Un oasis de la verdad en una tierra desértica
YO NACÍ en Kartum, o Jartum, que es un sustantivo arábigo que significa “Trompa de Elefante.” Pero ¿por qué se llama así mi tierra natal? Se debe a la forma de esta lengua angosta de tierra que divide al Nilo Blanco y el Nilo Azul justamente más arriba de donde se juntan. Desde este punto se convierten en un poderoso río Nilo que sigue fluyendo por el Sáhara. Exploradores y otros han dicho cosas faltas de bondad acerca de Kartum, pero para mí es “mi casa.”
Naturalmente hay el calor opresivo de un calcinante Sol tropical. Aquí la tierra está a solo 360 metros sobre el nivel del mar y el calor intenso produce un desierto de arena a solo un kilómetro o dos de las húmedas márgenes del río. También hay la incesante lucha contra las moscas. Y la arena del desierto arrojada por el viento parece penetrar en todas partes y en todo. A veces convierte el día en noche. ¡Cuántas veces, cuando como familia hemos sacado nuestras camas afuera para dejar que nuestros cuerpos calurosos sientan el más tenue aliento de aire, la violenta tormenta haboob nos ha sorprendido! Por la mañana nos hemos raspado la arena de los ojos y nos hemos levantado para contemplar el contorno que han dejado nuestros cuerpos en los colchones llenos de arena.
Estas son las realidades de la vida en Kartum. Y fue aquí, como hija fiel de la Iglesia Cóptica Ortodoxa, que me casé y crié a mi familia de tres hijos y dos hijas.
BUSCABA A DIOS
Siempre, había estado buscando a Dios. No era la única que lo buscaba, como se me recordaba todas las mañanas. Antes de salir el Sol oía el salmodiar nasal de los almuédanos desde los minaretes de muchas mezquitas esparcidas por la ciudad... un patrón o modelo que se repetía cinco veces al día mientras el Sol trazaba su arco en el cielo. La triple ciudad de Kartum, Kartum del Norte y Omdurmán es una comunidad predominantemente musulmana, y, por lo tanto, los que profesábamos ser cristianos como miembros de la Iglesia Cóptica constituíamos una minoría.
Mi deseo de servir a Dios era tan fuerte que, cuando yo era joven, tenía la intención de emprender el servicio de dedicación como monja en mi iglesia. Pero sufría de dudas acerca de mis creencias y las ceremonias tradicionales de la Iglesia Cóptica. ¿Cómo podía yo reconciliar las procesiones ornamentadas y las decoraciones detalladas de los festivales eclesiásticos con la vida sencilla de Jesucristo? También, pasaba muchas noches sin dormir meditando en los terrores del “infierno de fuego” y las complicaciones inexplicables de la Trinidad, que nunca había llegado realmente a aceptar como parte de mi fe cristiana. Después que nos hubimos casado, mi esposo mostró poco interés en los asuntos religiosos, pero yo iba con regularidad a la iglesia y llevaba conmigo a mis hijos. Debido a esto los vecinos y los parientes nos “aceptaban” mientras a duras penas nos ganábamos la existencia en nuestra casa de adobe horneado del Nilo, a la sombra de la elegante iglesia cóptica.
En el calor de un día de agosto de 1958 yo me encontraba en casa cosiendo. En disposición de orar, le había estado pidiendo a Dios que me ayudara a hallar la verdad para poder adorarlo. Y entonces... ¡se presentó una visitante en mi casa! Ella probablemente vio las cruces y los cuadros religiosos que decoraban las paredes, los cuales indicaban a qué me asociaba en sentido religioso. Aquella señora había venido a considerar la Biblia conmigo. Me impresionó inmediatamente la facilidad con la cual encontraba textos bíblicos que mostraban que aquellos accesorios religiosos no eran expresiones de cristianismo verdadero.
Rápidamente refutó las objeciones que le presenté diciéndole que su Biblia era diferente de mi versión arábiga, pues me sugirió que trajera mi propia Biblia y la consultara. De modo que hizo su aparición mi vieja y no tan limpia Biblia arábiga, y pronto revelé lo incapacitada que yo estaba para hallar los textos en ella. Los sacerdotes nunca me habían animado a examinar su contenido de aquella manera. Pero, interiormente, ¡qué gozo sentí mientras ella explicaba las verdades de la Biblia acerca de Jesucristo, la esperanza que hay en cuanto a los muertos y otros temas que yo amaba con el corazón! Al fin de nuestra conversación, inmediatamente acepté dos libros, ayudas para el estudio de la Biblia.
