Bahamas
LOS primeros expedicionarios españoles las llamaron Bajamar, que comunica la idea de “mar poco profundo”, y es de esta palabra que se deriva el nombre Islas Bahamas (islas del mar poco profundo). Las 700 islas y aproximadamente 2.300 islotes rocosos y arrecifes que componen las Bahamas distan unos 80 kilómetros (50 millas) de la costa de Florida y están repartidas por una zona de aproximadamente 250.000 kilómetros cuadrados (100.000 millas cuadradas), que se extiende hacia el sudeste por unos 880 kilómetros (550 millas) llegando casi hasta Haití.
Desde los días de Colón, los visitantes han prodigado elogios a la belleza natural de estas islas, sus playas de arena coralina rosada y blanca, sus transparentes aguas de hermoso color verde azulado y sus numerosos arrecifes de coral. Aquí también se hallan los hermosos jardines marinos donde miríadas de peces de una vistosidad exuberante nadan entre las fascinantes formaciones de coral. Además hay muchos bancos submarinos, como el Gran Banco de Bahama: una extensa meseta submarina de arena que se extiende hacia el sur casi hasta Cuba. Sus aguas alcanzan de 2 a 7 metros (6 a 24 pies) de profundidad. Esas características, aunadas a un clima excelente, han atraído a muchos visitantes. No ha de extrañar, pues, que las Bahamas sean famosas como centro turístico internacional.
Aunque las 700 islas y 2.300 cayos (islotes) se extienden por una zona tan amplia del océano, ocupan una superficie de únicamente 13.780 kilómetros cuadrados (5.300 millas cuadradas), comparable a una vez y media la extensión de la isla de Puerto Rico. Las Bahamas consiguieron su independencia de Gran Bretaña en 1973. En la actualidad tienen una población aproximada de 210.000 habitantes, de los que un 66% vive en la importante isla de Nueva Providencia, donde se halla la capital, Nassau, con su excelente puerto de aguas profundas. Otra isla importante y segunda en población es Gran Bahama. En las restantes islas vive, aproximadamente, un 25% de los habitantes de todo el archipiélago. A todo este conjunto de islas, con la excepción de Nueva Providencia, se las conoce como islas de afuera y entre estas están: las Abaco, Acklins, Andros, Bimini, Cat Island, Crooked Island, Eleuthera, las Exuma, las Inagua, Long Island, Mayaguana y San Salvador. Al mirar un mapa, se puede apreciar que la mayor parte de las islas Bahamas son franjas de tierra largas y estrechas. Hoy por hoy la industria principal es el turismo, seguido de la agricultura, la pesca, la producción de sal, el refinado de petróleo así como el abastecimiento de combustible a los barcos.
LAS BUENAS NUEVAS LLEGAN A LAS BAHAMAS
Los informes más antiguos de la obra de los testigos de Jehová en estas islas se remontan aproximadamente al año 1926, cuando el hermano Edward McKenzie y su esposa, de Jamaica, dieron testimonio a la gente de Nassau acerca del reino de Jehová. En ese mismo año vino más ayuda de Jamaica para esparcir las buenas nuevas entre los habitantes de las Bahamas: el hermano Clarence Walters y la hermana Rachel Gregory. En poco tiempo, Aubrey y Martha Blackman aceptaron la verdad y se bautizaron, y para 1928 ya había siete predicadores de las buenas nuevas en esas islas.
En febrero de 1929 el hermano C. J. Woodworth del personal de redacción de The Golden Age (actualmente ¡Despertad!), efectuó una visita de dos semanas a las Bahamas, y a su llegada a Nassau recibió la bienvenida de dos publicadores canadienses y cinco de las Bahamas. Entre los cinco publicadores locales estaban el hermano Walters, la hermana Rachel Gregory y la hermana Blackman.
Durante su visita, el hermano Woodworth viajó en el barco correo Priscilla hasta Norman Castle, en Abaco, donde pronunció discursos y colocó literatura bíblica. Él relató lo ocurrido una tarde a bordo del barco mientras estaba anclado: “El camarero vino a verme, y me dijo: ‘Hemos oído hablar de sus discursos en Norman Castle. No tenemos tiempo para conseguir una iglesia, pero si está dispuesto a hablar en la plaza pública, podemos garantizarle una buena concurrencia’. El ‘canvasser’ [término para referirse a los que distribuían literatura, empleado por el hermano Woodworth con referencia a sí mismo] dijo: ‘¡Vamos!’ Es una experiencia sin precedente el colocarse en un lugar destacado en la plaza de una ciudad desconocida, comenzar con un himno, y entonces ponerse a predicar. Pero un auditorio de 75 personas prestó mucha atención hasta el final”.
Al regresar a Nassau, dedicó mucho tiempo a predicar en compañía de los hermanos locales. Y refiriéndose de nuevo a sí mismo como el “canvasser”, el hermano Woodworth dijo: “El viernes y el sábado, en unas pocas horas, el ‘canvasser’ [distribuyó] el resto de los 170 libros y 100 folletos que había traído consigo desde Miami. Se [distribuyeron] en una manzana y media, y el mapa muestra que todavía quedaban por hacer setenta y cuatro manzanas y media, aunque muchas de ellas ya habían sido trabajadas por hermanos locales. El domingo por la noche hubo otra reunión en la plaza pública, con una magnífica asistencia de aproximadamente 250 personas. [...] El lunes por la noche se celebró una reunión en una iglesia bautista a la que asistieron 30 personas. En conjunto el viaje a las Bahamas fue el acontecimiento más feliz de la vida del ‘canvasser’”.
El pequeño grupo de siete publicadores continuó predicando en Nassau, y en 1932 se les unió E. P. Roberts de Trinidad. Los que escucharon sus discursos bíblicos dicen que era un orador muy dinámico. Presentaba discursos con regularidad en muchos edificios públicos de Nassau, y entre los que oyeron y ‘recibieron la palabra con suma prontitud de ánimo’ estuvieron Julia Archer, Alice Ambrister, Bertha Sturrup y Blanche Edgecombe.
Entre los asistentes a una de esas reuniones públicas en el teatro Palace estuvo un policía, quien, muchos años después, declaró: “¡Lo que oí esa noche me convenció de que eso era la verdad! Él demostró con la Biblia que lo que me habían enseñado en la iglesia no era cierto”. Ese hombre era Donald Oscar Murray (conocido afectuosamente como D. O.), quien llegaría a ser una de las columnas de la obra del Reino en las Bahamas. Posteriormente se alquiló un lugar pequeño en Blue Hill Road y allí se celebraban las reuniones.
LA PRIMERA PRECURSORA DE LAS BAHAMAS
En 1933 la hermana Rachel Gregory emprendió el servicio de precursor en las Bahamas. En 1926 había dejado su hogar en Jamaica para ir a servir donde hubiese más necesidad. Durante la década de los treinta fue muchas veces a las islas de afuera en pequeños barcos correo que hacían el trayecto desde Nassau. Cuando no había embarcadero, a menudo tenía que vadear hasta la orilla manteniendo en equilibrio sobre su cabeza el equipaje, los libros y el fonógrafo. Ella continuó sus incansables esfuerzos por llevar las buenas nuevas del Reino a otros hasta su muerte en agosto de 1972. Los que la conocieron dicen que era de baja estatura pero fuerte de espíritu.
