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  • Hay mucho por lo cual estar agradecido

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  • Hay mucho por lo cual estar agradecido
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1967
w67 15/2 págs. 99-100

Hay mucho por lo cual estar agradecido

VERDADERAMENTE, vivimos en una era cuando se están multiplicando las quejas y las causas de queja, y cuando multitudes son desagradecidas así como predijo el apóstol Pablo para estos tiempos críticos. (2 Tim. 3:1, 2) No obstante, aún hay mucho por lo cual podemos estar agradecidos, muchas dádivas que recibimos diariamente, cosas que realmente satisfacen y refrescan mientras no permitimos que se cuele furtivamente el espíritu de egoísmo e ingratitud y se apodere de nuestro modo de pensar.

El hecho de que muchas de las dádivas que recibimos cada día se comparten con todos los demás de la humanidad no es razón para considerarlas como si nos correspondieran. Todas las provisiones de Dios para las criaturas imperfectas, pecaminosas, deben considerarse como bondades inmerecidas, y reconocerse debidamente como tales. Hay, por ejemplo, el sol y la lluvia que Jehová envía tanto sobre los que lo aman como sobre los que lo niegan; también, el aire que inhalamos y los frutos de la tierra, todos hechos disponibles por el Creador amoroso.—Mat. 5:45; 2 Cor. 9:10.

¡Cuán maravilloso es poder salir al calor del Sol y más tarde retirarse a la sombra fresca de los árboles, o salir del interior sofocante al exterior donde hay aire fresco! Todos hemos disfrutado de tales experiencias, no una vez sino muchas veces. Pero, ¿estamos agradecidos a Dios por ellas?

Piense en las muchas cosas que le agradan a la vista, con descanso por una parte, y con estímulo por otra. El terciopelo verde de una ladera herbosa o el despliegue lleno de colorido de la puesta del Sol. Quizás usted se haya acostado en el pasto en algún claro callado y haya notado la manera en que el follaje filtra la luz del Sol con un efecto moteado. Además, hay la vista de nubes blancas como la nieve que se deslizan perezosamente por el cielo azul. Quizás hasta haya visto los efectos de un viento leve que dibuja diseños en un campo de grano no segado. ¡Cuán hermosas son todas estas vistas! ¡Ciertamente deben originar acción de gracias para Aquel que las hizo posibles todas!

Los sonidos, también, pueden ser muy deleitables, si solo les prestamos atención. No los ruidos roncos, artificiales, de la industria, sino la risa alegre de los niños cuando juegan, el susurro de las hojas en el bosque, el murmullo de un riachuelo, el golpeteo de la lluvia en el techo, el cuchicheo grato al oído de olitas en la playa, el chirrido del grillo, la risa alborotada del somorgujo en algún lago remoto. Todos éstos y una multitud de otros sonidos comunican al oyente una variedad de ambientes agradables. Junto con el don del oído, todas son provisiones amorosas de Jehová para nuestro placer.

¿Y no es algo excelente el que estemos equipados con un mecanismo del gusto con el cual podemos deleitarnos con todos los favores sutiles de la comida? ¡Cuán diferente sería si hubiéramos sido hechos insensibles en cuanto al sabor! La hora de las comidas entonces sería simplemente como el alimentar a un horno. En cambio, las papilas del gusto de nuestra lengua detectan y comunican a la mente una variedad de sensaciones que refrescan y satisfacen tanto al cuerpo físico. ¡Seguramente hay toda razón para ofrecer gracias al Proveedor, no solo por las cosas que comemos, sino también por el placer de comer que ha hecho posible para nosotros!

En el campo de las relaciones humanas hallamos muchas causas para estar agradecidos. ¿No es una cosa magnífica que el Creador no hiciera a cada criatura humana con el mismo molde, con la misma apariencia y con la misma personalidad? En cambio, notamos que cada uno tiene su personalidad característica, jamás teniendo el propósito de que se pierda en la uniformidad monótona de una masa regimentada. La gratitud genuina al Creador a este respecto se demuestra por los que toman en cuenta las diferencias de personalidad, y que no esperan que otros se amolden a su propio punto de vista personal en todo.

En el hogar un espíritu agradecido puede producir gran felicidad. Cuando el esposo llega a casa del trabajo no tiene que notar inmediatamente las cosas que su esposa no ha logrado. ¡Ciertamente que resulta en mucha más paz y alivio de los nervios en el hogar cuando expresa gratitud y elogio por las cosas que ella ha hecho, por muy pequeñas que sean! Y será animada a efectuar más. Ciertamente para la esposa y los hijos una sonrisa o algunas palabras oportunas son tanto más edificantes que el fruncir el ceño o el refunfuñar.

Sucede lo mismo con la esposa. ¿No es mucho mejor ofrecerle al esposo que llega a casa un saludo afectuoso, agradable, que trabar una larga conversación sobre los reveses y dificultades del día? Ciertamente la esposa que aprecia a su esposo quiere que tenga gusto de llegar a casa. Entonces, ciertamente no amontonará problemas encima de aquellos a los que ha tenido que enfrentarse durante el día. ¿Por qué no hablarle primero sobre las cosas buenas del día?

Los padres también pueden estar agradecidos por los hijos. Por qué considerarlos simplemente como una lata que ha de tolerarse, cuando de hecho son herencia de Jehová. (Sal. 127:3) La gratitud por tal legado se demuestra por los que crían y educan a sus hijos con amor, esforzándose por inculcar en ellos también el espíritu de gratitud. Por eso, a la hora de las comidas por ejemplo, el cabeza de la casa pondrá un ejemplo excelente a los hijos al expresar aprecio por la comida que se sirva, aunque alguna parte de la comida no sea de todo su agrado. Las quejas y las críticas mordaces solo lastimarán, mientras que las expresiones de aprecio y gratitud estimularán a mejores esfuerzos.

En vez de permitir que la mente se espacie en las desilusiones insignificantes, en las equivocaciones de otros, en haber fallado planes, ¡cuán satisfactorio y alborozador es meditar en las cosas buenas y agradables que nos rodean y hacer alguna expresión acerca de ellas! No pongamos una camisa de fuerza a la gratitud esperando expresarla únicamente cuando alguien nos haga algún favor especial. También reconozca los servicios pequeños. Sea generoso con el elogio.

Efectivamente, hay mucho por lo cual podemos estar agradecidos aun en medio de este egoísta sistema de cosas. El espíritu agradecido, cultivado apropiadamente, nos ayudará a evitar la actitud negativa, quejosa y crítica y nos producirá gran felicidad y satisfacción en la vida.

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