Al cerrar la puerta detrás de mi visitante, literalmente bailé de gozo al darme cuenta de que mis oraciones habían sido contestadas. Había sido refrescada por las aguas de la verdad en esta tierra desierta.
VIVIENDO EN CONFORMIDAD CON LA VERDAD BÍBLICA
La vida en nuestro vecindario, llamado El Masalama, en Omdurmán, no es en realidad vida personal de uno. La visitante insólita a nuestra humilde casa de techo plano y de adobe de color pardo inmediatamente se convirtió en la preocupación de todo el vecindario. Nuestro hogar era muy primitivo hasta por las normas de Omdurmán, y mi hijo más joven todavía recuerda cuando un viento arenoso se llevó las ventanas, y fuerte lluvia cayó a torrentes a través del techo. Sin embargo, yo siempre había tratado de hallar mi felicidad en buscar a Dios, y ahora mis estudios bíblicos semanales me daban mucho gozo y placer. Pero mis parientes y antiguos amigos no estaban compartiendo aquel placer, y ahora mostraban más que el acostumbrado interés en criticar a mi invitada que estudiaba la Biblia.
Al principio de nuestras consideraciones presenté el asunto de la cruz. Yo siempre les había enseñado a mis hijos a persignarse de modo tan obvio y prominente como fuera posible, pues consideraba que esto era una protección para ellos. Todos llevábamos la cruz alrededor del cuello y este símbolo desempeñaba un papel prominente en nuestra vida religiosa. De modo que vacilé en quitar estas cruces, aunque mi visitante me presentó evidencia convincente de que el uso de la cruz no era cristiano. Aquella información estaba afectando a otros miembros de la familia. Mi esposo me previno en cuanto a nuestra nueva visitante y sugirió que le extendiéramos la bienvenida solo como amiga. Entonces mi hijo mayor empezó a hablarle a su maestro de escuela dominical acerca de la “predicadora” que venía a nuestra casa, y éste le informó en términos muy enfáticos que no deberíamos tener nada que ver con ella puesto que ella ‘no era buena.’ Sin embargo, mi deseo de agradar a Dios era fuerte, y después de dos meses de estudio, tomé todas las cruces y todos los cuadros religiosos y los eché en el hoyo para los desperdicios en nuestro patio.
El gozo estimulante de aprender nuevas verdades acerca de Jehová y su propósito me impelió a hablar a parientes, amigos y vecinos en toda oportunidad. Los vecinos respondieron arrojando piedras a nuestro patio y a la casa mientras estudiábamos la Biblia. Con frecuencia sacerdotes de la iglesia y parientes trataron de detener nuestro estudio.
Cada año, nuestra familia solía celebrar la Fiesta de María. Yo hacía una torta especial, y con nuestros parientes señalábamos esta ocasión especial. Pero ahora yo había averiguado, por la Biblia, que María había tenido otros hijos también después del nacimiento de Jesús, y esto me había sorprendido muchísimo. Cuando declaré que iba a dejar de celebrar la Fiesta de María, mi hija mayor me instó vigorosamente a descontinuar mis estudios con la visitante que enseñaba la Biblia. Me puse a pensar: “¿Por qué debo dejar de celebrar la fiesta para María?” Entonces concluí: “La próxima vez que venga la señora le diré que es bienvenida como invitada, pero no para considerar asuntos religiosos.”
Tan intensamente me preocupaba aquel asunto que cuando sufrí una caída en el piso de mi cocina un día antes de aquel en que tendría el siguiente estudio bíblico interpreté lo que me había pasado como un castigo de Dios por lo que yo había estado haciendo. Entonces, ¡mire! Allí estaba mi visitante. Había venido un día antes, y ahora me encontró cubierta de lodo por mi caída. Mientras ella me ayudaba, le dije lo que yo había estado pensando, y, para sorpresa mía, ella me abrazó con cariño y me besó. Después de hablar del asunto, oramos juntas pidiendo fuerzas para permanecer firmemente a favor de la verdad de la Palabra de Dios. ¡Con eso se acabaron las fiestas para María!
DERROTANDO LA OPOSICIÓN
Empezó a aumentar la intervención de los vecinos, y cuando vinieron a mi casa armados de palos, con el propósito de lastimar a mi recién hallada amiga, los invité a ellos y a los sacerdotes a considerar el asunto con la estudiante de la Biblia en mi casa. En el atardecer de la cita, cuando había bajado el calor del día, parecía que toda persona de El Masalama, en vez de dirigirse a los suks, o mercados, se habían dirigido a mi casa. Adentro, la casa estaba atestada, y otros, muchos vestidos con la tradicional prenda de vestir larga y el turbante blancos sudaneses, se arremolinaban afuera en el patio cercado. Los sacerdotes mismos no habían venido, pero se plantaron al fin de la calle, y durante la discusión de los asuntos bíblicos los diáconos y sus representantes salían de prisa de vez en cuando para consultar con estos dignatarios religiosos.