EL HERMANO WALTERS LLEVA LA DELANTERA
En 1933 E. P. Roberts se marchó de las Bahamas y las reuniones fueron trasladadas al pequeño cobertizo que había en la parte posterior de la casa del hermano Walters, situada en la esquina de las calles Taylor y Market. El hermano Walters usaba un automóvil con equipo sonoro en el que ponía los discursos bíblicos del hermano J. F. Rutherford, el presidente de la Sociedad. Solía colocarse enfrente de la tienda que tenía el hermano J. A. C. Royal en la calle East, y allí ponía los discos y también distribuía tratados. Para entonces el grupo había aumentado e incluía a la familia Neeley, los Anderson, los Wilson, los Royal y el señor Lightbourne.
El celo con que el hermano Walters llevó la delantera se truncó abruptamente en 1942. Una tarde, después de marcharse de su pequeña tienda de la calle Blue Hill, recordó que había olvidado algo y tuvo que regresar para cogerlo. Al llegar, sorprendió a dos jóvenes robando y uno de ellos le atacó asestándole un golpe mortal. Eso representó un gran revés para aquel pequeño grupo que luchaba por seguir adelante con la obra de testificación. Los dos delincuentes fueron arrestados, declarados culpables y ejecutados.
A raíz de todo esto, el hermano D. O. Murray fue encargado de llevar la delantera en el grupo.
SE PROSCRIBE LA LITERATURA DE LA SOCIEDAD
Para entonces rabiaba la segunda guerra mundial, y el fervor nacionalista alcanzó las Bahamas. A este respecto el hermano Murray relata: “La policía me llamó y me dijo que me presentase en la comisaría para dar explicaciones sobre el folleto ¿Quién gobernará el mundo?, pues habían oído que lo distribuíamos. Les dije que me habría gustado darles un ejemplar, pero que estaba agotado. Cuando me preguntaron acerca de una radio que, según habían oído, utilizábamos para transmitir a Alemania, les aseguré que el rumor era falso”. A pesar del testimonio denodado que dio el hermano Murray en esa ocasión, pocos días después el periódico local, The Guardian, publicó la noticia de que la importación de la literatura de la Sociedad Watch Tower estaba oficialmente proscrita.
Sin embargo, los hermanos recibieron alguna literatura vía Gran Bahama, desde Florida, y se alegraron muchísimo de recibir este alimento espiritual a pesar de la proscripción. Durante ese tiempo las autoridades dijeron que cualquiera que tuviese literatura de la Sociedad tenía que entregarla, y quien fuese sorprendido con ella sería sentenciado a tres meses de prisión. El hermano Murray relató que en una ocasión le dijeron que llevase toda la literatura a la comisaría de policía. Él les dijo que no era de su propiedad, y que si la querían, tendrían que ir a recogerla a su casa. Nunca fueron.
El hermano Murray recuerda además que en ese tiempo los hermanos entendieron erróneamente que la proscripción recaía sobre la obra de los testigos de Jehová y no simplemente sobre la literatura. Debido a este mal entendido, hubo una notable disminución en la predicación durante ese tiempo. Para el año 1946 solamente informaron tres publicadores. La actividad de predicar nunca había sido tan baja desde su comienzo.
LOS MISIONEROS ACTIVAN LA OBRA
Poco tiempo después se reactivó la obra de predicar. El 1 de marzo de 1947, el hermano Murray esperaba con expectación en el muelle de Nassau la llegada del barco Yarmouth, que había efectuado desde Nueva York una travesía muy dura en un invierno extraordinariamente riguroso. A bordo viajaba una joven que se llamaba Kathleen Fairweather, graduada de la octava clase de la Escuela de Galaad. Dejemos que ella misma describa su llegada: “Aturdida y algo débil, miré fijamente las azules y serenas aguas del puerto de Nassau. Cielos azules, nubes blancas, aguas claras de color jade y esmeralda, todo ello bañado por los brillantes rayos del Sol. ¡Qué contraste con el embravecido océano Atlántico! Poco después un hombre vestido con un uniforme color caqui, que parecía del gobierno, se adelantó y se presentó como el hermano D. O. Murray”.
A bordo de ese barco estaban también George y Nancy Porter de la misma clase de la Escuela de Galaad. “La primera reunión a la que asistimos —recuerda la hermana Porter— es algo que no creo que olvidemos nunca. Había presentes nueve o diez personas. El hermano Murray era el presidente y comenzó con una oración, en la que dio gracias a Jehová por la llegada de los misioneros. Se necesitaba ayuda, dijo, y ‘hemos orado durante tanto tiempo por ello’. Brooklyn había prometido enviar a alguien, y aquí estábamos nosotros. La oración fue tan conmovedora que nos hizo sentir que deseábamos quedarnos y no marcharnos nunca.”
En esta primera reunión empezaron a organizar la obra de predicar. La hermana Mae Royal, que estaba presente, recuerda: “Se empleó gran parte de la reunión en demostrar mejores métodos de efectuar la obra de casa en casa. De hecho, las dos primeras semanas se dedicaron mayormente a ayudar a los hermanos a mejorar su testificación de puerta en puerta. El primer territorio que trabajamos en grupo estaba al otro lado de la calle, justo enfrente de donde teníamos el lugar de reunión. La hermana Gregory y yo llamamos a una casa en la esquina de las calles King y Market. Oré para que nadie respondiese a la puerta, pero para mi consternación la puerta se abrió de par en par y, sin detenerse en mí, la mirada del hombre se concentró en la hermana Gregory a quien reconoció. En su rostro se dibujó una amplia sonrisa. Eso era cuanto necesitaba para tener el valor de comenzar, aunque ya llevaba seis años asociándome con el pequeño grupo. Necesitábamos ayuda y la agradecimos”.
Para la primera celebración de la Conmemoración de la muerte de Cristo después de la llegada de los misioneros, hubo una asistencia de 23 personas. Entre ellas estaba la graduada de Galaad, Frieda Pulver, que había venido para ser la compañera de la hermana Fairweather.
PETICIÓN AL GOBERNADOR
En cuestión de unas semanas los misioneros recibieron muy malas noticias. Una carta del Oficial de Inmigración, P. S. Brice, les informó que tenían que “abandonar inmediatamente la colonia”.
“Aconsejados por un abogado, redactamos una petición para el gobernador pues era nuestro único medio de apelación —declaró uno de los misioneros—. Con ayuda de los Testigos locales, nos organizamos para conseguir la mayor cantidad posible de firmas en los seis días que nos habían concedido de plazo. Cada día visitábamos tantos hogares como podíamos, explicábamos la situación, leíamos la petición y conseguíamos firmas. En general nos recibieron bien, y hubo muchas personas que expresaron indignación por el hecho de que se echase a personas que predicaban la Palabra de Dios. En conjunto obtuvimos más de 2.400 firmas. Entonces presentamos la petición al secretario colonial quien se la haría llegar al gobernador. El secretario colonial, un galés llamado Evans, nos tranquilizó de antemano y al poco tiempo recibimos la respuesta... ¡podíamos quedarnos!”
¡Este era el momento de seguir adelante con la obra! De tres publicadores activos a comienzos del año llegaron a 27 para el mes de agosto de 1947. Las semillas de la verdad habían empezado a dar fruto a medida que algunos de los que estaban estudiando con los misioneros comenzaron a ponerse de parte del reino de Jehová. Entre esas “primicias” estuvieron Rowena Bowe, Corda Archer, Harry Petty, Rosa Mallory, Naomi Johnson, J. H. Johnson, Wellington Bain, Jeraldine Fernander y otros.
