Esfuerzos para socavar la Biblia
“Todo el que oye estos dichos míos y los hace será comparado a un hombre discreto, que edificó su casa sobre la masa de roca. Y la lluvia cayó y llegaron las inundaciones y los vientos soplaron y azotaron contra esa casa, pero no cedió, porque había sido fundada sobre la masa de roca.” —Mat. 7:24, 25, NM.
LA MANERA más rápida de destruir un edificio es derribar su fundamento. La gravedad hará el resto. La manera más rápida de destruir la fe cristiana es derribar su fundamento. Las dudas y el escepticismo completarán la ruina. El fundamento de nuestra fe es un libro. Ese libro es la Biblia. Hoy hay un torrente de derribadores que trata de arrastrar ese fundamento de debajo del cristianismo. En tiempos pasados se dió muerte a escritores de la Biblia; creyentes en la Biblia fueron atormentados, traductores de la Biblia fueron quemados en la hoguera, y copias de la Biblia sirvieron de pasto a las llamas. No obstante el libro vive hoy. Todavía está bajo ataque, pero los asaltos son más variados, más sutiles. Convergen sobre la Biblia de muchos lados: de la ciencia, del ateísmo y, sorprendentemente, de aquellos que pretenden ser sus amigos, el clero de la cristiandad.
2 ¿Tiene usted fe en la Biblia? ¿Está su fe fundada en hechos? ¿Oye usted y presta atención a las palabras de la Biblia, o se muestra muerta su fe por la ausencia de obras en armonía con ella? Muchos no edifican una vida cristiana sobre un fundamento de roca, sino que basan su vida religiosa sobre las arenas de la superstición y la tradición, sobre la credulidad y la ceremonia. Las fes que tienen tales fundamentos falsos de base no sobrevivirán a asaltos tempestuosos, pero la fe verdadera que se funda sobre conocimiento y obediencia a la Palabra de Dios permanecerá como una casa edificada sobre una masa de roca. Ni los ataques por los hombres que tratan de hacerlo la socavarán severamente, ni los juicios de Dios que la pesan en la balanza la encontrarán falta. Tanto la clase de fe que aguanta como la clase que se desploma se abarcan en la ilustración de Jesús: “Todo el que oye estos dichos míos y los hace será comparado a un hombre discreto, que edificó su casa sobre la masa de roca. Y la lluvia cayó y llegaron las inundaciones y los vientos soplaron y azotaron contra esa casa, pero no cedió, porque había sido fundada sobre la masa de roca. Además, todo el que oye estos dichos míos y no los hace será comparado a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena. Y la lluvia cayó y llegaron las inundaciones y los vientos soplaron y golpearon contra esa casa y cedió, y su desplome fué grande.”—Mat. 7:24-27, NM.
3 La ciencia ha buscado el desplome de la Biblia, y ha hecho del relato de la creación su principal blanco y de las teorías evolucionarias sus flechas llameantes. Estos proyectiles abrasadores han reducido a ceniza la fe infundada de multitudes, pero no han hecho mella en el escudo de la fe verdadera. (Efe. 6:16) ¡Si hasta el conocimiento científico ascendente apaga los dardos ardientes de la evolución! Los evolucionistas en un tiempo sostuvieron ideas extrañas acerca de la generación espontánea de vida, pero conocimiento nuevo los obligó a abandonar tales teorías. Alegaban que características adquiridas del medio ambiente se transmitían a la prole, pero tuvieron que abandonar esta teoría atractiva cuando la genética moderna probó que las tales no eran hereditarias. Arguyendo por la supervivencia del más apto, Darwin dejó sin explicar la llegada del más apto, que es el problema fundamental. Hugo de Vries explicó la llegada de pequeños cambios hereditarios a las formas de vida por mutaciones, pero ahora la ciencia se entristece al descubrir que estas raras mutaciones son perjudiciales en vez de provechosas, y posiblemente podrían dar razón de una degeneración o deterioración, una devolución hacia abajo, no una evolución hacia arriba. Pero si la ciencia se dejara despojar de estos alegatos del pasado su teoría de la evolución quedaría en quiebra, y ella no quiere declararse honradamente en tal estado de quiebra. De modo que los evolucionistas propagandistas todavía ofrecen estas falsedades como forraje para un público crédulo e ignorante.
4 Durante junio de 1952 en la ciudad de Nueva York se celebró una Conferencia Internacional sobre Antropología, y al informar de una sesión el Times de Nueva York del 12 de junio usó como título la conclusión de ellos, “Se declara que la evolución del cuerpo ha llegado a su fin.” Esto concuerda con la opinión de Lucien Cuénot, uno de los biólogos sobresalientes de Francia, quien, al discutir el árbol evolucionario, dijo en su libro L’adaptation: “La savia evolucionaria ya no circula.” Incidentalmente, antes de morir hace dos años Cuénot abandonó la teoría de la evolución como insostenible, para gran consternación de sus colegas científicos. Es muy conveniente para los evolucionistas declarar que la evolución ha terminado. No tienen que mostrar que se está efectuando ahora. No quedan en situación comprometedora a causa de no poder mostrarla en operación ahora.