En la agitación y ruido de aquel atardecer consideramos muchas cosas, pero recuerdo que el representante eclesiástico le dijo a la muchedumbre: “Guarden silencio; estoy sacando provecho de esto.” Sin embargo, al fin me dijo: “¡No abandones la religión de tu iglesia!” Aquella noche fue de veras una noche memorable. La verdad permaneció vindicada en lo que a mí atañía, y continué refrescándome espiritualmente con ella, como de un oasis en un desierto.
Sin embargo, los vecinos y la iglesia no quedaron satisfechos. Continuaron entremetiéndose. Continuaron arrojando piedras, y hasta echaron cantidades grandes de agua sucia en nuestro patio en un esfuerzo por intimidarnos como familia. La culminación de la oposición llegó cuando algunos vecinos me acusaron ante la policía de entrar en sus hogares sin permiso, y efectuar así un allanamiento de morada. Me acusaron y fui citada a comparecer ante el juez en el tribunal civil, donde me enfrenté a dos abogados considerados como los mejores de Omdurmán. El castigo sería tres meses en prisión y una multa de cincuenta libras sudanesas (150 dólares). Pero uno de los abogados empezó a perder toda conexión con la cuestión, pues declaró que mi actividad era “el principio del zionismo en el Sudán.”
Al dar su veredicto, el juez preguntó: “¿Por qué están todos ustedes los abogados contra esta mujer?” Rindió el fallo de que yo tenía libertad para dar a conocer mi religión en todo el Sudán si lo deseaba. Agradecida a Jehová por el resultado del caso, en aquel tiempo no pensé en lo formidable que sería la tarea de dar el testimonio de la verdad en la totalidad del país más grande de África. Pero ciertamente tenía el deseo de usar todo mi tiempo como proclamadora de las buenas nuevas en muestra de aprecio por lo que Jehová había hecho por mí.
UN MODO DE VIVIR NUEVO Y GOZOSO
Ahora, cada día, mi vida se llenó de estudiar la Palabra de Dios y de hablar a otros acerca del reino de Dios. Me levantaba temprano y hacía todo el trabajo doméstico antes de las nueve de la mañana; entonces, después de comer ful, o lo que se pudiera llamar desayuno de frijoles y pan, participaba en testificar acerca del Reino hasta que mis hijos regresaban de la escuela a la 1:30 de la tarde. En el Sudán, nuestros días están gobernados por el calor del Sol, y tenemos un rahat el zuhr, o un período de descanso al mediodía, aproximadamente desde las dos hasta las cinco de la tarde. Pero usando bien las mañanas yo podía pasar hasta noventa horas en la actividad de testificar cada mes. Mi hija mayor me acompañaba en muchas ocasiones, y en nuestro hogar se celebraban reuniones para estudiar la Biblia. El grupo todavía era pequeño, pero con la añadidura de mi familia súbitamente había aumentado al doble. Mi hijo más joven, que entonces tenía unos siete años de edad, recuerda el té y la torta que suministrábamos después de estas reuniones. ¡Con qué ansias esperaba él el fin de la reunión para participar de estas extraordinarias cosas buenas en nuestro hogar!
En mayo de 1959 mi esposo y yo y nuestros dos hijos mayores nos bautizamos en las aguas del Nilo Blanco, en símbolo de nuestra dedicación a Jehová. Unos cuantos días después disfrutamos de una visita del presidente de la Sociedad Watch Tower, el hermano Knorr, que pasaba por el Sudán en una gira de servicio en África.
Aquéllos eran días llenos de actividad. Ahora yo era “precursora regular” como publicadora de las buenas nuevas. Casi todos los días se me podía hallar apresurándome por el laberinto de las calles arenosas y poco uniformes de Omdurmán... aquí pasando frente a un lechero que estaba sentado sobre el cuello de su burro con sus tobillos cruzados, mientras los botes de leche pendían flojamente de cada lado, y allí vacilando en moverme mientras un camello atravesaba mi senda en su camino al mercado con una carga. Como provisión musulmana para el viajero sediento, hay grandes jarrones de barro con agua bajo la sombra de los árboles en casi todas las calles de Omdurmán. Pero ahora yo casi no los notaba. Me habían refrescado las aguas de la verdad, y estaba resuelta a hallar a otros que desearan ser refrescados también.