LOS ALBORES DE UNA NUEVA ERA
En 1948 amaneció una nueva era para la actividad de predicación, gracias a un nuevo medio de llegar a cada rincón del Caribe con las buenas nuevas: el barco misional de la Sociedad llamado Sibia. Este barco visitaría todas las islas del Caribe que no tuviesen predicadores activos de las buenas nuevas. Su primera escala fue las Bahamas. Esa goleta de 18 metros (60 pies) de eslora, una casa misional flotante, tenía una tripulación de cuatro personas: Gust Maki (capitán y navegante), Arthur Worsley (superintendente del hogar misional), Stanley Carter y Ronald Parkin. Aún hoy hay quienes conservan vivos recuerdos de la visita del Sibia. “En diciembre de 1948 —recordó Gust Maki— los cuatro que íbamos en el barco de la Sociedad llegamos al puerto de Nassau. Deseábamos ver a los cuatro misioneros y a los fieles publicadores de Nassau. Recuerdo que había una precursora excelente y muy celosa que había predicado mucho en la mayoría de las islas.” Era la hermana de Jamaica, Rachel Gregory, ya fallecida, pero cuya hija Alma todavía sirve fielmente con su familia como publicadora del Reino en Jamaica.
EL SIBIA PARTE PARA LAS ISLAS DE AFUERA
Los hermanos del Sibia pasaron bastante tiempo en la isla de Eleuthera. También visitaron Andros, Abaco, Bimini, Cat Island, Long Island, Harbour Island, Exuma, Inagua y Rum Cay. En casi todos los hogares colocaron literatura y aunque no pudieron llegar a todas las aldeas dejaron un total de 3.278 ejemplares. El hermano Arthur Worsley, que estaba a cargo de las actividades misionales de la embarcación relató:
“Predicar en las islas era muy placentero. Con los 2,70 metros (9 pies) de calado del Sibia, en muchas ocasiones el agua poco profunda representaba un desafío, pero fuimos a todas las islas mayores, a pesar de que a veces nuestra quilla casi rozaba el fondo. Era bastante común el que alguien con quien habíamos colocado literatura preguntase si podía acompañarnos y llevar nuestro maletín. Estaban tan entusiasmados con lo que habían aprendido que a veces, antes de que nosotros pudiésemos siquiera comenzar nuestra propia presentación, empezaban a hablar acerca de los libros. En muchas ocasiones, los libros se colocaban debido a la insistencia de la persona que venía acompañándonos. También recuerdo su hermosa manera de responder a nuestra introducción, diciendo: ‘Gracias señor, y que Dios se complazca en que no seamos ya más unos extraños’.
”Los habitantes de algunas islas eran muy pobres. No obstante, en la isla de Bimini un hombre compró una caja entera de Biblias debido a que solamente valían un dólar cada una, y porque pensó que nadie debería estar sin una Biblia. Luego las distribuyó indicando amablemente que podían pagarle poco a poco, según fuese ahorrando cada uno unos centavos. Otro hombre obtuvo varios libros nuestros pero no tenía dinero suficiente para la Biblia, así que le entregué una y conseguí que la aceptara al decirle: ‘Puede enviarme el dinero cuando lo tenga’. Un año más tarde recibí una carta de él, dándome las gracias por la Biblia y adjuntando un dólar.
”Algunas personas aún guardaban con aprecio literatura de la Sociedad tan antigua como El Arpa de Dios, por lo que les alegró saber que los libros que presentábamos los publicaba la misma organización. Por su conversación muchos demostraron que habían asimilado gran parte de la información que habían leído.
”A veces familias enteras estaban en los campos cuando visitábamos sus hogares, pero al regresar y ver las Biblias y libros de sus amigos, nos esperaban al día siguiente muy de mañana en el embarcadero para obtener sus propios ejemplares. Había quienes se acercaban al barco y nos daban pequeños regalos tales como peces, fruta o cocos, y nosotros por nuestra parte siempre les dábamos alguna literatura más.
”Aunque en algunos lugares era difícil tener reuniones públicas, en otros era bastante fácil. En muchas ocasiones solo bastaba con ponerse de pie y hablar. Esos discursos se presentaban en escuelas, iglesias, hogares privados, tiendas, bares, así como en los muelles o bajo una arboleda; en suma, en cualquier momento y lugar, y muchas veces sin siquiera la ventaja de tener luz o unos apuntes. Acostumbraba a ser muy difícil conseguir que las personas se dispersasen después de un discurso, y muchas de ellas parecía que nunca tenían suficiente. Lamentábamos no poderles dedicar más tiempo.
”Frecuentemente, cuando regresábamos a casa después de un largo y duro día en el servicio, nos regocijábamos al oír a las personas leer en voz alta para sí según pasábamos junto a sus pequeñas moradas. Muchas nos llamaban para expresarnos su aprecio por el libro y nos daban de nuevo las gracias por haberles visitado.
”Se colocó una gran cantidad de literatura en las islas principales y, debido a la verdad, hicimos muchos amigos, por lo que todos estábamos muy tristes ante la idea de tener que marchar. Aún quedaba mucho trabajo por hacer. De hecho, nuestra embarcación ni siquiera podía aproximarse a algunas de las islas debido a la poca profundidad de las aguas. Pero se acercaba la estación de los huracanes, y las aguas de las Bahamas eran tan poco profundas que habría pocos lugares para que el Sibia, de 2,70 metros (9 pies) de calado, pudiese hallar abrigo. Así, después de siete meses tan deleitables de predicación, pusimos rumbo a las Islas Vírgenes”.
AUMENTO A PESAR DE LA REACCIÓN DEL CLERO
Toda esta actividad de predicación le causó gran angustia a los líderes religiosos. Uno de ellos no pudo callar por más tiempo, y por lo tanto hizo un llamamiento en The Parish News, el cual decía en parte:
“Estoy algo molesto por causa de las personas que han venido a sembrar semillas de disensión en la parroquia. Se llaman testigos de Jehová. Tengan mucho cuidado y rechacen firmemente las doctrinas de esas personas. Sin duda les van a decir que lo que nosotros les estamos enseñando es falso, sin embargo hay buenos feligreses que reciben a esas personas en sus hogares y les permiten que les expliquen su propio libro. Recuerden que la iglesia existía mucho antes que la Biblia. [...] En cualquier momento que deseen conocer algo que no entiendan, consulten a su cura párroco. Él los colocará en el camino correcto. No escuchen a personas que no saben de lo que están hablando”.
Los hechos muestran que los “buenos” feligreses de las Bahamas estaban más inclinados a escuchar la verdad de la Biblia que a tomar en serio el desesperado llamamiento de The Parish News. Como prueba de esto, el promedio de publicadores en las Bahamas subió de 33 a 52, lo cual representó un 58% de aumento en un año. A la Conmemoración asistieron 112 personas, más del doble de la concurrencia del año anterior.
MÁS EMBARCACIONES PARA EXTENDER EL TESTIMONIO
En 1954 se usaron otras dos embarcaciones para abarcar las varias islas de las Bahamas. El Kirkwood II fue a Andros, Berry Islands, Gran Bahama y Eleuthera. El Fe fue hacia el sur a las Exuma, Long Island y Cat Island. A bordo del Kirkwood II viajaba su propietario, Arthur Hill, Sr., también Jack y Nettie Copple, los Porter, Bill Prince, Dick Ryde y Kay Fairweather. Hubo que hacer frente a una gran cantidad de dificultades para predicar a los habitantes de las islas, pero la gozosa respuesta que recibieron de muchas personas humildes compensó con mucho dichas dificultades.
