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  • “Su adversario, el Diablo”

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  • “Su adversario, el Diablo”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1954
w54 15/10 págs. 613-616

“Su adversario, el Diablo”

“LIBRO sobre el Diablo prohibido a católicos en Roma.” Así decía el encabezamiento de un despacho de prensa de Roma en el World-Telegram and Sun de Nueva York, el 4 de enero de 1954. El libro Il Diavolo, por Papini, fué prohibido por el Vaticano a causa de que explicaba la tesis de que con el tiempo tal vez Satanás mismo consiga el perdón de Dios y que el hombre podría ayudar al Diablo a volver a su posición original entre los ángeles.

El libro de Papini se halla en notable contraste con el intitulado Satanás, que fué publicado a principios de 1952 (en inglés), y que presenta las opiniones de treinta teólogos católicos romanos, y el cual sostiene que el Diablo y sus demonios están condenados a vivir eternamente separados de Dios. Esta obra contiene muchas ilustraciones de los conceptos espantosos que varias religiones han abrigado de Satanás desde el remoto pasado hasta los tiempos recientes.

Aun otra teoría diferente concerniente al Diablo fué explicada por un rabino judío, Bernardo J. Bámberger, de la ciudad de Nueva York, quien declaró que conforme a las Escrituras hebreas “Satanás no es un rebelde, sino un siervo de Dios con un deber desagradable” que cumplir una combinación de fiscal, detective y verdugo, sobrepasándose un poco tal vez, pero jamás estando de parte del mal.

En siglos pasados la mayor parte de los cristianos profesos ha tenido ideas muy vívidas acerca de quién es Satanás y a qué se parece. Era un ángel malo, decían, a quien Dios había puesto al cargo del lago de fuego para atormentar a los inicuos, y usaba un traje de color rojo y estaba equipado con cuernos, una cola y una horquilla. Sin embargo, en tiempos modernos parece que la mayor parte de los que viven en la cristiandad ha desnudado al Diablo no sólo de su traje de color rojo y de sus cuernos, cola y horquilla, sino hasta de su misma existencia. Se inclina a estar de acuerdo con Jacobo Douglas, que una vez escribió en el Scottish Daily Express que “el diablo simplemente es nuestra personificación de la iniquidad que hallamos en nuestro propio corazón y en el corazón de los hombres de siglo en siglo. El hombre es el diablo y el diablo es el hombre.”

¿Cuál es la verdad acerca del Diablo? En vista de la ausencia de alguna evidencia científica en cuanto a su existencia, ¿hay alguna manera de enterarnos de los hechos acerca de él? Sí, la hay, porque como cristianos seguimos el ejemplo de Cristo Jesús, quien siempre recurrió a las Escrituras para decidir cualquier punto contencioso concerniente a enseñanza. Él declaró a su Dios: “Tu palabra es la verdad,” y su fórmula era “Está escrito.”—Juan 17:17; Mar. 7:6-8, NM.

¿Qué revela la Biblia concerniente a Satanás el Diablo? Brevemente nos dice que él es una entidad, una persona espiritual invisible; una criatura inicua que, al fin y al cabo, es responsable de todo el sufrimiento e iniquidad que la raza humana ha experimentado; que él mismo se hizo diablo; que Dios ha tenido buenas razones para permitirle vivir hasta ahora, y que al debido tiempo de Dios el Diablo será destruído.

No nos debe ser difícil aceptar la enseñanza de la Biblia concerniente a un Diablo invisible personal. Sabemos que Dios existe, aunque no lo hemos visto; siempre ha existido y siempre existirá. (Éxo. 33:20; Sal. 14:1; 90:2) Y ¿no nos dice la Biblia que él tiene criaturas invisibles que le sirven? Ciertamente que sí. Jehová mismo le dijo a Job que “cantaron las estrellas de la mañana, y gritaron de alegría todos los hijos de Dios” al tiempo que fué colocado el fundamento de la tierra, y por eso aun antes de que el hombre fuese creado. (Job 38:5-7) Daniel habló de ver a millares de millares ministrando a Jehová y millones de millones estando ante él. (Dan. 7:9, 10) Al mandato de Dios criaturas espirituales se materializaron y aparecieron a Abrahán, Moisés, Gedeón, los padres de Sansón, Pedro, Juan, Cornelio y otros. Adicionalmente, en éste nuestro día los siervos de Dios repetidamente han tenido evidencia de que “asienta campamento el Ángel de Jehová en derredor de los que le temen, y los defiende.”—Sal. 34:7.

PERSONALIDAD DEL DIABLO

Puesto que el testimonio de las Escrituras es inequívoco en cuanto a la existencia de criaturas invisibles que cooperan con Jehová Dios, no debemos hallar difícil el aceptar la enseñanza de la Biblia de que algunas de estas criaturas invisibles se rebelaron y se hicieron inicuas, ¿no es verdad? Y eso es exactamente lo que la Biblia dice.