Yo estudiaba con cada uno de mis hijos por separado en diferentes días de la semana y les daba atención individual. Mi hijo más joven aprendió a leer árabe del libro De paraíso perdido a paraíso recobrado, aun antes de entrar en la escuela.
JEHOVÁ PROVEE DURANTE TIEMPOS DIFÍCILES
Entonces nos sobrevino súbitamente un tiempo de crisis. Mi esposo perdió su trabajo, y no teníamos ingresos. ¿Qué podríamos hacer? Vendí algunas joyas de oro, tres alfombras y otros artículos. Entonces empezamos a vender nuestras palomas, y durante aquel tiempo las palomas se multiplicaban casi milagrosamente. Mi hijo más joven podía llevar dos o tres pares al mercado todos los días y venderlas por 15 piastras (45 centavos de dólar) el par. Hasta tuvimos suficientes palomas para usarlas como parte de nuestro alimento cotidiano. Jehová proveyó para nosotros durante casi un año en estas circunstancias. Un día, cuando me preparaba para ir al servicio del Reino, descubrí que no nos quedaba ni una sola piastra. ¿Qué iba a hacer ahora? Entonces mi hija descubrió una lata vieja que anteriormente habíamos usado para ahorrar algunas piastras y que habíamos pasado por alto. ¡Había algún dinero en ella! Me bastó para llegar a mi territorio para el servicio y para comprar nuestro alimento de aquel día.
En el mes de marzo de 1962 me invitaron a ingresar en las filas de los “precursores especiales,” que dedican 140 horas o más cada mes a explicar el reino de Dios a la gente. He disfrutado de este privilegio desde entonces.
BENDICIONES INESPERADAS
Un hermano visitante llegó a nuestro hogar a principios de 1963 y me habló acerca de una asamblea cristiana que se habría de celebrar más tarde en aquel año en Munich, Alemania. ¡Cuánto quise ir allí para estar con muchos más de mis hermanos cristianos, pero, por supuesto, parecía imposible! Entonces, seis días después, mi hija mayor obtuvo empleo de azafata en viajes aéreos al extranjero. Esto me presentó la oportunidad de obtener un boleto de ida y vuelta por una cantidad nominal, y así tuve la gran dicha de poder reunirme con muchísimas personas de la misma fe en Munich.
Mi segundo hijo y mi hija más joven se bautizaron en 1962, y mi hijo más joven en 1965. Su celo por Jehová me ha hecho muy feliz. Esta hija desarrolló un deseo de dedicar todo su tiempo a servir a Jehová y ha sido Testigo en el servicio de “precursora regular” desde 1968. En 1971 empezó a servir junto conmigo de “precursora especial,” y ha continuado en ese privilegio en su vida de casada como esposa de un siervo ministerial de nuestra congregación. El más joven de mis tres hijos ahora tiene un trabajo que les suministra a él y a su esposa lo que necesitan y le permite disfrutar del privilegio de servir de siervo ministerial en la congregación.
Una cosa maravillosa para mí es la manera en que nuestra norma de vida ha mejorado durante el tiempo en que hemos puesto en primer lugar los intereses del reino de Dios. Siempre hemos tratado de poner los asuntos espirituales antes de los materiales, y al proceder así hemos tenido la bendición, como familia, de ayudar a más de treinta personas a dedicar su vida a Jehová y bautizarse. Pero también hemos prosperado de otras maneras. Desde que asistí a la asamblea en Munich, miembros de mi familia y yo misma hemos asistido a otras reuniones internacionales cristianas en Europa y diversas partes de África. Después de pasar nuestra crisis financiera, nos mudamos de Omdurmán a Kartum, y ahora tenemos una casa que tiene suficiente espacio para las reuniones de una congregación que constantemente se ensancha.
Mi segundo hijo decidió complementar un excelente registro educativo en la escuela tomando un curso universitario en Egipto. Pero después de un solo año regresó a nuestra casa para participar de lleno con la familia en dar sus energías al adelanto de la adoración verdadera en el Sudán. Ahora es anciano de congregación, y la congregación emplea y aprecia mucho sus aptitudes y devoción.
Lo que significa dar con un oasis en el desierto cuando una está muriéndose de sed solo lo puede apreciar a grado cabal la persona cuya sed es apagada. Y la felicidad de ver que se refresca a otros es más agradable todavía. Así, las aguas de la verdad han sido una bendición para mí y mi familia, y por eso de veras le damos las gracias a la Fuente de la Verdad, Jehová nuestro Dios.
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SUDÁN
Kartum
RÍO NILO