Por ejemplo, Nancy Porter describe cómo abarcaron Eleuthera: “Nos dejaron a Kay Fairweather, a mi esposo y a mí en Hatchet Bay cerca del extremo norte, y entonces la embarcación se dirigió hacia el extremo sur a más de 96 kilómetros (60 millas) de distancia, donde desembarcaron Dick Ryde y Bill Prince. Tres o cuatro semanas después nos encontramos en Palmetto Point”.
Pero, ¿dónde pasaban la noche? Ella explicó: “En aquellos días la gente nos abría sus casas de par en par. Apreciaban el mensaje y nuestras visitas. Hasta hubo un hombre muy amable en Palmetto Point que puso su hogar a nuestra disposición. La embarcación había ido hacia otra isla, y cuando los hermanos terminaron allí regresaron y nos recogieron”.
La hermana Fairweather, que también había estado a bordo del Fe en un viaje a las islas del sur, comparte con nosotros algunas de las experiencias que tuvieron: “La primera recalada que avistamos después de salir de Nassau fue Bell Island en la cadena de las Exuma, y seis de nosotros nos dirigimos a tierra con la ayuda del bote, ansiosos de comenzar después de haber pasado un día y medio en la embarcación. Resultó que en ese lugar solo había dos casas pequeñas con techo de hojas de palma y las tres únicas personas eran casi analfabetas. Sin embargo, dejamos algo de literatura y seguimos hacia otros cayos.
”Lo que usualmente hacíamos cada día era que dos se quedaban en la embarcación, y los otros ocho abarrotábamos el bote y nos dirigíamos a tierra. Ya en tierra, formábamos dos grupos e íbamos en direcciones opuestas visitando todas las casas según nos alejábamos de la embarcación. Hacíamos un alto al mediodía de media hora para comer y luego reanudábamos el servicio. Como se colocaba mucha literatura, cada uno llevaba dos maletines. En aquellas islas la gente tenía pocas oportunidades de comprar algo para leer. Al caer la noche ya nos habíamos alejado por muchos kilómetros de la embarcación.
”Luego teníamos que desandar lo andado siguiendo la línea más recta posible. Como la embarcación estaba anclada a casi un kilómetro (media milla) de la playa debido a la poca profundidad de las aguas, teníamos un silbato fuerte con el que les dábamos una señal. Entonces de allí venía un bote a recogernos. Todos subíamos a bordo. Acostumbraba a ser un viaje de regreso húmedo, puesto que el bote generalmente iba sobrecargado. Cansados, por no decir exhaustos, comíamos algo y nos acostábamos”.
Por medio de mucho esfuerzo, gastos y tiempo las buenas nuevas del Reino iban llegando a las personas de las islas de afuera.
LA PRIMERA VISITA DEL HERMANO KNORR A LAS BAHAMAS
En diciembre de 1950, el entonces presidente de la Sociedad Watch Tower, N. H. Knorr, junto con su secretario, M. G. Henschel, efectuaron su primera visita a las Bahamas. El hermano Knorr presentó el discurso “¿Puede usted vivir para siempre en felicidad sobre la Tierra?” a un auditorio de 312 personas que atestaron el Motherʹs Club Hall, el lugar donde por entonces nos reuníamos. Estuvieron presentes bastantes dignatarios de la ciudad, entre quienes estaban un miembro del Parlamento y el editor de uno de los dos diarios. Esa noche el hermano Knorr anunció la apertura de una oficina sucursal en las Bahamas. Poco después el hermano August Claude Blum, ciudadano británico y graduado de la decimosexta clase de la Escuela de Galaad, fue nombrado superintendente de sucursal. Durante esta visita se dispuso el inicio de la obra de circuito y se nombró al primer precursor especial bahameño, Harold E. Clarke, quien fue enviado a Andros.
IRRUMPE LA DISENSIÓN
Una de las características de los subtrópicos es el cambio repentino del tiempo. A veces el día comienza despejado, soleado y azul, e inesperadamente grandes nubes espesas cubren el cielo, dejando caer lluvias torrenciales. De manera similar, el espíritu alegre y optimista del que disfrutaban los hermanos a finales de 1950 pronto fue eclipsado por la regresión causada por elementos disidentes. Se produjo una polarización de los hermanos en dos bandos. Para ayudar a restaurar la unidad, la Sociedad envió a las Bahamas a John Jones, un hermano canadiense de la decimoctava clase de la Escuela de Galaad, para que sirviera como superintendente de sucursal. Durante este período de dificultades la obra decreció de tal manera que de un promedio de 110 publicadores en 1951 se descendió hasta 92.
Es cierto que los hermanos de Nassau habían sido sacudidos en cierto modo por las pruebas que experimentaron. Pero, a la larga, su fe fue fortalecida. Ahora la necesidad más apremiante parecía ser el impulsar la obra en las restantes islas. Aunque los hermanos de las embarcaciones habían estado haciendo un trabajo excelente distribuyendo literatura, era necesario que se permaneciese más tiempo en las poblaciones. Esa necesidad se satisfizo a cierto grado en 1954 con la llegada de cuatro nuevos misioneros de la vigésimo tercera clase de la Escuela de Galaad.
SE DESARROLLA LA OBRA EN ELEUTHERA
Dos de los nuevos misioneros, Arthur “Bud” Hill y su esposa Shirley, fueron asignados a la isla de Eleuthera. Este nombre significa “libertad” y se deriva de un grupo de puritanos ingleses llamado “Eleutheran Adventurers” que, descontentos con las condiciones religiosas, abandonaron las islas Bermudas, y en 1648 establecieron una colonia en esa isla en busca de libertad.
En poco tiempo los misioneros dieron con la señora Angie Rankin, en Governor’s Harbour. Ella ya había mostrado interés cuando fue visitada anteriormente por Kay Fairweather en Nassau. Su respuesta a la verdad bíblica fue inmediata, y también lo fue la oposición de su padre, quien la llevó a la iglesia anglicana donde él era catequista. Ella rehusó participar en los ritos, y por ello sufrió muchos malos tratos de parte de su familia y de su esposo.
El hermano Hill comentó al respecto: “Shirley tenía que estudiar con ella bajo un árbol ya que en su casa no se nos permitía la entrada ni que tuviese literatura. Ella progresó hasta la dedicación y ha podido aguantar bajo oposición continua durante muchos años”. Ha hecho el precursorado auxiliar muchas veces y actualmente es una diligente proclamadora de las buenas nuevas en la congregación de Rock Sound.
Al mirar el mapa de Eleuthera se aprecia que es una isla muy larga pero a su vez muy estrecha, tan estrecha que en uno de sus puntos el mar a menudo inunda completamente la carretera cortando la comunicación. A fin de poder trabajar los poblados que quedan al norte de ese lugar, los hermanos se desplazan a pie.
En The Bluff, uno de esos poblados, hubo una señora que mostró interés. Era maestra de la escuela dominical. Su esposo era el ministro de la Iglesia de Dios y estaba muy opuesto, hasta el punto de prohibir a los Testigos que entraran en su propiedad. El estudio tenía que conducirse fuera de la valla, pero finalmente la señora se puso de parte de la verdad. La pequeña comunidad se molestó mucho cuando ella abandonó la iglesia. Ahora que había llegado a ser Testigo deseaba participar en la obra de casa en casa, pero los vecinos no admitían sus visitas ni querían escucharla. ¿Qué podía hacer?
