Su hígado habla claro
ES PROBABLE que usted haya pensado poco en mí. Oh, quizás a veces esté preocupado en cuanto a su corazón o los pulmones, pero rara vez en cuanto a mí... su hígado. Muchos son los que tienen poca idea de lo que yo hago.
¿Sabe usted que si yo dejara de funcionar usted moriría en menos de un día? En la cantidad y complejidad de mis funciones avergüenzo a sus órganos mejor conocidos, el corazón y los pulmones.
No me propongo alardear, pero desempeño tareas tan complejas que se necesitaría una compañía química grande con un establecimiento que abarcara hectáreas para efectuar algunos de mis trabajos más sencillos. Y sencillamente no podrían llevar a cabo algunas de mis asignaciones más complejas.
Realmente efectúo más de 500 trabajos... por lo menos ésos son los que han sido clasificados. Pero los hombres constantemente están descubriendo nuevos trabajos que efectúo. ¡Hago más de 1.000 diferentes enzimas para poder efectuar mis conversiones químicas! Si fracasara en alguna de mis operaciones principales, usted se enfermaría y moriría. Aun mis deberes menores son importantes para su bienestar.
Participo en casi todo lo que usted y los otros órganos de su cuerpo hacen. Soy vital para la digestión de su alimento, la agudeza de su cerebro, la fuerza de sus músculos, la composición de su sangre, el latido de su corazón. Estoy bien familiarizado con usted. Ahora bien, ¿no le parece que usted debería familiarizarse más conmigo? Solo si usted me cuida puedo yo hacer lo mismo por usted.
Mi morada y mi tamaño
En primer lugar, quizás se pregunte usted dónde estoy situado. Estoy bien oculto y soy inconspicuo. No lato, como lo hace su corazón. Ni me dilato ni me contraigo notablemente, como lo hacen sus pulmones. De modo que aunque soy el órgano más grande del cuerpo, con peso de aproximadamente 1,4 a 1,9 kilos, muchas personas no saben dónde hallarme.
Estoy situado principalmente en la parte derecha superior del abdomen. Pero, ¡cómo me extiendo! Casi mido treinta centímetros de largo, y partes mías varían de dos centímetros y medio a siete centímetros y medio de espesor. Mi parte superior llega, en el varón, a la mitad del pecho. Y me extiendo hasta la orilla inferior de las costillas.
En consecuencia, me encuentro bajo la jaula protectora de las costillas. Los pulmones de usted cubren la porción superior mía. Y mi porción inferior, a su vez, traslapa sus intestinos y estómago. Quizás un médico le haya oprimido con las puntas de los dedos hacia arriba adentro del margen inferior de las costillas. Probablemente me estaba buscando.
Es evidente la ingeniosidad de mi ubicación. No solo encuadro bien en un espacio bien protegido, sino que estoy cerca de sus otros órganos. Esto es ideal, porque ellos dependen en sumo grado de mí para sus funciones.
Centro clave de control
Considere el corazón, por ejemplo. Yo regulo la corriente de sangre hacia él. Si hubiera una oleada temporal de sangre, me hincho, absorbiendo el exceso que pudiera ahogar su acción de bombeo. Luego emito gradualmente la sangre para que el corazón se pueda encargar de ella. Siendo la esponja vascular que soy, puedo absorber aproximadamente litro y medio de sangre o puedo retener tan poca como unas cuantas onzas.
También me intereso vivamente en su alimento. El alimento que usted come pasa de su estómago a sus intestinos, donde se le descompone en sus partes, y las materias utilizables se envían a la corriente sanguínea. Estoy situado de tal manera que estas materias primero vienen a mí. Me las entrega la gran vena porta, que está conectada con la red de venas intestinales.
Porta es un nombre apropiado para esta vena. Sirve de ‘puerta’ o ‘entrada’ a través de la cual es preciso que pasen las materias alimenticias antes de llegar a los tejidos del cuerpo. Y puesto que la vena porta fluye a mí, puedo controlar todas estas materias, convirtiéndolas en una forma que puedan utilizar las células del cuerpo.
Mi posición estratégica también me permite protegerlo a usted de las bacterias perjudiciales que se absorben en la corriente sanguínea de la porta. Tengo lo que se llama “células Kupffer.” Estas obran de manera semejante a glóbulos blancos barrenderos. Capturan, engolfan y destruyen a las bacterias al pasar por mí. Si no fuera por esta protección que suministro, se podría desarrollar una infección grave en alguna parte de su cuerpo.
También lo protejo a usted de otras sustancias tóxicas, como la cafeína y diversas drogas. Si usted inyectara esas sustancias en mi vaso sanguíneo de salida que va a dar al corazón, podría morir en unos minutos. Pero puesto que primero tienen que pasar por mí, puedo salvaguardarlo a usted.
