Ella tenía una fe inquebrantable
Por dos años Renata, una jovencita brasileña de 14 años de edad, había sufrido de cáncer de los huesos en la rodilla izquierda. La amputación y la cobaltoterapia solo demoraron su muerte. La conciencia cristiana de Renata no le permitía aceptar una transfusión sanguínea, a pesar de que su médico insistía en que la necesitaba. Antes que Renata se hospitalizara por última vez, el médico y una enfermera fueron a la casa de Renata a verla.
“Convengo en volver al hospital si el Dr. —— me promete que no volverá a mencionar una transfusión de sangre. Ya estoy cansada de tener que encararme a esta cuestión,” declaró Renata.
El médico convino y añadió que, a pesar de que Renata pudiera estar viviendo sus últimos momentos, ella tenía una fe inquebrantable.
Durante los últimos ocho meses Renata no pudo estar acostada debido al fuerte dolor. Cuando llegó el tiempo para una asamblea de los testigos de Jehová, ella lloró y dijo: “Si tan solo pudiera hablar con todos, diría: ‘Usen sus piernas cuanto puedan. Quizás mañana no puedan andar y trabajar para Jehová. ¡No se pierdan sus asambleas!’”
Renata oraba constantemente. Un día su madre por casualidad la oyó orar: “Jehová, yo sé que nunca voy a mejorar. Los médicos no pueden curarme, pero Tú puedes. Pero sé que todavía no es tiempo para eso; solo en el Nuevo Orden. Pero, por favor, no dejes que me hinche más; de otro modo mamá no podrá llevarme al baño.”
Si otras personas, incluso su madre, lloraban en la presencia de Renata, ella las animaba a ser de fe firme. Su madre escribe: “Recuerdo que un día después de la amputación una enfermera dijo a Renata: ‘¿Cómo te fue posible estar tan animada en la mesa de operaciones? Es grato saber que te van a dar una pierna artificial, ¿verdad?’ Renata respondió: ‘No, espero tener una de carne y sangre que Jehová Dios me dará en el Nuevo Orden.’”
[Comentario en la página 29]
Cuando estaba internada en un hospital, Renata exhortaba: “¡No se pierdan sus asambleas!”