En busca del tesoro más deseable de Alaska
ALASKA es el estado más grande de los Estados Unidos, pero es el que tiene menos habitantes. El nombre significa “la tierra firme” o “La gran tierra.” La mera mención del nombre aviva la imaginación. Es una tierra de superlativos. Su extensión abarca 1.517.733 kilómetros cuadrados y se compone de varias regiones geográficas.
Está formado por la vasta región del norte donde la vegetación escasa consiste en arbustos, bayas, musgo y liquenes. Hay cordilleras altas con centenares de volcanes activos y 51.800 kilómetros cuadrados de glaciares. Finalmente también está la estrecha faja de terreno al sur, con bosques gigantescos y densos, donde llueve todo el año. El estado tiene un total de 3.000.000 de lagos. Tres grupos étnicos lo habitan... esquimales, indios y gente de raza europea.
Esta gran región es literalmente una mina de riquezas. Primero, los comerciantes primitivos vinieron en busca de pieles valiosas. Luego hombres e industrias llegaron en busca de las riquezas que les proporcionaría el oro, los peces y la madera. Y últimamente el petróleo ha sido el tesoro más codiciado.
Pero hay aún otro tesoro que se está buscando en Alaska. Este tesoro se describe en la Biblia como las “cosas deseables de todas las naciones.” (Ageo 2:7) Estas “cosas deseables” son personas a quienes se recoge para que participen en rendir adoración verdadera a Dios. Se busca o se va en pos de este tesoro por medio de predicar las buenas nuevas del Reino.
El comienzo de la búsqueda
Alrededor del año 1910 el patrón de un ballenero, el capitán Beams, empezó a llevar el mensaje del reino de Dios a Alaska. Hablaba a las personas con quienes se encontraba y colocaba literatura bíblica publicada por la Sociedad Watchtower.
Luego, a fines de la década de los veinte y durante la década de los treinta, Frank Day, que residía en Seattle, Washington, hizo varios viajes misionales a remotos pueblos y aldeas de Alaska. Se ganó el dinero que necesitaba para los viajes por medio de vender anteojos. Aunque Day tenía una pierna artificial, prácticamente abarcó todo Alaska al desempeñar la obra de plantar las semillas de la verdad bíblica y dejar literatura basada en la Biblia. Visitó comunidades desde Ketchikan hasta Nome, una distancia de 2.044 kilómetros.
A fines de la década de los treinta, Karl Liebau llevó el mensaje del Reino a las personas que vivían entre Anchorage, la ciudad más grande de Alaska, y el puerto costero de Seward. Anchorage se fundó en 1915 como base de operaciones para la construcción del ferrocarril de Alaska, que se extiende 785 kilómetros hacia el norte, desde Seward, que está a orillas del Golfo de Alaska, hasta la ciudad de Fairbanks que se halla en el interior. Al desempeñar la obra de hablar sobre la Palabra de Dios con las personas que vivían en los grupos de casas situadas a cada 42 kilómetros a lo largo de la vía, Liebau hizo el trayecto de ida y vuelta entre Anchorage y Seward a pie, de modo que caminó una distancia de 290 kilómetros.
Gracias a los esfuerzos arduos de esos hermanos, se estableció un buen fundamento para los graduados de la escuela misional de Galaad que habían de llegar. En 1944 llegaron a Alaska ocho misioneros, entre los cuales había seis hermanos solteros y un matrimonio, para emprender la obra en Anchorage, Juneau y Ketchikan.
Con el pasar del tiempo se esparcieron a otras regiones habitadas del interior del estado, a lo largo de la costa y a las muchas islas costeras. Hubo tiempos verdaderamente difíciles, pues aunque a veces viajaban en tren, frecuentemente lo hacían en barcos costeros, donde pagaban el pasaje por medio de trabajar de estibadores. También viajaban en embarcaciones más pequeñas que tomaban prestadas o compraban, de modo que muchas veces experimentaron condiciones peligrosas en el mar.
