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¡Despertad! 1970
g70 8/9 pág. 19

Por qué dejé mi iglesia

CUANDO acepté un puesto en la oficina de mi iglesia creí que Dios me había bendecido. Pero poco comprendía lo que me esperaba.

Como usted verá, el estar yo dentro de la organización de la iglesia me proporcionó la oportunidad singular de ver y oír más de lo que podía ver y oír el individuo que simplemente acostumbra ir a la iglesia, que solo asiste a los servicios del domingo por la mañana. Llegué a ver lo que sucede en la iglesia como pocas personas lo ven.

Un día sonó el teléfono de la oficina de la iglesia. Cuando lo contesté, me enteré de que la madre de una familia se estaba muriendo y me pedían que enviara al ministro inmediatamente a su casa. Jamás olvidaré ese día. El ministro, en vez de ir a ofrecer ayuda espiritual, me pidió que me comunicara inmediatamente con el abogado de la iglesia. El ministro quería que él fuera a aquel hogar y se asegurara de que el testamento de la mujer que agonizaba era aceptable y que hubiera incluido a la iglesia como uno de los beneficiarios.

Ese día abrí realmente los ojos por primera vez y comencé a orar por guía. Luego nos mudamos a esta pequeña población [Warrensburg, Nueva York], donde pensé que las cosas podrían ser diferentes en nuestra iglesia metodista. Por semanas nadie nos habló ni nos visitó. Yo asistía a los servicios eclesiásticos, pero luego regresaba a casa y lloraba.

Por fin, ofrecí ayudar enseñando en la escuela dominical... un puesto que retuve hasta que una enfermedad grave me obligó a renunciar. El ministro se encolerizó porque no pude continuar enseñando. ¡Oh, pero sí sabían dónde estaba yo cuando querían dinero y más dinero! De hecho, todo lo que oía era: nueve mil dólares para reparar el órgano, o necesitamos dinero para construir una nueva casa para el ministro, etc.

Finalmente dejé de ir, a pesar de sentirme culpable y con temor por no recibir la comunión el primer domingo de cada mes. Con el tiempo mis oraciones fueron contestadas. Un día cuando yo estaba especialmente abatida, una testigo de Jehová me visitó. Me habló acerca de las profecías de la Biblia y el propósito de Jehová Dios para la humanidad. Comencé a estudiar la Biblia, y poco tiempo después de eso me salí de mi iglesia original. Comencé a asociarme con los siervos verdaderos de Jehová, sus testigos. ¡Y qué grandes bendiciones he recibido a causa de esto! Si solo pedimos que la voluntad de Jehová sea nuestra voluntad, entonces todas las cosas obrarán juntas para nuestro bien.—Contribuido.

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