Una indicación de mi eficacia se demostró por un experimento que se llevó a cabo en perros. A dos perros se les dio una dosis igual de veneno; uno de los perros la recibió en una vena común y el otro en la vena porta. El primer perro murió, pero el segundo, porque el hígado convirtió en inofensivo el veneno, no fue afectado. De hecho, la dosis de veneno tuvo que ser multiplicada varias veces antes de que el segundo perro resultara afectado. ¡Eso ilustra mi importancia como centro controlador del veneno!
Su propio cuerpo forma venenos que podrían matarlo. ¿Sabe usted eso? Por ejemplo, suba corriendo un tramo de escaleras o haga algún otro ejercicio y sus músculos quemarán glucosa —un combustible del cuerpo— para producir energía. En el proceso los músculos forman ácido láctico, que lo envenenaría a usted si se le permitiera acumularse. Pero yo vengo al rescate, convirtiendo el ácido láctico en una forma que se puede utilizar nuevamente como combustible.
También, constantemente se está formando amoníaco a medida que las células de su cuerpo queman proteína. El amoníaco es absorbido en la corriente sanguínea de la porta y llega a mí. Si se le permitiera acumularse en su cuerpo, usted moriría. Pero yo lo cuido bien a usted. Formo urea del amoníaco y la paso a los riñones para que sea eliminada.
También regulo su abastecimiento de hormonas, manteniendo un equilibrio apropiado. Demasiadas hormonas de su glándula tiroides podrían perjudicarlo. Yo destruyo el exceso peligroso. También lo protejo de la acumulación en demasía de las hormonas suprarrenales y sexuales.
Esto quizás le ayude a usted a discernir por qué soy el más versátil de sus órganos y el centro clave de control del cuerpo. Soy el principal sitio del intercambio, síntesis, transformación y almacenamiento de comestibles, así como de otras sustancias necesarias para su bienestar.
Incomparable taller químico
¡Piense en llevar a cabo centenares de conversiones químicas, algunas de ellas increíblemente intrincadas, y no obstante efectuarlas todas apropiadamente y a tiempo! Eso es lo que yo hago. Hago sustancias que su cuerpo necesita, cuando las necesita. Pero debido a las reacciones bioquímicas múltiples y complejas que hay envueltas, cualquier descripción de mis procesos tiene que ser una simplificación extremada.
Por ejemplo, recibo azúcar por vía de la sangre de la porta en forma de glucosa. Esta sirve de combustible para su cuerpo. Pero si se manda demasiada a la corriente sanguínea, usted entrará en coma y morirá. De modo que yo me encargo de que eso no suceda.
Si hay suficiente glucosa en la corriente sanguínea, convierto en glicógeno el exceso de glucosa que recibo. Esta es una forma conveniente, compacta, de almacenamiento para la glucosa, que, en su propia forma, ocuparía demasiado lugar. Entonces, a medida que el cuerpo necesita combustible durante el día, cambio el glicógeno en glucosa y lo envío poco a poco. Tal transformación, escribe un médico, “envuelve una secuencia sumamente compleja e interrelacionada de sucesos controlados enzimáticamente.” Sin embargo, para mí es un procedimiento sencillo, básico.
Además, recibo aminoácidos que las enzimas intestinales han derivado de las proteínas. Si los pasara en la forma en que los recibo, ¡serían tan mortíferos para usted como el cianuro! De modo que los “humanizo,” cambiándolos a una forma de proteína que su cuerpo puede usar para formar tejido.
También produzco el fibrinógeno y la protrombina que coagulan su sangre. ¡Usted sangraría hasta morir por una cortada menor sin ellos! No obstante, al mismo tiempo, figuro en la fabricación de la heparina, que impide que la sangre se haga letalmente espesa. Un médico asemejó esta acción mía a hacer bombas atómicas y espoletas simultáneamente, sin un accidente ni explosión fatal. ¡Agradezca el que no me confunda en lo que estoy haciendo!
Otra sustancia que hago es la albúmina. Impide que el líquido se escurra de sus vasos sanguíneos a los tejidos circunstantes. Y para suministrarle resistencia contra la enfermedad infecciosa hago globulina, que contiene cuerpos inmunes.
Sin embargo, otra de mis producciones maravillosas es la bilis... ese líquido amargo, de color amarillo verdoso. Lo formo continuamente —hasta aproximadamente un litro al día— escurriéndolo en su cercana vesícula para almacenarlo. Es asombroso lo que entra en su preparación. Por ejemplo, cada segundo mueren diez millones de los glóbulos rojos de usted. ¡Al pasar por mí, los escojo, salvo partes para hacer nuevos glóbulos y uso parte de sus restos en la producción de la bilis!
