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¡Despertad! 1970
g70 8/11 págs. 9-13

Obras maestras australianas del Creador

Por el corresponsal de “¡Despertad!” en Australia

IMAGÍNESE estar en la maleza australiana. Al mirar a su alrededor, usted nota en el suelo una impresión que se asemeja a la cifra once. ¿Qué está usted viendo? Pues, solo una de las muchas características de la creación animal australiana que la hace diferente de las creaciones de otros países. Usted está viendo las huellas que deja el animal que salta en vez de correr... el canguro.

Supongamos que usted sigue una serie de huellas por corto trecho. Note que acá y allá se añade una tercera huella, debajo y entre las otras dos. Allí es donde el canguro descansó, sentándose sobre la cola gruesa y quizás golpeando el suelo con ella para comunicarse con otros del hato.

Quédese muy callado y simplemente observe. ¡Mire allí! ¿vio usted esas “hojas” puntiagudas levantarse detrás de aquel arbusto? Él también nos ha notado. ¡Vea con qué airosos saltos el canguro salva los obstáculos para ponerse a salvo!

Su manera de viajar es solo una de varias cosas que hacen diferente al canguro. “Pepito,” como llamamos al hijuelo del canguro, pone de relieve más diferencias. Estas empiezan antes de que él nazca.

El canguro es lo que se llama un “marsupial,” que significa que tiene una bolsa en la cual lleva a su hijuelo. Pero realmente la designación “marsupial” tiene una connotación más profunda que simplemente eso.

El asombroso nacimiento de Pepito

Los animales que no son marsupiales (ni “monotremas,” como veremos después) se llaman “placentarios,” que significa que la madre tiene una matriz en la cual el embrión se alimenta y a la cual está unido por una “placenta.” La madre de Pepito no tiene matriz. En cambio, él comienza a crecer poco después de la concepción en un saco de yema en el cual el embrión se alimenta hasta que, de ocho a cuarenta días después, según el género, el saco se rompe y nace Pepito.

Decimos “nace,” pero mejor se podría decir que es “producido.” Porque cuando sale de su madre todavía está en condición semiembrionaria, sin haber desarrollado ojos ni orejas y solo poseyendo el sentido del olfato. En apariencia se asemeja a un poco de goma a la que se ha dado forma, casi transparente. Ahora prepárese usted para algo verdaderamente asombroso. Esta menuda criatura embrionaria, grande como un haba, sube mano tras mano por la piel de su madre, guiada, según se cree, por su sentido del olfato, en busca de la bolsa de ésta... un viaje que dura unos tres minutos. Localizándola, si lo logra, se zambulle adentro, para completar allí el proceso del nacimiento, lo cual requiere varios meses.

Pero supongamos que no da con la bolsa, ¿entonces qué? ¡Lástima! Podría seguir vagando hasta por media hora, y si todavía falla, su carrera en la vida llega a un fin prematuro. ¿Y qué está haciendo la mamá canguro en cuanto a todo esto? Simplemente nada. No se preocupa. Para este tiempo con toda probabilidad ya ha concebido de nuevo mientras Pepito estaba en el pasaje de nacimiento. Pero el nuevo embrión no se desarrolla más allá de cien células. En esta etapa su desarrollo queda detenido en lo que se llama un “blastocisto” contra alguna emergencia como ésta. Y en este estado de detención del desarrollo permanece hasta que la bolsa esté desocupada, y solo entonces se reanuda su crecimiento.

Pero nuestro Pepito sí lo logró. Llegó a su destino sin mucha ayuda. La mamá canguro hizo preparativos muy escasos; simplemente limpió con la lengua la bolsa y luego se sentó con la cola hacia adelante, recargándose en un árbol para no caerse de esta postura inestable. Una vez dentro de la bolsa, Pepito se adhiere a un pezón, y éste se hincha inmediatamente y lo mantiene fijo allí, y la mamá, mediante acción muscular, dispara en chorros su leche por la menuda garganta de él. De ahora en adelante la única manera de remover de allí a Pepito es rasgándole la boca.

Tan increíble es todo este proceso que los primeros exploradores y naturalistas creyeron que Pepito nacía en la bolsa, “como las manzanas en una ramita,” según lo describió uno de ellos. Fue muchos años después que el Parque Zoológico de Londres presenció por primera vez el nacimiento embrionario, y aun así se siguió creyendo que la madre trasladaba al hijuelo a la bolsa con los labios. No fue sino hasta 1932 que se supo que se abría paso hasta la bolsa sin ayuda.

Podemos pasar por alto el período en que Pepito está en la bolsa, salvo para notar que allí crece desde el tamaño de un haba, de aproximadamente un gramo, hasta algunos kilos. Solo después de ocho meses y cuando es destetado se separa y comienza a salir de la bolsa por ratos cortos. Aún así, todavía le agrada desayunarse en cama... una hazaña que logra fácilmente inclinándose en su “cama” y mordisqueando la hierba al pasar mientras su mamá se abastece de forraje.

