Ayuda para las víctimas inocentes
EL SACRIFICIO de niños es uno de los crímenes más repulsivos que ha cometido el hombre. Algunas personas ni siquiera creen que pueda haberse llevado a cabo una práctica tan aborrecible. Pero muchos descubrimientos arqueológicos confirman que formó parte del culto fenicio.
Se quemaba a niños de familias nobles en ofrenda a dioses tales como Tanit y Baal Hamón. En Cartago se sacrificaba en el fuego a estas víctimas jóvenes ante la imagen de bronce de Kronos. Diodoro Sículo, historiador del siglo I a.E.C., dice que a los familiares del niño no se les permitía llorar. Quizá se pensaba que las lágrimas de angustia restaban valor al sacrificio.
Hubo un tiempo en el que se practicaron ritos parecidos cerca de Jerusalén, en la antigua Tofet. Los adoradores bailaban y tocaban panderetas para ahogar los gritos del niño cuando se le arrojaba al horno en forma de vientre de Mólek. (Jeremías 7:31.)
A Jehová le encoleriza la gente que cierra cruelmente los oídos al dolor del semejante. (Compárese con Proverbios 21:13.) Él es un Dios que se compadece de los niños y ciertamente incluirá a tales víctimas inocentes en la ‘resurrección de los justos y los injustos’. (Hechos 24:15; Éxodo 22:22-24.)
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