Cogió su maletín de libros y fue por las calles del pueblo para que todos pudiesen verla y según se topaba con alguno le daba testimonio. Así testificó. Actualmente, 17 años más tarde, la hermana Lula Hudson todavía está activa y a menudo hace el precursorado auxiliar. Jehová ha bendecido su fidelidad, ya que ha podido llevar a cuatro personas a la dedicación y el bautismo. Y aunque todavía no hay ninguna congregación en esa zona, su esposo ahora escucha el mensaje de la verdad y se complace en dejar que los Testigos visitantes permanezcan en su hogar.
PRECURSORADO EN ROCK SOUND
El hermano Harold Clarke y su esposa se ofrecieron para emprender una asignación de precursores en Rock Sound, Eleuthera. “En febrero de 1962 —cuenta el hermano Clarke— llegamos a Rock Sound y tuvimos el gozo de conocer a los dos misioneros, Bud y Shirley Hill, quienes debido a que iban a ser padres, vieron necesario trasladarse a Nassau, donde había mejores oportunidades para que él encontrase empleo. A fin de mantenernos espiritualmente fuertes empezamos a organizar reuniones en la zona de Rock Sound en las que repasábamos el contenido de cada reunión. Pero como las personas que mostraban interés vivían en el extremo sur de Eleuthera, a unos 48 kilómetros (30 millas) de distancia, ¿cómo podríamos traerlos a las reuniones?
”Nuestro primer medio de transporte fue un pequeño automóvil inglés, marca Hillman. A veces embutíamos hasta trece personas dentro y yo conducía con alguno de los pequeños sentado sobre mis hombros.
”Se requería verdadera fe en que Jehová proveería para los que estábamos a su servicio. Hubo veces cuando se nos acabaron los fondos. Recuerdo que un viernes nos quedamos sin gasolina, y teníamos que viajar unos 56 kilómetros (35 millas) para conducir un estudio bíblico con una familia interesada que vivía en Governor’s Harbour. Mi esposa sugirió que les telefonease y les dijese que no podíamos ir. Pero decidí esperar un poco. Fui a la oficina de correos para recoger mi correspondencia y había una carta de una hermana polaca que vivía en Nueva York a la que habíamos conocido durante la asamblea de 1963. Al pie de la carta había una posdata que decía: ‘Incluyo 5 dólares que posiblemente os serán útiles para gasolina’. Regresé a casa rebosante de alegría y partimos para nuestro estudio bíblico.”
A LAS PUERTAS DE LA MUERTE
Estando en una tranquila isla subtropical, la amenaza de muerte a causa de un servicio fiel sería inimaginable. Sin embargo, al matrimonio Clarke les sobrevino esa prueba de la fuente más insospechada. Dejemos que él mismo nos lo explique:
“Un día, estando sentados a la mesa en nuestra casa, alguien nos disparó a través de la ventana. Aunque solo pude ver un automóvil que desaparecía por la esquina, varios días después supe que un ex hermano nos había disparado. Él admitió que en varias ocasiones nos había apuntado con su arma pero no pudo apretar el gatillo. Ignorando que seguía con la intención de matarnos, algún tiempo después fuimos a su hogar para ver a su niño que estaba enfermo, ya que el resto de la familia todavía estaba en la verdad. Lo que no sabíamos es que antes de irse a dormir había dicho que si yo iba, no debería entrar en su casa o de lo contrario me mataría. Estuvimos en su casa y yo incluso entré en la habitación donde él estaba pero no le desperté y al parecer Jehová permitió que él continuase durmiendo. Cuando se despertó y se enteró de que habíamos estado allí, se metió en su automóvil y nos siguió a toda velocidad para alcanzarnos.
”Cuando habíamos recorrido unos 6 kilómetros (4 millas) le dije a mi esposa: ‘Vamos a torcer aquí para ver un campo de cebollas’. Después nos dimos cuenta de que debió ser Jehová quien nos dirigió. Él siguió hasta Rock Sound, fue a nuestra casa, no halló a nadie y entonces fue a la comisaría de policía donde le quitaron el arma. Cuando llegamos a casa vino el sargento y nos dijo lo que había sucedido. Reflexionamos en el Salmo 23 y apreciamos el cuidado amoroso de Jehová y cómo Él protege a los que le sirven”.
Aquella congregación continúa prosperando, y hace poco todos se regocijaron de trasladarse a un Salón del Reino recientemente construido. Este es el segundo Salón del Reino que los hermanos han edificado en Rock Sound y es muestra de la bendición de Jehová sobre su arduo trabajo y espíritu de abnegación. Actualmente el hermano Clarke sirve como miembro del Comité de la Sucursal de las Bahamas.
PROGRESO ESPIRITUAL EN GRAN BAHAMA
A unos 80 kilómetros (50 millas) de la costa de Florida se encuentra Gran Bahama, la cuarta isla del país en tamaño, donde está ubicado el gigantesco complejo industrial, residencial y turístico de Freeport. Freeport sólo abarca una pequeña parte de esta isla de configuración llana, cuyos bosques de pinos mantuvieron una industria maderera durante varios años. Mientras que el matrimonio Hill se establecía en Eleuthera, sus compañeros de Galaad: Gordon Swisher, de Estados Unidos, y William Mayer, de Nueva Zelanda, se las ingeniaban para lograr adaptarse, en sus inicios, a la isla de Gran Bahama, aún subdesarrollada. Al llegar encontraron a Henrietta Pinder, la señora Barr y otra persona interesada, quienes formarían el núcleo de la futura congregación. Es digno de admirar el verdadero espíritu de precursor que tenían estos dos misioneros, quienes por llevar las buenas nuevas a estas personas humildes siempre ponían su comodidad personal en segundo lugar.
Después de unos dos años recibieron un cambio de asignación y fueron a Nassau, donde el hermano Swisher llegó a ser el nuevo superintendente de sucursal para reemplazar a John Jones, quien se vio obligado a marcharse por razones de salud, mientras que el hermano Mayer llegó a ser el primer superintendente de circuito de las islas. En 1956 el hermano Charles Anderson fue nombrado precursor especial y enviado a Gran Bahama. Para entonces la congregación estaba formada por seis adultos y dos niños que se reunían en un salón de baile perteneciente a una de las hermanas locales. Poco después la congregación fue bendecida con más precursores.
Para el año 1961 Gran Bahama estaba experimentando una tremenda expansión industrial. El gobierno de las Bahamas había concedido permiso a los urbanistas para crear una ciudad puerto franco que atrajera la industria así como a compradores de artículos libres de impuestos. Casi de la noche a la mañana, de lo que hasta entonces había sido principalmente un bosque de pinos, surgió una moderna metrópoli.
Entre las miles de personas atraídas por las oportunidades que esta situación creó, hubo muchos hermanos de otras islas del archipiélago y de todo el mundo. En poco tiempo, el pequeño Salón del Reino que fue edificado en Eight Mile Rock, se quedó pequeño. En esta congregación de carácter cosmopolita había hermanos con diferentes aptitudes, por lo que en 1972 construyeron un Salón del Reino que verdaderamente sirvió para dar honra al nombre de Jehová. Es uno de los lugares de reunión de los testigos de Jehová en las Bahamas que ha sido diseñado con más gusto.
Desde aquel tiempo el concepto original de Freeport ha experimentado grandes cambios, pues el gobierno de las Bahamas ha intervenido a mayor grado, confiriendo a la ciudad un carácter más bahameño. Las florecientes congregaciones de Freeport y Eight Mile Rock actualmente son menos cosmopolitas pero no menos activas en predicar las buenas nuevas a los habitantes de Gran Bahama.
