Ponderando las noticias
‘¿A qué precio Dios?’
● Un juez de un tribunal de circuito de Florida recientemente falló que una pareja judía tendría que pagar 90 dólares por cuotas atrasadas a la sinagoga que solían frecuentar. El templo había entablado juicio cuando la pareja se atrasó en dar lo prometido durante la recesión comercial de 1974. “¿Qué precio tiene Dios?” preguntó la esposa. “El judaísmo no es un negocio,” contraatacó el director ejecutivo de la sinagoga, pero “donde está alojado, sí.” También le dijo al tribunal que la mayoría de otras 20 familias que habían sido demandadas por no haber pagado habían entrado en arreglos con la sinagoga para no ir al tribunal.
De modo similar, un católico de Rhode Island se quejó al periódico “Evening Bulletin” de Providence de que después de siete generaciones de estar con una parroquia, “acabo de recibir una carta de mi sacerdote, diciendo que ya no tenemos derecho a servicios completos . . . porque no hemos cumplido con nuestras obligaciones del presupuesto. . . . Mi amiga, una parroquiana de 80 años de edad, no tiene dinero, pero recibió la misma carta.”
¡Qué diferente del espíritu de la congregación judía y la congregación cristiana de la Biblia! “Quienquiera que sea de corazón voluntario” y “de todo hombre cuyo corazón lo haga dispuesto tomaréis Mi ofrenda” fue la propia expresión de Dios sobre cómo obtener las cosas necesarias para el tabernáculo antiguo.—Éxo. 35:5; 25:2, “Jewish Publications Society.”
Y de la práctica cristiana primitiva, Tertuliano (c. de 190 E.C.) escribió: “Aunque haya un cofre de cierta clase, no se compone de dinero pagado por cuotas de entrada, como si la religión fuese asunto de contrato. . . . pues a nadie se compele.”—“Apología,” XXXIX, 5.
La religión... ¿para paz, o guerra?
● Una encuesta reciente de la revista “Redbook” sobre el punto de vista de 65.000 mujeres acerca de cómo la religión afecta su vida reveló que solo el 14 por ciento cree que ‘es pecado el participar en guerra.’ También hizo notar “Redbook”: “Mujeres muy religiosas dicen que el ‘participar en una guerra es pecado’ con mucho menos frecuencia que mujeres no religiosas o escasamente religiosas.” Por consiguiente, declaró la revista, “si nuestro gobierno fuese a hacerse más religioso, eso quizás no anunciara una era de paz en la Tierra.”
De modo similar, el “National Observer” publicó un poema que comentaba sobre los conflictos religiosos en Irlanda, el Líbano y el sitio de los musulmanes hanafitas a unos edificios en Washington, D.C. Concluye:
“Cuán históricamente constante, y cuán
impropio y de extrañar,
Este odio y hacer sangrar en el nombre
de la Deidad.”
A través de toda la historia los líderes mundiales aparentemente han estado ciegos al papel que ha desempeñado la religión mundana, tanto al fomentar la guerra como al alentar el anhelo vehemente de sangre durante las guerras políticas. ¿Escaparán siempre de pagar por su responsabilidad esas religiones? No.
La profecía bíblica representa a las religiones del mundo que se mezclan en la política bajo la figura de una “gran ramera . . . con quien los reyes de la tierra cometieron fornicación” y que carga responsabilidad por la sangre “de todos los que han sido muertos atrozmente en la tierra.” Pronto, indica la profecía, estos mismos “reyes de la tierra” “odiarán a la ramera . . . y la quemarán por completo con fuego,” dando fin a su carrera sanguinaria.—Rev. 17:1, 2, 12, 16; 18:24.