Corriendo (saltando) ahora con de seis a cincuenta canguros, Pepito crece hasta la edad viril del canguro. Si es de la variedad “roja” puede crecer hasta metro y medio o un metro y ochenta y tres centímetros de alto, pesar hasta 90 kilos, saltar hasta tres metros de altura y viajar a razón de seis metros por salto, a cuarenta y ocho kilómetros por hora.

Es una criatura apacible o hasta tímida a menos que se vea acorralada y esté peleando por su vida. Entonces, con la espalda a un árbol y sentándose sobre la cola, asesta golpes con las patas delanteras y traseras y garras agudas... un contrincante para varios perros. Y si le parece que está llevando la peor parte, salta a un “billabong,” u hoyo de agua. Allí, parado en el agua hasta la cintura, sumerge a perro tras perro a medida que nadan hasta él y los detiene bajo su cola o piernas hasta que se ahogan.

El koala

Hay otros marsupiales además del canguro. ¿Le sorprende eso? Les sorprende a algunos, pero, ¿quién no ha visto una fotografía del koala, que despierta en uno el deseo de abrazarlo? Es un marsupial, y las hembras tienen una bolsa. Su nombre significa, en el lenguaje de los aborígenes: “No bebo.” Y, de veras, no bebe. Pero, ¡cómo come! Hasta cerca de kilo y medio de hojas de eucalipto resinoso. Eso explica por qué, si uno vive fuera de Australia, no ve un koala en su parque zoológico local. El gobierno australiano prohíbe su exportación. Ningún otro país puede alimentarlo. Es un comedor selectivo. De más de cien especies de eucalipto resinoso, solo come las hojas de seis, y, como éstos no se encuentran fuera de Australia en profusión alguna, moriría.

Se dice que las hojas del eucalipto resinoso tienen un efecto narcótico, lo cual posiblemente explica la naturaleza dócil, soñolienta, del koala. Pero, ¡cuídese! No permita que su amigabilidad y apacibilidad lo engañen. Un soldado estadounidense cometió ese error después de acariciar a uno en el parque zoológico. Al encontrar después uno de ellos en la maleza quiso tomarlo en sus brazos y mostrárselo a su amiga que estaba en el auto. El koala no compartía con él aquella idea. El precio de la ignorancia de este soldado fue un nuevo uniforme y seis semanas en el hospital.

Otros marsupiales

Entre otros marsupiales hay muchos que son muy semejantes en apariencia y hábito a sus “dobles” placentarios y que fácilmente podrían ser confundidos con ellos. Ratones, ratas, gatos, topos, osos hormigueros y lobos marsupiales son como los placentarios en ciertos respectos, pero muy diferentes en otros.

Por ejemplo, hay un ratón que puede saltar un metro ochenta y tres centímetros y atrapar un insecto en el aire mediante detección de sonar; una gata que da a luz veinte gatitos pero solo tiene seis tetillas, y un lobo que puede abrir la boca a un ángulo de 180 grados.

Hay un bandicoot que puede cavar más aprisa de lo que el hombre y la pala pueden seguirlo y cuya bolsa prudentemente se abre hacia atrás y no se llena de tierra. Un canguro de cola prensil es arbóreo y un acróbata notable. Hay un numbat marsupial (oso hormiguero rayado) que no tiene bolsa, y un ratoncito marsupial que vive en grietas de lodo seco y que tiene un cráneo de solo tres milímetros y medio desde la coronilla hasta el cuello.

Existen hoy en Australia y Nueva Guinea un total de 175 especies de marsupiales, de los cuales 104 son vegetarianos y 71 carnívoros. Se dice que entre los marsupiales extintos estaba el diprotodonte, grande como el rinoceronte, y un canguro de tres metros de alto, el procoptodonte.

¿Se maravilla usted de que los primeros exploradores y colonizadores de Australia hayan quedado perplejos por la fauna tan contraria a todo lo que previamente conocían? Salvo por dos en las Américas, los marsupiales no son nativos de ninguna otra parte de la Tierra.

Los monotremas

Hay miles de especies de placentarios, 175 de marsupiales, pero solo dos monotremas que se encuentran en Australia.

La palabra “monotrema” proviene del griego y significa “un solo orificio.” Esto se refiere al hecho de que del cuerpo del monotrema solo hay una salida, que se llama “cloaca.” Por este único conducto salen las excreciones, la orina y el huevo. ¡Sí, el HUEVO! Las dos especies de monotremas son los únicos mamíferos de que se sabe que ponen huevos.

La mayoría de la gente ya conoce al ornitorrinco. Como si no estuviera satisfecho con ser un mamífero ovíparo, el ornitorrinco amontona rareza tras rareza hasta que parece algo como la broma de un taxidermista. Y así les pareció a los que lo vieron por primera vez. De hecho, cuando se envió una descripción de él a los naturalistas británicos, éstos simplemente rehusaron creer el informe. Aun cuando se les envió una piel seca decidieron que era una impostura. ¿A qué se debió toda esta incredulidad?