5 Otro punto interesante fué revelado por esta reunión de antropólogos en la ciudad de Nueva York. El Times de Nueva York del 10 de junio, bajo el encabezamiento “La edad del hombre de las cavernas reducida por 35,000 años”, informó la creencia de ellos de que “los antepasados del hombre moderno en Europa quizás son 35,000 años más jóvenes de lo que se había creído antes”, que “estudios nuevos indican que el hombre de las cavernas estaba extinto en Europa para el año 13,000 a. de J. C.” Esta reducción en la edad del hombre de las cavernas, de 50,000 a 15,000 años, fué forzada por el recién desarrollado reloj de radiocarbono. Fué la venida de este reloj la que hizo que el Sun-Times de Chicago del 27 de mayo de 1951 informara que los evolucionistas habían reducido la edad del hombre moderno de 1,000,000 a 50,000 años. La ciencia reduce la cifra, acercándose todavía más a la edad de 6,000 años que le da la Biblia al hombre. Que las cifras presentes indicadas por el reloj de carbono posiblemente no sean concluyentes lo reconoció la conferencia, pues el Times informó: “Se sugirió que quizás más tarde sea necesario cambiar la técnica de determinar fechas por medio del carbono si se llegan a descubrir diferencias en la proporción natural de la formación del isótopo radioactivo o si se descubren anomalías en la proporción del uso de carbono por materiales que crecen.”
LA ARQUEOLOGÍA NIEGA LA EVOLUCIÓN
6 La ciencia de la arqueología contradice la evolución en vez de apoyarla. Note lo siguiente: “Extrañamente, en vista de las demandas consistentes de la escuela evolucionaría, no hallamos evidencia de evolución humana en la tierra de Egipto. Más que eso, la doctrina de que el hombre comenzó con un intelecto bestial y gradualmente desarrolló su cultura elevada y peculiar es refutada por las evidencias de este país. De hecho, lo contrario es notablemente el caso. En vez de probar un proceso de evolución, la historia del hombre como se encuentra en la arqueología de Egipto es un registro consistente de degeneración. El eminente Sayce, uno de los arqueólogos más capaces de toda la historia de esa gran ciencia, expresó su admiración y asombro por el elevado estado de cultura que se encuentra en los registros más primitivos del pueblo egipcio. Otras autoridades, tales como Baikie, han escrito volúmenes sobre el tema. Se había esperado que cuando los excavadores al fin llegaran a las tumbas intactas de la primera dinastía, se encontrarían en la alborada de la cultura egipcia. . . . A través de las primeras tumbas, atisbamos atrás a una cultura precedente más antigua que deslumbra y asombra al entendimiento humano. En vez de encontrar la alborada de una humanidad en desarrollo, vemos a la humanidad ya en el pleno mediodía de los logros culturales. . . . Egipto, así como se ve en otras partes, no nos muestra ningún comienzo confuso, bestial, sino un sorprendente emerger de este pueblo en un elevado grado de cultura. . . . No debe presumirse que esta condición es singular de Egipto, o peculiar de sólo cierta raza o país. La misma extraña discrepancia entre las teorías dilusorias de la filosofía de la evolución orgánica y los hechos de la historia humana se observa dondequiera que la arqueología ha podido sostener en alto la antorcha del descubrimiento sobre un área específica.”—Páginas 41, 42, 49, 50, Hombres muertos dicen cuentos, por H. Rímmer.
7 A pesar de la vindicación continua de la Biblia por el conocimiento ascendente, algunos clérigos de la cristiandad se oponen a la Biblia para ponerse de parte de la opinión de la ciencia. El 3 de mayo de 1952 la Llamada matutina de Allentown, Pensilvania, informó que el “reverendo” José B. Mohr dijo: “Es lamentable que la doctrina de la infalibilidad de la Biblia haya sido interpretada por muchos como que quiere decir que las Escrituras en todas sus partes, aun sus partes precientíficas, son de igual valor para nosotros hoy, e igualmente obligatorias.” Lo que este clérigo está tratando de decir en su ataque de flanco con carácter de indirecto contra la Biblia es que la Palabra de Dios no es digna de confianza, que si los hombres que la escribieron hubieran sabido de ciencia la habrían escrito de manera diferente, que si Dios quien la inspiró hubiera sabido lo que los científicos de hoy saben habría hecho que se escribiera de manera diferente, que cuando tenemos que escoger entre la ciencia y la Biblia, deberíamos escoger la ciencia. Esto es sólo típico de tantos clérigos de la cristiandad hoy día. Ellos edifican sobre las arenas movedizas de la ciencia, no sobre la roca inmovible de la Palabra de Dios.
¡Tema a Jehová toda la tierra; teman delante de él todos los habitadores del mundo! Porque él dijo: ¡Sea! y fué; él mandó, y el mundo se presentó. Jehová anula el consejo de las naciones: desbarata los propósitos de los pueblos: mas el consejo de Jehová permanece para siempre.—Sal. 33:8-11.