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  • ¿Qué clase de personas tienen su favor?
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1992
w92 1/12 págs. 3-5

¿Qué clase de personas tienen su favor?

“SE BUSCA NOVIA. Blanca y esbelta, con estudios superiores, preferiblemente universitarios. Imprescindible que sea de buena familia con propiedades. Preferentemente de la misma casta.”

ASÍ lee un anuncio matrimonial típico de los que se pueden encontrar en cualquier periódico de la India. Es probable que se vea algo parecido en muchas otras partes del mundo. En la India son los padres del futuro novio los que acostumbran poner el anuncio. Las respuestas quizás incluyan una fotografía de la joven vistiendo un sari de color rojo intenso y adornada con muchas alhajas de oro. Si la familia del muchacho da su consentimiento, se inician las negociaciones con vistas al matrimonio.

Normas comunes de valoración

Las novias blancas son muy solicitadas en la India. Se las prefiere debido a la creencia profundamente arraigada de que las llamadas castas inferiores de la sociedad hindú son de tez morena. Hace poco, en un programa de televisión de la India se contó la historia de dos muchachas: una blanca y la otra morena. La joven blanca era cruel y mal educada; la morena era bondadosa y gentil. Sucedió que, por arte de magia, la joven blanca se volvió morena como castigo, en tanto que la morena se volvió blanca. La moraleja de este cuento obviamente era que, aunque la bondad finalmente triunfa, la piel blanca es una recompensa deseable.

Tales sentimientos raciales a menudo están mucho más arraigados de lo que uno tal vez se dé cuenta. Por ejemplo, puede que una persona de Asia que esté visitando un país occidental se queje de malos tratos debido al color de su piel o a sus ojos rasgados. Le molesta dicho comportamiento, y se siente víctima de la discriminación. Pero al volver a su tierra natal, probablemente dé el mismo trato a personas de un grupo étnico diferente. Aún hoy en día el color de la piel y los orígenes étnicos son determinantes en muchos casos para la valoración de una persona.

“El dinero es lo que tiene buena acogida en todo”, escribió el rey Salomón de la antigüedad. (Eclesiastés 10:19.) ¡Qué ciertas son sus palabras! Las riquezas también influyen en la manera como se considera a la gente. Rara vez se cuestiona cómo se obtuvieron. ¿Se ha enriquecido un hombre por su arduo trabajo, por la administración cuidadosa de sus bienes, o por medios fraudulentos? Eso difícilmente importa. Las riquezas, mal adquiridas o no, hacen que muchas personas procuren ganarse el favor de su dueño.

Asimismo, en este mundo competitivo se ha puesto a la educación superior en un pedestal. En cuanto nace un niño se anima a los padres a comenzar a ahorrar grandes sumas de dinero para su educación. Cuando el niño tiene dos o tres años, están preocupados por hallar el jardín de infancia adecuado, siendo este el primer paso del largo viaje que lo llevará a la obtención de un título universitario. Parece que algunas personas creen que un diploma prestigioso les da el derecho a recibir el favor y el respeto de los demás.

No cabe duda de que el color de la piel, la educación, el dinero, los antecedentes étnicos: todos ellos han llegado a ser las normas que utilizan muchas personas al juzgar o, más bien, al prejuzgar a otros. Son los factores que determinan quiénes tendrán o no su favor. Y usted, ¿qué normas sigue? ¿Considera que alguien con dinero, de piel blanca o con educación superior es más digno de recibir favor y respeto? En ese caso, es preciso que examine seriamente la base de sus sentimientos.

¿Son válidas estas normas?

El libro Hindu World hace la siguiente observación: “A cualquier miembro de una casta inferior que matara a un brahmán se le podía torturar hasta morir y confiscar todos sus bienes, y su alma se condenaba por la eternidad. A un brahmán que cometiera homicidio solamente se le podía multar, pero nunca sentenciar a muerte”. Aunque el libro se refiere a otros tiempos, ¿cuál es la situación actualmente? Los prejuicios raciales y las tensiones entre diferentes comunidades han hecho que corran ríos de sangre incluso en este siglo XX. Y no solo en la India. El odio y la violencia perpetuados por el apartheid en Sudáfrica, los prejuicios raciales en Estados Unidos, el prejuicio nacionalista en los países bálticos —la lista parece interminable— son el resultado de sentimientos de superioridad innatos. Como se puede apreciar, el favoritismo basado en la raza o la nacionalidad de una persona no ha producido fruto bueno ni pacífico.

¿Qué se puede decir en cuanto a las riquezas? Sin duda alguna muchas personas se han enriquecido como resultado de su trabajo arduo y honrado. No obstante, miembros del hampa, comerciantes ilegales, traficantes de drogas y de armas, y otro tipo de personas, han acumulado enormes riquezas. Es verdad que algunos de ellos hacen donaciones a instituciones benéficas o apoyan programas de ayuda a los pobres. Sin embargo, sus actos delictivos han acarreado muchísimo sufrimiento y miseria a sus víctimas. Incluso aquellos cuyas actividades ilegales son comparativamente de poca importancia, como los que aceptan sobornos o participan en negocios turbios, han causado frustración, daños y muerte cuando sus productos o sus servicios fallan o resultan defectuosos. Realmente la posesión de riquezas no constituye intrínsecamente la base para dictar juicio favorable.

¿Qué lugar ocupa, entonces, la educación? ¿Es garantía de la honradez y rectitud de una persona el que detrás de su nombre vaya una larga lista de grados y títulos? ¿Significa que debe mirársele con favor? Es cierto que la educación puede ampliar nuestros horizontes, y muchos de los que han empleado su educación en beneficio del prójimo son dignos de honra y respeto. Pero la historia está repleta de ejemplos de explotación y opresión de las masas a manos de la clase educada. Y considere lo que ocurre actualmente en las universidades. Sus recintos están plagados de problemas relacionados con la drogadicción y las enfermedades de transmisión sexual, y muchos estudiantes ingresan con el único fin de adquirir dinero, poder y fama. La educación de una persona por sí sola difícilmente es un indicador confiable de su verdadero carácter.

No, el color de la piel, la educación, el dinero, los antecedentes étnicos u otros factores relacionados no constituyen una base sólida para juzgar la valía de otras personas. Estos no deben ser motivo de preocupación para el cristiano que procura ganarse el favor de otros. Entonces, ¿qué debe importarnos? ¿Cuáles deben ser nuestras normas?

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