En las Escrituras hebreas la mención más temprana de Satanás está en los primeros dos capítulos del libro de Job, donde se le muestra conversando con Jehová Dios y admite haber recorrido la tierra y haber observado al amigo de Dios, Job. Seguramente Jehová allí no estaba conversando con una persona imaginaria, un mero principio, ni pudo un mero principio haber afligido a Job de la manera que el relato muestra que Satanás lo afligió. Incidentalmente, el hecho de que Job fué una figura histórica y no alegórica se hace aparente al notar que se menciona junto con Noé y Daniel, los cuales ambos fueron mencionados por Jesús como personas que habían existido. (Eze. 14:14) También Santiago 5:11 lo señala como un ejemplo de aguante. Si Job jamás hubiera existido el ejemplo carecería de sentido.

También se hace referencia a Satanás en 1 Crónicas 21:1 como aquel que incitó a David a numerar los hijos de Israel, por lo cual Jehová envió una plaga sobre la nación; y en Zacarías 3:2 se muestra adicionalmente que es una persona, en las siguientes palabras: “Y dijo Jehová a Satanás: ¡Jehová te reprenda, oh Satanás! ¡sí, repréndate Jehová, el que escoge a Jerusalem!”

Concerniente a Satanás, Jesús dijo que lo vió “ya caído como un relámpago del cielo.” ¿Vió caer una idea, o un principio malo? Claramente indicando la personalidad del Diablo se hallan las observaciones que Jesús dirigió al clero de su día: “Ustedes son de su padre el Diablo y quieren cumplir los deseos de su padre. Ese era un asesino cuando principió, y no permaneció firme en la verdad, porque la verdad no está en él.” ¿Fué el principio del error en un tiempo lo mismo que el principio de la verdad?—Luc. 10:18; Juan 8:44, NM.

Los caudillos religiosos del día de Jesús sabían que había un Diablo y por eso acusaron a Jesús de hacer su obra por el poder del príncipe de los diablos, a lo que Jesús respondió, no negando la existencia de un Diablo, sino manifestando que tenía personalidad: “Si Satanás echa fuera a Satanás, ha llegado a estar dividido contra sí mismo; ¿cómo, entonces, permanecerá su reino?” (Mat. 12:26, NM) Y además, concerniente al hecho de que Jesús fué tentado en el desierto, ¿es razonable concluir que el perfecto, leal y siempre obediente Hijo de Dios hubiera sido tentado así por pensamientos que se originaran en su propia mente? Y si el Diablo sólo fuera un principio malo o la personificación de la iniquidad en nosotros mismos, ¿cómo pudo haber dicho a Jesús: “Todas estas cosas [los reinos del mundo y su gloria] se las daré si postrándose me hace un acto de adoración”? ¿Hacer un acto de adoración a un principio? No, simplemente no tiene sentido esto de quitarle al Diablo, a Satanás, su personalidad.—Mat. 4:9, 10, NM.

Además, Pablo nos dice que Satanás tiene el poder de la muerte y que Cristo Jesús lo destruirá a él; Pedro nos dice que “Su adversario, el Diablo, anda en derredor como león rugiente, tratando de devorar a alguien.” Judas nos dice que Satanás tuvo un desacuerdo con Miguel concerniente al cuerpo de Moisés; y Juan nos dice que Satanás ha extraviado a todas las naciones, que él y sus ángeles guerrearon contra Miguel y sus ángeles, que Satanás y sus ángeles fueron arrojados del cielo, que serán sellados en un abismo por mil años y que serán soltados por un corto período de tiempo y finalmente serán destruídos en el lago de fuego, la muerte segunda.—1 Ped. 5:8; Heb. 2:14; Judas 9; Apo. 12:7-9; 20:2, 3, 7-10, NM.

PERSONALIDAD DE LOS DEMONIOS

No sólo está tan claro y convincente el testimonio bíblico en cuanto a la existencia de Satanás el Diablo, sino que asimismo es inequívoco concerniente a la existencia de demonios, o diablos menores. Del Génesis 6:1-4 nos enteramos de que ciertos ángeles, “hijos de Dios,” se unieron a Satanás en su rebelión viniendo a la tierra y cohabitando con las hijas de los hombres, cuya prole fueron híbridos, humanos pero de paternidad angelical, y gigantes. Pedro se refiere a éstos como “los ángeles que pecaron,” y ellos, junto con su prole gigantesca, fueron, sin duda, grandemente culpables del hecho de que la tierra se llenara de iniquidad y violencia.—2 Ped. 2:4; Gén. 6:5, 11, NM.