EMPIEZA LA OBRA DEL REINO EN ACKLINS
Para explicar cómo empezó la obra del Reino en una de las islas más surorientales del archipiélago, debería entenderse la expresión bahameña “ir bajo contrato”. Durante los años que siguieron a la segunda guerra mundial había escasez de mano de obra en el sur de los Estados Unidos para atender la industria frutera, y por ello se emprendió en las Bahamas una campaña de contratación para atraer mano de obra bahameña dirigida principalmente a la recolección de fruta. Los bahameños firmaban un contrato para trabajar durante cierto período de tiempo y así se desarrolló la expresión “ir bajo contrato”.
Uno de estos trabajadores contratado fue Wilbert Cox, de la isla de Acklins. Estando en las Bahamas nunca había oído de los testigos de Jehová, ya que pocos barcos habían penetrado hasta la zona de Snug Corner donde él vivía. No fue sino hasta 1951, en Florida, que tuvo su primer contacto con ellos. Le impresionó la esperanza de vivir para siempre en la Tierra y el que los hermanos viajaran casi 10 kilómetros (6 millas), ida y vuelta al campamento de emigrantes, para ayudarle a ir a las reuniones. Después de tres meses perdió contacto con los Testigos porque fue trasladado a otra parte de Florida. Pero en 1954 se le predicó de nuevo en Deland, Florida. Esta vez fue él quien tomó la iniciativa de viajar en autobús a las reuniones por unos 48 kilómetros (30 millas). Luego los hermanos le ayudaban a regresar.
En 1955 volvió a Acklins, su isla de origen, siendo ya un Testigo bautizado lleno de celo y optimismo, deseoso de compartir la verdad con las personas de su isla. Durante los veintinueve años que han transcurrido desde entonces, nadie en Acklins ha aceptado la verdad excepto su propia familia. Y esto a pesar de que su conducta ejemplar y su neutralidad cristiana le han hecho ganar la reputación de ser “el único ministro verdadero de Dios en Acklins”.
OTRO TRABAJADOR CONTRATADO APRENDE LA VERDAD
Thomas Dawkins, otro trabajador bahameño contratado, conoció la verdad de manera similar. Thomas era un fiel adherente de la religión Gospel Hall en las Bahamas, e hizo casi todo lo posible para no hablar con los Testigos. Cuando estuvo en Florida bajo contrato seguía con la misma actitud. Pero un día, temprano por la mañana, salió para respirar aire fresco y estando sentado en una vieja caja de naranjas fuera de la casa donde vivían los trabajadores, se acercó una Testigo. Thomas todavía estaba en pijama y tan pronto como vio venir a la hermana intentó meterse en la casa pero, en su prisa por huir, se le enganchó el pijama en un clavo de la caja de naranjas y se le hizo un gran desgarrón. Muy avergonzado como para escabullirse, y viendo a la Testigo tan cerca, se vio obligado a sentarse en la caja y escuchar el mensaje del Reino. Para sorpresa suya, encontró la información interesante, y se estableció un estudio bíblico. Empezó a asistir a las reuniones y con el tiempo se bautizó. Años después, el hermano Dawkins y su esposa se trasladaron a Marsh Harbour, en la isla de Abaco, para apoyar al pequeño grupo que en 1971 se había convertido en una congregación.
EL PRIMER SALÓN DEL REINO EN LAS BAHAMAS
Remontémonos al año 1954 y dirijamos nuestra atención a Nassau, capital de la isla New Providence donde residen dos terceras partes de la población bahameña. Los hermanos estaban trabajando arduamente para construir el primer Salón del Reino de las Bahamas. Pero, ¿cómo habían conseguido los fondos necesarios? De una manera muy singular. El hermano Gus Gravas, un hermano griego que vino de Florida, visitó las Bahamas para testificar a las personas de habla griega que vivían en Nassau. Estando allí, vio la necesidad que tenían los hermanos de disponer de un lugar de reunión permanente. De manera que empezó a enviarles con regularidad cargamentos de ropa usada, que luego los hermanos vendían, destinando esos fondos al proyecto de construcción.
Cuán contentos estuvieron los hermanos de poder comprar, en menos de un año, y en un lugar tan selecto como Centreville, dos terrenos al precio de 500 libras (unos 1.400 dólares americanos) cada uno. Aunque esta fuente de ingresos llegó a su fin cuando el gobierno proscribió la importación de ropa usada, la Sociedad hizo un préstamo para que los hermanos pudieran terminar su Salón del Reino. Fue en este mismo lugar, en 1958, que se construyó la oficina sucursal de la Sociedad Watch Tower Bible and Tract así como una casa misional. Hall Olson y Albert McBrine, dos hermanos canadienses que habían venido a servir donde había más necesidad, llegaron a ser los pilares del proyecto de construcción. Al mismo tiempo que iba tomando forma el Salón del Reino de Centreville, se estaba construyendo otro Salón del Reino en Quakoo Street, en un solar donado por el hermano y la hermana Blackman.
NUEVOS ESFUERZOS POR ALCANZAR LAS ISLAS DE AFUERA
Gordon Swisher, que había sido el superintendente de sucursal hasta ese tiempo, partió en 1960 para casarse y la Sociedad nombró en su lugar a George Jenkins. El año siguiente hubo dos acontecimientos dignos de mención, la visita de M. G. Henschel en febrero y la asamblea de distrito “Adoradores Unidos” del 27 al 30 de julio. El lugar de asamblea fue el histórico hotel Royal Victoria, edificado en 1863 como el primer hotel importante de las Bahamas. Hubo una asistencia máxima de 800 personas, la cual superó notablemente cualquier reunión previa de Testigos en las Bahamas. Durante la visita del hermano Henschel se trató la cuestión de hacer algo más por alcanzar las islas de afuera con las buenas nuevas. En respuesta a la llamada de servir donde había más necesidad, el hermano y la hermana Porter se ofrecieron y fueron asignados a Long Island, Bahamas, donde efectuaron su actividad misional por los siguientes once años.
El hermano Porter recuerda: “Para congregar a todas las personas interesadas en un solo lugar para las reuniones de los domingos, empezábamos temprano por la mañana y viajábamos desde donde vivíamos hasta casi ambos extremos de la isla. Para la media noche habíamos conducido más de 380 kilómetros (200 millas), pero valía la pena. Por ejemplo, una de las personas con las que estudiábamos era la abuela Ritchie, quien, a sus 72 años, testificó con tanto denuedo al sacerdote de la parroquia que dejó anonadadas a todas las personas de la zona donde vivía. Años más tarde los nietos de esta familia se trasladaron a Nassau, aceptaron la verdad y actualmente dos de aquellos muchachos son ancianos”.
Ya hay una pequeña congregación en Long Island, con su Salón del Reino en Glintons, que continúa dando testimonio del Reino a aquellas personas.
INAGUA, LA ISLA MÁS MERIDIONAL
En Inagua, la isla más meridional de las Bahamas, viven miles de flamencos de plumaje rosado. Debido a ser el ave nacional están protegidos en una reserva especial para la fauna. Sin embargo, hablemos de lo que se hizo para llevar las buenas nuevas a las personas de esta isla.
En 1960 el hermano Robert Perrin y su esposa fueron enviados a Inagua como precursores especiales. Aquellas personas eran sumamente receptivas y en poco tiempo estaban conduciendo unos 20 estudios bíblicos a la semana. Huelga decir que esto molestó a los líderes religiosos de la isla, y por ello presionaron al representante local del gobierno. Antes de que terminase el año, el clero logró que el matrimonio Perrin fuera deportado. Desde entonces, se han enviado precursores especiales a esta isla en varias ocasiones, pero los resultados siempre han sido los mismos: se conducen muchos estudios bíblicos, se obtienen muchas suscripciones, sin embargo no ha sido posible que se establezca allí ningún Testigo.
