La Iglesia pierde poder
Hasta hace poco la Iglesia Católica Romana dominaba totalmente los asuntos de la provincia de Quebec, en el Canadá. Pero en los últimos dos decenios esa situación ha cambiado dramáticamente. Últimamente la publicación The Gazette de Montreal llevó estos titulares en su primera plana: “Cómo la Iglesia perdió el poder que tenía sobre la gente.” En el artículo se declaró lo siguiente: “Los sacerdotes católicos romanos ya no son la conciencia del Canadá francés. Se les ha arrebatado el poder. Su iglesia ha quedado subyugada.” El periódico señaló que ahora el poder está enteramente en las manos de las autoridades políticas, y que “el poder de la Iglesia . . . es, en términos generales, nulo.”
El periódico explicó que gran parte de este cambio se debía a lo siguiente: “Había demasiadas reglas eclesiásticas. Demasiados sacerdotes. Demasiados hermanos y monjas. Demasiado poder, demasiado dinero, pero no suficiente misericordia.”
El arzobispo Gilles Ouellet, de Rimouski, reconoció que esto había sucedido, al declarar: “Quebec ya no es una sociedad católica. Dudo que siquiera se pueda decir que es una sociedad cristiana hoy.”
En Montreal, la mayor diócesis del Canadá, el obispo auxiliar Jean-Marie Lafontaine dijo que de los 1.695.000 católicos residentes de ella solo el 35 por ciento se presentan en la iglesia con alguna regularidad. En Longueuil, el obispo Bernard Hubert dijo que del medio millón de católicos de su diócesis solo del 20 al 25 por ciento van a misa los domingos.
The Gazette comentó que Le Grand Seminaire de Montreal “parece un objeto antiguo listo para que se le limpie, se le pula y se le asigne [un] papel nuevo y más útil. La cantidad de las personas que han emprendido el sacerdocio en las últimas dos décadas ha disminuido en [más de] 75 por ciento... de 135 personas en 1960 a unas 20 hoy día.”
No solo el catolicismo romano, sino casi todas las iglesias ortodoxas de muchas partes del mundo se enfrentan, a diversos grados, a una situación parecida. El poder de estas iglesias sigue menguando a medida que aumenta el poder de las fuerzas antirreligiosas.—Revelación (Apocalipsis), cap. Rev 17.