Amenazas no pudieron intimidar a “oveja”
AL ESFORZARSE por luchar contra la verdad, las fuerzas del error siempre recurren a amenazas de daño de alguna clase u otra. Pero cuando los hombres de buena voluntad obtienen conocimiento y entendimiento de los propósitos de Jehová, dichas amenazas se hacen en vano. Algo que sirve para ilustrar que así sucede es la siguiente experiencia relatada por un representante viajero de la Sociedad Watch Tówer en Quebec.
“En San Luis de Gonzaga vivía un católico muy devoto que jamás faltaba a la misa y comunión los domingos aunque vivía a tres millas de la iglesia. Hace aproximadamente un año, o a fines de 1952, asistió a mi discurso público en Sta. Germain, a unas doce millas de San Luis. Previamente había obtenido una Biblia, y esa noche, aunque todavía bastante temeroso, se suscribió a La Atalaya y ¡Despertad! y obtuvo otras ayudas de estudio bíblico. Había comenzado a leer su Biblia y ahora estudiaba las publicaciones de la Sociedad que explican la Biblia. Incidentalmente, él había dicho al misionero testigo, de quien había obtenido la Biblia, que no volviera a visitarlo ya que él era católico. Sin embargo, un mes después que hubo asistido al discurso en Sta. Germain se le invitó a asistir a una asamblea de testigos de Jehová en Trois Rivieres. Hizo esto y como resultado regresó con tal gozo y convicción de que era la verdad que se puso firmemente de parte de la verdad y comenzó a predicar lo que había aprendido.
“Inútil es decir que pronto se esparció por toda su aldea de unas 150 familias la noticia concerniente a que había cambiado su religión. Fué un gran golpe para muchos y especialmente para el sacerdote y aquellos de sus amigos que eran todavía católicos tan devotos como él lo había sido. Pero no todos se escandalizaron. Muchos tuvieron curiosidad y quisieron oír acerca de su nueva religión, algunos hasta viniendo desde veinte millas para oírlo. Obtuvo una cantidad de discusiones bíblicas grabadas en francés, las cuales él tocó para sus visitantes, a veces teniendo hasta diez personas escuchando. Ha colocado Biblias y ayudas bíblicas con la gente.
“Este joven tiene un aserradero y una herrería en su hacienda y a veces alquila hombres para que trabajen para él. Como es soltero él mismo prepara la comida para sus hombres, y mientras lo hace durante la hora del almuerzo él hace que uno de los hombres lea la Biblia a los demás. El que estaba haciendo esto, el mejor lector del grupo, también era un cantante de la iglesia, y se interesó tanto que pidió que el joven soltero condujera un estudio bíblico en su casa, el cual estudio pronto tuvo aumento cuando un vecino de enfrente comenzó a asistir a él.
“Cuando visité al grupo la semana pasada, para sorpresa mía este joven soltero ahora era el hermano R—, un testigo de Jehová. Con sonrisa y entusiasmo del Reino él dijo: ‘Tendría mucho gusto en que usted viniera y pronunciara un discurso público en San Luis, porque tengo muchos amigos a quienes les gustaría oírlo.’ Se hicieron arreglos inmediatamente para un discurso que se habría de presentar el jueves por la noche en el hogar del cantante con quien el hermano R— tenía el estudio bíblico. Empleamos todo el día visitando e invitando a todos los que él pensaba que vendrían, y once de ellos vinieron.
“Durante mi discurso repetidamente expresaron aprecio de lo que oían. Mientras éstos estaban muy felices, había otros que no estaban tan felices, porque a las veintidós horas alguien tocó a la puerta. Era el alcalde de San Luis, quien quería que el señor de la casa saliera porque quería hablarle. El alcalde estaba acompañado de otros cinco señores, uno de los cuales era el Inspector de Colonización, que vino de Sta. Justina, a unas veinte millas de distancia, a solicitud del alcalde. Este inspector le dijo al señor de la casa que echara a los testigos de Jehová de la casa, advirtiéndole que si no lo hacía sería denunciado y podría perder su casa ya que él era un colono en propiedad del gobierno.
“El señor de la casa contestó: ‘Ojalá que ustedes entraran y oyeran el discurso; es la mejor cosa que he oído en mi vida.’ Rehusaron y por eso él les dijo: ‘Lo siento; jamás he echado a persona alguna de mi casa y no pienso comenzar esta noche. Estas personas son invitados míos.’ Finalmente los hombres, no pudiendo intimidarlo, se fueron silenciosamente. Comprensiblemente, después de este incidente las personas que había en la casa estaban un poco nerviosas, pero continué hablándoles acerca de la persecución y acerca de la ayuda de Jehová si continuaban estudiando la Biblia con los testigos de Jehová, y pronto estuvieron tan entusiasmadas como durante mi primer discurso. Por supuesto, el hermano R- continuará estudiando con estas personas.
“Todo este interés es el resultado del trabajo que como fundamento hizo un hermano misionero que durante los pasados ocho o nueve años ha estado yendo a las puertas paciente y bondadosamente, aun cuando se le decía que no volviera. Debido a su perseverancia en el trabajo de puerta en puerta muchas personas ahora están escuchando y conversando de la verdad.”