CAMBIOS EN LA SUCURSAL
Para mejorar el funcionamiento de las sucursales por todo el mundo, la Sociedad invitó a los superintendentes de sucursal a asistir a un curso de diez meses en la Escuela de Galaad. El hermano George Jenkins tuvo el privilegio de asistir a este curso en el año 1962, y al terminar, él y su esposa fueron asignados a Costa Rica. Uno de sus compañeros de clase, Emil H. Van Daalen, que con anterioridad se había graduado de la primera clase de la Escuela de Galaad y que luego había servido en Puerto Rico, fue nombrado nuevo superintendente de sucursal de las Bahamas. Desde entonces y hasta que, junto a su esposa, fue asignado al sur de los Estados Unidos en diciembre de 1981, el hermano Van Daalen hizo mucho para animar a los hermanos a trabajar las islas de afuera. La siguiente experiencia, relatada por el hermano Van Daalen, muestra cómo los hermanos respondieron a este llamamiento:
“Uno de los problemas en las Bahamas es el de alcanzar a las personas que viven en las islas de afuera, especialmente en los pequeños cayos apartados. Para solventar este problema los hermanos se esforzaron diligentemente. Por ejemplo, en agosto de 1966 seis hermanos viajaron por alta mar casi 100 kilómetros (60 millas) en dos lanchas de unos 4 metros y medio de longitud con motores fuera borda para llegar a la pequeña isla de Grand Cay, donde viven unas 200 personas. No teníamos indicación de que esta isla hubiera sido visitada anteriormente con el mensaje del Reino. El superintendente de circuito informó: ‘Se dejó literatura en casi todo hogar. Las personas resultaron ser muy amigables e incluso se ofrecieron a llevarnos a la siguiente casa y presentarnos’. En el camino de regreso uno de los motores se paró y la lancha tuvo que ser remolcada, pero los hermanos se sintieron muy recompensados a pesar del riesgo que supuso”.
“UNA EXPERIENCIA MARAVILLOSA”
Resumiendo los muchos años de servicio del Reino en estas islas pintorescas, el hermano Van Daalen escribió: “El servir en las Bahamas resultó ser una experiencia maravillosa. Mi esposa Bettyjane y yo hallamos que la gente allí es amigable, de inclinación religiosa y al mismo tiempo tolerante. Están dispuestas a invertir tiempo para hablar de la Biblia.
”Durante los dieciocho años que mi esposa y yo estuvimos en las Bahamas, la obra de predicar el Reino progresó mucho debido a la bendición de nuestro Padre celestial. Los testigos de Jehová son bien conocidos en las islas, y hay muchos hermanos excelentes entregados a la tarea de buscar a los humildes, personas de cualidad de oveja, mientras todavía hay tiempo. Estamos seguros de que Jehová moverá los corazones de otros para que ayuden en lugares donde hay necesidad”.
HERMANOS PRESTAN AYUDA CON SUS EMBARCACIONES
A finales de los años sesenta y a principios de los setenta, de nuevo hubo hermanos de los Estados Unidos que visitaron las Bahamas. Trabajaron bajo la dirección de la sucursal y utilizaron sus embarcaciones para llegar hasta las islas y cayos que estaban muy esparcidos. Entre ellos estuvieron Richard e Ilona Farris junto con sus cuatro hijos; Eddie y Gary Irons; Jack y Ethel Miller con sus tres hijos; Joe y Dorothy Miller con dos hijos varones; Allen y Betty Doe; y la familia Walters. La familia Farris fue hasta la isla de Mayaguana, donde pudieron ayudar a Susanna Ford y su hermana Angie, hasta que estas se bautizaron. Antes de ese tiempo las personas interesadas de Mayaguana habían sido ayudadas gracias a los estudios bíblicos que la hermana Fairweather, de Nassau, les condujo por correspondencia. Lamentablemente, la obra de la familia Farris en las Bahamas fue interrumpida de manera brusca por la muerte prematura de Richard Farris. Sin embargo, varios años después el resto de la familia pudo regresar en su embarcación a Andros para testificar en aquella isla con Allen y Betty Doe. Por otra parte la familia Miller trabajó en Andros del Sur (trasladándose después a Gran Bahama), y el matrimonio Irons en Cat Island.
Antes de partir para las Bahamas, Allen y Betty Doe construyeron una embarcación de vela trimarán (tres cascos paralelos, alargados) debido a que su pequeño calado era muy conveniente para las “islas del mar poco profundo”. Pero la vida no siempre era fácil a bordo de un barco. A veces el tiempo no cooperaba. Por ejemplo, se programó una asamblea de circuito para diciembre de 1972 en Marsh Harbour, Abaco. Allen Doe nos narra las incidencias del viaje desde Morganʹs Bluff, Andros, hasta Marsh Harbour, Abaco:
“Al principio hacía un tiempo verdaderamente hermoso, soleado y con una brisa de 10 a 15 nudos procedente del sudeste. De repente, apareció una línea negra de nubes por el noroeste. La inesperada tormenta se desató con furia. Hicimos virar la embarcación y nos dirigimos a una pequeña hendidura, llamada Hole in the Wall, en la costa del extremo sudeste de la isla de Abaco. El viento giró hacia el nordeste y su velocidad aumentó hasta por los menos 50 nudos. En el ancladero las olas llegaron a ser de casi 2 metros y medio de altura, y golpeaban despiadadamente la embarcación mientras seguía anclada. A las diez de la noche una de las dos amarras del ancla se partió como si fuese un cordel. Estábamos empapados debido a las olas que rompían sobre la embarcación. En aquellos momentos aprendimos el verdadero significado de la expresión ‘oren incesantemente’.
”Al rayar el alba, decidimos encararnos al océano en lugar de permanecer en el ancladero. Esto fue un acierto pues la única amarra que nos quedaba estaba a punto de romperse. Sin embargo, al principio no estábamos seguros de que hubiésemos tomado la decisión correcta ya que en alta mar las olas tenían ¡9 metros (30 pies) de altura! No obstante, la embarcación remontó el embite de las enormes olas y pronto estuvimos al abrigo de la isla, llegando a puerto seguro en Sandy Point. Pero para llegar a la asamblea de Marsh Harbour todavía teníamos que recorrer unos 80 kilómetros (50 millas). Debido a que la tormenta había inundado las carreteras, tuvimos que esperar varios días hasta que estuvieron de nuevo transitables.
”Entonces nos dirigimos a la asamblea en nuestra pequeña motocicleta, y por lo menos en cuatro ocasiones tuvimos que parar y vadear aguas que nos llegaban hasta las rodillas. Por fin, el domingo por la tarde, justo a tiempo para el discurso público, llegamos al lugar de asamblea. Cuán felices nos sentimos de estar con nuestros hermanos y cuán felices se sintieron ellos de vernos, pues temían que nos hubiéramos perdido en el mar. Hubo muchos que no pudieron asistir, pero gracias a Jehová ningún hermano sufrió daño ni murió”.