Además de poner huevos, el ornitorrinco tiene la siguiente miscelánea: piel de animal, conductos para leche, pico semejante al del pato, patas palmeadas, fuerte cola semejante a la del castor, garras venenosas en las patas y una bolsa en la mejilla como la del mono para almacenar alimento.

Ciertamente, el ornitorrinco refleja la habilidad del Creador, que lo hizo admirablemente adecuado a su ambiente, de modo que floreció hasta la llegada del hombre y la escopeta. Con garras para cavar y piel para mantenerse abrigado, se siente a gusto en la tierra, aunque su verdadero ambiente es el agua. Pero lo más maravilloso de todo es su pico.

No es un miembro inanimado, córneo, como el del pato. Es sumamente sensitivo... una masa de terminaciones nerviosas. Cuando se sumerge y se impulsa mediante la poderosa cola y las patas palmeadas, sus ojos y oídos se cierran herméticamente y el pico se encarga de la situación. ¡Explorando el fango, absorbe lodo, arena y gusanos! ¡Gusanos, quisquillas y larvas! Ahora su pico se ocupa en seleccionar carne de entre el lodo, almacenando la carne en la bolsa de su mejilla y desechando lo demás hasta que sale a la superficie por aire y consume su presa. Se mantiene ocupado, correctamente, porque en un día consume la mitad de su peso en gusanos. Cuando está en cautiverio su manutención cuesta más que la de un elefante.

Además de funcionar como oídos, ojos y nariz cuando nada, su pico se convierte en un radar intraconstruido cuando él cava. Nature Library, de Life, dice esto: “El pico del ornitorrinco es una masa de nervios que retransmiten sensaciones táctiles . . . Cuando cava, se dice que el ornitorrinco conoce misteriosamente las cavidades del terreno que están adelante, lo cual le permite evitar meterse en las conejeras, hoyos de ratas u otras madrigueras de ornitorrincos que haya cerca.” De manera semejante percibe las raíces de los árboles y las rocas que hay adelante y se desvía antes de llegar a ellas. ¿No concuerda usted en que el ornitorrinco está maravillosamente adaptado a su ambiente?

Lo mismo se puede decir del otro miembro de la familia monotrema, el equidna. Puesto que es el único otro mamífero ovíparo, se pudiera esperar que se asemejara al ornitorrinco. Pero además de poner huevos, se asemeja al otro solo de dos maneras: Ambos amamantan a sus hijuelos y ambos tienen una sola salida o cloaca del cuerpo.

Su nombre más común, el de oso hormiguero espinoso, revela mejor la apariencia del equidna. En realidad se parece mucho a un erizo, salvo que sus púas son más cortas, más gruesas y sumamente agudas. Sus piernas cortas y poderosas están diseñadas admirablemente para cavar en hormigueros en forma de montículo, duros como el hierro, por su plato favorito, la hormiga blanca.

El equidna también tiene una bolsa. O, mejor dicho, puede producir una a voluntad. La hembra, después que el hijuelo es empollado, forma por contracción muscular una bolsa en torno de las glándulas lactíferas y en ésta, por medios que no sabemos, llega a estar el hijuelo. Allí permanece como inquilino, lamiendo la superficie saturada de leche para adquirir el alimento, hasta que sus púas se comienzan a formar y ya no es un ocupante pacífico de la cuna carnal de mamá. ¡Afuera va a dar!

Además de estas características, el equidna tiene otras que son singulares. Una de éstas es su prodigiosa fuerza, a pesar de medir solo cincuenta y un centímetros de largo y pesar solo novecientos gramos o un kilo trescientos cincuenta gramos. Un naturalista experimentó esto cuando durante una noche guardó uno en su sala para mantenerlo seguro. ¡Para la mañana siguiente, el equidna, esforzándose por hallar una vía de escape, había apartado toda pieza del mobiliario pesado de la pared! Solo lo derrotó una estufa de hierro... ¡que estaba sujeta a la pared!

Otro atributo interesante del equidna es que puede cavar verticalmente... ¡a toda prisa! El hocico y las piernas combinados remueven hasta grava dura de debajo de él a los lados y hacia arriba a una velocidad que lo hace descender hasta desaparecer de la vista en aproximadamente un minuto, a menudo dejando púas agudas visibles para cualquier nariz o garra que ande explorando. Finalmente, puede aplanarse y arrastrarse por una abertura de solo dos centímetros y medio de alto.

¿Qué le parece? ¿Puede usted discernir en toda esta magnífica variedad la mano de un Creador sabio? Sí, podemos estar agradecidos por los vistazos que nos ha dado nuestra investigación de las obras maestras australianas del Creador.

[Ilustración de la página 9]

Solo después de ocho meses el bebé canguro deja la bolsa de su madre por períodos cortos

[Ilustración de la página 11]

El koala se alimenta de hojas de eucalipto resinoso

[Ilustración de la página 12]

El ornitorrinco es un mamífero ovíparo con un asombroso pico semejante al del pato

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