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  • ¿Es usted amigo de Dios? Lo que revelan sus oraciones
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
w97 1/7 págs. 27-30

¿Es usted amigo de Dios? Lo que revelan sus oraciones

¿HA ESCUCHADO alguna vez sin querer una conversación entre dos personas? Seguramente determinó enseguida la naturaleza de su relación: si eran extraños, simples conocidos o amigos íntimos, de confianza. De igual modo, nuestras oraciones revelan la clase de relación que tenemos con Dios.

La Biblia nos asegura que él “no está muy lejos de cada uno de nosotros”. (Hechos 17:27.) De hecho, nos invita a conocerlo. Incluso nos resulta posible ser amigos suyos. (Salmo 34:8; Santiago 2:23.) Podemos gozar de una relación muy íntima con él. (Salmo 25:14.) Evidentemente, la relación con Dios es lo más precioso que los seres humanos imperfectos podemos poseer. Y Jehová valora mucho nuestra amistad, como lo indica el fundamento sobre el que la establece: la fe en su Hijo unigénito, que dio su vida en favor nuestro. (Colosenses 1:19, 20.)

Nuestras oraciones deben revelar, por lo tanto, que amamos y apreciamos mucho a Jehová. Pues bien, ¿le ha parecido alguna vez que sus oraciones, aunque reverentes, carecen de verdadero sentimiento? Sucede con cierta frecuencia. ¿Cuál es la clave para mejorar en este aspecto? Cultivar la amistad con Jehová Dios.

Saquemos tiempo para orar

En primer lugar, para cultivar la amistad con alguien se necesita tiempo. Posiblemente usted salude todos los días a muchas personas, o incluso converse con ellas: vecinos, compañeros de trabajo, conductores de autobuses y dependientes de las tiendas. No obstante, esto no significa que sean sus amigos. La amistad crece cuando se habla largo y tendido con alguien, cuando se pasa de la comunicación superficial a la expresión de los sentimientos y pensamientos más íntimos.

De igual modo, la oración nos acerca a Jehová. Pero debe dedicársele el tiempo necesario; no basta con una rápida acción de gracias antes de comer. Cuanto más hablemos con Jehová, más capaces seremos de ordenar nuestros propios sentimientos, motivos y acciones. La solución a los problemas difíciles comienza a perfilarse cuando el espíritu de Dios nos trae a la memoria los principios de su Palabra. (Salmo 143:10; Juan 14:26.) Además, cuando oramos, Jehová se vuelve más real para nosotros y somos más conscientes del cariño e interés que nos tiene.

Esto último es cierto, sobre todo, cuando recibimos respuesta a las oraciones. Sin duda, Jehová puede “hacer más que sobreabundantemente en exceso de todas las cosas que pedimos o concebimos”. (Efesios 3:20.) Estas palabras no significan que realice milagros para beneficio nuestro. Sin embargo, nos brinda el consejo o la orientación que precisamos mediante su Palabra escrita, las publicaciones de la clase del esclavo fiel y los comentarios de hermanos afectuosos, a la vez que nos infunde las fuerzas necesarias para resistir las tentaciones. (Mateo 24:45; 2 Timoteo 4:17.) Tales experiencias nos llenan el corazón de gratitud a nuestro Amigo celestial.

Por consiguiente, es imprescindible apartar momentos para la oración. Hay que reconocer que en este mundo tan ajetreado el tiempo escasea. Pero cuando una persona nos interesa de verdad, normalmente encontramos tiempo para estar con ella. Observe lo que indicó el salmista al respecto: “Como la cierva que ansía las corrientes de agua, así mi alma misma te ansía, oh Dios. Mi alma realmente tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré y me presentaré delante de Dios?”. (Salmo 42:1, 2.) ¿Siente usted ese vivo deseo de hablarle a Dios? Entonces, saque el tiempo para ello. (Compárese con Efesios 5:16.)

Por ejemplo, si se levanta temprano, dispondrá de un rato a solas para orar. (Salmo 119:147.) ¿Se desvela algunas noches? Pues puede aprovecharlas, como hizo el salmista, para contarle sus preocupaciones a Dios. (Salmo 63:6.) O tal vez sea nada más cuestión de hacer varias oraciones breves a lo largo del día. El salmista dijo a Dios: “A ti sigo clamando todo el día”. (Salmo 86:3.)

Mejoremos la calidad de las oraciones

A veces también es útil alargar las oraciones. En las oraciones breves se tiende a hablar de asuntos superficiales, pero cuando se hacen más largas e intensas, es más fácil expresar los pensamientos y sentimientos íntimos. Por lo menos en una ocasión, Jesús pasó toda la noche orando. (Lucas 6:12.) Si evita las prisas, seguro que sus oraciones se vuelven más íntimas y significativas.

Lo anterior no implica ponerse a divagar cuando se tiene poco que decir, ni tampoco recurrir a la repetición sin sentido. Jesús advirtió: “Al orar, no digas las mismas cosas repetidas veces, así como la gente de las naciones, porque ellos se imaginan que por su uso de muchas palabras se harán oír. Pues bien, no se hagan semejantes a ellos, porque Dios su Padre sabe qué cosas necesitan ustedes hasta antes que se las pidan”. (Mateo 6:7, 8.)

