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  • “He observado la fe”
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1994
w94 1/7 págs. 29-31

“He observado la fe”

RELATADO POR AMIGOS DE BRUNELLA INCONDITI

“EL SÁBADO transcurría con una lentitud insoportable. Me hallaba completamente sola en la habitación, agobiada por la sensación de inutilidad. Sentía como si hubiese estado caminando por un pasillo en el que todo iba bien hasta que alguien súbitamente cerraba la puerta de golpe frente a mí, dejándome atrapada, sin importar cuánto me esforzara por hallar la salida.”

Una inmensa desilusión afligía el corazón de Brunella Inconditi, una joven de solo 15 años de edad. El día más importante de su corta existencia pasaba sin ninguna novedad. Antes, ese mismo año, su amor cada vez más intenso a Jehová y a la Biblia la había motivado a dedicar su vida a él. Deseaba bautizarse en julio de 1990, en la Asamblea de Distrito “Lenguaje Puro” de los Testigos de Jehová que se celebraría en Montreal (Canadá). En lugar de eso, estaba a punto de ver sometida su fe a una prueba que duraría por el resto de su vida.

Dos días antes de la fecha en que esperaba simbolizar su dedicación mediante el bautismo en agua, Brunella se enteró de que padecía leucemia. Los doctores del hospital pediátrico local quisieron empezar el tratamiento de inmediato, y la joven tuvo que permanecer en el hospital.

Convence a los médicos con sus propias palabras

Brunella sabía que Jehová Dios considera sagrada la sangre. (Levítico 17:11.) Sus padres, Edmondo y Nicoletta, habían puesto como condición que no se empleara sangre en el tratamiento de su hija. “Aunque era menor de edad, Brunella quería que los médicos también lo escucharan de sus propios labios —rememora su padre—. Les dijo con firmeza que no quería ningún tratamiento que transgrediera el mandato bíblico de ‘abstenerse de sangre’.” (Hechos 15:20.)

El 10 de julio de 1990, tres médicos y una trabajadora social se reunieron con los padres de Brunella y con dos ministros de la congregación local de los testigos de Jehová. Los exámenes habían confirmado que Brunella padecía leucemia linfoblástica aguda. Los médicos explicaron cómo se proponían atacar la enfermedad. Aclararon con mucho tacto que el tratamiento era muy complicado. “Su comportamiento y determinación de obedecer a Dios conmovió a los médicos y a la trabajadora social. Les impresionó el amor de sus padres y el apoyo de sus amigos de la congregación cristiana. Además, agradecieron que comprendiéramos y respetáramos su postura”, recuerda uno de los ancianos.

Los médicos se proponían evitar las transfusiones de sangre. Aunque le administrarían quimioterapia extensa, esta sería menos agresiva que de costumbre. Se esperaba reducir así el daño que el tratamiento causaría a los glóbulos rojos. “Los médicos consideraron las necesidades físicas, emocionales y espirituales de Brunella —explica Nicoletta—. Cuando les pedimos que consultaran con un especialista que tuviese experiencia en el tratamiento de niños con leucemia sin utilizar sangre, estuvieron de acuerdo.” Entre Brunella y el personal del hospital se creó un fuerte vínculo afectivo.

Metas espirituales

Aunque el tratamiento inicial produjo buenos resultados, aquello fue solo el principio de la terrible experiencia de Brunella. Para noviembre de 1990 la enfermedad se hallaba en el período de remisión; por lo tanto, se bautizó sin demora. Haciendo una recapitulación de los meses previos, admitió: “No fue nada fácil. Se necesita mucha fortaleza y pensar positivamente. [...] Vi mi fe sometida a prueba, pero me mantuve firme y aún pienso emprender la carrera de precursora regular (ministro de tiempo completo)”.

A principios de 1991 Brunella tuvo una recaída. La quimioterapia la llevó al borde de la muerte, pero para sorpresa y satisfacción de todos, se repuso. Hacia el mes de agosto su estado fue lo suficientemente favorable como para permitirle servir de precursora auxiliar en el ministerio público durante un mes. Su salud empeoró de nuevo, y para noviembre de ese año, el cáncer había atacado varias partes de su cuerpo. Un grupo de médicos de otro hospital empezó a administrarle radioterapia.

Hasta en esas penosas circunstancias Brunella permaneció firme y se puso metas espirituales. Al principio, cuando se enteró de que tenía leucemia, se le dijo que probablemente solo viviría seis meses. Casi año y medio más tarde, seguía haciendo planes para el futuro. “No perdía el tiempo en lo que a trabajar por sus metas se refiere —comentó un anciano de la congregación—. Su fe en el Paraíso prometido por Dios la sostuvo durante toda su tribulación. Aunque era muy joven, alcanzó la madurez cristiana. Su comportamiento y su actitud animaron a la congregación; se ganó el corazón de cuantos la conocieron, incluso el personal del hospital.” Su madre recuerda: “Nunca se quejaba. Cuando alguien le preguntaba cómo se sentía, contestaba: ‘Bien’, o: ‘No tan mal, ¿y usted?’”.

Un futuro seguro

Brunella pensaba asistir en julio de 1992 a la Asamblea de Distrito de los Testigos de Jehová “Portadores de Luz”. No obstante, para el tiempo de la asamblea tuvo que ser internada en el hospital; su vida se extinguía. Aun así, resuelta a ver el drama Haciendo lo que es recto a los ojos de Jehová, asistió a la asamblea en una silla de ruedas.

Pasó los últimos días de su vida en casa, con su familia. “Hasta en sus últimos momentos mostró más interés en otros que en sí misma —dice Nicoletta—. Animaba a sus visitas a estudiar la Biblia, diciendo: ‘Nos veremos de nuevo en el Paraíso’.”

Brunella falleció el 27 de julio de 1992 con la firme esperanza de que resucitará en el Paraíso terrenal. Aunque apenas había comenzado a alcanzar sus metas, tenía planes de reanudar su derrotero de dedicación después de resucitar. Unos cuantos días antes de morir, escribió la siguiente carta, que se leyó en el funeral.

“Queridos amigos:

”Gracias por haber venido. Su presencia en este lugar significa mucho para mi familia.

”Ustedes, los más allegados, pasaron conmigo por muchas experiencias. Tuvimos muchos momentos difíciles, pero también pasamos algunos ratos agradables. La lucha fue dura y larga, pero no creo haberla perdido. Como dicen las Escrituras, ‘he peleado la excelente pelea, he corrido la carrera hasta terminarla, he observado la fe’. (2 Timoteo 4:7.)

”Además, aprendí mucho y maduré bastante, y mis amigos y aquellos que me rodeaban notaron la diferencia. Quiero dar las gracias a todos los que me brindaron su apoyo.

”Ustedes, los que creen en Jehová y en el nuevo sistema, saben que habrá una resurrección, como dice Juan 5:28, 29. Por lo tanto, manténganse firmes en la verdad y podremos vernos nuevamente.

”Quiero dar las gracias a todos los que conocieron mis penalidades. Reciban un fuerte abrazo y un beso. Los amo a todos.”

Brunella no permitió que ni su juventud ni su enfermedad la hicieran aplazar su dedicación a Dios. Su ejemplo de fe y determinación anima por igual a jóvenes y mayores a superar cualquier obstáculo que pudiera presentarse en la carrera por la vida. (Hebreos 12:1.)

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