Por medio de la bilis expulso de su cuerpo materias indeseables. La bilis es descargada en el canal intestinal, y de allí se abre paso hacia fuera de su cuerpo.
Pero la bilis también es importante para la digestión de las grasas, y es pasada a su canal intestinal a la hora de las comidas. Ayuda, también, a absorber las partículas de grasa y las vitaminas desde el canal intestinal a la corriente sanguínea. ¡Así pues, hago y entrego bilis al canal intestinal de modo que se puedan soltar y enviar de regreso a mí sustancias nutritivas importantes por vía de la corriente sanguínea!
Después de terminar de elaborar las materias alimenticias, produciendo las sustancias nutritivas que necesita su cuerpo, puedo enviarlas inmediatamente a la corriente sanguínea. Esta sangre cargada de alimento sube a su corazón, de donde se bombea a toda célula de su cuerpo. O, si no se necesitan inmediatamente, almaceno las sustancias nutritivas para uso posterior; azúcares, grasas, proteínas, vitaminas y hierro son los productos que principalmente almaceno. Luego cuando se necesitan éstos, los envío. También puedo convertir sustancias nutritivas de una forma a otra —azúcares en grasas o grasas en azúcares— para satisfacer las necesidades de su cuerpo.
Dando el crédito apropiado
Estoy seguro de que usted tiene que quedar impresionado por las tareas complejas que desempeño. Pero no se imagine que éste es un examen completo. Solo le da a usted una idea de lo sobresaliente que soy como órgano. Realmente, mientras más aprende alguien acerca de mí, más se sorprende y asombra.
Pero no puedo atribuirme el mérito. No me hice a mí mismo. ¡Y ciertamente usted no me hizo! ¡Hasta los científicos médicos mejor informados ni siquiera han aprendido cómo desempeño muchas de mis maravillas químicas!
Por lo tanto, debe ser obvio que mi hacedor es el Supremo, el mismísimo Creador que diseñó todo el cuerpo de usted para que funcione con tan maravillosa armonía. Como dijo el inspirado escritor bíblico: “Sepan que Jehová es Dios. Es él quien nos ha hecho, y no nosotros mismos.” (Sal. 100:3) ¡Ciertamente él me hizo!
Usted puede cooperar
¿Respeta usted las creaciones de Dios? ¡Espero que sí! Porque entonces usted no abusará de mí. Me angustia cuando miro a mi alrededor y veo cómo los dueños de tantos de mis vecinos abusan de ellos. ¿Sabe usted que en 1967 casi 28.000 personas murieron de cirrosis del hígado tan solo en los Estados Unidos? Esta es una enfermedad que destruye las células del hígado y las reemplaza con tejido cicatrizal inútil.
¿Y qué causa la cirrosis? El abuso en beber alcohol es un factor principal. Yo convierto el alcohol en anhídrido carbónico y agua, impidiendo una acumulación mortífera del alcohol en su sangre. Pero cuando alguien consume diariamente grandes cantidades de alcohol, su hígado no puede aguantar eso. Se debilita, encogiéndose, endureciéndose y exhibiendo protuberancias. Si esto no se detiene, sobreviene la muerte.
Esto no significa que soy un órgano delicado. ¡Ni pensarlo! Realmente mis facultades regenerativas son asombrosas. Si se tuviera que remover parte de mí —hasta el 80 por ciento o más— yo podría hacer que usted siguiera viviendo hasta que me saliera nuevo tejido. ¡En unos cuantos meses volvería a ser de tamaño normal!
Sin embargo, necesito su cooperación para mantenerme sano, y para mantenerlo sano a usted. Una dieta equilibrada de alimentos sanos es mi requisito principal. Esto significa comer alimentos que contengan las sustancias alimenticias básicas... carbohidratos, grasas y proteínas. En particular necesito proteínas en las que estén todos los aminoácidos esenciales en la proporción correcta. Alimentos de origen animal —huevos, carne, pollo, pescado— son una fuente importante de esto.
Quizás mi mayor enemigo sea demasiada cantidad de las clases incorrectas de alimento. Sencillamente usted no puede esperar que yo me mantenga sano si usted vive a base de una dieta de pasteles y alimentos elaborados a los que se les ha quitado vitalidad. Tampoco puedo funcionar apropiadamente si usted aumenta mucho de peso o no obtiene ejercicio físico adecuado.
¿Quiere usted estar sano? Entonces acuérdese de que yo soy una de sus mejores protecciones contra las enfermedades. Por eso cuídeme y yo lo cuidaré a usted.