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  • ¿Les da usted una buena acogida?
  • Nuestro Servicio del Reino 1979
Nuestro Servicio del Reino 1979
km 2/79 págs. 1-4

¿Les da usted una buena acogida?

1 ¿Cuándo fue la última vez que usted visitó una congregación que no fuera la suya? ¿Recuerda usted cómo fue recibido? ¿Se interesó alguien en usted? Si los hermanos y hermanas fueron amigables, tomaron la iniciativa para familiarizarse con usted y de veras le dieron un buen recibimiento, ¿no le fortaleció y animó esto? Por otra parte, todos nosotros sabemos lo que es sentirse solo en medio de una muchedumbre sin tener a nadie con quien hablar o asociarnos, ¿no es cierto? Puesto que la manera en que nuestros hermanos nos reciben tiene tan gran impacto en nosotros tanto en sentido espiritual como en otros sentidos, las Escrituras tratan este asunto como algo que merece consideración detenida de parte de todos nosotros.—Rom. 15:7.

2 Sería útil que nos hiciéramos unas cuantas preguntas a este respecto: Antes y después de las reuniones, ¿hasta qué grado estoy al tanto de los visitantes? ¿Me intereso en ellos, y hasta descontinúo lo que estoy haciendo para darles una buena acogida? Es cierto que para la mayoría de nosotros es más fácil conversar con aquellos a quienes conocemos bien, los que vemos todas las semanas en el Salón del Reino, pero deberíamos tener presente que Jesús dijo: “Todos ustedes son hermanos.” (Mat. 23:8) Esto es cierto aunque el hermano visitante sea en cierto sentido un “extraño” para nosotros. Aún así, forma parte de la gran hermandad. ¡Qué alegres nos sentiríamos si un visitante regresara a la congregación a la cual pertenece llevando buen informe de que de veras se le hizo sentir bien en nuestro Salón del Reino y que le dieron “la acostumbrada acogida en el Señor con todo gozo”!—Fili. 2:29.

3 No solo tenemos la oportunidad de recibir a los hermanos que visitan nuestras reuniones, sino que por lo general algunas personas interesadas asisten. ¿Ha notado usted que algunas veces vienen por su propia cuenta? En esos casos, ¿qué se necesita para hacer que se sientan cómodas entre nosotros? Por supuesto, deberíamos tomar la iniciativa e ir a saludarlas y hablar con ellas, ¿pero es eso suficiente? Póngase en lugar de ellas y pregúntese: En realidad, ¿qué le gustaría que alguien hiciera por usted en ese caso? ¿No le gustaría que alguien lo hiciera sentirse cómodo, que se sentara a su lado durante la reunión y compartiera las publicaciones con usted? Entonces, ¿no sería bueno mostrar ese mismo interés en el visitante que está solo? En Lucas 15:2 la actitud de Jesús para con los que aún no eran sus seguidores provee cierta base para hacer esto.

4 En algunas congregaciones los jóvenes toman la delantera en dar la bienvenida y saludar a los visitantes. Piense en el impacto que puede tener sobre el extraño un saludo afectuoso y amigable de parte de un jovencito de buenos modales, cortés. Una madre nos dijo que ella hace un esfuerzo especial por entrenar a sus hijos a saludar a otros en las reuniones. Dijo: “En cuanto termina la reunión, todos mis hijos están entrenados para buscar a tres concurrentes que ellos no conocen personalmente por nombre, y entonces, antes de poder pasar tiempo hablando con sus amistades, tienen que presentarse a los visitantes.”

5 Aunque todos nosotros debemos asumir la responsabilidad de dar una buena acogida a otros, los ancianos deben asegurarse de que en la congregación hay hermanos asignados como acomodadores que cuiden debidamente de estos asuntos. Por lo general, el superintendente de estudios bíblicos tiene la responsabilidad de ver que esto esté bien organizado.

6 Por supuesto, el asunto de dar un buen recibimiento a otros no se limita a nuestras reuniones. Primera de Pedro 4:9 nos dice: “Sean hospitalarios los unos para con los otros,” y un lugar obvio para brindar esta hospitalidad es en nuestro hogar. Esto está envuelto en el significado de la palabra hospitalidad: “el dar o el complacerse en dar una buena acogida, alimento y abrigo y tratamiento bondadoso a amigos o extraños.” Los cristianos primitivos usaron sus hogares para hospedar a otros.

7 De vez en cuando Jesús visitó la casa de Lázaro, María y Marta. Sin duda a él siempre se le recibía bien allí, y él los amaba por la generosidad que mostraban. Igualmente, hoy día, de vez en cuando podemos invitar a unos cuantos hermanos a visitarnos en nuestro hogar y disfrutar de compañerismo. No piense que es preciso hacer una “fiesta” y proveer una comida espléndida o costosa. En estas ocasiones es bueno seguir los modelos bíblicos y dar énfasis a la asociación espiritual.—Luc. 10:41, 42.

8 Es muy deleitable llegarse a conocer mejor unos a otros, intercambiar experiencias y disfrutar del resultado estimulante de considerar animadamente algunos pasajes bíblicos con unos cuantos amigos.

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