Más se ha perdido que eslabones
EL HOMBRE de Piltdown era demasiado bueno para ser verdadero. Los evolucionistas por mucho tiempo han buscado el eslabón perdido entre el mono y el hombre. ¡Si sólo pudieran hallar algo mitad mono y mitad hombre! Lo habían tenido todo el tiempo. Durante cuarenta años el hombre de Piltdown era uno de los cráneos más famosos de los evolucionistas. Siempre nos dijeron que el cráneo era humano pero que la quijada era simiesca. Pero los evolucionistas son difíciles de comprender. Cuando finalmente probaron que el cráneo realmente era humano y la quijada realmente era de un mono uno pensaría que estarían felices. Pero ello los desconcertó y entristeció.
Quizás fué porque el cráneo humano era más viejo que la quijada antropoide. Parecería que el Sr. Piltdown estaba descendiendo a la condición de mono en vez de estar ascendiendo a la condición de hombre. Eso es contrario a la teoría, y todo lo que es herético es excomulgado de ser considerado. Ni es fácil concebir un cráneo que estuviera esperando unos cuantos miles de años hasta que su quijada viniera y se uniera a él. De modo que fué con algún sentimiento que los evolucionistas reconocieron el mes de noviembre pasado que el famoso eslabón perdido de Piltdown realmente estaba perdido, desechado como una monstruosidad que jamás existió. Expresado clara pero desconcertadoramente, fué un fraude y una burla que embaucó a estos “sabios” durante cuarenta años. Cuando se dió a saber al público que era un engaño, muchos que lo habían aceptado se presentaron para decir que siempre lo habían sospechado. No obstante algunos de estos mismos hombres lo habían proclamado como una prueba de que el hombre había evolucionado de un mono primitivo y lo exhibieron como tal en anaqueles de museo.
En vista de estos hechos, ¿cómo pueden aceptarse con confianza otras pretensiones discutibles de prueba evolucionaría? Cuando sean desenmascaradas como falsas, ¿cuántos de sus defensores científicos de repente recordarán que siempre sospecharon de su autenticidad de todos modos? Es fácil engullirse algo cuando el propio prejuicio de uno está forzándolo para que pase por la garganta. La realidad es que los evolucionistas están tan predispuestos a favor de su teoría que su fantástica “evidencia” tiene que ser volada por completo antes de que la suelten. Es una opinión popular pero errónea el considerar a los evolucionistas como jueces imparciales que pesan la evidencia y calculan y evalúan serenamente los resultados sin tomar en cuenta el efecto que tengan en sus teorías favoritas. En otros campos de la ciencia esta actitud y método científicos desprovistos de emoción pueden operar, pero todo el que piensa que prevalecen en este asunto altamente emocional y controversial de la evolución revela una confianza mal colocada y una credulidad desastrosa. No sólo faltan los eslabones necesarios, sino que también falta la actitud científica necesaria por parte de los evolucionistas.
En la cadena de la evolución hay tantos miles de eslabones perdidos que no hay prueba de que siquiera exista una cadena. Pero limitándonos a los eslabones entre el mono y los hombres, considere los hechos acerca del destrozado hombre de Piltdown. En 1908 se halló un pedacito de cráneo en un foso de grava en Piltdown en el condado de Sussex, Inglaterra. En 1912 se halló otro pedacito de cráneo, y luego una quijada con tres muelas. Varios años después se halló un colmillo en un montón de escombros. Aunque se encontraron en ocasiones diferentes y en lugares diferentes, los pedacitos fueron juntados y el hombre de Piltdown nació. Algunos evolucionistas arguyeron que los pedazos no iban juntos, pero la mayoría prevaleció y, sin ninguna prueba pero mucho dogmatismo, proclamó un eslabón perdido. ¿Su edad? Quinientos mil años. ¿Prueba? No, sólo más dogmatismo. Ahora los quinientos mil años se han disminuído a cincuenta mil y algunos científicos hasta los han reducido a diez mil.
