cristianos sufren violencia en las Filipinas
ENTRE las evidencias que Jesús dió para señalar su segunda presencia y el fin de este sistema de cosas una fué que sus seguidores serían odiados y muertos por causa de su nombre. (Mat. 24:3, 9) Un ejemplo sorprendente del cumplimiento de esta profecía se dió en la noche del domingo 20 de abril de 1952, cuando había testigos de Jehová celebrando una asamblea de circuito en Solana, Cagayán, Islas Filipinas. Un testigo fué muerto y más de 32 fueron heridos por tiros y puñaladas al ser atacada su reunión por oficiales de la ciudad.
El disturbio empezó hacia el final del discurso concluyente de la asamblea cuando un atacador, quejándose de que su niñito había sido golpeado en la cara por uno de los convencionistas, asió a uno de los acomodadores jóvenes y trató de sacarlo del lugar de asamblea privada. Otros acomodadores se interpusieron y por eso el atacador sacó un revólver, el cual los acomodadores lograron quitarle a la fuerza, pero esto después que había disparado sobre uno de los acomodadores, hiriéndolo en el hombro. Superado en la lucha, corrió por ayuda. Poco después se reunió la chusma y empezó a arrojar piedras a los testigos reunidos, así como a disparar a diestra y siniestra. Como resultado, la asamblea fué arrojada en una condición de semipánico, las mujeres gritando y tratando de refugiarse en una casa grande en el terreno de la asamblea. El tiroteo continuó y los atacadores siguieron acercándose más y más. Un testigo escapó por el cordón circundante y corrió al edificio municipal por ayuda. Allí, después de identificarse como testigo de Jehová, fué severamente golpeado, y al tratar de escapar se le hizo caer de un tiro frente al edificio municipal.
Mientras tanto los atacadores, habiendo usado todas sus balas, sacaron bayonetas y cuchillos. Algunos testigos escaparon a través del cordón, pero casi todos se refugiaron en la casa grande en el terreno, debajo o encima de ella. Los atacadores estrecharon el cerco alrededor de ellos, lanzando cuchilladas a diestra y siniestra. El jefe de los acomodadores fué muerto de una puñalada en el corazón. Otros sufrieron múltiples heridas, un testigo de 65 años habiendo recibido cinco heridas de arma blanca. Cuatro de las mujeres testigos también fueron heridas.
Un graduado de Galaad que sirve como siervo de circuito corrió cinco millas y cruzó a nado el ancho río Cagayán, de aguas infestadas de cocodrilos, para pedir la ayuda de la Guardia Civil filipina. Si no hubiera sido por la llegada oportuna de estos soldados es probable que muchos más testigos habrían sido muertos. Estos soldados desarmaron a los atacantes y restauraron el orden inmediatamente. Usando un camión del ejército y una ambulancia expropiada para usos militares, hicieron seis viajes al hospital provincial llevando a los más gravemente heridos. De hecho, hicieron todo lo que pudieron por los testigos. El secretario de la defensa nacional fué entrevistado por un portavoz de los testigos y se le dieron gracias personales por la eficaz acción que el mando de la Guardia Civil de Tuguegarao había tomado en el asunto.
Indicativo del temor que los atacantes habían infundido en la gente de esta área es el hecho de que la guardia civil creyó necesario proporcionarle nueve guardias al abogado que oficiaba por los testigos cuando éste viajaba a Solana para presentar los cargos contra los oficiales responsables del ataque. La guardia civil ofreció alojar y alimentar a los testigos principales en su cuartel hasta el juicio para evitar el que fueran amenazados. Ninguno de ellos aceptó la oferta, pero expresaron su agradecimiento a la guardia civil por el ofrecimiento.
En el funeral del testigo asesinado se exhortó a sus compañeros testigos sobrevivientes a continuar fieles en el servicio. Ellos manifestaron un ánimo muy confiado y ninguno de ellos estaba abatido o desanimado. Aun los heridos en el hospital estaban regocijándose. El que fué a las autoridades municipales por ayuda y que fué golpeado y herido tuvo que ser llevado a Manila para someter a tratamiento su pierna derecha, fracturada por el balazo. Fué operado y se está recuperando espléndidamente. Todos los demás que fueron heridos igualmente se están recuperando bien.
Los testigos de Jehová en las Filipinas. expresan estar agradecidos a Jehová de que todo el incidente no fué más costoso en vidas y sufrimiento. Lejos de ser acobardados por ello se regocijan de que resultara en dar un poderoso testimonio. Se están dando pasos para llevar a los malhechores a la justicia.