Los proclamadores del Reino informan
En Nueva Zelanda: Un día memorable
“NOS faltan palabras para expresar el gozo de estar con ustedes. ¡Nunca lo olvidaremos!”
“Nunca he experimentado nada igual en asociación teocrática.”
“Nos parecía que disfrutábamos de un día en el nuevo sistema de cosas.”
Así se expresaron personas que estuvieron presentes en el programa de dedicación de la sucursal de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract en Nueva Zelanda, el 29 de noviembre de 1986. ¿Qué las había conmovido tanto? Lo memorable de aquel día. Déjenos mostrarle qué lo hizo memorable.
Primero, el hermoso edificio que se dedicaba. John E. Barr, del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová, dijo que el Salón del Reino recién construido y el edificio de la sucursal eran “de buen gusto, elegantes, encantadores [...] La obra terminada refleja muy cuidadosa atención a los detalles, a la belleza. Todo se combina muy bien”.
Una hermandad cristiana
Además, fue memorable ver juntos a tantos Testigos que han estado sirviendo a Jehová fielmente por muchísimos años. De hecho, estos eran la mayoría de los 658 invitados. Cuando se encontraron con viejos amigos, a muchos de los cuales no habían visto por décadas, se sintieron como Pablo cuando, después de un largo viaje, se encontró con los hermanos de Roma: “Cuando alcanzó a verlos [a sus hermanos], Pablo dio gracias a Dios y cobró ánimo”. (Hechos 28:15.) El ver aquellos ejemplos de lealtad duradera —algunos estaban presentes a pesar de mala salud— fue una fuente de estímulo y gratitud.
El día fue memorable, también, por la afectuosa hermandad internacional de que disfrutaron los presentes. Los testigos de Jehová pertenecen a una hermandad mundial, y esto se evidenció por los invitados que vinieron de lugares tan distantes como Australia, los Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña y Taiwan, así como de Papuasia Nueva Guinea, Samoa y otras islas de Oceanía. Se recibieron telegramas de muchas personas que no pudieron estar allí personalmente, como los saludos del Cuerpo Gobernante, de los miembros de la familia del Betel de Brooklyn y de la clase número 82 de la escuela misional de Galaad. Ciertamente resultó fortalecedor para la fe de los presentes el interés de tantos hermanos de muchos países en la dedicación de la sucursal de Nueva Zelanda.
Testigos leales colocan los cimientos
Algo emocionante y que contribuyó también a que aquel día fuera memorable fue recordar la larga historia de la predicación en Nueva Zelanda, que llevó a la construcción de aquella sucursal. (Compárese con Hebreos 10:32.) Como dijo uno de los discursantes: “Aunque los cimientos físicos del magnífico nuevo complejo de Betel son importantes, los de mayor significado son cimientos figurativos colocados por hermanos y hermanas leales y abnegados desde principios de este siglo”.
Entonces fueron entrevistados 11 hombres y mujeres fieles cuyos años de servicio como personas dedicadas, combinados, alcanzaban la cifra de 680 años. Describieron una de las primeras asambleas que se celebraron en Nueva Zelanda, en 1913. Recordaron los rigores de ser precursor en la isla del Sur en los años treinta, las dificultades que se experimentaron durante los años de la II Guerra Mundial cuando la organización fue proscrita, la formación de la sucursal de Nueva Zelanda en 1947, la llegada de los primeros misioneros de Galaad y la construcción del primer Salón del Reino en el país en 1950. Un sentimiento que todos compartían era: “¡Cuán agradecidos estamos de estar aquí y ver prueba de un aumento que, en los primeros días, jamás nos hubiéramos imaginado!”.
La bendición de Jehová
Quizás lo que principalmente hizo inolvidable aquel día fue saber que la bendición de Jehová había guiado la construcción hasta que quedó terminada. Correctamente se tituló una sección del programa del día: “La buena mano de nuestro Dios sobre nosotros”. (Nehemías 2:8.)
Se vio la buena mano de Jehová en el deseo de ayudar y la cooperación que mostraron los negociantes y las autoridades de la localidad, así como en las cualidades cristianas que manifestaron los trabajadores mismos en el lugar de la construcción. Cierto hombre de negocios, de visita allí, dijo: “En ningún otro lugar he sentido la paz y tranquilidad que siento cuando estoy aquí”.
La bendición de Jehová se vio en la generosidad de los Testigos del país que apoyaron financieramente el proyecto. También se observó en la buena disposición de los que se ofrecieron para efectuar el trabajo. En total, 1.237 personas llenaron solicitudes de voluntarios y ofrecieron sus servicios, y algunas viajaron desde países distantes y pagaron su propio pasaje para pasar unas semanas o meses en la construcción. Dijo un hermano: “El ayudar allí fue un punto de viraje en mi vida”.
Como mencionó el hermano Barr en el discurso de dedicación, la nueva sucursal debe verse como “una prueba externa, tangible, del Reino Mesiánico de Dios ya establecido”. Sí, aquel realmente fue un día memorable para Nueva Zelanda. Al final, toda la concurrencia dio una sincera respuesta positiva a una resolución en la que se ofrecía “pleno apoyo a la organización de Jehová representada por nuestra sucursal”.