Hallé libertad en la prisión
PARECE que ha pasado toda una vida desde que una bala expansiva de calibre 30,30, disparada desde el rifle de un oficial de la policía provincial de la región del norte de Ontario, me envió a una prisión federal en el Canadá.
Sin embargo, la primera parada fue el hospital, para que me amputaran el brazo derecho, que estaba destrozado. Luego, en el tribunal, se me acusó de tentativa de asesinato por haber participado en una batalla de borrachines con armas de fuego, que amenazó mi vida, la de mi compañero, y la del policía que se vio envuelto en el caso. De modo que tuve que encararme a la vida tras los muros grises de una institución penal.
Para llenar con algo el tiempo de inactividad y sin objeto, traté de mejorar mi educación. Durante un estudio de ecología llegué a comprender que el sistema de sociedad que conocemos hoy está bajo amenaza de extinción.
Esto me hizo recordar algo. Varios años antes un testigo de Jehová muy paciente me había visitado y, cuando me podía hallar en casa, había usado una pequeña publicación bíblica como base para algunas consideraciones bíblicas amigables. Me había mostrado, con la Biblia, que la generación actual será testigo de la eliminación de la ruinosa sociedad que hay en la Tierra y el establecimiento de un nuevo orden de cosas aquí bajo la gobernación de Jehová Dios, que usará a su Hijo, Jesucristo, como el cabeza gubernamental.
Pronto empecé conversaciones intensas sobre estos asuntos con un compañero de prisión llamado Bill, que estaba en el primer año de una condena de doce años, y esto continuó a intervalos por espacio de dos meses. Estas consideraciones de estos asuntos se intensificaron cuando encontramos una revista Atalaya y una vieja concordancia de la Biblia.
Luego me di cuenta de que sin un poco más de ayuda no íbamos a llegar a ninguna parte. Pensé en aquel hombre allá en el norte de Ontario y le escribí pidiéndole ayuda y literatura. Él me envió algunas publicaciones, pero nunca pasaron la red de disposiciones reglamentarias. Sin embargo, un aviso a la sucursal de la Sociedad Watch Tower hizo que se vigorizara la comunicación por medio de representantes de la congregación local de testigos de Jehová.
Al principio nos negaron el uso de un cuarto separado para estudiar. De modo que se conducía un estudio conmigo, y otro con Bill, en la mismísima zona pública para las visitas, en medio de nubes de humo de cigarrillos que a menudo hacían que nos lloraran los ojos. Pronto todo el mundo en la prisión sabía lo que estaba pasando. Como resultado de esto, el nombre de Jehová recibió más publicidad de lo que esperábamos. Con el tiempo, se nos asignó un cuarto separado y se nos pidió que no tuviéramos más estudios en la zona para los visitantes.
En noviembre de 1973 se me permitió una licencia temporal de la prisión, lo bastante larga como para asistir a un discurso de bautismo en el hogar de un Testigo y ser sumergido en una piscina al aire libre. El agua y el tiempo eran fríos, pero el compañerismo fue cálido para mi corazón. En la siguiente primavera Bill también simbolizó su dedicación a Jehová.
He sido puesto en libertad de la prisión bajo condiciones de libertad bajo palabra según un sistema federal y ahora estoy proclamando el reino de Dios de casa en casa, a vista de los muros grises detrás de los cuales pasé tantos días.
Por los esfuerzos de Bill y, ahora, de otro hombre, Phillip, la obra del Reino prosigue dentro de los muros a pesar de las barreras que levantan representantes de las religiones más conocidas y sus simpatizadores. Maestros, guardianes y presos por igual han recibido un testimonio según lo ha permitido la oportunidad. En lo que toca a responder, la mayoría de la gente allí no difiere de la mayoría que hay fuera de los muros.
Pero la obra continúa y, por la bondad inmerecida y paciencia de Jehová, quizás uno o dos más tengan todavía la oportunidad de responder y aprender la verdad de Dios.
Jamás pudiera expresar en palabras lo mucho que ha hecho Jehová por mí y está haciendo por mis hermanos espirituales en la prisión. Estamos esmerándonos por responder al amor de Dios de la única manera que podemos, es decir, esforzándonos obedientemente por dar a otros este mensaje de vida.
En la vida suya quizás surjan obstáculos que parezcan insuperables a medida que sobre toda la Tierra se posa el desaliento. No se desaliente; deje que los testigos de Jehová lo ayuden, como me ayudaron a mí, a apreciar por medio de la Santa Palabra de Dios que hay una esperanza con fundamento sólido para usted, como ha resultado que la hay para tantos otros.—Contribuido.