La oración es más significativa cuando se piensa de antemano en qué temas se quieren incluir. Las posibilidades son ilimitadas: los gozos en el ministerio, los defectos y flaquezas, las decepciones, las preocupaciones económicas, las presiones en el trabajo o la escuela, el bienestar de la familia y el estado espiritual de nuestra congregación, entre otros asuntos.

¿Se distrae a veces mientras ora? Si así es, esfuércese más por concentrarse. Después de todo, Jehová ‘presta atención a nuestros ruegos’ con gusto. (Salmo 17:1.) Así pues, ¿no deberíamos nosotros poner gran empeño en dar la debida atención a nuestras propias oraciones? En efecto, ‘fije la mente en las cosas del espíritu’ y no permita que esta divague. (Romanos 8:5.)

La manera como nos dirigimos a Jehová también es importante. Si bien él desea que lo consideremos un amigo, nunca debemos olvidar que le estamos hablando al Soberano del universo. Medite en la imponente escena de Revelación (Apocalipsis) 4 y 5. Allí Juan describe la visión que tuvo de la magnificencia de Aquel a quien oramos. ¡Qué privilegio tan grande es dirigirnos y tener acceso al “que está sentado sobre el trono”! Jamás empleemos un lenguaje demasiado familiar o poco digno. Debemos procurar, más bien, que ‘los dichos de nuestra boca y la meditación de nuestro corazón sean placenteros delante de Jehová’. (Salmo 19:14.)

Hay que tener presente, sin embargo, que la elocuencia no impresiona a Jehová. A él le complacen nuestras expresiones respetuosas y sinceras, sin importar lo sencillas que sean. (Salmo 62:8.)

Consuelo y comprensión en tiempos de necesidad

Cuando necesitamos ayuda y consuelo, a menudo acudimos a un amigo íntimo en busca de palabras compasivas y de apoyo. Pues bien, ningún amigo es tan accesible como Jehová. Él es “una ayuda que puede hallarse prontamente durante angustias”. (Salmo 46:1.) Como “el Dios de todo consuelo”, comprende por lo que estamos pasando mejor que nadie. (2 Corintios 1:3, 4; Salmo 5:1; 31:7.) Y muestra verdadera empatía y compasión por los que se hallan en una situación desesperada. (Isaías 63:9; Lucas 1:77, 78.) Al ver a Jehová como un amigo comprensivo, nos sentimos libres de hablarle con fervor y contarle nuestros temores e inquietudes más profundos. De este modo experimentamos por nosotros mismos cómo ‘las propias consolaciones de Jehová empiezan a acariciar nuestra alma’. (Salmo 94:18, 19.)

Es posible que de vez en cuando nos sintamos indignos de dirigirnos a Dios a causa de nuestros errores. Pero, ¿qué pasaría si un amigo íntimo pecara contra usted y le suplicara perdón? ¿No se sentiría impulsado a consolarlo y tranquilizarlo? ¿Por qué esperar menos de Jehová? Él perdona generosamente a sus amigos que pecan como consecuencia de la imperfección humana. (Salmo 86:5; 103:3, 8-11.) Sabiendo esto, no nos contenemos de confesarle francamente nuestros errores; podemos contar con su amor y misericordia. (Salmo 51:17.) Si estamos deprimidos debido a nuestras deficiencias, hallaremos consuelo en las palabras de 1 Juan 3:19, 20: “En esto conoceremos que nos originamos de la verdad, y aseguraremos nuestro corazón delante de él respecto a cualquier cosa en que nos condene nuestro corazón, porque Dios es mayor que nuestro corazón y conoce todas las cosas”.

Pero no tenemos que estar en una situación desesperada para beneficiarnos del cariño e interés de Dios. Jehová se preocupa por todo lo que pudiera afectar nuestro bienestar espiritual y emocional. Por eso, nunca debemos pensar que nuestros sentimientos, pensamientos e inquietudes son demasiado triviales para mencionarlos en las oraciones. (Filipenses 4:6.) ¿Acaso cuando estamos con un amigo íntimo hablamos solo de los sucesos trascendentales de nuestra vida? ¿No compartimos también las preocupaciones de relativamente poca importancia? De la misma manera, podemos sentirnos libres de hablarle a Jehová de cualquier faceta de nuestra vida, pues sabemos que ‘él se interesa por nosotros’. (1 Pedro 5:7.)

Por otra parte, no es probable que una amistad perdure si uno habla únicamente de sí mismo. Nuestras oraciones, igualmente, no deben ser egocéntricas. También debemos expresar en ellas nuestro amor a Jehová y nuestra preocupación por sus intereses. (Mateo 6:9, 10.) No debemos valernos de la oración solamente para pedir ayuda a Dios, sino también para darle gracias y alabarlo. (Salmo 34:1; 95:2.) ‘Adquirir conocimiento’ mediante el estudio personal regular nos ayudará en este aspecto, ya que nos permite familiarizarnos con Jehová y sus caminos. (Juan 17:3.) Es sumamente útil leer el libro de Salmos y observar cómo le hablaron a Jehová otros siervos fieles.

La amistad con Jehová es, efectivamente, un don precioso. Que siempre demostremos cuánto lo agradecemos haciendo nuestras oraciones aún más íntimas, sinceras y personales. Así disfrutaremos de la felicidad a la que se refería el salmista cuando dijo: “Feliz es aquel a quien tú escoges y haces que se acerque”. (Salmo 65:4.)

[Ilustraciones de la página 28]

Podemos orar a Dios en toda oportunidad que se presente a lo largo del día

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