Colocaban sus sacos de dormir dondequiera que pudieran hallar abrigo. Emprendieron toda clase de trabajo de media jornada para ayudar a sufragar los gastos de viaje en este territorio disperso. En realidad se ganaron el respeto de la gente que no estaba acostumbrada a ver a ministros religiosos desempeñar trabajos manuales duros. Estos misioneros de tiempo completo realmente hicieron mucho para dar expansión a la predicación de las “buenas nuevas” por todo Alaska, de modo que ayudaron a establecer muchas de las congregaciones que hay en este estado.
Se predica a pesar del tiempo inclemente
Puede hacerse difícil desempeñar la obra no solo debido a la clase de territorio que tiene Alaska, sino también debido a las condiciones del tiempo, que a veces resultan muy inclementes. Cierta ama de casa, que ha estado viviendo en el sudeste de Alaska desde 1948, describe así el primer invierno que pasó en Juneau: “El invierno me pareció frío, y hubo mucha nieve. La mayor parte del tiempo soplaba el viento, conocido por el nombre de ‘El Taku.’ Parecía soplar de todas direcciones a la misma vez. Recuerdo que en cierta ocasión arrancó unas ventanas y en otra tiró al suelo a una señora anciana que estaba en la calle. En otra ocasión derribó una fábrica de conservas de encima del pilotaje y ésta cayó en el canal de Gastineau. Hasta atrapó a una avioneta e hizo que se estrellara en el canal que está frente a nuestra casa.”
En Fairbanks, situada al interior del estado, las temperaturas fluctúan entre los 38 grados centígrados en el verano y los 57 grados centígrados bajo cero en el invierno glacial. Fue a este ambiente al que se mudaron cinco matrimonios cristianos del sur de los Estados Unidos para ayudar en la obra de predicar. En aquel entonces, en 1959, solo había dos Salones del Reino en Alaska. Uno estaba en Anchorage y el otro, una pequeña estructura que antes pertenecía al ejército, en Fairbanks. Sucede que uno de los Testigos que acababa de llegar, y que en aquel entonces servía de superintendente presidente, era diestro en lo relacionado con la construcción. Tomó la iniciativa de hacer arreglos para que se construyera un nuevo Salón del Reino en Fairbanks, el cual había de acomodar a 200 personas. Este edificio se dedicó en septiembre de 1961, exactamente nueve semanas después de haberse empezado la construcción, y hasta la fecha satisface las necesidades de dos congregaciones.
Este superintendente ha participado en la construcción o reconstrucción de por lo menos 11 Salones del Reino y en otros proyectos de construcción para fines teocráticos por todo Alaska. Hoy en el territorio de Alaska hay 14 Salones del Reino modernos. Además, hay un edificio que proporciona alojamiento a algunos ministros de tiempo completo y una sucursal que se encarga de supervisar las congregaciones y la actividad de predicar en Alaska.
Se resuelven problemas del aislamiento
¿Qué hubiera hecho usted si hubiera permanecido aislado de una congregación del pueblo de Jehová por 14 años? Ese fue el caso de cierta esposa y madre cristiana que en 1954 acompañó a su esposo a un campamento flotante de explotación forestal en un lugar aislado. Este estaba situado en el pasaje interior al extremo sur de la isla Admiralty. Durante todos esos años esta Testigo fiel junto con sus tres hijitas condujo todas las reuniones cristianas que normalmente se celebran en la congregación. Continuaron su “búsqueda” por medio de compartir las “buenas nuevas” por correspondencia y dar testimonio a cualquier visitante que de vez en cuando llegara a su hogar “flotante.” Muchas personas que vivían en pueblos remotos, en todas partes de Alaska, recibieron cartas de estas siervas devotas de Dios, y en respuesta a dichas cartas, varias personas se esforzaron por hacer suyo el tesoro de la Palabra de Dios.
