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  • ‘Pesca de hombres’ en las regiones árticas
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
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  • De isla en isla
  • Respuesta afectuosa en el ártico helado
  • Una experiencia remuneradora
  • Sigue el viaje
  • Un viaje inolvidable
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1987
w87 15/7 págs. 25-27

‘Pesca de hombres’ en las regiones árticas

Cada verano muchos testigos de Jehová predican en “territorios no asignados”: zonas remotas donde no se han establecido congregaciones. Muchos son obreros y estudiantes que dedican sus vacaciones a esto. Otros son precursores de tiempo completo que quieren ensanchar su ministerio. Experimentan el gozo de llevar las buenas nuevas a los habitantes de lugares aislados, y estrechar los lazos que los unen a su familia y a sus hermanos espirituales. Este es el relato de una expedición de esa índole en el norte lejano.

LENTAMENTE iba alejándose del muelle la embarcación pesquera Skagstein. Era una noche de principios del verano. Una delicada brisa del este rizaba el mar y nos refrescaba con alivio del olor de pescado y aceite de arenque. De pie en la cubierta, dijimos adiós con las manos a Båtsfjord, la aldea pesquera más grande de Finnmark oriental, Noruega.

El grupo de viajeros constaba de ocho. Øivind y Åshild habían venido a Båtsfjord 11 años antes para ayudar a predicar en este territorio no asignado. Ahora que se mudaban a otra zona, ya florecía allí una congregación de casi 40 publicadores del Reino. Los demás del grupo eran: el capitán, Jarle (pescador profesional y precursor “estacional”), dos precursoras, un operador de excavadora, un obrero industrial y un oficinista del Hogar Betel noruego. ¿Para qué se había juntado este grupo? ¿Y en qué clase de viaje iban?

De isla en isla

Esta vez Jarle no iba a la pesca de bacalao. Lo que planeábamos era visitar isla tras isla y población aislada tras población aislada en la Skagstein desde Båtsfjord, en el norte lejano, hasta Brønnøysund, en el condado de Nordland. Cubriríamos más de la mitad de la costa noruega. ¿Por qué? Porque a muchos de estos lugares solo se puede llegar por embarcación privada, y solamente una vez en varios años pueden los testigos de Jehová visitarlos y llevarles el mensaje del Reino. Habíamos decidido ir a ‘pescar hombres’ en estas poblaciones aisladas. (Mateo 4:18, 19.)

La embarcación salió de Båtsfjorden y durante toda la noche se dirigió hacia el oeste, por la costa. Era el primero de julio. El sol de medianoche, tras un velo de nubes, se manifestaba en una suave luz grisácea. Había miles de gaviotas en los acantilados. Según el capitán, el oleaje del mar era precisamente lo deseable. Pero para algunos de nosotros —marineros de agua dulce— estaba un poco encrespado.

La mañana siguiente arribamos al muelle de Honningsvåg. Aquí empezaría nuestra obra de “pescar”, la predicación. A la gente de Noruega septentrional se le conoce por su hospitalidad. Por lo general, una vez que habíamos dado una idea de nuestra misión nos hacían pasar a la cocina, nos daban un banco para que nos sentáramos, y nos servían café. Entonces teníamos que detallar quiénes éramos, de dónde veníamos, cuál era nuestra ocupación, el nombre y tamaño de nuestra embarcación, si hasta ahora habíamos pescado algo o no, y a cuántos otros lugares íbamos. Solo después de esto podíamos llegar al punto verdadero de la visita: las buenas nuevas del Reino de Dios.

Respuesta afectuosa en el ártico helado

¿Atraería el mensaje a estos habitantes de una isla a 480 kilómetros (300 millas) al norte del Círculo Polar Ártico? ¿Qué preocupaciones tenían estas personas? Exactamente las mismas de la gente de todas partes: la injusticia social, el desempleo, el dinero, y problemas de familia y personales. También les preocupaba la tensa situación mundial: las relaciones entre el norte y el sur y el conflicto entre oriente y occidente.

Se nos hizo fácil indicar la solución que da la Biblia: el Reino de Dios. ¡Y qué remunerador fue ver que el pesimismo y el escepticismo se disipaban y el gozo y la esperanza ocupaban su lugar! Muchas personas de estos lugares lejanos han orado por el Reino desde la niñez, pero nunca realmente han entendido el significado de tal oración. (Mateo 6:9-13.) Dejamos literatura bíblica en manos de muchos de los isleños e hicimos arreglos para escribirles y seguir estimulando su interés.

Aunque estábamos en verano, la temperatura era solo de unos 2 °C (poco más de 30 °F) en Rolvsøy, y había un viento fuerte. Uno de los hermanos, temblando y cubriéndose lo mejor que podía con su abrigo, se acercó a un hombre que estaba de pie en la orilla.

“¿Tiene frío?”, preguntó el hombre.

“Eh...”, respondió el hermano, titubeando.

“¡Venga, para que coma y beba algo caliente!”

Dentro de la casa, el hombre llevó al hermano a la cocina, donde su esposa se hallaba ocupada en sus quehaceres.

“¿Tienes café para este muchacho?”, preguntó el hombre.