LA ISLA MÁS GRANDE
Con unos 64 kilómetros (40 millas) de anchura y unos 160 kilómetros (100 millas) de longitud, Andros es la isla más grande de las Bahamas. Desde 1950 los precursores especiales han hecho mucho para predicar a las personas humildes de esta isla. Después del excelente trabajo realizado por el hermano Jack Miller y su familia, se asignó a la parte sur de Andros un grupo de precursoras, por el que han pasado con el transcurso del tiempo Yvonne Dean, Shirley Corsey, Donna Schorer y Debbie Sands. Dicho sea de paso, la hermana Sands estaba preparándose para ingresar en un convento como monja cuando conoció la verdad por medio de su hermano y, aunque era muy joven, mostró el mismo celo por la adoración verdadera que había mostrado por su anterior religión. Muchos han aprendido la verdad por medio de los esfuerzos conjuntos de estos precursores, pero la mayoría se ha trasladado a otras zonas. No obstante, actualmente hay pequeños grupos de publicadores esparcidos a lo largo de la costa oriental.
LAS BUENAS NUEVAS LLEGAN A BIMINI
Al este de Miami, en el estrecho de Florida, está el archipiélago de Bimini. Aunque los hermanos del Sibia ya habían predicado a aquellas personas, ¿cómo recibieron testimonio de nuevo en fechas más recientes? Un grupo de hermanos de la zona de Fort Lauderdale utilizaron una avioneta para ir y volver a Bimini con el fin de predicarles. El hermano Dean Tarbert la alquiló y pilotó. Aunque no se formó ninguna congregación, las personas recibieron un testimonio cabal y demostraron interés. Solo es necesario que se riegue más y Jehová lo hará crecer.
UNA INCOMPARABLE ASAMBLEA INTERNACIONAL
En la organización internacional de Jehová, las asambleas siempre se destacan como un medio prominente de reunir y preparar a Su pueblo. En las Bahamas todavía no ha habido ninguna asamblea que haya eclipsado la Asamblea de Distrito “Nombre Divino” de 1971 que se celebró en Arawak Cay. Ha sido la única asamblea oficialmente internacional que se ha celebrado aquí. El encontrar unas instalaciones, cuyo precio fuese razonable y sin embargo adecuadas, para la esperada afluencia de visitantes extranjeros fue un verdadero desafío. Pero los hermanos resolvieron el problema alquilando un almacén de aduanas recientemente construido, de unos 1.440 m2, ubicado en una isla artificial del puerto de Nassau. El convertir este almacén en un lugar de asambleas requirió de los hermanos, como nunca antes, un gran sentido de improvisación.
Imagínese la escena: los delegados de la asamblea sentados en un salón largo y estrecho, respirando la brisa refrescante del mar y al orador teniendo como telón de fondo el puerto de Nassau con sus majestuosos cruceros amarrados en el muelle. A los 409 Testigos locales les emocionó el sentirse anfitriones de más de 1.500 delegados de todo el mundo, con los que la asistencia al discurso público fue de 2.036 personas.
VIAJES EN LA OBRA DE CIRCUITO
El primer superintendente de circuito, Bill Mayer, viajaba en un barco correo para visitar y estimular a los hermanos en todos los rincones de las islas. Aunque las aguas de las Bahamas son famosas en todo el mundo por su transparencia y belleza, puede que esto no siempre lo apreciase un superintendente de circuito, mareado por la travesía en un crujiente barco de carga, apestando a gasóleo, y a quien le quedaban aún unos 435 kilómetros (270 millas) de trayecto.
El hermano Mayer se casó y finalmente regresó a Nueva Zelanda. Algún tiempo después llegó de turismo a las islas un joven hermano americano muy celoso que se enamoró de este lugar y decidió combinar las dos cosas que más amaba: predicar las buenas nuevas y estar cerca del mar. Al poco tiempo este hermano, Ronald Deaumler, fue nombrado superintendente de circuito, no mucho después se casó y su esposa Hellen le acompañó en sus viajes de circuito hasta que fueron invitados a la Escuela de Galaad y asignados a Ecuador.
El primer superintendente de circuito bahameño fue el hermano Allison Dean, un nieto de J. H. Johnson y uno de los cerca de cuarenta miembros de aquella familia que están actualmente en la verdad. Después de casarse con Betty Jean McDonald, una hermana del Canadá que estaba sirviendo como precursora especial, continuó en la obra de circuito. Hoy tienen familia y el hermano Dean sirve como miembro del Comité de la Sucursal.
El siguiente superintendente de circuito fue Frederick Lord, otro hermano local, quien acompañado de su esposa Gloria visitó las islas hasta que el misionero canadiense Steven Ray le reemplazó en abril de 1974. Actualmente las congregaciones reciben las visitas del misionero Anthony Reed que había servido cinco años en la casa Betel de Brooklyn. En mayo de 1981, Burleigh y Alice McKee fueron trasladados de Antigua a las Bahamas para continuar con su obra misional, y el hermano McKee es el actual coordinador del Comité de la Sucursal.
SE NECESITAN TRABAJADORES
A unos 64 kilómetros (40 millas) al sudeste de Nassau empieza la cadena de las Exuma que se extiende por unos 225 kilómetros (140 millas) y cuenta con una población de 3.670 personas. Al norte está Cat Island con una población de otras 2.000 personas y también San Salvador y otras islas más pequeñas que no están siendo predicadas de manera regular. Se necesitan trabajadores, personas que estén bien arraigadas en la verdad y con independencia económica que puedan trasladarse a estas zonas con el fin de ayudar a esparcir las buenas nuevas. Varios hermanos, en dos o tres barcos, podrían visitar regularmente las islas poco pobladas en las que actualmente se predica poco o nada. ¿Hay alguien que reúna los requisitos mencionados y pueda responder a esta invitación?
EXCELENTES PERSPECTIVAS PARA EL FUTURO
Desde aquel pequeño comienzo de 1926, cuando el hermano Edward McKenzie y su esposa vinieron a las Bahamas desde Jamaica para esparcir el consolador mensaje del reino de Dios, ha habido un excelente progreso. Actualmente hay más de 600 proclamadores de las buenas nuevas en las Bahamas y todos están muy activos. Para la Conmemoración de 1984 asistieron 2.244 personas, por lo que el futuro está lleno de excelentes perspectivas. Aquí, en las “islas del mar poco profundo” esperamos con anhelo más aumento, con el que se rendirá una mayor alabanza a nuestro Dios Jehová.
[Mapa de la página 226]
(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)
las BAHAMAS
Grand Cay
Pequeño Abaco
Gran Bahama
West End
Freeport
Eight Mile Rock
Bimini
Gran Abaco
Marsh Harbour
Sandy Point
Hole in the Wall
Harbour Island
Eleuthera
The Bluff
Hatchet Bay
Governor’s Harbour
Palmetto Point
Rock Sound
Berry Islands
Morgan’s Bluff
Nueva Providencia
Nassau
Los cayos Exuma
Andros Island
Cat Island
San Salvador
Rum Cay
Long Island
Las Exumas
Crooked Island
Acklins Island
Snug Corner
Mayaguana
Pequeña Inagua
Gran Inagua
OCÉANO ATLÁNTICO
[Ilustración de la página 233]
Los cuatro primeros misioneros que fueron a las Bahamas: Nancy Porter, George Porter, Kathleen Fairweather y Freida Pulver
[Ilustración de la página 239]
Para llegar hasta las varias islas de las Bahamas con las buenas nuevas, se usó esta casa misional flotante, la goleta Sibia
[Ilustración de la página 250]
Salón del Reino en Centreville, Nassau, edificado en 1954. Detrás está la oficina sucursal y casa misional edificada en 1958
[Ilustración de la página 255]
Se utilizó esta embarcación de vela trimarán para predicar las buenas nuevas tanto en Andros como en otras islas
[Ilustración de la página 257]
Allen y Betty Doe en su motocicleta