Hoy la madre vive en la ciudad de Ketchikan, al extremo sur de Alaska, y ha disfrutado del servicio de predicar de tiempo completo durante los últimos 12 años. Las tres hijas están siguiendo el fiel proceder de su madre. Una está casada con un anciano de Anchorage y la menor forma parte de la familia de Betel en Alemania.
La predicación en el remoto norte
Las tres congregaciones de la región Fairbanks/Polo Norte estaban resueltas a hacer que la obra de predicar llegara a toda aldea remota de su territorio, de modo que hicieron arreglos para utilizar cuatro aeronaves que pertenecían a Testigos. En dos años estas congregaciones contribuyeron más de $14.000 (E.U.A.) para cubrir los gastos de operar las aeronaves a medida que cruzaban las vastas regiones al norte de la cordillera de Alaska. En cada viaje, hubo hasta 14 hombres que participaron en el esfuerzo de ir en avión a cada comunidad de la zona, de modo que abarcaron aproximadamente 844.340 kilómetros cuadrados. Durante los dos veranos de corta duración se visitaron más de 200 aldeas y pueblos.
A lo largo de la costa occidental, la mayor parte de la población esquimal se alegró de recibir a los Testigos, pues estaba deseosa de oír el mensaje del Reino. En la aldea de Shaktoolik, un matrimonio esquimal de edad avanzada, al oír acerca de la promesa bíblica de un “nuevo sistema,” rogó con los ojos llenos de lágrimas: “Por favor, oren a Jehová y pídanle que nos permita estar en ese nuevo orden.”
Los resultados de la búsqueda
¿Sabe usted cuántos buscadores de oro han registrado a fondo la vasta cuenca de Alaska, o cuánta tierra se ha cavado, o qué cantidad de agua se ha usado para lavar la grava mezclada con oro? No; uno tan solo puede hacer conjeturas tocante al esfuerzo que se ha hecho para adquirir la riqueza material que solo una cantidad sorprendentemente pequeña de personas ha adquirido. Igualmente, los publicadores de las “buenas nuevas” han efectuado una “búsqueda” intensa a fin de hallar las “cosas deseables de todas las naciones.” Y a veces éstas han “aparecido” en lugares inesperados y ha sido sorprendente el poco esfuerzo que se ha requerido para hallarlas. Note la siguiente experiencia:
“Mi esposo y yo teníamos el permiso para explotar una mina que quedaba a unos 645 kilómetros al oeste del monte Susitna. A principios de abril emprendimos un viaje a Wisconsin para visitar a mi hermana y su esposo. Puesto que tuvimos que esperar dos horas en Anchorage, fuimos a ver a mi otra hermana que vive allí. Mientras estábamos allí, llegaron a la puerta dos testigos de Jehová y dijeron que estaban desempeñando la ‘obra cristiana de predicar.’ Nunca había oído de los testigos de Jehová, de modo que escuché lo que tenían que decir. En realidad disponíamos de solo unos cuantos minutos para hablar, pero me gustó lo que oí y terminé por aceptar las revistas La Atalaya y ¡Despertad!, además del libro La verdad que lleva a vida eterna. ¡Ese era el libro más maravilloso que yo había leído! Mi esposo acabó de leerlo y comparte mi parecer al respecto.” Este matrimonio se bautizó en octubre de 1980.
El ir en busca de las personas de Alaska que son deseables a la vista de Dios ha sido una obra remuneradora. En el Anuario de los testigos de Jehová para 1940 no se indica que haya habido testigos de Jehová en Alaska en aquel entonces. Para 1970, había 814 Testigos que participaban en la obra de predicar. Durante los últimos 11 años ha habido un aumento de un 57 por ciento, de modo que 1.290 personas participan en la obra de predicar. En abril de 1981, un total de 3.282 personas asistieron a la Conmemoración de la muerte de Cristo. Verdaderamente, hay buenas perspectivas de que el recogimiento continúe aquí, como también en muchas otras partes del mundo.