Hablar en lenguas... un fenómeno creciente
UNA fuerza se apoderó de mi lengua y las palabras simplemente fluyeron como el agua. ¡Qué gozo me produjo! Me sentí sin mácula. Desde entonces no he sido la misma persona”, exclamó alguien que tuvo la extraordinaria experiencia de hablar en una “lengua desconocida”.
Así describió esa persona lo que sintió la primera vez que habló en una “lengua desconocida”. Pero algunos tal vez se pregunten, y con razón: ‘¿A qué se refiere esto?’. Se refiere a una costumbre o creencia de algunas iglesias según la cual hombres y mujeres afirman que el espíritu de Dios los impulsa a hablar en idiomas extranjeros o desconocidos para ellos.
Es un fenómeno religioso creciente. En un tiempo el hablar en lenguas se consideraba exclusivo de los pentecostales, pero ahora trasciende las fronteras sectarias tradicionales y lo aceptan bautistas, episcopales, luteranos, metodistas, presbiterianos y católicos romanos. Se dice que mientras la persona habla en lenguas está en un estado extático, frenético e hipnótico. Algunos incluso dicen que es una experiencia histérica. Hay algo místico y carismático relacionado con el hablar en lenguas, o glosolalia.
¿Por qué desea la gente hoy el don de lenguas?
En su libro Tongues of the Spirit Cyril G. Williams indica que tal vez haya una “correlación entre la sensación de fracaso y el deseo de [hablar en] ‘lenguas’”. Lo describe como un mecanismo de desahogo con “valor terapéutico que disminuye la tensión” y “resuelve el conflicto interno”. Se dice que la frustración que produce el trabajo eclesiástico, la tensión emocional, el fracaso en una profesión, la pérdida de un ser querido, las tensiones en el hogar o la enfermedad de un familiar figuran entre los factores que contribuyen a esa habla extática.
De igual manera, en la publicación The Psychology of Speaking in Tongues, John P. Kildahl dice que “la inquietud es un requisito para cultivar la habilidad de hablar en lenguas”. Mediante investigaciones personales y entrevistas concienzudas, se halló que “más del 85% de los que hablan en lenguas pasaron por una crisis de inquietud claramente definida antes de empezar”. Por ejemplo, una madre quería hablar en lenguas a fin de orar por su hijo que padecía de cáncer. Un señor comenzó a hablar en lenguas durante un período de indecisión en cuanto a si debería o no aceptar un ascenso en su empleo. Otra mujer empezó a hablar en lenguas una semana después que su esposo se unió a Alcohólicos Anónimos.
¿Qué se siente?
Otra persona que habló en lenguas por primera vez informó: “Sentí un ardor en todo el cuerpo, escalofríos, gotas grandes de sudor, un estremecimiento y cierta debilidad en los brazos y las piernas”. La experiencia de hablar en lenguas suele ir acompañada de un comportamiento extraño, y eso perturba a algunos. Por ejemplo, “una joven casi se ahogaba con su propia saliva mientras se estiraba en una silla y apoyaba el cuello en la parte trasera del respaldo, a la vez que mantenía los talones en el piso y las piernas tiesas”. Durante una reunión “un hombre dio saltos mortales de un extremo a otro de la iglesia”.
“Para algunos —escribe el profesor William J. Samarin— el hablar en lenguas es una condición o un requisito para ser bautizado en el Espíritu Santo.” A los que no lo han logrado se les “hace sentir incompletos”. También se considera que es “una respuesta a la oración, una garantía del amor y la aceptación divinos”. Otros han dicho que les hace sentir armonía, gozo y paz internos, un “mayor sentido de poder” y “un sentido más intenso de identidad”.
¿Es realmente el habla extática una prueba del funcionamiento del espíritu santo? ¿Identifica esa experiencia a una persona como verdadero cristiano? ¿Es el hablar en lenguas parte de la adoración aceptable hoy día? Estas preguntas merecen más que una respuesta superficial. ¿Por qué? Debido a que queremos que Dios apruebe y bendiga nuestra adoración.