La señora sirvió café y pan, jalea hecha en casa y salmón. Después de una agradable conversación, el hermano dejó alguna literatura bíblica en aquel hogar y —ya habiéndose calentado y sintiéndose estimulado— pasó a su siguiente visita. Así fue el testificar a la gente amigable y hospitalaria de estas zonas remotas.

Una experiencia remuneradora

A medida que la Skagstein surcaba las olas de isla en isla, los viajeros fueron aprendiendo a verse como grupo unido. Ocho personas que vivan en estrecha proximidad por días y semanas en una embarcación de 12 metros (38 pies) pronto llegan a conocer las características distintivas de cada una. Aprendimos a llevarnos bien y a mostrarnos consideración. Suavizamos nuestras asperezas, y pulimos nuestra personalidad cristiana. (Colosenses 3:9, 10.) Esto hizo que la experiencia fuera muy remuneradora.

Considerábamos juntos el texto bíblico del día y conversábamos sobre las experiencias diarias. Repasábamos lo que habíamos dicho y hecho y lo que pudiéramos haber dicho y hecho. Esto nos impulsaba a mayor eficacia al abordar a la gente. Los de menos experiencia o nuevos en la obra recibieron buen consejo y estímulo para un ministerio más eficaz.

“He estado pensando en el ministerio de tiempo completo desde que me bauticé —dijo Bjørn, de 27 años de edad—. Durante el viaje que hicimos creció en mí, poco a poco, el deseo y el valor de ‘probar a Jehová’ en cuanto a lo que él puede hacer por uno. Experimenté la gran confianza que podemos tener en Jehová. El viaje me ayudó a emprender la obra de precursor.” (Malaquías 3:10.)

El viaje también nos ayudó a comprender mejor lo apremiante de los tiempos en que vivimos. Muchas de las comunidades que visitamos estaban desapareciendo. Los establecimientos pesqueros estaban dejando de funcionar. Las oficinas del correo y los talleres estaban cerrando. La gente se preocupaba al ver que los jóvenes se trasladaban en busca de empleo a pueblos y ciudades lejanos, dejando atrás hermosas casas nuevas y el modo tradicional de vivir. Por todo el mundo hay millones de personas sin hogar y con hambre. Aquí hay casas vacías y gran cantidad de alimento del mar. Sin embargo, comparativamente pocas personas las quieren. Todo esto es prueba silenciosa de un mundo que está fuera de equilibrio.

Sigue el viaje

La expedición siguió por el lado norte de Sørøya hasta Kvænangen. En algunas de las paradas teníamos que llegar a la orilla en botes de remos. Pero en otros lugares la Skagstein podía llegar hasta el mismo muelle. Mucha de la gente local acudía en grupo para saber quiénes eran los extraños, porque ciertamente no les parecíamos pescadores. Cuando se enteraban de que éramos testigos de Jehová con buenas nuevas basadas en la Biblia, por lo general teníamos conversaciones animadas.

Después de cubrir esta zona, nos dirigimos hacia Tromsø, donde algunos asistiríamos a la Asamblea de Distrito “Paz Divina”. Esta parte del viaje ciertamente nos impresionó. Era de noche, pero precisamente sobre el horizonte brillaba el sol de medianoche. A la derecha se dibujaba la silueta de islas e islotes oscurecidos. A la izquierda, las montañas coronadas de nieve brillaban bajo la luz solar. El clima era moderado, y muy poco se rizaba la superficie del mar. Todo estaba en calma y tranquilo, excepto por el zumbido rítmico del motor y un poco de música suave de nuestro radiorreceptor. ¡Qué agradable ambiente!

Después de la asamblea de Tromsø hubo un leve cambio en el personal que viajaba. Entonces la expedición continuó, pasando cerca de Senja y por entre el grupo de islas Vesterålen hasta Bodø, y entonces hacia abajo a Brønnøysund, el punto final de nuestro viaje. En muchos lugares de la ruta, como en Rødøy, conocimos a personas que nunca habían hablado con testigos de Jehová. Habían pasado años desde las últimas visitas de predicación que se habían hecho a aquellos lugares, y ahora había crecido una nueva generación.

Un viaje inolvidable

Para cuando llegamos a Brønnøysund estábamos a fines de agosto. En retrospectiva, nos parece que jamás podremos olvidar las semanas que pasamos en la Skagstein. Durante el viaje habíamos pasado un total de 880 horas predicando las buenas nuevas, y habíamos dejado en manos de la gente 126 libros y 1.026 revistas, además de haber obtenido 12 suscripciones para La Atalaya y ¡Despertad! Habíamos sembrado mucha semilla del Reino en estas zonas poco pobladas.

“¡Nunca antes tuve mejores vacaciones!”, exclamó uno de los publicadores jóvenes que nos acompañó. Los que tuvimos el privilegio de viajar juntos concordamos de todo corazón. Nos parecía que no solo habíamos disfrutado de excelentes vacaciones, sino también de una de las experiencias espirituales más beneficiosas y remuneradoras que hasta la fecha habíamos tenido.

[Mapas en la página 25]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

SUECIA

FINLANDIA

U.R.S.S.

NORUEGA

Båtsfjord

Honningsvåg

Rolvsøy

Sørøya

Kvænangen

Tromsø

Senja

Bodø

Rødøy

Brønnøysund

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