La antigüedad del Sr. Piltdown ha desaparecido, su puesto como eslabón está destrozado, pero el dogmatismo de sus patrocinadores evolucionarios queda. Esto se demuestra con relación a otros llamados eslabones entre el mono y el hombre. Un caso semejante al hombre de Piltdown es el del hombre de Java. En 1891 Dubois descubrió en las arenas de un río unos fragmentos de cráneo y unos dientes. Más tarde, y a unos cincuenta pies de distancia, un fémur fué descubierto. Se asumió injustificablemente que todos estos pedacitos eran de una sola criatura, y por eso fueron montados hasta llegar a ser el famoso hombre de Java. Como en el caso del hombre de Piltdown, algunos evolucionistas se han opuesto a esta arbitraria asociación de estos huesos esparcidos y han indicado que el fragmento de cráneo sin duda es de un chimpancé o de gibón mientras que el fémur es humano. No obstante la mayoría de los evolucionistas no permitiría que su eslabón fabricado fuera disuelto y hasta este día aclama al hombre de Java como una de las pruebas más fuertes de la evolución del mono al hombre. Sin duda cuando este desatino sea desenmascarado ante todo el mundo estos evolucionistas dogmáticos se disculparán diciendo que siempre lo habían sospechado.
Tal vez la persona del término medio piense en un hombre-mono primitivo montado completamente cuando se menciona al hombre de Heidelberg. Pero todo lo que la ciencia tiene es una mandíbula grande completa con dientes. De ésta los evolucionistas nos dicen el tamaño, la postura, el régimen alimenticio y los útiles que éste usó. Sin embargo, no nos dicen que mandíbulas de tamaño y proporción semejantes se encuentran actualmente entre los esquimales. Usted ha oído del hombre de Pekín, otro famoso eslabón. Lo aclaman debido a que el tamaño de su cerebro está casi a la mitad de camino entre el del hombre y el del mono. Pero de nuevo, gente con este mismo tamaño y forma de cráneo existe actualmente; a saber, los vedas de Ceilán. El hombre de Neanderthal no es diferente a algunos hombres que viven hoy. Además, hombres de tipo moderno se encuentran en capas terrestres más antiguas que las que contienen a estos llamados “eslabones perdidos.” Absolutamente no hay prueba de ningún eslabón perdido entre el hombre y el mono.
De los famosos eslabones perdidos el evolucionista sir Arturo Keith dijo: “No podemos rastrear genealógicamente al hombre moderno hasta ninguno de estos tipos extintos.” El profesor Branco, de la Universidad de Berlín, dijo: “La paleontología no nos dice nada sobre el asunto—no conoce antecesores del hombre.” El profesor Virchow declaró: “El hombre mono no tiene existencia y el eslabón perdido permanece un fantasma.” Austin Clark, del Instituto de Smith, dijo: “Los eslabones perdidos son errores de interpretación.” Y cuando sus hallazgos no respaldan su teoría los evolucionistas ocultan esa evidencia, como admite el evolucionista Hooton, profesor de antropología de Hárvard: “Los hombres fósiles heréticos y que no se conformaban a lo esperado fueron relegados al limbo de los aparadores oscuros de los museos, olvidados o hasta destruídos.” Incidentalmente, cuando Hooton oyó de la ignominia y fallecimiento del hombre de Piltdown lo llamó “trágico.” Esto no es extraño cuando se considera que lo había defendido firmemente en sus escritos.
Pero los evolucionistas continuarán ostentando sus “eslabones” y harán propaganda a favor de ellos con dogmatismo cabal. De principio a fin, la teoría de la evolución es respaldada por aseveraciones, no por evidencia. Quien arguye contra ella no es autoridad, y quien la critica no es científico; así dicen para intimidar y amedrentar a los críticos y hacer que la gente engulla la teoría mediante la tiranía de la autoridad. Por eso no sólo están perdidos los eslabones, sino que también están perdidas las pruebas y las maneras imparciales de considerar el caso y los métodos científicos. A pesar de negaciones ardientes, la evolución se acepta por “fe” y fe sola.
Ahora su fe en el hombre de Piltdown ha desaparecido. Sus palabras acerca de él son falsas, su sabiduría quedó descubierta como insensatez. “La sabiduría de este mundo es insensatez para con Dios.” Pero, “La palabra hablada por Jehová dura para siempre.”—1 Cor. 3:19; 1 Ped. 1:25, NM.