Así leemos en Daniel 10:12-21 que un ángel que Jehová había enviado con un mensaje a Daniel fué detenido durante tres semanas por un ángel malo, hasta que Miguel, uno de los principales príncipes, vino y lo rescató, permitiendo que este mensajero prosiguiera con su mensaje a donde estaba Daniel. Ese ángel trajo a Daniel un mensaje profético. ¡Seguramente todo eso no fué simplemente imaginación! Se dijo que los israelitas que ofrecieron sus sacrificios a dioses falsos habían estado haciendo sus sacrificios a los demonios, y el apóstol Pablo aclara el mismo punto concerniente a sacrificios ofrecidos a ídolos. Jesús reconoció la existencia de Beelzebub, el gobernante de los diablos, indicando así que había otros demonios.—Deu. 32:17; Sal. 106:37; 1 Cor. 10:20, 21; Mat. 12:27.

En cuanto al contacto de Jesús con estos demonios, aunque muchos libros se han escrito tratando de explicar la obsesión demoníaca como sólo casos psiquiátricos, demencia, epilepsia o ataques, sin embargo un cuidadoso examen bíblico no permite tal explicación.

Si el ser poseído de demonios sólo era locura o demencia (Mat. 4:24, NM), entonces una persona demente tras otra no podría haber dado testimonio de que Jesús era el Mesías, como lo dieron esos individuos poseídos de demonios; ni podemos concluir que Jesús mismo era ignorante o que él deliberadamente perpetró un fraude y produjo una ilusión por causa del efecto. Los demonios que había dentro de esas personas eran ellos mismos personalidades, así como leemos: “El echó fuera muchos demonios, pero no dejaba que los demonios hablaran, porque ellos sabían que él era Cristo.”—Mar. 1:34, NM.

Considere el relato del hombre poseído de demonios que vivía entre las peñas y a quien ninguna cadena podía restringir, quien, en respuesta a la pregunta de Jesús, dijo: “Me llamo Legión, porque somos muchos.” Luego el registro sigue diciendo: “Ahora, una gran piara de cerdos estaba allí en la montaña paciendo. De modo que le imploraron, diciendo: ‘Envíenos a los cerdos, para que entremos en ellos.’ Y él se lo permitió. Con eso los espíritus inmundos salieron y entraron en los cerdos, y la piara se lanzó sobre el precipicio y al mar, unos dos mil de ellos, y se ahogaron uno tras otro en el mar.”—Mar. 5:6-13, NM.

¿Cómo es posible explicar este relato sin admitir que los demonios existen? ¿Estaban Marcos, Mateo y Lucas, todos los cuales registraron esto, todos engañados? ¿Fué todo una mera coincidencia y perpetró Jesús un fraude? O ¿podemos imaginarnos la demencia de una persona entrando en dos mil cerdos y haciéndolos lanzarse al mar y ahogarse? No, el negar el claro testimonio de las Escrituras respecto a la existencia del Diablo y los demonios no sólo es impugnar la autenticidad de las Escrituras sino hacer surgir más problemas que los que la negación parecería resolver.

¿De dónde vino Satanás? Seguramente Dios no lo creó como Satanás, porque toda Su obra es perfecta. (Deu. 32:3, 4) Satanás fué en un tiempo un ángel perfecto y sirvió como guardián de la primera pareja humana allá en el Edén. Concerniente a él leemos: “En el Edén, jardín de Dios, estabas; . . . Eras el querubín ungido que cubrías . . . ; yo te constituí para esto; en el santo monte de Dios estabas; . . . Perfecto eras en tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que la iniquidad fué hallada en ti. . . . Se te ha engreído el corazón a causa de tu hermosura.”—Eze. 28:13-18.

Y ¿qué hizo que él corrompiera su sabiduría? Su ambición de ser semejante al Altísimo, Jehová Dios, que fué revelada miles de años después en estas palabras suyas: “¡Al cielo subiré; sobre las estrellas de Dios ensalzaré mi trono, y me sentaré en el Monte de Asamblea, en los lados del Norte; me remontaré sobre las alturas de las nubes; seré semejante al Altísimo!” (Isa. 14:13, 14) Considerando los textos citados aquí junto con el bien conocido relato de lo que sucedió en el Edén, tenemos el cuadro de un ángel asignado como guardián sobre la primera pareja humana, que permitió que su nombramiento se le subiera a la cabeza y llegó a ambicionar el ser semejante a Jehová Dios y comenzó por medio de apartar a la primera pareja humana de su Hacedor. Él mismo se convirtió en un Diablo engañador, opositor y devorador.—Gén. 3:1-19.

Por lo tanto, no es ningún mito el que “Su adversario, el Diablo, anda en derredor como león rugiente, tratando de devorar a alguien.”—1 Ped. 5:8, NM.

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